Capitulo 13. "Celos".

El primo de Rin, Jakotsu, vivía en una parte menos que segura de la ciudad.

Fue en parte la razón por la que no lo había visto tanto como le gustaría. La otra razón era que su primo estaba juntándose con sujetos muy raros desde que había salido de la cárcel hace 6 meses.

Eran 5 hombres de aspecto rudo, cada uno más aterrador que el anterior, pero al parecer habían conocido a su primo en la cárcel y lo habían cuidado, volviéndose parte de su familia. Si Jakotsu era feliz, y ellos no intentaran lastimarla, podía soportarlos.

Había sido aterrador como el Infierno cuando un día toco a la puerta del departamento de su primo, sosteniendo un pastel pequeño que había preparado especialmente para ese día, y había abierto un tipo alto que casi tocaba el techo con ojos de loco y la miraba como si fuera un extraterrestre.

Ella había pegado semejante grito que los vecinos se habían asomado. Jakotsu poco después salió, explicando que aquel Trol era su amigo, y que Rin no estaba corriendo peligro.

El hombre se había disculpado. Ella lo perdonó, pero aun así no se separaba de su alocado primo. Él le había dicho que era su culpa por lucir tan adorable y encantadora en un barrio como aquel, y por supuesto que Kyo –como su primo lo llamaba– se había asombrado de ver a una chica tan linda en esta parte de la ciudad.

Había evitado ir desde entonces para no cruzarse con esos rudos hombres, sabía que no le harían nada, pero igual prefirió no arriesgarse.

Había decidido ir a ver a su primo este día, por que no iba a separarse de su única familia por algo tan ridículo como sus amistades. Él podría ser miembro de una secta satánica y ella seguiría amándolo, aunque preferiría que no estuviera implicado en nada ilícito.

Rin se preocupaba por él, pero la verdad sea dicha, tenía problemas más importantes en que pensar y no tenía tiempo para vigilar a su primo. Pero dado que tenía que dejar a las niñas en casa de la señora Kaede para ir a su turno nocturno, Rin decidió tomar un pequeño desvió y ver como su primo la estaba pasando.

Su primo le saludó con una sonrisa cuando le abrió la puerta. –Hola, vamos pasa. –Le dijo jalándola del brazo para que entrara y besando su mejilla.

Rin miro alrededor, por si alguno de los "Guerreros del Infierno" –Como ella les había apodado–estaban en el lugar. No había rastro de que nadie más estuviera en la casa y eso la alivió.

-Te ves bien, Jako. –Dijo Rin dándole una tierna sonrisa mientras dejaba su bolso en la mesa.

Jakotsu se veía genial, de hecho. Él siempre había sido un chico rudo, pero algo afeminado y extravagante, lo que ocasionó que su familia, tradicionalista y estrecha de mente, lo repudiara. Por eso fue el primero en saltar como un león cuando a Rin trataron de lastimarla. Iba a estar eternamente agradecido con su primo por ello.

Si Kagura viera a Jakotsu, seguramente se volverían amigos y no podría quitárselos nunca de encima, con los dos hablando sobre hacerle un cambio de imagen, llevarla de compras y hablar de chicos.

Rin se estremeció. No gracias.

-¿Cómo están las nenas? –Pregunto Jakotsu, sacándola de sus pensamientos.

-Tengo el turno nocturno esta noche, así que acabo de dejarlas con su niñera. –Jakotsu saco del refrigerador, la abrió y se sentó en el sofá, con las piernas cruzadas, y palmeó el lugar junto a él.

Poniendo su bufanda en el perchero, Rin tomo asiento.

-Realmente no puedo quedarme, Jako. –Dijo mirando su reloj. –O voy a llegar tarde al trabajo. Solo quería verte y asegurarme de que siguieras vivo.

Jakotsu se rió. Charlaron un rato sobre el "aburrido" trabajo que su primo tenía como barman en un antro cercano, sobre los amigos de este, y el cómo Rin estaba saliendo hacia adelante poco a poco con sus niñas.

Jakotsu la miro un rato en silencio, como analizándola. Después de unos segundos sonrió pícaramente. –Tuviste sexo.

