Si notan un cambio de tono es porque los capitulos anteriores fueron escritos 5-6 años atras, los cuales abandone por completo hasta que relei el resumen de la historia original y me parecio que debia continuarla. Espero que les guste!

Capitulo 4: Aburrimiento

Harry abrió los ojos lentamente permitiendo que la luz del nuevo día se filtrara en sus pupilas desenfocadas. Estiró el brazo lánguidamente hacia la caja que estaba al lado de la cama y tanteó con cuidado para agarrar sus anteojos Se los colocó y dio un bostezo sonoro, desperezándose sin escrúpulo alguno.

Se sentó sin ganas y observó la habitación con más atención. Estaba en un ático con el techo mas bajo de lo normal, lo que no permitía caminar totalmente erguido y donde había que estar previniendo constantemente de no golpearse la cabeza. Harry ya creía que tenía unos cuantos moretones. Se froto la cabeza pensando en la noche anterior.

Tampoco tenía mucha noción del tiempo, ya que todo el ático era iluminado por una ventana circular minúscula que, asimismo, estaba casi cubierta de cajas sin vaciar. Después de todo era un ático, y los áticos sirven como depósito.

No podía quejarse. Estaba durmiendo en una cama caliente y el lugar parecía agradable. El contacto humano era un cambio significante comparado a lo que habían sido los últimos días en el bosque. Además, el prospecto de poder comunicarse con sus amigos en Inglaterra lo puso de buen humor al instante. Por ahora se iba a preocupar solamente de disfrutar sus pocas horas allí.

Mientras se vestía, repasaba la conversación que había tenido con su anfitriona. Lo primero que le pregunto fue su localización.

– Estamos en Sudamérica, - le dijo Jennifer mientras cortaba algunas hojas de lechuga para hacer una pobre ensalada como cena – cerca de una población de magos bastante grande, pero nadie habla en inglés.

Dejó la lechuga a un lado y lo miro fijamente

– Jamás me imaginé que una persona tan entrenada como tú podría perderse – le recriminó con un dejo sardónico y luego suspiró mirando al suelo –, tampoco quiero preguntar las causas de tu situación, porque tengo el presentimiento que debe ser confidencial – le sonrió expectante.

Harry estudio su mirada, intentado reconocer la inocencia y honestidad en su pregunta. Solo vio curiosidad al desnudo.

– Alguien convirtió uno de los ladrillos de un ruina romana en un traslador y me trajo aquí. No hay nada curioso en eso, solo el hecho que tengo que informarlo a las autoridades.

Jennifer suspiró y miró hacia la ventana en la cocina. Ya era de noche.

­– Mañana va a ser complicado ir al pueblo, va a llover y tengo miedo que se desate una tormenta peligrosa. La señora Capostagno nos puede dar algunas provisiones hasta que termine el temporal, también le podríamos pedir su lechuza.

– ¿No tienes tu propia lechuza?

– No tengo suficiente dinero para esos lujos, – contesto sonrojándose un poco.

Harry no quería dar la impresión de estar apurado, así que aceptó inmediatamente la realidad y trataría de tomar todo con calma. Y por eso estaba en una habitación en el ático terminando de ponerse su camisa, sin tener una remota idea de la hora que era. Esperaba que fuese temprano.

Bajó las escaleras deterioradas y ruidosas por el tiempo y llegó a un pequeño hall donde había varias puertas, una iba a un baño otra al cuarto de Jennifer y la última se abría hacia la cocina.

Fue a asearse al baño e inmediatamente fue a la cocina. La mesa estaba puesta como para desayunar: había te y tarta de melaza. Harry se alegró, tarta de melaza era una de sus comidas favoritas, y se ubicó en la mesa.

– Buenos días, Harry, – Jennifer le sirvió una taza llena del te verdoso que le había dado el día anterior.

– Buenos días, – Harry observó que las mesadas de la cocina estaban llenas de latas y otros víveres ­– veo que ya conseguiste las provisiones, pensé que íbamos a ir juntos.

