Capítulo 2 ¡Otra vez el héroe sensible!

La bestia de cuatro ojos seguía avanzando sobre Harry. En un abrir y cerrar de ojos Harry aturdió a los cuatro monstruos, se puso un hechizo en los pies que le permitían correr rapidísimo y salió disparando a la velocidad de la luz. Al rato miró hacia atrás y vio que la acromántula aun seguía persiguiéndolo. Se ve que acromántulas resisten mejor a los hechizos.

A pesar de esto Harry no le dio un ataque de pánico. Apuntó su varita a un árbol y lo derribó. El tronco cayó justo sobre el arácnido y Harry se detuvo sin sacarse el hechizo de los pies (esto le causaba unas terribles ganas de seguir corriendo, y para aplacar un poco la necesidad trotaba en el lugar).

- Supongo que ahora no me querrás comer – le dijo con una sonrisa.

- ¡Sáqueme de aquí! – le ordenó la acromántula. Harry notó que estaba al borde de la desesperación.

- ¿Para qué¿Para que me comas? – La bestia cerró los ojos para controlar su temperamento y luego los abrió con determinación.

- Si me saca de aquí prometo no comérmelo, ya nos has demostrado que no es cualquier humano, usted.

Harry lo observó por un momento analizando la situación. Si la acromántula estaba mintiendo simplemente tenía que salir corriendo. Después de todo, para algo no se había sacado el hechizo de los pies. Y no quería dejar a la pobre bestia, bueno, sí que era pobre debajo de ese árbol. Parecía estar sufriendo... Harry refunfuñó y apuntó su varita al tronco caído.

- Wingardium Leviosa – murmuró y el árbol salió volando. La acromántula se puso en sus ocho patas otra vez muy dolorida. Por lo que parecía ya no era capaz de correr. Miró por un instante Harry luego al suelo, como si estuviese pensando algo, y finalmente se arrojó sobre Harry. Fue todo tan rápido que todo vino por puro reflejo y tanta práctica en sus años en Hogwarts. Harry asestó la varita hacia la bestia y la mató. Así de simple. Y luego maldijo su propia existencia gritando en el medio del bosque y espantando a unos pájaros que parecían haber estado durmiendo.

Harry se sentó. Parecía que no se le ocurría ninguna otra cosa. Acababa de haber usado un hechizo que sólo servía para mover cosas de un lugar a otro. Y la furia con lo que lo había invocado había causado la muerte de la acromántula. Estaba enojado consigo mismo. No, peor, estaba furioso... Estas cosas sólo le podían pasar a él. Por supuesto que había deseado matar al monstruo pero no lo iba a hacer. Su sentido de la moral no se lo permitía. Pero ya no había nada que hacer. Lo hecho, hecho estaba. Y además... además estaba que se moría del hambre. No había comido en todo el día. Sí. Mejor había que pensar en comida y no sumirse en su propia pena.

Se levantó en un suspiro y comenzó a caminar un poco. Si antes no sabía en donde estaba, ahora menos. Al correr había perdido toda la poca noción de la ubicación que se le había formado antes de encontrarse con Pancho. Y Pancho...

- Esa viborita de... – Harry dijo unas cosas que jamás se hubiese animado a decir enfrente de a madre de Ron.

Volvió a suspirar en frustración. No iba a comer esa noche. Iba a intentar dormir y por la mañana buscaría algo que comer. Pero primero tendría que poner algunos conjuros protectores a su alrededor en caso que alguna otra criatura lo descubriese.

Todo eso le tomó diez cortos minutos. Luego hechizó unas hojas para que le dieran la sensación de estar durmiendo en un suave colchón y cayó rendido. Antes de acostarse también conjuró un fuego azul que sólo daba calor y nada de humo. Este también le proveía algo de luz en la noche que se había hecho totalmente cerrada. Para completar el ambiente una brisa suave y fresquita corría y Harry se durmió más rápido que no sé qué.

