Capitulo 18. "Calma".
Esto no era una cita. Esto no era una cita. Esto no era una cita.
Tal vez si Rin se repitiera esto con bastante frecuencia, las mariposas en su estomago finalmente se irían.
Esto no era una cita. Ellos estaban pasando el rato como amigos, con dos niñas pequeñas. Towa y Setsuna no tenían porque confundir las cosas en esta de por si confusa... ¿Relación?
No debía –No debería– complicarlo.
El mes pasado ya había sido lo suficientemente raro como era.
Había estado plagado de rumores en la escuela, profesores exigentes, unos jefes malhumorados y las miradas sisañosas de la anciana Kaede, reprochándola cada vez que Taisho entraba a su casa antes de que las niñas estuvieran dormidas.
Se sentía frustrada consigo misma por meter a su familia en esta maraña de situaciones que pasaba junto al hombre a su lado.
Afortunadamente, las niñas no parecían especular nada, gracias a la inocencia que las rodeaba, y los vecinos no habían chismorreado nada sobre ellos, lo que era sorprendente ya que no podía ser pasado por alto el que Taisho estuviera yendo a su casa cada noche.
Desafortunadamente, la anciana Kaede era otro asunto. Se había dado cuenta de su estado de ánimo, aprovechando una noche que ella había llegado temprano y Taisho llegaría mas tarde.
Antes de retirarse a su casa y que le pagara, la señora le pidió un momento para que hablaran a solas mientras las pequeñas bebían un vaso de leche y veían una película en su laptop.
Después de incómodos preliminares y Rin tratando de decirle de manera amable a la mujer que este no era su asunto, terminó contándole todo.
Después de que Rin termino de hablar, la anciana no le dio un sermón acerca de la virtud de una mujer, y que estaba desperdiciando su tiempo tonteando con un hombre, cuando este no tenía intensiones de convertirla en una mujer de bien.
En cambio, ella la miro con cierta tristeza y dijo: -¿Recuerdas el año pasado en Navidad cuando las niñas participaron en la fiesta que se hizo para los niños?
Rin frunció el seño, ella no había participado porque había tenido demasiado trabajo el día anterior, pero supo que sus hijas se habían divertido.
-No, yo estaba descansando en casa.
La anciana Kaede asintió. –Una de las vecinas propuso que todos los niños participarán en el "Santa Secreto", así que les pidió que dibujaran su regalo en una hoja de papel. El señor Héctor se suponía que sería el que les diera su regalo, pero termino pidiéndoles que pidieran otra cosa. ¿Sabes cuál fue su deseo original?
Rin buscó en su memoria, pero realmente estaba en blanco.
-Nop.
Kaede sonrió, era una sonrisa un poco divertida y muy triste.
-Ellas pidieron que estuvieras feliz. –Sonrió con una mirada melancólica. –Recuerdo que les dije que te pondrías triste si sabías que ellas pensaban que no eras feliz con todo lo que haces para cuidarlas. –Ella la miró a los ojos. –Me gustaría que tus padres hubieran sido más comprensivos, así tú carga de estrés hubiera sido menor, y te darías una oportunidad de ser feliz.
Rin trago saliva y miro a sus manos.
-No sé como eso es relevante. –Cambió el tema, y Kaede lo permitió.
Cuando escucharon que las niñas hablaban emocionadas y se dieron cuenta de que Taisho había llegado, Kaede se puso de pie, la abrazó fuerte, de una forma en que no la habían abrazado antes, de manera maternal y amorosa, y dijo en voz baja. –No permitas que un error del pasado o el miedo al futuro arruinen tu vida. No los dejes ganar. –Y entonces ella se había ido, dejando a Rin con más preguntas y dudas.
Las cosas habían sido raras incluso en el trabajo, ya que Taisho había empezado a ir a ambas cafeterías, revisando papeles y trabajos, siempre pidiéndole bebidas y acaparando su atención, cada vez que un cliente la miraba de más o si se le acababa el café... Curiosamente su taza siempre estaba vacía y la planta al lado de él se murió.
