Capítulo 11: Los Lupins y los Weasleys.
Remus Lupin estaba sentado en su viejo sillón favorito, leyendo un enorme libro de tapas de cuero en la sala de su casa cuando de repente apareció Harry Potter en su chimenea.
– ¡Hey, Harry! Llegaste temprano.
El recién llegado se sacudió el polvo de las cenizas en una alfombra absorbe-polvillo que estaba frente a la antigua chimenea de la casa inglesa a la que había arribado.
– Sí, no podía continuar haciendo nada en la oficina. Es que Tonks se fue y nos dejó un montón de trabajo para terminar. No sé cómo hacía para llevar tres casos al mismo tiempo.
– Dora se fue al mercado hace una hora. Estará aquí en cualquier momento. – Le avisó mientras tomaba la capa de Harry y la colgaba en un perchero.
La sala era una habitación bastante amplia de la casa que Remus usaba para estudiar. Tenía las paredes cubiertas con diferentes colecciones de libros y unos cuantos cuadros hechos por él en su tiempo libre. Entre ellos había una acuarela de Nymphadora Tonks que se mostraba en su apariencia original con una sonrisa de oreja a oreja que iluminaba toda su cara, estaba encantada para que solo su cabello marrón y su falda larga se movieran con el viento. Según Remus, era su mejor obra de arte. En un rincón de la sala había un enorme tanque lleno de agua con varias criaturas mágicas.
Harry Potter se acercó hasta el sillón con cuidado de no pisar ninguno de los juguetes que estaban tirados por el piso y se sentó.
– ¿Estás solo entonces?
– No, Pattrick está durmiendo la siesta y Félix está castigado en su cuarto. – Contestó sonriendo. Al mismo tiempo, sacudió su varita y dos botellas pequeñas de cerveza de mantequilla aparecieron volando desde la cocina hasta sus manos.
– ¿Qué hizo Félix esta vez? – Preguntó Harry con intriga.
Remus exhaló con resignación.
– Estuvo mezclando ciertas sustancias de la botica de Dora. Hizo un desastre, casi explota un calderón nuevo de peltre. – Sonrió con tristeza. – Pretendía darle su versión de una poción Matalobos a Pattrick… ¡Sinceramente no sé de dónde saca semejantes ideas!
Los dos quedaron callados por un rato, bebiendo relajados la cerveza de mantequilla.
– Cuéntame sobre Sudamérica ¿Es cierto que viniste con compañía? – cuestionó seriamente pero con un extraño resplandor en sus ojos ¿Acaso todo el mundo estaba planeando buscarle pareja a era solamente una estúpida impresión de su parte?
– ¿Con quién has estado hablando? – arqueó ambas cejas.
– Lo vi a Fred Weasley esta mañana, necesitaban consultarme sobre un proyecto que tienen.
Harry quedo pensativo por un rato.
– Sí, Rebeca me hace muy buena compañía, – fue lo que decidió contestarle y Remus lo miró perplejo. – Es mi nueva mascota.
– ¡Tienes que tener más respeto hacia el sexo opuesto, Harry! – le advirtió asustado de lo que estaba escuchando.
– ¿De qué estas hablando? Rebeca es un hada que me persigue a todos lados.
Remus lo observó con cautela. Seguía sin creerle. Harry suspiró y sacó el hada que estaba durmiendo en su bolsillo.
– Oh… Es cierto, entonces… – Abrió los ojos en asombro. – Pues… es bonita – dijo confundido. – Un poco grande de tamaño para lo que es el promedio de las hadas de aquí. Capaz que es una especie típica sudamericana.
– Debe serlo, porque tiene todas las características de un hada, pero puede hablar… Habla demasiado y es bastante inteligente.
Remus se acercó a sus libros y Harry volvió a guardar a Rebeca en su bolsillo.
– Creo que tengo un libro sobre eso… – masculló Remus mientras que miraba la biblioteca.
En eso llegó Nymphadora cargada de varias bolsas.
– Dora, no debes llevar tanta cosa, te hará mal. – Revolvió su varita y elevó las cosas que cargaba hasta la cocina.
– No seas quisquilloso que no me haré nada. – Le contestó sin notar que habían visitas.
– Hola Tonks. – Saludó Harry.
– ¡Hey, Harry¿Qué onda? – Le dijo y lo abrazó cariñosamente. Harry pudo sentir el bulto en su abdomen, que se asomaba debajo de la túnica que llevaba puesta. – En realidad estaba levitando todo. Sabes que se me caerían esas bolsas si las cargara yo misma ¡Con lo torpe que soy! Pero no le comentes a Remus, me gusta asustarlo. – Avisó Tonks riéndose para sí.
