Capitulo 11. "Eres todo lo que no quiero".

Setsuna abrió los ojos con dificultad. La luz le daba de lleno en la cara, su mamá olvidó cerrar de nuevo la ventana.

Bostezando, se sentó en la cómoda cama y se talló los ojitos. No quería levantarse, estaba muy cómoda y calientita. Sacó uno de sus pequeños pies de la cama para bajar e ir al baño, pero se extrañó. Casi había sacado toda la pierna y aun no alcanzaba el suelo. Abriendo los ojos, se encontró en un cuarto extraño. Esta no era su cuarto. Miró a las cómodas sábanas. Está no era su cama. Se asomó por la orilla y se asustó. A sus pequeños ojos, estaba a una altura letal. Tembló, ¿Qué debía hacer? ¿Usar una escalera? ¿Cruzar un Puente?

Afortunadamente, había un pequeño taburete al lado que le facilitaría la tarea sin quebrarse nada. Se movió hacia ahí, bajo un pie con cuidado y luego el otro. Una vez que estuvo sana y salva en el suelo, miró el cuarto de nuevo. Era enorme. Al lado de su cama, había otra de igual tamaño donde pudo ver uno de los pies de su gemela saliendo por un costado.

Se aferró a su pequeña estola y camino descalza a la puerta. Quería a su mamá.

Abrió la puerta, y asomó la cabeza para ver el oscuro pasillo. Aterrorizada, corrió a la otra puerta y dio saltos desesperados para llegar a la perilla, esta casa estaba construida para unos gigantes, no para una pulguita como ella.

Finalmente alcanzó la perilla y abrió la puerta, entro esperando meterse bajo las sábanas con su mamá y esperar que la cuidara de los monstruos.

Se detuvo en el marco de la puerta y ladeó la cabeza. No entendía.

Su mamá dormía plácidamente, lo que ya era extraño. Tenía el pelo desamarrado y caía libre por su cuello y pecho, lo que la hacía ver muy bonita a sus ojos, lo que no entendía era el porque tenía los hombros descubiertos... Y más importante aún, ¿Por qué el señor Sesshomaru estaba abrazando su cintura, detrás de Rin y no traía camisa?

Extraño.

Setsuna estudió la escena. ¿Por qué estaban durmiendo juntos y abrazados? ¿Les dio frio en la noche?

Miró al suelo de la habitación con curiosidad, la ropa de los dos estaba regada en el suelo. ¿Entonces por qué no tenía ropa?

Hizo un puchero, su mamá siempre las regañaba a ella y a Towa cuando dejaban la ropa en el suelo, ¿Por qué su mamá si podía hacerlo entonces?

Tal vez le dio sueño y no le dio tiempo. Era posible. Su mami siempre estaba ocupada con la escuela y su trabajo y tenía mucho sueño. Aunque los últimos días pasaba más tiempo con ellas, horneando galletas o jugando al Go con ella.

-¿Qué estás haciendo aquí?

Setsuna dio un respingó, y miro los dorados ojos que la miraban desde la cama. No iba a entrar en pánico por ser descubierta, no señor. Ella era una niña valiente... Además su mama estaba en el cuarto, solo tenía que gritar si se sentía amenazada.

-Vine a ver a mamá.

-Ella está durmiendo.

Setsuna miro alrededor del cuarto, preguntándose por que era tan... Aburrido. No había fotos, ni dibujos, o algo que indicara que el hombre disfrutara de vivir en esa habitación. Ella vivía en la sala de su casa, pero había fotos y juguetes de ella y Towa, dibujos y cosas que les gustaban. ¿Por qué el señor no tenia cosas así en su cuarto? ¿No tenía dinero para comprarlas?

-Tengo hambre. ¿Tiene galletas aquí?

El hombre se sentó en la cama, cubriéndose con la sábana. –No me gusta lo dulce.

La niña lo miro como si fuera un extraterrestre. -¿Por qué no? Son ricos, a mamá le encantan, pero no los come mucho porque dice que engordan. Aunque come mucho chocolate cuando se enoja, últimamente come mucho, ¿Sabe que le enoja? A mí no me quiere decir por qué dice que soy un bebé, ¿Puede decirle que no soy un bebé? Tengo 4 y ya puedo prender solita el microondas... Pensándolo bien, no le diga que yo sé usarlo o me regañará, se supone que no debo usarlo...

Una risa ligera se escucho en la habitación. Setsuna parpadeó y miró curiosa como el hombre frío sonreía. Él le agradaba.

