Capítulo 6: Los Vecinos
Harry Potter tuvo que esperar varios días para recibir respuesta desde Inglaterra. Mientras tanto, intentaba entretenerse como podía.
Quiso comprar una escoba voladora. No necesariamente la que había visto en La Florinda, aunque sí lo intrigaba. Lo cierto era que no le importaba qué modelo, hasta se conformaba con una Barredora. Sin embargo, como todo allá, no contaba con una serie de documentos que lo autorizaban a comprar escobas. También tuvo la iniciativa de salir a correr por la mañana para ejercitarse, pero Jennifer que ya estaba despierta le advirtió que el toque de queda no había finalizado aun y que, aunque no eran muy estrictos con ese tema, no le recomendaba salir.
Seguía sin entender como podían soportar vivir en un lugar con tantas complicaciones. Jennifer le quiso explicar cuando volvieron del pueblo sin mucho éxito.
– Es que la situación es totalmente distinta a Inglaterra. No puedes comparar, la gente es diferente, la relación con los muggles es completamente opuesta.
– ¡Claro que es diferente¿Pero no preferirían ser más semejantes a lo que es Inglaterra? Esto es como si Voldemort hubiese triunfado y adiós preciada libertad…
Jennifer se puso pálida, no sabia si por mencionar a Voldemort o por algún otro motivo. Bajó el tomo de su voz.
– Tienes razón, y créeme que la gente hace lo que puede para sobrevivir, no conozco a nadie que no se esfuerce para mejorar el estado en que vivimos, pero tú está aquí apenas unos días y ya crees que tienes el derecho de juzgar.
"Tranquilamente podría haberte entregado a las autoridades y no te miento cuando te digo que hubiesen estado muy felices de tener al famoso Harry Potter para incriminar y humillar frente a la sociedad y luego hacer cualquier cantidad de magia negra. No lo dudarían ni un instante."
Desde aquella agitada conversación Jennifer no le dirigió mucho la palabra y Harry se encontraba extremadamente latoso y con ganas de escaparse de allí.
Jennifer recibía muchas visitas cuando no iba a la clínica. La señora Capostagno era la única sanadora calificada de la zona. Su cabello era lacio hasta los hombros y llevaba una vincha con flores. Agarrados de su túnica siempre estaban sus dos hijos mellizos. Frecuentaba la casa cada vez que necesitaba alguna pócima difícil o necesitaba que alguien cuidase a los niños, ya que ella era la vecina más cercana.
También había una mujer en hábitos que iba para cerciorase que Jennifer estuviese viviendo bajo las estrictas normas que había en esa extraña sociedad. Jennifer se ponía muy incómoda frente a su presencia pero no la escuchaba quejarse. Harry no entendía que ocurría cuando iba la mujer porque tenía que esconderse en las afueras del bosque esperando que la mujer se fuera. Aparentemente Jennifer no tenía permitido vivir con nadie. Recordó lo que le había dicho Penna y Harry se preguntó que tan verdad sería lo que le había contado.
No todas las visitas eran mujeres. Había un hombre bastante mayor, con un alto báculo de madera pulida. Le tenía gran afecto a Jennifer y le llevaba chocolates y algún libro censurado por el gobierno. Ella los aceptaba y en seguida les ponía un encantamiento para ocultar el verdadero nombre. Harry la miró con una ceja levantada más que la otra. Vio la pequeña colección de libros con nuevos ojos.
– ¿Cuántos de estos libros son realmente sobre plantas? – preguntó cuando se fue el hombre.
Jennifer frunció el entrecejo, debatiéndose si contestarle o no.
– Solo tengo tres, el resto está encantado.
Harry la miró con asombro y admiración y Jennifer no pudo evitar reírse.
– ¡Esto es material de lectura para aurores! – exclamo animado. – ¿te das cuenta?
Jennifer asintió con la cabeza y se recostó en el sillón mirando hacia el techo como un felino rezagado mientras que Harry revelaba los verdaderos títulos y los volvía a encantar con el nombre anterior.
