Capitulo 19. "Tormenta".

Taisho no regreso en unos pocos días. Tampoco llamó.

Rin sabía que podía llamarle, pero la sola idea le hizo temblar. No quería parecer pegajosa.

Para el Viernes, Rin no sabía que pensar. No ayudo el que Towa y Setsuna continuaran preguntando sobre el paradero del peli plateado –alegando que tenían algo sumamente importante que decirle–, era una pregunta para la que Rin no tenía una respuesta.

¿Dónde estaba él?

Era un pensamiento persistente en la parte posterior de la mente de Rin el que Taisho era un compromiso fóbico. Tal vez la había dejado por que esta... "Cosa" entre ellos le asustó.

Si eso era así, bien. Muy su problema.

Rin seria condenada si se dejara ser la clásica chica pegajosa.

Distrajo su mente con otros asuntos, por ejemplo, el que finalmente estaba mejorando en todas sus materias, había conseguido un aumento en el trabajo, y la posibilidad de entrar como pasante en el Franklin Park Zoo. Además, de que finalmente consiguió entregarle a Kohaku su regalo antes de que este entrara en el periodo de las tesis de investigación.

El pobre había estado exhausto, cayendo a su lado en las horas de los almuerzos como un peso muerto, y luciendo como uno. Afortunadamente, ella siempre llevaba un bento extra para casos así, por lo que al menos no se iba a morir de hambre.

Ahora estaba en su única hora de descanso del día, disfrutando de una malteada de chocolate mientras leía en su teléfono un libro. Estaba empezando la saga de los Bridgerton y estaba completamente atrapada con la historia. Pero hoy, con tantos pensamientos confusos en su cabeza, no podía pasar del tercer párrafo que había leído ya tres veces al no comprenderlo del todo.

Tal vez podía escuchar un poco de música e ir a las canchas, estaban casi vacías a esta hora y podría jugar un poco de Baloncesto, aunque no quería llegar a su siguiente clase sudada.

-Señorita Jundo. ¡Señorita Jundo!

Rin volvió la mirada a donde la estaban llamando. Era el decano. Se levanto rápidamente a ver que necesitaba.

-Dígame, señor Saya.

-Necesito que me haga un favor.

-¿Eh? ¿Yo?

El hombre la tomo del brazo y la guio bruscamente hacia otra zona, ¿Quién diría que el viejo y bajito hombre tendría tanta fuerza?

Uno de sus pasos falló, y estaba a punto de ser presentada con el piso de la Universidad cuando unos brazos la atraparon. Unas manos fuertes y cálidas alrededor de su cintura.

Alzo la mirada, encontrándose con unos ojos verdes mirándola fijamente. Era el hombre de la cafetería.

-¿Te encuentras bien? –Le pregunto el pelirrojo sin soltarla.

-¿Eh? Si, gracias.

Era un poco rara la situación, porque nunca la habían sostenido de esta manera. El hombre la ayudo a ponerse de pie de nuevo.

-¡Lo siento mucho, Rin! –Saya rápidamente se acerco para revisar que estuviera bien.

-Estoy bien. –Le sonrió al anciano, pero aun podía sentir la mirada del pelirrojo sobre ella.

-Ah, gracias a Dios. –El anciano se aclaró la garganta y los presento. –Señor Kirinmaru, ella es la señorita Jundo Rin. Estudia la carrera de zoología, es una estudiante modelo con notas de lo más destacadas y un rendimiento impresionante.

Rin se sonrojo, no era del todo verdad.

-Rin, él es el señor Kirinmaru. Nos está visitando el día de hoy para hacer un tour por las instalaciones de nuestra prestigiosa institución.

Kirinmaru le dio una ligera reverencia. Rin le sonrió e imito el gesto. Kirinmaru le ofreció la mano, y cuando Rin la tomo, este la jalo hacia él y deposito un suave beso en los nudillos de la joven.

Rin dio un respingo y escucho una conmoción detrás de ella. Todas las chicas a su alrededor miraban la escena cubriéndose la boca o las mejillas. Incluso el señor Saya estaba perplejo.

Rin aparto su mano, no quería mas rumores a su alrededor y mucho menos malos entendidos.

-Bueno, señor Kirinmaru, Rin puede guiarnos el resto del camino. –Saya dijo cuando recupero la capacidad de hablar.

-¿Eh?

-Eso sería maravilloso. Un poco de compañía vendría bien. –Dijo Kirinmaru sin apartar la vista de ella.

-Pero yo...

Saya la empujo a un lado, aprovechando que una de las profesoras se había acercado a hablar con el pelirrojo.

-Escucha, Rin. El hombre está interesado en donar parte de sus nada despreciables fondos a la Universidad, y debe ver lo comprometidos que estamos. Necesito a una persona inteligente que no trate de seducirlo para convencerlo de que esta es una institución decente a la que destinar su territorio. ¿Puedo contar contigo?

