Capitulo 17. "Nueva Rutina".
El profesor Koga era un idiota.
Al menos eso fue lo que pensó Rin, cuando el hombre ignoró a Rin y siguió caminando.
-No hay nada que discutir, Jundo. –Dijo Koga bruscamente, caminando más rápido. –La asignación se debía entregar ayer. No voy a hacer una excepción por ti. Es tu propia culpa. Tú eres irresponsable. La Embriología Animal es una de las ramas más importantes para tu carrera y tú no lo entiendes. Si fallas en mi clase, que parece ser cada vez más probable, será merecido.
Rin hizo una mueca. Sí, realmente había sido su culpa. No debió de haber pasado tanto tiempo estudiando para su tarea de Patología Sistemática con Kohaku, tratando de impresionar a Taisho. No lo había exactamente impresionado.
-Pero...
-Deja de poner a prueba mi paciencia, Jundo. –Koga dijo bruscamente, sacudiendo la cabeza. -¿Qué está mal con los estudiantes en estos días? –Y el hombre empezó a despotricar sobre el sentido de amor propio, la falta de atención y la falta de humildad de los estudiantes, viéndose más molesto a cada minuto, y Rin se dio cuenta de que no había manera de que Koga le diera más tiempo para completar la tarea.
-Koga. –Llegó una voz familiar detrás de ellos.
Rin se tensó, y no miró en su dirección.
Maldita sea.
Taisho era la última persona que quería que presenciara esto.
-¿Hay algún problema? –Dijo Taisho.
-Esta muchacha es perezosa e irresponsable. –Dijo Koga. –Ella no hace sus deberes a tiempo. Ahora me pide que le de unos días más. ¿Cómo va a ser Zoóloga cuando ella no puede siquiera arreglárselas para pasar los cursos básicos?
Rin quería que la Tierra se la tragara. Taisho era el hombre más inteligente que ella alguna vez hubiera conocido. Probablemente pensaría que ella era tan babosa como un caracol sin concha. No es que le importara lo que él pensara. Excepto, que lo hacía. Un poco. Importaba. Muchísimo.
-Tenía la misma opinión que tú, Koga. –Dijo Taisho, su voz indiferente. –Pero Jundo ha mostrado cierta mejoría en las últimas semanas. Dale un día. Si se retrasa de nuevo, repruébala.
La mirada de Rin choco con él. No había manera alguna de que pudiera hacerlo en solo un día.
-Buena idea. –Dijo Koga. –Un día, Jundo.
-Pero...
Koga la fulminó con la mirada. –Un día.
Frunciendo los labios, Rin asintió y se fue. Sus pies la llevaron a la oficina de Taisho.
La puerta estaba destrabada, y ella entró.
Rin apoyo la cadera contra el escritorio y se metió las manos a los bolsillos. No tuvo que esperar mucho.
Taisho no parecía sorprendido de verla, pero parecía ocupado, cargando una pila de trabajos.
-¿Por qué hizo eso? –Dijo Rin. –No hay manera de que yo logre terminarlo para mañana.
-¿Por qué? –Taisho puso los papeles sobre la mesa y se sentó.
Rin se encogió de hombros, mirando a sus botas. –Soy estúpida.
-Eres una estudiante becada.
Los labios de Rin hicieron un puchero.
-Sí, yo solía pensar que era muy inteligente, pero... pero no lo soy. La mayor parte de las cosas que tú y el señor Koga enseñan, pasan de largo por mi cabeza. En un momento creo que entiendo Embriología, y al siguiente no entiendo un comino de lo que está sucediendo. Aunque Kohaku siempre me explica las cosas, no puedo entenderlas sin que le dé al menos 20 repasos antes. Realmente debo ser tonta. –Rin agarro el borde del escritorio. –Me siento como una perdedora a veces, ¿Sabe?: No puedo encontrar un trabajo decente, no puedo comprarle a las niñas las cosas que necesitan, y ahora esto. Me siento tan inútil y estúpida, y... yo solo... Yo solo... Olvídelo.
Hubo un largo silencio.
Sintió la mirada de Taisho en su nuca.
-No soy bueno consolando a la gente. –Dijo Taisho, irritado.
Rin se giro hacia él y forzó una pequeña sonrisa. –Está bien. Me sorprende que no me haya echado a patadas todavía.
Los labios de Taisho se adelgazaron. Tenía una expresión muy amarga en el rostro. –Ven acá.
Rin nunca se había movido tan rápido en su vida. Se subió a al regazo de Taisho, puso su cabeza en su hombro y cerró los ojos.
Los fuertes brazos de Taisho se apretaron a su alrededor, y Rin suspiro de placer. Se sentía tan bien. Justo lo que necesitaba. Le asustó que necesitara esto, pero lo hacía. Se sentía casi mejor que el sexo.
-Se está volviendo suave, profesor. –Murmuró con una sonrisa, respirando su masculino aroma. Era familiar, y extrañamente, reconfortante.
-Cállate, Jundo. –Dijo Taisho, sonando aun más molesto, si eso era posible.