– Patricio perteneció al gobierno hasta aproximadamente cinco años, pero luego tuvo un enfrentamientos con los que tomaron el poder y ahora está intentando cambiar la situación política. Tiene varios seguidores, pero la gente tiene miedo y está aturdida.
– ¿No conoces los detalles de lo que ocurrió en el enfrentamiento? – preguntó mientras pasaba las hojas de un libro.
– No realmente, pero tengo mis teorías.
Harry apoyó el libro en uno de los estantes y le hizo señas a Jennifer para que le dejara un lugar en el sillón. Ella se sentó correctamente y Harry se dejó caer a su lado.
– ¿Y cuales son tus teorías?
Jennifer se rió y se puso colorada.
– Creo que siente demasiado afecto por mi, abandono sus ideas políticas cuando me conoció – se ruborizó aun mas y Harry torció la mirada en repugnancia.
– ¿No es un poco mayor para ti?
– Si, lo es… – Harry la miró con incredulidad – ¡Te advertí que era una teoría! – le replicó mientras se reía.
Harry seguía sin creerle.
– ¿Y quien es famoso gobernador que tanto lo admiran?
Su risa paró abruptamente y se puso algo pálida, sugiriéndole a Harry que su pregunta había sido inoportuna, pero no entendiendo la causa.
– Bueno, eso es algo que no tengo permitido decir¡no porque no quiera! – aclaró rápidamente – como la mayoría de las cosas acá, están mágicamente protegidas.
La cara de Jennifer estaba agravada, y se apretaba las manos hasta dejar su piel tan blanca como la leche.
– ¿Te refieres a un encantamiento fidelius?
– Algo similar pero alterado, te va a sonar tonto, pero cada secreto esta protegido con la vida de los propios habitantes. Al principio eran solo los muggles los que corrían peligro, pero hay gente macabra dentro de nuestra comunidad, que revelaban los secretos a la prensa sin importarles los muggles que morían. Por eso tuvieron que incluir a los mestizos y desde entonces nos mantienen calladitos a todos. Por supuesto los que son de sangre pura están metidos hasta las narices en la política, y a ellos no les convienen salir a la calle a contar las cosas que hacen con tanto poder. Tampoco les conviene aniquilar a todos los muggles que hay, algunos son útiles…
– ¿Entonces eres mestiza? – preguntó preocupado por lo que estaba escuchando.
– No, soy de sangre pura, y por no estar involucrada en la política me tienen excluida de la sociedad. Por eso viene Benjamina, es una fanal, supongo que la recuerdas, la que viene con hábitos.
Harry, afirmó con la cabeza, absorto en sus pensamientos.
– Supongo que estarás pensando cómo evadir todos estos inconvenientes, – adivinó lo que a Harry le pasaba por la mente. – Para eso recibo los libros que me trae Patricio. Él sabe bastante lo que sucede, pero no me puede decir porque…
– Alguien moriría… – completó.
– Pero él cree que hay una forma de evadir las muertes, y enterarse de lo que ocurre. – Jennifer aspiró una bocanada de aire que luego exhaló y se frotó la sien. – Aparentemente si lo descubro, no se, leyendo de los libros que me trae, entonces no tendría por qué ocurrir nada grave. El único problema es que las fanales sospechan que estoy haciendo algo sobre el asunto y me mantienen lo más ocupada o vigilada posible. – Harry escuchaba la voz cada vez mas apagada de Jennifer con atención.
– Me lo hubieses contado antes… – dijo consternado.
– Sí, pero jamás pensé que te fueras a quedar todo este tiempo. – susurraba.
– Yo puedo ayudar, soy un auror después de todo. Aparte, tengo mucho tiempo libre en mis manos últimamente. – Harry le sonrió.
Jennifer le devolvió la sonrisa y en un imprevisto arrebato lo abrazó y le dio un beso en la mejilla.
