Capitulo 22. "Cambios Inesperados".
Rin se había preguntado como había logrado emborracharse aquella noche donde todos sus problemas comenzaron, si el sabor a Alcohol era desagradable. Bueno, aquella vez las bebidas eran dulces y apenas pudo sentir el sabor amargo del licor. Pero la cerveza tenía otro sabor, después de un par de ellas, le encontró un poco el gusto, y ella realmente no tenía ganas de ponerse a pensar en los efectos secundarios que el alcohol provocaba.
Estar devuelta en su vida cotidiana antes de conocer a Tai-Sesshomaru, se sintió... Extraño. Se sentía mal, regresar a su antigua rutina era como usar una camisa incomoda y ajustada que había usado durante muchos años y que había estado bien porque no había conocido nada mejor.
Pero ahora que lo hizo, la sensación era enloquecedora, como una picazón que no podía rascar, se permitió sumergirse en el alcohol.
Rin casi había esperado que la cerveza la hiciera incapaz de extrañar al imbécil, pero ahora se daba cuenta de lo ridículo que había sido ese estúpido pensamiento. En todo caso, las bebidas alcohólicas le permitían bloquear el alcance de sus verdaderas emociones frente a las demás personas.
Sentía una sed que ya no podía llenar con nada, pero esto lo compensaba en una pequeña parte. Era muy frustrante.
No quería que las niñas la vieran de esa manera, como una ebria estúpida, así que les prohibió rotundamente volver a entrar a su cuarto. En su habitación ella podía ser libre de hacer lo que quisiera, sentirse cuan patética era, y una vez que salía, lo hacía con su falsa sonrisa, tomaba una ducha para que nadie oliera el alcohol en ella y así aparentaba nuevamente que todo estaba bien.
De lo contrario, alguien supondría que había algo mal con ella. Tampoco quería que la juzgaran por la forma en que estaba llevando las cosas. Al menos no lo hacia todas las noches.
Ella no iba a sacar su frustración sobre las niñas, porque ellas no merecían estar en medio de la mierda que había entre sus padres. No, Sesshomaru no era el padre de sus hijas. Ser el donante de esperma no le daba derecho a acercárseles si no quería ser parte de sus vidas como una figura paterna. Ellas no se lo merecían.
Con eso en mente, Rin incluso logró sonreír para ir a la escuela y al trabajo los siguientes días. Eventualmente, Rin se enfocó en sus obligaciones, apenas registrando lo que los demás decían, y eso incluía a Kohaku y a Kagura. Apenas podía oírlos, de todos modos. Por un momento, incluso se preguntó si había algo mal en su audición. Cada sonido parecía amortiguado y distante.
Pero luego, cuando comió algo de la pasta que había preparado para el almuerzo y apenas la saboreó, Rin alzo la mirada para ver si sus amigos decían algo sobre la falta de sabor. Ninguno dijo nada. No estaban siendo amables, en verdad pareciera que les parecía que su comida tenía un sabor agradable. No estaba segura de era lo que le estaba pasando.
Rin suspiró. Realmente no le importaba, si podía comerse, y recomponerle las energías para ir al trabajo más tarde, se lo tragaría sin quejas.
. . .
La fatiga y la apatía comenzaron al comienzo de las vacaciones de invierno. Ella nunca había sido una chica enfermiza, y siempre estaba llena de energía, ansiosa por algo que hacer, pero pensó que era normal, ya que había solicitado todos los turnos disponibles que podía manejar, para así aumentar sus ingresos para comprar los regalos de navidad para sus niñas.
Intentó que nadie se diera cuenta de que todas las noches llevaba latas de cerveza, así que la compraba en diferentes tiendas de camino a casa, las escondía en su mochila y al día siguiente guardaba las latas al fondo de una bolsa negra y la sacaba a los contenedores para que nadie viera nada.
Ella no quería el escrutinio de sus amigos o vecinos. Ella todavía no tenía idea de lo que los demás sabían. Nadie le había dicho nada sobre Sesshomaru cuando antes iba todos los días y se iba en las mañanas, y ahora pareciera que se lo tragó la Tierra. Para ser justos, tampoco lo había echo Kaede. La mujer solo nego con la cabeza y le dijo que se alegraba que recordara sus prioridades antes de entrar a la cocina con las pequeñas. Pero, de nuevo, Kaede era una mujer que solo velaba por su seguridad y la de las niñas, así que en el fondo se lo agradecía. No podía decir lo mismo de Kagura.
