Capítulo 10: Laberintos en el trabajo.
La oficina era un caos tal como Ron le había indicado. De hecho, todo el Ministerio estaba dentro de una especie de torbellino de papeles y personas que iban y venían.
Se acercó a la oficina de su jefe con el reporte de la última misión. Era demasiado corto ya que finalizaba cuando desapareció de Italia. También había escrito el reporte sobre su estadía en Sudamérica. Este era más largo y, sinceramente, mucho más interesante que haber descubierto criaturas mágicas de origen ingles en Italia. Pero en Legales, le habían indicado que estaba fuera de su jurisdicción, a menos que pudiese comprobar que los protagonistas de lo que presenció en La Florinda eran prófugos ingleses.
Rebeca revoloteaba enérgicamente por todos los cubículos, pero nadie la notaba entre tanto ajetreo. Era divertido verla esquivar los memorándum que volaban por encima de los cubículos que conformaban su departamento.
– Potter, que suerte tenerlo de regreso, – lo saludó Kingsley Shaklebolt, – deje el reporte ahí nomás y tome asiento.
Harry obedeció expectante. No se imaginaba que podría decirle.
– Me informó Weasley, – carraspeó, – Ronald Weasley, que ya se encuentra en condiciones de salir a la calle. Así que le asignaré el caso del Puente. Su nueva secretaria ya esta informada, así que ella lo pondrá al tanto.
– ¿Quién es mi nueva secretaria?
– La señorita Sorei, – le anunció con una sonrisa.
Harry sintió.
– Es una suerte que ya esté bien. Desde que empezó Hogwarts usted ha sido mejor auror que muchos de los que han pasado por este departamento.
Harry lo observaba sin saber qué se suponía que debía contestarle.
– Dígame algo, Potter ¿Como estuvo su viaje por Sudamérica?
– Fue interesante, encogió los hombros.
– Tenía entendido que había presenciado actividades ilegales.
– Sí, pero no están en nuestra área de trabajo.
– ¿Y cuando lo ha frenado la ley a usted para completar un caso?
Harry lo miraba con curiosidad.
– Váyase ya, tiene mucho por hacer.
– Sí, señor. Se fue pensativo hasta su cubículo que se encontraba comparativamente vacío. Desplegó un mapa del Reino Unido y otro del mundo. Los estudió por un rato y luego los pegó cubriendo toda una pared.
– ¿Señor? – Lo llamó una voz suave con un fuerte acento extranjero. – Soy su nueva secretaria, Neko Sorei, – una joven de ojos oscuros le extendió la mano. Harry la tomó y se presentaron.
– Necesito que me informe sobre el caso del Puente.
La muchacha salió del cubículo y apareció con una enorme caja marrón flotando delante de ella. Empezó a vaciar su contenido y a contarle los detalles.
– Caso del Puente: El niño de trece años, Ulrich del Puente estaba con su familia en Londres, cuando fue capturado como rehén por tres mortifagos.
El primer mortifago identificado fue Draco Malfoy, quien se entregó a la Ley luego de un duelo ocurrido en las afueras de Hogwarts con el segundo mortifago, Severus Snape. Draco Malfoy ya fue procesado y ahora se encuentra en Azkaban, cumpliendo una condena de cincuenta años.
"El tercer mortifago no ha sido identificado aun. Estos son los posibles identikit que se han hecho. – Le cedió una carpeta llena de retratos y las hojeó sin darle importancia en el momento. Estaba atento a lo que le decían.
– ¿Qué se sabe de Snape?
– La agente Tonks tiene toda la información sobre él, pidió licencia y se ha llevado la pesquisa a su casa.
– Envíele una lechuza pidiéndole un resumen.
Sorei comenzó a escribir rápidamente en un cuaderno.
– Yo ahora me voy a poner a leer... – dijo resignado tirándose como una bolsa de papa sobre su silla.
– ¿Algo más?
Harry tardó en contestar.
– Sí, pero esto es extraoficial, así que necesito más discreción de la normal. Necesito que busque información sobre Jennifer Weaver. Es inglesa, pelirroja, tez clara, 1.65 metros de altura, fue a Hogwarts y actualmente vive en Sudamérica.
Escribía rápidamente.
– ¿Sabe cuando fue a Hogwarts?
– No, pero calcule que tendrá mi edad, tal vez más joven...
