"La Verdad. Parte 4"

Debería haberse alegrado de que la mocosa hubiera roto el acuerdo.

En parte, lo estaba. Significaba que entendía los términos de su... "Asociación", y no tenia que preocuparse por rencores ridículos o apego emocional innecesario. Debió haberse quedado de esa manera.

No debería haberlo complicado.

Pero una parte de si estaba completamente disgustado cuando veía a esa estúpidamente bonita cara mirándolo como si ellos nunca hubieran sido nada. Una parte de él quería gruñir de frustración cuando la veía coquetear de manera descarada con Yoshida en la cafetería, yendo por la vida y actuando como si nada relevante hubiera pasado en su vida. Él no quería ser quien fuera ridículo.

Pero su vida si había cambiado.

Dos niñas.

Tenía dos niñas, por el amor de Dios.

Siempre había odiado a los niños, jamás se había visto a si mismo tener alguno –mucho menos desde que supo de su compromiso arreglado–, así que había sido una gran sacudida en su vida el saber que había dos pequeñas que llevaban su sangre.

La idea era...Extraña, tomando en cuenta que el tener una familia no era uno de los planes que estaban previstos en su perfectamente ordenada vida. Un niño necesitaba atención excesiva, paciencia infinita y costaba mucho dinero.

Honestamente, había pensado que en los niños como si fueran unas mascotas difíciles de cuidar, y mucho más costosas.

Hasta que Setsuna tomo su mano diciéndole que le agradaba.

Algo en su ser había cambiado, al menos con respecto al par de pequeños seres con ojos coloridos mirándolo con inocencia.

Setsuna tenía un aire de inocencia que le provocaba cierto instinto protector. Towa, si mal no recordaba que se llamaba la otra pequeña, era un poco más independiente.

Las dos eran pequeñas niñas buenas y adorables gracias a los cuidados de su madre.

Pensó en eso muchos días. No podía imaginarse siendo padre, pero cuando pensaba en esas chiquillas, la idea no era tan desagradable.

Pero le quedaba arreglar un pequeño detalle: Rin había terminado con él. Rin no lo recordaba como el padre de sus hijas. Rin ya pensaba lo peor de él, y no ayudaría que supiera que él era el responsable de que tuviera que cuidar sola de dos pequeñas niñas; sin importar si le decía la verdad sobre la carta y el portero, tal vez ella no le creería, y la verdad era que no podía culparla.

Había hablado con su abogado. Estuvo a punto de despedirlo cuando este sugirió que simplemente reclamara la custodia completa de las niñas, ya que se podría demostrar que su madre no podía cuidar adecuadamente de ellas. Cuando le dijo que no iría por esa línea, este sugirió una orden de protección para que Rin no quisiera demandarlo por pensión o algo así.

Reuniendo paciencia de donde no la tenía, dijo que simplemente quería solicitar, de forma menos agresiva, la custodia parcial de sus... Hijas.

Podría ser un cabron egoísta, pero no era un irresponsable. Las niñas no deberían crecer con carencias o con una idea equivocada sobre su padre.

Antes de que todo fuese "legal", se tenía que hacer una prueba de ADN.

-"Solo para estar seguros". –Dijo su abogado.

Casi lo arrojaba por la ventana, sino supiera que él era la persona en la que más confiaba con sus asuntos legales.

Le dio una carpeta con unos documentos donde se solicitaba la custodia parcial de las gemelas y una prueba de ADN.

No quería que Jundo se enterara de esa manera, probablemente se habría sentido confundida como el infierno, y luego las cosas se complicarían para que lograra ver a las niñas.

Por eso había ido esa noche a verla.

Si le explicaba tranquilamente la situación, en un ambiente cómodo para ella, tal vez podría obtener un resultado satisfactorio.

El problema fue, que cuando ella apareció frente a su edificio, bajo de un auto descuidado, con una chaqueta negra de piel –claramente de una talla mucho más grande que la que ella usaría–, y un sujeto bajo del lado del conductor.

Él le abrió la puerta. Estaban conversando en la acera. Estaba arruinando el perfecto cabello negro de Jundo, tocándolo con esas grandes y asquerosas manos.

No supo cuando salió del auto, ni cuando empezó a caminar hacia ellos, pero apenas pudo controlarse cuando esos grandes ojos cafés lo miraron.

No fue su jugada más brillante, pero creía que era mejor amenazarlo con meterlo a prisión que arrancarle el brazo con el que rodeaba la pequeña cintura de la chiquilla. ¿Quién se creía ese cabrón para poner un dedo sobre ella o poner su asquerosa ropa alrededor de su pequeño cuerpo?

Para suerte del tipo, Jundo los detuvo antes de que las cosas se pusieran peor. Una vez que la amenaza se alejó, su intención inicial de conversar de manera civilizada y tranquila se transformó en una batalla de reproches y coqueteo agresivo.

