DESPERTAR

El sol se colaba por la ventana, dándole de lleno en la cara.

Aún así, estaba en su propio cielo personalizado, en una suave cama cómoda y caliente, con la tranquilidad de que era sábado, y no tenía nada en especial que hacer todo el día. Las niñas sabían servirse cereal para el desayuno, y la puerta principal tenia llave. No tenía prisa por pararse por lo pronto.

La puerta se abrió y escuchó claramente un par de pasos tímidos, antes de que su calma fuera rota por el terremoto que sus pequeñas causaron saltando a en su cama.

-¡Buenos días, mami! –Las dos saltaban en su cama emocionadas. -¡Arriba! ¡Arriba! Dijiste que iríamos al acuario.

Con un sollozo patético, Rin tomo la almohada y se cubrió la cabeza. 5 minutos, solo había querido 5 minutos.

-Maaaaaaaaaaaaaami. –Dos pequeños cuerpos cayeron sobre ella. –Lo prometiste, lo prometiste.

-No lo dije por escrito. –Murmuró bajo su mullido escudo.

Casi podía ver los pucheros que hacían.

-Y no hagan pucheros, se les quedará así la cara.

-Yo no hago pucheros. –Dijo Setsuna, claramente haciendo pucheros.

Rin bostezó y se acurrucó más en su cama. ¿Por qué no podía ser una tortuga y encerrarse para descansar más tiempo?

-Mamá, Mamá, Mamá, Mamá, Mamá, Mamá, Mamá, Mamá, Mamá, Mamá, Mamá.

Rin se quitó la almohada de la cara, estiró sus brazos y les hizo cosquillas. Las risas llenaron la habitación.

Rin sentó a Setsuna en sus piernas mientras acostaba a Towa a su lado. –Bien, desayunamos, se dan un baño, y vamos. ¿De acuerdo?

-¡SI! –Las dos dieron saltitos emocionados.

Rin se estiró, luego se levantó para abrir la ventana dejando entrar el aire y que este le diera en la cara para despertarla. El top y los shorts de dormir la dejaban mucha libertad de movimiento, pero no la protegían del frio mañanero.

-Bien. ¿Qué quieren desayunar? –Frotándose un ojo. –Tenemos pan con mermelada o... Mermelada y pan.

Un aroma a tocino y café le llegó, probablemente de la cocina. Sonrió, probablemente Shiori había llegado temprano a preparar el desayuno... Momento, Shiori nunca le haría a ella el desayuno, y no dejaba que las niñas comieran nada poco saludable.

-¡¿KAGURA ESTÁ EN LA COCINA?! –Saltó a la cama, buscando su teléfono. Tenía que llamar a los bomberos, al equipo anti bombas, a la morgue, a Protección Civil... A quien las salvara de comer lo que su amiga hubiera hecho. Era más seguro comer un trozo de Pizza que estaba en el suelo de la calle.

-Papi dijo que se enfriara el desayuno. –Dijo Setsuna. –Dijo que nos laváramos las manos y que te levantaras antes de que se haga tarde.

Rin se paralizó. ¿Papi?

Acomodándose en la cama, miró a las niñas. Tocó la frente de Setsuna. –No, no tienes fiebre.

La pequeña parpadeó sin entender.

-Vamos, mami. –Dijo Towa, tomando su mano y sacudiéndola. –Tengo hambre. Papi siempre cocina rico.

Rin tardó, exactamente, 5 segundos en procesar la información.

Luego salió corriendo de la habitación hasta la cocina.

Se detuvo.

Sesshomaru servía 4 platos en la mesa, rebosantes con huevos y tocino, 4 vasos de jugo de naranja fresca, fruta picada y dos tazas de café.

Alzó la mirada hacia ella.

El tiempo le pareció congelarse. No había sido un sueño.

Él estaba aquí.

Él estaba aquí.

Por un segundo no supo que decir, que hacer...

Luego frunció el seño y puso las manos sobre las caderas.

-¿Qué estás haciendo aquí?

Sesshomaru alzó una ceja.

-Me refiero a ¿Qué haces en mi cocina, en mi casa, en Inglaterra...En mi vida? –Rin se negaba a ser tan patética como anoche, no señor.

Sesshomaru apagó la estufa y se acercó a ella. Rin tragó saliva, pero se mantuvo firme en su lugar.

-Es bueno verte también, Rin.

-Es bueno saber que todavía recuerdas mi nombre. –Su tono estaba volviéndose desagradable, pero Rin no podía parar. Era estúpidamente doloroso. Todos estos meses, ella había estado hecha un desastre interiormente, pero aparentemente Sesshomaru estaba jodidamente perfecto, como siempre. –Al menos se que si recuerdas los nombres de tus antiguos acostones.

Sesshomaru seguía sin apartar la vista de ella. –Adelgazaste.

Rin apartó la mirada, su peso, o la perdida de este, era lo que menos deberían estar discutiendo.

-Como sea. –Rin dijo enérgicamente. –Las niñas y yo tenemos prisa, así que si no le importa...

Sesshomaru le agarró el brazo.

Su corazón se aceleró.

-Suélteme.

-Cálmate.

-Estoy tranquila. –Dijo mirando a la ventana de la cocina.

-Estás mintiendo. –Agarró su barbilla y la obligó a mirarlo.

Trató de colocar su mirada más seria. –Estoy tranquila. Tengo una vida feliz aquí. Tengo un buen trabajo, una linda casa, y el futuro de mis hijas asegurado. No tengo porque mentirle.