Rodaba los ojos por las excesivas propinas que le dejaba, o porque era un gilipollas por tratar mal a sus demás compañeras que trataban de atenderlo cuando ella estaba ocupada, siempre terminaban llorando, pero si era sincera, también le encantaba cuando salía de trabajar y lo veía ya afuera, recargado en el coche y esperando impaciente por que ella saliera del trabajo.
Siempre se dijo que era una bobada que el ver a una chica siguiendo como tonta a un hombre era ridículo, cuando las había visto en películas cursis de Disney o los dramas de adultos, pero ahora las entendía. Cuando estaban separados, Rin solo tenía que cerrar los ojos e imaginaba las manos de Sesshomaru en sus caderas, sus labios en sus muslos, chupando una mordida de amor en su piel, marcándola, su toque intimo y exclusivo.
Quería ser de Taisho, y ella, que siempre había rodado los ojos ante el comportamiento posesivo y machista de los hombres que actuaban como cavernícolas.
Era ridículo. Ella no era de Taisho. Y Taisho no era de ella. Aunque se habían dicho que se querían, esa había sido la única vez, aunque Taisho le respondió, aun era muy difícil para los dos hablar sobre sentimientos, incluso ella más que Taisho. Ellos técnicamente seguían siendo "Amigos con Derecho a Roce" y nada más.
Rin se repitió a si misma esas palabras cuando Taisho se detuvo en el Franklin Park Zoo. Ella y Taisho en un espacio cerrado siempre era una mala, mala idea.
Rin dejo que las niñas llevaran la conversación todo el camino, luciendo adorables con sus gorritos tejidos a mano que les había dado, y sus pequeñas chaquetas de colores vistosos. Pero si era sincera, si le preguntaran ahora mismo de que estaban hablando, no estaba segura de que responder.
No podía dejar de sentirse nerviosa al lado de Taisho, sus fuertes, grandes manos aferradas al volante, y extrañarlas, extrañar su toque. Sus labios hormigueaban, extrañando los de Sesshomaru. Su cuerpo extrañando a Sesshomaru. Solo pensar en besar a Taisho tenía a Rin clavando sus dedos en su muslo para evitar extender la mano y aferrarse a Taisho como un mono en celo.
Cuando finalmente llegaron, Rin no podía bajar del coche lo suficientemente rápido. Las niñas apenas salieron del coche tuvieron que ser agarradas por los dos por que gritaron emocionadas y casi salieron corriendo como locas a la entrada del Zoológico.
Ellos pudieron entrar por la entrada de personal, en lugar de esperar en la larga cola para entrar en el establecimiento.
-Conozco al propietario. –Dijo Taisho con un encogimiento de hombros cuando Rin había preguntado.
Por supuesto, con su poder, seguramente sería muy difícil para él el solo esperar con gente común. Además aquí realizaba múltiples de sus investigaciones, así que supuso que le darían algún trato especial.
-Vamos a buscar a quien nos de nuestros pases. –Dijo Taisho, cargando a Setsuna sobre su hombro que señalaba todo y con los ojos brillándole con emoción, y guiando a Rin con una mano en su cintura. Rin tomo la mano de Towa con fuerza y se colgó la mochila donde tenía todo lo que pensó que necesitarían.
Esto hizo a Rin sentirse graciosa. Se dijo a si misma que no fuera tonta, la pulguita no podía caminar tan rápido y Rin no era un pulpo, los hombres normalmente ayudaban a sus amigas a cargar cosas pesadas, no es que Setsuna fuera una cosa.
Esto no era ningún problema, o al menos no se supone que lo fuera. Probablemente no se suponía que Rin debería sentir el toque tan agudamente a través de su ropa. Estaba a la vez aliviada y decepcionada cuando llegaron a las oficinas del personal y la soltó, entregándole a la pequeña de cabello negro que hizo pucheros.