– ¿Cómo estas¿Para cuándo esperas al próximo merodeador?
– Será una niña, Harry. – Anunció Remus, que volvía de la cocina. – Dorita Lupin…
– ¡Se llamará Lillian, Remus, no insistas mas!
– Tengo tres meses mas para convencerla, – le dijo en lo bajo a Harry.
– Bueno, Harry James Potter, – dijo mientras prácticamente se lanzaba al sillón. – ¿Qué necesitas saber sobre Severus Snape?
Él se sorprendió de que Tonks haya ido directo al grano. Pero así era ella, no perdía el tiempo.
– Me dieron el caso del niño muggle que Snape secuestró. Tengo entendido que antes estuviste tú trabajando en el expediente.
– ¡Ah! – dijo circunspecta.
– ¿Qué me puedes decir? – insistió Harry.
– ¿Nadie te avisó?
– ¿Avisarme qué? – se empezó a enojar.
– Snape está en el programa de protección del ministerio. Se entregó hace una semana.
Se quedaron en un incómodo silencio mientras Harry procesaba la nueva información. Lo interrumpió el llanto de un niño que Remus fue a atender en el acto.
– ¿Por qué no fue directo a Azkaban como Malfoy? – preguntó ceñudo.
Tonks se acomodó mejor en el sillón.
– Harry, – intentó explicar, – Snape estaba defendiendo al niño que Malfoy y el otro mortifago habían secuestrado para poder escapar del país. ¡Sinceramente pensé que el caso ya estaba cerrado!
Harry demoró en hacer la siguiente pregunta.
– ¿Se sabe algo del niño entonces?
Tonks sacudió la cabeza en un triste no.
– Pero es seguro que murió… – Tonks se concentró en los juguetes desparramados por el suelo y a Harry le pareció ver una lágrima en su mejilla.
– ¿Y el otro mortifago? – Intentó retomar su indagatoria.
– Nadie quiere confesar. A Snape y a Malfoy les dimos Veritaserum y no tienen idea de quien pudo haber sido. Tonks tomó su varita y comenzó a hacer que los juguetes caminaran hacia un baúl de madera que había detrás del sillón. – Creemos que sus memorias fueron alteradas de alguna manera. Pero no quedaron rastros de ningún encantamiento en sus mentes. Sabes que Kingsley se especializa en esa área y no logra detectar nada fuera de lo normal. Te recomendaría que le hicieras una visita a Nott, tengo el presentimiento que no nos está diciendo algo.
– ¿Nott? – preguntó Harry recordando cuando habían peleado en el Departamento de Misterios en su quinto año. – ¿Qué puede saber él?
– No sé, – contestó cerrando el baúl que ya se había llenado, – Nott es un especialista en las Artes Oscuras, sabe mucha teoría y tengo el presentimiento que puede tener alguna pista de lo que ocurrió.
– ¿Entonces sospechas que no saben ni Malfoy ni Snape por obra de las artes oscuras?
– Estoy muy segura de ello.
Harry terminó su cerveza, continuaba analizando la información.
– ¿Tonks, recuerdas cuando estabas en la Academia?
El abrupto cambio de tema la sorprendió.
– Claro, fueron unos años divertidos. – Y por la expresión deleitada que tenía parecían haberlos sido.
– ¿Cuándo tuviste tu primer caso?
– El primero siempre es anterior al ingreso… a mi me tocó, – comenzó a tentarse de la risa, – escoltar un vampiro hasta Transilvania. Luego, depende de los profesores, algunos prefieren entregar misiones a partir del primer año, otros a partir del segundo. ¿Por qué preguntas?
– Es que me di cuenta que ni a mí, ni a Ron, nos dieron misiones previas al ingreso.
– ¿Qué más pruebas de que eres capaz de ser auror quieres después de haber derrotado a Voldemort?
– Igualmente… con Umbridge en el medio… No me olvido de las barreras que me puso para que no entrara a la Academia. Me parece raro que no haya insistido en que me designaran una peligrosa misión.
– Tal vez lo hizo, – dijo pensativa, – habla con Moody que estaba dando clases esos días en la Academia, si te intriga tanto. Yo no me molestaría. Después de todo ya eres un auror.
Remus Lupin apareció en la sala cargando a un niño en sus brazos que lo abrazaba con la cara escondida en el pecho de su padre.
– ¿Qué le pasa a Pattrick? – preguntó ella a Remus.
– El muchachote tuvo una horrible pesadilla, – le contestó mientras que Tonks lo tomaba en sus brazos.
– ¿Otra vez el dinosaurio violeta que habla en la tele del abuelo? – le preguntó Tonks en voz baja al pequeño, y el niño confirmó con la mirada al suelo. Tonks le dio un beso y lo abrazó con más ímpetu. – Ya pasó, Patt.