Harry perdió la noción del tiempo por completo. Cerró los ojos y lo que sintió después fue alguien que gritaba. Ya era de día, por supuesto, pero tuvo un sueño tan pesado que ni se dio cuenta. Prácticamente saltó al instante y se desesperó por buscar su varita que parecía no estar por ninguna parte. Pasaron cinco largos segundos en los que casi le agarra un ataque de pánico y se percató de que la varita nunca había dejado sus manos desde la noche anterior. Se insultó a sí mismo y salió corriendo para ver qué era lo que estaba pasando. Tuvo que atravesar unos matorrales altísimos y tan tupidos que se rasguñó toda la cara.

Lo que vio después era una cosa que no se iba a olvidar jamás. Un hada estaba gritando a todo pulmón como una soprano cantando una nota muy alta de ópera, una de esas notas capaz de romper cualquier copa de cristal (o de vidrio bien duro si eso es posible). Al parecer un sapo la había estado atacando y el pobre animalito ahora quería salir corriendo pero parecían atorados y no se podían despegar.

Entonces Harry tomó al sapo y al Hada (que seguía gritando porque no veía nada ya que tenía los ojos cerrados) e intentó despegarlos. Lamentablemente algo muy raro los mantenía unidos. Los revisó un poco vio que había un pedazo de cinta adhesiva. Harry quedó con cara perpleja. Eso significaba que estos dos habían estado en contacto con alguna civilización. Enseguida los despegó con la varita. El sapo salió disparando por un lado y el hada seguía gritando.

Era una pena que las hadas no pudiesen hablar. Si no, tal vez, lo hubiese podido ayudar. Suspiró en resignación y justo cuando iba a dejar al hada en una flor de las que cubría el matorral por donde él había tenido que pasar, la pequeña criatura abrió los ojos, miró para todos lados como buscando al sapo y luego a Harry y le sonrió.

- ¿Me salvaste la vida? – le dijo más en forma de afirmación que de pregunta.

- Sí, supongo que... – Y Harry soltó al hada como si tuviese fuego en las manos y la pequeña cosita empezó a volar frente a Harry. Las hadas no podían hablar ese era un hecho tan obvio como el hecho de que en Hogwarts no se podía utilizar electricidad. Harry se empezó a masajear la cabeza, definitivamente estaba en un lugar extraño y ya tenía un dolor de cabeza más insoportable que una hora trabajando con Malfoy.

- ¿Estás bien? – le preguntó con cara de preocupada.

- Sí, es sólo que este lugar es muy raro – dijo Harry mientras que se apoyaba en un árbol para ver si se le iba el dolor de cabeza.

- Lo es ¿verdad? – dijo el hada moviéndose tanto que Harry tenía que mover la cabeza a todos lados para no perderla. – nunca antes había podido hablar con gente pero acá lo hago muy seguido.

- ¿Quieres decir que has visto más gente? – Le preguntó sin tratar de sonar muy entusiasmado.

- ¡Uy! Sí, un montón. Por los jardines ¿vistes? – Otra vez el acento raro parecido al de Pancho, se dio cuenta Harry.

- Me imagino – le contestó pensando de qué manera le podría pedir que le enseñase en donde había más gente.

- ¿Hace mucho que estás acá? – le preguntó el hada con una mirada medio perdida.

- No sé... ¿sabes en dónde puedo conseguir comida? – le preguntó poniendo una mano en su estómago dolorido.

- ¡Uy! Pero si acá hay un montón – le dijo mientras que volaba hacia una flor y comenzaba a beber el néctar. Harry la miró y pensó que tal vez el hada creía que los humanos comían lo mismo que ella.

- ¿Quieres que beba eso? – le preguntó señalando a las flores.

- ¡Claro¿Qué más si no? – néctar le chorreaba de la boca y a pesar de que Harry jamás había intentado probar néctar, su estómago tronó tanto que hasta tuvo eco en las profundidades del bosque. – ¡Hey! Escuchame, el néctar es muy bueno para la vista, y para el cutis, y para las alas... y para... – de repente se dio cuenta cual era el problema y lo miró a Harry preocupada - ¡No tenés alas! Tal vez sea una buena idea que comas esas hojas de ahí, por ahora- le señaló un matorral - Sirven para quitar el hambre – Sin decir una palabra más Harry se lanzó hacia el matorral y se devoró casi hasta el tronco. El hada se quedó atontada con la boca abierta, mirándolo comer.