Luego de un rato de hablar con un hombre mayor que parecía ser Gerente o algo así, les fueron colocados unos pases VIP y unos brazaletes de goma.
-No se los vayan a quitar. –Les advirtió cuando se despidieron del personal, y él tuvo que controlar las manitas de Setsuna que seguía mirando curiosa su foto en el pequeño rectángulo de plástico que colgaba de su cuello. –Los pases son para entrar a lugares donde normalmente no dejan entrar a los demás visitantes, los brazaletes son localizadores para que sepamos donde se encuentran, en caso de que alguien se pierda.
Las niñas asintieron, y Rin lo miro sorprendida antes de sonreírle.
Sesshomaru las guió a un Jeep, que normalmente conduciría un guía, pero él puso a las niñas en los asientos para bebés y ayudo a Rin a subir, antes de subir al asiento del conductor.
Apenas empezó el recorrido, las pequeñas miraban todo con adoración, haciendo adorables ruidos de asombro, y escuchando atentamente cada explicación detallada que Taisho decía acerca de los animales que veían.
Rin también escuchaba atenta, anotando como loca todo lo que podía sobre lo que explicaba de la anatomía, evolución, alimentación y habitad de cada animal que veían. Tomaba fotos tanto de los animales como de las niñas.
En alguna ocasión Towa repetía que quería tocar alguno, y Taisho respondió que había un área de contacto al que podrían ir después. Casi dejaron sordos a todo el mundo a un kilometro a la redonda por semejante grito que soltaron.
Rin soltó una carcajada antes de darse la vuelta y besar las mejillas de sus pequeñas.
Cuando volvió a su asiento, se dio cuenta de que Taisho la estaba viendo. Se sonrojó, ella tenía una risa de caballo. Sus padres siempre le reprocharon de reírse de una manera escandalosa y ridícula cuando era muy feliz, lo que la había cohibido toda su vida.
Una mueca se cruzó por la cara de Taisho. Rin entrecerró los ojos. –No se atreva.
Los hombros de Taisho temblaron revelando que probablemente se reiría. No en esta vida. –Si alguna vez quiere que repita el truco que hicimos anoche, no se atreva a reírse.
Todo rastro de diversión en Taisho desapareció al instante, lo que casi la hizo reír de nuevo. Casi.
-¿Truco? –Preguntó Towa curiosa.
Rin se puso del color de las manzanas en su mochila. -¿Tienen sed? –Rápidamente abrió su mochila para sacar algo y les dio un par de cartoncitos de jugo.
Las niñas hicieron pucheros porque no respondieron su pregunta, pero aceptaron encantadas su bebida.
El resto del día pasó con Rin tomando fotos y notas de los animales del lugar, Taisho tomándole fotos a ella y a las niñas. Después de mucha insistencia, los 4 aparecieron en una foto, las niñas saludando a la cámara, Taisho era el que tomaba la cámara, y Rin en un gesto atrevido, le dio un beso en la mejilla al momento de la foto.
Ninguno mencionó nada, pero se sintió cálida por dentro.
A la hora de ver a los animales grandes, las niñas corrieron a esconderse detrás de Taisho al ver a las serpientes, tigres y osos. Fueron un poco más valientes al acercarse tomadas de la mano de Taisho.
Era casi un alivio que se llevarán tan bien, aunque Taisho tenía cierta debilidad por Setsuna, siempre estaba cargándola, explicándole cosas con detenimiento, e incluso acomodando su larga melena azabache dentro del gorro.
El corazón se le derretía cada vez que los miraba.
El zoológico de contacto fue aun peor. Rin se recargó en el corral, viendo a las niñas corretear a los ciervos bebés, a los ualabís, los pájaros y los conejos. La foto de ellas cargando a los conejos fue la más adorable: Towa tenía un conejito negro en sus brazos y reía adorable, mientras que Setsuna tenía un pequeño conejo blanco como la nieve sobre su cabeza y parecía un poco asustada.
-"Kami, sé que no me has tenido en alta estima, pero por favor, por favor, no hagas que me pidan un conejo..." –Rin rezaba en silencio mientras miraba las fotos en su cámara.
