Capítulo tercero: Vida humana... ¡Al fin!

Rebeca parecía ser una criatura muy amigable con todos. Pero después de varias horas junto a ella. Harry tenía la certeza de que no había ser más pesado (a pesar de su tamaño y su cuerpo ligero). Se pasaba todo el tiempo hablando de flores, jardines, amigos, y más flores, y diferentes hadas, y más flores: unas verdes, otras blancas, otras rosas, violetas, fucsias, grandes, medianas, pequeñas, redondas, azules, triangulares, caídas, podridas... Y para sumarle a su conversación, estaba el ir y venir de su andar.En algún momento Harry sólo escuchaba un zumbido y se preguntó si el problema con las hadas y los humanos no era un problema de idiomas, sino uno de incomprensión y falta de paciencia hacia las criaturas. Se imaginó preguntándoselo a Hagrid, pero luego se acordó que Hagrid hacía mucho tiempo que no estaba entre ellos. Se había ido a la próxima gran aventura, como Dumbledore y un montón de otras personas...
Harry suspiró y se sentó en el suelo. En parte porque estaba cansado de tanto caminar y no ver señas de que estuviesen llegando a algún lugar. Y en parte porque le estaba volviendo el dolor de cabeza. Rebeca, sin embargo siguió de largo sin notar que Harry había parado a descansar. Y luego se dio la vuelta y se puso roja de la furia.
- ¿Acaso me estabas abandonando¡Ya te voy avisando que desde el instante que me salvaste la vida, nos une una especie lazo que me indica por donde estás! Así que la próxima vez que intentes escaparte de mí ya sabés...
Harry la miró pero no le dijo nada. Estaba de muy mal humor. Y no se iba a mejorar hasta llegar a ver a alguna persona. Se dejó absorber por la naturaleza que le rodeaba. Todo parecía muy pacifico por allá. Sin embargo, tenía la extraña sensación de que lo estaban persiguiendo todo el tiempo. Ahora que se ponía a pensar sobre el asunto, se estaba poniendo bastante paranoico desde que había llegado a ese lugar de locos. Tenía que tranquilizarse. Tal vez podría imaginarse que estas eran las vacaciones que tanto había soñado. Sin nadie a su alrededor, sin ningún problema serio... ¡Claro! Todo esto sería ideal si no estuviese perdido. No le gustaba para nada la idea de imaginarse como estarían todos en Inglaterra por su culpa. Titulares en cada periódico imaginable diciendo que Harry Potter había desaparecido, y preguntándose si no era obra de Voldemort. En el fondo, le hacia un poco de gracia. Pero le preocupaba muchísimo que sus amigos se estuviesen preocupando por él.
Y la terrible sensación de que lo estaban persiguiendo aun la sentía. Exactamente no podía decir que sabía que había alguien persiguiéndolo. Pero se le paraban los pelitos detrás del cuello cada vez que eso ocurría. Y desde que había llegado, había tenido esa sensación.
Miró a su alrededor para asegurarse que no estaba siendo paranoico. Y apoyó su cabeza en el suelo. Miró el cielo azulado. Raras veces se veía un cielo tan azulado en Inglaterra. Muchas nubes por aquellas tierras.
- Realmente, – pensó Harry – no me molestaría estar de vacaciones por aquí...
Tomó una siesta. Otra vez la brisa cálida que llevaba el olor a pino del bosque que ya habían dejado el día anterior lo ayudó a dormirse más rápido.
Abrió los ojos cuando ya era casi de noche. El sol se estaba ocultando por detrás de las montañas. Rebeca estaba jugando con unos pedacitos de césped. Harry se puso de pie y encendió un fuego azul para esa noche. La miró a Rebeca, y ella se fue a buscar comida. Al parecer dos días juntos ya les había dado una conocida rutina a los dos. Al momento volvió con una gran cantidad de hojas. Esta vez Harry no se lanzó hacia ellas, sino que esperó a que Rebeca las dejara y luego empezó a comer. La verdad era que esa dieta también lo estaba volviendo loco. Y por eso quería apresurar el paso. Decidió que partirían lo antes posible. Y que si al día siguiente no llegaban a ningún lugar, entonces tendrían que viajar de noche.