Y luego se estaban besando. No supo quien inicio el contacto, pero honestamente no le importaba un carajo.

Cuando finalmente pudo saciar el hambre que salía de él, la sensación de que por fin tenía esos deliciosos labios de nuevo, sintió la tensión de los últimos días desvanecerse. Una vez más. El tema podía esperar un poco más, luego de que este momento terminara.

El momento, y el beso, se terminaron abruptamente con el teléfono de la chica sonando en su bolso. Estaba decidido a que lo ignoraran cuando comenzó a besar su cuello, y sus manos comenzaron a vagar por su delgada espalda.

Ella se separó diciendo algo sobre el trabajo y que llegaba tarde, y algo más que no pudo entender, por seguir bajo la bruma del placer, hasta que vio que ella se alejaba corriendo.

Le tomó un segundo recuperarse antes de correr a su coche y arrancar el auto tan rápido como el motor le permitía, antes de detenerse frente a Rin y ofrecerse a llevarla.

Afortunadamente ella no se puso a discutir con él, ni lo distrajo con charlas superficiales, necesitaba su completa concentración para manejar en este momento.

Cuando llegaron al lugar que ella le indicó, no lo miraba a los ojos.

"Mírame, maldita sea". –Pensó cuando ella no se bajaba del carro, pero tampoco giraba sus ojos hacia él.

Cuando ella finalmente iba a salir, su mano se movió casi por instinto, halándola hacia él.

Ella le dio un beso, bastante superficial, nada como los besos que ella le daba cuando se encontraban en su oficina, pero aun así era lo suficiente como para sentir algo de tensión salir de su cuerpo.

Cuando ella entró en el restaurante, le tomo tiempo para que su polla se ablandara. Solo había sido un estúpido beso, pero su cuerpo ya estaba listo para reclamarla.

Se fue antes de que cometiera más imprudencias ese día.

Había ido a hablar con ella. HABLAR. No estaba en sus planes saltar como un salvaje y ponerse todo loco y posesivo con ella.

. . .

Su Control no mejoró exactamente después de la pequeña visita al restaurante. Fue de hecho empeorando.

Por alguna razón, no podía pensar en otra cosa más que en besar esos apetitosos labios en cuanto la veía. Pero el deseo se convirtió en rabia, cuando vio a la pequeña mocosa sonriéndole al mismo muchacho idiota que la miraba como si fuera la última Soda del desierto.

Tenía la intensión de hablar con ella, tal vez de manera más sutil y en una situación más privada, pero la simple idea de ese imbécil tocando un solo cabello de Jundo lo hacía sentir un odio en su interior que no había sentido antes.

Fue casi instintivo cuando tomo su brazo y casi la arrastró al salón.

Fue más que un alivio sentir un beso REAL, su boca húmeda y cálida, el sabor dulce de su interior aturdía sus sentidos y su pequeño cuerpo amoldándose al suyo lo hacía sentir enorme en comparación.

Debían detenerse, estaban en un lugar demasiado público, cualquiera podría entrar en cualquier momento, pero su cuerpo solo quería aferrarse a esta chiquilla molesta y molerse contra ella como un animal en celo.

Afortunada, o desafortunadamente, la puerta se abrió antes de que llegaran más lejos. Lentamente volteó, y se encontró con la mirada de Muso sobre ellos, con esos enormes ojos rojos mirándolos con incredulidad.

Ella reaccionó sorprendentemente rápido y despistó exitosamente a cualquiera que los hubiera visto entrar.

Solo después de que su cerebro volviera a pensar correctamente, apoyó su cabeza contra la pared, al lado de la cara de Jundo, su mejilla contra ese cabello azabache suave y con aroma a jazmín.

-Tú tienes toda la culpa. –Se escuchó decir. Tenía una sensación mezclada de resentimiento y deseo, y le era muy difícil decidir cuál debería estar sintiendo.

-¿Cómo es esto mi culpa?

-No debiste decidir el terminar tan temprano. –Dijo irritado, dejando besos codiciosos en su cuello y el nacimiento de sus pechos perfectos. –Si no hubieras hecho eso, habríamos tenido algunos encuentros más hasta que se volviera lo suficientemente aburrido.

No era una mentira, era más como una vaga esperanza. Sí, quería reconocer a las pequeñas, pero no estaba seguro de querer empezar una familia como la de su padre, casado con una mujer que no amaba por tener un hijo en común. El deseo no era amor.

La respuesta mordaz de la chica fue casi tan cómica como seductora para sus oídos.

-Voy a ir a tu casa esta noche, y vamos a follar.

Por supuesto ella se negó, o lo intentó, algo.

-¿Ya se olvidó de las niñas?

No era un "no". La respuesta en si debió hacerlo pensar un poco más claramente. No lo hizo.

-¿No se supone que los niños deben irse a dormir temprano?

-No puedo dejarlas solas. ¿Qué pasa si despiertan?

