Tumbas 1/2
Y un buen día el caos mudó su emplazamiento habitual, hizo las maletas y se asentó a unas casas de distancia de las que había habitado hasta ahora. Ranma inhaló aliviado. Akane exhaló aliviada y poco a poco el nivel del pantano de inseguridades fue menguando hasta prácticamente desaparecer. Nadie sabía describir muy bien en qué consistía el cambio exactamente. Si se trataba de la ausencia prolongada de Happosai, la maduración repentina de Tatewaki y Kodachi o del simple hecho de que las prometidas despechadas ya no pasaban siquiera a saludar. El caso es que a Ranma casi ni le mojaban con agua fresca y Akane no se veía obligada a demostrar su escasa paciencia a cada rato. A riesgo de exagerar, yo diría que esa mañana ambos muchachos se miraron por primera vez a los ojos por más de veinte segundos sin que nada ni nadie les interrumpiera.
-¿Confías en mi, Akane? –preguntó el chico, con dulzura. Una gentileza cordial que Akane ni sabía que existía dentro de aquel paquete de agresiones verbales y orgullo infantil que era Ranma.
-Por supuesto.
Diecisiete horas después, Akane volvió a abrir los ojos sin dar crédito a lo que veía. Mejor dicho…a lo que no veía porque, para ser sinceros…¡no se podía observar absolutamente nada! Incluso intento frotarse ambos párpados como si de sus sienes se trataran intentando disipar una neblina de sueño inexistente. Y a la postre se rindió a la evidencia de que no padecía de ninguna ceguera momentánea ni le habían tapado los ojos con ningún paño. Si le rodeaba la oscuridad, se debía simple y llanamente a que se hallaba en un sitio al que la luz solar no llegaba. Ni más ni menos. Por supuesto, no llegó a asustarse de buenas a primeras. Antes, hizo lo que haría cualquier hijo de vecino: explorar el nuevo sitio. A lo mejor se había caído de la cama. O había decidido recostarse en un futón y una gruesa manta le tapaba la visión. Claro que las mantas no suelen ser de madera ni adornarse con clavos cada cuatro o cinco centímetros. A menos que se tratara de una hindú. Pero Akane estaba bastante, bastante segura de que no era ese el caso.
-Ranma…¿estás allí?
-Sí.
Gracias a dios, pensó Akane sin lograr evitar que una bola de angustia se le atragantara en el pecho. ¿Qué había ocurrido? Peor aún, ¿dónde estaba? ¿Por qué si estiraba pies y manos, no lograba avanzar más que unos escasos centímetros antes de toparse por todos lados con más madera? Las dudas asaltaban su mente una a una y todas tenían una misma y siniestra respuesta. Se encontraba encerrada dos metros bajo tierra en una cámara mortuoria.
-¿Esto es lo que ocurre cuando decido confiar ciegamente en ti, zoquete?
-¿Ahora resulta que es mi culpa que confíes en mi, Akane? ¿Qué más piensas echarme en cara? ¿Que no te devuelvo las cosas que me prestas en el mismo estado en el que me las diste?
Aquella respuesta tan…ranmesca…provocó que intuitivamente la muchachita enterrada en vida, se rascara las orejas. ¿Era cierto lo que había oído? Una serie de eventos totalmente innecesarios provocados por él habían derivado en que acabaran en tal terrible situación y…¿encima el muy idiota se hacía la víctima?
-Imagino que tendrás un plan para sacarnos de aquí.
-Por supuesto, Akane. No soy tonto. Nuestros padres ya se tragaron el anzuelo. Creen que estamos muertos. Ahora solo hace falta que mi contacto en el exterior venga a sacarnos y a comenzar una nueva vida.
Bueno, no era prolijo. ¡Ni necesario! Mucho mejor hubiese sido sentarse a hablar antes que emular a Romeo y Julieta para resolver el tema exactamente contrario (exceso de deseo paterno en que la relación acabe en casamiento). Pero, tampoco estaba tan mal. Luego de probar el hermoso brebaje de la libertad por unos días, no les bastaba con sacarse de encima a unos cuantos estorbos; deseaban hacerlo con todos. Y los padres, mal que mal, eran los peores obstáculos para vivir tranquilos. Desde luego Akane era partidaria del diálogo pero ¿el muchacho le había dado opción a eso? No, simplemente se había limitado a preguntarle si confiaba en él, cosa que era verdad, antes de poner en marcha su estrafalario plan. Tres segundos después, ingerían ambos un brebaje que ni sabía lo que hacía ni quería saber. Luego, había despertado en esas condiciones nefastas.
