Capítulo 8: Ojala fuese todo tan simple…

Sintió que lo sacudían y que alguien lo llamaba desde lejos con una voz que extrañaba. Abrió sus ojos con dificultad y vio un par de ojos avellanas que los miraban preocupados.

– ¿Estás bien? – preguntó Jennifer, y Harry asintió mientras que se levantaba. Le dolía absolutamente todo. Se sacudió las piernas que estaban llenas de polvo.

– ¿Cómo estás tú? – preguntó Harry escudriñándola de tal manera que la pelirroja bajó la vista.

– Un poco abrumada y algo dolorida – contestó en tanto se frotaba la nuca. – Volvamos a casa, necesito un buen baño…

Harry se dio cuenta que Jennifer seguía manchada con sangre. Agravó su mirada pero no dijo nada. Estaba aturdido y necesitaba respuestas urgentes a las miles de preguntas que surcaban su mente. Y esta vez estaba decidido a recibirlas por cualquier medio.

Jennifer le había parecido una buena persona desde el principio, le caía bien, era agradable… Pero Voldemort también podía aparentar ser agradable y simpático. Lo que Jennifer había hecho no tenia justificación, no importaba desde donde lo mirara. No podía echarle la culpa al raro gobierno. Matar de esa manera era una cuestión personal y le costaba creer que la Jennifer que él suponía conocer era capaz de semejante atrocidad.

¿Y por qué no puso nada de resistencia? Tomó esa pócima sin dudarlo. La bebió como si se tratara de agua. Y mató a un hombre. ¿A cuántos otros ya habría matado? No parecía que esa hubiese sido la primera vez. Actuó con confianza en todo momento de la ceremonia.

Harry se detuvo, aunque Jennifer, cabizbaja, seguía andando arrastrando sus pies, sin notar que Harry ya no caminaba a su lado.

La verdad era que Harry sabía que la pelirroja no le iba a poder contestar a nada que él preguntara. No tenía sentido seguir favoreciendo a una asesina. Debía escaparse. Prefería seguir viviendo en el bosque. Estaba mentalmente agotado de soportar ese maldito lugar. Harry se colocó lentamente la capa de invisibilidad y se quedó observando a Jennifer regresar a su pequeña casa, dispuesto a marcharse cuando la perdiera de vista.

Pero la joven no dio más de cinco pasos y cayó de rodillas. Sus manos cubrían su cara y Harry notó que sus hombros subían y bajaban marcando una respiración entrecortada.

No pudo con su naturaleza, se sacó la capa y caminó hacia la pelirroja. Estaba llorando en silencio, sus lágrimas se escapaban por entre los dedos que la cubrían.

Harry no podía dejar de mirarla agravado. Su conciencia quería decirle que todo iba a estar bien, pero sabía que era una mentira. Su sano juicio le decía que Jennifer no merecía su consuelo. Estaba demasiado abatido para responder. Imaginarse que conocía a alguien, sentir que era de confianza, y luego descubrir lo peor que un ser humano pudiera llegar a tener.

A pesar del camino por el que rondaban sus pensamientos, una mano se apoyó en uno de sus hombros y se puso de cuclillas al igual que ella.

Jennifer lo abrazó con fuerza, tomando a Harry por sorpresa. Trató de resistirse y escaparse disimuladamente del abrazo, pero percibió lo perturbada que se encontraba la pelirroja, que ahora lloraba con más energía repitiendo como un mantra:

– Lo siento, lo siento, perdóname, lo siento, lo siento, perdóname…

Su confusión se convirtió en enojo tan rápido que no tuvo cabida a otro pensamiento.

¿Cómo tenia el descaro de pedir perdón¿Cómo? Sus acciones eran imperdonables. No podía dejarse sucumbir ante sus suplicas, sabia que eran parte de un truco para manipularlo.

Sus músculos se tensionaron automáticamente y Jennifer seguía abrazándolo con firmeza. Quería que lo soltara, Harry no iba a permitir que lo usaran.

Jennifer lo soltó lentamente y evitó mirarlo directo a los ojos. Pero Harry la buscaba, sus ojos estaban hinchados y rojos de tanto llorar y su cara estaba pálida.

