Capítulo 9: Volver a casa
Su apartamento estaba como lo había dejado el día que había partido a Italia. Pequeño y muy prolijo. Tenía un amplio living con un gran ventanal que daba hacia el callejón Diagon. Desde allí podía ver, hacia un lado al negocio de los gemelos Weasley, y hacia el otro lado podía ver un diminuto balcón que pertenecía al apartamento de sus dos mejores amigos, Hermione Granger y Ronald Weasley. Tenia un solo cuarto donde había una cama de una plaza y un escritorio destartalado que consiguió en una feria de pulgas de Londres. Desde la ventana de su cuarto podía ver las calles colmadas de coches y los muggles yendo y viniendo. La cocina tenía un buen tamaño para cualquier amante de la gastronomía, pero no era de usarla mucho porque solía irse a comer a lo de sus amigos.
– Tus valijas están en el cuarto, Harry. – Le avisó Hermione. – Las mandaron vía flu desde el hotel romano.
La puerta se abrió de golpe y apareció una cabeza roja.
– ¿Dónde esta se mequetrefe que necesito degollarlo? – Preguntó Ronald Weasley a Hermione. Estaba agitado, como si hubiese corrido para verlo. – ¡Ahí estas!
Lo abrazó fuertemente e imprevistamente lo tomó por uno de los brazos, le quitó la varita del bolsillo, y lo estampó contra el suelo inmovilizándolo. Harry estaba atrapado. Sintió la punta de una varita sobre su cuello. Ron había hecho un curso intensivo de artes marciales en China, y no dejaba que se le escapara ninguna oportunidad para demostrar sus técnicas orientales.
– ¿Sabes el susto que nos has hecho pasar? – le masculló al oído.
Ron lo soltó y luego de comerse con la vista por un rato, comenzaron a reírse.
– No es gracioso, Ron. – lo reprimió su novia.
– ¡Sí lo es! – le contestó mientras que la abrazaba y le daba un beso en la mejilla. –
Pensé que iba a regresar con una novia este chico…
Harry lo miró mal y Ron se dio cuenta.
– ¿Dije algo malo? – dijo con inocencia.
– Mejor vayamos a almorzar, – intervino Hermione para cambiar de tema.
– Abrieron un nuevo restaurante. Justo donde era la heladería ¿Quieren ir ahí?
Fueron al restaurante "Margaritas escocesas". Estaba todo decorado con dichas flores y las paredes estaban empapeladas con estampados escoceses. Era iluminado por unas enormes arañas de hierro negro con velas que no se consumían. Al ser nuevo en la zona, se encontraba lleno de gente que quería saber de que se trataba.
– Sabes que mañana tendrás que ir a trabajar, se te extraña en la oficina.
– Si solo lleno formularios y reviso los informes… – dijo incrédulo.
– Bueno, es lo mas tedioso de todo… – sacudió la cabeza, – y tú eres tan prolijo y pulcro.
Harry le sonrió miserablemente.
– Sabes que haría cosas más peligrosas si pudiera.
Ron le devolvió la sonrisa.
– ¿Todavía estas en rehabilitación? – preguntó en tanto se llenaba su vaso con mas cerveza de mantequilla
Harry miró hacia la ventana. No le gustaba hablar mucho sobre el asunto.
– Los sanadores piensan que ya puedo ejercer magia con normalidad. Pero que no me esfuerce mucho, todavía.
– Eres un vago… – lo acusó Ron.
Hermione fruncía el entrecejo, como lo hacia cuando estaba pensando intensamente en algo.
– ¡Esos sanadores no saben nada! – exclamó Ron y Hermione lo miró asustada.
– ¿Ron, quieres que Harry termine peor? – lo reprendió.
– Deja ya, Hermione – intentó calmarla, Harry.
– Es que debes cuidarte.
– Me cuido…
– Demasiado, diría yo, – contestó Ron molesto. – Me llegaron tus resultados del hospital, – le advirtió en un tono de ultratumba, – y por lo que decían, hace mas de un año que estas perfectamente bien. Sabes que podrías haber elegido misiones que estén mas a tu nivel.
– ¿Es cierto eso? – preguntó con asombro, Hermione.
Harry no sabía que contestar.
– Igualmente tengo que cuidarme… – respondió flojamente.
Sus dos amigos intercambiaron miradas preocupadas. Pero Harry realmente no quería tomar ningún riesgo innecesario.
– Es que… – Hermione empezó en voz baja – entiendo que no quieras descuidarte, pero no puedes seguir viviendo así.
Harry se interesó en el mesero que iba y venía con órdenes y su bandeja colmada con diferentes platos.
– Agradezco tu preocupación pero, en serio, estoy bien. – Intentó acabar con la conversación, sin dejar de mirar lo que sucedía en la mesa contigua.