– Lo cierto es que no te quise despertar, aparte solo tengo una escoba y no me quedaba nada de polvo flu, por suerte ya conseguí lo suficiente como para acercarnos al pueblo. –Tomó un tarro enorme con un polvo plateado brillante. El problema es que la tempestad va a comenzar en cualquier momento y por un problema de seguridad las chimeneas se desconectan – asió la taza con las dos manos, bebió un poco del te y dejó la taza en la mesa. – Yo tengo que ir a trabajar ahora, así que te voy a tener que abandonar. Puedes hacer lo que quieras en la casa, pero no te acerques a mis plantas.

– ¿Pudiste conseguir una lechuza? ­– preguntó esperanzado.

Jennifer se dio una palmada en la frente

– ¿Cómo pude ser tan distraída? Me olvide por completo de preguntar si me la prestaban. Disculpame, sinceramente…

Harry asintió con la cabeza y continuó hipnotizado con el sabor de la comida. Estaba muy feliz, como si lo estuviesen drogando, pero no le importaba nada. Se sentía muy bien.

Jennifer se había ido, y Harry no sabia que hacer con su tiempo libre. Miró a su alrededor y no le gustaba pensar que iba a estar encerrado por un largo tiempo allí. Le traía un recuerdo incómodo de lo que probablemente hubiese sentido su padrino, Sirius Black, encerrado en la mansión londinense. Asomó su cabeza por una de las ventanas y vio que Rebeca volaba de flor en flor. Decidió tomar algo de aire antes de que empezara a llover. Había algo de viento y el cielo estaba totalmente cubierto de espesas nubes grises.

Harry comenzó a repasar las cosas que debía hacer, mientras caminaba con las manos en los bolsillos. Hermione seguro que era una maraña de nervios en ese momento y estaría insistiendo a Ron que aumentaran la cantidad de Aurors responsables de la búsqueda de Harry Potter. Y la familia de Ron también estaría persiguiéndolo con sus propias preocupaciones. Harry sin darse cuenta empezó a caminar más rápido hacia el bosque. No tenía forma de comunicarse con nadie y no sabía a donde podía ir en un día como ese. No le gustaba para nada su circunstancia. Y no sabía hasta qué punto había mejorado su situación desde que había conocido a Jennifer porque no veía indicio de que se estuviese haciendo algo. Harry sin darse cuenta estaba corriendo. Liberando toda la adrenalina acumulada por la frustración de depender de otros para solucionar sus problemas. Le hacía bien correr. El viento pegándole en la cara era tan delicioso como cuando volaba en la escoba.

– ¡Por qué corrés, no te estarás tratando de escapar de mi! ­ – le gritó Rebeca que lo seguía como una luz detrás de él. Harry no la escuchó, seguía sumido en sí mismo.

­ – ¡No te escapés! – le continuó gritando una y otra vez por quince minutos.

De repente las primeras gotas de una tormenta empezaron a distorsionarle la vista a través de sus anteojos. Paró sobresaltado y agitado tomándose de las rodillas para recuperar su aliento. Miró a su alrededor y vio que se había alejado bastante de la casa, pero podía vislumbrar el jardín a lo lejos. Volvió lentamente permitiendo que la lluvia lo empapara. La lluvia le recordaba el día que había vencido a Voldemort, la lluvia limpiándole la sangre derramada por aquellos que se sacrificaron para el enfrentamiento final que había quedado establecido en la profecía.

Abrió la puerta rechinchinante de la vieja casita de madera. Seguía vacía. Se secó con su varita y se sentó en un sillón. Miró el techo y cerró los ojos.

La vida en ese lugar parecía muy apacible. Y no entendía porque se encontraba tan incómodo.

– Paciencia – se dijo a sí mismo.

Se dio cuenta de que ya era tarde y no sabía a qué hora volvería Jennifer.

Revisó la pequeña biblioteca que tenía la dueña de la casa. No había muchos libros interesantes, en su mayoría eran sobre el mantenimiento de diferentes plantas. No le llamó la atención que el jardín fuese una maravilla.