Rin le dio un pequeño beso bajo su mandíbula. –Está bien. Usted es muy malo y desagradable. –Ella se acurrucó en el cuello de Sesshomaru. -5 minutos. Entonces puede echarme a patadas y pretenderemos que esto nunca sucedió.
Taisho suspiró.
-¿Qué hora es? Tal vez aun puedo pedirle a Kohaku que me ayude, aunque tampoco quiero molestarlo, él ha sido un gran apoyo y no quiero que piense que me estoy aprovechando de él o algo así... La biblioteca esta sola a esta hora así que nadie podría molestarnos-
-Muéstrame la asignación.
La boca de Rin se abrió. Levantó la cabeza y miro a Taisho.
-¿De verdad?
-No la haré por ti. –Dijo Taisho, ajustando su mirada en ella. –Pero voy a explicarte lo que no comprendas.
Rin sonrió y lo besó.
. . .
-¿Para mí?
Rin asintió radiante, mientras Kagura miraba su nuevo par de guantes. Sabía que Rin odiaba estas fechas que apoyaban al consumismo y el desperdicio de dinero en regalos costosos e inútiles, pero esto... Esto era precioso. Eran suaves y brillantes, con un borde que parecía un plumaje que era suave al tacto. No tenía dedos, por lo que podía escribir y usar su teléfono sin problemas, y combinaría a la perfección con su nueva chamarra roja.
-No sabía que debíamos traer algo. –Le dijo Kagura nerviosa mientras se colocaba sus guantes nuevos y los modelaba como si fueran el nuevo grito de la moda en Milán. Para ella lo era.
-No debíamos, está prohibido dar regalos, pero como está haciendo mucho frío últimamente, quería dártelos.
Kagura la abrazó y beso su mejilla. –Eres la mejor.
Rin brillaba, antes de ver que un grupo de estudiantes estaban en una esquina, murmurando tan rápido que no se entendía nada de lo que decían.
Había tanta gente que casi no se veía nada, ella no pudo ver gran cosa a pesar de su altura, y Rin, con su escasa estatura, ni pararse de puntitas le servía. Apenas y veía sobre el hombro del compañero que estaba enfrente, y fue tirada cuando este retrocedió bruscamente.
-¡Oigan, babuinos! ¡Tengan más cuidado y digan que infiernos está pasando! –Kagura les gritó, levantando a Rin y mirándolos con seriedad.
Los más cercanos a ellas retrocedieron, y todos se callaron. Después de un momento, alguien respondió: -Miren.
Rin y Kagura lograron ver lo que sucedía. Taisho caminaba por uno de los pasillos, siendo seguido por una linda y joven estudiante, tal vez de primer año, que llevaba un paquete en sus manos y parecía muy nerviosa y sonrojada. La mocosa era exactamente el "tipo" de Taisho: Pequeña, inocente, con cara de muñeca y joven.
-Creo que es Ayumi de 1er año. La pobre no sabe lo que le espera. –Dijo una chica con voz entre divertida y maliciosa.
-¿En serio crees que va a confesársele? –Dijo uno de los chicos que Kagura sabía que iba en su clase, pero no podía reconocer.
Kagura se tensó, y miro a Rin, su rostro no reflejaba nada.
-Claro que no. ¿Quién estaría tan loco como para que le gusten este tipo de sujetos? –Dijo ahora un chico que al parecer era de último año. Tenía una cara de fanfarrón y aspecto de delincuente.
Le desagrado de inmediato. Sabía quién era, esté era un imbécil niño de papi que acosaba a las estudiantes nuevas con cualquier tontería, prometiendo hacerlas populares. Había tenido sus ojos puestos en ella y Rin desde el momento que pisaron la Universidad, pero desistió cuando Kagura macho sus costosos zapatos nuevos con la sangre de la nariz de ese idiota que intento tocar a su amiga.
Afortunadamente, logró que Rin aprendiera quienes eran peligrosos y como evitarlos, pero eso no decía que ese imbécil no lo hubiera intentado varias veces más.
-Ella está con Taisho. –Dijo el Imbécil con cara de satisfacción. –Porque quiere que la elija como su estudiante de Tutelaje.
-¿Su qué? –Pregunto la mayoría.
-Su estudiante de Tutelaje. Pronto habrá un importante evento, donde los profesores elegirán a su mejore estudiante. Una vez que tengan a su candidato, el trabajo social será que el profesor los guie por todo el camino, eligiendo sus futuros lugares de empleo, llenándolos de referencias, e incluso pueden ofrecer la plaza de la escuela cuando se retiren. Taisho jamás ha elegido uno, y supongo que Ayumi quiere demostrarle que ella puede ser esa estudiante.
Kagura rodó los ojos. Claro que sabía de ese evento, todos los estudiantes destacados lo sabían. Pero ¿Por qué lo hacía sonar así? Como si la chica se estuviera prostituyendo por una migaja de atención.
-¿Tú como sabes de eso?
-Porque... –Dijo con un tono de voz misterioso. –La mayoría de ustedes no serán elegidos. Tal vez ninguno, nadie aprovecha sus oportunidades, y ya casi todos los profesores tienen pensados a sus candidatos. Los demás solo serán polvo en el viento.