Con mucho esfuerzo dijo:

– Si quieres preguntar… si quieres – sollozó.

Harry estaba furioso. No sabía como estaba logrando controlar su temperamento. Lo único que frenaba su cólera era la cara perturbada de Jennifer y lo que le había dicho antes de irse: "Y no me odies, te prometo que todo tiene una respuesta"

– Vamos a tu casa antes, – le indicó con una voz de ultratumba.

La muchacha asintió pero no logró moverse, continuó arrodillada y miraba hacia el horizonte.

Harry extendió la mano para ayudarla a levantarse, pero tardó en responder. De sus ojos permanecían brotando lagrimas. Harry la rodeó con un brazo para que ella se pudiera apoyar en él y ayudarla, de esa manera, a avanzar. Lentamente pudieron llegar a ver la casa. Donde, sin esperarlo, se encontraba una mujer de espaldas buscando frenéticamente a alguien.

Harry se detuvo por precaución, y Jennifer, que no había notado absolutamente nada, lo miró cuestionándose la razón de que parara de caminar. Al ver la cara fija de Harry, siguió su vista y notó la presencia de la mujer en la casa.

Jennifer se tensionó.

– ¿Sabes quien es? – preguntó él antes de continuar avanzando.

No le respondió, Harry no supo si no había escuchado.

Súbitamente, la mujer se volteó y se dio cuenta que habían dos personas detrás suyo.

– ¿Harry? – gritó y reconoció, con alivio, que se trataba de Hermione Granger.

Corrió hacia ellos

– Harry… – dijo animada y tratando de abrazarlo pero reparó en el estado de la chica y se detuvo. – ¿Qué sucedió? – se tapó la boca con una mano, asustada por tanta sangre.

– Ahora no, Hermione. Ayúdame, por favor. – le indicó y Hermione cogió el otro brazo de la pelirroja colaborando a llevarla a su casa.

La recién llegada observaba atemorizada. Pocas veces había visto ira en los ojos de su amigo. Algo muy malo había sucedido. Harry le estaba preparando un te verdoso mientras que Jennifer se había encerrado en el baño.

– ¿Me vas a contar? – insistió Hermione que había estado impacientada intentando esclarecer que estaba ocurriendo. Pero Harry no estaba con la serenidad justa para dar explicaciones.

– ¡Te dije que ahora no! – contestó firme con la intención de callarla. Sin embargo se sintió culpable de tratar así a su amiga, no tenía nada que ver con esto. Pero no era buen momento para presionarlo, y ella lo sabía.

Le dio una taza a Hermione que estaba algo ofendida por la clase de recibimiento que había tenido. Harry no podía dejar de echar vistazos fugaces hacia el baño. ¿Por qué tardaba tanto?

– ¿Cómo estuvo tu viaje? – preguntó sin prestarle mucha atención.

– Bien, Harry. – contestó fríamente y Harry la vio con mas consideración. Sus ojos estaban cansados y su boca formaba una delgada línea. Estaba enojada y se iba a tener que preparar para uno de sus famosos sermones.

– Por favor, Hermione, – le suplicó, – ni yo sé qué sucede.

Hermione se sentó en el sillón tomando su taza con las dos manos e inhaló el te con los ojos cerrados. Parecía que eso la tranquilizó un poco. Le hizo señas a Harry para que se sentara a su lado.

– Conseguí unos thestrals… – Hermione no tuvo la oportunidad de terminar lo que estaba por decir porque justo entraba Jennifer, arreglada de la misma manera que el conocía.

– Hola, Soy Jennifer Weaver, tu debes ser Hermione Granger. – Le estrechó una mano. – Veo que Harry te esta atendiendo bien, – le dijo mientras que ella se hacia su propio te. –¿Quieres un poco de tarta de melaza? ­– le ofreció sonriendo.

Harry la miró con los ojos entrecerrados. ¿Cómo podía actuar tan naturalmente después de lo había hecho? Harry se levantó de golpe y la tomó de los brazos con fuerza ¿Cómo podía ser tan hipócrita y no sentir lo mas remotamente parecido al dolor? Vio la cara asustada de Jennifer y la soltó. Se pasó una mano nerviosa por la cabeza e intentó tomar algo del te para calmarse.