-Oye Ranma…no es que desconfíe de tu capacidad estratégica pero podrías decirme quién es nuestro "contacto" con el exterior.
-Ryoga.
Las uñas de Akane se cerraron con tanta fuerza felina sobre la superficie de su féretro que se astilló un poco la madera.
-Estamos muertos –comenzó a farfullar entre susurros nerviosos-. Muertos, muertos, muertos. Difuntos, cadáveres, fallecidos, fenecidos, palmados y espirados.
-Akane…sé que no es el momento pero…me gustas…cuando pones en práctica tu amplio vocabulario.
-Te equivocas, Ranma –meneó la cabeza la peliazul en la oscuridad-. Sí es el momento. Pronto moriremos. Si tienes algo bonito que decirme, mejor que sea ahora.
-Estem…¿tú también estás como yo?
-¿A qué te refieres?
-Ya sabes…-insistió el muchacho con un hilo de voz-, a como nos enterraron.
Akane cerró los ojos innecesariamente puesto que igual no podía ver nada. Y dejó escapar un suspiro. ¿Cómo podía, en un momento así, pensar en esas cosas el cretino pervertido de su…su…? ¿Qué? ¿Qué era Ranma para ella ahora que ya nada tenía sentido? Además de, obviamente, "el malvado akanecida" que le había llevado a la muerte más ridícula jamás imaginada.
-Sí, Ranma. Sí. Estoy desnuda. Como vine al mundo y así me iré también. Da igual; no puedes verme ni tocarme…
¡Broomm!
Una nube de polvo cubrió a Akane de pies a cabeza, es decir, horizontalmente.
-¿Has usado el truco de las castañas para llegar hasta mi, pervertido? ¡Úsalo para salir!
-No puedo, Akane. Solo me quedaban fuerzas para uno.
-¿O sea que violarme es más importante que salvarme la vida?
Un silencio que vale más que mil palabras se vio sepultado por la tierra removida que poco a poco volvía a caer sobre la pareja enterrada.
-Yo…pensé que tendrías frío. Cuando llegue Ryoga, nos traerá algo de vestimenta.
-Espabila, Ranma. Ryoga jamás te ayudaría a fugarte conmigo…es demasiado bueno. Y es mejor así. Por muchos mapas que le hayas dado, será incapaz de encontrar el lugar a tiempo.
Buen punto. Lamentablemente para Akane, a Ranma detalles como ese se le escapaban tanto al planificar las cosas como después de haberlas ejecutado. Orgullo y cabeza dura antes que admitir que se encontraban en una situación desesperada. Pese a todo lo morboso de la situación, la escena daba para enternecerse si se miraba objetivamente. Estaban solos, prácticamente abrazados, sin ningún tipo de obstáculo y, mejor no olvidarlo, desnudos. Es más…de pronto a Akane se le figuró una idea horrible por la cabeza…¿y si Ranma realmente era así de tonto? ¿Y si no disimulaba y realmente había creído hasta ese instante que estaban a salvo? ¿No debía estar ahora muerto de miedo? ¿No era su trabajo tranquilizarle? ¿Darle la mano y apretarla muy fuerte hasta que llegara Ryoga o se acabara el aire? ¡Claro que sí! ¡Ese era su deber y obligación! Si ahora se giraba y tanteaba en la oscuridad buscando el cuerpo de su prometido era por pura piedad y de ninguna manera buscando otra cosa.
-¡Ay, pobrecito mío, la humedad de este sitio te ha transformado!
La voz un tanto lejana de Ranma le respondió.
-¿De qué hablas, Akane?
-De que me topé con una…
-Soltarme el pecho, Akane. Yo no ser de esas. Estar aquí solamente para proteger a Airen.