– Harry, – continuó Ron hablando con más autoridad, – me importa un comino que quieras cuidarte, a partir de mañana vas a tener que salir a enfrentar el mundo real y vas a dejar las montañas de papeles a alguna otra persona.
– Parece que no me dejas otra opción, – se reacomodó en la silla.
– Podrías volver a Hogwarts y dar clases, – le sugirió Hermione provocando que Ron se doblara de la risa dando golpes en la mesa. Harry y Hermione estaban algo ofuscados ante la atención que estaba llamando Ron. El mesero los ojeaba.
– Sí, me lo imagino enfrentando a una horda de niños dispuestos a hacerle la vida imposible, o sentado en la sala de profesores intercambiando chistes con el profesor Binns, – agregó Ron entre carcajadas mas controladas.
– La profesora McGonagall me ofreció un puesto. – Ron se calló y lo miró sorprendido.
– Pensé que ella quería que fueras un auror, – intervino Hermione que también se mostraba sorprendida.
– Así es, me dijo que puedo ser profesor en Hogwarts con la condición que le debo demostrar a Umbridge que soy el mejor auror que tienen en el Ministerio.
– Pero no puedes hacer eso, – le dijo Ron alarmado.
– ¿Por qué no? – preguntó su novia algo enojada por el comentario.
– Simple, Hermione, tu querido novio es el mejor auror que tiene el Ministerio ahora. No querría que lo desplace su mejor amigo. – Contestó seriamente oteando a Ron.
Hermione se alarmó, nunca habían sido competitivos entre ellos. Hasta que notó la risa suprimida que se asomaba por uno de los costados de la boca de Harry y comenzaron a reírse animadamente los dos.
– ¡No me asusten mas! Pensé que Ron se había convertido en Percy. – dijo uniéndose a las risas.
– ¿A qué se debe tanta risa? – dos pelirrojos idénticos emergieron por detrás de Ron. Estaban vestidos a la última moda con unos suéteres de cuello alto que cambiaban la forma del tejido según la luz, dándoles en efecto como de caleidoscopio.
– ¿Nuestro hermanito favorito logró emborrachar a Hermione y convencerla que se casara con él?
Ron y Hermione callaron de repente con el comentario y Harry se levantó para saludar a Fred y a George Weasley, los hermanos de Ron.
– Por fin regresaste, Harry, tu novio estaba tan preocupado por ti que se comió todas las uñas de sus dedos. – dijo George.
– Sí, hasta la de los pies, – agregó Fred.
– ¡Cállense ustedes dos! – los amenazó Ron.
– Creo que no somos bienvenidos, – Fred se hizo el ofendido.
– ¿Qué hacen por aquí? – preguntó Harry para cambiar el tema.
– Veníamos a almorzar – contestó George, sentándose al lado de Harry.
– Papá quiere darte no sé qué cosa, Ron. Dijo que después vayas al hospital – le avisó Fred, acomodándose al otro lado de Harry.
Ron asintió preocupado.
– ¿Cómo se encuentra tu mama? – recordó Harry.
– Continúa mal… – de repente todos estaban circunspectos y Harry se sentía mal por haber preguntado.
– Ahora empezó a hablar, por suerte, ya se han cumplido cinco años desde que ocurrió el ataque y desde que quedó muda. – Dijo Hermione, – Parecen señas de que esta mejorando.
– No son ninguna seña de nada, sobretodo porque habla sin sentido – contestó George.
– Grita despavorida cuando duerme, – le explicó Ron a Harry ante su mirada perpleja. – y cuando estamos nosotros, pide ir a ver a alguien, pero no logramos entender a quien.
Quedaron en silencio por un buen tiempo. Se dedicaron a comer el pan y unas tostadas que el mesero les sirvió para que esperaran la comida. A Harry le resultaba duro ver a los risueños hermanos Weasleys tan apesadumbrados. Pero más le costaba ver a la madre de ellos en el estado que se encontraba. Había quedado muda luego de un enfrentamiento con Dolohov, el mismo mortífago que había aniquilado a los hermanos de la Sra. Weasley.
Nunca se supo qué ocurrió exactamente, porque la madre de Ron se rehusaba a hablar. Al principio parecía algo temporal, un efecto secundario del duelo devastador que había presenciado. Pero con el tiempo empezaron a inquietarse porque no presentaba mejoras. Los sanadores del hospital San Mungo insistían que ella estaba en perfectas condiciones. Los diagnósticos no revelaban nada que indicase alguna patología que le impidiese el habla. "Hablará cuando crea que sea necesario hablar" le repetían como loros. Su marido, perturbado, decidió llevarla a un medimago en el callejón Nocturno, con fama de curar cualquier cosa. Y sorpresivamente le dijo lo mismo que todos los demás.