– Por favor, Harry… – escuchó la suave voz suplicante de Jennifer que en lugar de apaciguarlo, tuvo el efecto contrario. Tiró la taza al suelo, haciéndola añicos y salpicando todo.

Hermione tomó su varita para repararla, pero Jennifer le hizo una seña con la mano, indicándole que no interviniera, lo de la taza no tenia importancia.

– Ya esperé lo suficiente, prometiste responder todo.

– Pregunta lo que quieras… – le contestó con un poco de desafío en la mirada.

– ¿Quién era ese hombre? – comenzó.

– García.

– ¿Qué hizo?

– No sé. – Harry cerró los puños con fuerza.

– ¿Por qué lo mataste?

Jennifer bajo la mirada y se apretó las manos.

– ¿Vas a contestar?

– No sé qué quieres que responda…

Harry se acercó a Jennifer con la intención de zamarrearla para que reaccionara pero se dio cuenta que estaba perdiendo los estribos a tal punto que ni él era capaz de reconocerse. Cerró los ojos e intentó contar hasta diez para calmarse.

– ¿Qué hizo para merecer la muerte? – le dijo cuando pudo controlarse.

– Era un traidor – contestó automáticamente

– Mírame a los ojos, – le ordeno y Jennifer obedeció inmediatamente.

– ¿Qué hizo?

– No sé… – y no pudo aguantar más las lágrimas que estaba conteniendo. Empezaron a brotarle libremente de los ojos.

Harry, sin embargo, no se detuvo.

– ¿En donde trabajaba?

– Creo que en el Departamento de Seguridad

– ¿Podrías explicarme de qué se trataba exactamente la ceremonia?

Jennifer suspiró, se secó los ojos con la manga de su vestido y se frotó la frente cavilosamente.

– No se cuanto te pueda contar.

– Inténtalo.

Jennifer asintió y se sentó en la mesa del comedor.

– Es una ceremonia que data de milenios atrás, pero dejaron de llevarla a cabo cuando la población se redujo a unos pocos. Pasó el tiempo y, si no me equivoco, llegaron los colonizadores que vieron las ventajas de hacer sacrificios y quisieron apoderarse de la información. Entonces se desató una guerra… pero después de unos años la gente se olvidó como había comenzado todo y para qué peleaban. La gente solo tenía sed de guerra. Las fanales retuvieron todos los secretos de la ceremonia, y escribieron una profecía.

Jennifer miró a Harry dudando de lo que podía seguir contando. No podía continuar y Harry pareció entenderlo. Miró a Hermione que estaba pensativa en el sillón. Estaba seguro que sabia mas sobre el tema y por eso le preguntaría mas tarde.

– ¿Cuál es el objetivo de los sacrificios?

Jennifer se acomodó mejor en la silla y apoyó su frente en las manos.

– Este sacrificio fue solo para que ningún habitante pueda fugarse ¿Tienes el mapa?

Harry lo busco en uno de sus bolsillos y se lo entregó.

– Aquí y aquí, las barreras siempre se debilitan – señaló unas entradas en el bosque. – ¡Accio, mapa de La Florinda! ­ – Un pergamino viejo y gastado salió disparado de la biblioteca y Jennifer lo desplegó en la mesa. – En el pueblo las barreras están siempre estable, excepto bajo tierra. Patricio me contó que hubo varios intentos frustrados para escaparse por túneles… – Jennifer lo escrutó, sus ojos aun seguían rojos, – se supone que no puedo entrar en detalles.

Harry asintió en silencio y miró a Hermione que se mantenía cabizbaja.

– ¿Con que otros objetivos hacen esta ceremonia?

Jennifer tardó en contestar.

– Es magia negra, Harry, de la clase más pura. – Aclaró abrumada. – Se utiliza la misma vida de una persona, algo que debe nacer del amor y morir de tal manera. Se utiliza esa energía divina para lo que sea… – Sus ojos mostraban una pesadez que le resultó algo difícil de soportar. Tuvo que desviar la mirada.

