Especial 155: Haiku-kun 1/2
Cuando aquella mañana el maestro Happosai decidió preparar su célebre té de la verdad, no tenía ni idea de los extraños y extraordinarios acontecimientos que liberaría ni mucho menos sospechaba que estaba a punto de salvar al mundo con aquella pócima de receta desconocida. Su propósito, por supuesto, era mucho más banal y mundano. Al menos eso descubrió la buena de Kasumi cuando luego de beber ingenuamente el brebaje que le ofrecían, notó que no lograba mentirle a su interlocutor a ninguna de sus preguntas.
-¿Realmente necesitas tantas braguitas como las que tienes en tu placard?
-N-no.
-¿O sea que podrías dejarme algunas? –sonrió el viejo pervertido y aclaró-. Siempre y cuando prometa que no las usaré para nada raro.
Kasumi dejó salir un suspiro. Después de todo no necesitaba mentir para salir del paso.
-Sé que nunca cumple sus promesas, maestro –repuso con su serena jovialidad y se apresuró a marcharse sin sospechar que en seguida caería la pregunta-trampa.
-¿Realmente el 100% de tu ser cree que no tengo remedio y que, por tanto, estoy jurando ahora en falso?
-N-no…
-Pues entonces…con permiso…me llevaré algunas…prendas íntimas…
Por suerte para el recato de Kasumi y para el buen desarrollo de esta historia, quiso la suerte, la fortuna y el destino, que Ranma y Akane pasaran justo por aquel pasillo, vieran lo ocurrido y abortaran la maniobra. No voy a mentir (más allá de que no he bebido nada del té): la pelea fue de lo más áspera y larga, explosiones incluidas. Es más; recién pasados los tres cuartos de hora, sobrevino el desenlace cuando el maestro Happosai se dio por satisfecho al conseguir huir con una braguita en su poder y Akane le dejó ir puesto que había incautado lo que más le preocupaba: el peligrosísimo té de la verdad.
Y luego, para variar, ambos niños-muchachos se olvidaron de lo bien que actuaban en pareja y recuperaron aquella dinámica habitual de tensos intercambios de miradas, palabras y objetos contundentes. Eso sí, la enemistad no duró mucho tampoco porque, aunque Ranma y Akane solían llevarse a todas horas entre mal, muy mal o normal (que era una mezcla de "mal" y "muy mal"), al rato también solían dejar sus rencillas de lado. Y en este caso lo hicieron para dedicarse a su hobby secreto número uno: contemplar cosas bonitas. El vicio, ya lo sabéis, les venía por el lado de las artes marciales. Entrenar la vista para no ser sorprendidos nunca y relajar la mente antes de volver a una extenuante sesión de entrenamiento, se les antojaba como algo necesario y productivo. Así, pues, a media mañana, justo cuando acababan con su tercer combate matutino, ambos muchachos se dedicaron a asomar sus hocicos de enamorados por la ventana y a contener la respiración para que no se notara que se encontraban agitados. Sin menospreciar el paisaje que, en general solía dar mucho de sí, con cientos de personajes entrañables interactuando de las maneras más disparatadas, el final del ejercicio de relajación siempre encontraba al menos uno de los dos olfateando las formas de las nubes e intentado vislumbrar una silueta oculta tras sus vaporosos contornos. Obviamente ni el chico confesaba que solo veía "Akanes" en las nubes ni mucho menos, la niña de 16 años decía nada sobre los cuantiosos "Ranmas" que podía apreciar surcando los cielos de Nerima.
No muy lejos de allí, Haiku-kun y Musa realizaban también su paseo matutino en busca del mejor sitio para inspirarse, cuando sus miradas, la de Akane y la de la ninfa nerimenense, se cruzaron.
-Siento pena por ellos –dijo la una.
-¿Y a mi qué? –se encogió de hombros la otra.
Y luego, como correspondía ante semejante diálogo de sordos, los caballeros, gente culta y refinada, tomaron su turno de habla con discreción y serenidad.
-La mar astaba saranaaaaa, saranaaaaa astaba la mar….
-Vamos dentro, Akane, sus poesías huelen peor que estofado preparado por ti.
Desde luego, ante semejante demostración artística, solo correspondía una reacción pletórica de amor de sus damiselas y este mismo tipo de efervescente muestra de cariño recibieron entonces los dos jovenzuelos.
-Ay, mi vida. Lo has vuelto a hacer. Es hermoso -dijo la una.
-Ay, Ranma. Lo has vuelto a hacer –mazazo en la cabeza por parte de la otra-. Cuado despiertes, vuelve a entrenar. Te espero en el gimnasio.
De más está decir que, ahora que Ranma se reincorporó y alcanzó a Akane, el tema de conversación excluyente en nuestra querida pareja dispareja, eran las evidentes diferencias de expresar amor de unos y otros.
-Uffff. Ese Haiku-kun me puso de mal humor- resopló, Ranma primero.
-Y a mí –resopló también Akane-. A la tal Musa no la trago.
-¿Y a ella por qué? Yo lo decía por su irritante tono al recitar.
Silencio, desconcierto y al final, salida didáctica por parte de Akane.
-Vamos, Ranma. Todo el mundo tiene derecho a no tener talento. Lo que es inadmisible es que ella simule que le quiere y le admira. Solo lo hace para quedar bien delante de todos. Imagínate que tú estuvieras diciéndome constantemente lo contrario de lo que opinas de mi. Me sabría fatal.
Ranma se llevó una mano a la espalda y trató de cambiar de tema.
-Parece que llueve en Nepal.
-Y en la China. No me ignores que te conozco, Ranma. Si piensas diferente, eres libre de opinar.
Y Ranma opinó. Verdad irrefutable 234. Nunca, jamás de los jamases, nunca jamás, un hombre ha de opinar justo después de que una mujer le invite a hacerlo. A menos, claro está, que opine exactamente lo mismo que aquella mujer punto por punto, coma por coma y entrelínea por entrelínea. Verdad irrefutable 235. Rara vez Ranma hacía caso a las verdades irrefutables.
-Yo creo que su amor es sincero. "Extraño", muy, muy "extraño" pero sincero.
A continuación se desató una de aquellas guerras eternas entre enamorados en las que ninguno cede un centímetro ni recuerda ya el detonante. Y la contienda duró con la típicas interrupciones (por orden cronológico: Kuno, Ryoga, Shampoo, Mousse, Kodachi, otra vez Shampoo, unos gatos y Genma en modo panda) hasta que por fin, Ranma tuvo una idea buena.
-¿Y si utilizamos el té de Happosai con ellos? Podríamos ver qué piensan realmente.
Poco tiempo después, el "mejor" poeta de Nerima se sentaba bajo un árbol sin que Musa, que iba un poco más retrasada, llegara advertir que una sombra peliazulesca dejaba una curiosa ofrenda muy cerca de su posición. Tampoco advirtió, la ingenua ninfa nerimenense que unas manos marciales, a la velocidad del truco de las castañas, le ponía a ambos tortolitos, una taza en cada mano. Y bingo. Un sorbo de té bebió el poeta, y un sorbito de pócima de la verdad, su musa.
Luego sobrevino el inusual interrogatorio que pudo ser pausado y a trompicones pero que por esas casualidades del destino se inició con un par de preguntas que sustrajo todas las respuestas posibles de su interlocutora.
-Lo siento, Ranma. Sé que quedamos en preguntar otra cosa pero no puedo con mi genio. Dime, Musa. ¿Por qué demonios eres así?
-Cuando mi padre se enteró de que, por fin y luego de tanto participar, le había tocado el premio gordo, es decir, que mi madre estaba de una vez y con completa seguridad embarazada de mí, lejos de manifestar la desbordante alegría que tal hecho le provocó, se centró inmediatamente en el paso dos de lo que sería mi vida. El primero, claro está, ya se había cumplido, mi existencia en la todavía pequeña tripa de mi madre, y el segundo era ponerme un nombre. El debate duró semanas, meses…y no años, por razones obvias. Mamá quería ponerme Ibu-no-se-qué pero fue papi quien, a la postre logró imponer su posición. A él le gustaban más los nombres occidentales. De aquella feroz disputa aprendí dos cosas. La primera, que me llamaba Musa y la segunda, que los hombres son los que mandan. Nuestra existencia solo se entiende como complemento suyo. Nacimos para agradarles y hacerles la vida más fácil.
Por supuesto, con semejante nombre, una chica guapa como yo, no tuvo una vida sencilla de buenas a primeras. Tuve que rechazar a infinitos pretendientes con nombres grotescos como Aoi, Fudo, Haro, etc. No fue hasta que cumplí los veinte que me topé con mi amor verdadero: Haiku-kun. Su apelativo tan poco común era perfecto para mí, más aún cuando me enteré de que efectivamente, se trataba de un poeta que componía poemas del tipo específico que su nombre delataba. Desde entonces fuimos inseparables. Y nuestro arte, irresistible. Yo, Musa, era la idem que inspiraba los haikus de Haiku-kun. A nuestro alrededor, no podía más que admirarnos y muy pronto fuimos considerados la pareja perfecta. La sublimación del amor más pulcro, puro y artístico.
-De acuerdo –suspiró Akane-. Al parecer eres tonta sin falsedades. Punto para Ranma. Dime al menos, qué pensaste de nosotros la primera vez que nos viste. Estoy seguro de que nada bueno.
-No claro que no. Si sois nuestra viva antítesis. Creo que todo ocurrió un día que llovía. No, no, miento. Estaba nublado. Lo de la lluvia vino después. La cuestión es que Haiku-kun caminaba como siempre unos pasos por delante de mí, recitando sus excelsas composiciones. Yo acarreaba sus maletas con los utensilios inspiradores más importantes. La verdad es que pesaba un poco pero todo fuera por el amor y, más importante aún, por el Arte con mayúsculas. Haiku-kun necesitaba llevar las manos libres para escenificar mejor, con gestos, lo que sus maravillosas palabras ya mostraban, la belleza pura. Y puesto que yo era su musa y por regla de tres, aunque le cantara a los árboles y macetas, yo sentía que se alababa mi divina beldad también. Y de pronto, el rostro de Haiku-kun se torció un poco. No dijo nada, ya sabéis que es muy educado. Bueno, no lo sabéis porque no os lo he dicho todavía pero imagino que lo habréis deducido: es un poeta. La cuestión es que un tremendo estropicio en la acera de enfrente había echado por tierra su verso más hermoso justo a la mitad –tercera sílaba-.
La verdad es que sentí pena por vosotros. Él –señaló a Ranma-, un muchacho un tanto más alto que el mejor poeta de Nerima y mucho más fuerte –mi pobre Haiku-kun tiene la típica complexión frágil de todo poeta-, no paraba de atosigar a una jovencita de pelo azul –señaló a Akane- con todo tipo de vocablos soeces, una serie de exabruptos que destrozaba, por su fuerza tónica, cualquier intento de Haiku-kun de sublimar la belleza del otoño. Pronto, se convirtió en un duelo fenomenal entre el arte constructivo de un delicado estilista que porfiaba por embellecer el mundo y la caótica verborrea de un asno inculto. Por supuesto, ninguno de los dos se rebajaría a aceptar que tal duelo tenía lugar. Cada uno, avanzaba a igual paso y distancia ensimismado en su tarea y simulando no notar los quehaceres del contrario. Peor aún fue el duelo en el que tuve que tomar parte contra ti, la furibunda desconocida de pelo azul. Yo, una suave y bella musa de verano que mudaba poco a poco sus preciosas hojas al clima otoñal y tú, una "marimacho" (como te llamaba él) que le atizaba con todo tipo de objetos. Muchos de ellos rebotaban contra su cuerpo fuerte y robusto y se desparramaban por el suelo. Imagina si yo le hiciera algo así a mi tierno Haiku-kun; tendría que acompañarle tres meses al hospital y le privaría del fresco aire del parque y del murmullo de los pájaros. ¡Imperdonable! Pero no. Ranma iba aguantando los golpes y recogiendo uno a uno los objetos. Era gracioso. Al final, tanto él como yo, avanzábamos cargando el equipaje de su pareja que caminaba despreocupadamente por delante. Él, cinco libros, dos cuadernos, un estuche de lápices, un paraguas y tres pañuelos. Yo, un laúd, cinco diminutos claveles, una rama de olivo, siete conchas de tortuga, dos tomos enciclopédicos sobre plantas y flores, dos paraguas con motivos silvestres y cincuenta terrones de azúcar, único alimento acorde a su dulzura de carácter. Ah, y nuestra mascota, un osezno cojo de una pierna al que había que cargar en brazos para que no se sintiera dejado atrás por nuestros veloces pasos. "Un poeta –solía confesarme Haiku-kun- debe de ser capaz de cantarle incluso a las bestias menos agraciadas como los osos".
Al rato, hiciste algo que me mosqueó. Tan osado como imprudente; regresaste sobre tus pasos y recogiste algunas de sus pertenencias sin decir palabra. ¡Qué descarada! Aunque no se notara, habías calculado perfectamente la maniobra. Un 50% llevaba él, y otro tanto, ella. ¿Cómo podías ser tan malvada, luego de atizarle así, de privarle de la dicha de acarrear con todo el equipaje de su pareja? ¿Hasta que punto podía llegar tu maldad?
-Musa –me llamó entonces Haiku-kun con su melodiosa voz de recitador profesional-, parece que va a llover.
Tenía razón, tonta de mí. No me había dado cuenta. Por suerte, su intelecto superior descubrió justo a tiempo el cambio climático que estaba por acontecer y logré abortar el peligro con ligereza. Corrí tras de él y alcancé a abrir ambos paraguas sobre su delicada cabellera antes de que ninguna gota llegara a tocarle. No podíamos darnos el lujo de que eso ocurriera. El más leve contacto con el agua fría, podía enfermarle irremediablemente. Por eso llevábamos dos. Para cubrirle por ambos flancos.
En la acera de enfrente, una escena similar se desarrollaba.
-Ven, tonto. Vayamos juntos, que sé que no te gusta mojarte –le dijiste mientras habrías tu único paraguas y le invitabas a compartirlo.
¡Horror! Blasfemia. Acurrucarse ambos bajo una misma protección sin ser suficientemente dignos. Mientras me iba poco a poco empapando, sentí pena por vosotros. Tan groseros, torpes y faltos de amor.
-Musa, querida, se me ha ocurrido un poema viendo esta hermosa lluvia. ¿Quieres oírlo?
-Claro, mi amor -le repuse, intentado que no se sobresaltara en demasía mi corazoncito.
-Que llueva que llueva./ La vieja está en la cueva./ Los pajaritos cantan/ y la vieja se levanta./ Que sí, que no,/ que caiga un chaparrón,/ con agua y jabón.
-Oh, maravilloso –exclamé alborozada y le aplaudí-. Otro éxito, mi vida.
Y nos marchamos a casa. ¡Qué me importaba a mi si el osezno pesaba, si estaba empapada o si el oso mojado olía a peste! Con aquella obra de arte que me había dedicado a mí, me sobraba para sentirme querida y feliz. Y otra vez volví a sentir pena por vosotros, por muy acurrucados que fuerais caminando ahora o por muy coloradas que tuvierais las caras, jamás sabríais lo que era el amor como lo sabía yo.
Ya estaba terminando de perderlos de vista cuando presencié vuestra última procacidad de pareja. ¿Cómo se permitía el tal Ranma utilizar los labios, instrumento de recitación de poemas, para algo tan obsceno como besarte en la mejilla? Con esos modales no me extrañaría en absoluto verlos casados muy pronto. Espantoso. Como bien me decía Haiku-kun, el casamiento es una convención social que intenta apresar entre sus barrotes a la dulce alma del poeta que solo desea volar en libertad y posar su nido en tantos sitios donde le plazca y con tantas "almas gemelas" como pueda encontrar. ¡Eso es amor!
Justo es de decir que ante tal demostración (y tan larga) de elocuencia, Ranma y Akane habían optado por acomodarse sobre sendas piedras que habían encontrado y le oían entre sorprendidos y asqueados. De aquel beso en la mejilla que le dio el chico a su prometida, ninguno de los dos se acordaba ya. También es justo afirmar, que la sorpresa iba más por el lado akanil y menos por el ranmesco, quien a fin de cuentas se sentía plenamente autorizado a exclamar la siguiente frase con orgullo
-¿Lo ves? –se jactó con unos gestos elocuentes-. Le quiere. De forma estúpida e inusualmente sumisa, pero le quiere.
-Yo lo único que veo es patetismo al nivel de ironía de Anticlímax. Eso no es amor. Y te lo puedo demostrar muy fácilmente. Interroguemos ahora a Haiku-kun y acabemos con esto.
-Eso no es justo –protestó Ranma-. Ese tipejo es un bufón, un personaje sin mayor trascendencia que la de hacer reír cada tanto al lector incauto. Por supuesto que no la quiere ni tiene idea de lo que es el amor.
Verdad irrefutable 236. Ranma siempre se equivoca. Y más aún si luego de afirmar su error…pregunta por la veracidad de este.
-¿No te das cuenta de que tu poesía apesta? –se dirigió a Haiku-kun- ¿Acaso es eso todo lo que sabes hacer?
-No, en realidad, podría escribir los versos más irónicos esta noche si quisiera. De hecho…siempre he podido. Y también podría crear otros tan verdaderos que asusten a los mismísimos dioses del Valhalla. Cuando eres hijo de la Diosa de la Verdad y de Anticlímax, las opciones son cuasi infinitas. Aunque yo, por supuesto, siempre lo he tenido muy claro. La ironía para los mentirosos y la verdad para los sabios.
Imaginad por un momento la cara de sorpresa de Ranma y Akane cuando oyeron aquella respuesta. Tan indudable y verdadera que la pronunciaba un hechizado por el té de la verdad. Y si no os podéis hacer una idea…pues acudid a vuestro tocador y miraos al espejo. Esa misma cara de sorpresa que lleváis ahora es la que se dibujó en el rostro de nuestros protagonistas. ¿Haiku-kun era hijo de Anticlímax y Verdad? Por sus mentes pasaron infinitas preguntas: "¿Qué?", "¿Cómo?", "¿Por qué?", "¿Cuándo?", "¿Dónde?"...pero sobre todo "¿POR QUÉ?". De hecho, era tal su desazón y confusión que una incrédula y terriblemente agobiada Akane pronunció esas dos palabras entre tartamudeos y lenguas trabadas:
-¿Por qué?
El poeta no contestó de inmediato. Antes se quitó un poco de polvo de la ropa que ensuciaba su semidivino cuerpo y se acomodó sobre la misma roca que antes utilizaba Ranma. Luego, con un brillo también divino en los ojos, se dedicó a deleitarles con una historia extraordinaria, repleta de ironías verdaderas y de verdades irónicas.