-Rin.
Rin se congeló. Esa voz era... No, no, no. Acepto el conejo, acepto el conejo. Maldición, aceptaría un cocodrilo de mascota, si la persona que le hablaba no era...
Lentamente, con una sonrisa tensa miro a la persona detrás de ella. –Hola, Kohaku.
El castaño le sonreía mientras portaba una cámara de fotógrafo profesional y un equipo de campismo en su espalda.
-Que milagro encontrarte fuera de la escuela. –Kohaku la abrazó, y Rin correspondió el gesto. -¿Qué te trae por aquí?
-Bueno, yo...
-Mami, ¿Podemos tener...?
Rin se congeló. Joder, no.
Kohaku y ella se separaron, viendo a las niñas. Las niñas también lo miraban curiosas.
Mierda, mierda, mierda, mierda. ¿Ahora qué? No había manera de que esto le estuviera pasando a ella... Y el día había comenzado tan bonito.
-¿Quién es? –Towa ladeo la cabeza.
-¿Quién es? –Setsuna se cruzó de brazos.
Kohaku la miró, evidentemente haciendo la misma pregunta en silencio.
Rin miro de uno a otro hasta que suspiró. -"Al mal paso..."
-Niñas, el es Kohaku, es un buen amigo de la escuela. –Se arrodilló a la altura de sus pequeñas que la miraron y luego al chico. –Kohaku, ellas son mis hijas, Towa y Setsuna.
-Hola, Kohaku. –Dijo Towa. Setsuna aun lo miraba inquisitivamente.
Después del impacto inicial, Kohaku sonrió y se arrodilló frente a las pequeñas. –Hola, preciosas. ¿Alguien les ha dicho que son tan hermosas como su mami?
Las mejillas de Setsuna se colorearon de un hermoso carmesí. Towa se tapo las mejillas y rió adorable. Rin sonrió por la amabilidad del chico. Setsuna parecía haber entrado en alguna especie de Shock por que no le quito la vista de encima a Kohaku aun cuando este volvió a hablar con Rin.
-No sabía que tenías una familia.
-Bueno, solo Kagura lo sabe... No quiero que la gente sienta lastima por mi o algo. –Apartó la mirada, algo alerta por la reacción de su amigo, él era una persona increíble y un amigo genial, y no quería perderlo.
-No digas esas cosas. ¿Realmente creíste que te tendría lastima o algo así? Deberías habérmelo dicho, así hubiera podido reducir tus horas de estudio y dejarte tiempo con ellas.
-No es necesario, Kohaku, en serio.
Kohaku suspiró antes de abrazarla. Rin se paralizo, pero correspondió el abrazo.
-No tienes que ser fuerte todo el tiempo, no tienes que guardarte todo, no eres de piedra. Si alguna vez necesitas ayuda, allí estaré, pero no creas que eres débil porque no puedes con todo. Eres muy fuerte, Rin. Levanta la cabeza y presúmelas, di con orgullo lo que eres. Nadie va a juzgarte, y nadie tiene porque menospreciarte por algo así. Tú vales mucho, y eres una persona increíble, cualquiera que no se dé cuenta es un bastardo imbécil. ¿Estamos claros?
Rin quería llorar, era la primera vez que alguien le decía cosas tan lindas, desde... su hermano. Había sido tan desgarrador para ella el perderlo, pero ahora agradecía el haber encontrado a Kohaku, en cierta manera le recordaba mucho a él. Su amabilidad y cariño le recordaban a él, y eso la hacía sentir menos sola.
Se separaron y Kohaku recogió su mochila del suelo. –Iba a ir a la zona de acampar, tengo que hacer un proyecto para el final del curso y quiero tener detalles de fuentes confiables. ¿Quieren acompañarme?
-Muchas gracias, Kohaku. Pero temo que tendré que rechazar tu invitación. Vinimos acompañadas así que...
-¿Acompañadas? –Pregunto Kohaku.