– Gracias, Harry – murmuró con la voz atragantada. Harry se sentía todo acalorado y rojo.
Fue ese mismo día que recibió respuesta de Ron. Hedwig no paraba de picotearle la mano afectuosamente.
Harry:
(Decía la carta)
Entiendo que tus vacaciones sean una maravilla, y era hora que te tomaras un buen descanso, alejado de Londres y de tus verdaderos amigos.
Mi familia esta muy bien y todos me preguntan por ti cada vez que los veo. Piden que les envíes una postal, ya conoces a mi mama como se pone.
La oficina es un caos total desde que te fuiste. Se retiro Dawlish y Tonks pidió licencia por embarazo. Será su tercer hijo, así que están muy emocionados.
(Harry sonrió al enterarse de la noticia y se imaginó lo baboso que se habría puesto Remus Lupin)
No quiero contarte ningún problema para que realmente puedas descansar de este pandemónium metropolitano.
Todos te mandan saludos
Ron
Harry observó la carta otra vez y tomó su varita pronunciando un hechizo. Las palabras del pergamino cambiaron de posición y las letras cambiaron de forma.
Volvió a leer.
¡Eres un idiota¡Nos tuviste a todos asustados por una semana entera! Hermione estaba más histérica que una hiena en celo. Tan pronto como te vea juro romperte la nariz y dejarte al menos un ojo morado.
(Harry largó una carcajada y con un poco de esfuerzo continuó leyendo)
Las cosas aquí andan bastante complicadas. Mi mamá tuvo otra recaída fuerte cuando te fuiste los sanadores no parecen saber qué mas hacer. Hermione está convencida que nunca la curaron bien después del enfrentamiento que tuvo con Dolohov, pero los sanadores insisten que no tiene mas cicatrices por culpa de ese mortífago.
Lo cierto es que la oficina es un caos, necesitamos aurores urgente. Pero nadie aprueba el examen de ingreso últimamente. El ministro quiere que bajemos los niveles de exigencia y Moody esta sublevadísimo porque ningún criminal va a hacernos el favor de bajar su nivel para que lo puedan atrapar.
Estoy estudiando la forma en que volverás. La red flu no llega tan lejos, sabes que no es transoceánica y un viaje en escoba desde Sudamérica es descabellado. Envié una solicitud a Hogwarts para ver si me autorizan a usar un thestral. De última conseguiré a Buckbeak.
Ron.
PD: Lo de romperte la nariz era broma, no pretendo espantarte antes de que vuelvas. (Después veremos)
Harry dejó la carta en la mesa del comedor, donde estaba sentado, y se sacó los lentes para frotarse los ojos. Miró hacia la ventana (aunque solo veía una mancha borrosa)
– ¿Qué ocurre? – preguntó Jennifer que recién entraba a la casa con 2 macetas que tenían dos plantas que chorreaban un líquido viscoso azul. Rebeca también había entrado y giraba alrededor de las plantas.
– Me llegó una carta de mi amigo Ron Weasley – contestó en tanto se colocaba los anteojos.
– ¿Me entrometo mucho si pregunto qué cuenta?
– Solo me dice que está haciendo lo posible para pasarme a buscar cuanto antes. – Harry pensó en la madre de Ron y la pelirroja notó que algo andaba mal.
– ¿Qué te está preocupando?
Harry se sorprendió por la pregunta y se pasó una mano por sus cabellos azabaches dejándolos más revoltosos que lo normal. Inhaló algo de aire.
– Su madre anda mal, los sanadores no saben qué le ocurre.
Jennifer, que estaba apoyando las macetas en el suelo, dejó caer una con más fuerza de la necesaria y sobresaltó a Harry. Se limpió las manos con su delantal y se acercó a la mesa donde estaba sentado.
– Cuéntame los síntomas con más detalles, tal vez pueda hacer algo. – declaró decidida.
– No los se exactamente…
– Oh – formuló desilusionada.