-¿Tú fuiste elegido?
Kagura dio un respingo, por favor, por favor que Rin no hubiera abierto la boca.
Bajo la mirada, y sí, esta enana había abierto su boca de manera imprudente, de nuevo. Pensó que con dos hijas y mucho trabajo, había logrado ser más prudente, pero no, al parecer, ni en un millón de años Rin cambiaría, mucho.
El chico pareció tensarse y mirar a Rin con rencor antes de aclararse la garganta. –No, pero varios profesores se me han acercado, y estoy seguro de que pronto seré elegido.
-¿Cuál es el límite para ser escogido?
-Antes de que termines la tesis. –Por la edad del muchacho, él ya debería por lo menos estar terminando su curso por esta escuela.
Rin pareció darse cuenta de la mirada hostil que le dedicó, por que retrocedió un paso, y se aferro a la chamarra de Kagura. Ella suspiró, por supuesto que Rin no quería ofender a nadie, pero a veces las malas personas solo querían una excusa para ser malas.
-¿Cuál ha sido el estudiante más joven en participar en estas cosas?
La mandíbula del imbécil se tensó y fulminó a Rin con la mirada. –Cuidado, Jundo. Ser una pretenciosa no es algo que se aprecie en una de las Nominadas.
-¿Qué? –Dijeron Rin, Kagura, y la mitad de los estudiantes.
-No finjas, Jundo. Todos sabemos que ya fuiste elegida preliminarmente por Taisho, pero eso no significa que lo puedas presumir. Chuparle la polla no es un gran Logro.
Un jadeo general se escuchó, y Rin se puso del color de una hoja de papel. Kagura estaba tan perpleja que no pudo ocurrírsele nada para defender a su amiga. ¿Cómo carajos se había enterado? No, él no sabía nada, era ese estúpido rumor que se regó por la escuela, dado que Rin había mejorado en su clase, pero nadie se lo había dicho a Rin a la cara, hasta ahora.
-Yo... Yo no... –El quejido de un conejo hubiera sonado más alto que esa voz rota y chillona.
-No engañes a nadie, Jundo. Todos sabemos que eras terrible en su clase, y ahora, de la nada, empiezas a sacar mejores calificaciones en su materia y él deja de molestarte en cada clase. No se los demás, pero a mí me suena muy sospechoso.
Miradas de asco y hostilidad rodearon a Rin. Kagura se puso rígida.
-¿Por qué no lo haces conmigo, Jundo? Puedo darte más que ese anciano, digo, si ya eres la Puta de ese hombre, puedes ser mí...
No termino lo que acababa de decir, porque alguien le propino un puñetazo en la cara que lo tiro al piso y le reventó un diente.
Kagura abrazó a Rin y alzó la mirada para ve quien había dado semejante golpe.
Kohaku.
El chico tenía una mirada fría, mientras se ponía protectoramente delante de ambas y se ponía en una pose defensiva.
-Tienes muchas agallas para llamar a una chica inocente de esa manera.
El tipo se levanto, tambaleándose, y escupiendo un poco de sangre y mirando con odio al castaño. –No te entrometas, Kohaku. Todos sabemos que ella solo mejoro sus calificaciones por abrir...
-Rin mejoro sus calificaciones, porque a diferencia de ustedes, a estudiado, y se ha esforzado, es una chica brillante e inteligente, y no necesito que su papá llamara a la escuela, y pagará por un edificio nuevo para que aceptaran al delincuente de su hijo. –Su voz era tan dura que juraría que podría masticar clavos. –Rin ha estudiado conmigo, y ha pasado horas haciendo más tareas y ensayos que todos ustedes juntos. Ella no pierde el tiempo yendo a fiestas, cuando sabe que la escuela es lo primero. ¿O acaso tienes alguna prueba que respalde lo que dices?
El tipo balbuceó, claramente solo estaba queriendo hacerle daño a Rin, y no esperaba que alguien lo confrontara.
-Ahora, puedes largarte y salvar lo que te queda de dignidad, o puedes quedarte a que todos vean lo patético que puede llegar a ser un hombre, solo porque una chica tiene la dignidad suficiente para no juntarse con escoria como tú.
Las miradas hostiles ahora se dirigieron al chico, que al notar que ahora él era el humillado, se fue seguido por su sequito de amigos. Cobardes.
Kohaku se acerco a Rin y le hablo con voz muy suave. -¿Estás bien?
Rin asintió aun abrazándose a Kagura. –Él solo me asustó un poco.
El corazón de Kagura se rompió al escuchar el tono infantil en el que Rin hablaba. Solo hacia eso cuando en verdad, en verdad estaba aterrorizada.
Kohaku le sonrió, ternura llenando sus ojos, antes de acariciar su cabello con dulzura. –Estoy seguro que no volverá a molestarte.
Rin le sonrió débilmente. Se separó de Kagura y abrió su mochila. La rosada punta de la lengua se asomaba por su linda boquita mientras buscaba algo.