-Sí. –Dijo Rin algo apenada. –Pero gracias de todos modos. Te veré en la escuela mañana, ¿Está bien?
Kohaku le sonrió, se despidió de las pequeñas y camino hacia el bosque donde había un grupo de gente esperando para entrar en el lugar y empezar con el campamento.
Un campamento podría ser divertido.
-Ahora tú lo miras como si fuera un Waffle.
Rin miró a sus pequeñas y vio a Towa picando la mejilla regordeta de Setsuna que seguía mirando hacia Kohaku. Rin soltó una carcajada y las cargó, llenándolas de besos. Las niñas rieron y la abrazaron.
-Es muy viejo para ti, nena. –Rin dijo mientras las ayudaba a salir del Área de Contacto.
-Para el amor no hay edad. –Setsuna dijo con un tono serio, pero que la hacía ver encantadora.
-¿Dónde escuchaste eso? –Rin miro a su pequeña, con sorpresa clara en su rostro.
-Lo dijeron en la novela de la señora Kaede. –Informo Towa. –Dicen frases muy graciosas allí.
Rin negó con la cabeza, pensando en hablar seriamente con ellas sobre no ver más los programas que Kaede veía en la televisión.
Chocó sin darse cuenta de que ya estaban de vuelta en la Jeep y había chocado con el cuerpo firme de Taisho. No alcanzó a disculparse, por que él ataco su boca con un beso demandante, duro y salvaje, mordiendo sus labios de forma agresiva y apretando sus caderas con dureza.
Rin abrió la boca para protestar, pero cuando sus lenguas se tocaron, dejó de pensar.
Cuando el aire empezó a ser necesario, se separaron, y Rin pegó su frente a la chaqueta de Taisho, respirando desesperadamente. Kami, ese beso la iba a dejar seca.
Miro a las niñas que, como ya era costumbre, cubrían sus pequeños ojos. Riendo ligeramente trato de decir algo, pero la voz no le volvía, y las piernas las sentía como gelatina. Alzó la mirada hacia Taisho, y la lengua se trabó en su boca cuando lo miró. Su mirada era dura y penetrante, pero no dejo de acariciar su espalda o pasar sus dedos por su cabello.
-¿Tomaste las notas que necesitas para la clase del Lunes? –Su voz era ronca y baja, casi como cuando tenían sexo, pero se sentía tan sensual ahora.
Ella hizo un sonido, parecido a un gemido, antes de acurrucarse en la suave estola que llevaba puesto el peli plateado. Sí, definitivamente hizo bien en hacérsela.
-Vámonos.
Lejanamente escuchó las quejas de las niñas. Lejanamente sintió sus piernas moverse hasta acomodarse en la Jeep, y ni siquiera recordaba como rayos salieron del enorme zoológico y se dirigían a casa.
Su mente seguía en otro mundo y su mano tomaba la mano de Taisho que estaba sobre la palanca de mando. No le dijo nada. Ella tampoco lo hizo.
. . .
Por lo general, Rin era de sueño ligero. Pero cuando la puerta de su habitación se abrió esa noche, Rin tuvo dificultad para despertarse, su mente mareada.
Se hundió más profundamente en el hombro caliente de Taisho, sus manos apretando alrededor del brazo musculoso de Taisho. Las voces parecían venir de muy lejos.
-Tu madre está dormida. –Dijo Taisho. –Regresa a la cama.
-Pero... Pero yo tuve una pesadilla. Tengo miedo. Mami siempre me abraza cuando tengo miedo.
Era Towa.
Rin trató de abrir los ojos, por su vida que lo intentó. No funcionó.
-Towa. –Dijo Taisho severamente. –Eres una niña inteligente. No puedes dormir con Rin porque la cama es demasiado pequeña para nosotros tres.
-Dormiré con mamá. Tú puedes ir a dormir con Setsuna.
Taisho se rió entre dientes. –Yo no creo que vaya a caber en tu cama, enana.