Sesshomaru apretó con más fuerza. –Mírame a los ojos y dime que eres feliz. Y me iré y nunca regresare.

Rin apretó la mandíbula. –Esta es la vida que siempre quise.

-Eso no es lo que pregunté.

Rin lo miró a los ojos y dijo: -Soy muy feliz aquí. Ya te superé. Ya no te amo más.

Los ojos de Sesshomaru se entrecerraron tan peligrosamente, que sintió que lo había hecho enojar.

-Pruébalo. –Dijo después de un largo silencio.

-¿Cómo se supone que voy a probarlo?

-Abrázame. Y yo lo sabré. Siempre lo supe.

Rin lo miró entre incrédula e irritada. –Eso es estúpido.

-Demuéstralo, entonces. –Sesshomaru repitió, más firme en esta ocasión. –Si estás diciendo la verdad, no tienes nada que ocultar, ¿Verdad?

Rin no se movió.

-¿O lo tienes? –Sesshomaru dijo, levantando las cejas.

Apretando los labios, Rin se acercó y puso sus brazos alrededor de él, flojamente, antes de dejarlo ir rápidamente, pero Sesshomaru la envolvió en sus brazos. –Un abrazo de verdad. ¿O tienes miedo?

Murmurando algo poco amable, Rin envolvió sus brazos alrededor de Sesshomaru, enterrando su cara contra su pecho. Se derritió contra Sesshomaru, queriendo escalar en él, arrastrarse bajo su piel y nunca soltarlo. Sesshomaru la apretó con más fuerza, y Kami, el olor de Sesshomaru, sus brazos alrededor suyo, su fuerza... Se había sentido fría por tanto tiempo. Ella se sentía cálida ahora. Cálida, acariciada... y amada.

-Sesshomaru. –Murmuró, enterrando su cara en su camisa, sintiéndose tan frustrada. ¿Por qué estaba tanta ropa entre ellos? –Te extrañé.

-Lo sé. –Dijo Sesshomaru, besando la mejilla de Rin e inhalando profundamente. Parecía no estarlo llevando mejor que ella: Tan hambriento de contacto. Y Kami-sama, que ella estaba hambrienta de esto. Tan hambrienta que a veces sentía como si la necesidad estuviera royendo un agujero dentro de su alma.

Rin suspiró cuando Sesshomaru besó la comisura de su boca, luego la otra. Sus labios se separaron buscando los de él.

-Dime que me amas.

-Eres un tonto. –Dijo Rin, pero su voz estaba llena de afecto en vez de sonar como un reproche.

-Dilo. –Exigió, enterrando una mano en el cabello de Rin. Se sentía muy bien tener esos dedos largos acariciando sus mechones.

-Te amo. –Rin dijo con voz rota, frotándose contra él. –Te amo.

-¿Ves? Tú eres mía. Perteneces junto a mí.

Rin se puso rígida. Luego maldijo entre dientes, y se apartó de él y lo miró. -¿A qué viene esto, Sesshomaru? ¡Eres como un maldito perro con un hueso! No soy tu posesión...

-Dijiste que me amabas. Acabas de decirlo.

Diciéndose a si misma "idiota" por dentro, sacudió la cabeza. –Eso no cambia nada–

-¿Por qué? –Lo escuchó casi enojado. –No necesitas nada de esto. Puedo darte lo que necesites y más...

-¡Deje de decir eso! –Rin espetó. –Usted no puede darme lo que quiero.

-Sabes que eso es una mentira.

Suspirando, Rin se tapó la cara con las manos y se alejó. –Yo no sé qué es lo que estás haciendo aquí. Simplemente no lo entiendes. Tú tienes una vida, una familia, y una PROMETIDA. No hay lugar para mí en tu vida. Realmente nunca lo hubo...

-Lo hay.

-Pues no lo quiero. –Dijo Rin en voz baja, esperando no escucharse tan cansada como se sentía. –No puede darme lo que yo quiero.

-Rin...

-No. No parece entender lo que estoy diciendo. –Rin dijo enojada. –Quiero una familia. Quiero llegar a casa y tener una pareja que me ame y cuide de mis hijas. Quiero un hombre que esté ahí cuando importe y no solo cuando quiera meterse a mi cama.

-Estás siendo irrespetuosa.

-Oh, ¿De veras? No me estaba dando cuenta. –El sarcasmo no era lo suyo, pero no se iba a sobajar de nuevo.

-¿Mami?

Los dos se giraron bruscamente.

Setsuna los miraba con seriedad, y Towa los miraba sin comprender.

Rin puso su mejor sonrisa y se acercó a las niñas.

-Lo siento, bebé. ¿Grite mucho?

Towa negó con la cabeza. –Teníamos hambre, pero Setsuna dijo que primero me lavara las manos.

-Lo siento, nena. Siéntense mientras yo les sirvo.

Setsuna tomó la manga de su suéter. Rin miró sin entender, pero su pequeña no alzaba los ojitos del suelo.

-¿Setsuna?

Los ojos de Setsuna se fijaron en los suyos.

-¿Puede quedarse a desayunar?

Rin se tensó. Miró a Towa, que también parecía emocionada con la idea.

Se giró hacia Sesshomaru, que no había dicho nada.

Suspirando, miró a su pequeña y sonrió.

-Como quieras, corazón.

Con una pequeña sonrisa, Setsuna camino hacia Sesshomaru y tomo su mano.

Rin miró la escena, tratando de ahuyentar la calidez que se extendía en su corazón.

Se sentía como una batalla perdida.