Pasando el dedo por el lomo de los libros escaneó algunos títulos como:

Muggles y sus costumbres latinas, por Ronaldo Cabral;

Magia en Sudamérica, por Alberto L. García;

Artes Tenebrosas en el Mundo Actual, por Ivan Zipursky, el dedo se mantuvo más tiempo en este libro y;

Sodoku, pasatiempo divertido para mentes ágiles.

Recogió el libro de Alberto García y vio que en la tapa había un globo terráqueo que giraba constantemente. Cuando Harry lo tocó, apareció Sudamérica y brillaban los nombres de sus países. Abrió azarosamente y leyó un poco.

Relativamente alejada de muggles prejuiciosos y codiciosos, la región que hoy se conoce como la República de Perú pudo desarrollar su magia aceleradamente. Existen evidencias que datan de 1000 años antes de Cristo donde ya se relatan historias similares a las de los tres libros de Merlín. Donde la cultura Inca relata el origen y desarrollo de la vida en el imperio. Historias que en esta edición no se incluyen pero pueden accederse en el Compendio Magiuniversitario de Perú.

Se acentúa la influencia egipcia en el tipo de hechizos y maldiciones. Pero mayor dominio tuvo la colectividad china en el desarrollo mágico de esta región. Confiriéndole un destacado conjunto de hechizos que hoy son catalogados en la rama prohibida de las Artes Tenebrosas.

Las comunidades indígena vivieron en proximidad con la mágica pacíficamente hasta que la conquista española arrasó con todo el territorio. Provocando la renombrada Guerra del Estornudo Dorado que involucró gran parte de los magos de Sudamérica.

Harry salteó varias páginas y se concentró en una ilustración de una mujer que se derretía mientras que sus ojos permanecían intactos, observando su propio fin. El tipo de dibujo no le impresionó, porque había visto varios similares en la Academia de Aurors, pero no pudo evitar pensar en Jennifer y su interés por libros así. Cerró el libro y lo volvió a poner en su lugar. Historia no era su fuerte, y si seguía leyendo se iba a dormir.

La tormenta continuaba. Todo estaba oscuro y cada tanto se iluminaba con flashes de relámpagos.

Escuchó ruido afuera y se imaginó que era Jennifer. Se acercó a la ventana esperando ver qué sucedía y notó a Jennifer discutir con un duende.

– ¡No entiendo por qué hacen esto! – le reprochó indignada

– Son órdenes oficiales del intendente, aquí tiene la notificación. – Le entregó una nota bastante larga – si tiene alguna queja vaya usted misma a la dirección que se encuentra al pie de la nota, nosotros no nos hacemos responsables por sus acciones.

– ¡Pero la necesito! No me pueden quitar la escoba… es el único medio que tengo para ir a trabajar.

– No puedo hacer nada al respecto ¡Adiós! ­ – y con eso desapareció el goblin.

Jennifer abrió la puerta de la casa, parecía furiosa. Cerró la puerta y apoyó la cabeza en la mirilla, cerró los ojos y tomó una buena bocanada de aire que inmediatamente exhaló con energía. Cuando miró a Harry estaba calmada.

– ¡Hola, Harry¿Cómo estuvo tu día?

– Bien – Harry la miró con sospecha mientras que dejaba sus cosas en el sillón.

– ¿Te aburriste mucho? – Jennifer tomó asiento en la cocina y se frotaba la frente con su mano izquierda mientras que con la derecha giró su varita en el aire produciendo agua caliente en dos tazas, ­– ¡accio saquitos de te! – se abrieron las alacenas y 2 saquitos de te fueron a parar en sus manos.

– La verdad que no sabía que podía hacer.

Jennifer le sonrió, y le ofreció una de las tazas que Harry tomó con gusto.

­– Es un lugar verdaderamente aburrido… tranquilo, pero aburrido. Nada se compara con la vida movida de Inglaterra – parecía que estuviera siendo sarcástica así que Harry inmediatamente se puso a la defensiva.