Rin se puso como un tomate. -¡¿Qué cosas dices, Jaco?!

¿Cómo demonios lo supo?

Antes de que pudiera ahondar más en la vida sexual de su prima, la puerta se abrió y un hombre entro en el departamento. Al ver a Rin, se detuvo y se le quedó mirando.

Rin le devolvió la mirada fija. El hombre era alto y muy guapo, tal vez de ascendencia hispana.

-¿Quién es ella? –Preguntó el hombre.

-Es mi prima, Rin. –Dijo Jakotsu, más bien a la defensiva. –Rin, él es Bankotsu.

Rin esperó una explicación, pero no hubo ninguna. Pero cuando Jakotsu se levantó, se acercó a Bankotsu, tomó sus mejillas entre sus manos y le dio un beso, las explicaciones ya no eran necesarias.

El beso siguió y siguió, y Rin solo podía mirar asombrada. Había estado bastante segura de que a Jakotsu le gustaban los chicos más bajos y delgados, como los antiguos novios que él había tenido en el pasado.

Bueno, al parecer, no.

Su primo gimió entre el beso, y Rin supo que era momento de mirar a otro lado, un poco incomoda, un poco divertida.

Se puso de pie y se aclaró la garganta. –Em, será mejor que me vaya. –Ella se rió graciosamente. –Tu claramente estas MUY bien.

Detrás de ella, los besos se detuvieron.

-Mira... –Dijo Jakotsu, sonando avergonzado. –Yo...

-Tú no tienes que explicar nada, Jako. –Dijo Rin rápidamente, para que su primo no se alterara. Besó su mejilla antes de tomar su bolso y caminar hacia la puerta. –Me voy.

-¡Espera! –Dijo Jakotsu. –Ya está oscuro, y no dejare que te vayas así. No es seguro que una niña como tú salga caminando sola por aquí. Hay muchos peligros para una criatura indefensa e inocente como tú. El hermano Bankotsu te llevara a tu casa.

-¿Hermano?

-¿Lo haré? –Bankotsu murmuro.

-No, en realidad no es necesario.

-Él lo hará si quiere conseguir algo de Esto esta noche. –Dijo Jakotsu, ladeando la cadera y señalando hacia su trasero.

Bankotsu suspiro fuerte. –Supongo que lo haré. –Dio a Jakotsu un breve y duro beso. –Tú, más te vale estar desnudo y listo cuando yo regrese, Jako.

Riéndose y murmurándole algo al oído, Jakotsu empujo a Bankotsu hacia la puerta. –Iré la próxima semana. –Informó a Rin. –No he visto a las niñas en siglos. Y ni creas que me olvidare de este tema, así que ten preparada toda una presentación, con fotos incluidas.

Rin rodo los ojos, asintió y salió del departamento riéndose. Bankotsu salió detrás de ella.

-Vámonos. ¿Cuál era tu nombre de nuevo?

-Rin. –Dijo, insegura de cómo hablar con el hombre.

-¿Dónde vives?

Rin le dio la dirección, y Bankotsu la guio a una muy antigua, y oxidada Ford Pinto. Rin miro con recelo. -¿Estás seguro de que esta cosa es segura?

-No. –Dijo Bankotsu, sacando las llaves de su chaqueta.

-Eso no es muy tranquilizador, sabes. –Rin le dijo haciendo un puchero.

-¿Quieres que te mienta? –Preguntó Bankotsu con un toque de impaciencia, claramente con ganas de acabar de una vez con esto y regresar con su primo.

Rin suspiro antes de estornudar como un gatito al sentir una ráfaga de viento estamparse contra su cuerpo y mover sus cabellos. Rayos, había dejado su bufanda en la casa.

-¿Tienes frío?

Rin se sobresaltó, los azules ojos la estudiaban.

Rin negó rápidamente, sonriéndole con dulzura. Ella ya tenía prisa y él estaba impaciente, así que regresar por la bufanda seria una pérdida de tiempo, y no quería hacerlo enojar. Era mucho más alto que ella, tal vez por medio metro, y estaba construido como un tanque. No creía que alguien quisiera hacerle frente y ella no quería importunarlo... más.