-Es largo de explicar. Digamos que desde pequeño, desde casi el mismísimo día en que mis padres me bautizaron de común acuerdo, Irrefutable, Dios del destino, siempre he soñado en convertirme en alguien sabio que ilumine con sus verdades irrefutables el mundo entero. Y ese camino me llevó a interesarme por los libros y la poesía. En el fondo. Mi sueño siempre ha sido elaborar un enorme compendio de verdades que ayude a humanos y a dioses a desprenderse de su analfabetismo cultural crónico. Así mismo, he procurado, dentro de mis posibilidades, huir de los engaños, triquiñuelas y dobles sentidos. La belleza de una metáfora o de un asíndeton ha de apreciarse en su justa medida, es decir, en si sirve para realzar un verdad dormida o no. He de reconocer que no por perseguir la verdad y encontrarla he conseguido más popularidad que mi padre cuando joven. Para ser sinceros, el hecho terrible e irrefutable de que todo lo que decía se hacía realidad, ha provocado y provocará temor en mis semejantes. ¡Y eso que entonces mis semejantes eran dioses! Verdad irrefutable divina número 1: el temor aliena más que la repulsa.
-Espera, espera –le interrumpió Ranma-. ¿Tú eres el inventor de las verdades irrefutables numeradas? Yo…¡soy tu…fan! Solo a una mente clara, brillante y muy elevada se le podría haber ocurrido algo así.
-Efectivamente, esa es la Verdad irrefutable divina número 2: el inventor de las verdades irrefutables numeradas posee una mente clara, brillante y muy elevada. Aunque, como ya he dicho, mi poderoso ingenio nunca ha repercutido en gloria para mi. Antes ha provocado el temor de mis semejantes y con éste, sobrevino la soledad. Creo que todo comenzó a los cinco años y en plena clase celestial de matemáticas. Yo entonces no lo sabía pero todo, absolutamente todo lo que mis labios pronunciaban, se convertía en irrefutable realidad, fuera cierto o no. En general, no había problemas. Yo solo decía verdades y de las saludables. Si le deseaba que tuviera un buen día al Dios de las palomas, pues el Dios de las palomas disfrutaba de un espléndido día. Si, por el contrario, afirmaba que tenía hambre, pues mi estómago de inmediato comenzaba a rugir con león de Nemea y poco más. ¿Qué peligro podía implicar semejante poder en alguien que tan solo describía la realidad objetivamente? Al parecer ninguno. Y sin embargo….quinta clase de matemáticas, multiplicaciones y luego de una escasa preparación con las tablas, sobrevino la terrible pregunta.
Nuestro profesor, el cascarrabias y anciano Dios de la enseñanza, nos miraba por sobre el hombro, tan seguro que su poder, la sabiduría, era superior a cualquiera de los nuestros, como hundido en la brutal vanidad que aquella certeza le provocaba. Y por eso, nos preguntó, luego de enseñarnos la tabla del dos y del tres, si alguien podía decirle cuánto era 7x4. Y yo, arrogante, estúpido y poco hábil en mates, aventuré una respuesta aproximada pero errónea: 25. Al principio no entendí muy bien lo que pasaba. Un ligero rumor, como el de una Esfinge desperezándose en el exterior, me dio a entender que algo diferente ocurría en el mundo de los mortales. Así mismo, un minúsculo murmullo como de un arroyuelo recorriendo senderos nuevos, llegó a mis oídos. Luego, cuando el rumor se convirtió en un terremoto similar a cien Esfinges vociferando y el murmullo, en el sonido de millares de cataratas precipitándose sobre todo lo conocido, supe que algo muy malo ocurría. Y lo supe también porque, el vanidoso de mi profesor temblaba en su sitio mientras sus brazos me elevaban en alto y me suplicaba: "¡Pronto, Irrefutable, pronto! Di que 7x4 es 28. ¡HAZLO!". Y lo hice, juro que lo hice. Lo suficientemente rápido para salvar medio Valhalla y lo suficientemente lento para que nada del mundo de los humanos se mantuviera en pie. ¿Cómo demonios iba a saber que si fallaba un simple cálculo este se iba a hacer realidad? ¿Cómo prever que todas las construcciones de los dioses y de los humanos se habían calculado teniendo en cuenta que 7x4 era 28 y que al convertirlo en 25, provocaría el colapso de toda construcción conocida? Desde luego, ni el mismísimo Dios de la Sabiduría lo sabía. Y lo peor de todo, no fue destruir el mundo. ¡No! Lo peor fue lo que vino después. Papá, justo papá, que me parecía el más irreverente y por tanto, indulgente de los dioses…justo papá, era quien más furioso estaba. Eso sí: no decía nada. Ni cuando el viejo profesor me devolvió a su cuidado temblando de miedo. Ni cuando le recomendó fehacientemente que me vendara la boca, ni cuando aseguró que a mi, lo mejor era no instruirme demasiado. ¡Y estamos hablando de mi padre! No se le cayó ni un solo "irónico, ¿verdad?" por todo el camino. ¿Acaso tan malo le parecía destruir el mundo por accidente? Si él en su anterior vida de Semidios lo había intentado todo el tiempo. Si ya todo había vuelto a la normalidad gracias a su ahora poder supremo. Pues, nada. Ni él me hablaba, ni yo me anima a hablar, no fuera cosa que volviera cometer un error fatal. Su rigidez me tenía perplejo. ¿A dónde se había ido su eterna risa burlona? ¿Su "todo da igual"? Por supuesto, solo podía llegarse a una conclusión, Yo, Irrefutable, era malo, muy malo, pésimo y horrible. Incluso surcó por mi deprimidísimo ego la horrible idea de pronunciar aquella aberración en voz alta y dejar que el destino me convirtiera en lo que era evidentemente para los ojos de mi padre. Es más, lo tenía tan claro que ya a mitad de camino tomé una decisión suicida. Si llegados a casa, seguía sin pronunciar palabra, entonces sería yo el que iniciaría el diálogo y lo haría diciendo eso, que no era ni un Dios ni merecía serlo. Que yo era y sería a partir de entonces un demonio. En el fondo (y es una verdad irrefutable menor que pronuncio mucho la frase "en el fondo"), no estaba muy convencido de mi decisión. Antes esperaba que el larguísimo camino a casa le enfriara el ánimo y las ideas. Pasamos por la biblioteca interminable –verdad irrefutable divina número 3: no es tan interminable como su nombre insinúa-, la montaña más alta, el lago de las plimps eternas y los tres laberintos celestiales.
Y a medida que íbamos sorteando imposibles, sus dientes irregulares rechinaban de forma más audible y mis ojos realizaban cuantiosas ofrendas al lago de las plimps. Por momentos, su diminuta espalda me parecía gigantesca y sus pasos, fulgurantes. Creo que fue entonces y ni antes ni después, que nuestra relación filial se rompió. Sobre todo por lo que pasó después, por lo que ocurrió justo cuando por fin arribamos a lo más alto del Valhalla y yo comencé a separar mis labios buscando sentenciar mi nueva identidad de demonio.
-No, no hables -me tapó la boca mamá-. Y no pienses bobadas. Papá no está enojado contigo ni podría estarlo. Lo está con él mismo. Mejor dicho, está celoso de ti. ¿Sabes? A él le costó 127 años de elaboradísimo esfuerzo destruir el mundo y tú lo has conseguido sin querer y con solo cinco años. Desde su ridícula perspectiva, se siente superado, viejo y acabado.
-Yo no lo hice a propósito.
-Lo sabe. Y de ahí su rabia. Porque encima, es algo irónico.
Desde luego, sus palabras eran tan irrefutables como las mías y aunque me parecía extremadamente retorcido e imposible, había que aceptar que se trataba de una verdad irrefutable divina, más precisamente la cuarta: mi padre era, es y será un imbécil en toda regla.
Aquella certeza desde luego, nos separó aún más. No existe mayor abismo entre padre e hijo que el que surge inmediatamente después de que descubrimos sus vilezas. Irónicamente, para todo niño, aún para los humanos, el gran patriarca nos resulta una especie de Dios perfecto. Y crecer consiste básicamente en ir descubriendo que no lo es. En suma, Idealización infantil vs. Realidad; una batalla que salvo en escasísimas ocasiones se resuelve en la adolescencia con el triunfo de la segunda. Y solo en casos muy puntuales, la idealización persiste aún entrados en la edad adulta o, como fue mi caso, se destruye aún siendo niño. Desde entonces y para resumir, renegué de él, las mentiras y por supuesto, también de la ironía. Ya bastante tenía con intentar domar mi condena heredada de pronunciar solo terribles verdades para tenerme que ocupar también de las viles y rastreras falsedades.
Poco me importó, pues, que al día siguiente papá recobrase la jovialidad y decidiera educarme él mismo para subsanar el problema de que me hubiesen expulsado del Instituto de los Dioses. A sus eternas lecciones sobre cómo burlarse del prójimo y convertir una farsa en una escena romántica, yo simplemente las despreciaba. Si él hablaba de soles negros y fríos, mis labios se dedicaban a bostezar. Y si insistía y porfiaba por llamarme la atención, incluso dejándome presentir la tristeza que inundaba su alma por mi desdén…yo…tan solo le ignoraba. Reconozco que verle así, tan triste y desanimado, tan lleno de estupor ante mi desgano, por momentos me hacía sentir mal. O al menos inseguro de la inutilidad de sus enseñanzas. E incluso más de una vez estuve por ceder. Sin embargo, en una especie de acción autodestructiva, papá siempre abortaba mis dudas con su insufrible muletilla: "mi hijo odia la ironía. Irónico, ¿verdad?".
Con aquella cita, Haiku-kun se tomó un respiro que aprovecharon nuestros protagonistas para debatir entre susurros sobre la situación:
-Esto no me gusta, Ranma. Suena peligroso.
El muchacho se encogió de hombros.
-Lo sé. Y me encanta. Da igual si destruimos el mundo obligando al dios de la Verdad a decir verdades que evidentemente selló bajo un disfraz increíble porque son peligrosas. Yo tengo que saber cómo termina toda esta historia.
-¿Por qué?
El rostro de Ranma se cubrió de pronto de un halo negro de tristeza muy similar al que acaba de describir Haiku-kun en la cara de Anticlímax cuando notaba que sus lecciones le resultaban indiferentes a su hijo.
-Yo también reniego del camino que me indica mi padre y le encuentro ridículo. Y yo también dudo a cada instante de que sea realmente malo lo que él desea para mi.
Akane repasó por su mente la personalidad de Ranma, luego la suya, comparó fuerzas y dedujo que no podría evitar, ni razonando ni con los puños, que su amor secreto siguiera horadando la silueta de Haiku-kun en busca de sus secretos más íntimos y terribles.
-De acuerdo, pero al menos déjame preguntar a mi. Antes de seguir hemos de saber cuán peligrosa es la situación. Haiku-kun –se dirigió al poeta-. ¿Podrías explicarnos por qué tu aspecto y forma de comportarte actual es tan diferente a la que nos relatas de tu infancia?
-Bueno, se trata de un simple efecto mariposa que los poetas llaman destino y yo prefiero denominar: caos articulado de casualidades. De hecho, antes de mi metamorfosis actual, me llamaban Dios del "destino" solamente por abreviar. Como en toda cadena, hubo un primer eslabón que lo originó todo. Y no fue el incidente de la clase de mates que mi padre y el buen profesor decidieron mantener en secreto. Todo comenzó realmente cuando la decimocuarta invasión de los gigantes al Valhalla, la primera bajo el reinado de mis padres y la primera desde mi nacimiento. Como era habitual, los enormes seres de ultratumba escalaban el delgadísimo puente de nubes para intentar alcanzar los muros del Valhalla. Yo, como todo crío no lo sabía, pero las nubes en cuestión no eran tan débiles -habían sido forjadas de un acero indestructible- ni los gigantes tan pesados -llevaban el cuerpo relleno de aire caliente-. Así pues mientras yo creía inminente el desplome de los atacantes por su propio peso, los dioses atacaban con misericordia a los torpes gigantes mientras los niños admirábamos desde el muro el espectáculo circense. Se trataba, en el fondo, de un divertimento sin mayor trascendencia ni peligro que la de entretener a las nuevas generaciones y permitir lucirse a los padres divinos frente a sus hijos. Mi primo, Clímax junior, observaba todo desde un rincón con desprecio. Desde que su padre había sido expulsado de su hogar por el mío y desposeído de sus poderes, los dioses le trataban como a un parias. Sin excusa para echarle –objetivamente no había hecho nada malo- todos esperaban que tarde o temprano, cometiera el más ligero desliz para justificar los que creían inevitable. Irónicamente, su familia, mamá, papá y yo, éramos los únicos que procurábamos tratarle con normalidad y respeto. Sobre todo yo, deseaba de todo corazón que llegáramos a ser amigos alguna vez. Me daba igual si se había vuelto hosco y huraño y si iba amasando un enorme y creciente odio hacia la sociedad de los dioses, yo le quería casi como un Naruto a un Sasuke. Sabía de forma irrefutable que no era malo. Al menos, no de momento. Por mucho que los más ancianos vaticinaran su pronta perversión de carácter.
-Vamos, Clímax Jr. –le palmeé el hombro-. No te quedes ahí. Vamos a ver el espectáculo, juntos.
-¿Y por qué querría pasar el tiempo con alguien que me desprecia?
-Bien sabes que no es así. Y que precisamente yo no te mentiría.
-Mentir, no. Equivocarte, lo haces a menudo. Me da igual lo que creas que piensas. En el fondo, me desprecias. Y tu padre solo me trata bien porque le parece irónico. En cuanto sea suficientemente fuerte, me iré a la Tierra con mi padre.
-De acuerdo –le sonreí-. No te detengo. Pero mientras tanto, veamos el espectáculo, juntos.
Y le arrastré entre ruegos y tironeos. Verdad irrefutable divina número 4: mi complexión física era la de ahora, la heredada de mi padre, y la de él, la del suyo, tan musculosa y perfecta que causaba gracia ver cómo yo lograba empujar a semejante mastodonte hacia dónde no deseaba ir.
-Vamos, amigo –insistí faltando poco para llegar-. No quiero perderme cómo se despeñan los gigantes al pisar las nubes.
-No digas tonterías, Irrefutable. Eso nunca ocurre…es imp…/badaboooom/
Pero ocurrió. Obviamente gracias a mi poder divino. Y ocurrió justo antes de que Clímax Jr. Llegara a explicarme que aquellas nubes de apariencia fútil eran indestructibles y eternas. Para mi desgracia, aquella estructura se deshizo en humo y vapor de agua dejando caer a miles de gigantes frente a toda la realeza de los dioses.
-¿Cómo lo has hecho? –se rascó las sienes con un gesto de perplejidad.
-Fácil –repuse yo, orgulloso por mi hazaña-, yo siempre digo verdades. Soy un héroe.
Clímax Jr. Dio un paso hacia atrás, un verdadero acto de temor, y sentenció:
.-De héroe, nada. Eres un monstruo…como tu padre. Conviertes mentiras en verdades. Y por tanto, desafías toda lógica y seguridad. Eres...peligroso.
Desde luego, nadie, salvo mi primo dijo nada. Yo era una especie de príncipe heredero después de todo. Pero no hubo Dios, Semidiós o basilisco que desde entonces no caminara cerca de mi con miedo y recelo. Como dije antes, conocí la soledad demasiado joven. Y aquello desembocó en esto.
Cuando Haiku-kun se detuvo, Ranma y Akane se sorprendieron escuchando la historia de la mano. ¿Quién había sido? ¿Quién había osado profanar su mutuo acuerdo secreto de no reconocer con acciones ni palabras la mutua necesidad? Ninguno lo sabía. Simplemente había sucedido así y había ocurrido justo en el momento en que la historia comenzaba a centrarse en tristezas, más precisamente, en soledad. Porque, quizá yo no sea tan asertivo como el hijo de Anticlímax pero sí conozco una verdad irrefutable: no hay nada a lo que teman más los enamorados que a la soledad que es su contrario y espada de Damocles continua.
-Oye –protestó Ranma-. ¿Por qué me has cogido de la mano? Suéltame.
-¿¡Qué!? Si has sido tú, mamarracho. Suéltame tú.
-Pues yo no pienso hacerlo hasta que no reconozcas que fuiste tú.
-Pues así nos quedaremos porque yo tampoco pienso subsanar tus errores. Y que sepas –apretó sus dedos contra los suyos- que este es muy gordo.
Verdad universal número 1: Las verdades universales también existen. Verdad universal número dos: Las verdades universales son aún más poderosas que las irrefutables. Verdad universal número tres: Ranma y Akane son aún más desesperantes como novios que como lo que fuera que fueran antes. Verdad universal número 4: Sí, efectivamente, aunque nunca lo admitieron, su noviazgo, en la cabeza de cada uno, comenzó en aquel mismo momento en que decidieron de mutuo acuerdo no desenlazar sus dedos. Verdad universal número cinco: llegaréis, queridos lectores míos, a odiar a las verdades universales y a desear con todo vuestro ser que las irrefutables venzan pero ni aún así, lo universal cederá ante lo irrefutable. Porque sencillamente lo que es irrefutable en algún punto del universo no lo es en otro. Mientras que lo universal es simplemente imperturbable e indiferente al contexto.
Dejando de lado por el momento la antiquísima lucha entre las verdades irrefutables y las universales y volviendo a la historia que nos interesa, habría que precisar que Ranma y Akane estaban tan enfrascados en justificar la nueva situación de ir de la mano y no ser novios que casi ni se acordaban de Haiku-kun. Menos aún de Musa. Ambos encantados, miraban a la parejita discutir sobre el status de la situación entre azorados y nerviosos. No por estar encantados y tener que decir la verdad, habían perdido capacidad de raciocinio y por tanto juzgaban la pelea como lo que era. Y quizá por eso, Musa hizo la primera pregunta sincera de toda su vida.
-¿Tú crees que algún día lleguemos a querernos tanto como ellos?
-Mi amor –le acomodó el pelo con sus frágiles dedos de poeta anémico-, ya nos queremos así aunque tú no lo recuerdes. Incluso diría que nuestra historia es la más romántica de esta colección de historias secundarias que componen este mundo caótico y cambiante. Si estoy aquí ahora, si no me dejé vencer por la soledad es porque nunca estuve realmente solo. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? No, ¿verdad? Pues estabas tan bella como ahora. Aunque menos dócil. Mucho menos dócil. Casi como ella –señaló a Akane-. Yo volvía de aquel incidente que desató el terror en todos los que me rodeaban y vociferando todo tipo de barbaridades que destrozaban la realidad y que por suerte mi madre se ocupaba de desencantar con su divino poder. Ahora que lo pienso no debe existir nada más temible que una verdad iracunda. Pues así estaba yo. Llovían yunques, aparecían mariposas de lava zombies, las paredes sudaban mirinda, etc. Cualquier estupidez me servía para clamar mi dolor y por fin cuando noté que mi desenfreno desenfrenaba el mundo, me asusté y tanto renegué de mi mismo y de mi poder que a punto estuve otra vez de autocensurarme. No, de hecho, no estuve a punto. Lo hice. Claro que allí estaba mi madre también, siempre solicita a desencantar mis barbaridades y defenderme de mi mismo con una sonrisa en el rostro y una caricia en mi cabeza.