Podía sentir su preocupación cada vez que la miraba o que le enviaba un mensaje, pero no habían vuelto a hablar del tema desde aquel día. Todavía no sabían cómo volver a ser las viejas amigas de antes, y sinceramente no le importaba mucho.
De hecho, Rin encontró que era difícil para ella preocuparse por casi nada, excepto por las niñas. Se sentía apática. Entumecida. Todo le parecía aburrido. El mundo era aburrido. La comida era insípida. Los colores eran incoloros. Se sentía mal. Se sentía como si la hubieran armado mal, también.
Cada vez que veía a las niñas, podía sentir amor y calidez, y todo su mundo volvía a llenarse de color y la comida le sabía a pastel. Pero una vez que se perdían de su vista, todo volvía a ser gris e insípido.
Por lo tanto, considerando el estado general de su ánimo en estos días, su fatiga y apatía no le preocuparon en lo más mínimo. Probablemente solo estaba aclimatándose. Se pondría mejor.
Tenía que hacerlo.
No había perdido contra el rechazó de sus padres y no iba a perder contra esto ahora.
. . .
Pasaron varios días. La sensación de que la armaron mal solo aumentó. Ni siquiera le alegró que sacara todos los cursos con las mejores calificaciones del curso. El vago anhelo se convirtió en un gran dolor. Algo dolía profundamente dentro de ella, haciéndola girar en nudos. Su falta de apetito era imposible de ocultar ahora, y no podía reunir suficiente energía para fingir que estaba bien, si no eran las niñas las que se acercaban a ella. Ella no estaba bien.
-Creo que me estoy muriendo. –Dijo ella un día que Kohaku había ido a visitarla. Le preguntó el porqué se veía tan pálida y enfermiza. Rin se preguntó si esto era a causa de todas las latas de alcohol que había bebido en estos días.
Kohaku pareció horrorizado al escuchar eso, por alguna razón. -¿Qué demonios te pasa? –Dijo, levantándose y arrodillándose frente a ella. -¿Cómo puedes decirlo como si no te importara?
Rin lo miró, y se dio cuenta, con cierta sorpresa, de que realmente no lo hacía. No le importaba si vivía o moría. Las niñas tenían la herencia que su hermano les había dejado, y el padre de Kagura casi brincó de la alegría cuando ella le pidió ser el tutor legal de las niñas si algo le llegará a suceder. Sí algo le pasará, estaba segura de que el hombre no sabría si llorar por su pérdida o reír por su suerte. Probablemente fue malo.
-No digas eso, Kohaku.
-¡Ni siquiera te reconozco ya! –Dijo Kohaku, poniéndose de pie. –Solías ser la persona más positiva y alegre que he conocido. Siempre tan dulce y optimista sobre la vida, y ahora eres... –Se cortó, sus ojos cafés se estrecharon. –Por supuesto. Tanto trabajo debe haberte hecho polvo.
Antes de decirle a Kohaku que estaba equivocado y que ella estaba perfecta de salud, Kohaku salió del departamento. Se preguntó si debería ir tras él, pero requeriría demasiada energía. Energía que ya no podía reunir. Era su día libre, las niñas estaban en una fiesta de cumpleaños en el departamento de arriba, y ella solo había querido descansar por unas horas.
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado antes de que la puerta se abriera de nuevo.
-¡Solo mírala! –Dijo Kohaku. –Ni siquiera parece que se haya movido de ese sofá desde que la dejé hace una hora. ¿No ves que esto no es normal?
Kagura lo siguió con una expresión decididamente enojada en su rostro. Rin estaba algo sorprendida de que Kagura dejara que alguien le hablara de esa manera. Ella apenas había visto a Kagura últimamente. Se habían distanciado algo desde aquella conversación, lo cual no era sorprendente, considerando que al no haber clases y vivir lejos la una de la otra, y que Rin trabajara todo el tiempo, también limitaba su comunicación.
-¡Ha estado así incluso desde antes de que saliéramos de vacaciones! Eres su amiga, ¿No deberías preocuparte más por ella?
-Es una mujer adulta, y también tengo mis propias obligaciones, así que no intentes culparme de lo que le sucede. –Kagura le dijo con frialdad, pero su mirada se suavizó al verla. -¿Rin?
Rin tardó unos momentos en darse cuenta de que le estaban preguntando algo. -¿Qué? –Dijo con retraso.
-¿Ves? –Dijo Kohaku.