-Si vas a la cocina tal vez alguien te de algo del postre de anoche.

Setsuna dio saltitos de emoción. -¿Enserio? ¿Me lo darán?

-Sí. Ahora sal, tengo que bañarme.

Setsuna salió y cerró la puerta con cuidado. Salió corriendo por el pasillo emocionada de comer todos los dulces que pudiera... Bueno, no todos, aun quería unos huevos con tocino.

Se detuvo un momento, pensándolo mejor, quería un cereal. Otro pasó y se detuvo, no, mejor un jugo de manzana y unas tostadas. Otro pasó. No, mejor unos gualles.

Hizo pucheros, porque no sabía que elegir, y ella quería comer algo rico. Bueno, ella podía decidir después, cuando llegará.

Iba a avanzar cuando se dio cuenta que no conocía ese pasillo. Había vitrinas con otros objetos que no había visto el día anterior, y había un montón de animalitos pegados en la pared. ¿Por qué alguien tendría la cabeza de un animal en la pared? ¿Estarían dentro de la casa? ¿Y por qué no se movían?

Retrocediendo un paso, regreso por el pasillo, pero tampoco reconocía. ¿Dónde estaba? Estaba asustándose.

Dio varios giros en los pasillos, hasta que se detuvo en mitad de un salón con sillones grandes. Lagrimas inundaron sus ojos, estaba perdida. Su mamá le había dicho que no fuera sola a ningún lado, pero ella no le había echo caso.

Se hizo un ovillo en el suelo, abrazando sus rodillas, mientras esperaba que alguien la encontrara, estaba asustada, pero si caminaba más, de seguro se perdería aún más y ella quería volver a ver a su mamá y a Towa.

Escucho ruido de unos pasos acercándose tranquilamente por el pasillo. ¿Quién sería?

Miró fijamente la puerta por donde había entrado, y miro al señor Touga Taisho pasando frente a la puerta, con las manos detrás de su espalda. Vestía un traje formal y tenía su cabello atado en una coleta alta que le daba un aura de elegancia a su rostro varonil.

Los pasos se detuvieron, y la cabeza del hombre volteo a ver dentro del cuarto con Curiosidad. La pequeña Setsuna parecía aun más pequeña vistiendo ese tierno pijama y descalza en medio del cuarto de caballeros donde se encontraba.

Con una sonrisa amable, se acercó y se arrodilló frente a la pequeña niña, tratando de verse menos intimidante.

-Bueno, ¿Qué te trajo por aquí, pequeña? Estas muy lejos de tu cuarto. –El hombre del tamaño de una montaña le sonrió, luciendo a sus inocentes ojos como un gentil gigante.

-Yo iba a la cocina, pero no recuerdo el camino. –Setsuna admitió un poco avergonzada, no le gustaba admitir cuando se equivocaba, pero ponerse testaruda no iba a ayudar.

La risa atronadora del hombre debió resonar por toda la casa. –Bueno, señorita Setsuna, estas un poco lejos. Ven, te llevaré. –El hombre le ofreció su mano para que se pusiera de pie y la siguiera.

Setsuna dudó. Él era un extraño. Bueno, los habían presentado y él era un hombre amable, pero no sabía nada más que era el padre del señor Sesshomaru. Pero si el señor Sesshomaru era amable, este hombre también tenía que serlo, ¿Verdad?

Con un poco de desconfianza, acercó su temblorosa manita a la del hombre y la tomó. El hombre se puso de pie, inclinándose para guiar a la niña. Ella se veía tan frágil en comparación al enorme cuerpo del jefe de la familia Taisho, pero parecía estar en su elemento con ella.

Cuando llegaron a las escaleras, cargó a la pequeña, que gritó por la altura y la rápida acción, pero es que si él seguía caminando así, iba a terminar con la columna destrozada. Él era malditamente alto, y este angelito era pequeño, era la única manera de llegar rápido y sin que tuviera que contratar a un quiropráctico.

-Entonces, vamos a ver que dejó el cocinero para este fin de semana en el refrigerador. –Le sonrió a la pequeña niña que le sonrió de vuelta.

-Bueno, ¿Puedo preguntar que hace esta encantadora niña en brazos de un gran desgarbado como tú? –Izayoi se alejó de la barra de la isla de la cocina con un té en las manos y se acerco al par inusual.

-No digas esas cosas, amor. Ella puede pensar que me la voy a comer después. –Sonrió y cambió a la pequeña de brazo mientras abría el refrigerador. –Ella tiene hambre, ¿Qué hay para comer?