La Madriguera quedó hecha añicos. Solo la planta baja había sobrevivido a los estragos del ataque. Ocurrió el mismo día que Ron, Hermione y Harry habían egresado de Hogwarts. La Sra. Weasley nunca llegó a la fiesta, la encontraron sentada en el sillón con una expresión vacante, con sangre desparramada por todos lados. Aparentemente, había sido la sangre de Dolohov, quien escapó sin dejar rastros. Nunca más se supo de él.
La comida llegó a la mesa, y por suerte el humor entre ellos volvió a ser más ameno.
– Entonces Verity, decidió que era el más apuesto de los dos y ahora están planeando irse a Ibiza y dejarme solito manejando el negocio. – Contaba Fred con la boca llena.
– Bueno, siempre dije que Verity tenia un sexto sentido para elegir lo mejor – George se infló en orgullo y Fred, paso su brazo por detrás de Harry y le dio un buen manotazo en la nuca de su hermano gemelo.
Todos rieron.
– Es verdad, fue ella la que decidió como seria la línea de Sortilegios Weasleys para chicas – Dijo Fred fingiendo estar decepcionado.
– ¿Pero Verity no era tu novia, Fred? – preguntó Hermione confundida y Fred respondió con una sonora risa.
– Las cosas que dice tu novia, Ron, – dijo tratando de recuperar su respiración normal, – ¡Podrían infartar a cualquiera!
– Verity salió con los dos al mismo tiempo – aclaró George seriamente.
– ¿Y ahora sale solo con George? – preguntó Harry que también estaba desconcertado.
– Estos dos idiotas siempre se intercambian las novias, como son idénticos les encanta jugar con sus parejas, pero Verity sabia de su jueguito desde el principio y, no sé cómo lo logró, los expuso de tal manera que Fred tuvo que ir hasta Alemania a disculparse en frente de toda una conferencia de duendes que iban a invertir en nuestros queridos sortilegios.
Harry y Hermione se estaban retorciendo de la risa por lo que Ron les había revelado.
Continuaron charlando hasta tarde. Harry se sentía feliz, rodeado de sus amigos, su familia. Finalmente estaba en su casa.
Los tres amigos decidieron volver a su apartamento a tomar una cerveza de manteca. Los gemelos debían continuar trabajando.
– Al final no me contaste qué ocurrió en Italia – se quejó Ron sentado en el sillón del living.
– Ron, eso lo puedes hablar en el trabajo, – le aclaró Hermione.
– No importa, – aseguró Harry – fue interesante… no había señas de ninguna criatura mágica como creían.
– ¿Y cual es el significado del hada? – Harry se acordó de Rebeca. No la había visto desde que había llegado de Sudamérica.
– ¿Rebeca? – De repente vio al hada que volaba despacio y su brillo había disminuido, parecía cansada. – ¿Qué te pasa? – le preguntó preocupado.
– ¡Harry, cómo puedes ser tan descuidado! – Lo reprimió Hermione, – se supone que debes alimentarla.
Harry se sintió acalorado. No tenía ninguna planta. Era tan fácil en la casa de Jennifer, y nunca se le ocurrió que ahora significaría un problema.
– Perdona Rebeca… – le contestó avergonzado.
Hermione se había levantado y se estaba poniendo su abrigo.
– Iré a la esquina, a la florería de Madame Serpentina. Mientras se pueden poner al día, ustedes dos.
Harry le contó la historia de cómo Rebeca había terminado siendo su mascota.
– ¿Qué te pareció Italia? – insistió Ron.
– Bien¿qué quieres que te diga? No tuve mucho tiempo para ver, terminé en los confines de la tierra.
– Estaba pensando en ir a Sudamérica con Hermione, – le comentó y sus orejas se pusieron rosas.
Hacían más de cuatro años que eran pareja y todavía le costaba hablar de esos temas con Harry.
– Le compré esto, – continuó Ron mirando la puerta del apartamento con nerviosismo. Le mostró una caja pequeña de terciopelo oscuro.
Harry levantó las cejas comprendiendo a lo que se refería Ron y sonrió de costado. A Ron se le dibujo una sonrisa aun más grande y sus orejas ya eran un rojo furioso. Abrió la cajita lentamente y un anillo delicado de brillantes relucía en la palma del pelirrojo.
– Acepto, acepto casarme contigo – le dijo Harry serio, mirándolo fijamente a los ojos. Ron tardó un rato y comenzaron a reírse los dos.
Imprevistamente, entró Hermione con una planta de azaleas enormes. Rebeca inmediatamente comenzó a embestir la planta y Ron escondió la cajita en un bolsillo. Sus orejas ya estaban tornándose violetas. Hermione lo vio con curiosidad.
