RIN.
Kagura salió de su habitación, usando sus leggins favoritos y una blusa roja que le quedaba de maravilla. El olor del desayuno la atraía a la cocina, y provocaba que tuviera ganas de babear. Al menos Rin no había perdido el toque con su comida.
Se detuvo en el pasillo al observar la escena que veía en la sala.
Rin y las niñas estaban jugando a un estúpido juego en el piso de su sala... O estaban siendo poseídas por algún demonio y necesitaban algún maldito exorcista.
Setsuna tenía la pierna izquierda demasiado lejos de su otro pie y su manita era lo único que evitaba que se cayera de bruces contra el suelo. Towa tenía las piernas en distintas direcciones y a punto de hacer un Split de 90º si no fuera porque su brazo derecho se mantenía aferrado a su mamá. Rin en cambio tenía las 4 extremidades extendidas y si no tenia cuidado terminaría aplastando a las pulguitas.
-Hola, tía Kag. –Dijo Towa con dificultad, mientras trataba de estirar su manita libre hacia el cuadrado blanco con colores que estaba en la alfombra.
-Ni siquiera quiero saber. –Dijo Kagura, pasándolas de largo. Eran apenas las 9 y no se iba a estresar antes de tomar su deliciosa taza de café primero.
Escuchó a alguien gritar y no tuvo que voltear para saber que se habían caído todas.
Negó con la cabeza, tratando de contener la risa y fallando miserablemente.
-Mamá, pesas.
-¡No le digas gorda a mamá, Towa!
-¡No le dije gorda, Setsuna!
-Niñas, no peleen.
-Pero mamá, Towa no debe decir eso, y menos cuando fue su culpa.
-¿Por qué mi culpa?
-Tú jalaste a mamá.
-¡No lo hice! ¡Mamá, dile que no lo hice!
-¡Que sí!/ ¡Que no!/ ¡Que sí!/ ¡Que no!
Ambas gritaron y luego empezaron a reír, pidiendo piedad, cuando Rin las agarró y les hizo cosquillas.
Kagura miraba todo con una sonrisa desde el mostrador. Al menos tampoco había cambiado la relación de Rin con las enanas. Era un pequeño consuelo, ya que eso debía demostrar que aún podía sentir cariño y amor, al menos cuando estaba con las pequeñas. De ahí en fuera, todos los demás eran irrelevantes.
-Vamos, niñas. Su niñera deberá estar aquí pronto.
Las niñas corrieron hacia el baño, mientras su madre recogía el juego y lo guardaba en una estantería. Luego entró en la cocina y sirvió el desayuno de las 4 junto a las tazas de té y la fruta picada.
A veces no podía creer que esta madre amorosa frente a ella y la mujer fría de la cafetería el día anterior fueran la misma persona, pero así eran las cosas ahora.
Le preocupaba un poco que la condición de Rin derivara en una psicopatía... ¿O era sociopatía? Como sea, era preocupante.
-Si no te das prisa, Setsuna los verá, y entonces no querrás estar aquí en la noche con ella. –Rin la sacó de sus pensamientos mientras le servía un cereal de fibra mientras a las niñas y a ella les servía unos cuencos con cereal azucarado. Aún no sabía cómo Rin comía todas esas cosas sin engordar.
Las niñas entraron corriendo y se sentaron a la mesa. Kagura las miró detenidamente. Towa comía de manera apresurada, pidiéndole a su mamá con ojos de cachorrito que le sirviera otro plato cuando el suyo se terminó. Setsuna comía con calma, casi de manera sofisticada y limpiando su boquita con la servilleta. Si no supiera quién era el padre, pensaría que habían cambiado a una al nacer... Aunque no sabría a cual, porque ambas tenían características innegables de su madre.
-Recuerden que la próxima semana es la entrevista en el colegio, porque empezaran a ir a clases este año, niñas... ¿Han estado estudiando? –Rin les pregunto con severidad.
Towa hizo pucheros mientras que Setsuna asentía calmadamente.