-Puedo prepararle unos waffles con miel, ya esta echa la mezcla, solo debemos cocinarlo. –Ofreció la hermosa mujer mientras sacaba un contenedor de plástico con algo de masa húmeda.

-Creo que ella debería comer un desayuno más nutritivo. –El Comandante Perro miro todos los líquidos dulces que su pareja sacaba de los estantes e incluso un bote de helado de chocolate.

-No seas tan estricto, Touga, seguro que unos waffles no le harán daño, ¿No es verdad, cariño? –La mujer de cabello negro le sonrió dulcemente.

-Gualles. –Ella aplaudió y saltó en los brazos del hombre.

Él tuvo que apresurarse a sostener la espalda de ella antes de que se cayera de su agarre. Y desde esa altura seguro se haría mucho daño.

-¿Lo ves? Ella está de acuerdo con mi sugerencia. –Empezó a cocinar mientras Touga miraba alrededor de la cocina. ¿Debería pedir por Internet una silla alta? Ella se veía demasiado pequeña para sentarla en una de las altas, duras y frías sillas que rodeaban la mesa. ¿Tal vez pedirle un cojín cómodo para que se sentara? De seguro así no se sentiría incomoda.

Saco su teléfono celular mientras la balanceaba en sus brazos. –Myoga, ven a la cocina, por favor. –Touga colgó.

Pocos minutos después, Myoga apareció por la puerta de la cocina, era un hombre bajito y calvo, de avanzada edad y unos enormes ojos saltones.

-¿Qué puedo hacer por usted, querido amo? –Sonrió cuando vio a Setsuna en el brazo del señor Taisho. –No estaba enterado de que la señora Izayoi se hubiera embarazado.

-Im... –Sintió la mirada de Izayoi sobre su nuca. –...Burro. Necesito que vayas a la ciudad y le compres una silla alta a ella y a su hermana.

Escucho la risita de la mujer a sus espaldas, pero no dijo nada.

-Con todo respeto, amo, creo que ellas ya son algo mayores para una silla alta, ¿Desea que le traiga uno de los cojines de la sala?

Myoga sonrió a la pequeña que sonreía también mientras jugaba con la coleta alta del señor Taisho.

-Ella es muy adorable, amo. ¿Dónde la encontró? ¿Vamos a tener que vivir en la clandestinidad ahora que la secuestró?

-Jo... –Mirada asesina de nuevo en su nuca. –Cállate. Ella es Setsuna, es una de las hijas de la novia de Sesshomaru. Se quedaran este fin de semana, así que quiero que cuides de sus necesidades mientras están hospedadas aquí.

-Lo que usted ordene, Lord Taisho. –Dijo haciendo una reverencia y se retiró.

-Voy a darle de comer en mis brazos mientras tanto. –Le dijo a su esposa que colocaba los dulces sobre los cirulos de masa cocidos.

-Te ves bien con la niña. –Izayoi le sonrió, colocando el plato frente a ellos lleno de helado, salsa de chocolate, mermelada, miel de maple, leche condensada y trozos de fruta.

-¿Debería comer todo esto? –No quería que la niña sufriera de diabetes infantil por causa de este desayuno, pero no quería ofender a su esposa.

-Los ojos le brillan así que yo creo que se lo das si no quieres que empiece a llorar. –Izayoi sonrió y fue a preparar más para ella.

Touga miro a la niña que estiraba sus bracitos hacia la comida, ansiosa y haciendo unos graciosos sonidos de cachorrito. Suspirando, se sentó y corto un trozo del Waffle antes de soplarle y darle a la pequeña en la boca. Por su carita de satisfacción, supo que le había encantado.

Setsuna bebió leche y comió dejándose la carita llena de dulce, que fue limpiado amorosamente por el señor Taisho con una servilleta.

A mitad del plato, escucharon unos gritos de mujer llamando a la pequeña niña, que se encogió asustada.

-Le avisaste a su madre que ella está aquí contigo, ¿Verdad? –Le pregunto Izayoi, entrecerrado los ojos hacia su marido.

Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió, y mostro a la señorita Rin, que miro a todos lados hasta que vio a Setsuna con ellos.

-Lo siento, me la encontré merodeando lejos de aquí y pensé que podría enseñarle donde estaba la cocina.

Rin se acercó y revisó que la pequeña estuviera bien. Ninguno dijo nada, pero era evidente que había llorado.