-No volveré a hablar. Así no podré dañar a nadie.
Y listo, mis labios desaparecieron durante cinco segundos de mi cuerpo, los cinco segundos más largos del mundo, los que tardó mi madre en replicar:
-Sí hablarás. Y me dirás ahora mismo porque no quieres hacerlo.
-Porque soy peligroso –repuse cuando noté que mis labios volvían a su sitio merced al arte mágico materno-. A veces digo mentiras sin poder evitarlo y mis mentiras pueden perjudicar a los que quiero.
Madre sonrió.
-No debes temer. Aquí me tienes a mi para que desencante tus errores hasta que aprendas a dominar tu poder.
-Decir mentiras nos aleja de la verdad y eso es irrefutable. Cada vez que hablo corro riesgo de dejar de ser yo mismo. ¿Puedes asegurarme que tú lo dominas a la perfección? A lo mejor tú, madre, tampoco deberías hablar nunca más.
-Cierto –respondió recordando cómo se dejó engañar por Clímax y casi destruyó el mundo en el pasado-. Pero no debes ser tan radical en tus decisiones. Hay medios para hablar sin que tu poder se active. La poesía es un gran remedio a la verdad. Mira: soy tan grande/ como un elefante.
Querida Musa, no tienes ni idea del miedo que pasé…fue oír eso y temerme lo peor. Ya imaginaba a mi madre con grandes orejas brotándole de los laterales del cráneo y unos grandes apéndices creciéndole por la nariz. Pero no. Nada de eso pasó. La simple rima asonante "grande/elefante" había abortado el efecto real de su dicho.
-¿Lo ves? –repitió mi madre su pregunta-. La poesía es una verdad suprema y al mismo tiempo, irreal por naturaleza. Por tanto todo lo que digas en verso no se hará real y te permitirá interactuar con los demás.
-Yo pensaba que la poesía era una farsa más…
Por primera y última vez en mi vida, mi madre perdió la paciencia, la compostura y la tranquilidad. Su plafui divino aterrizó con tal vigor en mi cara que casi ni le vi venir.
-Si quieres despreciar las enseñanzas de tu padre, haces mal pero estás en tu derecho. Se lo merece por irreverente. Pero ni se te ocurra dudar de las mías. Yo solo digo verdades. Y la poesía es la mayor verdad de todas. La raíz suprema y arcaica de la sabiduría. Algo que supera por su pura esencia, la lógica, las matemáticas y las ciencias en general y aún así, permanece eterna y divina. Un poeta con mayúsculas es más sabio que un filósofo y un filósofo con mayúsculas, es decir un profeta, es ante todo un poeta. ¿Lo ves? Hasta rima y todo.
-Yo…no sé nada de eso…siempre he juzgado a las artes como cosas del terreno de papá. ¿Podrás enseñarme?
Esta vez no recibí un plafui pero casi. La Verdad absoluta en su máximo poder de furia se mordía los labios y apretaba los puños porfiando por no darme una paliza…que por cierto, hubiese sido, verdadera.
-No, no puedo enseñarte. No, mientras pienses así. Búscate maestra. Por aquí hay muchas musas. Alguna no te tendrá miedo, digo yo.
Y la busqué…mejor dicho, te busqué. Claro que en la Escuela de musas, inspiraciones momentáneas e iluminados, el panorama era mucho más cercano a mis expectativas que a las extrañas promesas de mamá. Todas me temían y las pocas que lograban vencer su miedo para hablarme simplemente juzgaban como imposible inculcar arte en una mentalidad científico-analítica como la mía.
Haiku-kun recitó todo esto en japonés, en verso y haciendo gala de todo tipo de figuras retóricas, salvo el anticlímax, claro está. Lamentablemente, por graves deficiencias de traducción nos llega el exquisito texto en español y en prosa.
-Caramba –exclamó Akane, perpleja-. Al final va a ser que sí sabe componer el dichoso Haiku-kun. Aunque tampoco es para tanto…Ranma…¿p-por qué…lloras? ¿Tanto te ha conmovido?
-No, no es eso…snifff…aunque un poco sí…yo…también digo continuamente mentiras sin poder evitarlo y luego me arrepiento. Más de una vez he intentado amordazar esta lengua ingrata que tengo para que no…ya sabes…
-No…no sé…-sonrió Akane-…¿para qué querías amordazar tu lengua?
-Yo…bueno…estem…
-Mmmmm, Ranma…estás temblando. Toma un poquito de té…así te sentirás mejor.
Verdad universal número 6. Solo Ranma puedo caer en una treta tan, pero tan básica.
-Bueno, ahora que has bebido el té de la verdad, podrías decirme por qué…
Y ya no hizo falta decir más. Los labios saben decir verdades sin pronunciar palabras. Y daba igual lo que fuera que Akane le estuviera preguntando, a Ranma le sonaba a "¿me amas? Pues, entonces bésame". Y así fue.
Verdad irrefutable número 5. El beso duró, duró y duró y seguía durando cuando Musa volvió a preguntar.
-¿Entonces soy una musa de verdad?
-No. Mejor aún. Eres Pura, la diosa de la Pureza, un alma tan sencilla e incapaz de mal pensar que no lograba ver mi ilimitado poder como una amenaza hacia su persona. Como diría mi padre…Irónico, ¿verdad? Claro que no por Pura tenías el alma tranquila. De hecho, a ti también te habían expulsado de la escuela de musas. Como a mi de la de ciencias. Y solo por envenenar a un profesor que se atrevió a insinuar que la Diosa de la Pureza no debería ser irascible ni mucho menos desproporcionada en su irascibilidad. ¿A quién se le ocurre pedirle a un Dios mesura? Si somos desmedidos por naturaleza.
Por aquel incidente fue que no te encontré en la escuela de musas ni cumpliste nunca el destino que sí cumplieron tus tontas nueve hermanas mayores. Y si te hallé, fue más bien por descarte. Clímax Jr. y yo, muy a su pesar, nos hicimos inseparables, básicamente porque nadie más nos hablaba. A mi por temor de mis poderes actuales y a él, por temor de sus posibles poderes futuros. Y a nuestro selecto grupo de rechazados se unió casi sin darnos cuenta tu primo Universal, genio y figura. Un Dios tan maduro y poderoso que le habían catalogado de "inenseñable". Lo que en la jerga de profesores significa: "sabe más que yo". La primera vez que le vimos fue durante una de nuestras matutinas batallas. Yo insistiéndole a Clímax Jr, para que saliera a jugar y él estampándome contra el muro más lejano del Valhalla y luego, yo corriendo de nuevo hasta su casa y vociferando: "Ahora Clímax Jr. saldrá a jugar con una sonrisa y me pedirá perdón por su acto de inmadurez anterior". Fue precisamente cuando salía mi primo con cara de Calamardo a jugar con su Bob Esponja particular que Universal me detuvo.
-Oye, niño. Jugar obligado no es un juego. Ya tendréis tiempo de adultos para hacer lo que no queréis por obligación.
Y aquellas sabias palabras nos cautivaron a los dos. A Clímax Jr. porque le liberaba de mi poder y a mi, porque hablaba como yo. De forma sentenciosa y correcta. Es decir, diciendo verdades. Demás está decir que la adición de Universal a nuestro grupo, estabilizó las cosas. Clímax Jr. venía de buen agrado con nosotros porque era amigo de Universal y me toleraba porque yo también era su amigo. Además, mi admirado compañero de verdades, siete años mayor que yo, dominaba el mundo de las ciencias y la perfección mucho mejor que un servidor. Tanto que pronto se convirtió en mi maestro particular. Fueron sin duda, los mejores días de mi corta vida. Por fin tenía amigos y por fin aprendía ciencia de alguien que me parecía digno. Y cuando aquel glorioso 37 de Olimpiembre del 700 después de la coronación de Anticlímax apareciste tú, todo fue a pedir de boca.
-Ay, primita, ¿otra vez te expulsaron?
-Pues sí –refunfuñaste-. Y solo por prenderle fuego al instituto de Musas y al pelo de Calíope.
-¿Qué te hizo ahora?
-Buahhhhh –te arrojaste a los brazos de Universal-. Dijo que yo nunca podría inspirar poesía como ella.
Universal te secó las lágrimas de los ojos, te tranquilizó con un poco de su sabiduría: "inspirar la verdad no está vedado a nadie. Solo hace falta amor" y luego nos presentó. Medías poco más de metro y medio como ahora. Aunque llevabas una linda corona de laurel que adornaba tus pelos despeinados y libres como los de una señorita que no pretende serlo. A la cabellera alborotada se sumaban unos brazos tan minúsculos como potentes y dos pulseras doradas que no lograban encadenar ni tu furia celestial ni tu exuberante pureza.
-¿Y este alfeñique? –me señalaste.
-Me llamo Irrefutable, Dios del destino y amo la verdad. Tu primo me está enseñando ciencia.
-¡JA! La verdad no existe. Es la mayor patraña de este mundo. A lo sumo, si existe algo que nos enseñe algo en esta suma de despropósitos que es el mundo, es la ironía.
-La verdad sí existe y circula por mis venas junto a mi sangre. Me basta con decir "vuela" para que vueles.
Y saliste volando. Terrible error que mi poder tomó como literal en lugar de cómo amenaza o argumento. Luego, no lo recuerdo bien. Sé que vi venir algo pesado hacia mí, al parecer un yunque y te escuché decir "Y a mi me basta con tirarte algo pesado para que pierdas el conocimiento, zoquete". Aquella nueva experiencia, el dolor, se sumó a otra nueva, el desconcierto y a la incredulidad. ¿Realmente era tan fácil vencerme? ¿Realmente había hallado a alguien que no me temía? Si lo demás dioses hubiesen sabido que bastaba con darme con un zapato para hacerme perder el conocimiento…
Después, poco después, cuando tu primo dijo: "ahora recuperarás el conocimiento y te disculparás con Pura", recuperé la compostura al menos físicamente. Porque lo que era el ánimo, lo tenía todo revuelto y enredado. Sin saber si odiarte, amarte o las dos cosas a la vez.
-Lo siento –te dije entre tartamudeos-…no pretendía ser literal.
Universal se dirigió a ti con el tono y el gesto serio. Lo suficiente como para que le obedecieras.
-Ahora tú.
-Yo tampoco pretendía matarte…bueno, un poco sí…pero no del todo.
Y así hubiese terminado todo, cada uno por su lado; sobre todo entonces, que yo amagaba con irme corriendo a sobarme el cráneo contra una bolsa de hielos y tú con ir a incendiar edificios. Pero con tu primo las cosas nunca se resolvían tan fácil. Le brillaban los ojos.
-Oye, Irrefutable, aclárame una duda –dijo-. ¿No buscabas tú alguien que te enseñara poesía y que no te tuviera miedo?
-Sí.
-¿Y tú, Pura, no querías demostrar que eres mejor Musa que Calíope? Te puedo asegurar que Irrefutable posee una mente científica. Calíope jamás podría con él. Conviértele en poeta y habrás triunfado.
Con una nueva pausa, Haiku-kun descubrió que ahora eran tres los oyentes que le oían declamar con los ojos vidriosos como los de Happosai y una mirada de embelesamiento crónica. Ranma, Akane y Musa le observaban en silencio y con el respeto a la autoridad literaria que solo se ganan los grandes artistas, un respeto que nunca había disfrutado en el mundo de los humanos y del que jamás disfrutaría si no fuera por el maldito té de la verdad que le obligaba a recuperar parte de su esencia divina.
-Os agradezco el interés, muchachos. Pero estoy seguro de que ustedes son los protagonistas y yo, un simple personaje secundario. Desde que os habéis besado hace dos o tres escenas, todo mi discurso ha perdido interés. Lo mío siempre ha sido una excusa del autor para que os enrollarais.
Ranma se encogió de hombros y señaló despectivamente a Haiku-kun:
-¿Y este dice que es el hijo de la Diosa de la Verdad? Pues mira las tonterías que llega a decir. Claro que nos importan tanto las historias principales como las secundarias. Somos…senseistas aquí. De hecho estamos pensando seriamente no aparecer más en esta historia para que puedas explayarte a tus anchas. Cuéntanos, pues, ¿cómo fue que aprendiste a recitar así?
-No fue fácil. Al principio nos llevábamos realmente mal. Tanto que decían los que saben, es decir, mis abuelos maternos, que "hacíamos una parejita de lo más dulce". La primera vez que nos reunimos para iniciar mis lecciones en prosa rimada, por ejemplo, yo no despegué la mirada del suelo durante los primeros veinte minutos. Ahora que estábamos solos bajo el sauce más grande y junto a un arroyuelo para mejor inspirarnos, no podía más que notar lo evidente: que Pura era tan bella como lo es Musa ahora. Y sus lecciones…¡qué bellas y verdaderas resultaban para mi ignorante ego! Si mi maestra ejemplificaba una comparación con el siguiente razonamiento: "ese basilisco es tan guapo como un osezno", pues yo me turbaba tanto por oír "guapo" pronunciado por los labios de Pura, que ignoraba que la comparación era irónica y por tanto realmente veía al basilisco realmente guapo. Eso sí, lo de decirlo con sentimiento poético me costaba un poco.
-Ahora, inténtalo tú.
Y lo intenté…unas cuarenta veces con unos cuarenta basiliscos y he de admitir que aquella mañana…simplemente los transformé a todos en oseznos…Por mucho que se tratara de un procedimiento literario básico, si no iba acompañado de verdadero deseo poético, mi poder irremediablemente se activaba.
-¡Otra vez! –se partía de risa mi maestra-. Me encanta verte fracasar.
-Pues es un fracaso mutuo. Recuerda que eres mi musa.
-¿Y?
Agaché la cabeza.
-Que se supone que tendrías que infundirme algún tipo de poder místico.
Otra vez un zapato volador impactó en mi cabeza.
-¿Así?
-N-no…yo me refería…a lo que hace Calíope…esa magia extraña…
Y no dije más. Tu otro zapato, Musa, no sé muy bien cómo, me atravesó el esternón. Un prodigio digno de una Diosa el conseguir que fuera así de afilado y un prodigio digno de un Dios, sobrevivir a ello como si se tratara de un rasguño.
-¡Nunca más me vuelvas a comparar con esa!
-Aún así, si no cooperamos todos estos oseznos son nuestro mutuo fracaso.
Y te pusiste a llorar. Así, de la nada. Amarga y dulcemente a la vez. Casi como si se tratara de una melodía de ultratumba, un réquiem que auguraba mi pronto final porque juro que oírte sufrir me volvía loco. Me resultaba insoportable.
-N-no…no llores. Yo…lo conseguiré. Mira, ese basilisco es más guapo que un osezno…
Nada. Mientras duró tu llanto, Musa, la extensa fauna basilisquica del Valhalla fue mermando considerablemente hasta que solo quedó uno. Eso sí, cuando por fin le acorralé, tú ya no llorabas.
-¿Por qué lo intentas tanto? Si está claro que no puedes…que no podemos…somos un fracaso…ya lo has dicho…
-Claro que no. Esta vez lo conseguiré.
Vale, estaba haciendo trampa; lo reconozco. Decir que lo conseguiría y luego pronunciar la comparación me aseguraba el éxito. ¿Qué puedo decir en mi defensa? Simplemente se me acababan las ideas. Cualquier cosa, incluso hacer trampa, menos verla llorar desconsoladamente como antes. Y sin embargo…a pesar de afirmar mi futuro éxito una y mil veces…a la hora de recitar, no lo conseguí. El maldito basilisco se transformó en osezno justo frente a mis narices. ¿Había fracasado a pesar de vaticinar poco antes que no lo haría?
-¿De qué te sorprendes, Irrefutable? Que ni tú eres poeta ni yo una musa es una verdad universal; incluso tú no puedes falsear algo así con tus verdades de pacotilla. Buahhhhhh. Somos un fracaso.
Lo éramos. Y muy lejos de mi ánimo estaba el no rendirme. Aquello, la derrota, iba muy bien con mi personalidad. Pero no. Aunque desea esconderme en un pozo y no asomar la cabeza por un mileno simplemente no podía dejarla así de triste.
-Toma.
Querida Musa, cogiste al basilisco transformado en osezno con timidez y desconcierto. En tus débiles manos apenas si se sostenía.
-Ya lo tienes. Si le sostienes tú que eres tan bella, se trata del oso mejor parecido del mundo. Y no existe verdad universal que pueda negarme eso.
-¿De verdad? –temblaste, ruborizada.
-Yo solo digo verdades.
Y me abrazaste. Con fuerza. A lo mejor demasiada. Y puedo asegurarlo porque el pobre osezno, nuestra mascota a partir de entonces, se puso azul por falta de aire.
-Le llamaré Siento-pena-por-ellos.
-¿Te parece? Es un nombre extraño.
-Sí, pero es la verdad. Cuando miro a todos los demás basiliscos transformados en osos y luego a él, que es el que elegiste para obsequiarme, me dan pena los demás.
-¡Awwwwww! –exclamó Akane-. ¿Te regaló un osezno? ¡Qué romántico! ¿Y te dejó cargarlo a ti sola todo el camino de vuelta del Valhalla? ¿Incluso por los tres laberintos infinitos? Ranma –se dirigió al muchacho al que, por cierto, no le soltaba la mano todavía-, ¿por qué nunca me dices cosas tan bonitas como esa?
-Estem…te digo "marimacho".
-Ah, sí, perdona. Es que se me olvida. ¿Sabes, amiga Musa? –volvió a abrazar a su nueva camarada-. Mi Ranma también tiene algo de poeta.
-Jajaja –rió Musa-. ¿Te imaginas que tu Pe-chan también fuese algo encantado como mi basilisquito bonito?
Por suerte, el "poeta" Ranma, ahora que veía por fin vislumbrar un poco de felicidad, no estaba muy por la labor de permitir que Musa y Akane se citaran a tomar el té con sus respectivas mascotas y por tanto, procuró cambiar de tema.
-¿Entonces, Haiku-kun, cómo aprendiste poesía? Porque tu historia es muy romántica pero hasta donde entendí, no lograbas dominarlo.
-Por supuesto que el proceso educativo no fue en su totalidad tan soso como lo que acaba de relatar. Más de una vez empezábamos las lecciones correctamente sentados y con la mirada anclada en el suelo de pura timidez y sin comerlo ni beberlo, terminábamos de pronto con mi Pura montada sobre mi esquelético cuerpo y pegándome con su zapato en la cabeza mientras gritaba: "aprende a componer de una puñetera vez". ¡Caramba! ¡Cómo añoro aquello! Y eso que en su momento lo odiaba y no paraba de quejarme.
-¿Es realmente necesario que me azotes? –le decía.
-Sí. Has dicho que mi fracaso era el tuyo. Así que no puedo fracasar.
Ni yo tampoco podía, por regla de tres. Claro que por mucho que me duela, se trata de una verdad universal más que irrefutable: si el poeta y la musa no conectan a todos los niveles, los versos salen recalentados y artificiales. Y no es tan fácil.