Durante unos segundos, producto de la potencia lumínica del terrible aura de combate de la peliazul, se hizo un poco de luz entre las tinieblas de las profundidades del cementerio de Nerima. Entonces, la situación al completo se hizo evidente. Entre ambos muchachos, una larga melena morada se interponía.
-¿Se puede saber qué demonios hace Shampoo aquí, Ranma?
-Pues…insistió mucho en que la enterraran conmigo a cambio de dejarme la pócima para parecer muertos.
-¿Y está enterrada y desnuda contigo porque…?
-Y ahora es cuando te preocupa si estamos vestidos o desnudos, Akane. Ponte de acuerdo, por favor.
Nuevo silencio, tan tenso que podría cortarse el aire con un cuchillo poco afilado.
-Oír –repuso por fin Shampoo-, si yo molestar, irme a la tumba de Ukyo. Lo que estar cocinando, oler que alimenta.
Un tercer silencio, precedido de una intensidad lumínica colorada desprendiéndose de la mismísima cabellera akanil, tuvo lugar en aquel momento.
-Déjame adivinar, Ranma… ¿Has traído a Ukyo por si Ryoga se retrasa y te entra hambre?
-¡Exacto! ¡Qué bien me conoces! No fue difícil conseguir que la enterraran con sus herramientas preferidas en vida, las de cocina.
-¿Y no hubiese sido mejor dejarla fuera con Ryoga para que nos sacara antes?
Aunque Akane no pudo verlo, Ranma se encogió de hombros antes de contestar…
-Eso sería complicar el plan en demasía. En todo caso, ya sé cómo salir de aquí…Akane…¿todavía confías en mi?
El alma maltrecha y herida de Akane se encogió hasta hacerse tan pequeña que podría caberle entre el hueso martillo del oído, el yunque y el estribo. Luego repuso con la verdad, su verdad más íntima y oculta.
-Sí, Ranma. A pesar de toda esta estupidez…y que casi siempre consigues sacarme de quicio, nunca pierdo la fe en ti.
Dos segundos después, el muchacho de la coleta golpeo tres veces en la puerta de su féretro, señal que había acordado con los de fuera, y las puertas de todas las tumbas se abrieron.
-¿Qué es esto, Ranma? –exclamó Akane al salir-. ¡Pero si estamos en el jardín de casa!
Efectivamente, en ese mismo instante, el muchacho se incorporaba junto al estanque de agua en el que acostumbraba caer cuando perdía alguna pelea con su padre y se abrochaba su traje chino. Así mismo, Nodoka cubría a Akane con un camisón y Genma hacía lo propio con las otras dos muchachas.
Entonces, llegados al clímax de la historia, tocaba el momento de las explicaciones, cosa que hizo Ranma encantado; primero le contó a Akane lo que había ocurrido el día anterior con lujo de detalles. Cómo por fin se había decidido a aclarar las cosas con las demás prometidas para que ya no les molestaran más, haciendo mucho hincapié en lo poco que le costó decirles que la amaba y quería casarse con ella. Y luego, cómo se tomó, incluso, la molestia de explicarles las razones por las que ambos se querían tanto para que no albergaran ningún tipo de esperanza de una pronta ruptura.
Cuando Akane terminó de oír todo, no estaba muy segura todavía de qué demonios tenía que ver aquello con lo que había ocurrido ni tampoco le importaba demasiado. Se le había caído literalmente el ego al suelo. Después de tanta claridad ya no volvería a sentirse desplazada ni amenazada por sus rivales nunca más. Así que abrazó suavemente a su próximo marido y apoyó la cabeza sobre su hombro.
-No sé a dónde demonios nos lleva esta historia que estás contando, pero me gusta. Sigue, por favor.
Ranma, a pesar de la larga y ridícula escena infato-macabra de antes, parecía otra persona totalmente diferente. Serio, sereno, tranquilo y paciente. Un antiRanma en toda regla o un Ranma maduro que también podría parecer un oxímoron a menos que el tiempo se decida a hacer su trabajo como efectivamente había ocurrido. Según el típico modelo de héroe japonés, el verdadero líder es quien logra el apoyo de sus subordinados y de sus enemigos. El poder sin esa capacidad de adscribir apoyos carece de sentido y está condenado al fracaso. Y si Ranma hasta el momento se encontraba en las antípodas de aquel modelo ideal, puesto que convertía en enemigos incluso a sus propios aliados, ahora por fin había conseguido lo que parecía imposible. Absolutamente todos, incluso el maestro Happosai, conocían la historia que su prometido estaba a punto de relatarle y habían participado en los preparativos.