Finalmente, saco un paquete envuelto con un papel de regalo navideño y un listón azul. Los ojos de Kohaku se iluminaron. -¿Para mí?
Rin asintió. –Gracias a ti, pase la mayor parte de mis exámenes pasados, es una pequeña muestra de mi gratitud.
-Yo no... Te traje nada. –Kohaku murmuró avergonzado, y rascándose la mejilla.
Kagura rodó los ojos, esto era tan cursi, pero al parecer al resto de chicas les parecía romántico.
-No es nece...
-¿Qué está sucediendo aquí?
Todos los metiches dieron un grito y retrocedieron aterrorizados. Taisho se había acercado, con tanto ruido que habían estado haciendo, le sorprendía que no hubiera llegado antes.
-Profesor...
Taisho entrecerró los ojos hacia Rin y Kohaku, específicamente al paquete en los brazos del joven. Se acerco en dos pasos largos y quedó frente a ellos.
-Señor Yoshida, las reglas de la institución prohíben dar regalos dentro de los terrenos de la escuela. No pensé que se lo tuviera que recordar.
-No es culpa de Kohaku. –Rin se adelanto antes de que este dijera algo. –Yo se lo di.
Kagura temió por la integridad de Kohaku, ya que eso solo hizo que Taisho entrecerrara peligrosamente los ojos.
-Señorita Jundo, creo que dados sus antecedentes, no le conviene el meterse en problemas ahora... A menos que quiera que le bajemos puntos por este acto de rebeldía.
Todo el mundo aguanto la respiración, Rin bajo la mirada y murmuró. –No, señor.
Taisho tomo el regalo de las manos de Kohaku. –Confiscaré esto hasta nuevo aviso, le recomiendo que no se meta en problemas hasta entonces, Jundo.
Rin asintió, sin alzar la mirada.
Taisho se dio la vuelta, alejándose de los demás estudiantes.
Si alguien más hubiera prestado atención, hubiera notado que la mocosa de 1er año estaba llorando como una Magdalena.
. . .
Rin amaba las temporadas de fiestas cuando era niña. Rodeada de amigos, recibiendo regalos y disfrutando de las vacaciones de invierno.
Ahora, en su etapa adulta, llena de responsabilidades, trabajo, escuela, y dos niñas pequeñas que cuidar, las odiaba con todo su ser.
El trabajo era lo peor. Esta vez los obligaron a usar este estúpido uniforme de Santa Claus Sexy. No enseñaba demasiado, pero las faldas de esta altura, las medias de red y las botas rojas no eran lo suyo.
Iba a matar al que metió esta estúpida solicitud en la caseta de Sugerencias. Iba a patearlo en la entrepierna y echarle salsa picante en los ojos hasta que terminara la temporada navideña.
Mientras tanto, ella tenía que pedir las órdenes, con su falsa sonrisa y fingiendo que no había un montón de idiotas mirando su trasero cada vez que ella les daba la espalda.
Afortunadamente estaba detrás de la barra de cafés, y no tenía que ir de un lado al otro del restaurante esta noche, como sus demás compañeras. Todas vestían igual, pero algunas parecían divertirse: Reían estúpidamente como si tuvieran algún retraso mental, guiñaban los ojos a los clientes y movían las caderas exageradamente. Entendía porque lo hacían, las propinas de los comensales masculinos eran bastante generosas si se les atendía bien, pero esto era casi un club de pervertidos que un restaurante familiar.
Odiaba venir al estúpido restaurante que estaba lejos de su casa.
Sirvió el capuchino al cliente con una falsa sonrisa antes huir de esos asquerosos ojos que la miraban con descaro.
Cuando las servilletas se acabaron, vio su oportunidad para refugiarse en el cuarto de descanso. Se quito el estúpido gorro rojo antes de sacar una gran barra de chocolate con burbujas y devorarlo como si fueran a arrebatárselo. Con todo el estrés, ella ya debería pesar unos 150 kilos por todas las barras de chocolate que había consumido. Gracias a Kami por su juventud y su buen metabolismo.
Escucho unas risitas estúpidas a un lado de la puerta. No de nuevo. Si ella no se equivocaba, había llegado algún cliente guapo al que todas estaban observando cómo estúpidas mientras se decidían quien iría a atenderlo.
Abrió la puerta, y efectivamente, tres o cuatro chicas estaban frente a la cortina que separaba el área de meseros con el resto del restaurante.
Rin las pasó, un poco enojada de que estorbaran el paso, y se dirigió de nuevo a la zona del café. Limpio la barra, aprovechando que todos se habían ido a cualquier otra parte con chicas bonitas. Dudaba mucho que les gustara a todos el chocolate de menta que habían puesto como bebida de la temporada.
-Un café con caramelo, y un pastelito de limón.
Rin volteó, en la barra se había sentado un caballero de cabellera roja y brillantes ojos verdes. Era bastante guapo, si era sincera.
Inmediatamente sirvió la orden, un poco menos incomoda de la mirada pesada sobre su persona, pero al menos no le decía cosas obscenas como forma de "coqueteo". En serio, ¿Quién les dijo a los hombres que decir cosas tan desagradables conquistaría a una chica?