Día sí, día también me rompía la cabeza pensando en cómo conectar mejor. Buscaba hobbies en común además de la poesía y de salir a jugar con Clímax Jr y Universal. O procuraba sacarle conversación. Todas artimañas que terminaban de una misma manera. Con ella montada sobre mí y un zapato encajado por sobre mi mandíbula. Así pues, opté por una estrategia arriesgada. Decir la verdad. Pero no las verdades infantiles de siempre. Mi verdad. La que me correspondía como hombre…digo…como Dios. Y se lo dije, sin tonterías ni rodeos. A la primera oportunidad que tuve.
-Te amo.
¡Plafui puro al mentón! Sus cachetadas sonaban así, como cortando el aire del Valhalla y describiendo con su silbido el punto exacto de impacto. Supongo que me lo merecía. Demasiado pronto lo dije. Con apenas tres o cuatro clases y una mediacita a nuestras cuestas para buscarle casita a nuestra mascota.
-¡Tonto! –exclamó con el plafui nuevamente recargado y amenazante-. Te has autoencantado.
-N-no, no. Lo digo de verdad. Me pareces la diosa más hermosa del Valhalla.
¡Plafui de puño cerrado puro al estómago!
-¡Por supuesto que te lo parezco! Porque te has autoencantado para creerlo.
Irónico, ¿verdad? ¿Cómo demostrar si mi amor era el huevo o la gallina? No podía de ninguna manera. Mucho más cuando Pura agregó:
-No fuerces las cosas, Irre. Enamorarse es el objetivo de todo buen poeta y de toda buena musa. Pero nosotros todavía estamos muy lejos de serlo. De hecho, somos todavía pésimos en nuestra arte. Prométeme –me dio un beso en la mejilla- que no volverás a decir una tontería como esa hasta que seas capaz de cantar los mejores versos del Valhalla.
-Lo prometo…solo por confirmarlo…¿eso quiere decir que tú sí me quieres…? Digo…¿Que deseas llegar a quererme?
Querida Pura, no sé muy bien cómo describir el color de tu rostro ni cómo frunciste exactamente los labios. Lo que sí puedo asegurar es que mientras volaba por los aires de un brutal zapatazo, pude notar que te sonrojabas y aquello fue el momento más perfecto de mi joven vida.
Estimado amigo Ranma, ¿tienes idea de lo bonito que es volar por los aires por culpa de la furia romántica de tu tsundere? Supongo que no; solo los dioses tenemos la fuerza para sobrevivir a algo así. En humanos sería algo demasiado romántico para siquiera concebirlo. Lo que supongo que sí entenderás es lo que ocurrió después. Mi relación con Pura llegó a niveles públicos de tanto ir volando de aquí para allí y pronto no se hablaba de otra cosa en todo el Valhalla que de nuestra inminente boda. He de recordarte, compañero, que yo era el heredero y por tanto, que la peor de las aspirantes a musa conquistara mi corazón, era trending Topic en mi hogar. Estaban los que aprobaban el supuesto enlace porque se trataba de la única mujer suficientemente valiente para no temer a mi inestable poder. Y los que la rechazaban por idéntico motivo. En sus propias palabras: "¿Cómo se va a casar nuestro elegante principito con una bruta marimacho?". Y en el medio estábamos nosotros. Pura y yo. Amándonos sin animarnos a confesarlo y estudiando todo lo que podíamos que no era mucho desde que a los mayores se les ocurría espiarnos a todo momento a la espera del milagroso beso que formalizaría lo innegable. ¿Tienes idea, amigo Ranma, el tipo de dolor que me tocó sufrir? ¿Alguna vez te has enamorado hasta la médula de alguien y has fingido no estarlo porque creías que ella no te correspondía? ¿Sabes lo difícil que es que todo el mundo te presione para hacer…lo que realmente deseas? Y mira que lo tenía fácil. Por ley divina, todo poeta podía formalizar enlace con su musa cuando le apeteciera sin necesidad de ceremonia o aprobación alguna. Ser poeta y musa ya presuponía el amor y la aceptación familiar. Era como…como…si estuviéramos comprometidos a la fuerza y ese mismo compromiso funcionara como obstáculo en lugar de ayuda para confesarme. Ojalá pudieras entenderme aunque sospecho que sería como pedir peras al olmo. En el mundo de los humanos este tipo de tragicomedias nunca se produce.
Ranma oyó atentamente todos y cada uno de los argumentos de Haiku-kun con lágrimas en los ojos. No sabía bien, si abrazarle o huir de allí para que Akane no le viera sufrir de esa manera. Tantos años burlándose del "bufón" como solía llamarle y ahora resultaba que era un digno hermano suyo en la terrible agonía de amar rodeado de imbéciles.
-¿Y no te salió por casualidad de la nada una Musa china y otra que cocinaba bien? –preguntó el joven de la coleta intentado demostrarse que sus situaciones no eran idénticas y que por tanto no estaba sintiendo empatía masculina que, como todo el mundo bien sabe, no existe.
-Exacto, amigo Ranma. ¿Cómo lo has sabido? Por suerte, Pura las fulminó con sendos rayos.
-Espera, espera, espera –se avalanzó Akane sobre Haiku-kun-. ¿Se puede hacer eso?
-Sí, claro. Si eres una diosa, está permitido. Hasta yo diría que es algo de lo más común. Por ejemplo, hace unos días, Sandro Lensei quiso terminar nuestra historia con final abierto y en ese mismo instante le apareció en las manos una bolsa repleta de oro y una carta que decía: "termínalo bien y habrá más de estas".
-Ohhhhhhh –saltó Akane de la emoción-. Yo quiero…¡ser DIOSA!
Ranma le separó con un empujón y aprovechó para retomar el hilo de la historia. ¿Entonces, Haiku-kun, cómo aprendiste a componer con tantos obstáculos?
-Fácil, amigo Ranma. Como tú aprendiste artes marciales. Con práctica. Hubo un torneo de musas y Pura se puso en plan competitivo…me tocaba ganar o morir a zapatazo limpio. Sobre todo, me tocaba vencer al poeta que inspiraba Calíope, la hermana mayor de Pura. Era imposible pero ¿y si ganaba? ¿Acaso no era esa la situación perfecta para poder volver a decir "te amo" pero esta vez de forma creíble? Así que recité con mis armas. Sin mucha elocuencia pero utilizando los mejores temas gracias a mi erudición y con sentimiento, porque quizá no tuviera mucha práctica entonces pero sin duda ya amaba a mi musa más que mis competidores, unos diosecillos de pacotilla que creían que pavonearse en público de su don de elocuencia y alabar la belleza de sus musas equivalía a realmente amarlas. Quizá resulte patético pero fui tomando de ellos un poquito de aquí y un poquito de allá y a medida que avanzaba rondas, sus procedimientos se iban amoldando a mi carácter y a mi pasión por Musa. Tampoco voy a negar un dato que lo explica todo. En el momento en que descubrí que dándole forma a mis sentimientos de amor, éstos en lugar de doler, causaba placer, ya no hubo nada que me detuviera.
Durante la final mi padre tan solo resoplaba: "pffft, parece hijo de Apolo o de mi hermano".
-¿De qué te quejas? –me defendía mamá-. No te gustará pero sin duda resulta irónico, ¿no?
Y lo era. Yo, un simple aprendiz de poeta con mentalidad matemática y una musa iracunda, ¿pretendía vencer en la final al único, imbatido, gran mentor y amigo, Universal?
-Pura, ¿por qué demonios no me dijiste que tu hermana era la musa de tu primo? ¿No es algo incestuoso eso?
-No digas pavadas, Irre. Somos dioses. Todo vale. Además ellos no se aman realmente. Solo fingen para mantener su puesto de imbatibilidad a buen recaudo.
-Aún así –agaché la cabeza y suspiré-. Estoy muy verde para siquiera hacerle cosquillas a Universal. Óyele. Ya lleva media hora de recitación y tiene a todos hipnotizados. Me supera en todo. Talento, experiencia, conocimientos, manejo de los espacios teatrales. Y yo…ni siquiera domino bien lo de las metáforas. ¿Cómo voy a crear un bello asíndeton o versos pareados perfectos si ni las bases manejo?
Querida Pura, cuando me cogiste de la mano e intentaste ser didáctica, un terremoto surcó todo mi cuerpo.
-Mira, Irrefutable, una metáfora es decir una verdad, utilizando otra diferente. Una comparación sin comparar.
-Eso me suena a una ironía…
-¡Exacto! Las ironías son verdades…profundas
Reconozco, Pura mía, que aquello dolió. Refutabas mi verdad más verdadera: que mi padre era un mentiroso inútil y para colmo, insinuabas que las verdades de la ironía eran superiores a las de mi madre. ¡Intolerable!
-No seas necia. Las ironías son basura. Entretenimiento de bufones para que los dioses reposen en tiempo de ociosidad.
Y caí en medio del escenario, casi sobre Universal que ya se marchaba y en medio de un público expectante que no entendía muy bien cómo había llegado allí volando ni por qué llevaba un zapato de damisela por sombrero. El marcador todavía ponía la nota obtenida por mi contrincante: 100,00. La máxima posible. Jamás en la historia nadie había obtenido más de 78,25 ante el exigente público divino salvo él que día a día se superaba y que hoy, por fin, conseguía lo impensable, el máximo absoluto. ¡Y a mí me tocaba actuar detrás de él y ante la odiosa mirada de superioridad de Calíope sobre ti! Me temblaban las piernas y el esqueleto. Dicen mis abuelos, es decir los que saben, que existe el silencio poético. Una especie de pausa tensionante que bien manejada, capta la atención del público y le predispone de la mejor manera. Claro que si aquella se extiende demasiado, es decir, unos diez segundos, se consigue el objetivo contrario: que se escuchen algunos silbidos de reprobación y un murmullo incesante muy del gusto de las muchedumbres hambrientas de ilusos a los que linchar socialmente con su sarcasmo. Y aunque no lo oía, sabía de sobra lo que mi padre le susurraba al oído a mamá: "canta el de menos gracia natural justo después de la perfecta actuación histórica. Irónico, ¿verdad?". Según mi cálculo solo quedaban unos cinco segundos para que los tomates divinos cayeran sobre mi. Ya veía a más de uno extrayendo de sus túnicas el tomate ceremonial del tamaño de una calabaza, idea de mi padre por supuesto y que sin embargo en más de cien años no se había utilizado jamás. Se suponía que me temían pero, a lo mejor, viéndome así de patético, la cosa cambiaba. Ya se sabe que la muchedumbre es la valentía de los cobardes. 5, 4, 3, 2, 1…y cerré los ojos. No fuera cosa que el ketchup me pareciera lava y optara por decirlo en voz alta inconscientemente. En el fondo, se suponía que tenía que dolerme. Más teniendo en cuenta que más de un tomate, humorada de Anticlímax, era en realidad una piedra burdamente pintada de rojo. Y era extraño. Ya hacía varios segundos que había oído el inconfundible silbido de un arsenal surcando los aires en mi dirección pero nada me daba. ¿Tan mala puntería tenían los mejores dioses del Valhalla? ¿Acaso temían la reacción de mi padre? Imposible, si se estaba desternillando de la risa en su trono divino que le oía muy bien. Abrí los ojos.
-Pura…amor mío…¿qué haces?
-Soy tu musa…es mi deber…protegerte…-caíste sobre mis brazos, extenuada, magullada y empapada de tomate líquido-. Canta ahora, por favor, canta.
Y canté. Solo que frenético, con llamas en los ojos y amenazante. Muy amenazante. Les juré la destrucción entera del mundo y de sus atroces esencias divinas por atreverse a dañar a mi amor. Y mi madre, mi pobre madre no daba abasto. A cada barbaridad que yo decía como por ejemplo "arderán vuestros cuerpos putrefactos en verdes llamas del averno", ella la anulaba con una bondad. Sin embargo yo iba desenfrenado, joven y poseso de una furia descomunal. Si no me detenía pronto, ella simplemente se desvanecería del agotamiento y entonces sería el final de todo lo conocido. Así mismo, con cada palabrota, con cada elocuente verso, mi poder crecía dentro de mi y me hacía más grande y enérgico. El lado oscuro de la poesía, absorbía poco a poco mi raciocinio. Me convertía en un poeta, sí. El mejor de todos pero no en el que me habías enseñado, Pura. Yo era entonces un poeta maldito. Un parias sin sociedad ni futuro que declamaba contra el mundo y su sinsentido.
Verdad irrefutable número 6: las damiselas usan en general dos zapatos. Y ese simple detalle, la bipedad de los dioses nos salvó a todos. Antes de caer exhausta, madre delegó el futuro de todo lo conocido en ti, Pura. Simplemente dijo su última verdad en un tiempo: "Despierta y sálvale". Y me salvaste…de un zapatazo. Donde los rayos, dragones y demás parafernalia de mis miles de oponentes no me hacían ni cosquillas, tu zapato, arrojado con amor y precisión me devolvió a la realidad.
-Detente.
-¿Por qué? –me giré hacia ti-. ¿No es esto lo que querías? Soy el mejor poeta del mundo y el más poderoso.
-No, eres un poeta sin musa. Eso te convierte en un poeta maldito. Un poder vacío que se retroalimenta de su dolor. ¿Eso quieres?
-N-no…y-yo…yo te quiero a ti…
Caí junto a ti y lloramos abrazados por horas mientras papá se ocupaba de deshacer todos los destrozos. Y fin de la historia, por el momento. Eso sí, papá se llevó a mamá a casa para que reposara sin decir palabra. Ahora sí que sí, nadie podía engañarme. Ni envidia ni tonterías. Había odio en su rostro. Obviamente inspirado por mis inexcusables acciones. Tú hiciste lo propio conmigo. Me llevaste a rastras y tironeándome del pelo hasta tu fuente mágica de musa.
-Será mejor que no nos volvamos a ver –dijiste mientras me curabas las heridas-. Clímax Jr. tiene razón. Cuanto menos aprendas, mejor estaremos todos. Nuestro amor es peligroso.
Desde entonces, Pura…la soledad fue total…si antes todos temían la venganza de Clímax Jr. y le evitaban, ahora éramos ambos los apestados y todas las conversaciones del Valhalla se centraban en apostar sobre cuál de los dos jóvenes de la "familia maldita" terminaría por demostrar su esencia maligna antes. Es más, por culpa de mi escenita anterior, la legitimidad de mi padre empezó a tambalear. Cada tanto aparecían pintadas sobre los muros del palacio con la terrible leyenda: "Anticlímax ya no rules" o "Muerte a las sonrisas y a la ironía". A mi por supuesto, poco y nada me importaba eso. Lo que único que me atormentaba, más allá de posibles golpes de estados en el Valhalla, era recuperarte. Para colmo de males ni con Clímax Jr. podía hacer catarsis por mi corazón destrozado. De la noche a la mañana dejó de hablarme. Ya ni con Universal se juntaba. Al principio pensaba que me temía más aún pero luego lo supe, la cosa iba por otros carriles, unos mucho más graves.
-¿De verdad le has visto? –pregunté perplejo.
-¿Te mentiría yo? –respondió Universal con tristeza-. Le he visto con mis propios ojos. Es él quien hace las pintadas contra tu padre. Se rumorea que se ha aliado con los gigantes del exterior para derrocarle. Ya sabes que en este momento de inestabilidad tarde o temprano alguien exigirá a tus padres que abdiquen. Y si eso ocurre, se celebrará un nuevo torneo, similar al de poesía, para dilucidar quién debe ser el nuevo Dios de la ironía y la nueva Diosa de la Verdad. La conspiración ya está en marcha. Aléjate de Climax Jr. y ve con cuidado. Nunca sabes de quién te puedes fiar ni quién puede ir a por tu cabeza en calidad de heredero.
Irónico, ¿Verdad? Yo preocupado por temas amorosos mientras mi vida y posición corrían peligro. Más aún, cuando eran mis padres los que estaban en el ojo de mira de la conspiración. Así que por una vez hice lo que no había hecho nunca. Me dirigí al palacio e intenté hablar seriamente con papá. Nunca lo había intentado. Más que nada porque daba por sentado que me trollearía. Y así fue.
-Hijo, ¡qué agradable sorpresa! ¿A qué se debe tu visita? ¿Quieres que te lave y planche alguna verdad que se te ha ensuciado?
-No, padre. Quiero hablar seriamente, aunque sea por una vez. Dicen que quieren derrocarte. Que o abdicas o te matan. ¿Es cierto?
-No lo sé. Tú eres el que dice verdades. Pero suena divertido. Las conspiraciones siempre provocan situaciones irónicas. ¿Me han señalado? Pues da igual. Todos los tiranos son señalados en algún momento de su vida.
¿Tirano? Aquello me sorprendió.
-¿Por qué dices que eres un tirano?
-Jajaja. No lo soy. Pero eso tú no lo sabes. Solo has presupuesto que yo soy el bueno y los otros los malos, sin pararte a comprobar las cosas. ¿Y si yo fuera un tirano? En lugar de conspiración, hablaríamos de revolución y sería algo bueno, ¿no?
¡Mierda! ¡Cómo odiaba que retorciera las verdades hasta dejarlas en ridículo!
-En estos momentos me da igual quién tiene razón. Solo me preocupa la salud de mamá y la tuya.
Papá bajó la vista y miró hacia todos lados hasta asegurarse que estábamos solos.
-De acuerdo, tú ganas. Aunque me causa comezón diré la verdad sin rodeos. Todo es cierto. De hecho, tu madre y yo pensamos abdicar hoy mismo. Por la tarde convocaré sendos torneos para discernir quiénes deben ocupar nuestros puestos. ¿Qué harás, hijo? ¿Te presentarás para Dios de la Ironía?
-¿Yo? Jamás. Antes prefiero ser un humano sin talento poético que el Dios de la Ironía. No sé cómo se te ocurre siquiera insinuarlo.
-Cuando amas a alguien la ironía a veces es el único camino.
Por unos instantes aquella frase me cautivó. Luego reaccioné y repuse lo que evidentemente debía responder:
-Yo, obviamente, me presentaré para el puesto de Dios de la Verdad. Y no porque me apetezca reinar. Simplemente para asegurarme de abortar la rebelión.
Padre sonrió con su media mueca que dejaba ver parte de la comisura de los labios y sus enormes dientes superiores.
-De acuerdo. La verdad no excluye la ironía. Y recuerda que lo llevas en la sangre. Si algún día te vez necesitado de ella, solo tienes que recordar mi único truco: "ama".
-Eso suena cursi.
-Y lo es. Irónico, ¿verdad?
Cuando Haiku-kun repitió las palabras de su padre, el último "irónico, ¿verdad?" que pronunciaría Anticlímax en calidad de Dios de la ironía, se originó un denso silencio cargado de melancolía. Ranma se paseaba de un lado a otro del parque como conteniendo una furia bestial. Y Akane, por su parte, se mordía las uñas temiendo un final trágico. Solo Musa, a pesar de que temblaba en su sitio, ignoraba olímpicamente (perdón, valhallicamente) el tema político y regresaba el hilo de la historia al que realmente le importaba, el amoroso.