-Luego de explicarles las cosas a Ukyo y Shampoo, simplemente les pedí que nos dejaran en paz. Para mi sorpresa la segunda se lo tomó con bastante cordialidad. Ukyo, sin embargo, argumentó que no se detendría. Y lo argumentó con un detalle que tiene bastante sentido visto de fuera y que es el que les ha estado dando ilusiones todos estos meses. Dijo textualmente que por muy enamorado que esté yo de ti, mi amor no es realmente correspondido puesto que siempre desconfías de mi, Akane. Por eso preparamos toda esta charada; para demostrarles que para las cosas importantes, crees en mí ciegamente sin importar lo que diga el sentido común.
-Sentirlo, Akane –se aproximó la amazona a disculparse-. Yo no saber que tú quererle tanto. Ahora entender por qué haberme ganado.
Un poco más lejos, la cocinera enamorada permanecía en su sitio masticando un gran cúmulo de frustración. ¿Cómo podía ser que Akane le amara así? ¿Cómo podía seguir creyendo que él le salvaría, luego de que la había enterrado con sus otras dos prometidas sin razón alguna? Si en su vida diaria aparentaba odiarle e incluso, despreciaba siempre sus explicaciones con golpes y gritos. Lo habían planeado todo tan bien con Shampoo…¡y al detalle! Lo de encargarle a Ryoga el salvataje, por ejemplo, era simplemente genial. ¿Cómo demonios seguir confiando después de eso? O lo de desperdiciar el último truco de las castañas en algo tan banal…ella en lugar de Akane simplemente lo hubiese acogotado. Perder en el área "paciencia" con la colérica de Akane solo tenía una explicación. Ella le quería más.
-El amor es así, Ukyo –le consoló Nodoka-. La profundidad de sus raíces, solo la conocen los propios enamorados. Juzgar el amor solamente por lo que pasa en la superficie, sin tener en cuenta lo subterráneo, es tan tonto como coger una sartén caliente con la mano desnuda. El fuego está aunque no lo veas.
Un poco más atrás, Gunsukogi, Azusa, Ryoga, Mousse y muchos más aplicaban internamente las últimas palabras de Nodoka a sus propias situaciones. Prácticamente estaba presente el circo al completo de principales y secundarios en la vida del chico de la coleta. Y todos ellos, se iban marchando poco a poco con la lección bien aprendida. Solo una persona todavía seguía digiriendo la nueva situación sin terminar de asimilarla.
-Ranma…-preguntó Akane de improviso- ¿Y si te hubiese golpeado…qué? ¿Te hubieses marchado con alguna de ellas?
Buena pregunta; al fin y al cabo, lo había apostado todo a una reacción suya. Dos, tres y cuatro escalofríos recorrieron el cuerpo de Akane de arriba abajo, de derecha a izquierda y de diestra a siniestra que es lo mismo pero suena más bonito. Ranma mantenía esa expresión imperturbable de seguridad serena en el rostro. Por primera vez respondería con altura a sus reclamos.
-¡Ay, sí! ¡Ay, sí! ¡Como si eso fuera posible! –puso los ojos en blanco imitando a Akane-. ¡Confío en ti, amorcito mío! ¡Y siempre confiaré!
-¡Ehhhh! Que yo no he dicho eso y no me pongo así cuando hablo contigo, idiota.
Entonces, Ukyo advirtió por primera vez el detalle mientras observaba, azorada, la paliza que le propinaban al galán en pleno patio del Dojo. Ambos, Akane y su Ranma sonreían.
Muchos, muchos años después, cuando sus hijos por fin los enterraban juntos de veras, la viejita Ukyo se sentía especialmente sola en el sepelio, rodeada de caras tristes y de infinitos familiares de Ranma y Akane más jóvenes que ella. El cura repetía frases sueltas en latín que nadie entendía, los nietitos jugaban en silencio a contar los asistentes y las nueras (tuvieron siete hijos, todos varones), acompañaban a sus maridos en silencio. Finalmente, pasadas un par de horas, un señor de cara tan arrugada como la de ella y mirada perdida se sentó junto a la excepcional cocinera. Solo entonces, Ukyo dejó caer unas lágrimas y le abrazó.