Puso la taza del dulce café, con el dibujo de una hoja en el caliente líquido, frente al caballero y le sonrió amablemente.
-¿Alguna otra cosa?
-¿A ti en una bandeja?
-¿Eh? –Allí estaba de nuevo. Retrocedió un paso, incomoda. Odiaba, odiaba, ODIABA su maldito trabajo.
El pelirrojo se rió, mirándolo con esos ojos verdes fijos en ella, evaluándola antes de beber su café. –Tranquila, cariño. No muerdo... Duro.
Rin entrecerró los ojos, insegura de si estaba bromeando. No era un sujeto poco atractivo, en realidad, si lo hubiera visto hace un par de meses atrás, probablemente estaría como sus compañeras... Pero ahora.
-"Basta, deja de pensar en ese... Ese..." –Aún le molestaba el pensar como la había tratado frente a todos los estudiantes, como el otro chico la llamo Puta delante de sus amigos y compañeros... Estaba tan harta de todo.
Ella solo fingió su sonrisa que se sentía más falsa que una hecha con Botox, antes de seguir ordenando las tazas y limpiando los aparatos. Sentía esos ojos verdes mirarla todo el tiempo, pero eligió ignorarlo. Mientras no intentará tocarla, no pasaría nada.
La noche pasó así, con clientes yendo y viniendo a la barra, pero por alguna razón, dejaron de ser TAN vulgares, y por lo menos ya no trataban de estirar sus manos para tocarla. Y el pelirrojo se quedo allí, pidiendo una taza tras otra, sus ojos siempre atentos a ella.
Cuando faltaban 10 minutos para que su turno acabara, el hombre finalmente pidió la cuenta, pagó y se alejó antes de que ella recogiera el dinero.
Rin lo observó irse, el oji verde volteo a verla cuando estaba en la puerta, recogiendo su abrigo, la miró, le guiñó un ojo y se dio la vuelta para irse.
Extraño.
Reviso el contenido del paquete y casi le dio un infarto, la propina era... Demasiada. Solo tomo café... Era casi el 300% de lo que consumió.
No es que no necesitara el dinero, pero esto.
Llevo el dinero a La oficina. Su jefe también la miro extrañado antes de otorgarle el permiso de irse a casa.
Corrió a cambiarse, y ponerse su abrigo y guantes. Sus compañeras la abordaron sobre el apuesto pelirrojo, pero ella de verdad, de verdad no quería hablar de eso. Había sido raro.
Recogió su pago, que fue más alto esta vez gracias a la escandalosa propina, y salió del restaurante por la puerta trasera, colgándose su mochila. A esta hora empezaba el turno nocturno. El restaurante se convertía en otra cosa más obscena de la que no quería ni siquiera saber. Su jefe siempre le decía que podía ganar mucho más en este horario, pero ella no quería ni estar aquí cuando el restaurante cerraba.
Camino por la calle hasta llegar a la parada del autobús. Hacía frío y estaba oscuro, así que estaba atenta a su alrededor.
Su corazón se paralizó al ver un auto en la cera del frente, era Un auto negro, y en este estaba el pelirrojo, viéndola desde el asiento del conductor, fumando un cigarrillo.
Se removió en su asiento y aparto la mirada. Si fingía lo suficientemente bien, tal vez el pensaría que no lo había visto. Miro en su dirección veinte segundos después, todavía estaba viéndola.
Rin saco su teléfono, porque no venia el maldito autobús.
Se sobresalto al escuchar un claxon. El auto de Taisho estaba en la parada, tenía la puerta, abierta. No la estaba mirando.
Rin no quería ir con él. Realmente estaba enojada, y él no se merecía que lo perdonaran, pero no quería quedarse aquí sola. Se puso de pie, y miro en dirección a donde estaba el pelirrojo. Su auto ya no estaba allí.
Extrañada, se subió al auto de Sesshomaru y se puso el cinturón. Él no arrancó.
Miró en la misma dirección donde Rin puso sus ojos, pero no vio nada.
El silencio era pesado. Tenso. Ella no se sentía cómoda de esta manera. Ellos no solían tener este tipo de ambientes.
-No tenias por que hacer eso. –Finalmente Rin rompió el ambiente.
Sesshomaru la miró. -¿Venir por ti?
-Sabes de lo que habló.
De nuevo hubo silencio, muy incomodo silencio.
Rin suspiró, solo quería irse a casa y terminar con este día.
-Así dejaran de especular.
Rin lo miró de reojo. Él parecía tensó. Enojado, quizá.
-No tenías porque quitarle a Kohaku su regalo... Esa niña de primero te dio el tuyo. –Luchó por no hacerlo, pero el señor sabía que era imposible retener el puchero que quería aparecer en su cara. Claro, a él podían darle alabanzas y regalos, pero ella no podía felicitar a sus amigos... Y con lo mucho que le costó hacerlos.
Una sonrisa apareció en la cara de Taisho, y la miro de reojo divertido. -¿Estás celosa?