A veces parecía que Rin era muy estricta con sus hijas, pero podía entenderla. Ella solo quería lo mejor para las niñas.
El timbre de la puerta sonó, antes de se abriera. Kagura miró a la entrada, casi sin impresionarse de quien era la mujer presente.
Rin sonrió y se puso de pie mientras saludaba a la recién llegada.
-Señorita Shiori. –Gritó Towa contenta mientras se levantaba y la abrazaba.
Shiori era una mujer hermosa de tez morena, labios rojos como la sangre, unos preciosos ojos amatista y su cabello blanco que llegaba a su espalda perfectamente peinado. Si Kagura no supiera que Rin la mataría por seducir a la niñera de sus hijas, ella definitivamente iría tras ella.
Shiori sonrió dulcemente mientras acariciaba el cabello de Towa y le sonreía a Setsuna.
-Ya les di de comer, y prepare su ropa para sus actividades del día, pero se me está haciendo un poco tarde.
-No se preocupe, señorita Rin. Yo me encargó de todo, usted apresúrese o llegara tarde.
Rin besó dulcemente a sus hijas en la mejilla antes de salir corriendo a su cuarto para arreglarse.
Shiori tomó la mano de las niñas y las llevó frente al pizarrón que estaba en la pared de la sala, con todo un horario cuidadosamente planificado por la mujer de ojos morados para que las niñas siguieran al pie de la letra toda la semana.
Aún no podía creer que Rin hubiera podido contratar a una Nordland Nanny, de todas las personas, para cuidar de sus bendiciones.
Al parecer la mujer estaba en su último año de escuela, y necesitaba la recomendación de una familia para certificarse finalmente, así que sus servicios no costaban prácticamente nada por tratarse de una especie de pasantía... Lo cual era bastante conveniente para Rin y las gemelas.
Kagura había tenido sus dudas, pero decidió dejarlo por la paz. Shiori no solo había demostrado ser de confianza, sino que cuidaba de manera tan dedicada a las gemelas que ya estaban más que listas para entrar a la escuela en otoño.
Rin también apoyaba a las niñas con sus estudios los fines de semana, pero Shiori era mucho más hábil y sus explicaciones siempre eran claras. Las niñas tenían una hora para jugar, otra hora para estudiar, una hora para comer, para tomar una siesta... Tal vez era algo estricto para unas niñas de 4 años, pero Setsuna ahora estaba aprendiendo a tocar el Violín y ambas niñas estaban aprendiendo artes Marciales, siendo Towa la más entusiasta.
Rin también estaba feliz porque este año entrarían a la escuela, y casi toda su atención recaía en cual Escuela seria la más apropiada para inscribirlas.
Shiori conocía colegios bastante buenos, pero en Inglaterra casi todos eran internados, y Rin no quería despegarse de sus hijas toda la semana.
Rin salió de su recamara con una blusa morada y unos jeans negros. Se acercó a sus hijas y las llenó de besos.
-Adiós, mis amores.
Las niñas rieron y cada una beso su mejilla. Rin le dio las indicaciones de ese día, por un millonésima vez, y salió corriendo de la casa.
-¿Usted no irá a clases? –Shiori le preguntó a Kagura.
Kagura se encogió de hombros, terminándose su café. –No tenemos todas las clases juntas, y ella está trabajando en un proyecto en el que necesita trabajar sola.
Shiori asintió, y decidió seguir con su trabajo de cuidar a las niñas. La atención de Kagura se detuvo en ellas precisamente. Setsuna volvía a ser una niña educada, pero más inexpresiva que la pequeña que hace un momento estaba jugando Twister con su mamá. Towa ahora era más cariñosa, tomando la mano de Shiori y sacudiéndola para que se apresuraran a sus actividades.
No quería entrar en detalles con esta situación. Pero en verdad, esta era una situación en la que solo parecía haber una solución...
Y de verdad no quería pensar en ello.
. . .