­– ¡Yo no dije que fuera aburrido! Yo solo me refería…

Jennifer se puso a reír y Harry paró abruptamente. No pudo evitar sonreír y sintió que se le quemaban las mejillas.

– No estaba reprochando nada, no es necesario que lo tomes así. Pero sí puede ser bastante aburrido este lugar. Por suerte tengo mi trabajo y mis plantas, sino me volvería loca del aburrimiento.

Hubo un silencio incómodo luego del intercambio de palabras donde Harry aprovechó para estudiar los rasgos y movimientos de Jennifer. No era una fea persona, para nada. Parecía ser alegre, pero había algo en los ojos que no podía ubicar, como si fuera una gran piscina de tristeza. Tal vez extrañaba su familia, o tal vez no tenía familia, tal vez quería volver a Inglaterra, o tal vez no. Harry involuntariamente exhaló y continuó bebiendo lentamente el te. Finalmente se animó a preguntarle.

– ¿Por qué vives tan lejos de Inglaterra? – la escudriñó fijamente.

Frente a esa mirada potente Jennifer pareció hacerse más pequeña.

­ – Estuve en Inglaterra hasta que terminé mi educación, luego quise hacer un curso sobre plantas curativas y – Jennifer inhaló cortadamente, como si se hubiese trabando en su explicación. – vine porque tuve una oferta que no pude rehusar. ­ – Se quedó concentrada en un punto sobre la mesa, por un rato y luego lo miró. ­

Harry no pudo evitarlo y continuó indagando.

­ – ¿No extrañas a tu familia?

Jennifer se sonrojó.

– Sí, mucho. Lo cierto es que hace mucho que no los veo y los extraño terriblemente. ­ – Tal vez de eso se trataba la tristeza que se encontraban en sus ojos marrones.

– ¿Y no puedes ir a verlos en alguna de las vacaciones?

Jennifer se zarandeó en la silla, Harry se percató de que las preguntas le estaban empezando a resultar incómodas, pero él quería saber más.

– El tema es que mi trabajo no me lo permite…

Así que la familia no era lo primero para Jennifer. Harry no pudo evitar desilusionarse. Después de todo, él no veía la hora de encontrar a alguien con quien asentarse y formar la familia que nunca tuvo. Pero cada vez que tenía contacto con alguien del sexo opuesto, había algo que lo retenía y no podía explicarlo. Aunque Hermione había intentado varias veces investigarlo sin llegar a nada. Por eso Harry trataba de ocupar su tiempo en otras cosas. Aprovechó para preguntarle cual era su trabajo.

Jennifer se rió un poco para sí.

­ – Nada de importancia realmente, solo soy la encargada del herbolario de la clínica. Me encargan las pociones y esas cosas, soy la única que se anima, sino seguramente que estaría haciendo otras cosas. Por eso no me puedo ir.

Un relámpago que sacudió la casa y abrió dos ventanas interrumpió la tranquila conversación. A Harry le pareció escuchar gritos que provenían de afuera, pero antes de que pudiese cuestionarlo Jennifer cerró las ventanas con su varita.

Harry se quedó mirando fijo por un buen lapso. Parecía que Jennifer no había escuchado nada o disimulaba no haberlo hecho. Harry se sacudió tratando de desechar la sensación de sí mismo.

¿Por qué todo lo encontraba extraño? Por momentos creía que estaba muy cómodo y satisfecho y por momentos todo le resultaba sospechoso. Ese lugar parecía ocultar algún secreto.

Jennifer le acercó un plato con la cena.

­ – Estas tormentas dan escalofríos. Dicen los estudiosos que los dementores salen a merodear durante estos fenómenos meteorológicos. Yo tengo mis sospechas, pero conociendo el gobierno que tenemos todo es posible.

­ – ¿A qué te refieres?