Rin abrió los ojos como platos, y antes de decirle lo ridículo que era, él ya la estaba besando. Kami, como amaba esos labios sobre los suyos.
El sonido de una bocina se escucho tras ellos, haciéndolos separarse, enojados. Genial, justo ahora aparecía el maldito autobús.
Sesshomaru encendió el auto y condujo de camino a su casa, con una velocidad más alta de lo permitida. Rin lo reprendió, pero la verdad sea dicha, quería tanto llegar a casa y perderse por horas en las sabanas. Alejando su mente sobre ideas locas como darle una pequeña mamada mientras conducía –No quería morir joven– se concentro en algo más.
Apretó su mochila contra su pecho, insegura de cómo se lo tomaría. No lo había impresionado con su tarea, no creía que lo fuera a impresionar con esto, tal vez ni siquiera era de su agrado, tal vez solo estaba siendo una niña tonta e imprudente, pero de verdad quería dárselo.
No se dio cuenta de cuando llegaron, hasta que Taisho apago el motor, se quito el cinturón de seguridad y se abalanzo sobre sus labios.
Gimiendo vergonzosamente, Rin correspondió el beso, deseosa y desesperada por que estuviera ya en su interior.
Cuando sintió que las manos de Taisho bajaban de su cintura a su trasero, mordió su labio con un poco de fuerza, dando la señal de que se separaran. Taisho se aparto, evidentemente molesto de la interrupción, sus ojos nublados por el deseo.
Rin estiro su mano hacia su mochila, sin apartarse un centímetro de Taisho, y saco otra caja de su mochila, esta vez era de color negro y el listón era de color blanco. Sesshomaru la tomo, como si ella le hubiera dado una serpiente en vez de un bonito obsequio.
-No tiene que usarlo si no le gusta... Solo... Me sobro material, y yo... Bueno... –Suspiro, ¿A quién estaba tratando de engañar? –Gracias por salvarme hoy. Sé que no debería enojarme, usted sabe cómo resolver estas situaciones... Creo que confío mucho en usted.
Nuevamente fue atacada por besos, pero esta vez eran dulces, gentiles, casi cariñosos. Amaba los besos llenos de deseo, pero esto era... Se sentía, diferente. Correcto.
Kami, ella estaba perdida.
. . .
Como regla general, Sesshomaru no dormía con las chicas con quienes se acostaba. Le gustaba el sexo, como a cualquier hombre sano, pero no compartía una cama tras ello. Y definitivamente no iba a la casa de ninguna chica tonta para que se hiciera una ilusión de cosas que no pasarían, como formar una relación seria.
El sexo solo era una necesidad básica que tenía que satisfacerse regularmente, para no permitir que la frustración sexual afectará su juicio. El sexo era para pequeños bares discretos, y habitaciones de hoteles, donde todas esas chicas tuvieran claro que solo estaba buscando un buen momento, no una relación a largo plazo. El sexo no tenía lugar en una habitación privada, bajo los dominios de cualquier chica loca o inmadura que pudiera encontrarse.
Así que fue completamente inexplicable, que se hubiera despertado esa mañana con un cuerpo cálido y desnudo, acurrucado junto a él, y los suaves ronquidos de otra persona... de nuevo.
Sesshomaru observo la forma dormida de Rin, tratando de provocar la irritación y el disgusto que debería haber estado sintiendo. Pero no había nada.
Rin estaba roncando suavemente, su mejilla presionando contra su pecho, su largo cabello negro extendido por todas partes, tan negro como la hermosa noche.
Sus labios, normalmente de color rosa pálido, se veían rojos e hinchados después de las actividades de la noche anterior, arruinando la expresión angelical que daba en su sueño. Se veía bien en la cama, a su lado. Como si los dos pertenecieran ahí.
Sesshomaru hizo una mueca ante el pensamiento. Profundamente perturbado por lo mucho que su juicio se veía comprometido, a pesar de haber pasado la mayor parte de la noche enterrado hasta el fondo en Rin, en más de un sentido.
Creo que confió mucho en usted.
Las palabras de Rin taladraban en sus oídos, incomodas y viciosamente satisfactorias como lo habían sido la noche anterior.
Sesshomaru generalmente no era alguien de mentirse a sí mismo. Era consciente de que no era el más racional en lo que se refería a Rin... Nunca lo había sido.
Le permitió meterse bajo su piel con demasiada facilidad, ¿Y cuál fue el resultado? A menudo había sido injustamente duro con ella. Pero ahora era obvio que había otro extremo que no había experimentado antes de que ella fuera a su oficina, hace ya eones. El placer de Rin, y su confianza, lo afectaban tan fuertemente como el comportamiento desafiante de ella. Le gustó.
Le gustaba demasiado.
Como si sintiera su mirada sobre ella, Rin murmuró algo somnoliento y se movió un poco. Las sabanas oscuras se deslizaron un poco más abajo, revelando a los ojos de Sesshomaru la extensión suave y firme de la espalda de Rin y los hoyuelos sobre su trasero. Sesshomaru se humedeció los labios secos.