-¿Cómo es posible que yo optara por separarme de ti voluntariamente? No mientas, Haikito…no lo haría ni obligada.
-Cierto, Pura. Tu decisión fue en el fondo, linda. Dolorosa y también…romántica. Calíope había oído de boca de Universal la nueva situación política y te lo había explicado todo antes del torneo de poesía. Por muy competitivas que fueran, no faltaba en tu familia amor fraternal, Pura. Y si me dejaste fue porque habías tomado una decisión que sabías que odiaría y que dinamitaría toda nuestra relación de forma inaceptable. Pensabas presentarte para el nuevo torneo, sí. Pero optando por el puesto de Diosa de la Ironía. Y yo, ya te lo había dicho muchas veces: odiaba la ironía hasta la médula. Incluso en ese entonces la odiaba más de lo que te amaba. Si me hacías elegir, sabías de sobra mi respuesta: "ya no te amo ni podría amarte mientras habite falsedad en tu corazón".
La opinión generalizada, por el contrario, era muy otra. "Verdad Irrefutable" e "Ironía Pura" les sonaban muy bien. Yo era el heredero todavía y sabían que te amaba. Luego, daban por natural todos los adeptos a mi padre que lo conseguiríamos y tomáramos sus respectivos lugares. También era una verdad Irrefutable que Universal se presentaba a mi mismo puesto y que Clímax Jr. al de la ironía. Y si yo nunca le había ganado a Universal a nada (mis verdades eran mucho menos abarcativas que las suyas), lo tuyo era simplemente imposible. El hijo del Dios de la perfección, el hijo del traidor que había atacado a mi padre, ¿deseaba ahora sucederle? Se trataba simplemente de una ironía tan potente que simplemente no podías ganar.
Mamá, que ya se había recuperado del todo, nos miraba entrenar para nuestros respectivos torneos sin poder contener su satisfacción. Cada tanto le comentaba a papá:
-Serán unos buenos dioses de la verdad y la ironía.
-No sé –contestaba de mala gana papá-. No creo que sean adecuados.
-¿Cómo que no? Todo el mundo lo dice. Se aman y se convertirán en Verdad Irrefutable e Ironía pura. Serán como nosotros. Por supuesto que son adecuados.
-Puede…pero yo no quiero dejar la ironía. Todavía estoy a tiempo de no abdicar. Es tan divertido burlarse de la gente…
Verdad, mi madre, le sonrió con ternura.
-Vamos, hazlo por mi.
-No, no y no. Y no hay nada que puedas decir para convencerme. Si abdico del título de la ironía volveré a ser lo que era antes. Un simple dios del amor. Es patético y aburrido.
-Y yo volveré a ser la deidad que era antes de ser la de la Verdad.
-¿Y?
-¿No te acuerdas, tontito mío? Yo era la diosa de los pechos generosos.
-¡ABDICO YA! ¡Preparen el papeleo en un mes será el torneo!
Desde entonces, desde aquel grito ridículo que anunciaba cambios políticos a gran escala en la máxima escala imaginable y por tanto desde aquel grito tragicómico tan del agrado de mi padre, tú y yo entrenamos por separado y sin saber nada de las intenciones del otro. Obviamente, yo con mi madre y tú, pues tú, con la máxima autoridad en la materia…
-Déjame ver si lo he entendido –te dijo mi padre cuando te presentaste en palacio y le pediste que sea tu mentor-. ¿Quieres que te prepare para que te conviertas en lo que más odia mi hijo a pesar de que aseguras que le sigues amando?
-Eso es, señor Anticlímax, su majestad, señor de la ironía. ¿Le parece mal?
-Sí e irónico –agitó ambas manos imitando la silueta de una balanza invisible-. Y desde luego es mucho más irónico que malo. Contratada….aunque de sobra sabrás que nunca he tenido una discípula, ¿verdad?
-Lo sé. Dicen los rumores que su entrenamiento es largo, doloroso y muy, muy difícil.
Anticlímax, mi padre, se encogió de hombros.
-Lo es. ¿Preparada?
Asentiste con la cabeza en vuelta en dudas y resolución. Una alquimia rara que hacía levitar levemente las puntas de tus mechones rubios.
-Sí. Afrontaré lo que sea. Da igual si es largo y extenuante.
-Lección número 1: ama. Lección número 2: no hay lección número 2. Irónico, ¿verdad?
¿Otra vez con eso? La verdad es que daba ganas de pegarle una buena paliza lo cual no era muy bueno para él teniendo en cuenta que te había elegido a ti como discípula, la exuberante musa de la ira. Claro que a mi no me iba mucho mejor en mis entrenamientos con madre. De hecho, estábamos exactamente al revés.
-Lección número 1: no ames. Lección número 2: no hay lección número 2. Triste, ¿verdad?
¿Estaba oyendo bien? ¿A qué demonios se refería? Si esa consigna atentaba contra la misma esencia de nuestra familia.
-¿T-tú…tú…no amas a papá? ¿O a mi? –tartamudeé- ¿Cómo es posible?
-Claro que os amo. Pero a pesar de mi poder porque el suyo es más grande. Porque un día le pareció irónico enamorarse de una mujer que no podía amar a nadie. Y al día siguiente, le pareció aún más irónico conseguir que esa misma mujer que desdeñaba el amor por esencia se enamorara de él. Mi amor es un milagro de su infinito poder. Tan extraño como unas nubes que llueven hacia arriba o un cerdo que vuela. Pero la norma es otra. Para acceder a la verdad hay que ser objetivos al 100% y no se puede lograr tal grado de separación de la realidad si se mantienen lazos afectivos con las cosas. Asómate a la ventana, hijo. ¿Ves a ese león en el mundo de los humanos acorralando a esa familia de conejos? ¿Qué crees que va a pasar? El león al final se los comerá. Es una verdad irrefutable. Si quieres ser como yo, no sientas pena por ellos. Si lo haces. Si intervienes y les salvas, quizás seas un héroe pero nunca alcanzarás la verdad. Y si prohíbes al león alimentarse, tarde o temprano morirá de hambre. Y el león es tan animal de dios como los conejos.
-Pero…papá interviene a todas horas…no puedo creer que la verdad sea en esencia tan fría.
Dije todo esto entre nervioso e incrédulo. Si tan solo se trataran de lecciones de papá…las refutaría con sencillez. Sabiendo de sobra que eran puras patrañas y falsedades para manipularme. Pero viniendo de ella…¿qué duda quedaba? La diosa de la Verdad jamás mentiría. Y menos a su hijo en una hora tan acuciante.
-Puedes limitarte a decir verdades a medias como los humanos más sabios. Claro que enfrente tienes a Universal. Ya has visto cómo se lleva con Calíope. Un trato formal entre dos trabajadores. Eso es a lo máximo que deberías aspirar tener con Pura si pretendes tan solo hacerle sombra.
-Da igual, madre. Pura me ha dejado. Supongo que dadas las circunstancias…no sentir…hasta es algo bueno.
Esperaba con ansias que mamá desencantara el hechizo que había lanzado por error sobre mi persona. Y lo esperé durante los quince o veinte segundos que tardó mi corazón en congelarse. Luego, cuando vi que sonreía satisfecha, entendí que por accidente como el mismísimo Doctor Alexander Fleming había descubierto la penicilina para mi dolor y limitaciones: autocondenarme a no amar.
Y lo comprobé días después cuando dio la casualidad que me encontrara de vuelta contigo. Esta vez me mantuve inmutable ante tu belleza y ante tu sorprendente risa burlona, una mueca irritante que te afeaba el rostro y magnificaba la divina beldad del resto de tu figura. Estabas asomada al gran muro del Valhalla y observabas a esas estúpidas hormigas que ahora conviven con nosotros.
-Siento pena por ellos –dijiste-. Por todos. Necesitan tanta ayuda para ser felices. Si fuera por mi, iría ahora mismo a darle un empujoncito en la buena dirección a más de uno.
-Tonterías –te repuse-. Puedes salvarlos una o dos veces pero no estarás siempre allí para ellos. Tarde o temprano volverán a su naturaleza primitiva y volverán a meterse en problemas. Mira esos conejos –te señalé los que me ensañara mamá tres días atrás-. Llevan acorralados por el león casi media semana. Da igual lo que hagamos, pronto morirán en sus fauces o permanecerán en su escondite sin salida y perecerán de hambre. Es una verdad irrefutable que no tienen salvación.
-De eso nada, Irre…nosotros podemos salvarles. A eso aguardan: al destino. Con esperanza.
-¿Y para qué? ¿Qué pasará cuando nos vayamos? Otra vez lo mismo. Y aunque salvemos a esos, ¿cuántos más hay en su misma situación ahora mismo? Infinitos.
Plafuí a la boca del estómago.
Tu cachetada voló como siempre, silbando su destino mientras cortaba el aire.
-Esta vez no, Pura –intercepté tu golpe con mi antebrazo izquierdo-. Ya no soy "Irre". Ahora tengo la fuerza y la convicción para sostener mis verdades.
-Irre…-lloraste como una niña mientras te sobabas los dedos de la mano que había chocado contra mi musculatura recientemente adquirida por autoencantamiento-. ¿Qué te han hecho?
-¿Ellos? –señalé las casas de todos los dioses-. Nada. Fuiste tú la que me señalaste el camino de la frialdad. Y te lo agradezco desde el fondo de mi intelecto. Gracias a ti, ya no siento. La final será un juego de niños.
Te pusiste en guardia.
-Te detendré aquí y ahora. Si quieres convertirte en un imbécil ya no es mi problema. Pero ni se te ocurra insinuar que es por mi culpa. Antes te daré la paliza de tu vida. Y si es necesario me convertiré yo misma en la Diosa de la Verdad para impedírtelo.
Y me atacaste con una fiereza inusual. No sabía que eras tan fuerte y…duele de solo recordarlo…sin tirarme ni un zapato. Al parecer había perdido el derecho a ser aporreado de esa manera tan sexy. A mi paso, a medida que rechazaba cada uno de tus ataques directos, iban apareciendo cáscaras de plátano, manchas de aceite y demás ironías tendientes a ayudarte en tu faena. Realmente eras buena en lo tuyo. A lo mejor me hubieses ganado si no fuera porque advertí el detalle enseguida y aquello hirió mi orgullo: entrenabas para ser Diosa de la Ironía. ¿Cómo dejarte vencer entonces? ¿Cómo permitirte siquiera que uno de tus puñetazos llegara a destino?
Imagino que tú, amigo Ranma, una persona madura y coherente de dieciséis años, acostumbrarás a dejarle ganar a todo a tu amada para que ella sea feliz. ¿Pero yo, un jovencísimo e inexperto Dios de 77 años? ¡Jamás! Me sentía tan humillado que no fui feliz hasta que amortigüé todo lo que me cayó encima y luego pronuncié estas palabras: "cuando los conejos atacan a los leones, estos suelen devorarlos. Por suerte para ti, yo ya no estoy interesado en tu conejo…digo…en ti".
Y aquello fue sorprendentemente desgarrador. Te quedaste mirándome con pena, tristeza y desazón. A pesar de que te había vapuleado literalmente, tu depresión profunda la provocaban mis últimas palabras. ¿A qué esperabas, tontita mía? ¿A que me desencantará diciendo que sí estaba interesado en ti? Pues no. No me había autoencantado. Simplemente decía una verdad irrefutable. Una que había tenido lugar días atrás. Lo único extraño de la escena, sin embargo, era ese sentimiento desgarrador que me invadía el raciocinio al verte así de triste. ¿No se suponía que había eliminado todo sentimiento de mi corazón? Pues al parecer, no. O mejor dicho, aquella verdad de no volver a sentir más chocaba con una verdad anterior, la que me prometí cuando lo de los tomates: no permitir que nadie te hiciera daño. Y al parecer eso me incluía a mi también. Irónico, ¿verdad?
Luego me marché con el corazón nuevamente roto y una amenaza.
-Como te atrevas a entrometerte en el camino de mi destino, no tendré piedad.
Musa se levantó y abrió uno de sus dos paraguas.
-Parece que va a llover, Haiku-kun. Por favor, no te enfermes.
El muchacho obedeció a los gestos de su pareja y se acomodó a cubierto mientras se rascaba la cabeza. Al parecer que un aguacero horrible le estuviera empapando (Musa sostenía el otro paraguas abierto sobre Ranma y Akane), le daba igual.
-¿No estás molesta? Temía tanto contarte esta parte de la historia y que te desilusionaras de mi.
-La verdad es que no recuerdo nada de eso que cuentas. Y no me parezco en nada a esa Pura que describes. Pero te creo. Si tú dices que esa energúmena por la que no puedo más que sentir pena soy yo, pues siento pena por mi…pero no mucha…sé que, da igual quiénes seamos o cuándo hayan ocurrido los hechos, siempre nos hemos amado.
Ranma aprovechó para darle un codazo a Akane y comenzar a imitarla con tono burlón.
-Ay no, Ay no, no se quieren –ponía los ojos en blanco-. Haiku-kun y Musa son tontos y superficiales. Ay no, Ay no. No se quieren. Soy Akane y yo lo sé todo porque soy perfecta.
-Sobre todo, sé cómo usar el mazo, cretino.
Y Ranma salió volando, ocasión que aprovechó Akane para invitar a Musa a cobijarse con ella de la lluvia.
-No, gracias, Akane. Así estoy mejor. La lluvia purifica y al parecer, yo soy pura. Por favor, Haiku-kun, querido, cántame otra vez esa poesía que tú conoces sobre la lluvia, la mejor del mundo.
-Volvió la lluvia/no volvió del cielo/ni del oeste/Ha vuelto de mi infancia...
Musa se llevó las manos a la boca y ahogó un grito de horror.
-Oh, no, querido. Eso no sonó muy bien. Seguro que estás enfermo. Maldita seas, lluvia –grito al cielo-. ¿Por qué me odias tanto? ¿Tan celosa estás de nuestro amor que siempre nos atacas?
Akane intentó mantener la compostura sin reirse. De sobra sabía que le habían recitado una Oda elemental de Neruda y que habían optado por algo realmente bueno por culpa del dichoso té de la Verdad que todavía seguía haciendo efecto.
-Mejor, Musa –le interrumpió-, ¿por qué no le preguntamos a Haiku-kun por el fin de la historia. Seguro que no falta mucho.
-No –respondió el muchacho-, no queda mucho por relatar. Pasado el mes de entrenamiento, todos los aspirantes se reunieron en la plaza del palacio divino y se sortearon los enfrentamientos. Unos densos nubarrones como los de ahora ganaban espacio en el exterior. Y es una pena que nadie les prestara atención de entre los dioses porque iban a desempeñar un papel clave en el desenlace de nuestra historia.
Dos tatamis del tamaño de una cancha de fútbol cinco esperaban a que se sortearan los emparejamientos de ambos torneos paralelos. En el primer turno del tatami azul (el de la ironía), Yamcha, dios de los dos cuernos, fue fácilmente vencido por el retador enmascarado. En el segundo, el Dios de la lluvia sometió por escaso margen al del Arcoiris y en el siguiente, el Dios de la vanidad superó ampliamente a Krilin, quien, siempre hay que decirlo, logró sobrevivir. Irónico, ¿verdad?
Por último, mi querida Pura, te enfrentaste a la Diosa de la Duda. Mi padre se levantó de su trono y por cuarta vez en el día explicó las normas y el procedimiento del combate.
-Sobre aquella balanza –señaló un aparatoso armatoste en el centro del campo de batalla-, cada contrincante ha de insertar cinco ironías que traducirán su fuerza irónica en peso. Quien logre inclinar la balanza hacia su lado al terminar el combate, gana por puntos. Y por supuesto, si alguien provoca una ironía tan potente que desarma la balanza, habrá ganado por KO irónico. Por lo demás, todo vale, incluso decir verdades, menos abandonar el perímetro del tatami.
La primera en anotar en su libreta una ironía fuiste tú, Pura. Una más que potente y adecuada para ganar.
-Soy pura. Si gano, seré "Ironía Pura". Jaja.
El platillo se inclinó un 23% en tu dirección. Buen golpe. Lo suficiente como para arrancar cientos de murmullos de aprobación en el público. Nadie había iniciado su combate con tanta fuerza. Ni siquiera el retador enmascarado que había vencido con un furibundo KO irónico en su tercer intento, había obtenido semejante puntuación de inicio.
-O tal vez no. Irónico, ¿tal vez?
Ahora sí los murmullos se convirtieron en voces de admiración y la atención generalizada se centro sobre mi padre. La balanza no solo se había enderezado, si no que ahora se inclinaba en un 30% en la dirección contraria. Es decir, un golpe casi el doble de potente que el tuyo, Pura. Mamá le dio un codazo en la boca del estómago a papá y le susurró:
-¿Por qué le puntúas tan alto? ¿No ves que es la rival de tu discípula?
-¿Y qué quieres que haga, Verdad? –se encogió de hombros padre-. Le replica con el mínimo esfuerzo y la máxima fuerza irónica y encima utiliza una frase pegadiza repetitiva. Eso da muchos puntos.
Eso sí. Si todos entre el público se habían amilanado, había alguien que seguía confiando plenamente en tus posibilidades de ganar. Tú misma, Pura. Y más aún cuando escribiste tu segunda ironía.
-No he trabajado tanto para perder aquí y ahora.
¡Excelente! Nada gusta más a la ironía que la eterna lucha entre el trabajo duro y la recompensa. Un clásico en toda regla. Y un muy merecido repunte en la puntuación. No recuperabas todo lo perdido pero al menos la aguja ya apuntaba hacia tu lado en un exiguo 5%.
-O tal vez sí. Irónico, ¿tal vez?
Kaboom. Esta vez la balanza se movió violentamente en dirección contraria. Y aunque el KO irónico no se produjo, cerca estuvo. Tanto que mi padre se desternillaba de la risa en su sillón del trono.
Estaba clara la cosa. Una ironía más y la consiguiente réplica con un "tal vez" incluido te eliminaría a las primeras de cambio y sin pena ni gloria. En el fondo, no era tu culpa. Te habías topado simplemente con un rival formidable. Si querías vencer solo te quedaba una opción posible. Intentar desde esa posición de derrota casi total una ironía tan potente que provocara el KO irónico inmediato. Un ataque sin posibilidad de réplica. Claro que semejante proeza no la había conseguido nadie nunca, ni siquiera Anticlímax en persona. Y aún así, qué valiente eras, lo intentaste.
-Superaré, al vencerte y con esta hazaña, a todos los demás candidatos y dioses de la Ironía y en mi primer intento.
Profetizar lo nunca visto desde la peor situación posible y con el mínimo de experiencia sobre tus hombros. Bien jugado, amor. Bien jugado. La balanza se equilibró de inmediato y luego comenzó a hundirse en tu dirección. Un 15%, uno 30%, un 80…y un 93%. Te quedaste a las puertas de la gloria y envuelta en un murmullo eterno de decepción de un público que ya ni quería ver el desenlace. Si tu ataque había sido tan potente, su replica, hundiría con violencia la balanza hasta el fondo del tatami.