Los ojos rojos de Kagura se estrecharon. Estudió a Rin cuidadosamente.
-Voy a llevarte al hospital.
-No. –Rin dijo de nuevo tardíamente, pero aún así entre los dos la pusieron de pie y la sacaron del departamento.
Kagura avisó a Kaede que irían al hospital y que cuidara de las pequeñas. La llevaron a un consultorio privado que según Rin supo, era del médico de la familia, y los atendió rápidamente. Kohaku tuvo que quedarse afuera aunque no quería.
Después de una serie de preguntas, y un chequeo general, Rin se sintió vagamente molesta de que su opinión ni siquiera fuera tomada en cuenta, pero en el fondo sabía que probablemente era una buena idea. Algo debe estar mal con ella. Últimamente sentía que había estado... Desapareciendo de la existencia.
-¿Y bien? –Dijo Kagura, mirando al doctor con atención.
El doctor respondió después de chequear unos datos en su computadora. –Tengo los análisis listos, pero creo que debería chequear estos datos solo con la paciente.
-No voy a ir a ninguna parte. –Kagura coloco sus brazos en Jarras, obstinadamente. Se sentó junto a Rin y pasó un brazo por sus hombros.
Rin trató de no encogerse y alejarse del contacto. El afecto físico era común entre ellas antes de... y sin embargo, recientemente, Kagura no la había estado tocando tan a menudo así que fue una sorpresa. Hizo que se sintiera mal por alejar a su única amiga de verdad. Pero no quería la compasión de nadie. Ella no quería nada. Quería que todos la dejaran en paz.
Rin hizo una mueca, tratando de sacudirse el mal humor. Kag tenía razón. Esto era muy diferente a como ella era. Ella no era esta persona de mal humor, tenue.
-¿Puede proceder? –Kagura dijo ácidamente al médico.
-Lo siento, señorita Kagura, pero este tema es en torno a la salud de la señorita, y solo ella puede autorizar que usted esté presente en la lectura de los resultados de sus análisis.
Suspirando, Rin se frotó la cara. –Ella puede quedarse, Doctor. Dígame que es lo que me pasa.
-Con su permiso, entonces... –Dijo el Médico. –No hay síntomas de un virus en su sistema. Pero si diagnostico una depresión severa y está al borde de la desnutrición y agotamiento...
-Entonces estoy bien. –Rin interrumpió al médico. No le gustaban los doctores, ni los hospitales.
-Yo no diría eso, jovencita. –Dijo el médico. –La mal nutrición y la depresión son síntomas del problema, no el problema en sí.
-¿Qué quiere decir? –Preguntó Kagura.
-A juzgar por sus reflejos y sus niveles en la sangre, parece que la condición de la señorita Jundo está a punto de convertirse en una Anemia.
Kagura se puso rígida contra Rin, antes de que sus cejas se fruncieran. -¿Perdón?
Rin frunció el seño, confundida. Rin no estaba segura de que era eso o cuáles eran los síntomas, y no le había importado lo suficiente como para investigar que le pasaba, y eso extendió la sensación de frio a través de su cuerpo. Si ni siquiera le interesaba su salud, ni por sus pequeñas, ¿Qué decía del estado de su mente?
-¿Cómo es que pasó esto? –Dijo Rin, tratando de pensar. Fue difícil. Pensar era difícil. Tenía muchas nauseas y fatiga. Era tan difícil concentrarse.
-Algún evento que haya generado un impacto en su vida cotidiana debió causar su depresión. También note altos niveles de alcohol en su sistema, lo que junto con su falta de apetito solo provoco que se agravará su enfermedad.
-¿Estas diciéndome que estás así por culpa de ese imbécil?
Un dolor abrazador quemó las entrañas de Rin ante la simple mención de Sesshomaru. Rin luchó por concentrarse en la conversación.
-Ya veo, una depresión por una ruptura amorosa es el causante de esto. De todos modos, las lecturas de tus análisis son muy preocupantes. Puede complicarse desde fatiga intensa, problemas cardiacos, e incluso la muerte. Sin el tratamiento adecuado, su salud física y mental seguirá deteriorándose. –Una pausa. -¿Puedo hablar libremente, señoritas?
Kagura asintió con la cabeza.