-Setsuna, ¿Qué te dije acerca de vagabundear por los pasillos? –Su madre la reprendió suavemente.

-Lo siento. –La pequeña bajo la mirada.

Rin suspiró y le besó la frente. Tardo un momento en notar que estaba en brazos del señor Taisho y que tenía la cara llena de dulce.

-O Kami-sama, Go-Gomen, Setsuna, no deberías sentarte ahí. –La joven se veía mortificada.

-No pasa nada, las sillas se ven demasiado altas para que ella las ocupara, así que le doy así para que no se lastime.

-Jejejeje, no se preocupe, ella esta "entrenada", puede sentarse en las sillas. –Rin se rio mientras se sentaba a su lado. –O yo puedo cargarla. –Dijo estirando los brazos.

Ambas parpadearon cuando el hombre mayor jalo mas a sus brazos a la pequeña, esta solo se rio. Aclarándose la garganta, el señor Taisho continuo alimentando a Setsuna. –Mande a mis hombres para que le consiguieran unos asientos para niños a tus hijas.

-Ella tiene 4, no 2.

-Ella es demasiado pequeña para hacerlo sola. –El hombre tercamente continúo alimentándola con pequeños bocados.

Rin rodo los ojos. –Si Setsuna no se queja, entonces yo tampoco. Es bueno que tenga un buen ejemplo masculino a su alrededor para variar.

-¿Quieres un poco, querida? –Izayoi le ofreció amablemente.

-No, gracias, tomé mi desayuno en la habitación.

-Estaba pensando en redecorar su habitación, ponerle juguetes, libros, pinturas y crayones. Pintarlo de rosa, colocar estrellas que brillan en la oscuridad en el techo y poner lindas cortinas en sus ventanas... Tal vez cada una debería tener su propio cuarto. –Carraspeo al notar que estaba divagando. –Para cuando se queden aquí.

-Estaba pensando lo mismo. –Dijo Izayoi encantada con la idea.

-La van a malcriar, y tengo la sensación de que no hay nada que yo pueda decir al respecto. –Dijo Rin haciendo pucheros y los adultos se rieron.

-No, no hay nada, así que estamos de acuerdo. Entrare en línea para comprar las cosas después de la reunión a las 11. –Touga tomo la servilleta y limpio la carita llena de migajas.

-Puedo decir algo. –Rin dijo nerviosa.

-No. –Dijo la pareja la unisonó.

Rin cruzo los brazos sobre su pecho, viendo como su hija era reclamada por los dueños de la casa como si fuera un nuevo miembro de la familia. Aceptó la taza de té que le ofrecían, preguntándose cómo se iban a tomar su partida.

-No hagas pucheros, querida. –Izayoi le sonrió amablemente, sentándose frente a ella. -¿Esperabas que él fuera ese suegro frío y cruel con los niños como en las telenovelas?

-Ella es mi bebé. –Dijo Rin en una voz con puchero.

-Siempre. –Touga le aseguró. –Pero no hemos tenido a alguien tan pequeño en nuestra casa, y Kagome no nos deja mimar a su hija. ¿A ella si podemos hacerlo, verdad? Por supuesto que a su hermana también.

-Bien. –Rin levantó las manos en señal de rendición. –De cualquier manera me superan en número.

Touga sonrió una engreída sonrisa. Miro su reloj e hizo una mueca al bajar a la pequeña.

-Lo siento, pequeña Setsuna, me tengo que ir.

-Adiós, Touga-sama. –La pequeña le sonrió dulcemente.

El corazón de Touga se derritió y salió antes de que tomara a la niña en brazos y se la llevara con él.

Rin sonrió y tomo los platos.

-Deja eso, tenemos gente que lo haga por ti. Ve con tu hija antes de que se arrepienta y se la lleve. –Izayoi sonrió divertida.

Agradeciéndole, cargó a Ia pequeña niña y salió apresurada. Se detuvo un momento en el pasillo, al ver que el señor Touga regresaba y salía poco después con cara de pocos amigos.

Rio ligeramente, enserio ese hombre parecía muy emocionado con la idea de tener a dos niñas pequeñas rondando la casa, además de su nieta.

Hizo una mueca por lo que iba a hacer, pero no había nada que hacer. Había tomado una decisión.

Dejo a Setsuna en su cuarto, donde Towa desayunaba en la cama. Ambas saltaban y reían mientras veían toda la cantidad de comida que les fue servida en el plato.