-O tal vez no….Irónico, ¿tal vez?
Había que reconocer que además de persistente, estabas un poco loca también y que cuando papá mencionaba en las reglas que todo valía, se refería a todo sin exclusiones. Lo de interceptar a un armatoste de más de cien kilos que se movía violentamente en otra dirección con las manos desnudas se trató de una hazaña más digna de una marimacho colérica que de una dulce musita del bosque.
-Ehhhhh, -protestó la Diosa de la duda-. Eso no se vale.
-O tal vez sí –le replicaste mientras hundías toda la estructura con tus fuertes músculos en la otra dirección-. Irónico, ¿tal vez?
Todo el mundo aguardó el veredicto unos diez minutos, los que tardó mi padre en terminar de reír y secarse las lágrimas.
-Ha ganado la más pura…pura fuerza bruta. Irónico, ¿verdad?
Mientras tanto, mientras pasabas por los pelos a semifinales, yo hacía lo propio aunque, en mi caso, sin sufrimiento ni pasión alguna. Así de fría se había vuelto mi personalidad. A cada verdad patética del Dios de los refranes, Don Popular, yo respondía con desgano y con una verdad irrefutable obvia. Sus débiles verdades populares ni bostezos provocaban en mi ánimo.
A la primera: "Centro atrás es medio gol" repuse lo obvio: "A menos que el oponente sea Argentina o México. En cuyo caso, es tres cuartos de gol". A la segunda: "No por mucho madrugar se amanece más temprano", le refuté con otro refrán "Al que madruga Dios le ayuda". Con el tercero tiré de un poco de ironía, valga la blasfemia: "Más vale pájaro en mano que cien volando"/ "A menos que seas alérgico a los pájaros". Lo demás fue un simple extender su sufrimiento, acorralado indefenso y desarmado claudicó con la siguiente: "Sarna con gusto no pica". Bastó que le demostrara que "en realidad sí que picaba" para que se largara a cien kilómetros por hora al toilette más cercano para untarse crema. Y de poco le valió asomarse desde allí y susurrar su última verdad: "Hazte amigo del juez" porque daba la casualidad que el juez…era justamente mi madre. Un triunfo fácil, rápido e insípido. Mejor dicho, irrefutable.
Otra cosa fueron, desde luego, las semifinales. Otro nivel, otra dificultad y otro tipo de rivales. Si habías pasado de causalidad de ronda, ahora sí que no tenías chances. Tu nuevo oponente, el Dios de la lluvia, era un maldito embustero, tan taimado y calculador como manipulador. Imposible verle las intenciones de buenas a primeras. E Incluso a las últimas. Más de una presa había caído devorada por alguna fiera sin advertir el fino entramado de trampas sutiles que le llevaron a tal final. En el torneo pasado, acaecido mil años atrás, solo mi padre fue capaz de vencerle en la final y tras cruenta y terrible batalla. Y sus víctimas preferidas eran por supuesto las jovencitas inocentes. Como tú, Pura. Justamente, como tú. Tan inocente que no advertiste su burda treta hasta muy tarde ya. ¡Y qué contenta te pusiste cuando tomaste la delantera con tanta facilidad! ¡Pobre ingenua! ¡Cuánta felicidad de tu parte al oírle decir: "Cuando llueve la gente usa paraguas" y al advertir que la balanza no se movía ni un ápice! Se trataba de una simple e inocua verdad. Muy alejada del tema en cuestión: la ironía. Y sin embargo…pronto todo se daría la vuelta. Eso sí, tú no te pusiste a la defensiva. No. Antes que preguntarte por qué te regalaban tan libremente la delantera, decidiste aprovechar el regalo envenenado sin tomar el más mínimo recaudo. Lo dicho: inocente.
-Si tienes siete monedas en la mano, no se te cae ninguna. Si es la última, siempre resbalará de entre tus dedos y se incrustará en un orificio inaccesible.
Ironía correcta, pues. Ni se trataba de una extraordinaria ni tampoco una fallida. Lo suficiente para ir ganado después de todo y más aún cuando el taimado Dios de la lluvia optó por mencionar una segunda y tercera verdad, aparentemente inocuas: "Pronto lloverá" y "Pura se ha olvidado su paraguas en casa". Demás está decir que luego de tan difícil cruce de cuartos, te relamías de lo lindo con la ventaja casi definitiva que obtuviste con tus dos ironías siguientes. Estabas tan guapa, lamiéndote el hocico con la punta de la lengua, tan ingenuamente guapa que no había Dios del Valhalla que en ese momento no envidiara mi situación. Y eso que éramos exnovios o ni eso. Examigovios con derecho a intercambio de miradas furtivas. Algo muy patético que vosotros, amigo Ranma, amiga Akane, casi ni utilizáis en la realidad. Recién con la cuarta ironía del dios de la lluvia, tu inexistente sentido arácnido se puso en alerta aunque ya era tarde. Aceptadas las tres primeras frases, ¿qué excusa se podía poner para no aceptar el regalo?
-Ironía número 4: Puesto que va a llover, Pura no tiene paraguas y ha aceptado que es necesario usar uno cuando llueve, yo le prestaré el mío.
Lo cogiste con miedo. Segura de que radicaba allí, la ironía que pretendía ser definitiva. Y efectivamente, así era. En ese mismo instante, el Dios de la lluvia aplaudió y los densos nubarrones que lo cubrían todo comenzaron a evacuar sus plimps doradas. Como por arte de magia, mejor dicho, movido por la magia de la ironía, el paraguas maldito se abrió sobre tu cabeza. Es verdad que ya habías logrado decir tu cuarta ironía y la balanza ya casi estaba por caer de tu lado. También era verdad que nadie da, sin pedir nada a cambio. Así pues, el Dios de la lluvia, luego de regalar tanta ventaja, decidió por fin, iniciar su ataque.
-Ironía número 5. De mi paraguas llueve veneno y has prometido usarlo hasta que deje de llover. Jaque mate. Me da igual cuán buena sea tu ventaja; si pierdes el conocimiento, quedarás automáticamente eliminada.
En el fondo te lo tenías merecido. No tanto por lo de la ingenuidad, digo. Si no por lo del combate anterior. Si antes habías ganado más por fuerza que por maña, ahora te estaban dando un poco de tu propia medicina. Verdad irrefutable X: Cuando los Dioses luchan, siempre gana el más fuerte.
Yo, que acababa de vencer nuevamente con facilidad pasmosa en mi encuentro de semifinales del torneo de la Verdad, me asomé por simple curiosidad a observar tu combate justo en el momento en que la ironía se desplegaba en su máxima expresión. Te observé abrir un paraguas que echaba gotas de ácido sobre tu cuerpo para protegerte de una simple lluvia de gotas doradas, que como todo el mundo sabe, son inofensivas, muy ricas e hidratantes.
-¿Qué haces? –exclamé, ofuscado.
-Lo siento, Irre –me respondiste con lágrimas en los ojos, a lo mejor por fallar delante de mi, a lo mejor, simplemente por el dolor-. No puedo evitarlo. Me ha tendido una trampa.
A medida que el ácido iba lastimando tu lindo rostro y cuerpecito de ninfa colérica, yo me iba poniendo más y más iracundo.
-Pues entonces abandona.
-¡NUNCA!
¿Nunca? ¿De verdad? Si el ácido no te desfiguraba la cara era solamente por tu calidad de diosa pero de seguro debía arder lo indecible.
-¿Cómo que "nunca", cabeza de chorlito? O abandonas o le pido a mi padre que te descalifique.
Como única respuesta te tumbaste en el suelo a unos cuantos metros de la balanza y te quitaste un zapato. Maldita sea, ¿por qué demonios no te rendías y ya? ¿Si era evidente que por mucho que te arrastraras jamás llegarías hasta tu destino? Entendía perfectamente que daba rabia rendirse a tan pocos centímetros de una victoria y también entendía que era mi turno de detenerte.
-Padre, descalifícala.
-¿Por qué? –me sonrió, expectante-. ¿No era que no la querías?
-Y no la quiero. Luego, es irónico. Sálvala.
Mi padre se echó los brazos a la espalda y se recostó sobre el respaldo de su trono.
-Lo siento, hijo. Hoy justo, juuusto, no me apetece reaccionar directamente a la ironía. Irónico, ¿verdad?
¿¡Qué demon….?! ¡Mira que era y es cabrón mi padre! ¿Cómo podía regocijarse en tu dolor? ¿Es que acaso albergaba alguna esperanza en tu triunfo? Volví a dirigir la mirada hacia el tatami y ohh, sorpresa, todavía seguías porfiando por vencer y a tu enrevesada y ridícula manera. Mira que escribir tu última ironía en un papel, meterlo en el zapato y arrojarlo hacia la balanza. Pura hasta el final e irónica. También brillante. Todavía recuerdo la cara de sorpresa de tu taimado rival y el murmullo de regocijo del público cuando el zapato golpeo en el borde del armatoste. También recuerdo mi tristeza y la del público cuando, luego de unos cuantos balanceos hacia uno y otro lado, el calzado decidió por fin caer al suelo y rodar fuera del tatami.
-Lo siento, Pura. Ahora sí que sí, abandona.
-¡NO! Esta ironía es demasiado importante para mi. Debo seguir.
Y seguiste. A falta de tinta (el lápiz ya se te había derretido entre los dedos por el ácido) intentabas escribir tu ironía con tu sangre divina que ya manaba desde algunas de tus heridas. Imposible. Aunque cubrías con tu cuerpo el papel, al final este siempre se te quemaba. Solo las lágrimas, aquellas que derramabas en todo momento por el dolor y la frustración, te ayudaban a mantener el papel un poco más de tiempo sin arder.
-Pero…¿se puede saber qué ironía puede ser tan importante para sufrir así, Pura? –estallé y al hacerlo recordé que la respuesta la tenía en tu otro zapato, en aquel primer intento que había caído justo muy cerca de mi posición.
"Aunque le he rechazado, sigo amando a Irrefutable".
-Madre –me dirigí a la Diosa de la Verdad-. Siento refutarte…pero está claro que te has equivocado. Hay más verdad en la estúpida actitud de Pura que en la objetividad sin sentimientos. A partir de ahora, ya no negaré más los míos.
Fue entonces que mi padre se acercó a mi madre y le susurró al oído:
-Verdad, ¿le has mentido a nuestro hijo durante su entrenamiento para que alcance la verdad por sí mismo? No conocía esa faceta manipuladora tuya.
-¿Qué? –se encogió de hombros-. ¿No puede mentirle una a su hijo de vez en cuando solo por ser "La diosa de la verdad"? Ese –me señaló- es tan cabeza dura como tú. No se le puede llegar al corazón por caminos directos.
-Jajajajaja –la besó-. Estoy tan orgulloso de ti que me casaría de vuelta contigo si no estuviéramos casados.
La verdad es que, aunque no podía oírles –los muy dioses susurraban-, sí que les había leído los labios. Y era reconfortante. Ahora lo sabía. La verdadera limitación para mis poderes era exactamente la contraria de la que me había dicho mamá en los entrenamientos. No sentía lo suficiente mis verdades al pronunciarlas ni creía en ellas tanto como por ejemplo, tú, Pura mía, en tus ironías. Claro que en ese mismo instante solo me preocupaba una cosa. ¡Que renunciaras, cabeza dura! ¡Qué renunciaras!
-Ya puedes parar, Pura. Ya lo he leído. Y te he entendido. Yo también te amo.
-¿Y a mí qué? –seguías mirándome con desdén mientras las fuerzas se alejaban de tu cuerpo exánime-. No creas que no puedo amarte y odiarte a la vez. Eres idiota. Y una cosa más. No pienso renunciar.
-De acuerdo –acepté que tu cabeza era más dura que mis argumentos, verdaderos-. Haz lo que quieras. Ojalá fueras exactamente al revés de cómo eres.
Bravo, Irrefutable. Bravo. ¿Cómo se te ocurre decir algo así sin procurar adornarlo con alguna rima? Lo decía de manera figurada y por despecho pero mi poder no lo entendió así. Tan solo hizo su magia acostumbrada. Luego, te levantaste, siendo exactamente lo contrario de lo que eras, con esta sonrisa que llevas ahora y, por supuesto, te quitaste el paraguas de la cabeza.
-Ay, ¡qué barbaridad! –exclamaste-. Llueve y ese señor tan delicado –señalaste al Dios de la lluvia- se está empapando. ¡No puedo permitirlo! Tengo que protegerle –y le encajaste el paraguas con ácido sobre la cabeza.
-Pero ¿qué haces, niña tonta? Ese paraguas es para ti. Yo ya tengo el mío. Mira.
-No, no –insististe-. Con ese no logra cubrirse del todo. Usaremos los dos paraguas, el suyo y el mío para asegurarnos de que no se enferme. Eso sería imperdonable.
-¿Pero y tú? –intentó una última manipulación- Ouch, joder, ¡cómo duele!
-No, yo no lo necesito. Solo con saber que una persona trascendente está a buen recaudo de la lluvia soy feliz. ¡Qué importa si yo me empapo! Lo importante es usted.
Y así siguió la historia durante unos minutos más hasta que mi padre de tanto reír declaró el evidente KO irónico a tu favor. Y esa es la historia de cómo te convertiste en Musa. Por mi culpa. Por un simple error…irrefutable.
Papá te examinaba mientras daba el veredicto final, alegre de la vida.
-O sea que ahora ya no es una diosa.
-No, supongo que no –acepté la situación con resignación-. Ahora es humana, sumisa y vanidosa.
Mi padre volvió a escrutarte.
-Dime, Pura…
-Perdone –le interrumpiste-. Yo me llamo Musa.
Claro. Eras ahora lo contrario de antes. Una verdadera musa por fuera y una falsa musa, por dentro.
-Cierto –se corrigió-. Dime, Musa. Si una rival tuya en el amor quisiera quedarse con tu hombre, ¿tú qué harías?
-Procuraría engañarla para que una muchedumbre encolerizada le lance tomates.
Por primera vez Ranma y Akane pudieron observar el raro espectáculo de tener a la vana y orgullosa de Musa llorando a pata suelta y sin poder contener siquiera los mocos.
-¿O sea que no me quieres? –le reclamaba a Haiku-kun-. Peor aún, me odias. ¡Soy exactamente lo contrario a lo que amas!
Akane le abrazó.
-Claro que te quiere, tonta. ¿No ves que él también es ahora el contrario de Irrefutable? ¿Que sus poesías son horribles?
-Noooooo, son hermosaaaaaas. Buahhhhh.
-Solo a ti te lo parecen porque eres lo contrario de Pura. Pero créenos; en realidad, Haiku-kun está tan lejos de Irrefutable como tú, de Pura. Ni siquiera estoy muy segura ahora de que Ranma me ame tanto como él a ti.
Ranma se puso pálido, intuyó que la conversación ya no iba por buenos carriles y optó por solucionarlo con presteza, diplomacia y mucho tacto.
-Oye, oye, oye. ¿Y quién ha dicho aquí que yo te ame, pecho plano? Ahora resulta que si una persona no puede estar ni un segundo sin pensar en la otra y en lo maravilloso que sería formar una familia, ya concluimos en que está enamorada de esa persona. Pues no. No lo estoy…aunque no pueda dejar de pensar en ti y en lo maravilloso que sería formar una familia.
-Es extraño…-se frotó los ojos Akane-. Está claro que a Ranma se le está pasado ya el efecto del té. Y sin embargo, Haiku-kun sigue con su relato como si nada. Y eso que él bebió antes.
-A lo mejor se está inventando toda la historia –razonó Ranma.
-Imposible. Para inventar algo así habría que ser un genio de la escritura perfecto y sublime. Tan extraordinariamente brillante como humilde y talentoso. Si existiera alguien así de resplandeciente, sería obligación de todos los integrantes de su público rendirle homenaje continuamente por medio de abundantes reviews.
-Cierto –repuso Ranma-. Yo creo que lo que ocurre aquí es que me lo bebí frío y él, caliente.
Haiku-kun asintió con la cabeza.
-Efectivamente, amigo Ranma. Eso mismo es lo que ocurre y como siento que ya queda poco para que se acabe el efecto de la pócima de la verdad, intentaré contaros el final ahora porque sería irrefutablemente inaceptable que os dejara con un final abierto.
Fin. Irónico, ¿verdad?
Historia Bonus
Los elefantes zombies.
Jajajajaja. Era broma. No soy tan malo. Por lo menos, no por el momento. Además no se me ocurre ninguna historia bonus sobre los elefantes "no-muertos". En fin…como sé que os quedasteis con algunas dudas sobre la historia anterior, procedo a completar algunos agujeros que quedaron sin explicar. Al día siguiente Happosai planchó la braguita antes de devolvérsela a Kasumi porque podía ser un viejito pervertido pero, desde luego, era también un caballero.
Fin de la historia bonus.
-Para cuando llegó la hora de mi final –prosiguió Haiku-kun con su relato-, tú seguías recuperándote de tus heridas. Por pedido expreso del árbitro, mi padre, la final de la Ironía se pospuso un poco y la mía comenzó en tiempo y forma, como corresponde a un solemne torneo de verdades. En frente, tenía como era más que previsible al otro invicto e inmaculado del torneo, mi buen amigo y mentor, Universal.
-¿Qué haces aquí? –me susurró antes de que diera inicio la final- ¿Cómo se te ocurre dejar que Pura se enfrente sola y herida a Clímax Jr. Ya te he avisado de sobra que ese tipejo…digo…diosejo, pretende hacer algo malo. Ella corre peligro. TODOS…corremos peligro si él gana.
-Calma –le tranquilicé-. Clímax Jr. perdió en semifinales con el retador encapuchado. No hay nada que temer pues.
"O tal vez sí". ¡Maldita sea! La muy Diosa de la duda había conseguido tildar a medio público con su latiguillo. Incluso a mí. Al punto que me encontraba repitiendo para mis adentros su estúpida consigna y en el momento más molesto.
-Comencemos con esto, amigo. Luego podremos ir los dos a ver el desenlace de la suya.
"O tal vez no"…
-Antes dime. ¿Ya has vuelto a la normalidad a mi prima?
-No. Papá dice que en ese estado, todo lo que hace destila ironía. Así que mejor la desencantaré después. Para que juegue la final con ventaja. No me faltarán ocasiones de hacerlo cuando seamos nombrados los dioses herederos.
"O tal vez sí"…
Universal esquivó mi comentario fanfarrón con elegancia. Dando signos de no necesitar entrar en disputas tan bajas para vencerme.
-Muy bien, amigo mío. ¿Quieres empezar o prefieres que lo haga yo? En un torneo de ironías quien habla primero corre con clara desventaja. En uno de verdades, simplemente da igual el orden de salida.
Y empecé yo. Con fuerza, inteligencia y aplicando en batalla las lecciones recientemente aprendidas.
-Verdad irrefutable divina número 1: Las verdades son más fuertes si se pronuncian con el corazón.