Media hora más tarde Harry estaba acostado con un dolor insoportable por tanto comer.

- No deberías haber comido a esa velocidad – le reprimió el hada.

Harry gruñó y se puso en posición fetal en el piso.

- Definitivamente... – suspiró el hada – si me das un momento tal vez te pueda dar algunas hierbas para aplacar el dolor.

Harry volvió a gruñir y se esforzó para decirle que por favor se apresurara.

El hada desapareció por un rato que se le hizo eterno a Harry. Sentado allí no podía pensar en otra cosa que no fuese su dolor de panza. Se sentía como un imbécil. Odiaba depender de los demás... pero ahora no le quedaba otra. Le iba a tener que preguntar al hada si sabía en donde estaba, y si lo podía llevar a algún lugar con gente.

Cuando el hada volvió Harry miró sospechosamente la mezcla rara que tenía que digerir. Pero un punzón en su barriga le indicó que no había otra solución para su problema estomacal.

Al instante que lo comió su estomagó tronó y un gas verdoso se vio salir por debajo de la ropa de Harry. Al ver esto Harry se puso colorado y pidió perdón. Aunque el hada no le hizo caso y se sentó frente a él en una flor.

- ¿Cómo llegaste aquí? – le preguntó en voz baja, como esperando que su respuesta fuese un secreto.

Harry se quedó observándola con curiosidad.

- A través de un portal en Italia

- ¿Italia¿Dónde queda eso? – continuaba hablando en un tono misterioso.

Harry se sentó en una posición más cómoda.

- Por ahí...

- Ah... – dijo el hada afirmando con la cabeza como que sabía donde quedaba "ahí". – Donde hay mucha gente¿verdad?

Harry sonrió y le contestó que sí.

-Ya no quedan muchos de los míos por ahí... se fueron cuando la gente empezó a construir esas enormes casas... – el hada suspiró – Pero acá es diferente... la gente es más considerada... – El hada lo miró preocupada - No me dijiste tu nombre, todos tienen un nombre, supongo que vos también tenés uno. Y es de mala educación no presentarse. No quiero decir que sos un mal educado, al menos tenés un gran corazón porque salvaste mi vida y no-te imaginás que tan agradecida te estoy. Pero aun así¿no creés que tengo derecho a saber a quién le debo mi vida? Supongo que, después de todo no sos tan considerado como yo creía – El hada se puso a llorar – Y no sé como voy a hacer para devolverte la vida.

Harry estaba completamente aturdido. La forma rápida con lo que había dicho todo le recordó a Hermione y tenía un no sé qué que le recordaba a Dobby, el elfo que tantos problemas le había causado en su segundo año en Hogwarts.

- Mi nombre es Harry Potter, y sería un honor saber el tuyo – Harry le sonrió y pareció tener efecto en el hada que puso una sonrisa de oreja a oreja.

- Me llaman Rebeca, Harry – dijo el nombre saboreando el sonido de cada letra.

- Mucho gusto en conocerte, Rebeca... – Harry se detuvo un instante dudando preguntarle si sabía como llevarlo hacia algún lugar con gente. Pero antes de decir una palabra.

- Tal vez te podría enseñar los hermosos jardines que hace la gente por acá. Son hermosos. Pero seguramente ya lo sabés por que sos uno de ellos¿no? Están detrás de esa montaña, pero primero tenemos que salir de este bosque. Siempre me dio mucho miedo este lugar. Y no hubiese llegado acá si no fuese por ese sapo asqueroso...

Harry, al fin puso cara de alivio. Le sonrió.

- Me encantaría conocer esos jardines que tanto te gustan.

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NOTA DE AUTORA

Espero que les haya gustado esta parte. A mi me gusta porque aparece Rebeca.

Como siempre, las criticas (buenas y malas) son altamente apreciadas.