-Pero... Pero... Pero yo-

-Me alegra que aceptes. –La guio de regreso al hombre de traje. –Ahora, ya que estamos todos, podríamos seguir con el recorri-

-En realidad. –Le dijo Kirinmaru con una voz suave que hizo que muchas chicas, incluida la profesora, suspiraran. –Creo que sería más pleno el recorrido, si cuento con la opinión de una joven no influenciada por la avaricia. –La mirada seria que dirigió a Saya heló la sangre, pero Rin era algo inmune gracias a haber compartido tantas clases con Taisho.

Saya solo asintió, retrocediendo algunos pasos y alejándose de ambos.

-Señorita Rin, ¿Quisiera hacerme el favor de acompañarme? –Le sonrió de una manera agradable.

Rin dudó, pero no quería meterse en problemas con el decano de la escuela, así que acepto.

El pelirrojo le ofreció su brazo. Después de echarle un vistazo a Saya, que movió sus manos hacia ella en un gesto de que lo aceptara, se colgó de su brazo y lo guio por el camino.

El aroma de su colonia era muy agradable.

. . .

-¿Qué te pasa, enana? –Kagura le preguntó, cuando se sentaron en la clase de Taisho.

-Nada.

-Te ves sonrojada.

-Es que no hace calor. –Rin murmuró, frotándose la mejilla. No quería decirle que el señor Kirinmaru no solo había sido una compañía agradable, y un orador elocuente e inteligente. No quiso discutir sobre ese día que lo había conocido, después de todo no es como si hubiera tratado de besarla o algo, pero si había encontrado un poco tensa la situación.

Al final del recorrido la soltó, beso su mano nuevamente y murmuró: -Espero poder encontrarla de nuevo por aquí, señorita Rin. –Casi ronroneó en su oído antes de alejarse.

Ella se había puesto colorada y corrió al primer cuarto de baño que encontró para echarse agua a la cara. Estaba muy abochornada, pero no era ni de cerca la sensación de plenitud que sentía cuando Sesshomaru le hacía sentir con solo una mirada a su persona.

Bufó enfadada con ella misma. Tal vez estaba perdiendo la cabeza. Se recordó que estaba platicando con Kagura y se apresuro a responder.

-Solo estoy... –Se interrumpió a sí misma, notando al profesor que entraba en el salón de clases. No era Taisho.

Su corazón se hundió.

La profesora Ayumi se sentó detrás del escritorio de Taisho, y sonrió a los estudiantes. –Buenos días. –Dijo la mujer alegremente. –Voy a estar reemplazando al profesor Taisho hasta nuevo aviso.

Una alegría recorrió la habitación.

Rin levanto la mano.

-¿Si, señorita Jundo? –Dijo Ayumi.

-¿Dónde está Taisho-sensei?

Ella arqueo las cejas. –No estoy segura de que sea su problema, pero si quiere saberlo: El profesor Taisho está ausente debido a circunstancias familiares.

-Sí. –Dijo Yura, que se había inclinado en su asiento para hablar con ella. –He visto en las noticias que él tomara el control en la empresa de su familia y se estará casando con la hija de un político extranjero. Ya decía yo que el hombre era demasiado rico aun para ser profesor aquí en Harvard.

Rin se quedó mirándola, aturdida.

Kagura le tomo la mano bajo el pupitre le dijo algo, pero apenas podía oírla.

¿Casado? ¿Sesshomaru?

-No puede ser verdad. –Susurró, más para sí misma que para la otra chica. –Él no es empresario. Y él es... "Mío".

Excepto que no lo era, ¿Verdad?

No tenía ningún derecho a estar enojada.

No era nada el uno del otro.

-¿Estás bien? –Dijo Kagura, que la miraba con el seño fruncido.

-Estoy bien.

-Rin.

-¡Estoy jodidamente bien! –Rin respiró hondo y dijo, más suave. –Lo siento. Estoy bien.

. . .

Rin volvió a casa temprano, despidió a la niñera se sentó en el sofá y vio a las gemelas jugar.

Sus vestidos estaban gastados y demasiado pequeños para ellas. Necesitaban ropa nueva. Cerró los ojos y pensó en cuánto costaría. La Navidad no estaba muy lejos, y las Navidades eran caras, por lo que necesitaba ahorrar dinero. La nueva ropa para las niñas tendría que esperar hasta que encontrara un trabajo mejor.

Rin suspiro, frotándose la cara. Sí. Eso era en lo que necesitaba enfocarse. No más distracciones. Las niñas dependían de ella.

El sofá se hundió cuando las pequeñas pulguitas de pronto subieron a él.

-Estás triste. –Dijo Setsuna.

-No nos gusta cuando estás triste. –Dijo Towa.

Rin sonrió y envolvió sus brazos alrededor de ellas, tirando de ellas cerca. Eran muy cálidas y olían a jabón y dulces. A inocencia.

-No. –Dijo. –Por supuesto que no estoy triste.

-¿Cuándo va a volver el señor Sesshomaru? –Pregunto Towa, una vez más, sus ojos rojos muy abiertos y brillando con lagrimas. –Él me prometió un cachorro. Con una luna morada en la frente.