– Voldemort usaba la vida de otros, Harry, – intervino finalmente Hermione, – él quería vivir eternamente, y para eso pagaba con otras vidas. El concepto es el mismo.

– ¿Por qué participas, entonces¿Por qué no te resistes?

Jennifer, que lo había estado mirando, bajo su mirada y sus lagrimas volvieron a aparecer.

– Estoy atrapada… – susurró tan bajo que fue casi inaudible.

– ¿Acaso matarías a un muggle¿O a un mestizo¿No te basta con los que mueren sacrificados en la ceremonia? – Harry empezó a perder los estribos, – ¿O tal vez te han amenazado a ti con tu propia vida¿Es por eso que estás atrapada? – Jennifer dejaba que sus lagrimas cayeran sin vergüenza – ¿Qué puede ser peor que quitarle la vida a otro ser que te sientes atrapada?

Harry sin darse cuenta había comenzado a vociferarle.

– ¡Basta! – Le suplicó Jennifer callándolo, – Basta, Harry… no puedo…, no puedo explicártelo todo…

– ¿Cuántas vidas mas vas a tirar por la borda? – Bajo el tono de su voz a un alarmante susurro – ¿No es lo mismo que me lo cuentes todo, si de todas maneras, los vas a matar en las ceremonias? Pero ya veo por qué reservas sus muertes, todo por tu querido gobernador…

Jennifer no respondió frente a semejante acusación. Harry la miro esperando que se defendiera, pero al ver que no respondía le aviso a Hermione que se preparara para partir. Ya no quería saber nada más de ese lugar.

Harry tomó las pocas cosas que tenia y apresuró a Hermione para salir de la casa.

– ¡Harry, estas loco si piensas que podemos partir ya mismo para Inglaterra! – Le advirtió enojada, – Los thestrals han tenido un viaje muy largo y necesitan descansar.

– ¡Vamos al bosque entonces! – ordenó montado en cólera.

Era casi de noche y estaban los dos sentados frente a una pequeña fogata, comiendo las famosas hojas recolectadas por Rebeca.

Pasó un tiempo para que Hermione pudiera tener una conversación normal con Harry. Sin embargo eso no frenó su fascinación por el hada que le estaba contando sobre su vida. Después de todo, Hermione había creado dentro del Departamento de Regulación de Criaturas Mágicas una oficina especializada en la inspección de las leyes actuales que establecían el trato con las demás especies. Todo dependía de la inteligencia de cada ser. Lo primero que se había logrado era cambiar el criterio con que se clasificaban cada especie. Y los Hombres Lobos fueron los primeros beneficiados. Pero nunca se había cuestionado la inteligencia de las hadas, lo cual conocer a Rebeca significaría mas trabajo para la oficina.

Los thestrals dormían placenteramente a un costado de ellos.

– ¿Por que no viniste con un traslador? Hubiese sido más rápido, – le dijo Harry molesto.

– Están en huelga, – suspiró Hermione, – reclaman sueldos más altos. Ya sabes, desde que Voldemort cayó, fue aumentando el turismo hacia Inglaterra notablemente, y la demanda por trasladores incrementó hasta tal punto que no dan a basto. El tema es que los sueldos son los mismos que eran hace diez años. La última vez que lo aumentaron fue por la Copa Mundial de Quidditch.

Harry se acomodó mejor en el suelo para poder ver las estrellas.

– Hasta el cielo es diferente... – susurró con un dejo de descontento.

– Es hermoso, – sonrió Hermione sin escuchar el mal humor de su voz, – nunca tuvimos oportunidad de estudiar apropiadamente estas constelaciones en astronomía, es un lujo verlas realmente en persona.

Quedaron en silencio por un rato. Harry tratando de recordar las constelaciones del hemisferio sur, no había ninguna Osa Mayor, ni Osa Menor, identificó la estrella homónima a la mortífaga que empujó a su padrino al velo del Departamento de Misterios, estaba en la constelación de Orión. También notó que Sirius, la estrella, estaba más brillante que nunca, y se acordó de su padrino. Era una especie de consuelo saber que era una de las pocas estrellas que se veían desde cualquier parte del planeta. Sonaba algo tonto, pero eso lo hacia sentirse menos solo.