-Su estado es bastante preocupante. Me he tomado la libertad de observar a la señorita Jundo desde que llegó a este consultorio. Me he dado cuenta de que su concentración es bastante pobre, y desde que esperábamos los análisis hasta su revisión, ha estado 10 minutos sin moverse y con la mirada perdida, y estoy seguro de que sería más si no hubiera necesitado hacerle el chequeo físico. Si la concentración de la señorita sigue deteriorándose a este ritmo... puede hasta entrar en un estado de coma, tal vez con una conciencia muy limitada de su entorno. Voy a prescribirle unos suplementos de vitamina B, suplementos de Hierro, y una consulta con un Nutriólogo. También recomendaría que visitara a un terapeuta para que vieran el tema de su depresión. Según avance el tratamiento, decidiré si se deben utilizar transfusiones de sangre.
Kagura le apretó el hombro a Rin, la preocupación se sentía en el aire.
Rin estaba más preocupada por el hecho de que no se sentía muy preocupada.
-¿Y está absolutamente seguro de que se debe a su Ruptura reciente? –Dijo Kagura.
-Siempre hay un margen para el error, pero es el diagnostico al que he llegado.
Los labios de Kagura se doblaron en una línea delgada antes de que sus ojos se fijaran en Rin. –Rin, ¿Es realmente tan malo?
Rin se humedeció los labios secos. –Yo... No lo sé. Ni siquiera me di cuenta de que me he ido durante tanto tiempo. Pero siento... –Luchó por explicarlo. –Siento que hay un agujero en mí que me está chupando desde adentro hacia afuera.
La cara de Kagura era sombría. -¿Y eso es por él?
Rin se estremeció, acurrucándose en sí misma. No quería hablar de Sesshomaru. Incluso pensar en él dolía. No estaba segura de poder hablar de Sesshomaru sin romperse a llorar. No podía ser tan estúpida. No sería tan estúpida. No dejaría que la vieran de esa manera.
De todos modos, sería inútil, porque él era un cobarde que ni siquiera fue capaz de verla a la cara para rechazarla. Tuvo que pedirle a alguien más que lo hiciera, como si despacharla fuera el trabajo más insignificante del mundo para él.
Ella merecía algo mejor. Ella merecía a alguien que pudiera hacerla feliz. Alguien que pudiera ser honesto con ella.
Entonces, ¿Qué sentido tenía hablar de eso?
-¿Importa? –Dijo Rin, apenas moviendo los labios.
Los ojos de Kagura se estrecharon. Rin sabía que la mujer podía leerla como un libro abierto.
La mandíbula de Kagura se apretó, su expresión vagamente enferma. –Eres un desastre. Rin, te estás muriendo, y actúas como si no te importara.
Rin miró a su amiga sin comprender.
-¿Podemos ayudarla, verdad? –Dijo mirando al doctor.
-No te preocupes, Kag. –Dijo Rin. –Voy a tomar los medicamentos y a comer mejor, lo prometo.
Kagura cerró los ojos por un momento. –Rin...
-Lo sé. –Dijo Rin, mordiéndose el labio para evitar que temblara. Tenía un poco de miedo de morir, de dejar a sus niñas solas, pero casi le dio la bienvenida al miedo. Era mejor que la aburrida apatía y el hambre sin nombre.
Después de varias instrucciones más y una mirada compasiva del médico, regresaron al departamento. Las niñas deberían estar con Kaede por que no había nadie en la casa cuando llegaron.
Rin se sentó en el sillón mientras Kohaku la abrazaba y Kagura caminaba de un lado al otro, viéndose molesta.
-¿Puedes quedarte con alguien más? –Kohaku le preguntó.
-¿Cómo quien? Sus padres ni siquiera son una opción. En el momento que sepan que algo anda mal, harán lo que sea para demostrar que no es apta para criar a las niñas y probablemente las metan a un orfanato, y a ella a un manicomio.
-Podría vivir contigo y tú familia.
-¿Crees que no lo he pensado? Pero aún así, los servicios infantiles podrían interpretarlo con que ella no es capaz de mantener a las niñas. Y tampoco quiero que esas enanas terminen más solas de lo que ya están. –Kagura se quedo muy quieta.
-¡Tenemos que hacer algo!
-No haremos nada. –Dijo irritada. –Tú iras a casa, y mantendrás la boca cerrada, sobre todo lo que has escuchado. No quiero la reputación de Rin arruinada.
-¿Cómo puedes ser tan despiadada? –Exclamó Kohaku, poniéndose de pie. -¡Es tú amiga! Casi tú hermana, como te has encargado de repetir desde que las conozco.