Esto era... Desconcertante. Había tenido cuatro orgasmos perfectamente satisfactorios la noche anterior. Él había tocado y besado cada lugar del cuerpo de Rin, y había sido tocado por todas partes a cambio.
No quedaba ningún misterio.
En este punto, sabía todo lo que tenía que saber sobre el cuerpo de Rin. Un hombre podría venirse solo una cierta cantidad de veces en tan poco tiempo. Debería sentir nada más que agotamiento, y desinterés. Sus manos no deberían estar hormigueando con el deseo de tocar, y su boca no debería sentirse seca. No debería sentirse tan ansioso como un adolescente, su polla ya se estaba espesando.
Con un suspiro de exasperación, Sesshomaru se rindió. Haciendo a un lado los mechones negros, se inclino y beso la suave piel en la nuca de Rin. Sus ojos se cerraron mientras inhalaba profundamente. Al menos no había nadie allí para presenciar su falta de autocontrol.
Bueno, las enanas a una puerta de distancia no contaban.
-Sesshomaru.
Sesshomaru se quedo quieto, sus labios aun apretados contra la nuca de Rin. Levantó la cabeza. -¿Si?
Rin no respondió. Su respiración pareja una vez más.
Sesshomaru la miro. Todavía estaba dormida, se dio cuenta con una sacudida. Rin todavía dormía y estaba soñando con él. Podía imaginar lo que estaba soñando, tomando en cuenta que apenas volvió a recostarla sobre su pecho, ella aferró sus hermosos labios a su pezón y lo chupo con avidez.
-"Bien". –Algo dentro de él dijo con maldad. Sesshomaru hizo una mueca. Estos pensamientos malignos y posesivos se le estaban yendo de las manos. ¿Qué seguía? ¿Iba a tatuar sus iniciales sobre la piel de Rin, para asegurarse de que cualquiera supiera que la mocosa tenía dueño?
-"Agárrate, maldito seas".
Su teléfono sonó. Taisho maldijo y estiro su mano para tomar el maldito aparato. Era Koga.
Maldiciendo entre dientes, contestó, con sus dedos enterrados en el sedoso cabello negro, mientras la pequeña amenaza gemía alrededor de su pezón.
-¿Qué?
-¿Dónde rayos estás? La junta del proyecto de fin de semestre era hoy a las 8 en punto.
Frunciendo el seño, Taisho se incorporo. -¿Qué hora es?
-Cuarto para las 8.
Maldiciendo en voz baja, Sesshomaru salió de la cama y se coloco unos bóxers. –Entretenlos. –Colgó.
Nunca había llegado tarde en su vida. Pero tampoco había recibido un regalo por Navidad, de parte de alguna de sus conquistas. Parecía que era un día de lo primero.
Escucho a Rin moverse en la cama. -¿Qué está pasando?
Saliendo de la ducha, Sesshomaru miro a Rin en la cama. Rin estaba sentada, parpadeando, sus ojos cafés aún desenfocados, un rubor atrayente en sus mejillas. Estaba usando la camisa que el se había quitado anoche, revelando uno de sus hombros y clavícula.
Taisho aparto la mirada y abrió el ropero buscando algo de ropa que había dejado cuando se quedaba en la casa. Solo era más fácil y practico que ir hasta su casa, y gastar un montón de dinero en gasolina. Esos pensamientos no ayudaron a apartar su deseo de ir hacia la joven en su cama, y besar el soñoliento puchero de sus labios.
-Llegó tarde a una reunión. –Dijo secamente. –No tienes que levantarte. –Taisho se coloco un pantalón limpio y buscaba una de las camisas que Rin ya tenía planchadas, colgadas perfectamente en una bolsa.
Escuchó una pequeña risa.
-Esto sigue siendo extraño.
Abrochándose la camisa, Taisho se miro en el espejo. Encontró a Rin mirándolo desde el reflejo, mirándolo con una mirada ligeramente soñadora en su rostro.
-¿Qué es extraño?
Los dos miraron a la puerta, las gemelas se asomaban curiosas, Setsuna cubriéndose los ojitos y Towa sonriendo tiernamente. Sesshomaru suspiró.
Les había dicho a las niñas que tocaran antes de entrar. No quería que vieran cosas que no deberían ver y luego tener que explicárselas. Pero supuso que como ellas habían escuchado su voz y la ducha, probablemente pensaron que podían entrar. Al menos Setsuna fue más precavida.
-Ya puedes mirar, Setsuna.
La pequeña se descubrió lentamente los ojos antes de sonreírle, se acerco a Taisho, moviéndose sobre sus talones y las pequeñas puntas de sus pies, viéndolo con admiración. Towa subió a la cama con su madre.
-Mami, ¿Qué es extraño?
Rin le besó la mejilla y la acostó a su lado en la cama. –Que ninguna hubiera venido a despertarnos ya.
Sesshomaru sintió una punzada de... Algo. Sabía que lo que Rin había dicho no era verdad. Él sabía a lo que se refería en realidad. Esto se sentía demasiado normal. Domestico.