Se sobresalto cuando repentinamente era rodeada por una chaqueta de cuero negra que le quedaba enorme. Miro a Bankotsu que se alejaba de ella para abrir el auto.

-No es...

Bankotsu le abrió la puerta del pasajero y ella suspiró, no tenia caso discutir al parecer. No le era desagradable, en realidad olía bien y el frio se le había quitado un poco.

Bankotsu encendió el auto y se fueron.

Rin noto que no había cinturón de seguridad, pero no iba a quejarse cuando el hombre había sido amable con ella.

-Entonces... –Dijo Rin después de un rato de silencio. -¿Tú eres el novio de mi primo o algo así?

-O algo así. –Dijo Bankotsu.

-Me alegro de que tenga a alguien, ¿Sabes? –Le dijo Rin con una sonrisa. Yo estaba preocupada por él. Él estaba deprimido después de que salió de la cárcel.

-¿En serio? –Bankotsu murmuró.

-Sip. Espero estar equivocada, pero creo que... –Rin bajo la voz, como si alguien más pudiera oírlos. Creo que alguien le hizo algo en la prisión.

-Tú no estás equivocada. Yo lo hice.

Rin abrió la boca y la cerró, sin saber que decir. Digirió la información por unos pocos momentos.

-¿Eres un ex convicto?

-Sip.

Excelente. Se encontraba en un auto oxidado, sin cinturón de seguridad, y con un ex convicto al volante. Pero al menos no tenia frió, eso era bueno, ¿Verdad?

-¿Por qué estabas en prisión?

-Maté a ocho personas en un centro comercial.

Rin se rio graciosamente. –Te estás burlando de mí.

-Tú primo me creyó por un laaaaaaaaaargo tiempo.

Rin sonrió, sacudiendo la cabeza. Jakotsu era un poco ingenuo. A pesar de ser más joven e ingenua que su primo, a veces ella era un poco más perceptiva con estas cosas.

-¿Puedo preguntar qué hiciste realmente?

-Homicidio involuntario. Me emborraché, me metí en una pelea de bar, alguien murió.

Un escalofrió de inquietud recorrió la espalda de Rin. No podía imaginar lo que este hombre y su primo tenían en común, pero su primo claramente era feliz. Eso era lo importante, ¿No?

-Vaya, y yo pensé quera mala con la bebida.

Bankotsu lanzo la cabeza hacia atrás, carcajeándose. –Me agradas.

Rin brillaba. Pasaron el resto del viaje charlando sobre Jakotsu, los extraños amigos que al parecer esos dos compartían, y descubrieron que tenían un amor mutuo por el Urbex. Hacía años que Rin no practicaba, por obvias razones, pero tenía ganas de volver a explorar alguna casa o edificio abandonado. Bankotsu se ofreció a acompañarla dentro de un mes a un hospital abandonado que decía que había a las afueras de la ciudad.

-Gracias. –Dijo cuando finalmente el coche se detuvo frente a su edificio. Para su sorpresa, Bankotsu salió también y rodeo rápidamente el coche para ayudarla a bajar. Rin se rio entre dientes. –Nadie me va a atacar aquí, tonto. Tú no tienes que...

-Jakotsu me dijo que te dejara en tú casa. Te dejare en tú casa. –Bankotsu le revolvió el cabello, haciéndola reír, y él le sonrió. Rin pensó que él tenía una linda sonrisa. Si él no era tan aterrador como los otros 5 del grupo de su primo, tal vez podría permitirle estar cerca de sus hijas.

Rin parpadeó, cuando Bankotsu frunció el seño, mirando detrás de ella. –Alguien nos está mirando. ¿Conoces a ese tipo?

Rin se dio la vuelta, y se congeló.

Taisho-sensei salió de su Mercedes y se dirigió hacia ellos.

-Sí, lo conozco. –Dijo Rin.

-Se ve enojado. –Bankotsu murmuró, cuadrando los hombros en una postura defensiva.