– Pero sabes que Ron me vendrá a recoger. Seguramente él te podrá contar mejor que yo cualquier duda que tengas. – Jennifer asintió con la cabeza – Mejor contesto ahora – agregó Harry.
– Tengo pergamino y plumas en el primer cajón de mi cómoda¿puedes ir a buscarlos? Debo exprimirles el pus a estas magnolias lucíferas antes de que se oculte el sol.
Harry se fue pensativo hacia el cuarto y al entrar volvió a tomar la foto donde estaba Jennifer versión adolescente. Le resultaba curioso verla así. Sonrió a sí mismo y la Jennifer de la foto lo saludó y le tiró un beso. Harry sintió las mejillas un poco coloradas y volvió a poner la foto en su lugar.
– ¡Debo estar volviéndome loco! – balbuceó.
Recogió lo que estaba buscando y en el comedor escribió una respuesta corta, donde le insistía que se apurara porque no quería seguir molestando a Jennifer. Le mandó saludos y deseó que su madre hubiese mejorado.
Después de releer la carta, le pareció que sonaba muy superficial, pero no era su especialidad expresarse. Ron lo sabía y no pretendía recibir una novela. Así que enrolló el pergamino y esperó a Hedwig que volviera de cazar ratones en el bosque.
La mañana siguiente fue demasiado agitada para lo que Harry se estaba acostumbrando. Todavía no había salido el sol cuando se despertó repentinamente por un golpe que provenía desde afuera. Buscó sus anteojos en la oscuridad y trató de afinar su audición, percibiendo hasta los más sutiles sonidos de la casa. Todo sonaba normal. Se dio cuenta que su respiración estaba algo agitada y su corazón latía acelerado. Cuando se acostumbró a la negrura de la habitación pudo ver el libro que había estado leyendo antes de irse a dormir. Era uno de los que Patricio le había dado a Jennifer. Cerró los ojos tranquilizándose y Jennifer emergió en la puerta del ático muy apurada y desconcertada.
– ¡Qué suerte que estás despierto¡Necesito que te escondas, rápido, Harry! – le ordenó sin aliento.
Harry se puso de pie rápidamente, golpeándose la cabeza con el techo bajo del ático. Sin hacer preguntas se puso detrás de una caja y se sobo la cabeza con fuerza para no quejarse del dolor.
– Te pondré un encantamiento desilusionador. Después te explico. – le esclareció en tanto pronunciaba el encantamiento y veía la cara confundida de Harry.
– ¡Jennifer! – escuchó que alguien la llamaba con una voz chillona desde abajo.
– ¡Sí, Benjamina, estoy en el ático, ya bajo! – respondió con los ojos aterrados.
Harry recordó que Benjamina era una de esas mujeres que se vestían con hábitos. No recordaba bien cómo las llamaban. Obviamente había ido de improviso, para intentar pillarla en alguna actividad prohibida.
Jennifer vio el libro tirado que Harry había estado leyendo y se espantó más de lo que ya estaba, fue rápidamente y lo pateó hacia donde estaba Harry, quien lo agarró y lo puso detrás de él.
Antes de que Jennifer pudiese bajar a recibir a la mujer, se asomó su cabeza por la escalera.
– ¡Querida¿Qué haces aquí arriba a estas horas? – preguntó estudiando el ático detenidamente con la mirada.
– Solamente quería buscar unos apuntes que tenia para hacer la poción Astone, ya sabe… la que cura el sarpullido producido por picaduras de pixies. – contestó convencida.
– ¿A estas horas de la madrugada? – Jennifer asintió – Debes cuidar tu salud también, querida. Tienes que dormir.
A Harry le pareció ridículo que le aconsejara dormir. Ella misma no estaba dejándola descansar, en todo caso.
– Es que la debo preparar antes de que salga el sol o se echaría a perder.
– Sí, sí – le replicó sin importancia – te quería consultar sobre unos rumores… – la miró a Jennifer con inquisición.
– Dígame, por favor – le respondió con un tono muy inocente mientras que se sentaba en la cama.