-Seremos silenciosos. –Era poco probable, podía ver cómo a Jundo le costaba el no soltar sus gemidos de placer, y solo por acariciar la suave piel de su vientre. –Voy a ir esta noche. Y vamos a follar.

Quiso darle un último beso, pero se contuvo. Tenía que salir ahora o de verdad no iba a soportar un minuto más. Salió del salón, y después de asegurarse de que nadie lo veía, se dirigió a su oficina.

. . .

¿Por qué rayos había dejado tanta tarea el día anterior? Pudo haber llegado antes si no hubiera tenido tantas tareas que corregir. Sabía que no tendría nada listo si se iba sin cumplir sus obligaciones primero, así que se quedó "tranquilamente" en su oficina hasta que terminó su trabajo, y metió todo a su coche antes de conducir al departamento de Rin.

No era el barrio más confiable, pero el ambiente se sentía lo suficientemente hogareño como para que las pequeñas crecieran rodeadas de vecinos con niños de su edad y empezarán a socializar. No le gustaba que no hubiera alguien en la entrada para checar quien entraba o salía del edificio, o que no hubiese cámaras de seguridad. Literalmente cualquier extraño podría entrar y aparecerse en casa de alguien.

Se detuvo frente a la puerta del departamento de Jundo y la miró, preguntándose qué rayos le pasaba. Esto era lo que quería. Solo necesitaba sacarla de su sistema y luego podría continuar con sus planes de decirle que Towa y Setsuna eran sus hijas. Tal vez debería decirle la verdad primero, poner las cosas claras y no complicar aún más esta delicada situación.

Cualquier pensamiento racional abandonó su mente cuando la puerta se abrió, revelando a la dueña del departamento.

Ojos marrones medio vidriosos, las mejillas sonrojadas, labios rosados, su hermoso cabello azabache hasta la cintura mojado y brillante a la tenue luz de la luna, vestía una ropa que no era reveladora, pero que no podía ocultar las curvas de su cuerpo, sus pezones empezando a revelarse en la tela del top y sus piernas largas se movían con nerviosismo.

Él entró, quitándose los zapatos en la entrada, y se la llevó en silencio a la habitación.

No quería detenerse a pensar en nada o perder el tiempo en nada más que no fuese enterrarse en ella hasta quedar saciado.

Se desnudó con toda la tranquilidad que pudo, tratando de no mostrarse tan desesperado como en realidad se sentía. No era un animal, maldita sea. Aún tenía su orgullo.

Cuando Rin se quito su delgada ropa, no pudo evitar devorarla con la mirada: Su piel suave y sin imperfecciones al descubierto, brillando con la luz de la luna que se colaba por la ventana, sus mejillas rojas, su respiración acelerada; todo era una visión perfecta.

Su falta de autocontrol fue casi ridícula, porque no podía dejar de besarla, tocarla, follarla... Sentía que no podía tener suficiente de ella.

Cuando ella se abrazó a él cuando todo terminó, se sintió cálido por dentro, como si ella no quisiera soltarlo, como si se sintiera segura.

No era para lo que había ido esta noche. Ciertamente no lo era. Pero no pensó en eso. Al menos hasta el día siguiente.

Se sentía cómodo con el tacto de la piel suave y cálida entre sus brazos. Escuchaba en la lejanía voces. Al principio no entendía muy bien lo que decían, hasta que escucho una dulce vocecilla que sonaba muy cerca.

Abrió lentamente los ojos y se encontró con los dos pequeños seres más parlanchines del planeta.

-Buenos días, señor Sesshomaru. –La sonrisa de Setsuna podría iluminar una habitación entera.

Sintió ganas de reír por la escena ante él: Las niñas miraban con curiosidad su presencia en la cama de su madre, y la susodicha parecía querer enrollarse en las sabanas como si así pudiera fingir que nada de esto estaba pasando.

Rin salió de la habitación con las niñas, dándole la privacidad que necesitara para que pudiera vestirse y darse un baño.

Con el agua cayendo sobre su cuerpo, ayudó a aclarar su mente un poco. Esto estaba saliéndose de control de manera ridícula. Volver a tener sexo con Rin no había ayudado precisamente, y solo complicaría más la conversación que deberían haber tenido desde el principio.

-¿Quiere desayunar? –Escuchó la dulce voz de Setsuna al otro lado de la puerta.

Se asomó por la cortina para asegurarse de haber colocado el seguro en la puerta. Cuando comprobó que sí, continuó con su rutina de aseo.

-No.

-¿Por qué no? Mami hace unos desayunos deliciosos.

-No tengo tiempo.

-Si no desayuna, le hará daño.

-Comeré en mi casa.

-...

-...

-¿Le gustan los dragones?

Sesshomaru se preguntaba si todos los niños eran así, o solo era la personalidad natural de esta pequeña en particular.

-¡Setsuna! Deja de molestar al señor Sesshomaru. Le diré a mamá.