Setsuna se chupó el pulgar. –Sí, ¿Cuándo va a volver?

El corazón de Rin se apretó. En ese momento, ella odiaba Sesshomaru Taisho más que a nada. Las niñas no tenían a nadie excepto a Rin. Por supuesto que se habían apegado a Sesshomaru, ya que había estado prácticamente viviendo con ellas el último par de semanas. Les prestaba su celular para jugar, les ponía documentales infantiles, les daba dulces y contestaba a cada pregunta que saliera de sus adorables mentes infantiles.

Rin sonrió, pero se sentía más como una mueca. –No pareciera que vaya a regresar, pulguita.

Las cejas de Towa se fruncieron. -¿Por qué?

¿Cómo se suponía que iba a responder a eso?

Rin desvió la mirada. –Porque él tiene su propia familia. Y parece que su madre le pidió que se casara. –Al menos esa era la única explicación que se le ocurría. –Él va a formar una familia ahora.

-¿Por qué? –Dijo Towa.

El labio inferior de Setsuna tembló. -¿Por qué?

Rin miró entre ellas y no sabía que decir. –No sé, nena. –Murmuró, presionando sus labios en la frente de Setsuna y abrazando a Towa más cerca. –No lo sé.

Se quedaron un rato en silencio, escuchando los pequeños sollozos de las gemelas y tratando de retener las suyas propias.

-¿Hice algo que lo enojara? –Pregunto Setsuna. -¿Puedo hablar con él y disculparme?

Las lágrimas de Rin finalmente bajaron. –No, amor. Tú no hiciste nada mal. No es culpa de ninguna de las dos.

Setsuna sollozó un poco más y corrió a encerrarse en la habitación de su madre. Towa en cambio se aferró como si ella también fuera a irse en cualquier momento. -¿Por qué siempre que conocemos a alguien se aleja de nosotras?

-Bebé, no digas eso. La gente es estúpida y no sabe valorar al par de angelitos que Kami me regalo, hace ya tantos años. No es culpa tuya, ni de tu hermana, ni mía.

Towa trato de sonreírle, antes de levantarse y seguir los pasos de Setsuna.

Rin se puso de pie y las siguió. Su corazón se rompió al ver a Setsuna abrazada a su estola, llorando sobre la cama, y Towa abrazándola. Siempre supo que esas dos eran más cercanas que con su propia madre, dado que pasaban juntas la mayor parte del día juntas, pero ahora se sentía incluso excluida de que ellas no compartieran sus sentimientos con ella. Towa no debería ser la que consolara a su hermana. Ella debería de hacerlo.

Tocaron a la puerta principal. Rin se limpio las lágrimas y cerró con cuidado la puerta de su habitación. Camino por el pasillo y abrió la puerta.

-¿Kag? –Se sorprendió de verla allí.

-Lo sabía. No estás bien. –Dijo su amiga de forma seria, notando los ojos rojos de su amiga. –Jamas has sido buena mintiendo, Rin. –Dijo seria, viendo como las pequeñas niñas se asomaban por la puerta del cuarto.

-Kag, no es un buen momento, en serio. –Dijo con cansancio.

-¿Y qué piensas hacer? ¿Quedarte cruzada de brazos y sufrir?

-Yo no estoy... –Trató de replicar, pero su amiga lo impidió.

-Deja de mentir, estúpida. –Gruñó, molesta. –Es obvio que lo de Taisho te molesta más de lo que te gustaría admitir. –Dijo jalándola hacia fuera del departamento para evitar que las niñas vieran aquel aspecto tan patético de su madre. –Lo primero que deber hacer es aceptar tus sentimientos.

-Pero... Pero yo... –No sabía que decir. Jamas en todos sus años de conocerse, Kagura le había hablado así.

-Si en verdad estas bien con esto, déjalo como está, pero solo si estás bien, y siendo honesta. –Tomo la mano de la pequeña de ojos chocolate. –Eres mi mejor amiga, Rin, y jamás te juzgaría, pero por una vez en tu vida, sé honesta contigo misma y acepta que no te da igual todo este asunto.

Rin no pudo aguantar más, su corazón se estrujaba con fuerza, el nudo en su garganta se intensifico, impidiendo que tragara saliva o dijera algo coherente. –No... –Volvió a susurrar. –Yo... Yo no quiero... –Volvió a decir, molesta de que Kagura siempre sacara lo que ella en verdad pensaba aunque luchara por ocultarlo. –Sí... Me enamore del idiota de Sesshomaru. –Susurró, mientras por fin empezaba a llorar.

Kagura únicamente vio sorprendida a su amiga, porque era de hecho la primera vez que la escuchaba decir el nombre de Pila del Youkai de ojos Dorados.

-Entonces, ¿Qué rayos estás haciendo aquí? Ve por él. –Dijo, viéndola a los ojos.

Al escuchar esa afirmación, Rin salió corriendo.

-¡Toma la decisión correcta, Rin! -Alcanzó a escuchar que le decía su amiga.