– Esta bien, ya mismo reviso los archivos. – Contestó sonriente.
– Y pregunte quién está investigando a Dolohov. Si es posible consiga un reporte de su caso.
– ¡Inmediatamente, señor!
Harry sonrió para sí mismo. Era bueno volver a trabajar.
Pasaron unas cuantas horas y él seguía concentrado leyendo todas las carpetas que estaban en la caja. En ese momento estaba revisando los posibles retratos del tercer mortifago. Los tenía desparramados en todo su escritorio y los observaba detenidamente buscando las características en común que tenían todos y las iba anotando. Cuando terminó, pronunció un hechizo sobre un papel en blanco y apareció una nueva imagen que contenía cada detalle que había ido anotando formando una nueva cara. Pegó el resultado en la pared y se quedó mirándolo. Ese rostro le resultaba conocido.
En ese momento apareció la secretaria con sus cejas fruncidas y algo enojada.
– El sr. Weasley tiene todo lo que hay sobre el caso Dolohov y no me permitió traérselos.
Harry murmuró una respuesta y se acomodó en su silla para observarla, la estudió inconcientemente por un rato.
– ¿Algo mas? – le pregunto molesta por la manera en que la miraba.
– Sí, no sé… – se pasó una mano por los cabellos y le sonrió de costado. La joven le devolvió la sonrisa dándole pie para que continuara hablando.
– ¿Te molestaría ir a comprar unas flores? – lo miró sorprendida sonrojándose un poco. – Una planta seria mejor, es que mi hada se alimenta del néctar. – explicó ofuscado.
– Sí, claro – contestó confundida, – solo necesito el dinero.
Harry buscó en sus bolsillos algunas monedas aunque no se imaginaba cuanto podría costar una planta, porque jamás había comprado una.
Una vez que se fue Sorei se fue hacia el cubículo de Ron, quien estaba concentrado mirando un pedazo de pergamino.
– ¿Qué haces?
Ron levantó la cabeza, se veía miserable.
– ¿Qué te pasa? – insistió Harry al verlo así.
– No sé… – contestó en voz baja. – No sé que me pasó, – empezó a explicarle. – Estaba leyendo el archivo de Dolohov, porque tu nueva secretaria me lo había pedido y se me cayeron estas fotos. En esta está mi mamá con sus dos hermanos. – Le alcanzó la foto y Harry la estudió sin entender qué ocurría. – Mi mamá siempre se sintió culpable de la muerte de sus hermanos. Estaban en la primer Orden del Fénix ¿Sabías? Y estaba enojada porque no podía hacer nada para ayudar.
Harry sonrió ante la ironía, ya que sus hijos también harían lo que sea para poder ayudar a cualquiera que realmente lo necesitara.
– También encontré estas fotos nuestras de cuando éramos unos simpáticos renacuajos en pañales. Pero lo que más me llamó la atención son estos pergaminos. Se les borró todo lo que tenían escrito. Eran cartas que fueron interceptadas cuando estábamos en Hogwarts.
– Eso es raro… – comentó Harry. – ¿Intentaste hacer aparecer las palabras?
– Sí, pero no ocurrió nada, tal vez sea la mala calidad de la tinta, pero lo dudo. – Empezó a guardar todo en un sobre.
– ¿No te molesta que tengan estas cartas?
Ron continuó ordenando los papeles que tenia. En sus ojos, Harry podía ver, había una mezcla de confusión y otra cosa más.
– Son de la época de Umbridge, en esos tiempos mantenían un legajo detallado de cada alumno sospechoso de apoyar a Dumbledore. – Harry se imaginó el tamaño gigantesco que tendría su legajo – Después fueron enviados al depósito, pero cuando Dolohov atacó mi casa, – tragó saliva, – juntaron todo lo que había sobre nosotros y lo pusieron en un mismo archivo.
De repente una horda de memorándum pasaron entre los dos estacionando elegantemente en el escritorio de Ron, quien continuó asegurándose que tuviese todas las fotos.
– ¿Que es ese nuevo interés que tienes por Dolohov? – preguntó Ron ceñudo.
– Solo curiosidad, nunca supe qué ocurrió exactamente.