-¡No lo estoy molestando! Señor Sesshomaru, ¿Lo estoy molestando?

-No.

-¿Lo ves? Estamos teniendo una interesante conversación.

-Setsuna, los dragones no existen. La señora Kaede lo dijo.

-¡Los dragones si existen! Señor Sesshomaru, dígale a Towa que existen.

Antes de que alguien empezara a llorar, Rin llegó a tiempo para llevárselas a la cocina. No es que le molestaran, sorprendentemente tenía una sonrisa en su cara solo por escucharlas, pero tenía prisa y se veía que esas dos hablaban demasiado.

Para cuando terminó de bañarse, se metió al cuarto para secarse el cabello y ponerse la misma ropa del día anterior. Si no se daba prisa, llegaría tarde y eso era algo impensable para él.

Cuando salió de la habitación, vio como una anciana y Rin conversaban en la entrada de la puerta, antes de que aquella señora lo mirara críticamente. En su escaneó de 5 segundos ella ya había decidido que él no le agradaba.

Esa mujer le dio un asentimiento frio y se llevó a las niñas con ella a la cocina, mientras estas se despedían con la manita.

Bueno, él había decidido que ella no le agradaba, tampoco.

-Nos vemos alrededor, supongo.

Estaba a punto de salir cuando escuchó esas palabras

¿Qué?

Se giró para verla. Parecía que no era capaz de mirarlo.

Su lenguaje corporal le indicaba que estaba rígida. No lo decía enserio, ¿Verdad?

Se acercó a ella y succiono un chupetón en su cuello, codicioso y hambriento.

Se separó, antes de que tuviera algún otro impulso desaconsejable, y salió del pequeño departamento.

. . .

Claramente, su estrategia había fallado miserablemente.

No importaba cuantas veces follaran, cuantas veces se viniera, siempre necesitaba más de ella.

Cuando el acto terminaba, tenía una necesidad de besar su cuello, sus mejillas, sus pechos, cualquier pedazo de piel que pudiera alcanzar. No había un motivo en especial, pero le gustaba escucharla reír cuando sus labios rozaban su piel, o sus pequeños gemidos cuando se acurrucaba a su lado.

Tal vez era una manera de alargar la inevitable separación al final del acto. Al contrario de lo que esperaba, no siempre podía quedarse a dormir. Tenía muchos trabajos que corregir, tenía que preparar sus clases, y estaba empezando a trabajar en un nuevo libro. Esto último es lo que debería estar tomando todo su tiempo libre, en lugar de venir cada día a la casa de su alumna y joderla hasta que sus músculos estuvieran placenteramente doloridos.

Pero siempre terminaba aquí, de nuevo con ella, usando su tiempo en algo más entretenido que investigar sobre la migración de los osos polares a zonas más pobladas.

Ella también tenía cosas que hacer. Por supuesto que tenía que trabajar, pero la idea de separarse lo molestaba, por más ridículo –y cursi– que el pensamiento fuera.

Ella no tenía que salir de aquí. No tenía que dejar a las niñas con alguien más. Él podía cuidar de las tres perfectamente... ¿Pero cómo se lo decía sin perder su orgullo de por medio?

-Tú no tienes que trabajar allí. –Dijo dentro de su oreja, mientras se enterraba más profundo. –Yo pagaré...

-Ni siquiera termine esa frase.

-Tú aceptaste dinero antes. –Dijo enterrándose con más ímpetu. No es que le gustara la idea de que esto era un servicio, pero no encontraba mejor manera de aportar dinero sin que se viera sospechoso.

-Usted sabe que era diferente antes.

-¿Cómo era tan diferente? –Se detuvo. Era malditamente difícil concentrarse en mantener una conversación, y mover las caderas al mismo tiempo. Ella se estaba llevando toda su maldita cordura. La odiaba por eso. Pero necesitaba saber que tan perdido estaba en este asunto, si aun estaba a tiempo de ponerse a salvo antes de que todo estallara.

-Le di las mamadas porque necesitaba el dinero. –Dijo ella en voz baja. –Nos acostamos porque lo quiero.

-¿Lo?

-...Porque lo quiero a usted.

Su corazón se detuvo.

No era la primera vez que escuchaba esas palabra –mucha de las aventuras que mantenía terminaban cuando empezaba a sospechar que buscaban algo más que sexo–, pero si era la primera vez que esas palabras lo afectaban.

Era la primera vez que se sentía comprometido en una relación con otra persona.

De alguna manera, esto ya no era simplemente tener sexo. Esto se sentía diferente, más personal e intimo. Y el ya lo sabía

Maldita sea esta mujer y la manera en que afecto toda su vida.

-Sí, así es. –Respiró profundamente, antes de acercarse a su oído y susurrar. –Te quiero.

Una oleada de algo recorrió su cuerpo cuando volvió a mirarla. Parecía entre incrédula y feliz.