Rin se sentó en el pupitre, prestando atención a la conferencia que el profesor les daba en este momento, anotando todo lo que podía de la pantalla, sin perder la concentración de sus palabras. Era un trabajo difícil, pero este era un tema muy importante para sus exámenes y no quería perderse nada.
Para su fortuna, la clase terminó, con su libreta llena de apuntes veloces y casi ilegibles, pero había anotado todas las referencias y podía investigar más del tema por su cuenta.
Salió de la clase, revisando su teléfono. Shiori le mando una foto de sus bebés estudiando. Setsuna parecía comprender el tema bastante bien porque estaba tranquila con lo suyo. Towa en cambio fruncía el seño y hacia pucheros mientras hacia sus deberes. Tan adorables.
Escuchó a sus compañeros conversar sobre una fiesta, reunión o alguna cosa que realmente no le interesaba en lo absoluto. ¿Faltaba mucho para los exámenes? Sí, pero ya casi eran las presentaciones de tesis, y honestamente tenía mil cosas en la cabeza antes que en sí a la chica a su lado cumplía años o si el chico de enfrente tenía una casa en la playa para el solo este fin de semana.
-Oye, Rin. ¿No vienes con nosotros? Será divertido. –Un chico la abrazó por los hombros, y la pegó hacia él con una sonrisa. –Ya llevas bastante tiempo con nosotros y no has salido a divertirte. Vamos, yo invito la primera cerveza.
Rin alejó la mano del chico, sin ofender, no recordaba su nombre y retrocedió un paso.
-Tengo tarea que hacer, lo lamento. Tal vez otro día. –Su sonrisa hacia que le doliera la cara, y su tono dulce era tan falso que seguramente todos lo notaban. No importaba, estos eran conocidos de Kagura, no suyos.
Pudo sentir sus miradas de disgusto y hasta enojo. En otra vida, le hubiera preocupado ser descortés con sus compañeros... En otra vida hubiera sido más amigable y alegre. En otra vida le hubiera importado.
No en esta.
Se dio la vuelta para ir hacia su siguiente clase. No se sorprendió cuando escuchó los murmullos a su espalda. Antes tal vez se hubiera reído. No hoy. No aquí.
No en esta vida.
. . .
La biblioteca era silenciosa. Amaba eso.
Era un espacio grande, lleno de libros de todos los temas conocidos. Era silenciosa a excepción de la exquisita música clásica que resonaba en las bocinas. Era un alivio tener el acceso a este lugar. Nadie le prestaba atención hasta que era hora de cerrar y tenía que devolver todo a su lugar.
Nadie le hablaba o trataba de interrumpir sus asuntos. Más porque ella los ignoraba que porque este no fuera el mejor sitio para socializar.
El reporte final solo necesitaba el visto bueno de los profesores, su investigación solo tenía que ser engargolada, y ya solo tenía que estudiar para su examen.
Miró la hora en su reloj. Eran las 9 de la noche. Las niñas ya estaban durmiendo. Shiori nunca se iba hasta que ella llegaba a casa. Tal vez podría ir a ver una película o al museo de arte de la Ciudad. Era la primera vez en un mes que tenía tiempo para ella.
Dejó los libros en la mesa de la bibliotecaria, y se acomodo el gorro para protegerla del clima lluvioso. La ciudad era muy fría y no quería pescar una gripe.
Guardó todas sus cosas en su bolso y retrocedió para salir. Su espalda chocó con alguien.
Rin soltó un pequeño ruidito ahogado, cuando un par de brazos la sostuvieron.
-Ah, Gomen, no lo vi. –Se cayó cuando levantó la mirada. Unos profundos ojos verdes la observaban.
Una especie de Deja Vú la invadió cuando la ayudaron a volver a estar de pie y un hormigueo recorría su cuerpo.
-Parece que se está haciendo costumbre encontrarnos así. –El hombre le sonrió amablemente mientras recogía el maletín que estaba en el piso.
-Ah, lo siento, de verdad. –Rin se agachó para recoger el libro que se le había caído. –No sabía que era fan de Shakespeare.
-No lo soy, pero sus obras tienen cierto toque de tragedia, lo que lo hacen más atractivos a mi parecer.