– He sido informada por la Central que has asistido al Señor Harry Potter, y que él ha estado en tu casa durmiendo.
Jennifer se cruzo las brazos y forzó una risa.
– ¿Y usted cree que eso pasaría inadvertido por el gobierno¿Usted se refiere al famoso Harry Potter? – la mujer asintió. – No le voy a mentir, – se aclaró la garganta y escudriñó a la mujer. Harry se imagino que era una buena oclumencista, si no, no haría contacto visual tan directo – sí atendí a un señor Potter luego de la tormenta Según él, había sido atacado por dementotes. ¿Me va a decir que el famoso Harry Potter no es lo suficientemente capaz de defenderse de un insignificante dementor…?
La mujer miró pensativa el suelo y asintió.
– Lo cierto es que no venía para eso. El bosque está lleno de agentes en este momento y no importa a quienes encuentren, serán llevados al Clausum sin aceptar excusas. Lo que te venía a avisar es que decidieron adelantar la ceremonia para esta noche.
Jennifer empalideció y sin querer miro hacia donde estaba Harry.
– ¿No quiere contarme mejor en la cocina? Acá está oscuro y es incómodo.
– No, no, no, querida Jennifer. Estoy bien aquí arriba. – le contestó con una sonrisa.
– ¿Por qué se adelantó entonces?
– Encontraron un traidor y lo van a ejecutar; es asombroso lo rápida que es la justicia del altísimo. – dijo con orgullo –Van a aprovechar la ejecución para reforzar la seguridad de la zona y, bueno, ya conoces muy bien la rutina.
– ¿Pero, que hay con la fase lunar? – Jennifer se mostró preocupada.
– Eso es lo más asombroso de todo esto, –dijo ansiosa, – te utilizaran como mediadora. Así que tienes que prepararte.
Jennifer tardó en responder.
– No lo voy a poder llevar a cabo…
– Hace rato que estas calificada para esto.
– Es que no puedo, mi cuerpo no esta purificado como se requiere, –se enojó, – pero no les importaría si muero. ¡Claro, ahora lo entiendo! – balbuceó con odio…
– No digas tonterías, – le ordenó – nadie quiere matarte.
– No digo ninguna tontería, Benjamina – le contestó con firmeza y toda colorada de rabia – Ahora entiendo por qué me quitaron la escoba, es para que no me escape ¿No es así¡Como si no bastaran todos los controles que ejercen sobre mi vida¿Temían que me fugara, no¿Acaso con ese hombre?
– ¡Calla de una vez, niña insolente! – la mujer la abofeteó y Jennifer tomada por sorpresa se froto la mejilla y la miró mal a la mujer.
– ¿Para que hacen esto¡Saben que me comporto bien! No tendría sentido que escapara, estaría tirando mi vida por la borda… – murmuró.
La mujer comenzó a descender por las escaleras sin hacer caso a las replicas de Jennifer, de repente se detuvo.
– Querida, no es que no confiemos en ti, – le dijo tranquila, – pero nadie quiere arriesgarse. El gobernador estará presente porque necesita hablarte, así que empieza a prepararte. – Agrego con severidad en la voz.
Jennifer resignada asintió y la mujer salio sin ser acompañada a la puerta.
Harry no sabía como reaccionar. Siendo testigo de una escena que no debería haber presenciado. Tampoco quería salir de su improvisado escondite a pesar de lo incomodo que se encontraba. Sin embargo, Jennifer seguía petrificada en la cama de Harry, mirando al vacío.
– ¿Estas bien? – preguntó, aunque la respuesta era evidente.
Jennifer llevó su mirada lentamente hacia Harry. Sus ojos estaban aguados y sus labios formaban una delgada línea. A pesar de eso, Jennifer asintió y se levantó.
– Discúlpame, – le dijo ahogada y se apresuró hasta su cuarto cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria.
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Nota de autora:
Se agradecen las criticas de todo tipo! Si la historia es una porqueria haganmelo saber. GRACIAS