Después de advertirles que no salieran a vagabundear por la casa y besar sus frentes, entró en su habitación para preparar su maleta. Cuando se aseguró de haber guardado todo, salió para seguir buscando a Taisho.

Finalmente encontró al peli plateado, en la terraza, media hora más tarde.

-Me voy a casa. –Dijo Rin.

La espalda de Taisho-Sensei se puso rígida. Se dio la vuelta, con un cigarrillo en la mano. Qué raro. Hasta ayer Rin hubiera jurado que el hombre no fumaba en lo absoluto.

Taisho dio una larga calada, estudiándola con una expresión indescifrable.

-¿Por qué? Se supone que nos vamos mañana.

-Hablé con su madre.

Por un momento, Taisho se quedo inmóvil antes de que una sonrisa sardónica apareciera en su rostro. -¿Cuánto te ofreció?

-Mucho. Solo una estúpida se negaría.

Taisho se alejó. –Felicidades. El dinero más fácil que nunca has hecho.

Rin miro a la recta espalda del hombre. –Bueno, ya habíamos establecido que soy una niña tonta, ¿No es así?

Una pausa.

Taisho se rió. No era una carcajada, pero una risita honestamente macabra. –Deberías haber tomado el dinero, Jundo.

-Ella no me agrada.

Taisho se dio la vuelta de nuevo y apagó el cigarrillo con su zapato. –A nadie le agrada, no realmente. Pero esa no es una razón suficiente para no aceptar su dinero. Ambos sabemos que no habría hecho ninguna diferencia.

-Lo sabemos, pero ella no lo hace. –Rin ladeo la cabeza. -¿Pero usted estaría realmente bien con el hecho de que yo aceptara su dinero? Ella piensa que soy su pareja.

Los labios de Taisho se torcieron. –Mi madre ha estado pagando a mis "parejas" para que me dejen desde que tenía 15 años. Incluso cuando fui a Inglaterra a estudiar, de alguna manera lo hacía. Tú no habrías sido la primera. Esa mujer es lo suficientemente terca como para pensar que me casare con la mujer que ellos eligieron para mi, si ella pone fin a toda relación que intente tener. Aunque estoy un poco sorprendido esta vez. Por lo general, solo lo hace si la chica dura más de un mes, lo que no ocurre muy a menudo.

Rin se le quedo mirando, incredulidad llenaba sus facciones. –No puedes querer decir que todas realmente aceptaron su dinero.

-No, no todas, pero la mayoría. –Había un tono de indiferencia en su voz y su cara mostraba lo mismo.

Rin tuvo que cerrar las manos en puños, mirando hacia otro lado, tratando de retener la tentación de tocar sus pálidas mejillas con sus dedos.

-Dijiste que ella te recuerda a mí. –Volvió a decir Taisho. –Pero ella lo lleva a un nivel completamente nuevo. Ella no sabe cuando parar.

-Sí. –Rin murmuró. –Es una mujer de mente estrecha, me recuerda a mi padre. Ególatra, prepotente, y que no le importa joder la vida de su hijo. Pero eso no lo exime a usted de que se comporte como un tonto. Y si sigue siendo tan insensible y se mantiene tratando a las personas como peones, finalmente será la copia de su madre. ¿Quiere usted eso?

-Yo no te he traído para que me puedas psicoanalizar.

-No, no me ha traído para eso. –Dijo Rin, su voz suave y tranquila. –Pero he terminado.

La mirada de Taisho se estrechó en ella, volviéndose afilada. -¿Qué?

-Bueno, si soy sincera, estoy un poco harta de ser tratada como una puta barata por la mayor parte de su familia.

-Yo no te llamaría "Barata". –Taisho dijo con la voz cortante.

Rin se rió en voz baja. –Bueno, tal vez me lo merezco. Necesitaba dinero, y no fui lo suficientemente orgullosa para decir que no, pero estoy un poco harta de eso ahora. Así que eso es todo, profesor.

Se dio la vuelta para irse, pero Taisho cruzo la distancia en un parpadeo y agarró su brazo, pegándola a él.

-No puedes irte. Tenemos un trato.

Rin lo miro, el cuello le dolía por la diferencia de altura, apenas y le llegaba a los hombros. Ignoró el agarre doloroso en su brazo. –Teníamos un trato. Lo estoy terminando ahora. Creo que me gane el dinero que me pago por este viaje. Puede quedarse con el dinero del sexo de la noche pasada. La casa invita. –Rin intento liberarse con su mano, pero el agarre de Taisho solo se tensó.

-No puedes solo decidir irte.