Para cuando terminó y finalmente se aparto de su cuerpo, se quedó mirando al techo. Esto estaba tan mal en todos los sentidos. Esto no debería de haber sucedido. Esto lo complicaba todo. Y aún así, su estúpido corazón no dejaba de latir cada vez que recordaba las palabras de Rin diciendo: "Porque lo quiero a usted".

Se levantó lo más rápido que pudo. Tenía mucho en que pensar, y mientras más estuviera al lado de esta chiquilla, menos atención pondría a cualquier otro pensamiento complejo.

Aún así, tampoco podía decirle que no cuando le pidió que le diera un pequeño aventón al trabajo.

. . .

La clave para que su relación no fuera descubierta era la sutileza.

Simplemente actuarían como siempre y tratarían de no interferir en la vida del otro. Puede que se sintieran ansiosos cada vez que se cruzaran por los pasillos, pero él quería mantener su trabajo y ella quería terminar su educación.

Aun así, era casi imposible no observarla cuando se juntaba con los otros estudiantes, así como no era difícil como esos chiquillos imbéciles sobresaturados de hormonas se la comían con los ojos. Era asqueroso y desagradable.

No es que pudiera culparlos, tampoco. Desde que su relación se había "retomado", por así decirlo, ella despedía un brillo y una alegría difícil de ocultar.

Incluso estaba afectándolo a él. Sus colegas laborales habían dicho que últimamente estaba un poco menos insufrible las últimas semanas.

Tampoco ayudaba el que hubiera defendido a Rin cuando Koga claramente estaba regañándola por algún tema referente a su clase. Aunque su mente le decía que ciertamente este no era su asunto y Rin era una adulta capaz de defenderse sola, había otra parte de él que decía que asesinara al idiota que la estaba molestando y después escondiera el cadáver.

Sabiendo que no haría nada de eso, se acercó e intervino en el veredicto de su colega.

No se sorprendió cuando más tarde la vio esperándolo en su despacho. Normalmente estaba impaciente por su presencia, pero ahora estaba muy ocupado.

Pero también sabía que no podría concentrarse si la dejaba ir solo así.

Ese día aprendió que si podía consolar a la gente, incluso si no les decía nada... Bueno, Rin no era todas las personas del mundo, pero le importaba significativamente más. El suave aroma de su shampoo y la calidez de su pequeño cuerpo la hacían sentir mejor.

-Se está volviendo suave, profesor. –Podía oír la risa en su voz.

-Cállate, Jundo.

Ella besó su mandíbula y se acurrucó. Maldita sea.

El momento hubiera sido perfecto... Si no hubiera mencionado a Yoshida.

¿Por qué carajos pensaba en ese sujeto cuando estaban a solas?

Tal vez había sido demasiado obvio su disgusto cuando le dijo que él le explicaría la tarea. Aunque claro, ella parecía no haberse dado cuenta.

También descubrió ese día que podía disfrutar de su compañía, sin contacto físico, solo haciendo su trabajo y sintiendo su cálida presencia a su lado mientras ella terminaba sus deberes.

. . .

Aunque claro, no solo Rin había desbalanceado su perfecta y ordenada vida. También había dos pequeños seres que hacia la otra mitad del trabajo.

Iba al pequeño departamento de Rin todos los días, y casi todos los días amanecía allí también.

Con su 1.85m de altura, casi todos los muebles y artículos de la casa parecían hechos para versiones en miniatura.

Pero viendo las pequeñas manitas de Setsuna sujetando su esponjosa estola, o los pequeños pies descalzos de Towa corriendo por toda la casa, veía porque todo era tan pequeño en comparación con su gran tamaño.

-Voy a empezar a hacer el desayuno, chicas. –Escuchó a Rin decir desde la cocina, con su ridículo delantal naranja atado en su cintura.

-¡Sí, mamá! –Dijeron al mismo tiempo las niñas. Setsuna lo miró a él con timidez, antes de correr dentro de la cocina.

Towa se quedó atrás, luchando con sus cabellos desordenados y con la liga elástica en su boca. Parecía un trabajo difícil, y ella parecía que no podría sola.

Se detuvo, todo su cabello cayó como cascada sobre su espalda y sonrió antes de acercarse a él.

-Oiga, señor Sesshomaru, ¿Podría amarrar mi cabello?

¿Qué infiernos sabía él sobre peinados femeninos?

Los ojitos rojos de Towa brillaban con suplica.

Chasqueó la lengua. Qué demonios. No debería ser tan difícil, ¿Verdad?

. . .

-¡MAMÁ!

Rin entró corriendo en dos grandes pasos y se detuvo cuando la niña se abrazó a su regazo.

-¡A MI NO ME GUSTA! –Lloriqueó.

Bueno, al parecer si lo era.

-... Y-y luego lo amarró así. –Los sollozos y el hecho de que su carita estuviera pegada a la ropa de su madre, hacia casi imposible el escuchar lo que decía.