Ella y Kirinmaru se habían vuelto... Cercanos, desde ese día en el avión. Fue muy amable con ella, mostrándole la ciudad y mostrándole donde estaban los mejores restaurantes. No eran amigos, propiamente dicho, pero era un conocido con el que tenía algo de confianza. En realidad lo veía cada vez que iba a la biblioteca y cuando le tocaba recoger a las niñas de su clase de Artes Marciales, ya que el pequeño Riku también iba con ellas y se llevaban muy bien... O al menos con Towa.
-Es interesante. ¿Lo va a llevar a casa?
-No, en realidad lo acabo de terminar.
-¡Increíble! Señor Kirinmaru, usted es muy inteligente.
Mientras salían de la biblioteca, la noche estaba sobre la ciudad y el viento sopló más fuerte hacia ellos, moviendo sus cabellos.
-¡Oh, por Kami-sama! Ya es tarde. Lo siento, pero si no me voy ahora, perderé el autobús. Lo veré otro día.
-Señorita Rin. –Rin se detuvo y lo miró. –En realidad, mi chofer me está esperando. Puedo darle un aventón a su casa, si usted desea.
Rin dudó. El señor Kirinmaru era muy educado con ella, y en realidad nunca había tenido motivos para desconfiar de él, pero tampoco lo conocía lo suficiente como para ir en su auto.
Alzó la mirada. Él le estaba sonriendo. En realidad, desde esa vez en la cafetería, hacia ya tanto tiempo, no había vuelto a tratar de seducirla.
Rin le devolvió la sonrisa tentativamente y acepto tomar su mano.
Kirinmaru la guió a un Roll Royce Blanco estacionado con un hombre elegantemente vestido que les abrió la puerta en cuanto se acercaron.
Rin entró al carro, sintiéndose aun más incómoda.
Está cosa era el lujo echo auto.
Era demasiado amplio y tenía un pequeño refrigerador. Además de una división entre el conductor y los pasajeros.
Rin le dio la dirección de su casa, y luego de que Kirinmaru se sentó a su lado, puso una mano sobre la suya.
Se concentró en mantener una conversación amistosa mientras se dirigían a su hogar.
Tembló nerviosa cuando la mano de Kirinmaru dejo de estar estática sobre su mano para pasar a acariciar la piel de su brazo. Si era honesta con ella misma, no era algo tan sorprendente. Habían hecho algo parecido al coqueteo en el último tiempo, pero no había sido su intención real.
Porque Kirinmaru era un sujeto rico, arrogante, orgulloso, algo frío, confiado y extremadamente guapo.
Salvo por su apariencia, era casi como...
De todos modos, él no le gustaba, no de ese modo. Al menos no por quién era.
-"Ni siquiera te gustan los pelirrojos". –Las palabras de Kagura resonaron en sus oídos. Tal vez sí.
Por otro lado, él no le estaba pidiendo algo serio. Era sexo, simple y llanamente.
No tenia que significar nada más... Porque nunca nadie buscaba nada más.
Nunca.
Así que cuando los labios de Kirinmaru se acercaron a los suyos, y la ventanilla que dividía la parte del conductor y la de los pasajeros subió, se puso su máscara, y comenzó el show.
. . .
Llegó a las 11 a su casa.
Cerró en silencio la puerta.
Prendió la luz, para dirigirse a la cocina y servirse un vaso de jugo. Encontró una nota de Kagura acerca de ir con su novio a una cita y que no la esperaran a dormir.
Era bueno que ella estuviera tan metida en su relación. Su mejor amiga merecía ser feliz con alguien que la quisiera, con defectos y todo.
Se tragó la nausea que subía por su garganta tomando un gran trago.
Shiori estaba en la pizarra organizando las actividades del mes cuidadosamente y parecía tener un debate mental porque fruncía el seño y miraba dos veces todo.
-¿Qué sucede? –Rin preguntó con curiosidad.
La sonrisa de la mujer fue algo cegadora.