-¿Y por qué no? ¿Por qué siquiera le importa? –Su sonrisa brillante. -¿No me dijo que se aburre de las chicas "Buenas" luego de que se acueste con ellas? Entonces es su día de suerte.

Los labios de Taisho-sensei se apretaron en una delgada línea. Su agarre se aflojó.

Rin retiró su mano, alejándose. Corrió de regreso a su cuarto. Estaba un poco asustada, esa mirada no fue como las anteriores. Eso no fue solo irritación y molestia, de verdad parecía enojado.

Sacudiendo la cabeza, tomo su maleta y fue al cuarto de las niñas.

O no.

Towa y Setsuna hablaban emocionadas con la pequeña Moroha que apretaba sus pequeños puños y les proponía planes para hacer el día de hoy.

Rin se aclaro la garganta. Las tres dejaron de sonreír cuando vieron la maleta en la mano de su madre.

-Lo siento, pequeñas. –Rin se sentó en la cama junto a Towa y sentó a Setsuna en su regazo. –Pero tenemos que irnos.

Los ojos de Moroha se aguaron. –Pe-pero es muy temprano... Y-Y creí que se quedarían hasta mañana.

-Perdona, Moroha-chan, pero surgió un imprevisto y tenemos que regresar a casa.

Towa y Setsuna miraron a su madre. Rin se sentía como un monstruo y sentía ganas de llorar.

-¡Bien! ¡Igual no quería que se quedaran en mi casa! –Moroha se levantó y corrió a la puerta. -¡Váyanse y no vuelvan, tontas!

Moroha les enseñó la lengua y salió corriendo. Rin pudo ver un par de lágrimas saliendo de sus ojos antes de desaparecer por los pasillos.

Setsuna y Towa temblaron, sus ojitos aguados y su labio inferior salía. Maldición. ¿Por qué siempre que anteponía su orgullo y dignidad todo el mundo parecía que la odiaba por eso? Ella no quería hacerles daño a sus hijas, no quiso lastimar a Moroha, ella solo quería que esta familia la dejara en paz.

. . .

Para el momento en que Rin se las arregló para calmar a sus hijas, vestirlas y sacarlas con sus cosas hacia la salida de la mansión, el coche de Taisho ya estaba esperando por ellas.

Rin suspiró, no era momento para ser orgullosa de nuevo, y no quería pelear frente a sus pequeñas que ya estaban lo suficientemente tristes como para desgarrarle el corazón el solo verlas así.

Taisho se acerco a ellas, mientras los sirvientes volvían a subir las cosas al auto. Ignoro las miradas de curiosidad que le mandaban, y la presencia de Taisho a su lado. Quería gritarle al maldito destino de que esta fuera su maldita vida, lo único bueno que tenia era a sus niñas, y ellas no parecían contentas con ella tampoco, ¿Por qué ella tenía que ser la mala aquí? ¿Por qué anteponer sus deseos a los de un par de crueles y codiciosas personas la convertían en una mala mujer?

Cuando las lagrimas iban a formarse en sus ojos, escucho como alguien carraspeaba detrás de ellos.

-¿A dónde creen que van ustedes dos? –Touga gruño mientras Rin y Taisho le ponían un suéter a Towa y Setsuna, respectivamente.

-Lo siento, pero tengo un problema urgente y tenemos que regresar a la ciudad. –Rin retrocedió un paso, pero Touga fue más rápido y llego a su lado en un segundo.

-¿Ni siquiera van a dejar que les diga adiós?

En realidad no era una mala idea. El hombre podría demorarlos horas, hablando con las pequeñas pulguitas.

-Tengo trabajo y clases, así que quería darme prisa y se me olvido por completo. –Rin se disculpaba, pero en verdad, DE VERDAD, quería irse lo más pronto posible.

-Esperen, les compre unos asientos para el Carro. –Touga le grito a Jaken y a Myoga, los dos más pequeños hombres que Rin hubiera conocido.

-Am, señor Touga, ellas ya tienen unos. –Rin gimió, queriendo salir antes de que el hombre mayor tomara a las niñas y se quedara con ellas, como prácticamente había echo con Setsuna en el desayuno.

-¿De colores y con hadas bebés?

Rin no pudo evitarlo. Luchó, pero falló miserablemente, una carcajada se oyó por todo el vestíbulo cuando el grande y poderoso hombre de negocios hablo de "Hadas Bebés". No quería ser mal educada, pero ser testigo de cómo el aura de autoridad y poder cambiaba cuando estaba al lado de las pequeñas niñas era algo por lo que cualquiera pagaría, y ella lo estaba viendo gratis.