De repente Harry se despertó y vio que todo a su alrededor era una mancha verdosa. Inmediatamente buscó sus anteojos por el suelo, pero no los encontraba.
- ¡Rebeca? – la llamó - ¡Rebeca¿En donde estás? – Harry empezó a sentir que lo miraban con mayor fuerza que antes. Una ola de escalofríos lo envolvió y rápidamente sacó su varita apuntándola a la mancha verdosa que lo rodeaba.
Sin darse cuenta la mancha verdosa comenzó a tomar forma, el bosque. Se tocó la cara con la intención de sentir sus anteojos pero no estaban allí. Suspiró.
Aun era de noche pero veía claramente su alrededor gracias a la luz que emitía el fuego azulado. Una ráfaga de viento frío lo hizo mirar hacia atrás, allí vio una sombra de alguien y corrió hacia ella, pero en el instante que se movió se tropezó. Y despertó de un saltó con la respiración acelerada.
Parpadeó un poco para darse cuenta que había estado soñando. Y se pasó una mano por los cabellos. Rebeca ya estaba despierta y bailaba en la corola de una flor. Harry se levantó y miró alrededor para asegurase que esta era la realidad.
- Vamos, Rebeca, si hoy no me muestras esos jardines, entonces me vas a tener que llevar a un loquero.
- ¿Qué es un loquero? – preguntó acercándose a Harry.
- Es a donde ponen a la gente que no se comporta como gente – le dijo sin hacerle mucho caso.
Al parecer la respuesta la había dejado media preocupada y continuó dándole vueltas.
- Pero vos te comportás como toda la gente... – entonó como protesta.
- Sí, supongo que tienes razón, pero si no veo uno de esos jardines pronto, entonces voy a dejar de comportarme como tal.
Rebeca puso cara de extrema preocupación y Harry no pudo evitar sonreír. El hada realmente era sobre protectora. Y era irónico, al menos así lo creía él, que una criatura tan pequeña fuese capaz de preocuparse tanto.
- ¡Esta bien! – dijo Rebeca totalmente decidida – Si nos movemos vamos a llegar esta tarde...
Y así comenzaron a caminar. Repitiendo la situación anterior: Rebeca una máquina de hablar y Harry pensando en lo patética que era su vida. Pero finalmente llegaron a la cima de una montaña tan alta que permitía ver grandes distancias a la redonda.
- Rebeca, creo que allá hay un jardín – Harry señaló un amontonamiento de colores que se podrían interpretar como un jardín.
- No..., eso no es un jardín, - dijo ella medio pensativa. Harry la miró para ver que era lo que pasaba y vio que sus ojos se habían agrandado, como si estuviese en una clase de trance.
- ¿Entonces qué es? – dijo Harry mirándola y buscando su varita presintiendo que no era nada bueno.
Rebeca tardó en contestar, pero luego suspiró y lo miró con un aire triste en los ojos y los hombros caídos.
- Ese era mi hogar – dijo en voz baja. Paró por un instante y Harry no sabía qué decir. Parecía ser un asunto delicado. Y él, más que nadie, sabía lo horrible que era que te obligaran a hablar de algo que no querías. Sin embargo, la naturaleza habladora de Rebeca no la paró, - desde... desde, - miró al suelo, temiendo verle a los ojos, - que me salvaste la vida no puedo ir a allá.
Harry se quedó duro en su lugar. Ahora era culpable de haber desterrado a alguien de su hogar. Una cosa más para agregar en la larga lista de cosas que era culpable de haber ocasionado.
- Perdón, lo siento mucho... – dijo él sintiéndose terriblemente mal.Rebeca le sonrió, - ¿Por qué te voy a perdonar? – dijo riéndose, - ahora soy libre, puedo volar a lugares que antes eran prohibidos. No te preocupés, estoy perfectamente bien. Lo único que lamento es no haber podido despedirme de algunos de mis amigos... – suspiró – pero ya los veré en otro momento.
Harry no contestó. La miró preocupado.