Rin parpadeó, mirando la extraña coletita que la pequeña tenía en su cabeza.

Curvó los labios hacia adentro, claramente tratando de evitar reírse.

La fulminó con la mirada, no era su culpa. Debían ser las ligas baratas que ella les compraba.

Rin se aclaró la garganta, y cargó a Towa.

-Vamos a ver como lo corregimos.

Se sentó a su lado, y empezó a peinar los cabellos plateados de la pequeña, con la delicadeza de una estilista profesional.

-Mami trabajo en una peluquería por un año. –Setsuna le aclaró al ver su confusión.

Miró como Towa sonreía mientras su madre se centraba en su tarea como no la había visto antes.

En silencio se puso de pie y caminó a la cocina. Se arremangó la camisa y buscó lo que había en el refrigerador y la alacena. Frunció el seño al ver que había muy pocas cosas comestibles.

Miró de reojo, Rin y Towa seguían en la sala. Sacó su teléfono, y en un minuto ya había realizado un pedido en su app de entregas a domicilio.

Guardando su teléfono en su bolsillo trasero, empezó a partir los huevos y a calentar la sartén. Escuchó tras él que algún mueble se había movido en su dirección y luego miró la manita de Setsuna extendiéndole un tenedor.

Estiro la mano, tomo un par de champiñones y los puso dentro de un bowl en el fregadero. La niña se arremango las mangas de su pijama, y abrió la llave para lavar lo que él le pasaba.

-¿Qué están haciendo? –Rin preguntó cuando entró en la cocina.

-Yo ayudo, mami. –Su sonrisa iluminaba toda la habitación.

-Pero no es nece...

Ignorándola, empezó a picar las verduras para luego echarlas a la sartén. Escuchó el suspiro resignado y casi podía jurar que ella estaba haciendo pucheros.

-Bien, iré a darme un baño. No dejes que salgan de la casa. –Se acercó y besó su mejilla antes de salir de la cocina.

No fue un mayor problema. Él tenía que hacerse sus propios alimentos al vivir solo, y no era fanático de la comida rápida o de contratar personal de limpieza y tener a mujeres extrañas tocando sus cosas. Además, la pequeña de cabellos negros era una excelente ayudante de cocina.

Sorprendentemente, la vida hogareña no era tan mala.

. . .

Pero como siempre, todo lo bueno tiene su final.

En su caso, el principio del fin comenzó con una llamada.

Estaba en su oficina revisando unos ejercicios para su clase. No era su hora favorita del día, pero le ayudaba a pensar en algo más que no fueran las caritas sonrientes de las dos pequeñas cachorras, o la presencia cálida de Rin a su lado.

Su preciosa concentración fue cortada por el sonido de su teléfono. Lo ignoró, pero luego volvió a sonar. Y de nuevo. Y otra vez.

Antes de que lo arrojara lejos o lo apagara, revisó el identificador de llamadas. 10 llamadas perdidas de Izayoi.

Frunció el seño y cuando su teléfono volvió a sonar, respondió.

-Iza...

-¡Tienes que venir ahora mismo! –Su voz estaba llena de desesperación y estaba ahogada por el llanto. –Tú... Tú padre, él... –La escuchó sollozar desesperada. –Él tuvo un accidente. Tienes que venir a verlo. Por favor.

Colgó y se puso de pie para tomar sus cosas lo más rápido que pudo. Tuvo que ir a la oficina del decano y explicar la situación. Jamás en su vida había tomado un día libre así que fue fácil que le concedieran el permiso.

A mitad de camino a su auto, se detuvo. Sería mejor avisarle a Rin que no estaría en los alrededores en los días siguientes.

Sus pasos lo guiaron a la cafetería del campus. Ella estaba de espaldas a él, pero Muso claramente lo notó. Le hizo una seña a Rin de que estaba cerca.

Rin giró la cabeza hacia él, y rápidamente se levantó, alejándose un paso lejos de la mesa. Claramente notó que algo andaba mal, porque si la situación no fuera critica, nunca iría a buscarla allí, en un sitio tan público.

-¿Pasa algo malo? –Ella murmuró, mirando a su alrededor. No tenia que mirar para confirmar que estaban llamando la atención, de nuevo.

-No. –Dijo, aparentando tranquilidad antes de darse la vuelta y salir de la cafetería.

Ella no tardó en seguirlo. Bien.

-Me voy por unos días. –No quería dar más explicaciones de las que fueran necesarias.

-¿Dónde? ¿Por qué?

-No importa. No te incumbe. –No quería preocuparla por temas insignificantes. –Me voy.

-Bien. Vaya.

Era claro que quería saber, pero no quería involucrarla más. Dio un paso hacia ella, solo quería un beso, necesitaba solo un beso de despedida antes de irse.