Setsuna lo miraba con ojos de cachorrito cuando termino de ponerse la corbata. Suspiro y busco en los bolsillos de su chaqueta. El chocolate blanco en su mano parecía ser algo divino a los ojos infantiles, porque incluso brillaban. Abrazó su pierna antes de subir a la cama con su mamá, escondiendo el dulce.
Rin no había prestado atención por que seguía medio soñolienta y parecía que no quería verlo.
Sesshomaru miro su rostro sonriente antes de apartar los ojos y buscar sus calcetines y atar su cabello.
Podía sentir la mirada de Rin sobre él mientras se ataba el cabello. Había una nueva tensión en el aire que no se sentía precisamente incomoda, pero de todos modos desgarraba los nervios de Sesshomaru. Él estaba vestido. Ya era muy tarde para su reunión. Las niñas estaban en la habitación. No había ninguna razón para vagar como un adolescente, esperando un maldito beso de despedida. Rin no era su esposa, la sola palabra lo hacia...
Disgustado consigo mismo, y completamente enfermo de su propio comportamiento irracional alrededor de Rin, Sesshomaru se dirigió a la puerta.
-Sesshomaru... Sama.
Se detuvo y, al cabo de un momento, volvió a mirar hacia la cama. -¿Si?
Parecía que Rin había decidido aceptar su sugerencia de no levantarse todavía. Estaba abrazando la almohada donde él había dormido, su mirada perezosa y un poco pesada por el sueño, y las niñas los veían curiosas desde la alfombra.
-¿Le llevará mucho tiempo su reunión?
La ola de deseo que se extendió por su cuerpo era casi violenta en su intensidad.
Sesshomaru cerró los ojos por un momento, como si eso pudiera impedirle que dijera lo que definitivamente no debería estar diciendo. –Debería tomar una hora como máximo.
Lamiendo sus labios, Rin bajo la mirada. –No es que lo esté esperando, pero no tengo nada que hacer hoy. Eso es todo lo que estoy diciendo.
Sesshomaru frunció los labios para no sonreír. –Si no tengo asuntos urgentes que requieran mi atención, podría volver para salir a algún lado... Los 4. –Era muy consciente de lo mucho que Rin lo odiaba cuando decía cosas como esas.
Predeciblemente, Rin lo fulminó con la mirada. Esta vez, Sesshomaru no pudo reprimir su sonrisa. Los ojos de Rin se estrecharon antes de que una risa saliera de sus labios. –Usted es un idiota.
-¡Mala palabra!
-Eso no es nada que no supieras antes. –Decididamente ignoró a la pequeña de cabello similar al de su madre.
Rin le dio una mirada pellizcada. –Mire lo que me hace decir.
Sesshomaru rio ligeramente.
Rin parpadeo varias veces, pareciendo desconcertada, lo que hizo que Sesshomaru riera de nuevo.
-Por favor, váyase. –Dijo Rin, gimiendo y enterrando su cara en la almohada. –Tal vez me desperté en una realidad alternativa. Esto no está sucediendo.
-Cerrar los ojos y fingir que algo no es real, es muy infantil de tu parte.
-Infantil. –Repitió Setsuna, señalando a su madre, risueña.
-Infantil. –Repitió Towa, riéndose.
Rin levantó la cabeza con una exagerada mirada de rabia hacia él.
-Genial, ahora le está enseñando sus malos modos a mis hijas. Es bueno ver que al menos sigue siendo mi... –Se interrumpió, su expresión ligeramente perturbada, parcialmente, mortificada.
Sesshomaru se acercó a la cama y la levantó. -¿Tú qué? –Dijo, genuinamente curioso, acerca de la respuesta. Pero si él era honesto consigo mismo, en parte solo era una excusa para volver a tocarla.
Rin lo miro a los ojos, con expresión desafiante. -¿Qué no tiene una reunión súper importante a la que llegar?
La mirada asesina que Rin le dirigía era casi cómica. Era casi excitante.
-Es usted un idiota. –Dijo antes de tirar la cabeza de Sesshomaru y darle un beso profundo.
Sesshomaru le devolvió el beso sin vacilar, su mano se hundió en el cabello de Rin, y la mantuvo inmóvil mientras devoraba su boca. Jodido infierno, sabia tan dulce.
Gimiendo, Rin metió su lengua en su boca y casi lo trepó. Las manos de Sesshomaru viajaron hacia abajo, para agarrar el trasero de Rin.
El teléfono sonó de nuevo.
Con una maldición apagada, Sesshomaru arrancó su boca del beso y miró fijamente el rostro enrojecido de Rin. –Las quiero vestidas y en la puerta para cuando regrese. –Dijo lacónicamente, dejando caer sus manos con cierta dificultad. –No vayan a comer nada.
Rin asintió, pareciendo aturdida y hambrienta, por él.
Volteó a ver a las gemelas. Las niñas se reían graciosamente mientras tapaban sus pequeños ojitos con sus manitas, al parecer no vieron nada más que los besos. Eran tan adorables.
El teléfono sonó una vez más.
Taisho la dejó caer suavemente, se despidió de s... las niñas y salió de la habitación. Si no se fuera ahora, no se iría en lo absoluto.