-¿Qué es tan divertido?

Taisho-sensei bufó, aunque Rin noto que probablemente también luchaba por no soltar una carcajada, si es que él tuviera la capacidad de hacerlo.

-Probablemente, el ser testigo de la Caída del "Comandante Perro" por unas niñas de 4 años.

El señor Touga tomo el par de asientos de las manos de los encargados, mirando a Rin y a Sesshomaru amenazadoramente.

Setsuna saltaba emocionada y lo siguió como un cachorrito.

Mientras aseguraban los asientos, Rin era sermoneada por el señor Jaken, que le decía que no distrajera al señor Sesshomaru por el camino y que no causara un accidente donde las niñas podrían salir lastimadas, y le daba los números de teléfono de prestigiosos doctores pediatras, psicólogos infantiles y niñeras altamente valoradas para las necesidades de las niñas, todo por orden del señor Taisho.

Sí, claro. Seguro que también le dijo que le diera una lista con la dieta adecuada de una niña de 4 años y folletos de prestigiosas escuelas a las que ellas podían ingresar. Demonios, ¿Cómo ella iba a planear mandarlas a la Universidad si aun ni entraban al Kínder?

No creía que pudiera pagar nada de eso, pero le agradeció al pequeño hombre por preocuparse tanto por ellas.

-¿Qué haremos con los otros? –Pregunto Rin mientras las niñas abrazaban a Jaken, y le besaban una mejilla cada una.

-¿No tienes auto? –El señor Touga le pregunto.

-No. Planeo comprármela después de vender un pulmón y el hígado. –Bromeo un poco incomoda.

-Conozco a un amigo que puede venderte uno a un precio razonable.

Rin miro los autos alrededor... ¿Precio razonable sería vender su alma y la de sus nietos para conseguir uno?

-No, de todos modos no se conducir, pero le agradezco la oferta. Niñas, ¿Cómo se dice?

-Gracias por todo señor Touga. –Las pequeñas brillaban, y besaron sus mejillas cuando el hombre se arrodillo a su altura, antes de entrar al coche y ser acomodadas.

Touga les dio un beso en las pequeñas frentes. -¿Cuándo regresaran?

O, carajo, no.

Rin se encogió de hombros, sin atreverse a mirar a nadie. –Cuando las cosas estén bien, supongo.

-Dame tu número telefónico. Quiero asegurarme de que lleguen a salvo, y que estén bien mientras estén de visita en la ciudad. –Touga le dio su teléfono a Rin para que pusiera su número.

-¿Visita? –Rin parpadeo tiernamente. –Pero, señor Touga, nosotras vivimos en la ciudad. –Le recordó inocentemente.

-Como sea. Solo asegúrate de darme el número. O podría comprarles un teléfono para que así no te interrumpa a ti o a mi hijo en el trabajo.

-No, no, no. Ellas no tendrán un teléfono celular. Son muy pequeñas y no quiero que sean dependientes de la tecnología.

No señor, esto ya era demasiado. No llevaban ni 24 horas en esta casa y ya las había malcriado lo suficiente.

Rin puso su teléfono y se lo entrego al mayor de los Taisho, aunque no le pareció una buena idea.

El hombre acomodo la coleta de Towa y la estola de Setsuna antes de regresar a la casa con Jaken. A Rin le pareció que esos dos iban a llorar.

Rin se rio graciosamente. Ella conocía ese sentimiento. Sus hijas la hacían sentirse toda cálida y protectora. Quería matar a todo aquel que respirara cerca de ellas.

No es que ella pudiera hacerles un gran daño, pero tenía una letal rodilla que podía hacerle mucho daño a la ingle de cualquier hombre.

Rin se subió al auto con Taisho, y arrancó, alejándose de la casa.

Rin miró por la ventana durante todo el viaje, fingiendo interés por el paisaje que pasaban. Las gemelas estaban haciendo toda la conversación. No miro a Taisho, pero la tensión en el aire entre ellos era casi palpable, y la gran ira y frustración era abrumadora.

Rin ni siquiera estaba segura del por qué. No es que Taisho fuera su ex o algo. No era como si hubieran estado saliendo. No había ninguna razón para que esto le afectara. Claro, ella le había dado un trabajo oral por algunas semanas –No era algo de lo que estaba orgullosa–, había sido arrastrada para molestar a la madre de Taisho, y fue pagada generosamente por ello. Finalmente se había cansado de prostituirse a sí misma, y ahora tenía unos pocos meses para encontrar un mejor trabajo, sin preocuparse por las facturas de todos los días.