-Sí. –Dijo Kagura. –Es MI hermana. Este es un problema familiar. Tú no eres familia. Vete. Te quedaste más tiempo de lo educado hace mucho tiempo.
Kohaku la miró con furia antes de ver a Rin. –Llámame si necesitas algo. –Le dio un beso en la mejilla antes de tomar su chaqueta y salir furioso del departamento.
-¿Por qué tienes que ser tan mala con él? –Rin miró a su mejor amiga.
La cara de Kagura se volvió de piedra. –Eso no importa. Tenemos cosas más importantes que discutir.
-¿Qué cosas importantes? –Dijo Rin, mirando sus manos. ¿Qué había que discutir? ¿De verdad?, ¿Se estaba muriendo o iba a convertirse en un vegetal?
Rin casi esperaba morirse, esa parecía ser la mejor opción. No quería ser una carga para nadie. De todos modos, su familia estaría mejor sin ella. De todos modos, las niñas estarían mejor cuidadas con el padre de Kagura. De todos modos, nunca volvería a ver a Sesshomaru.
No había podido decirle lo que pensaba en su cara, y ahora nunca lo haría. Sesshomaru nunca sabría que ella se había ido. A Sesshomaru probablemente no le importaría, de todos modos. A Sesshomaru probablemente le daba igual. Por supuesto que le daba igual. Ella solo había sido su Juguete Sexual, su mocosa de turno. Sesshomaru probablemente ya se habría olvidado de ella. Sesshomaru probablemente estaba en medio de los preparativos de su boda con su futura esposa. Una dama de su categoría. Alguien como él. Alguien que lo tomaría del brazo y se presentaría ante todos como su esposa. Alguien con quien tendría hijos. Alguien que...
-¡RIN! ¡RIN! ¡POR KAMI-SAMA, RIN! –Dijo Kagura sacudiéndola por los hombros. -¡RIN, RESPIRA! ¡RIN!
El tono aterrorizado de su amiga le hizo darse cuenta de que le dolían los pulmones. Rin abrió la boca y la cerró. Ella respiró. Lo intentó.
La expresión de Kagura se suavizó antes de abrazarla y escuchar que sollozaba. –Rin, por Kami, no vuelvas... Tu, maldita estúpida, si vuelves a hacer eso... Yo... Yo... –Su voz se quebró.
Rin se aferró a su amiga, sus ojos se cerraron. Cuando Kagura se retiró, su expresión era sombría y dura a pesar de las lágrimas corriendo por sus ojos. Levantó la cara de Rin y la miró a los ojos. –Saldremos de esta. No te dejare ir. Si necesitas un apoyo, estaré aquí. Solo no te rindas. Él no lo vale. –Algo frío y feo parpadeaba en sus ojos. –Saldremos adelante, por cualquier medio necesario.
Entró al cuarto de Rin para que descansara y se horrorizó al ver la escena. Kami, su amiga estaba peor de lo que pensaba.
La puso en la cama y se acostó a su lado hasta que se quedó dormida.
Tenía grandes ojeras, los labios resecos, las mejillas antes llenas y rojas ahora eran pálidas.
Se puso de pie y cerró la puerta en silencio. Salió del departamento para tomar aire. Si alguien la viera así, no dudaría un segundo en quitarle a las bebés. No señor, ella no lo iba a permitir.
Sacó su teléfono de su bolso y marcó a un número.
Cuando contestaron ni siquiera dejo que respondieran. –Necesito un favor.
. . .
Watanabe Kaede estaba molesta. Molesta, disgustada y preocupada.
Le pasaba algo a Rin. Su apatía no era normal.
Ella había pensado que su depresión era a causa de que no podía encontrar un trabajo decente y que el aniversario de muerte de su hermano estaba muy cerca, así que se le pasaría muy pronto, pero Rin no estaba mejorando.
No, estaba empeorando.
Parecía haber perdido el impulso, la ambición, y a veces ella tenía el inquietante pensamiento de que había perdido las ganas de vivir.
Cada vez que ella entraba en la cocina, besaba a sus hijas y las abrazaba, ese pensamiento se le hacía ridículo, porque la veía con alegría y ganas de continuar por ellas... Hasta que las niñas abandonaban la habitación. Entonces el color abandonaba su cara, se movía con lentitud y pesadez y parecía más un fantasma que la hermosa mujer que había admirado por seguir adelante a pesar de la adversidad.
Eso la asustó.