Rin soltó una risita. –No te asustes. Él prácticamente siempre se ve enojado. –Rin se sorprendió, eso había sonado casi cariñoso. Bankotsu le lanzo una mirada evaluadora.

Taisho-sensei se detuvo frente a ellos.

-Buenas noches, Taisho-sama. –Rin hizo una reverencia y le sonrió educadamente.

Taisho le lanzo la mirada que le había estado dando toda la semana, antes de barrer la mirada hacia Bankotsu con una mirada de desdén que haría a cualquier persona sentirse de dos centímetros de altura. -¿Quién es esta persona?

Bankotsu entrecerró los ojos, claramente con aversión a la forma altiva, y el tono condescendiente de Taisho.

-Kusao Bankotsu. –Dijo con una sonrisa agradable, dando un paso más cerca de Rin, poniendo una mano en su cintura. –Estaba dándole solo un pequeño paseo a Rin.

Rin jadeo ligeramente, por el tono insinuante que el chico utilizó.

Taisho claramente no se lo perdió tampoco. Sus hombros se tensaron y recorrió a Rin, como si buscara pruebas, entrecerrando los ojos al ver la chaqueta masculina a su alrededor. Luego sus ojos pasaron al coche de Bankotsu. Una sonrisa burlona curvo sus labios.

-Espero que el viaje fuera cómodo.

Los ojos de Bankotsu pasaron al coche de Taisho. –Yo no necesito un coche llamativo para eso.

-Bien hecho, chicos. Eso no fue pasivo-agresivo en lo absoluto. –Rin suspiró, sintiéndose tan abochornada. Miró a Bankotsu con una sonrisa amable. –No lo tomes como algo personal, ese es el carácter que tiene con todo el mundo. Y usted... –Rin miro a Taisho. –Taisho-sama, no hable así con Bankotsu. Él es un ex convicto, no un estudiante.

-¿Él es un criminal?

En un abrir y cerrar de ojos, Rin dio un pequeño grito cuando fue jalada lejos de Bankotsu y empujada detrás de la espalda de Taisho. Rin parpadeo sin entender muy bien como había ocurrido tan rápido, y por la cara de Bankotsu, tampoco lo había visto venir.

-¿Taisho-sensei?

-Metete en tu coche y conduce a otra parte. –Dijo Taisho a Bankotsu, su voz muy, MUY suave. –Ahora. Vuelve cerca de a ella de nuevo y me asegurare de que estés de vuelta en tu celda en seguida.

Bankotsu se puso rígido, apretando los puños. -¿Me estás amenazando?

-¡WOW! ¡Tranquilícense ambos, maldición! –Rin se interpuso entre ambos hombres, poniendo cada mano en el pecho de ambos para tratar de apartarlos. Los miró un poco asustada de que empezaran a pelear. –"Par de idiotas arrogantes". –Pensó con pesadez. –Tú. –Rin miró a Bankotsu, poniendo ambas manos frente a ella en forma de rezó. –Gracias por el aventón, pero por favor, vuelve a casa y disfruta tu noche con Jako. Nadie te esta amenazando, es solo la personalidad encantadora de Taisho-sama. Ve. –Rin rápidamente se quitó la chaqueta de piel y se la dio al bronceado chico.

Bankotsu asintió con rigidez. –Mándale un mensaje a tu primo de que estas bien o tendrás a toda la pandilla aquí en menos de una hora. –Le revolvió de nuevo el cabello a Rin antes de subir a su auto, y arrancó.

Cuando el coche desapareció de la vista, Rin suspiro aliviada. Volvió a mirar a Taisho. –Y usted... ¿Qué paso con eso de que los celos son para los hombres con pequeños penes y baja autoestima? –Rin movía su mano frenéticamente, mientras la otra picaba el pecho masculino con un dedo.

-Nada. –Dijo Taisho con irritación. -¿Eres estúpida? ¿Sabes lo que criminales como él le hacen a chicas lindas como tú cuando están solas y vulnerables a estas horas de la noche? Los hombres como él no están acostumbrados a preguntar.