-Qué bueno que llega. Pasó algo emocionante.
-¿Eh? ¿De verdad?
Shiori asintió emocionada.
-¿Recuerda que usted contactó con la academia infantil de Artes hace unos días?
¿Recordarlo? Se había emocionado tanto cuando descubrió que su bebé practicaba el violín y que todos la alababan por su talento, que había escrito una carta pidiendo formalmente una Beca para los estudios de su hija.
Aún así asintió desconcertada.
-Bueno... Llegó una carta y... Van a hacerle una prueba en dos semanas.
Los ojos de Rin casi salen de sus cuencas y luego las dos dieron unos gritos bajos de alegría, saltando emocionadas por la noticia.
Se pasaron el resto de la hora discutiendo de las horas que Setsuna tenía que practicar, las clases que Rin podía adelantar para estar presente, pensar en nuevas actividades que Towa tendría que hacer mientras Setsuna practicaba, y todo lo que iba a hacer falta.
Para cuando Shiori se fue, Rin sacó emocionada su teléfono. Su sonrisa se borró al ver a donde había entrado.
La conversación a la que entró en la aplicación de mensajes llena de mensajes, todos de ella, marcados como recibidos y leídos, pero nunca respondidos.
¿Por qué seguía esperando una respuesta de él? Claramente le importaba una mierda.
Aún así se encontró escribiendo en la parte de los mensajes.
"Setsuna va a ser violinista. ¿Recuerdas la foto que te mostré de ella sosteniendo un violín? Pues ahora hará la prueba para una beca. Sé que suena estúpido, pero crees... ¿Crees que puedas venir y mostrarle... que te importa?".
Lo envió. Como si quien hubiera recibido el mensaje estuviera pegado al teléfono, no tardaron en aparecer las dos palomitas azules.
Y nada más.
Sonrió, casi sin sorprenderse. Siempre era igual. Y aún así dolía. Mucho.
¿Por qué seguía esperando algo de su papá?
Él había sido un buen hombre mientras crecía, siempre mimándola y consintiéndola desde su más tierna infancia, llenándola de atenciones y cuidados. Se había esforzado por enorgullecerlo, a él y a su madre. Aunque su madre nunca parecía satisfecha con lo que hacía, su padre mostraba el apoyo y entusiasmo por los dos. Tal vez por eso, después de tantos años, seguía esperando aunque sea, que mostrara algo de interés por sus nietas. Que volviera a ser el padre que recordaba.
Pero parecía que nunca lo obtendría.
Fue a su habitación, y tomó todas las cosas que necesitaba para darse un baño. Se sentía tan patética, sucia... Rota.
El agua caliente cayó sobre su cuerpo desnudo, como si quisiera que limpiara todo de su cuerpo.
Ojala la suciedad de su corazón se limpiaran de esa manera.
Cada vez que pasaba la esponja por su cuerpo, recordaba esas manos tocando su piel, los besos que marcaron su cuerpo y esos intensos ojos verdes mirándola con deseo.
¿Lo disfrutó? Claramente. No había tenido un sexo tan satisfactorio.
¿Se arrepintió? Desde el momento en que bajo de ese auto.
Ahora solo debía lidiar con las consecuencias del acto, como siempre había hecho.
Respecto a la parte de su salud todo estaba bien. Nunca había tenido sexo sin condón. No importaba que tan metidos estuvieran, si su pareja no se ponía uno hasta ahí llegaba. Además ella había hablado con su médico que le puso unos implantes bajo el brazo.
Su problema era más psicológico. Siempre terminaba sintiéndose así. Y siempre terminaba odiándose a sí misma, y a los hombres con quienes se acostaba. Sentía que lo estaba engañando.
Dio una risa, fea y sin sentido del humor.
Era estúpido y raro, pero no podía hacer nada al respecto. Siempre se sentía así. No importaba que él lo hubiera hecho, ella seguía sintiéndose de esa manera.
Salió de la ducha poco después, secándose el pelo y luchando con las lágrimas que querían salir de sus ojos. Se puso una pijama y se acostó en la cama.