Así que todo estaba bien. Excelente.

Fantástico, en realidad.

Sin embargo, fue un gran alivio cuando se estaciono frente a su edificio.

Le tomo unos pocos minutos el sacar a las niñas fuera del auto. Taisho ya tenía su maleta afuera.

-Gracias, la tomo desde aquí. –Dijo Rin, sin mirarlo.

-No seas tonta. –Dijo Taisho, caminando hacia el edificio. –Tú no tienes tres manos.

-Las niñas no necesitan que las cargue. Tienen edad suficiente para caminar.

Taisho no le hizo caso, Por supuesto.

Por supuesto.

-Podemos caminar. –Confirmo Towa, alzando la barbilla.

-Pero quiero ser cargada. –Dijo Setsuna.

Rin se quedo mirando la espalda de Taisho y recogió a las niñas. –Ni siquiera sabe a dónde está mi apartamento.

-Sé tú dirección. Soy capaz de averiguar dónde está tú apartamento.

Con un puchero, Rin solo pudo seguirlo, aunque a regañadientes.

Cuando llegaron a su departamento, Rin dudo. No quería que Taisho lo viera. No es que estuviese avergonzada de él... Bueno, quizás estaba avergonzada de él.

Abrió la puerta y se apresuro en hacer pasar a las niñas al interior, antes de cerrar la puerta y girarse hacia Taisho.

Taisho dejo la maleta en el suelo, su expresión de piedra.

-Yo... –Dijo Rin, moviéndose nerviosa de un pie al otro. –Nos vemos por allí, supongo. Taisho asintió secamente. Pero él no se movió.

Rin se aclaro la garganta, jugó con uno de los mechones de su negro cabello, enredándolo con un dedo.

-Gracias, por cierto.

-¿Por qué?

-Por ayudarme a darme cuenta de lo que me estaba perdiendo.

-¿Qué? –Dijo Taisho, casi sin inflexión en su voz.

-Sí. No sé si se dio cuenta, pero me gusto tener sexo, antes creía que era una estupidez y una pérdida de tiempo, que tenia mejores cosas que hacer, pero, supongo que mi opinión cambio desde ayer. –Rin le sonrió débilmente. –No lo esperaba, pero lo hice, mucho. Así que, tengo más opciones ahora para quitarme el estrés de encima que leer un libro o dibujar. Supongo que debo darle las gracias por ellos.

-Opciones... –Taisho dijo.

-Sip. –Rin se rasco la mejilla nerviosa. –Supongo que puedo salir con alguien del trabajo o de la Universidad.

Algo cambio en la expresión de Taisho, pero desapareció antes de que Rin pudiera averiguar lo que era.

-Tú puedes. –Taisho acepto, cambiando a una pose despreocupada e indiferente.

Maldita sea. ¿Por qué era tan raro y torpe, lo que sea qué demonios fuera? Rin estaba segura de que no estaba imaginando la tensión, la frustración en el aire. Sin embargo, el rostro de Taisho no reflejaba nada.

Y eso enojaba a Rin. Ella quería sacudirlo. Ella quería escandalizarlo. Así que dijo: -Ya sabe, yo realmente me muero por saber si el sexo con otros hombres será diferente. Todo es nuevo y muy emocionante.

Taisho miro hacia un lado, por un momento antes de que una sonrisa se formara en su rostro. -¿Estas tratando de ponerme celoso, Jundo? Yo no me pongo celoso. Los celos son para los hombres inseguros con pequeñas pollas y baja autoestima. Y te tiene que importar la persona para estar celoso. Yo no lo hago.

Rin se molesto con las implicaciones. -¿Por qué yo querría darle celos a usted? Usted no me gusta. Su familia es muy disfuncional y confusa. Usted es cruel y malvado. Es un compromiso fóbico. Y no le gustan los niños, lo que es, obviamente, un gran problema para mí. ¡Usted es todo lo que no quiero!

-Bien. –Taisho la fulmino con la mirada.

Sus miradas chocaron y una oleada de Hambre Sexual se estrello contra Rin con una fuerza que le robo el aliento.

Con dedos temblorosos, Rin tomo el pomo de la puerta detrás de ella, y tropezó dentro del departamento.

Cerrando la puerta, Rin se apoyó en ella respirando con dificultad. Demonios.