No lo hizo, por supuesto. Estaban en un área muy pública, y aunque no hubiera nadie ahí ahora, definitivamente alguien podría verlos en cualquier segundo.

Retrocedió a tiempo cuando un estudiante salía de la cafetería. Eso estuvo malditamente cerca.

Se dio la vuelta y se alejó.

Cuando subió a su coche, respiró profundamente antes de arrancar el motor. Esto sería saludable. Aun tenía un largo camino por delante y no necesitaba distracciones en la carretera.

No debió haber ido.

No debió irse sin besarla.

No debió irse sin ver a las niñas.

No debió haberse ido y dejarlas solas.

. . .

La mansión estaba abarrotada de gente, para su sorpresa.

La seguridad del lugar y sus sirvientes lo ayudaron a pasar entre los buitres de la prensa que gritaban preguntas al aire. No escuchó ninguna con claridad.

Cuando entró en la sala principal de la casa, supo que algo andaba mal.

Su madre fumaba dentro de la estancia, su hermoso rostro tenso y sus ojos parecían querer asesinar a la persona frente a ella.

Sesshomaru se tensó cuando la persona en el sillón de enfrente a su madre se giró y le sonrió con una falsa alegría que le enfermó.

No importaba que tan hermosa fuese, siempre le desagradó su presencia.

-Vaya, Señor Sesshomaru, es una gran sorpresa que estés aquí tan pronto como anuncié las buenas noticias.

Sesshomaru entrecerró los ojos, ¿De qué hablaba está mujer?

Su madre no había dicho nada, y eso ya era preocupante.

-Oh, ¿No me digas que Izayoi no te lo dijo?

Sesshomaru miró a su madre, preguntando de qué rayos hablaba esta mujer.

-Bueno, como parece que nadie dirá nada, es mi deber informarte que hace unos 10 minutos anuncie a la adorable gente de allá afuera acerca de nuestro inminente matrimonio próximo.

Esas palabras lo dejaron descolocado por unos segundos. ¿Qué?

-Después del lamentable accidente del señor Taisho, era necesario que se desviara la atención por un tiempo de la noticia principal. Claro, no es como que yo haya dicho una mentira, después de todo esto iba a pasar tarde o temprano... Aunque sigo sin comprender el por qué tuvo que ser aplazado tantas veces.

Su falsa voz apenada lo tenía al límite de su paciencia.

Sesshomaru se acercó con dos grandes zancadas, pero su madre se interpuso de manera oportuna.

Zero retrocedió un paso, pero su fría sonrisa no se desvaneció.

No le gustaba nada esta situación.

Había pensado que solo tendría que librarse de sus padres para evitar esta farsa de matrimonio, pero debió saber que Zero y su familia estaban demasiado en alerta para que su hija se casara con el mejor partido que estuviera disponible.

Debería haberlo recordado, si solo no hubiera dejado que su pene pensara por él el último par de meses.

-Por favor, señor Sesshomaru. Será más escandaloso si sale ahora y desmiente todo, seguramente la reputación de su familia será la más afectada, ni que decir cuando se enteren de lo de su honorable padre. Sería la ruina de su familia.

El primer instinto de Sesshomaru era el de tomar el cuchillo para queso que se encontraba en la mesita de café en medio de las dos mujeres, pero no necesitaba agregar un cargo de homicidio a su ahora larga lista de problemas... por ahora.

Se dio la vuelta para salir y decirle a esa bola de Buitres la verdad, a la mierda la reputación, él no iba a ser manipulado por esa mujer.

-O... Me pregunto si el hecho de que el hijo mayor del señor Touga tiene dos hijas ilegitimas desviaría la atención de todos. Creo que eso ocuparía toda la atención de los medios, ¿No lo cree?

Sus pasos se detuvieron. ¿Qué?

Se giró para verla. Ella estaba sonriendo aún mas, no estaba alardeando.

¿Cómo infiernos lo supo esta mujer?

-No me mire así. Es completamente normal que investigue acerca de mi futuro esposo. Y debo decir que la investigación me trajo resultados... Interesantes.

Maldita perra.

La sonrisa de la mujer se mantuvo.

-Imagino que la noticia de que el gran Sesshomaru tenga dos hijas ilegitimas y una relación clandestina con una alumna será mucho más escandaloso que si deja plantada a su preciosa prometida en el altar. Piénsalo si quieres, querido. –Salió tranquilamente de la habitación, contoneando exageradamente las caderas.

Poco después, su madre salió también, dejándolo solo.

. . .

De eso ya dos meses.

Había aceptado su destino como un hombre. Él podría soportar la humillación y las habladurías. No le importaba lo que la gente dijera de él.

Pero Rin no.

Después de lo que había tenido con ella hace años, se había impuesto una regla y la había mantenido: No relaciones. Cortaba todos los lazos con una mujer si notaba que ella estaba empezando a ilusionarse. Era mejor romper las cosas antes de que hubiera sentimientos reales involucrados.