– La carpeta esta, está archivada desde el ataque en La Madriguera. Lo último que se encontró fue la sangre y luego no hay nada que llame la atención. Pero fíjate tú, solo ten presente que es información altamente confidencial, por eso no quise dárselo a tu secretaria.
Harry asintió y tomó la carpeta.
– La leí un milon de veces, no logro encontrar nada, – dijo resignado y lleno de tristeza. – Tal vez tú tengas más suerte.
Ron sacó una caja de cartón de uno de los cajones de su escritorio.
– Te envió esto Hermione.
– Siempre preocupándose por mí, – contestó Harry al ver que en la caja había unos emparedados. Ron le quitó uno.
– ¿Qué incidente te tocó, entonces?
– El del niño muggle, del Puente. – Ron asintió. – ¿y a ti?
– Estoy cerrando el caso de Malfoy, padre. – le avisó sonriendo. – Con suerte después me mandan a Marruecos a hacer un curso. – Le dio un buen mordisco a su sándwich.
– ¿Cómo haces para soportar esto? – preguntó Harry con cara de repugnancia.
– ¿A qué te refieres? – dijo confundido.
– Esto sabe a pescado con dulce de moras – devolvió el emparedado a su caja.
– ¡A mi me gusta! – le dio otro mordisco.
– Y por eso eres tú el que se casa con Hermione y no yo. – Dijo riéndose mientras que volvía a su cubículo.
Allí estaba Sorei regando una pequeña planta con flores rojas. La puso sobre un armario y Rebeca parecía entusiasmada. Aunque se dio cuenta que se estaba quejando.
– ¿No quieres volver? – le preguntó el hada después de haber estado sentada en las flores.
– ¿Volver a donde? – cuestionó Harry mirando unos detalles de su caso.
– A la casa de Jennifer… – le reprochó y Harry entendió que a pesar de que él ya estaba contento de estar finalmente en su casa. Rebeca se encontraba tan perdida como él había estado en La Florinda. No sabía que podía hacer.
– ¿No te gusta la planta?
– No es eso… – él ya lo sabía. Hablaría mas tarde con Hermione, seguro que ella sabría qué hacer.
– No te preocupes, ya te acomodaré mejor para que no extrañes a Jennifer.
– No creo que debas sentir tanto remordimiento hacia Jennifer, ella siempre fue amable contigo, – se fue el hada del cubículo dejando a Harry abstraído por un rato.
Retomó los papeles con la historia del niño. Marcó con una cruz los lugares en el mapa donde habían avistado al mortifago desconocido por última vez. Y luego leyó las declaraciones de Draco Malfoy.
No le gustaba pensar en Draco Malfoy. Se merecía estar en Azkaban por un montón de razones, pero siempre recordaba la noche en la torre de astronomía con Dumbledore. No había podido matarlo y no lo iba a matar.
Harry se frotó su sien y miró unas fotos de Draco en la prisión. Parecía contento, lo cual era extraño. Claro que ya no habían dementores custodiando la prisión de magos. Habían sido reemplazados con Dragones y un escuadrón especializado en controlar el orden del lugar.
Se acordó de una misteriosa carta que había recibido donde sostenía que tenían información crucial para él. Había sido después de su sexto año en Hogwarts. Cuando estaba buscando tenazmente los Horcruxes. Se encontró con el incógnito autor del mensaje en el callejón Nocturno. No había sido capaz de verle la cara, pero la voz era sin duda alguna la de Draco Malfoy. Tomado por sorpresa y sin saber exactamente como reaccionar frente a la nueva revelación, escuchó atentamente lo que le tenía que decir y desapareció. Gracias a él encontró el quinto Horcrux.
En esos tiempos había estado metido en un juego muy peligroso. Caminaba sobre el filo de una espada. Cualquier movimiento en falso hubiese sido catastrófico. Pero, dentro de todo, hizo bien sus jugadas, terminando solo con cincuenta años de condena en una prisión que ya no era tan tenebrosa como lo había sido cuando había estado su padrino.
– Señor, – lo llamó su secretaria que se estaba yendo, – ya es tarde ¿Va a quedarse mas tiempo?
– No, no, – contestó acomodando sus cosas y abrigándose para irse. – ¿No te ha llegado respuesta de Tonks, no?
– Aun no, tampoco encuentro nada sobre Jennifer Weaver. Envié una lechuza a Hogwarts, y estoy buscando en el registro de personas mágicas alguien que coincida con esa descripción, pero podría haber estado bajo la influencia de una poción multijugos.