Cursi pero irrefutable. A lo mejor me respondían con algo más fuerte, a lo mejor no. En todo caso iba a lo seguro. Empezando con buen pie y sin mayor peligro que terminar la primera ronda con una leve ventaja o desventaja.
-Verdad universal divina número 1: Cuando una verdad dicha con el corazón muere, su dueño participa del dolor que su muerte provoca.
No te voy a mentir, Pura. Caí desplomado y sin fuerzas. Un dolor ancestral entre físico, mental y espiritual circulaba por todo mi cuerpo. Mi plan primordial, mantener el duelo parejo, se mantenía. La balanza apenas si apuntaba en su dirección pero ¿a qué precio? El de sufrir una agonía terrible de buenas a primeras. Y, ahora lo entendía, mamá no me había mentido del todo. Tan solo me protegía de todo esto. Pedirme que luchara sin empatías era el camino sin dolor. El que no escogí. Tampoco podía culparla por mentirme. Antes que maestra y Diosa de la Verdad, madre era…una madre. Eso sí. Me daba igual si ahora podía verla llorar desde el tatami mientras mi cuerpo convulsionaba solo. Yo ya había elegido mi camino. Tu camino, Pura. El de darlo todo, cueste lo que cueste.
Me incorporé.
-Verdad irrefutable divina número 2: A quien abandona sus convicciones para escapar del dolor, solo le espera un gran vacío y soledad.
-Verdad universal divina número 2: Cuando mueren las convicciones de alguien junto con las de su verdad, la agonía se multiplica de tal manera que pocos seres logran mantener la compostura. Locura, muerte o ambas a la vez son los únicos caminos posibles ahora.
Esta vez ni caí desplomado. Fueron mis verdades, todas ellas, las que se derrumbaron. Las pequeñitas que habitaban en mi interior y también las grandes y externas, las de mis acciones en vida. Y me quedé tan solo acompañado de un vacío atronador como el de un sordomudo sin recuerdos ni esperanzas.
No muy lejos de allí llegaban a mis oídos desprovistos de vida los ecos de otro murmullo imperial. Si mi duelo estaba siendo espectacular y poco reñido. El de la ironía se desarrollaba por idénticos cauces. El retador encapuchado ya había vertido su primer ironía y por poco si ganaba.
-Ironía final número 1: Soy el líder de los ateos y estoy a un paso de convertirme en un Dios. Que alguien me diga si existe mayor ironía que esta.
Pues ahora que lo pienso la verdad es que no. Nadie, ni siquiera mi padre, podía competir contra eso. Quizá por eso, la balanza se inclinó con tal violencia que a poco estuvo de darle por ganador sin dejar que tú, mi Pura devenida en Musa, lo intentaras.
-Ironía final número 1: Ahora soy una humana que compite por el puesto de un Dios.
Muy bueno. Lástima que…tu rival tenía un as bajo la manga que dejó todo igual.
-Ironía final número 2: Yo también soy un humano. Gane quien gane, el próximo Dios de la ironía será de esencia carnal.
A decir verdad, la risa maléfica de tu rival, aquella que solo tú veías por entre la hendija de su capucha intimidaba bastante. Todavía no sé, desprovista de tu valentía natural cómo osaste seguir enfrentándole pero así fue y ¡encima aplicando las enseñanzas de mi padre!
-Ironía final número 2: Desde que me han hechizado, todo en mi ha cambiado. Soy mi opuesto literal en todo y sin embargo, todavía sigo amando.
Y fue suficiente con oír eso para no rendirme. Nuestro amor simplemente trascendía la fuerza y los hechizos de los dioses. Te lo había negado todo con mi error. Todo menos tu amor. Por tanto, necesitaba una solución y la necesitaba ya. Miré de reojo a madre, mi mentora y nada. Tan solo seguía llorando. Tanto que fue papá quien se vio en la obligación de aconsejarme
-Lánzale una buena ironía, hijo.
-¿En un torneo de verdades? ¿Eres gilipollas o solamente te haces, padre?
-Bueno, sin duda se puede ganar así. Y de seguro, sería irónico.
-¡Pero es una batalla de verdades!
-¿Y acaso no es verdad que solo la ironía es más fuerte que cualquier verdad, incluida una universal?
-No lo sé. Ni me importa. Pero haré caso a tu consejo, padre y atacaré con algo más poderoso que una verdad universal.
Y así lo hice. Al fin y al cabo, esto ya lo habíamos hecho antes. Lo de enfrentarnos en una final. Y en esa ocasión tuve yo las de ganar. Claro que esta vez, utilizaría toda la verdad ancestral de la poesía para el bien. Por mi, por la verdad y por todo lo bueno que conocía. He de reconocer que con mis primeros cantos Universal se sintió totalmente sorprendido. Más aún cuando notó que ni me detenía ni la balanza dejaba de inclinarse estrofa a estrofa en mi dirección. Y poco importaban ya las reglas y la limitación de cantidad de verdades. Universal también se puso a cantar para defender su posición y así se mantuvo el duelo con leves vaivenes en una y otra dirección. Aunque a la larga, la victoria se acercaba a mi posición, simplemente por una razón, porque yo sí cantaba con el corazón.
Más allá. En tu tatami la cosa no iba tan bien como en el mío. De hecho, iba muy pero muy mal. Tanto que tu rival ya ni se molestaba en verbalizar sus ironías. Tan solo se limitó a quitarse la capucha que escondía su identidad para dar por cumplida su ironía final número 3.
-Dios mío –grito mamá-. Si es tu hermano Clímax. Con razón le ganó a Clímax Jr. tan fácilmente en semifinales. ¿Y pretende convertirse ahora en el nuevo Dios de la Ironía? Es tan retorcido que…no encuentro las palabras.
Papá se rascó la cabeza.
-Creo que quieres decir "Irónico, ¿verdad?"
-¿Cómo es posible? Si se había convertido en un humano normal.
-¿Un humano queriendo ser Dios? Decididamente, irónico.
Esta vez, mamá puso los brazos en jarra y a punto estuvo de acogotar al Dios de la ironía saliente.
-¿No pensarás darle por ganada la pelea a tu hermano? De sobra sabes que concursa para vengarse de ti.
-¿Yo qué culpa tengo si es rematadamente irónico? ¿O es que acaso tú le darías la espalda a una verdad manifiesta?
En el tatami, con la balanza a punto de reventar en dirección climaxquesca, los contendientes también se había tomado un momento para intercambiar impresiones.
-Me da igual quién seas. Yo soy ironía pura. Obviamente, no puedes vencerme.
-Ni lo necesito. Claramente tu destino es ser verdad pura. Nunca ironía.
-Cierto. Pero he renunciado a mi camino para no entorpecer el de mi amor. Ironía pura.
-Y le has salvado la vida. Porque has de saber que yo soy tu contrario. Una ironía tan impura y perversa que seguramente le hubiese matado como pronto te mataré a ti.
¿Clímax había vuelto? ¿Y pensaba matarte? Aquello me dejó helado. Como al público.
-¿Quién demonios le dejó entrar? Al final ibas a tener razón, Universal. Climax Jr. Debió de ayudarle. Él es el traidor.
-Jajajajaja –rió Universal-. Mira que eres tonto amigo. ¿Por qué no escuchas la ironía final número 4 antes de sacar falsas conclusiones?
-Todos creen que fue Clímax Jr. quien me dejó entrar pero en realidad fue mi buen amigo y discípulo, Universal.
Y con esto la balanza terminó de caer, coronando a mi tío como nuevo Dios de la ironía. Tan solo le faltaba arrebatarle de la mano la corona de laurel a mi padre para que el traspaso fuera oficial.
-Da igual si me ganas –vociferó Universal-. Mi papel era solamente entretenerte. Aunque te conviertas en Dios de la Verdad, sucumbirás ante su poder. Todos los harán. Todos ellos que nos han despreciado todos estos años lo harán.
¿Era realmente el final? Desde luego ahora que comprendía cabalmente la naturaleza de la conspiración, entendía de sobra que todas las vías de escape se habían cortado. Ningún dios se atrevería a enfrentar a Clímax cuando se convirtiera en el más poderoso dios imaginable, en el Dios de la ironía perfecta. Nuevamente nada de eso me importaba realmente. Tan solo las consecuencias inmediatas. Que había amenazado con sustraer tu vida. Pero qué hacer. ¿Qué demonios hacer ahora que apenas si podía con el formidable enemigo que tenía en frente y nada contra el todopoderoso a mis espaldas?
A lo mejor si me apuraba y vencía rápido, podía intentar vencerle en calidad de Dios de la Verdad, uno tan poderoso que superara la fuerza de madre, padre y quizá también la de un Clímax irónico. Sin embargo, cuando mi tío te golpeó con un combo perfecto y preciso para hacerte perder el conocimiento, vinieron a mi cabeza las sabias palabras de mi padre: "Cuando amas a alguien la ironía a veces es el único camino". Y abandoné mi torneo. Lo abandoné todo y salté a defenderte. Así de tonto y débil me enfrenté con los brazos desnudos al ser más fuerte jamás conocido.
-¿Qué haces amor? ¿Por qué abandonas tu torneo?
-He decidido postularme a Dios de la Ironía. Según las reglas, cualquiera puede presentarse si todavía no hay ganador.
-Pero, o mueres o te conviertes en lo que más desprecias por mi.
-Ironía irrefutable número 1: los caminos del amor y la ironía son uno solo.
-No sigas, amor. Así lo perderás todo.
-Ironía irrefutable número 2: perderlo todo y no perderte equivale a no perder nada porque tú eres mi todo y solo sin ti, ya no soy nada.
-Me haces llorar.
-Ironía irrefutable número 3: llorar por amor…ni siquiera hace falta que la explique…se trata de la ironía más dulce y más amarga que existe.
Clímax ya aplaudía detrás de mi con una gran y magnánima sonrisa.
-Bravo, Irrefutable. Bravo. Muy lindo discurso. Pero ¿Sabes? Si me enfrentas con esas ironías de pacotilla, te venceré. Además no hace falta. He visto lo que has hecho en el torneo de poesía. Tienes un lado oscuro. Tú también les odias. Únete a mi y construiremos un nuevo Valhalla sin cobardes ni traidores.
Más allá en el otro tatami, una escena similar se estaba desarrollando. Papá le cortaba el paso a Universal y no le permitía ir a coger la corona de laurel de mi madre.
-He ganado en buena ley. Tu hijo ha abandonado por decisión propia.
-Si, sí. Desde luego. Pero si mi hermano puede presentarse para Dios de la Ironía no veo por qué yo no puedo hacer lo propio en este torneo.
-Espera, espera. ¿Justo tú pretendes retarme a mi a un duelo de verdades?
-Irónico, ¿verdad?
Haiku-kun se tomó un momento para recuperar el aliento. Los sentimientos albergados durante tantos años en su pecho por fin afloraban poco a poco. Ya no quedaba nada para terminar la historia. Y sin embargo, develado el secreto de la mutación de Pura a Musa, todavía quedaba por revelar el mayor de todos. ¿Cómo llegó a convertirse en el peor poeta de Nerima? Ranma y Akane se mordían mutuamente las uñas en una escena por demás romántica y melosa. Musa, en cambio, ya ni atención prestaba. Desde que había oído lo de la ironías irrefutables se sentía como en una nube: libre, amada y feliz. Por lo demás, el parque seguía tranquilo y relajado. Muy del ambiente de un locus amoenus propicio para que los poetas canten. Solo unos extraños nubarrones en el horizonte teñía el ambiente de algo de intranquilidad. Uno nubarrones muy similares a los que había descrito el poeta del Valhalla de los dioses instantes atrás. Y hete aquí que Haiku-kun decidió terminar su historia deleitando a sus oyentes con una fenomenal demostración de sus capacidades poéticas.
-Le mer estebe serene. Serene estebe le mer.
-Mierda- farfulló Ranma-. Se acabó el efecto del té en el peor momento. ¿Tú crees, Akane, que el maestro Happosai acceda a prepararnos más?
-No hace falta –un bramido inconfundible y divino se dejó oír de detrás de un álamo-. Yo os contaré el final.
Efectivamente había acudido a la cita Clímax en persona.
-Por fin, maldito seas. Por fin, luego de tanto buscarte, he logrado detectar tu esencia divina. No sabía cómo demonios te habías ocultado todos estos años pero ahora que veo el disfraz, no puedo más que felicitarte. Muy ingenioso, sobrino. Muy ingenioso.
Ranma y Akane se pusieron en guardia. Haiku-kun recitó "Li mir istibi sirini/. Sirini istibi li mir" y Musa puso los ojos en blanco y exclamó: "Genial mi amor. Esa nueva estrofa era imprevisible".
-¿Qué hacéis, humanos? Vosotros no sois mi enemigo. No podría luchar contra nadie salvo Haiku-kun aunque quisiera. Aunque a lo mejor os apetece pelear contra mi discípulo. Es fuerte como yo y hábil como Irrefutable, ¿Verdad, Universal?
Justo entonces, de detrás de otro álamo, se pudo vislumbrar la terrible figura del Dios traidor, un Dios que por cierto, no tenía paciencia pues lanzó su primer hechizo a las primeras de cambio.
-Verdad Universal humana número 1: Ranma ½ termina con final abierto.
-¡Noooooooooo! –se desplomó Ranma y cayó en un estado comatoso-. Le dije que la amaba.
-Verdad Universal humana número 2: Y ella contestó, tan solo: "te he oído".
-¡Noooooooo! Ella me ama. Todo el mundo lo sabe.
-Verdad Universal humana número 3: Y si te ama tanto como dices, podrías explicarme por qué aprovecha la distracción de tus gritos para huir tan rápido como puede.
Ranma guardó silencio. A decir verdad no lo sabía. Lo normal en estos casos era que ella atacara sin plan ni eficiencia y él se viera obligado a rescatarla desarrollando alguna nueva técnica. Esto, en cambio, le tenía pasmado.
-¿Algún deseo antes de morir?
-Sí, claro –hizo tiempo Ranma-. Quiero saber el final de la historia. Creo que me lo merezco.
Universal se encogió de hombros.
-No hay mucho que contar. El muy Anticlímax me barrió en un plisplas. No sé cuántas verdades extraordinariamente universales le tiré a la cara, justificando mi mayor derecho a ser coronado como Dios de la verdad. Y sin embargo, siempre él me respondía con bostezos, expulsando ventosidades por su trasero y más bostezos. Al fin simplemente me preguntó:
-¿Has terminado?
-Sí. Supongo que sí. La balanza se niega a caer del todo pero no hay quien la mueva en tu dirección.
-¿En serio? Límpiate los oídos porque vas a oír mi célebre verdad irónica número 1: Podrás argumentar todo lo que quieras pero la Verdad me ama a mi y eso no hay quien me lo niegue. Además, verdad irónica número 2: ahora que soy el Dios del amor otra vez, si te venzo podré convertirme en el dios del "amor verdadero". Y contra eso, mi joven rival, no puedes luchar.
He de admitir que tenía razón. Me creía la gran cosa pero estaba a años luz de su capacidad argumentativa. Fue entonces que aprendí que las verdades no son acumulativas y que una sola gran verdad echa por tierra los castillos construidos por infinitas verdades falsas. Un poco más allá, a mi maestro le iba igual de mal que a mi. Se había tomado la molestia de ponerse unas gafas y sostener un tomo enciclopédico gigantesco al que lograba manejar gracias a la excepcional fuerza de sus músculos. Pasaba página tras página a la velocidad de la luz.
-¡Aja! –dijo de pronto-. Aquí está. Según la regla número 7b, inciso cuatro, párrafo 3, ningún Dios podrá irrumpir dentro del tatami si otros dos Dioses todavía no han acabado su enfrentamiento. Lo siento, Irrefutable, pero hay que descalificarte.
Claro que Irrefutable ya no estaba allí. Se encontraba en el trono de la ironía con la corona de laureles colocada sobre su cabeza.
-¿¡Pero qué haces!?
-Coronarme como el segundo Dios de la ironía de la era de Anticlímax.
-Pero…si yo he seguido todas las reglas y tú ni siquiera te has molestado en vencerme.
-Irónico, ¿verdad?
-¡Protesto! Los torneos hay que ganarlos.
El nuevo Dios de la ironía irrefutable bostezó.
-No lo niego. Pero ese –señaló el que estábamos disputando Anticlímax y yo- es el verdadero torneo. Esto es una simple pantomima irónica para burlarnos de ellos. Allí se siguen las reglas y aquí la única regla es que no hay reglas. Quien quiera ser Dios de la Ironía simplemente tiene que coger la corona. Ni más ni menos.
Mi maestro se sobó la sesera durante unos instantes. Aunque parecía todo perdido, todavía sonreía con su cautivante sonrisa maléfica.
-No creas que he llegado hasta aquí sin un plan B. ¿Sabes para qué sirve esta pócima? –sacó un frasquito de un pliegue de su túnica y bebió su contenido-. Sirve para convertirme en algo aún más poderoso que los dioses. En un devorador de esencias divinas. Y ahora que lo soy, simplemente atacaré a todos desde el más poderoso al menos poderoso y me comeré a la divinidad al completo.
¡Genial! Verdad que yo también era un dios y por tanto, mi vida también corría peligro pero ¡Genial! En calidad de devorador de Dioses, ningún poder divino le haría daño y su hambre y fuerza implacable acabaría con todos en cuestión de instantes.
Aunque, por supuesto, el maestro no contaba con que su rival y Pura simplemente desaparecieran.
-¿Qué pasó?
La ex diosa de la Verdad, su madre, contestó:
-Ha terminado el torneo y, por tanto, los humanos vuelven a la Tierra automáticamente. Tú deberías saberlo que te has leído y memorizado los siete tomos del reglamento.
-Pero…sí él es un Dios.
-Ya no. Cuando todavía era Irrefutable, es decir, el Dios del destino que hacía realidad todo lo que decía, le dijo a mi marido textualmente que prefería ser un humano normal y sin talento poético antes que el Dios de la ironía y ahora que ha alcanzado aquel logro, pues su verdad irrefutable anterior se ha activado. Ahora es el Dios de la ironía y también un humano con dotes poéticas nulas que ha viajado al mundo de los humanos.
El maestro no tardó en reaccionar.
-No importa. Entonces os comeré a vosotros. A todos vosotros. Buahahahaha. Y empezaré por el más fuerte. Por ti, hermano.
-Olvidas un detalle, Clímax –interrumpió la madre de Irrefutable-. Tú sigues siendo un humano.
Y el maestro desapareció también. Lo mismo que ocurrió conmigo cuando me desposeyeron de mi esencia divina por el "terrible" pecado de traicionar la confianza de los dioses y blablabla. En suma, ya nunca pudimos acceder otra vez al Valhalla. Pero al menos corríamos con una ventaja frente a ellos. El maestro regresó a la Tierra en calidad del devorador de Dioses y con la memoria intacta. En cambio a ellos, al atravesar el muro del Valhalla todos sus recuerdos les fueron reseteados.
Cuando Universal acabó con el relato que explicaba absolutamente todos los intrigantes misterios de esta historia, Akane se encontraba otra vez junto a Ranma con un objeto humeante entre sus dedos.