En el pasado poner fin a su asociación con la mujer en cuestión había sido fácil. Todo lo que tenía que hacer era dejar de tener relaciones sexuales con ella y no contestar sus llamadas. ¿Cruel? Quizás. Pero fue práctico. Amable, incluso, desde cierto punto de vista.

Pero esta vez, las cosas fueron más complicadas. La mujer en cuestión era Rin.

Se pasó la mano libre por la cara y exhaló con los dientes apretados. Era innegable que sus sentimientos por Rin eran retorcidos y equivocados. Había durado mucho más que cualquiera de sus arreglos sexuales de la última década.

Había dejado pasar mucho tiempo para hablar con ella y explicarle la situación, pero genuinamente había esperado aburrirse antes de llegar a eso. Había sido egoísta. Egoísta y codicioso. Su renuencia a dejarla ir se derivaba de eso.

Pero si no caía en este maldito Chantaje, todo el mundo sabría de Rin y él, y eso arruinaría la carrera de Rin antes de que siquiera comenzara correctamente. Y él no permitiría que eso sucediera.

Y por una vez, estaría haciendo "lo correcto".

Aun así, solo podía pensar que sus hijas crecerían en un país extraño. Rin enamorándose de un extranjero que se atreviera...

Sesshomaru hizo una mueca. Rin era una mujer joven y hermosa. Era libre de elegir a quien quisiera, donde quisiera. Y al parecer, era en Inglaterra, un país al otro lado del mundo, lo cual no debería permitirse. El lugar de Rin y sus hijas estaba aquí, en América, donde Sesshomaru podría verlas y mirarlas aunque no pudiera tenerlas.

Sesshomaru miró fijamente la pared, perturbado por sus propios pensamientos. Tal vez era bueno que Rin hubiera elegido irse. Tal vez era exactamente lo que necesitaba, especialmente porque no estaba seguro de poder soportar ver a Rin con otro hombre sin arreglar un accidente para ese hombre.

Suspirando con exasperación y disgusto, se pasó una mano por la cara. Esto era ridículo. Rin no era suya. Nunca había sido suya. Y no había nada que Sesshomaru pudiera hacer al respecto. Rin era libre de vivir donde quisiera. Salir con quien quisiera.

A quien ella quisiera.

Sesshomaru levantó la cabeza.

Y luego casi se rio de sí mismo por haber entretenido semejante pensamiento. Rin nunca lo elegiría, incluso si Sesshomaru se lo pidiera.

¿Por qué ella lo elegiría después de cómo la había tratado, mentido y manipulado todo ese tiempo?

Sin mencionar que Zero podía revelar su secreto al mundo si se atrevía a romper el trato que les había dado.

Alzó la mirada cuando vio a su madre sentarse en una silla de su escritorio mientras su cuñada entraba rápidamente con el equipo de primeros auxilios.

Las ignoró a ambas.

Fulminó a su madre con la mirada, quien estaba sosteniendo con curiosidad la foto de su escritorio. Algo brilló en sus ojos, pero no podía determinar qué.

Kagome intentó iniciar una conversación que ninguno de los dos quiso seguir.

Pensó que si iba a ser obligado a casarse, hubiera aceptado algo más parecido a Kagome Higurashi que a Zero.

Tenía que aceptar que Kagome era hermosa, de una familia respetable y era perfectamente agradable. Siempre era amable y estaba dispuesta a ayudar aunque no lo quisieras. Tenía una linda sonrisa y era bastante inteligente. Seguía sin entender cómo es que termino con una bestia como Inuyasha.

Y aún así, todo lo relacionado con ella le enojaba: Desde su actitud amable hasta su cabello castaño. No sentía ninguna clase de deseo sexual por ella. No es que ella le interesara.

Rin probablemente lo habría regañado por ser un imbécil con Kagome cuando todo lo que quería era ayudar, luego llamaría a las niñas para que aprendieran como la mujer vendaba sus heridas, y después de una eternidad, y un millón de preguntas, los 4 irían a comer, o a ver una película, o...

Hizo una mueca, apartando el pensamiento de su mente. ¿No podría dejar de pensar en ella durante cinco malditos minutos?

Reaccionó cuando escucho la voz de su cuñada hablando de nuevo.

-...lo no la mojes hasta mañana, y deberás ponerte esta pomada cada 2 horas. Estarás bien dentro de poco. ¿Entendiste?

Asintió secamente, solo deseando que se fuera.

Kagome dio un corto asentimiento antes de salir.

Podía sentir la mirada de su madre sobre él antes de irse en silencio y cerrar la puerta.

Poniéndose de pie, volvió a sentarse en su silla sin prestar atención a nada más. Era Sesshomaru Taisho, Lord de la casa Taisho, y ahora el heredero de la empresa de su familia.

Lo que el hombre detrás de esos títulos quería era en gran medida irrelevante.