– ¿Te puedo preguntar qué ocurrió? – Se atrevió a preguntarle finalmente Hermione, sacándolo a Harry de la línea por la que circundaban sus pensamientos. Harry empezó a relatar lo que le había sucedido en Italia para perderse en este insólito lugar. Hermione no podía parar de reírse cuando llegó a la parte de Pancho, a pesar de la indignación que tenia sobre ese asunto. Tuvo que reconocer que había sido gracioso. Cuando llegó a la parte de Jennifer, La Florinda y la ceremonia, Hermione portaba una expresión de determinación y concentración que reservaba para cuando su cerebro procesaba información, relacionándola con sus previos conocimientos.

– ¿Qué ocurrió con Ron? Pensé que él iba a venir a buscarme, – preguntó al terminar su historia.

– ¿Acaso no confías en mi, – cuestionó haciéndose la ofendida provocando una sonrisa en Harry.

– ¡Claro que confío en ti! Sabes que hasta te confiaría mi vida... – Hermione se ruborizó. ¡Hey! Ron se enojará conmigo si se entera que te hice sonrojar, se supone que solo el tiene derecho a eso. Se rió mientras que ella le daba un empujoncito.

Hermione se puso seria.

– Trabajo en el Departamento de Regulación de Criaturas Mágicas ¿no? Era más simple que yo solicitara usar los thestrals. Aparte Ron esta muy ocupado. Su oficina es un caos. Y su madre no mejora. – Harry entendió y se callaron un rato mientras que miraban al cielo. – Tal vez odies este lugar, Harry, pero es realmente impresionante. – Harry siguió en silencio y sin mirarla, no se imaginaba que podía llegar a decirle. – No figura en ningún mapa de Sudamérica, es como si no existiera. Es magia impresionante la que se requiere para que un lugar tan grande como este permanezca oculto. Por eso tuve que venir con los thestrals, no había otra manera de encontrarte.

– Tal vez tengas razón, el lugar es magnifico, pero no hay palabras para describir el precio que tienen que pagar para que sea así. No vale la pena.

– Leí una vez sobre estas ceremonias en la sección prohibida de la Biblioteca Mágica Nacional, – comentó Hermione provocando que Harry se despabilara un poco. – No decía mucho, era algo extremadamente complicado que leí por accidente.

– Nada de lo que tú lees es por accidente, – le dijo y Hermione volvió a sonrojarse. – Si Ron se enterara...

Ambos se rieron.

– Bueno... – dijo ofuscada, estaba buscando información para Ron, no recuerdo exactamente para qué caso, – Harry levantó una ceja, – solo recuerdo que era sobre métodos de encubrimiento con artes oscuras... suspiró y cerró los ojos, estaba tratando de recordar lo que había leído, requería sangre, mucha sangre.

Harry asintió.

– Sé que quieres seguir hablando sobre esto, Hermione, pero preferiría dormir, ahora. Tú deberías hacer lo mismo. Rebeca puede vigilar.

El viaje de vuelta fue bastante placentero. Aunque Harry no lo quería reconocer frente a Hermione. Le insistió hacer escala en Colombia para hacer un poco de turismo y estaba tan entusiasmada con lo que veía que Harry no se animó a ser un aguafiestas y quejarse. Él aprovechó a comprar algunos regalos y se llevó unos catálogos sobre escobas voladoras tan raras como las que había visto en La Florinda. Decidieron pasar la noche en un hotel que quedaba en un centro comercial enorme exclusivo para magos y brujas. Y con el primer rayo de sol que se asomó por el horizonte, partieron directo hacia Londres.


Notilla de autora Pues, ya saben cual es su deber, y se los agradezco de todo corazon! De todo este capitulo me gusta cuando habla de Sirius... supongo que por cuestiones personales. (Aparte me recuerda a la pelicula del ratoncito, Faivel - asi se llamaba?) Que opinan sobre Jennifer? Por favor, realmente necesito saberlo para ver si estoy logrando darle la imagen que busco. SALUDOS!