- ¿Entonces¿Ves algún jardín por ahí? – trató de cambiar el tema.
- Están por allá – dijo señalando un pequeño bosque, a una gran distancia de lo que era el hogar de Rebeca. – Al menos allá está mi favorito. La dueña tiene las mejores flores del mundo. Se pasa todo el tiempo trabajando en su jardín... es un paraíso – sus ojos habían adquirido un aire soñador que le hizo sonreír a Harry.
- ¿La conoces?
- La he visto, si es eso a lo que te referís, pero no he hablado nunca con ella. – Volvió su mirada al bosque – pero es una adulta y no podemos hablar con adultos, al menos no podía – dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Harry le sonrió y Rebeca pareció derretirse ante ese gesto. Al parecer la criaturita estaba enamorándose de Harry ¡Alguien más que se unía al club de fans!
A partir de ese punto la caminata se hizo más agradable. O, al menos, así lo creyó Harry. El simple hecho de saber que ya estaban a unas horas de ver a alguien humano era suficiente como para alegrarle el momento a cualquiera.
Y por fin vieron una pequeña casa a lo lejos. Era totalmente de madera y unas flores que no parecían reales la rodeaban. Harry suspiró y le indicó a Rebeca que se escondiera, no quería arriesgar encontrarse con ningún muggle. Así que el hada se metió en uno de sus bolsillos.
Harry tomó aire, puso su mejor cara sonriente (recordando a Lockhart) y empezó a acercarse a la casita. Caminó por el caminito que lo dirigía a la puerta principal y notó que el lugar estaba repleto de mariposas y de un brillo extraño hipnotizante. Por eso le gustaba tanto el lugar a Rebeca, no había dudas que era magnífico.
Tocó la puerta pero nadie parecía contestar. Se fijó si había algún timbre, pero no encontró ninguno.
- ¿Crees que se han ido? – le preguntó a Rebeca.
- Tal vez esté trabajando en el jardín – susurró ella.
Harry, entonces, empezó a caminar alrededor de la casa sin ningún resultado. Pero luego, entre la flora, vio que una de las flores subía ¿O no era una flor¡Era una cabeza! Harry quedó boquiabierto. Allí estaba la dueña del famoso jardín. Al parecer había estado durmiendo entre sus flores. Lo que más le llamó la atención fue su cabello rojo. Estaba peinado en una larga trenza que le llegaba hasta los pies, aunque en ese momento algunos mechones le caían en forma despeinada y le daban el aspecto de una criatura surreal. Se estiró dando un bostezo despreocupado y Harry notó lo alta que era.
Harry se quedó sin palabras, ni podía moverse. La muchacha se dio vuelta y vio a Harry. Cuando lo notó reaccionó más o menos como él. Se le abrieron los ojos y puso una mano en su boca de puro asombro. Se acercó a él y cuando Harry se pasó una mano nerviosa por los cabellos revoltosos, ella le vio la cicatriz y murmuró un "Harry Potter" entre los dientes. Sus ojos inmediatamente se le fueron hacia atrás y cayó desmayada. Por suerte, sabemos que Harry tenía buenos reflejos y la atajó antes de caerse en el suelo.
Harry miró a Rebeca en busca de ayuda. Pero el hada ya se había hipnotizado con tanta flor y desapareció. Harry se rió. Una de esas pocas risas que le llegaban a los ojos. Era la primera vez que se reía de verdad. Esta chica, al parecer, era una bruja y lo conocía. Por una vez en su vida se alegró de llamarse Harry Potter y tener esa horrible cicatriz.
Harry trató de despertarla pero sin ningún resultado. Decidió que la tenía que meter en la casa, pero no sabía cómo. La apoyó cuidadosamente en el suelo y tomó su varita.
- Alohomora – la puerta se abrió y llevó a la chica a un sillón que estaba allí. Entonces trató de revivirla. – Ennervate – Los ojos se le abrieron y saltó de puro susto cuando lo vio otra vez.
-Te hubiese preparado un té, pero no es mi casa y no quise parecer maleducado.