-Ellos me enseñaron a confiar en que llegarías a tiempo y para variar, lo has hecho.
-No estaba muy seguro pero me pareció oler tu perfume desde el parque de la esquina.
-¿Y ahora?
-Esperamos a que se vayan todos y les desenterramos. El cobrador de impuestos ya se ha ido.
Fin.
Historia bonus
La premonición del genio.
Hace unos días por razones tan indirectas como que le puse Lucas a un personaje nuevo, decidí por fin, ponerme a leer Un tal Lucas, libro autobiográfico de Julio Cortazar al que le tenía echado el ojo desde hace lustros y por hache o por be, nunca encontraba el momento de sentarme con él. Se trata de una colección de historias cortas, anécdotas y sucesos protagonizados por su alter ego de ese nombre…en las que relata cosas tan llanas y mundanas como la concatenación de sucesos que lo llevó de ir a comprar cerillas a la esquina en bata (total volvía en seguida), a llegar a la otra punta de Buenos Aires sin dinero y muerto de frío…en fin, una suma de historias bonus, solo que a nivel genio y sin fic introductorio que sirva de excusa para compartir su particular visión del mundo con el lector.
Si su lectura ya me pareció simplemente deliciosa (especialmente su relato sobre el Adbekunkus, palabreja inexistente que le atosigó por un tiempo sin que llegara a saber nunca de dónde había salido), lo que ocurrió, terminando la segunda parte, es simplemente genial. Una premonición extraordinaria que solo podría generar la mente de un tipo a la vez sencillo y con muchísimo talento. En el capítulo 36 concretamente, Cortazar comienza asegurando que tiene una idea brillante para una película y luego sigue con el siguiente razonamiento: "Si yo fuera cineasta me dedicaría a cazar crepúsculos…mi plan: no solamente la caza, sino la restitución del crepúsculo a mis semejantes que poco saben de ellos, quiero decir a la gente de ciudad que ve ponerse el sol, si lo ve, detrás del edificio de correos…la película sería muda o con una banda sonora que registrara solamente los sonidos contemporáneos del crepúsculo filmado…imposible predecir el destino de mi película; la gente va al cine para olvidarse de sí misma, y un crepúsculo tiende precisamente a lo contrario, es la hora en que acaso nos vemos un poco más desnudos…".
Sí, sí, brillante. En una pocas líneas, una metáfora nostálgica que une campos semánticos tan disímiles como la tranquilidad y arte de una puesta de sol y el mundo de la ciudad. Muy bien…muy bonito pero…¡predijo que una película llamada "Crepúsculo" tendría un éxito avasallador en taquilla! ¡Y para colmo con una temática que precisamente carece de todas las virtudes que distinguen la literatura cortazariana! Es tan, tan irónico… que tenía que compartirlo con ustedes. Para que luego digan que Anticlímax no existe.
Fin de la historia bonus.
Comentarios
Estimada Awwwww Saotomita. ¿Existes? Mmmmm…es pura causalidad…odio los disclaimers pero lo siguiente está implícito: "Los personajes que aparecen en este fic son imaginarios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia…".
Estimada Fidelia. Ramírez te cae bien y no quedas opacada en lo más mínimo. Si fueras realmente Fidelia, lo sabrías :) Sobre Ibuki, decirte que no es culpa de ella haber caído en el olvido.
Estimada VivirMiVida. ¿Tu vida te llama "lalalá"? ¡Qué apelativo tan raro! Pues nada…sigue viviendo pues. Dicen que está de moda. Claro que cuando yo tengo tiempo libre, prefiero una buena taza de té y una maratón de Bob Esponja.
Estimada Minefine7. Tú eres la mejor, corazoncito. Gracias por tomarte el trabajo de comentar todos los capítulos
Estimada gente sin Internet, con vidas interesantes o sin tiempo libre: gracias por leer…y no sé muy bien cómo, también comentar :)