Estaba tan cansada. Y aún así, no podía dormir. Sus pensamientos la atormentaban tanto que no era capaz de descansar.
Eso hizo que estuviera sobresaltada cuando escuchó ruidos fuera de su puerta.
Kagura no podía ser. Shiori tampoco entraría sin avisar.
Entrando un poco en pánico, se puso de pie lo más silenciosamente que pudo y salió de su cuarto en silencio.
Todo estaba oscuro. Era casi la una de la mañana. Todo era aterrador, incluso su propia respiración. Tomó un adorno de una de las estanterías como arma, y caminó descalza por el alfombrado piso.
Se asomó al cuarto de las gemelas. Towa dormía. Setsuna no estaba en su cama.
¡¿Dónde estaba su otra bebé?!
Entrando, ahora si en pánico, cerró la puerta del cuarto de su hija y busco desesperada a la otra niña.
Escucho un ruido cerca de la entrada.
Caminó en silencio, lo más que pudo, y llegó al recibidor.
La cortina se movía, de ahí venía el ruido.
Armándose de valor, alzó alto la estatuilla y de un movimiento la abrió.
Había una silla. Setsuna dormida estaba acurrucada en ella, aferrada a su estola... Y estaba llorando.
Soltando la figura de metal, se arrodilló y cargó a su hija. No hacia tanto frio, pero ella era solo una niña y podía enfermarse fácilmente.
Se sentó con ella en el sillón de la sala de estar. La abrazó y arrulló mientras la sentía sollozando entre sus brazos.
Casi no se sorprendió de ver a Towa llegando por el pasillo, su pelo rubio platinado brillando con la luz de la luna.
Se subió al sillón y se acostó con las dos.
-¿Towa?
La niña miró a su mamá y luego a su gemela.
-Setsuna camina dormida. –Ella murmuró.
Rin miró a su hija. -¿Por qué no me dijeron nada?
Towa soltó lagrimitas. -¿Estoy en problemas?
Abrazándola, Rin negó con la cabeza. –No, amor. Pero debes decirme cuando algo les moleste. Los sonámbulos pueden hacerse mucho daño.
Towa abrazó a Setsuna.
-Ella se asoma, para ser la primera en ver cuando papá llegue a casa.
El corazón de Rin se saltó un latido.
-Llora porque él no aparece.
-Towa...
-Ya no lo hacía, al menos no despierta... ¿Es por qué va a entrar a la escuela de música?
-No lo sé, bebé.
Towa se acurrucó en su madre, pensativa. –Sabes... Ella se dormía más tranquila cuando nos tocabas la flauta. ¿Puedes tocarnos algo?
Rin hizo una mueca. –Lo siento, bebé. No la traje conmigo.
Ella había tocado la flauta cuando era niña, y en realidad tenía talento, o al menos se lo decía todo el mundo. Su padre y hermano le habían comprado una flauta profesional plateada, con su nombre grabado en la parte izquierda con letras doradas y cursivas.
Lamentablemente, la había empeñado aquella vez que Setsuna se había enfermado, porque no tenía para ir al doctor, o las medicinas. Y con el tiempo se le había olvidado, no regresando por ella después de que recuperó algo de dinero para conseguirla de nuevo.
Setsuna y Towa dormían muy bien, y parecían muy tranquilas cuando ella les tocaba algo. Ahora realmente le hubiera sido útil.
Cargó a sus pesados angelitos y las llevó a su recamara. Las acostó en la cama y con cuidado se acostó entre ellas, abrazando sus pequeños cuerpecitos.
Towa se aferró a su mamá, hasta quedarse dormida. Su costado estaba húmedo.
Rin se quedó mirando la ventana. En secreto, ella también hubiera querido que apareciera.
Las tres tendrían que aprender, tarde o temprano, que los sueños no siempre se cumplen.
Las niñas irían a la escuela. Ella terminaría la escuela con honores, y saldrían adelante solas. Como una familia. Solo ellas tres.
Y nadie más.