- ¡Harry¿Cómo llegaste aquí? – Harry se empezó a reír, y ella puso cara de confusión. ¡Uy, perdón! – Se pasó las manos por un delantal que tenía puesto con el objetivo de sacarse la tierra que tenía en ellas después de haber estado trabajando afuera y le extendió la mano para saludarlo, - mi nombre es Jennifer Weaver es un gusto hablar contigo. Ya mismo me voy a preparar té, sí, creo que esa es una buena idea, hmmm, té. Típica bebida inglesa para un típico mago inglés... – En todo este hablar paró en seco frente a una de las alacenas y lo miró fijamente. – Perdón... es que no todos los días recibo la visita de alguien famoso – le dijo en voz baja y con las mejillas sonrojadas de la vergüenza.
Harry le sonrió y se sentó en la mesa mientras que Jennifer preparaba la taza de té. Tenía miedo de que la chica no fuese de confiar. Tantos años en guerra le enseñaron que no importa que tan atractiva sea la persona a quien le está hablando, uno nunca puede estar cien por cien seguro de la verdad. La chica parecía buena, pero las apariencias engañaban. Iba a tener que tener cuidado con lo que decía.
- ¿No eres de aquí, no? – trató de empezar una conversación.
- No – dijo simplemente mientras que echaba el agua caliente en una taza.
- ¿De donde eres?
- Inglaterra
Harry tomó la taza de té y la miró preocupado. Su estómago le decía que por fin iba a recibir comida como la gente, su mente le prevenía que tuviese cuidado.
- ¿Por qué tanta desconfianza? – pensó y suspiró. Luego levantó su mirada y vio que Jennifer lo estaba mirando con una sonrisa divertida.
- No tiene veneno... no te preocupes
Harry le sonrió y encogió sus hombros.
- ¿Qué puedo perder si tomo un té envenenado? Sólo mi vida... - pensó Harry, - sólo mi vida.
Se arriesgó, después de todo por algo lo habían puesto en Gryffindor. Un calor inexplicable le invadió el cuerpo entero y se sintió elevarse del suelo.
Harry no lo podía creer, ese té era una delicia total. Sin darse cuenta había cerrado los ojos tratando de disfrutar por completo esa sensación.
Jennifer comenzó a reírse y Harry la miró con sorpresa.
- Perdón... es que jamás he visto a alguien disfrutar tanto de un mate cocido.
Harry miró con cara de perplejo a la taza.
- Mate cocido, dices que se llama esta cosa¿eh? – dijo sonriendo de costado. – No está nada mal... – tomó un poco más.
- También debo confesar que tengo una receta secreta – dijo en un susurro, esperando que sólo Harry la escuchara (aunque eran los únicos allí).
Harry sonrió y terminó su "mate cocido". Jennifer empezó a abrir todas las alacenas, luego encogió los hombros y dio un largo suspiro.
- Me temo que no hay nada para comer esta noche... – dijo Jennifer – no estaba esperando visitas.
Harry volvió a sonreír y trató de convencerla de que no había ningún problema. Aunque en el fondo, su estómago suplicaba que le dieran la debida atención.
- Mañana a primera hora tendré que visitar a la señora Capostagno, – se dijo a sí misma – me imagino que te quedarás aquí hasta que puedas comunicarte con alguien en Inglaterra.
- Si no es un prob...
- ¡Para nada, Harry! – luego paró de hablar y miró a Harry otra vez un poco sonrojada y agregó en voz baja – Creo que el cuarto que está en el ático necesita que lo limpien un poco...
Inmediatamente Jennifer tomó su varita y fue al ático.
Harry se quedó mirando el lugar donde había estado la chica unos segundos atrás y luego de suspirar y mover la cabeza en un "no" de incredulidad volvió a su tarea de llenarse la taza con un poco más del brebaje mágico...

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Nota de Autora

Este solia ser mi capitulo favorito. Pero tengo otros mejores ahora. Aparte tengo la sensacion que la gente cree que Jennifer y Harry harian una buena pareja, pero todos sabemos a quien pertenece el corazon de Harry, a Ginny, POR SUPUESTO! Jeje...

Por favor, se agradecen cualquier tipo de comentario.