Towa pareció pensarlo mejor. –Puedo dormir sobre ti. Tú eres grande, y a mamá le gusta dormir encima de ti.
Ella ciertamente lo hacía, pero aún así era perturbador que Towa supiese eso.
-No puedes dormir en mí.
-¿Por qué?
-Porque... Porque... Bien. –Taisho espetó al fin, para sorpresa de Rin.
Chillando de alegría, Towa trepó a la cama y al pecho de Taisho.
-Eres muy cálido. –Dijo, bostezando.
Él en verdad que lo era. La habitación era fría, pero Sesshomaru era muy cálido. Tan cálido.
-Duérmete. Y no te hagas pis encima de mí. –Taisho se quejó.
-¡Yo no soy un bebé! Soy grande. No me hago pis en la cama.
-Bien. Ahora duérmete.
-No tienes pelo divertido en el pecho. Mi tío tenia pelo divertido en el pecho cuando fuimos a con él a nadar... ¿Por qué tú no tienes?
Eso hizo a Taisho pausar. –Dormir.
-No tengo sueño.
-Inténtalo.
-No te gusto. –Towa murmuró. –Te gusta más Setsuna.
Un suspiro pesado. -¿Por qué crees que ella me gusta más?
-Le diste chocolate ayer.
Rin frunció el seño. ¿Eh?
-Porque ella lo pidió. Si quieres algo debes pedirlo.
-Así que si yo lo pido, me darás algo... ¿Cualquier cosa? ¿Cualquier cosa?
-Si digo que sí, ¿Vas a dejar de hablar y dormir?
-Sí.
-Bien. ¿Qué quieres?
Towa pareció pensarlo un momento antes de decir. –Quiero un cachorro. Blanco y esponjoso. Con una luna morada en la frente.
Una pausa. –Elige otra cosa.
-¡Pero dijiste cualquier cosa!
Rin volvió a dormirse, aún sonriendo. Pensando que era alucinante que uno de los hombres adultos más inteligentes que ella hubiera conocido, hubiese sido derrotado por una pequeña niña de 4 años.
. . .
-Entonces... –Dijo Kagura, echándose hacia atrás, y meciéndose un poco en su silla. -¿Qué está pasando contigo y Taisho?
Rin levantó la vista de su plato a su amiga. -¿Eh?
Kagura rió suavemente. –Vamos. No estoy ciega. Ha estado sucediendo desde hace semanas. Creí que te cansarías de él para ahora, pero todavía luces totalmente perdida por él la mayor parte del tiempo.
-¡No lo estoy!
Kagura le dio una mirada escéptica.
Haciendo pucheros, Rin admitió. –Sí, de acuerdo. ¿Y qué?
Kagura le restó importancia con la mano. –Hey, yo no te estoy juzgando. Lo que sea que te saque esa sonrisa de estúpida cuando llegas a la escuela. –Se encogió de hombros con una sonrisa divertida. –No es asunto mío si estás enamorada de su polla.
Rin se dejó caer pesadamente en su silla y miró sombríamente a Kagura. –Puede que sea un poquito más complicado que eso. –Se paso una mano por el flequillo, suspirando. –Ni siquiera estoy segura de cómo actuar con él en clases ya. Es como si mi cerebro dejara de funcionar cuando él está cerca. –Ella hizo una mueca. –Yo lo besé ayer afuera de su oficina. No pude evitarlo. Tuvimos suerte de que era tarde y nadie nos vio... Creo.
Las cejas de Kagura casi alcanzaron el nacimiento de su cabello. Sonrió. –Espera, están... ¿Cómo en una relación?
Rin se frotó la mejilla, riéndose nerviosamente. –No, quiero decir... No lo sé. Yo... Yo... Como que le di una llave... De mi... Casa.
Kagura se echó a reír.
Rin le cubrió la boca molesta. -¡Cállate! ¡Tenía mucho sentido hacerlo! ¡A veces él viene muy tarde y no quiero que despierte a las niñas con el golpeteo! ¡Esto no significa lo que crees que significa!