Kaede no era una mujer cariñosa, realmente no sabía cómo demostrar afecto, pero eso no significaba que no le importaran Rin o las niñas. Puede que no estuvieran emparentadas por sangre, pero las había visto llegar un día al edificio, Rin con frustración trataba de meter las maletas, la cuna desarmada y la carriola, casi a empujones. Kaede casi sufrió un infarto al verla, era casi una niña que cargaba dos pequeños bultos en su espalda que lloraban por todo el ruido que había hecho.
Había organizado a todos los vecinos para que la ayudaran a meter las cosas de las niñas en la casa, algunos le donaron ropa y juguetes, y otros le daban comida caliente. Rin la había abrazado y agradecido por todo.
Por supuesto, eso no podía durar, y fue integrada por toda la gente que vivía en este lugar, así que ya no recibía ropa cuando las niñas crecían a velocidades cegadoras, no tenia ayuda para la comida, y no tenía ni tiempo de arreglarse el cabello. Por supuesto, eran bebés.
Aunque nunca había tenido hijos, había cuidado a un montón de pequeños toda su vida, así que le ofreció sus servicios para que ella pudiera continuar con la escuela y conseguirse un trabajo.
Rin le rechazó la ayuda, alegando que ella lo tenía bajo control y que no se preocupara... Hasta que un día tuvo que pedirle ayuda porque a las niñas les había dado varicela, y ella necesitaba un trabajo para pagar los medicamentos y otras cosas.
Desde aquel día se sentía como la amorosa abuela de las pequeñas. Eran inteligentes y adorables, e increíblemente activas. No había manera de seguirles el ritmo. Cuando le sugirió a Rin que les consiguiera una buena familia, no había sido por ser una mala persona, simplemente pensaba que Rin necesitaba continuar con su vida, y una vez que estuviera estable, recuperara a sus niñas y les diera todo lo que necesitaba.
Ahora se daba cuenta de que si esas niñas se alejaban de su lado, Rin ya no tendría razones para continuar. Eso la asustó.
Después de que la chica pasará la Navidad en casa de su amiga, y luego se perdiera su cumpleaños al que fueron todos los vecinos, e incluso las gemelas fueron escoltadas con la amiga de Rin, algo que nunca había echo antes, Kaede había tenido suficiente.
Kagura había estado viviendo con las niñas y con Rin, y había salido hace poco, dando órdenes explicitas que nadie molestará a Rin mientras regresaba. Supuestamente había trabajado toda la noche y no quería que nadie la abrumara si no era necesario.
Mandó a las niñas a jugar con una de las vecinas que tenia 3 niños de la edad de las pequeñas, e ignorando lo que se le había pedido, entró en la casa de Rin con decisión. Bueno, ¿Todos creían que por qué cuidaba a las niñas y necesitaba el dinero iba a obedecer lo que le ordenaran como una criada? No señor.
Kaede miró la puerta de la habitación de Rin y frunció el seño con decisión. Abrió la puerta, sorprendida de que no estuviera cerrada con llave. Entró en la habitación.
Lo primero que la golpeo fue el olor. Una picante combinación de alcohol, vomito seco y olor corporal.
Con una mueca de disgusto, Kaede se acercó a la cama y a la mujer acostada en ella.
-Nunca pensé que te vería de esta manera.
Rin enfocó sus ojos vidriosos en ella. –Mamá... –Murmuró, arrastrando la voz.
El corazón de Kaede se hundió, pero no se permitió suavizarse.
-Perdón por no levantarme. ¿Necesita algo?
-Estás horrible. –Le dijo Kaede, mordazmente. -¿Cuál es el significado de esto? ¿Por qué estas ebria a mediodía?
Rin tomo un sorbo a su lata de cerveza. -¿Por qué no? No es como si a alguien le importara.
-"Sí". –Casi le soltó. Ella no lo dijo. Tratar de razonar con gente borracha era inútil.
Kaede se acercó y le arrebató la lata de la mano. –Dejaras de beber de una vez. Te vas a dar una ducha y te arreglarás correctamente. Luego irás a la cocina y comerás. Después de eso iremos a ver a un terapeuta.
Rin se rió, o algo así, por que no se veía ni un poco divertida. –No voy a ir a ningún terapeuta. Son unos jodidos metiches e insufribles. –Rió de nuevo. –Las groserías son divertidas. ¿Eh?
-No eres divertida. Levántate.
Rin no se movió. Ella la miró con repentina seriedad en su mirada, su sonrisa desapareció. Parecía sobria de repente.