-¿Se preocupa por mi? –Rin soltó una risita por su broma. –Me halaga. Sea cuidadoso, o voy a empezar a pensar que yo le importo un poquito. –Rin parpadeó. –Bankotsu no me haría daño. Él es amable y solo me trajo a casa porque mi primo prácticamente lo saco a patadas para que me trajera. Tenemos cosas en común, por eso me siento cómoda a su lado.

Taisho la fulmino con la mirada, pero no le dijo nada.

-¿Podría decirme que está haciendo usted aquí? –Tardíamente, Rin se dio cuenta de que su mano seguía en el pecho de Taisho y ahora estaba acariciándolo inconscientemente. Rápidamente la quitó y la metió en el bolsillo de su delgado suéter. Miro al coche de Taisho. –Espere, ¿Usted estuvo afuera esperándome?

-Sí.

-¿Por qué? –Rin ladeo la cabeza sin entender. –Si quería hablar conmigo solo tenía que marcarme, tiene mi número de teléfono.

-No lo tengo. Lo borré.

Rin se sentía aun más confundida. -¿Por qué? ¿Acaso le molestaba?

Un músculo se contrajo en la frente de Taisho. –Porque yo no tenía necesidad de él.

-¿Entonces que lo trae por aquí?

Los labios de Taisho se apretaron, con los ojos clavados en Rin. –Estoy aquí para advertirte.

-¿Advertirme?

-Sí, para advertirte. Tú rendimiento en mi clase sigue siendo terrible...

-"Porque usted ha sido un sádico brutal todo este tiempo".

-...Así que no esperes que te pase solo por tu cara bonita, y labios, y ojos, y... –Taisho se interrumpió, y miro a Rin, como si ella fuese la culpable de que acabara de decir lo que dijo. –Mi punto es que tú no conseguirás un tratamiento especial, Jundo.

Rin quería soltar una carcajada. Curvo sus labios hacia adentro para no hacerlo, pero por la cara de Taisho, él sabía cuáles eran sus intenciones. Rin dio un paso adelante, quedando más cerca de Taisho. –Pudo habérmelo dicho mañana después de clases. Pero vino todo el camino hasta aquí solo para decirme esto. Creo que es un hábito un poco extraño.

Rin le sonrió divertida, pero no se alejó. Sus respiraciones se mezclaban, a pesar de la diferencia de altura, ambas rápidas y tensas, era el único sonido en los oídos de Rin.

Kami-sama, no podía soportarlo más. Estaba temblando, dolorida.

Cuando Taisho chocó sus labios juntos, lo primero que Rin sintió fue alivio. Kami, por fin. Y entonces todo lo demás se desvaneció. Había grandes manos en su nuca, sus dedos jugando con su cabello, un cuerpo firme contra el suyo, y labios, calientes y ardientes, tan buenos, y Rin estaba gimiendo, tratando de besarlo más duro, llevarlo más profundo.

No tenía una idea de cuánto tiempo había pasado cuando su celular sonó en su bolso que había caído hace rato al piso. Con un gemidito de frustración, Rin se obligó a separarse de esos labios adictivos y recoger su bolsa, tratando de buscar el maldito aparato. Una vez que lo encontró, contestó. -¿Si? –Logró decir, con los dedos apretados en el suéter de Taisho, mientras el hombre besaba su cara y bajó a su cuello. Kami, agradecía haber olvidado la bufanda, los labios de Taisho parecían quemar su piel, queriendo reemplazar el aroma que la chaqueta de Bankotsu había dejado a su alrededor.

-¡¿DÓNDE DIABLOS ESTÁS?! –La dueña del restaurante. Oh, Infiernos, no, ¿Por qué a ella? -¡Ya casi es tarde para tú turno, niña!

-Lo siento, deme 15 minutos-

-¡Tienes cinco! –La anciana mujer le colgó.

Rin maldijo y empujó a Taisho a distancia. –Yo... Me tengo que ir. Llegó tarde al trabajo.

Se alejo rápidamente, con las piernas aun débiles y su cuerpo dolorido por la frustración y el deseo.