-Oh, ¿En serio?
Rin dejó escapar un suspiro.
-No lo sé. Las cosas han sido raras últimamente. Él es tan bueno conmigo a veces, y me siento como... me siento tan bien con él, ¿Sabes? Feliz. Es tan confuso.
-No jodas. ¿Ustedes no hablan?
Rin se encogió en su lugar. –Claro, hablamos, pero no sobre eso. Él viene a mi casa por la noche, y si las niñas están todavía despiertas... No es que no podamos tener una charla apropiada. Si ellas ya están en la cama, no gastamos mucho tiempo hablando. Solo quiero que esté desnudo y sobre mí. Y él no es exactamente del tipo conversador.
-Bueno, parece que él quiere hablar esta vez. –Kagura apuntó con la barbilla a algo detrás de ella.
Rin volteó la cabeza, y vio a Taisho caminar hacia ella rápidamente. Rin se puso de pie y dio un paso lejos de la mesa justo cuando Taisho llegó hasta ella.
-¿Pasa algo malo? –Rin murmuró, mirando a su alrededor. Estaban atrayendo miradas curiosas. Los instructores normalmente no visitaban la cafetería.
Los hombros de Taisho se relajaron un poco. –No. –Dijo, dando la vuelta y saliendo de la cafetería, esperando claramente que Rin la siguiera.
Rodando los ojos, Rin lo hizo.
-Me voy por unos días. –Dijo Taisho una vez que estaban afuera.
-¿Donde? ¿Por qué?
-No importa. No te incumbe.
Rin cruzó los brazos sobre su busto. -¿De verdad? ¿Entonces por qué siquiera me lo está contando?
Ellos se quedaron mirando el uno al otro. Rin se negaba a bajar la mirada.
-Me voy. –Dijo Taisho con carácter definitivo.
-Bien. Vaya. –Rin se mordió el interior de la mejilla, tratando de contener decenas de preguntas. Preguntas que la harían ver como una patética y necesitada niñita adolescente.
Taisho dio un paso hacia ella. Sus rostros estaban a pulgadas de distancia ahora. Había una extraña inquietud en los ojos dorados de Taisho.
Algo estaba cambiando entre ellos, y eso asustaba a Rin. Y le excitaba.
Pasaron unos segundos, en que solo se miraron. Un tipo salió de la cafetería, y ellos se apartaron bruscamente.
-Señor. –El chico dijo respetuosamente a Taisho.
-Cierto. –Dijo Rin, poniendo las manos detrás de su espalda y jugando con sus dedos. –Me voy. -"Antes de saltar sobre usted, y besarlo delante de todos".
Taisho asintió con rigidez y se alejó.
Rin suspiró. Maldita sea. Quizás unos pocos días de descanso podrían hacerles bien. Las cosas se estaban poniendo demasiado extrañas.
O quizás el problema era que ya no eran tan extrañas.
. . .
La señora Kaede, muchas veces, les llevaba hojas blancas en las cuales podían dibujar aquello que más les gustaba, siendo la mayoría de veces dibujos de su mamá.
Aunque últimamente, para sorpresa de la señora Kaede, un nuevo integrante se unía a las representaciones graficas de las pequeñas.
-¿Dónde están? –Pregunto la señora Kaede, mientras la pequeña Setsuna coloreaba lo que parecía el cielo.
-Estamos en el zoológico.
-Ya veo. Estas tres son su mamá y ustedes, ¿No?
-Sip.
-¿Y qué es esto? –Preguntó mientras señalaba unos hilos plateados que la niña había pintado con mucho entusiasmo.
-Es el señor Sesshomaru. –Dijo Setsuna con una sonrisa.
-Ya veo... ¿Y por que los dibujas con ustedes, Setsuna? –Preguntó curiosa.
-Porque es la persona que quiere mami, y mami quiere al señor Sesshomaru. –Contestó con inocencia la menor, ajena al rostro sorprendido de la anciana.