-¿Por qué le importa? –Ella le dijo. –No, no lo hace realmente. Es la oportunidad que usted quería para que me quiten a mis bebés.
Kaede la fulminó con la mirada. –No me digas lo que siento o no siento, mocosa. Ahora, Levántate.
Una sonrisa sin humor curvó los labios de Rin. Había algo aterrador en ello. Algo amargo.
-Si te dijera la verdad, dejarías de preocuparte muy rápido, como lo hicieron mis papás.
-Estoy perdiendo la paciencia, Rin.
-Fui la puta de un hombre por dinero. –Dijo Rin. –Chupé la polla de mi profesor a cambio de que no me reprobara, y me encantó.
Ella la miró fijamente. Rin le devolvió la mirada fijamente, algo desafiante, duro y roto en su mirada.
Kaede dijo: -Levántate y date una ducha.
Parpadeo, la confusión estaba escrita en su, alguna vez, angelical y hermoso rostro. Se habría reído si hubiera algo divertido en la situación. ¿Qué tan malvada la creía? ¿Pensó que la rechazaría, le gritaría y la satanizaría por esa cuestión?
-¿Qué? –Dijo, sonando muy parecida a la pequeña y aterrorizada niña que una vez llegó a su vida hace ya 3 años.
Apartó la mirada por un momento.
-Tus maneras de obtener ingresos, por muy desacertados que sean, no son mi problema. Ahora levántate o traeré una cubeta de agua fría y te la arrojare encima.
Ella la miró fijamente.
-Y si... ¿Y si le dijera que no fue solo por el dinero?
Ella frunció los labios con fuerza. Ella no quería tener esta conversación. Ella habría esperado que nunca tuvieran nunca esta conversación.
-Si estás tratando de decirme que estas obsesionada con ese hombre, no pierdas el tiempo. No soy ciega. Pero pasará. Esto es porque no has salido con nadie desde... Bueno... Sabes lo que quiero decir. Es comprensible que estés confundida. Simplemente estabas necesitada de afecto, Rin. Eso es todo.
Apartó la mirada y miró al cielo sin comprender. Confundida. –Correcto.
-No tiene relevancia. Cálmate. No eres la primera ni la última mujer que se ilusiona con el tipo equivocado y le rompen el corazón. Él puede irse al carajo. Tú no. Ahora deja de ser tan patética y levántate.
Se arrepintió a medias por lo que dijo. Pero nunca había sido buena para mostrar afecto. Sin importar cuanto lo intentara. Dar consuelo nunca había sido su punto fuerte. Tenía demasiado tiempo sola como para que se preocupara por transmitir consuelo. No le importaba mucho el dolor de nadie más.
Rin se levantó. Verla balancearse sobre sus pies, hizo que se le encogiera el corazón. ¿Cómo habían llegado a esto? siempre había sido una chica tan linda, tierna e inteligente. Le había tratado de enseñar a ella y a las niñas a ser tan autosuficientes como ella. ¿Había fallado?
Ciertamente las niñas eran bastante independientes y no requerían de la ayuda adulta todo el tiempo. Pero ahora sus personalidades habían cambiado dramáticamente también. Towa era mucho más hiperactiva y trataba de llamar la atención peleando con los demás niños. Setsuna le preocupó casi tanto como su madre.
Había pasado de ser una linda y risueña pequeña de sonrisa enorme y ojos curiosos, a una personalidad más seria y algo fría. Casi no sonreía, era bastante seca con sus respuestas y ya no la veía jugar con sus muñecas. Había aprendido a identificar las letras y estaba empezando a leer sola los cuentos en la casa.
Una mezcla de orgullo y preocupación la recorrió cuando incluso dijo que los dulces eran para los niños y solo la distraían.
¿Dónde ella se había equivocado?
Rin no debería ser un desastre luego de perder a un hombre. Las niñas no debieron cambiar sus personalidades solo porque ese hombre dejara de visitarlas.
Millones de mujeres perdían a sus esposos y siguieron con sus vidas. Él hombre ni siquiera podía ser considerado como el novio de Rin.
A menos que... A menos que se tratará de algo más que una obsesión. ¿Podría Rin necesitarse amada para poder sentirse bien con ella misma?
El pensamiento era muy inquietante, pero se negaba a desaparecer, por mucho que lo apartara.