– ¿Estas bien, Ron? – le dijo mirando a Harry con sospecha.
– Todo bien, cariño, – contestó pero sin convencerla mucho. – Mejor nos vamos, tengo que ver a mamá. – Le dijo a Harry para cambiar el tema.
– ¿Puedo ir? – cuestionó Harry.
Ron lo estudió con la mirada.
– ¿No estas cansado?
– No realmente, – mintió Harry.
– Está bien.
Hermione se despidió de los dos porque tenía que ver a sus propios padres y ellos se fueron al hospital donde la Sra. Weasley se encontraba recostada en su cama con la mirada fija en el techo. El padre de Ron estaba leyendo el periódico en una silla al lado de la cama.
– ¡Harry, Ron! – se sorprendió el Sr. Weasley y dejó el diario en la mesa de luz. La madre de Ron no se había inmutado.
Harry saludó al padre de Ron que se lo notaba más cansado que nuca.
– ¿Cómo estuvo tu viaje?
– Bien, – contestó Harry automáticamente.
– Ron, necesito que le des esto a Shacklebolt, – le entregó una carpeta, – son los papeles de tu mamá, necesito que los haga firmar así comienzan a hacerle unos estudios especiales.
Ron tomó la carpeta sobriamente. Harry se había acercado a la cama donde permanecía la Sra. Weasley quien había perdido el color en sus mejillas y sus ojos se veían aplomados. En un instante sus ojos se interconectaron con los de él y se sentó erguida en la cama sin apartar su vista.
Ron y su padre notaron esto y se acercaron. Ron dudó por un momento y salió al pasillo a buscar a alguna enfermera, o sanadora.
– Harry, – llamó la Sra. Weasley con la voz apagada y ronca.
Él miró al Sr. Weasley que tenía la cara grave y le hizo una seña a Harry para que se acercara más a ella.
Sin saber cómo actuar, se sentó en la cama y tomó su débil mano.
– Harry, – repitió con temor.
– Aquí estoy, Sra. Weasley, – la madre de Ron relajó su mirada y pareció sonreír.
Desprevenidamente lo abrazó con fuerza y no lo quería soltar. Incómodo, le daba palmaditas en la espalda.
Ron entró en ese momento acompañado de una enfermera y no pudo evitar mirar con curiosidad. La enfermera les indicó que no hicieran nada.
Después de unos pocos minutos, la madre de Ron lo dejó libre y lo tomó de las manos.
– ¿Dónde esta? – le preguntó angustiada.
Harry no sabía que se suponía que le tenía que decir.
– ¿Dónde está qué cosa?
– ¿Dónde esta? – repitió la pregunta como si no lo hubiese escuchado. – ¿Dónde esta? – comenzó a gritar y la enfermera les indicó que salieran.
Harry se sintió terrible. Nunca se imaginó que la madre de Ron terminaría así. Ron estaba devastado pero lo disimulaba bien, a diferencia de su padre que sus ojos habían perdido el brillo alegre que solían tener.
– Eso fue una mejoría, – comentó en voz baja – así que no te sientas culpable por lo que sucedió.
Harry asintió.
Se quedaron en el hospital por un largo tiempo. La madre de Ron estaba internada cerca de los padres de Neville. Finalmente Arthur Weasley se asomó para avisarles que volvieran a sus casas, que Molly ya se encontraba mejor y estaba durmiendo.
– ¿Entonces cuando piensas preguntárselo a Hermione? – cuestionó cuando volvían al callejón Diagon.
– Pasado mañana…, – sus orejas otra vez habían tomado color, – reservé una mesa en un restaurante y…
– Seguro que acepta, Ron, – le dijo sonriendo, – y si no le preguntas pronto, estoy seguro que te obligará de alguna manera a hacerlo.
– Sí, ya lo sé, me ha estado tirando indirectas desde hace tres años, – contestó riéndose un poco, – pero me hacia el distraído.
– Esa técnica tuya, la tendría que probar ¿sabes?
– Si a ti se te lanzan las chicas como si nada – le contestó sorprendido.
– No puedo evitarlo, es mi magnetismo animal. – confirmó riéndose, aunque no le interesaba involucrarse con nadie.
– En caso de que todo salga bien, vas a tener que ser padrino en mi boda. – le dijo seriamente.
Harry no puedo evitar sonreír de oreja a oreja.
– ¿Estas seguro que no quieres a ninguno de tus hermanos?
– Harry, si tu eres mi hermano pequeño favorito. – contestó sonriendo con las orejas un poco coloradas.
Nota de Autora
GRACIAS POR LAS CRITICAS. Espero que les haya gustado este capitulo, me gusto mucho escribirlo!