-¿Y esto es? –Preguntó, señalando otro punto negro en el papel.
-Es el joven Kohaku, es amigo de mi mamá.
-¿Y por qué lo pones junto a ustedes?
-Porque va a ser mi novio. –Dijo con una gran sonrisa.
La anciana se rió de la niña. -¿Y por eso vino por ti en su caballo?
-No es un caballo. –Dijo haciendo pucheros. –Es un Dragón... De dos cabezas.
-¿Y porque un Dragón?
-Me gustan los dragones.
Kaede suspiró, era una bebé, ella podía hacer y dibujar lo que quisiera. -¿Y que es esta manchita roja?
-Es un señor que estaba viéndonos en el zoológico. –La pequeña volvió a agregar color a su dibujo, ignorando la rigidez en los hombros de la señora, que se levantó, y se alejo de ellas.
Towa, su hermana, había estado sumergida en su propio dibujo, usando esta vez, el color plateado más que de costumbre.
-Estoy segura de que a mamá le encantará mi dibujo. –Aseguró la pequeña de cabello azabache con una sonrisa, mientras se deleitaba viendo su obra maestra. –Mira Towa, ¿Verdad que le gustará a mamá? –Preguntó sonriendo, pero la gemela no le hacía caso. –T-o-w-a, T-o-w-a, mira, Mira. –La pequeña pico su cachete, pero obtuvo el mismo resultado.
-Sí, está muy bonito. –Susurró mientras seguía coloreando.
Un hermoso mohín apareció en los labios de Setsuna. –Towa-neechan, ¡Hazme caso! –Gruñó molesta, estrellando sus pequeños puños en la mesa. -¿Qué tanto haces? –Preguntó, mientras se estiraba en sus pequeñas puntas de los dedos de sus pies para ver el dibujo.
-Es secreto, cuando termine te lo enseño. –Dijo tapando su dibujo con su pequeño brazo.
-No se vale. –Volvió a hacer berrinches. –Yo siempre te ayudo, y te enseño mis cosas. –Reclamó, observando como la de ojos rojos no cedía ni un poco.
Se sentó en su lugar y recargó su pequeña barbilla en la mesa. Estuvieron un rato así, en silencio, hasta que por fin la pequeña Setsuna dijo. -¿Crees que el señor Sesshomaru se quede con nosotras? –Pregunto a su hermana mayor.
-¿De qué hablas? –Contestó Towa, cuando finalmente soltó el color.
-Mamá es feliz ahora, ¿Verdad?, cada vez que el señor Sesshomaru viene, ella es muy feliz, y a mí me gusta verla así, me gusta la sonrisa que mamá pone cuando está con él y la que nos da a nosotras. Ya no se siente rara. –Contestó.
Towa se sorprendió por las palabras de su hermana, ella también había notado que desde que ese hombre había llegado a sus vidas, su madre era más feliz, y más sincera cuando sonreía.
-Cuando el señor Sesshomaru venga le enseñare mi dibujo, estoy segura de que le hará feliz. –Afirmo sonriendo. –Él también es feliz cuando esta con mamá... Ya no hace esa cara que da miedo, tan seguido... –Setsuna se rió graciosamente.
-A menos que otro chico se acerque a mamá. –Towa también se rió. -¿Crees que él quiera ser nuestro papá?
Los ojos de Setsuna se iluminaron. –Se lo preguntare cuando regrese.
-Niñas, vamos a la tienda a comprar algunas cosas. –Les dijo la señora Kaede mientras agarraba los suéteres de las pequeñas.
Al salir todos de la casa, se podían ver los trabajos donde coloreaban por minutos: El primero, donde Setsuna había trabajado, mostraba un vago intento de Rin y Sesshomaru aparentemente tomados de la mano y sonriendo con un montón de cosas a su alrededor, tratando de representar el día en el zoológico.
Y en el lugar de Towa, se veía el dibujo de dos adultos y dos niñas sonriendo, con un gigantesco perro blanco atrás de ellos, cuidándolos.