-Idiota. –Murmuró para ella misma. Tendría que haberle dicho a Bankotsu que la llevara directamente a trabajar.

No, ella no debió haber ido a la casa de Jakotsu para empezar. Debió haberse ido al trabajo directamente después de haber dejado a las niñas en casa de la anciana Kaede.

Y definitivamente no debería haber desperdiciado minutos chupando la lengua de Taisho.

Neumáticos chirriaron y un conocido Mercedes se detuvo junto a ella. La puerta del coche se abrió de golpe.

-Entra. –Dijo Taisho. –Nunca llegarás en 5 minutos.

Rin vaciló, pero, ¿A quién le importaba?, realmente se le hacía malditamente tarde, y ser terca y obstinada no la ayudaría en nada.

Entró y le dijo a Taisho la dirección del restaurante. A veces le asignaban el trabajo en el restaurante al otro extremo de la ciudad, pero por suerte para ella, esta noche era el que quedaba cerca de su casa.

Ninguno de los dos habló en el corto trayecto en el coche. Rin se recostó en el asiento y cerró los ojos, mientras luchaba por controlarse. Al menos después de la sesión de ardientes besos había perdido el frio.

Afortunadamente, solo tardaron esos 5 minutos en llegar al restaurante. Taisho se estaciono en la parte trasera del local.

-Gracias. –Rin murmuró, sin mirar al conductor, y abrió la puerta.

Taisho la tomo de la muñeca.

Rin suspiró temblorosamente antes de mirarlo con ojos de cachorrito. Los ojos de Taisho la miraron con gravedad.

-Está bien. –Rin dijo haciendo un puchero. Realmente iba a ser despedida. –Pero esta será la última vez, ¿De acuerdo?

Se inclinó hacia Taisho, tomo la cara del hombre, y lo besó apasionadamente. Taisho acepto el beso pasivamente, pero Rin podía sentirlo tensó, tal vez para controlarse de arrojarla al asiento y hacerlo en su coche hasta que la policía los arrestara por exhibicionismo o algo así. La sola idea la tenia húmeda más rápido de lo que se había esperado.

Su teléfono sonó de nuevo, Rin quería apagarlo o arrojarlo por la ventana.

Suspirando, Rin se apartó y le susurró, muy cerca de sus labios. –Esto es estúpido. Los dos lo sabemos. –Rin le acomodó un mechón de cabello platinado detrás de la oreja y le sonrió. La imagen era tan hermosa que quería tomarle una foto, y tenerla como fondo de pantalla. –Vamos a fingir que esto nunca sucedió, ¿De acuerdo?

Taisho no dijo nada, solo miro a Rin con ojos oscuros y hambrientos. Y que Kami la ayudara, Rin quería besarlo de nuevo.

Mal.

Maldiciendo entre dientes, Rin prácticamente saltó del coche.

Jinenji, el hijo de la dueña, tenía la puerta abierta desde hace un rato para que ella entrara rápidamente y no se retrasara más. Miró por última vez hacia atrás antes de entrar y cerrar la puerta detrás de ella.

Cuando escucho el coche alejarse, respiro hondamente, le sonrió agradecida a Jinenji y corrió a los vestidores a ponerse el uniforme de Maid.

Una vez vestida con el lindo traje y se puso los zapatos, la dueña la sermoneo por lo que le parecieron siglos.

De seguro la escucharon tres estados a la redonda.

Ella le tenía una paciencia infinita cuando era novata y se equivocaba con las ordenes o cometía algún error, y la protegía de los mano larga que nunca faltaban en estos establecimientos, lanzando sartenes, ollas, lo que tuviera a la mano. Pero también era estricta con los horarios.

Jinenji le ayudo a ponerse maquillaje, pero la mujer mayor le dijo que no necesitaba más labial ni rubor del que ya tenía puesto.

Rin parpadeó, no se había puesto una gota de maquillaje. Se miro en el espejo y se puso roja como tomate. Sus labios estaban rojos e hinchados por los besos, y sus mejillas seguían rosadas por el bochorno. Ahora parecían rojas de la vergüenza.

Esto no podía empeorar.