-¿Qué es eso, bruja? –clamó Clímax-. Aquí el único que bebe pócimas soy yo.
Akane se acercó y le mostró su tesoro. Más té de la Verdad.
-Le has encontrado gracias a nosotros. Porque le obligamos a recordar con este brebaje su esencia divina. Ahora sigue sin recordar nada porque se ha acabado el efecto. Pero si me dejas que le dé esto, una pócima más fuerte que la anterior, recuperará totalmente la memoria e incluso su esencia divina. Así podrás tener tu deseado enfrentamiento final.
-Jajajaja, humana. Veo que pretendes manipularme tentando mi odio para que te permita lo que no me conviene. Pues, adelante. Si vuelven a ser dioses podré por fin devorarlos.
Ranma se interpuso con los brazos abiertos.
-¿Qué haces? Yo puedo vencerles.
-Claro, mi vida. Claro. –le dio un beso en la mejilla-. Pero así es mejor. Tengo un plan.
Verdad irrefutable del Sensei número 1: Y lo tenía. De hecho, era uno bastante acertado aunque al principio parecía que no, ya que bastó que Haiku-kun y Musa recuperaran su identidad de Irrefutable y Pura para que Clímax separara el maxilar inferior del superior y comenzara a sorber esencia divina a diestra y siniestra. Pero luego, cuando Akane le susurró su plan a Irrefutable, todo se compuso en un santiamén.
-Querido tío –dijo el muchacho-. He decidido perdonarte por tus pecados. A partir de ahora, vuelves a ser un Dios y para compensarte, te otorgo poderes ilimitados. Yo diría que eres el Dios más fuerte de la historia.
Lo demás fue historia previsible. La pescadilla que se mordía la cola sin poder evitarlo.
-Arghhhhhhh. Pero si me estoy comiendo a mi mismo. Parad esto. Paradlo ya –se arrojó a los pies de la joven pareja-. Piedad, sobrino. ¡Piedaaaaaad!
Los ojos de Irrefutable centelleaban.
-¿Es que acaso te crees que soy tan blando como mi padre? Le has pegado a Pura ¿te acuerdas? Y cuando mi padre te dejó con vida después de lo que hiciste, tú aprovechaste la oportunidad para atacarnos.
-Perooo…yo soy el malo. Y tú el bueno….¡Piedaaaaaad!
-Ja. ¿No decías tú que yo tenía un lado oscuro? Que lo sepas antes de morir. A partir de ahora la ironía será oscura, maligna y retorcida de verdad. Sin la estúpida inocencia de mi padre. Ironía horrible….¡Como debe ser!
-¿En serio, sobrino?
-Jajaja. Claro que no, tío. Te estaba trolleando. Irónico, ¿verdad?
Y en la mente de todos los lectores resonaron las palabras de la Diosa de la Duda: "O tal vez no".
Final irrefutable.
Acertijo en forma de epílogos
Pregunta: Aunque Pura le llama "Siento-pena-por-ellos", su mascota tiene otro nombre. ¿Sabes cuál?
Epílogo y pista irrefutable número 1: La primera aventura del osezno de Pura.
Suele ocurrir luego del "vivieron felices y comieron perdices" que en realidad ni vivieron tan felices ni tuvieron su merecido banquete triunfal. En el caso de Ranma y Akane, las peleas se siguieron manteniendo aún después de novios (como era de esperarse dada sus diferencias innatas de personalidades). Solo que a medida que maduraban, se hacían, cada vez, un poco más agrias y serias. Ya se sabe que dos niños que discuten, se amigan al rato sin siquiera pedir perdón. En el caso de dos casi adultos, los rencores se guardan aún luego de fumar la necesaria y merecida pipa de la paz. Y el latiguillo constante, sonoro y muy doloroso era el mismo:
-Universal tenía razón, Ranma. No deberíamos estar juntos. Nuestro destino es otro.
Ocurrió, entonces, un año después de nuestra aventura y cuando Ranma escuchaba esa frase por decimocuarta vez en la semana, que se cruzara por el camino de nuestro protagonista una figura un tanto osezna.
-Caramba –murmuró el muchacho para sus adentros-. Los muy Irrefutable y Pura se han vuelto al Valhalla y se dejaron aquí a su mascota. Ven –le hizo una seña-. Te buscaré un hogar.
El pobre mamífero omnívoro olisqueó el zapato de su nuevo amigo y luego levantó una pierna, estiró la cola y las orejas hacia atrás y señaló con su hocico en dirección oeste imitando a los perros de caza.
-Ja –rió Ranma-. Supongo que tiene lógica. Eres después de todo la mascota del nuevo Dios de la Ironía. De acuerdo. Guíame a dónde quieras.
Desde entonces, mascota regordeta y humano avanzaron por diferentes paisajes. Cada tanto el osezno volvía a olfatear las extremidades de su nuevo amo y luego enderezaba el rumbo en una u otra dirección cardinal. Atravesaron una cárcel abandonada, un set de filmación, una carpa de un circo, un cementerio de relojes, una cancha de Hockey sobre hielo, el mundo entero desde París, una escalera gigantesca que desembocaba en una terrible tormenta, una canoa en el Más Allá, una oficina de un partido político, Cancún, uno o dos hospitales y por fin arribaron a una casita muy del gusto de Akane y subidas unas escaleras, se encontraron con una puerta adornada con un patito amarillo bebé y un nombre grabado abajo: "Seiko". Y sobre esa habitación, ya en la azotea de la casa se encontraba desde tiempos inmemoriales un gran tesoro, o mejor dicho, diez grandes tesoros. Verdad era que de tan viejos, muchos ya ni valían y que el décimo por ejemplo, llevaba décadas roto y olvidado. Pero otros, especialmente los tesoros número 2 y 3, se habían mantenido intactos al paso del tiempo.
Cuando Ranma optó por esconder en su bolsillo ambos premios y comenzó a desandar el camino a su Nerima actual, sabía de sobra que Akane ya nunca podría volver a darle la razón a Universal. Así pues, atravesó otra vez muchos paisajes conocidos y se alegró al ver nacer otra vez a las plimps, los plafuis, los "irónico, ¿verdad?" y también, al encontrarse con viejos conocidos, Amnar, Ranmond, Ranmakán, Anticlímax, Ibuki, Hachiro, Akanui, Yusuf y hasta la mismísima Rumiko en su mansión a medio construir.
Y finalmente, una vez llegado a destino, que más que destino era su presente, el presente 155 más concretamente hablando, cogió a Akane de la mano y le entregó ambos tesoros.
Akane se volteó, enojada.
-Te he dicho que no quiero nada de ti, Ranma. No deberíamos estar de novios. Y esto no se arregla con un simple presente. Nuestra creadora no quiere que seamos felices. ¡Y eso es una Verdad Universal!
-Cierto –se encogió de hombros Ranma-. Pero ahora nosotros tenemos algo más poderoso que una verdad universal. Dos mandamientos: el segundo, final feliz asegurado, y el tercero, final cerrado. Akane Tendo –se arrodilló-, ¿quieres casarte conmigo?
La muchachita de tan solo diecisiete años se turbó. Se esperaba cualquier cosa menos que justo Ranma decidiera saltarse todos los pasos intermedios para ir directamente al que más querían y temían.
-Ranma, creo que sabes perfectamente mi respuesta. Yo…-una corriente de aire repentina se llevó volando el tercer mandamiento y lo hizo con tanta fuerza que ya no se pudo oír el resto de su respuesta. Irónico, ¿verdad?
Fin del primer epílogo.
Epílogo y pista irrefutable número 2: La segunda aventura del osezno de Pura.
Aquellos conejos cercados por el león que mencionaba la madre de Irrefutable podrían parecer a los ojos de cualquiera unos simples ejemplos o metáforas de la necesidad del mundo y sin embargo, a ellos mismos, a los conejos, digo, muy poco les importaba lo que ocurría arriba en el Valhalla. Desde su óptica, su aventura era la única y principal y la de Irrefutable una simple historia secundaria. De hecho, para la conejita más pequeña, las nubes que dejaban caer su pesado líquido sobre Pura devenida en Musa, eran simplemente unas manchas en el horizonte que le impedían ver el amanecer, a lo mejor y muy probablemente, su último amanecer.
-Yo saldré hacia la izquierda y le distraeré –dijo, de pronto, la coneja del medio-. En cuanto me atrape, corred todos hacia la derecha y huid. No tiene sentido que muramos todos.
-Es un buen plan –le respondió la madre-. Pero yo soy la más vieja. Si alguien debe sacrificarse es la que menos futuro tiene sobre sus hombros. Saldré yo.
-Sin embargo –alegó la más pequeña-, yo soy la más rápida. Si salgo yo, le alejaré más y aumentaré las posibilidades de que los demás sobrevivan. Es mi deber hacerlo.
Después habló la mayor.
-Yo soy la más inteligente. Le engañaré para que me siga y así podréis huir con facilidad.
Luego habló el padre:
-Yo soy el más fuerte. Si peleo con él, perderé pero le distraeré más tiempo. A mi me toca actuar por el bien familiar.
Y por último habló el osezno que justo, justo pasaba por allí.
-¿No sería mejor actuar en familia? Si unen la fuerza del padre, la velocidad de la pequeña, la valentía de la del medio, la astucia de la mayor y la generosidad de la madre, seguramente podréis vencer o esquivar al león.
Y así lo hicieron. Porque sacrificarse es noble. Pero trabajar en equipo lo es más.
Fin del segundo epílogo.
Epílogo y pista irrefutable número 3: La tercera aventura del osezno de Pura.
Cuando el osezno acompañó a Ranma por su periplo por todo este universo de aventuras, se topó en un momento con el cementerio de relojes, custodiado por una estatua de un basilisco. Como buen animal trasmutado en otro, el osezno supo distinguir en aquella estatua, parte de su realidad anterior y quizás por melancolía, quizás por simple ímpetu amoroso, decidió pasear su hocico por sus pétreos labios. Y como no podía ser de otra manera, aquella piedra marmolada le supo a miel.
Fin del tercer epílogo.
Epílogo y pista irrefutable número 4: La cuarta aventura del osezno de Pura.
Y luego de tan brillantes y tan variadas aventuras, el osezno se sentó a descansar sobre un riachuelo. Cerca de allí un desconsolado Dios lloraba a mares.
-¿Qué haces aquí, osezno? –le preguntó el Dios de la lluvia cuando le vio-. ¿Es que acaso has venido a reírte de mi y restregarme por la cara la victoria de tu ama?
El osezno negó con la cabeza.
-No tienes ni idea de lo mucho que deseaba ser el Dios de la ironía.
-Y en el fondo –replicó el animal parlante-, tienes una fuente inagotable de ironías. Como Dios de la lluvia te ocupas de mojar coches recién lavados. Aguar fiestas al aire libre. Suspender eventos deportivos. Precipitar cuando no toca y nunca cunado lo predice el servicio metereológico. ¿Y la nieve? ¿Acaso no es la nieve un elemento de aspecto suave y blando a la vista y sin embargo, frío y resistente al tacto?
-Gracias, osezno. Eres sabio.
Y el buen animal se retiró por un sendero pequeño en busca de más gente a la que reconfortar con su especial sapiencia.
Fin del cuarto epílogo.
Epílogo y pista irrefutable número 5: La quinta aventura del osezno de Pura.
No muy lejos de allí Clímax Jr. También lloraba a pata suelta.
-Al final no hice nada en toda la historia. Me incluyeron exclusivamente para desviar la sagaz mirada del lector sobre mi y que nadie sospechara que el traidor era en realidad Universal. Soy peor que un personaje secundario. Soy una treta rastrera.
-Y sin embargo, si te portas bien y te esfuerzas mucho, a lo mejor tienes tu especial antes que Amnar.
Cuando Clímax Jr se giró hacia el sitio desde donde provenía la voz erudita, solo pudo distinguir una bola peluda alejándose de allí. Al principio pensó que le tomaban el pelo o que su imaginación le jugaba una mala pasada, Aún así, se levantó repleto de resolución y exclamó:
-¡Protagonizaré un especial aunque sea en el capítulo 1001!
Fin del quinto epílogo.
Epílogo y pista irrefutable número 6: La sexta aventura del osezno de Pura.
Cuando Hermenéutica-kun se casó con Miss Nerima, descubrió muy pronto que difícilmente tuvieran hijos. La belleza exuberante de la una le parecía un terreno árido y muy poco fértil para engendrar ideas elevadas de filósofo. Noche tras noche se preguntaba por qué demonios se había dejado seducir por aquella femme fatal que tan poco interés demostraba por sus elucubraciones aristotélicas y por debatir sobre la esencia del ser.
Así mismo, Miss Nerima (ese era su nombre y no su título) tampoco entendía por qué se había dejado engatusar por la labia de un hombre tan feo y aburrido. Pero sobre todo lamentaba en lo más profundo de su corazón la falta de un hijo guapo al que consentir y mimar. Así como Hermenéutica-kun lamentaba la ausencia de un heredero a quien traspasarle todos sus conocimientos filosóficos.
Por eso, cuando el osezno dejó sobre el felpudo de entrada a un joven amnésico, a ambos padres frustrados le brillaron los ojos. Y luego, Hermenéutica-kun pronunció su concepto filosófico irrefutable número uno: Gracias, extraño animal. ¡Eres la cigüeña más peluda que he visto en mi vida!
Fin del sexto y último epílogo.
¿Cómo se llama el osezno en realidad?
Se llama "Noveno mandamiento".
Para quién no lo recuerde, cito literalmente del capítulo 1: "Noveno mandamiento: Respeto por los personajes secundarios. No abandonaré a un estorbo, rival o ayudante en la relación Akane-Ranma cuando deje de serme útil. Si la trama lo permite, intentaré cerrar también sus historias".
Comentarios
Estimada blackpanterkjes. Escribes poquito pero siempre eres la primera en comentar. Eso da muchos puntos. ¡MUCHOS!
Estimada Desco. Tardé en publicar porque me enganché redactando este largo, largo, largo especial. Igual sí me pasó algo. Últimamente me han estado doliendo los ojos (paso demasiadas horas frente al ordenador) y eso no ayudó. Pero bueno, al menos la molestia ocular sirvió para inspirar el final del capítulo pasado. Y lo de no querer usar gafas es 100% real en mi caso. Pero no se trata de vanidad. Simplemente, mi cerebro (más allá de mi perfección inherente) no ha sido diseñado para estar pendiente de un objeto pequeño y delicado. Ya bastante tengo con buscar las llaves todos los días (y al móvil lo encuentro porque puedo llamarme con el de Minefine7).
Estimada Desco2. Esto de comentar por duplicado se ha convertido en una sana costumbre que debería trasmutar en tradición.
Sobre tu duda: "vacante" es para designar un sitio o puesto que no está ocupado por nadie y "bacante" es todo aquello que tenga que ver con el Dios Baco. Tuve la brillante idea de dictarle a Gohan los comentarios por el tema de los ojos enrojecidos y salió lo que salió. Aunque ahora que lo pienso…¿y si Baco se retira? ¿Su puesto estará "bacante" o "vacante"?
Te agradezco que compartieras conmigo lo que has escrito. Con solo leerlo me doy cuenta que hay muchos, muchos hermanitos de esta composición porque se nota que la has trabajado hasta conseguir el ritmo adecuado en todas sus partes. Y eso solo se logra con mucha práctica. A lo mejor puede sonar a poco elogio decir que una poesía tiene un buen ritmo y que este ritmo es equilibrado y sin embargo…es el mayor de todos. Porque tanto la prosa como la poesía trasmiten significados a todos los niveles: el literal, el no literal y el ritmo se ve afectado por el equilibro y desequilibrio de los sonidos que se entrelazan. Claro que en el caso de la poesía, este ritmo que se logra a través de la fusión de todos los significados es capital. En una poesía la cantidad de procedimientos que utilizamos para conseguirlo es mucho mayor. En unos pocos versos, a veces en un simple sonido que se repite, se esconde la magia poética que ata el puzzle que es cada poesía. Y el verdadero y arduo trabajo del poeta es conseguir que la gran cantidad de significados subterráneos se mantengan equilibrados a todos los niveles de tal manera que llegue al lector por todas las vías. Si un cuento es un pergamino que abrimos y desenrollamos para leer calmamente, una poesía ha de ser una bomba que explota al soltar el hilo que mantiene, en un pobre espacio, el universo de ideas que el poeta imaginó al crearlo. El ritmo no está ni en la métrica ni en la rima; se encuentra en toda la composición. Ya que estamos, te doy un simple ejemplo. ¿Recuerdas la Oda elemental de Neruda que cita Haiku-kun? En realidad es mucho más larga. Te copio a continuación un fragmento. Y te pido que no la leas, solo que observes el largo de los versos
Volvió la lluvia.
No volvió del cielo
o del oeste.
Ha vuelto de mi infancia.
Se abrió la noche, un trueno
la conmovió, el sonido
barrió las soledades,
y entonces,
llegó la lluvia,
regresó la lluvia
de mi infancia,
primero
en una ráfaga
colérica,
luego
como la cola
mojada
de un planeta,
la lluvia
tic tac mil veces tic
tac mil
veces un trineo,
un espacioso golpe
de pétalos oscuros
en la noche,
de pronto
intensa
acribillando
con agujas
el follaje,
otras veces
un manto
tempestuoso
cayendo
en el silencio,
la lluvia,
mar de arriba,
rosa fresca,
desnuda,
voz del cielo,
violín negro,
hermosura,
desde niño
te amo,
no porque seas buena,
sino por tu belleza.
Caminé
con los zapatos rotos
mientras los hilos
del cielo desbocado
se destrenzaban sobre
mi cabeza,
me traían
a mí y a las raíces
las comunicaciones
de la altura,
el oxígeno húmedo,
la libertad del bosque.
¿A que parecen gotas cayendo? Neruda ha optado aquí por utilizar el verso libre…pero no lo hizo porque sí. Lo ha elegido, porque de esa manera, imita el flujo constante de las gotas de lluvia al caer. Cuando se trata de trasmitir significado a todos los niveles, nadie puede con Neruda. Eso, pues, es poesía: atar multitud de significados y de niveles con criterio para generar un ritmo único. Y tú lo has conseguido.
PS: Sí, lo he notado. Las calamidades se llaman unas a otras. Pero las buenas nuevas también. Depende de nosotros conseguir que cambie la racha negativa, sembrando muchas oportunidades buenas.
Estimada Camuchis. Pues he intentado sorprender con esto. Sé que ha sido largo y tedioso por momentos. Pero yo me he divertido mucho redactándolo. Aún a sabiendas de que solo un selecto grupo de gente tendría la paciencia de leerlo entero. Sobre eso de que las mujeres tienen una ligera ventaja intelectual sobre los hombres, siento refutarte. ¡La ventaja es mucho más que ligera!
Estimada Sslove. Ya que te hace ilusión, te felicito otra vez. Bravo Ssolve. ¡Sigue así! ¡Eres la mejor!