– Descarta esa última posibilidad, pero continúas bien con el resto.
Sorei asintió y él tomó la carpeta con lo del caso Dolohov para llevársela a su casa. Ya había pensado lo de la poción multijugos, pero el ritual que presenció le sirvió para ver que la Jennifer que veía no era una ilusión. No habría podido ser de ninguna otra manera.
Volvió a su apartamento y vio que Hedwig lo estaba esperando con dos cartas. La primera era de Remus Lupin.
Querido Harry:
Me enteré que estuviste viajando mucho, lo cual me alegra ya que te servirá para despejarte un poco de tu agitada vida en Londres.
Dora me contó que tu secretaria le escribió haciendo varias preguntas. Me pidió que te invitara a cenar para que te ponga al día sobre cualquier duda que tengas. Dime si mañana puedes venir.
Saludos
Remus Lupin.
Harry buscó un pergamino y una pluma y escribió una rápida respuesta.
Remus y Tonks. Mañana estaré allí. Gracias por la invitación. Harry
Luego leyó la otra carta. Era de Arthur Weasley.
Querido Harry:
Lamento que hayas tenido que ver a Molly así. Por suerte ya está mejor, habla bastante y con mucha mas claridad. Quisiéramos que nos acompañaras a cenar mañana, así nos puedes contar como te fue por Italia y por Sudamérica.
Cuídate mucho.
Arthur Weasley.
Harry volvió a tomar un pergamino.
Remus y Tonks. Preferiría pasar mañana después del almuerzo. Espero que no sea mucho inconveniente. Harry
Luego ató su respuesta en la pata de Hedwig y le indicó que volviera pronto para enviarle la otra respuesta al padre de Ron, confirmándole su asistencia.
Se iba a acomodar en el sillón cuando vio que Rebeca cargaba un vaso con agua con muchísima dificultad.
– ¿Qué haces? – preguntó perplejo.
– Se supone que hay que regar esta azalea. Mira lo triste que se ve. – Lo reprendió.
Harry, sintiéndose culpable por su ignorancia acerca de esas plantas, recogió el vaso que llevaba y echó el agua en la maceta.
– También podrías poner la planta mas cerca de la ventana, aquí apenas recibe la luz del sol.
Harry obedeció las instrucciones de Rebeca y luego encendió la televisión con su varita. Se tiro en el sillón. Necesitaba apagar su cerebro por un momento y la televisión era ideal para eso. Puso el cartoon network y se quedó mirando un especial de "La vaca y el pollito", que lo sedó por una hora.
Luego decidió hacer sus deberes. Empezando por leer el caso Dolohov. Repartió por el suelo todo lo que había y procedió de la misma manera que solía hacer. Tomo un mapa y marco sus últimos movimientos. Miró las fotos y las acomodó una al lado de la otra.
Luego decidió hacer una línea del tiempo ubicando cada hecho que se había registrado. Encontró unas cuantas discrepancias que no lograba entender.
Finalmente, dio por terminada su investigación del día cuando noto que en la ficha que indicaba los encargados del caso, el último había sido Ronald Weasley hacia cinco años. Eso no tenia sentido. Cinco años atrás recién entraban a la Academia y no les habían dado ningún caso hasta finalizado el segundo año…
"Tendría que hacer muchas preguntas", pensó cuando cerraba los ojos para poder dormir.
Se levantó con las primeras luces del día. La televisión había quedado encendida y puso el noticiero antes de preparase una buena taza de café colombiano que había traído de su viaje. Le esperaba un día agitado.
Rebeca volaba de un extremo al otro del apartamento cantando algo que sonaba similar a la canción de las chicas súper-poderosas.
Cuando llegó a la oficina solo estaban Ron y Kingsley poniéndose al día con sus vidas. Cuando lo vieron entrar lo llamaron animadamente.
– ¿Potter, Cómo va su investigacion?
– Bien, hoy necesito salir a hacer unas cuantas interrogaciones. Necesitaría hablar con Ron antes.
Su amigo lo miro con curiosidad. Justo en ese instante llegaba Arnold Peasgood un desmemorizador quien necesitaba hablar con su jefe urgentemente.