– No llamaría democrático ni liberal a un gobierno restrictivo como este – recalcó con algo de sarcasmo, frunciendo las cejas y haciendo que sus labios formaran una delgada línea. – Pero hago lo que puedo y acá estoy.

– ¿Por eso te quitaron la escoba?

Jennifer se trató de tranquilizar. Obviamente era un tema del que no quería hablar.

– Sí, no se como haré ahora para ir a la clínica. Me puedo preparar mi propio polvo flu, pero para días como este no me serviría.

Harry siguió preguntando.

­ – ¿No puedes apartarte?

Jennifer se puso colorada

– No tengo la licencia.

– Yo tampoco – contestó Harry para tranquilizarla. – No porque no sepa cómo, los medimagos ingleses piensan que soy una bomba del tiempo, y que si realizó mucha magia me quedaré sin. Lo hacen sonar como si fuese un balde lleno de agua que está pinchado.

Jennifer sonrió.

– Creo que con ese concepto estudian las artes curativas

– Al menos no me comparan con esos baldes que utilizan los muggles para destapar un inodoro atorado.

– He escuchado esas comparaciones varias veces en la clínica. No me parecen tan excéntricas cuando sirven para curar, sobretodo cuando realmente destapan inodoros.

Jennifer empezó a reírse de toda la situación y Harry no pudo evitar seguirla.

Cuando ambos se serenaron, Harry siguió haciendo preguntas.

– ¿Y por qué te quitaron la escoba?

­­ – No sé, tendría que leer la notificación, déjame ver. – Se levantó a buscar una carta que estaba sobre una mesita en la entrada. La leyó para sí misma y otra vez vio el fruncido de sus cejas y la línea fina que se formaba en sus labios.

– Supongo que no es nada bueno… – se atrevió a decirle.

Jennifer movió la cabeza en un no y guardó la carta en el bolsillo. Se había puesto pálida.

– Voy a tener que ir a reclamar, aparentemente me vieron volando en el asentamiento muggle. Y la clínica se encuentra del lado opuesto. No sé que pretenden. Eso significa que podremos aprovechar más el tiempo en el pueblo. Espero que mañana mejore el clima.

Jennifer terminó su cena y Harry la ayudó a poner todo en órden.

­– Si no me importara nada de esto quemaría la notificación, sólo por un acto impulsivo de rabia. Pero conociendo a esta gente es mejor guardar todo lo que escriben. Y saben que sin mi este pueblo se iría a la ruina, lo saben ¿no crees?

Harry se detuvo un momento con las manos en los bolsillos, cosquilleando la varita con el dedo indice. La reacción lo había tomado por sorpresa.

­– ¿Por qué me preguntas a mí? Tú conoces mejor este lugar, yo apenas he llegado, y la única conclusión que puedo rescatar es que eres muy buena cocinera, si te sirve de consuelo.

Jennifer sacudió la cabeza y se retiró a dormir, pidiendo disculpas por todo. Harry le agradeció todas sus atenciones y se fue al ático. Antes de recostarse se sentó en la cama e intentó hacer unos ejercicios para su memoria que tenía abandonados desde el ataque con Voldemort. Los Medimagos se lo habían recomendado para que no sufriera ningún traumatismo de post guerra. Debía respirar siete veces profundamente y recrear en su mente algún hecho anterior al enfrentamiento con Voldemort. Si hubiese tenido un pensieve le hubiese resultado más fácil. Pero era un buen ejercicio de cualquier manera. Finalmente decidió que había terminado.

Tardó en conciliar el sueño, y cuando lo logró soñó con los pasillos del Ministerio de Magia, el Dpartamento de Misterios, con una serpiente gigante que le mostraba sus colmillos mojados en veneno y con una pelirroja que le gritaba, aunque no podía escuchar su voz, que corriera, que no se quedara allí ni un minuto más.

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Dejen sus comentarios, por favor! O acaso les resulta tan mala la historia? Si es asi, diganmelo a la cara (bueno, escribanlo!) Solo pongan: MALA... y ya esta. Yo no me enojo.