-Rin. –Dijo cuando finalmente la niña entró en la tina. Hizo una pausa, con la mano en el grifo del agua. –Me preocupo por ti. –Dijo con rigidez. –Por las tres. Te quiero. No estaría aquí si no lo hiciera. Tú sabes eso, ¿Verdad?
Rin la miro con unos grandes ojos casi infantiles y llenos de confusión. Sus ojos cafés vidriosos brillaron mientras asentía.
Kaede abrió la llave y la ayudo a bañarse, tarareando mientras lavaba su hermoso cabello.
Ambas fingían ignorar las lágrimas bajando por las mejillas de la otra.
. . .
Kagura levanto la mirada de su teléfono para ver al frente antes de volver a bajar la mirada a su chat. Hizo lo mismo otras tres veces.
No podían culparla. Rin había cambiado tan súbitamente en tan poco tiempo que asustaba.
Había reducido su horario de trabajo, había empezado a comer mejor y tomado sus medicamentos, y estaba sorprendida de que ya no hubiera aroma a alcohol en el departamento.
La señora que cuidaba a las enanas también lucía sorprendida, pero no menciono nada. Rin aún era la sombra de lo que alguna vez fue, pero estaba segura de que con el tiempo volvería a la normalidad... No, más bien, se volvería más fuerte que antes y volvería a salir adelante.
Había estado empezando a vivir con la pequeña familia, para asegurarse de que Rin estuviera bien, y que no tuviera más problemas como el de... Aún temblaba cuando vio a su amiga que empezó a dejar de respirar por unos momentos. Nunca había estado tan asustada en sus 25 años de vida.
Trató de bromear con que estaba aterrada con la idea de ser tutora legal de las pulguitas, porque era horrible para cuidar de los niños. Pero la verdad es que visualizar un mundo donde su mejor amiga ya no estuviera, donde no saldría con sus modos maternales o infantiles, o incluso solo verla a lo lejos, la aterraba al punto de perder 10 años.
Suspiró mientras bebía su café. No había modo de convencer a la rebelde jovencita de ir al psicólogo, pero se contentaba con que tomara sus medicinas, comiera bien, trabajara y durmiera lo justo, y que no bebiera una gota de cerveza.
Ella sola tenía que darse cuenta. Hasta entonces, solo podía estar ahí como su apoyó cuando la necesitara.
-Por cierto, pase a recoger las cartas aprovechando que fui por mi correo más temprano. –La mujer le sonrió a Rin de forma cálida mientras ponía unos huevos con tocino enfrente de ella. –Espero que lo disfrutes.
Kagura pudo notar que Rin estaba de todo, menos entusiasmada al ver su desayuno, pero aun así dio pequeños bocados. A la cuarta o quinta cucharada, bajó el cubierto y se llevo con ella su café, alegando que iría a ver su correo y regresaría en un momento.
Sí, más le valía, por que no saldría de la casa si no terminaba su comida.
Rin beso la frente de sus pequeñas antes de ir al pequeño pasillo.
Towa resplandecía mientras mordía con entusiasmo su tostada y casi se atragantaba con su jugo de naranja. Setsuna apenas mostro una mueca que tal vez pudiera ser confundida con una sonrisa antes de beber con seriedad su chocolate con leche. Se hubiera sentido aterrada si no fuera por el bigote de chocolate que le había quedado sobre el labio, y que su gemela se encargo de enseñar con risotadas.
Bien, maldición, ¿No era eso adorable?
-Apresúrense, niñas, que aun tienen que bañarse. –Kaede regañó suavemente.
El ambiente era cálido.
Era agradable.
Familiar.
Doméstico.
...Que fue roto junto con el sonido de la porcelana estrellándose en el piso.
Kagura y Kaede se apresuraron a Salir de la cocina. Rin estaba arrodillada en el piso, temblando de pies a cabeza, y con los ojos abiertos de par en par mientras sujetaba una carta en las manos con fuerza. La taza de café estaba destrozada en el suelo.
Kaede corrió por la escoba, mientras Kagura se acercó con cuidado a Rin. –No se acerquen. –Advirtió a las niñas. Estar descalzo y con trozos rotos por el piso no era algo bueno.
Kagura pasó su mano sobre el hombro de Rin, pero ella no se movió.
-Rin.
Ni siquiera parpadeaba.
-Rin, nena, háblame. ¿Qué sucede?
Rin balbuceó algo que no entendió. Las niñas se veían preocupadas.
-Rin...
-...Bridge.
-¿Qué?
Rin alzó la mirada a Kagura.
-Me aceptaron en Cambridge.