– ¿Qué te anda preocupando? – Le preguntó Ron cuando Kingsley se encerró en su oficina.
– Estuve leyendo el caso de Dolohov. – Ron asintió y se cruzó de brazos atento a lo que le iba a contar. – ¿Recuerdas nuestro primer caso en la Academia de aurores?
– Sí, a mitad de nuestro segundo año, a ti te tocaron los dementores en el Mar Báltico y a mi me asignaron la supuesta cueva de Merlín.
– Así es ¿Tienes idea quien fue el responsable de darnos los casos?
– Creo que fue Moody, – Ron lo miraba confundido. – ¿Qué tiene que ver esto con Dolohov?
– No sé, Ron… – le dijo suspirando y despeinándose con una mano. – La carpeta no se entiende mucho. Hay un montón de información que no tiene sentido. – Ron apoyo su cabeza en la pared, – ¿Tienes idea quien estuvo a cargo de la investigación?
– Sí, está especificado en la ficha, primero fue Frank Longbottom, el padre de Neville, luego fue Williamson. – Aseguró él. – ¿Ocurre algo malo?
Harry se sentó en la silla más cercana. El asunto este cada vez tenia menos sentido.
– Williamson murió el mismo año que estuvimos buscando los Horcruxes, Ron, y La Madriguera fue atacada un año mas tarde. En la ficha figuras tú como el último investigador, en el año 1999. – Harry lo escudriñó a Ron esperando una respuesta lógica.
– ¡Pero eso es imposible! – su amigo lo miraba con cara de incredulidad. – En ese año estábamos en nuestro primer año de la Academia…
– Sí, ya lo sé, a menos que alguien haya encontrado la manera de modificar los archivos.
– No digas estupideces, no hay manera de alterarlos.
– Estoy empezando a tener mis dudas.
– ¿Qué haremos? – Ron tenía un dejo de desesperación en su voz.
– Tengo que ir esta tarde a ver a Tonks. Le preguntaré a ella.
La mañana pasó velozmente en su cubículo tratando de organizar mejor todo lo que ya tenía. Su secretaria continuaba investigando la identidad de Jennifer Weaver sin tener respuestas concretas.
– Señor, necesito hablarle.
– Sí, pase, – le contestó quitándose sus anteojos para refregar sus cansados ojos verdes.
– Me llegó una lechuza de la directora de Hogwarts quien afirma que ninguna Jennifer Weaver, ni nadie con ese apellido ha asistido al colegio en los últimos doscientos años.
Harry se estaba empezando a frustrar. Parecía que estaba caminando en un laberinto donde lo único que habían eran callejones sin salida. Volvió a colocarse sus anteojos y se despeinó más de lo que ya estaba con sus dos manos. Noto que Sorei tenia una taza cargada con sopa y sintió una punzada en el estomago que le indico que tenia hambre.
– Esta bien, déjalo por ahora. – No tenía ganas de seguir investigando a su anfitriona en La Florinda. Tampoco era su prioridad principal en ese momento. – ¿Me podrías traer sopa a mi también? – le pidió mirando con ansias la taza que traía y ella le asintió con una sonrisa.
Cuando Sorei estaba saliendo por la puerta recordó algo más.
– Pregúntale a la Directora McGonagall si te puede dar la lista de todas las capitanas de Quidditch para Gryffindor. Tal vez allí encontremos algo, pero lo dudo…
– Vale la pena intentarlo, – contestó tropezándose con una caja que estaba en el suelo y volcando todo el contenido de su taza sobre la pared. Harry se acerco inmediatamente a ayudarla a levantarse. Sorei que estaba toda ruborizada no podía dejar de disculparse y trato de limpiar un poco el desorden que había hecho.
– No te preocupes, yo me encargo de mi sopa, – le dijo con una sonrisa y se fue con su abrigo y sus cosas a la cafetería del Ministerio. Desde allí se iría directo a la casa de Remus y Tonks.
Nota de autora
Por favor, dejen sus opiniones, saber que es lo que piensan de mi historia es muy importante para mi. Aparte me sirve para mejorarla. SEAN BUENOS, si saben que yo los quiero a todos…PLIIIIS! (Ya sueno desesperada!) Si me dicen que piensan y dejan su dirección prometo enviarles regalos, DINERO SI ES NECESARIO! (¿Ahora sueno mas desesperada?)