El niño pareció calmarse y se acomodó mejor en los brazos de su madre.
– Dile a Félix que baje para saludar a Harry, Remus.
– Ya le avisé, está terminando de ordenar su cuarto.
– ¿Te quedas a cenar, Harry? – preguntó ella.
– No puedo, te agradezco igualmente, pero me han invitado los Weasleys. – Se acercó a Pattrick que tenía los brazos extendidos hacia Harry y lo tomó con cuidado en sus brazos.
– Patt quiere que te quedes, – le dijo Tonks con una rara sonrisa que incomodó a Harry, – si quieres invitamos a los Weasleys, también.
Harry no quería ser un estorbo. Remus Lupin estaba mucho mejor económicamente gracias a que habían cambiado la ley (por obra de Hermione). Y ahora tenía un trabajo estable en la Universidad Brythonic dando seminarios sobre criaturas mágicas. Sorpresivamente para Lupin, se habían convertido en clases muy populares. La cuestión económica no era un problema, pero le costaba acostumbrarse a ese Lupin despreocupado por su dinero.
– ¡Es una buena idea, Remus! – se entusiasmó Tonks.
Resignado, aceptó la oferta y se sentó en el suelo con Pattrick a jugar un poco, mientras que Remus avisaba a Arthur Weasley que habían sido invitados.
– No te queda mal. – Le dijo Tonks con esa risa que lo irritaba.
– ¿No me queda mal qué cosa? – le preguntó tratando de ver qué tenía de raro ese día.
– Estar con niños… se te hace natural. Serías un padre estupendo.
Harry no sabía qué se suponía que tenía que responderle. Se sintió ofuscado.
– ¡Hey, ni que te haya dicho que era el fin del mundo! – le dijo Tonks riéndose de la cara que había puesto.
Era cierto que no le molestaría ser padre. Pero no llevaba una vida que se lo permitiera. Su trabajo consumía demasiado tiempo. No quería ser la clase de padre que nunca estaba para educar a sus hijos. Entre viajes e investigaciones, aunque recién ahora estaba aceptando misiones mas intensas, no encontraba el tiempo para buscar novia. Y últimamente todos parecían empecinados en hacerlo por él. Cosa que no lo molestaba, pero tampoco dejaba que jugaran a la celestina siendo él la víctima. Así que no pensaba en el tema y continuaba con su apacible vida dedicada a derrocar cualquier traza visible de corrupción de la magia en Inglaterra.
– Pero tu fuerte es el amor, Harry. Por esa misma razón pudiste derrocar a Voldemort. Debes abrir tu corazón a nuevas posibilidades. – Le había dicho una vez Hermione cuando quiso juntarlo con Emma Dobbs, una pasante en la oficina de Hermione. Era muy simpática pero no era…
– ¡Harry! – una voz que lo llamaba lo despabiló.
– ¡Hola, Félix! – lo saludó mientras que el niño se le había tirado encima para abrazarlo y Harry se reía.
– Mira lo que hice – le mostró un dibujo bastante difícil de descifrar. Se notaban unos círculos que supuso él que eran cabezas y unos bastoncitos en la parte inferior que daban la impresión de ser patas.
– ¡Uy, qué es? – preguntó entusiasmado tomando el pergamino.
– Es Fluffy. – Contestó seriamente con ojos expectantes.
Harry le sonrió. Se había olvidado que la vez que lo tuvo que cuidar en su apartamento, hacía un mes de eso ya, le había contado la historia de su primer año en Hogwarts. Luego había quedado muy impresionado como para irse a dormir. Lo tuvo que entretener durante toda la noche hasta que los dos se habían quedado dormidos en el suelo del living frente a la televisión.
– Parece una fotografía, – opinó frunciendo las cejas.
– No, si no se mueve. – Le corrigió Félix indignado de que Harry pudiese decir algo tan tonto.
Harry agitó su varita y el supuesto perro de tres cabezas comenzó a correr de un extremo al otro del pergamino y ladrando cada vez que se chocaba con el borde.
El pequeño de casi cinco años agarró el dibujo y se lo llevó a su padre quien lo pegó en la puerta de una de las alacenas de la cocina.
Harry retomó su lugar en el sillón y se quitó los anteojos.
– Tienes unos ojos muy lindos, Harry, – le señaló Tonks. – Tal vez yo también decida tenerlos.
– No, no, no, Dora, – le advirtió Remus mientras que le daba una escoba voladora de juguete a Félix, – los sanadores te advirtieron que no debes transformarte durante el embarazo.
Tonks abrazó a Lupin.
– Relájate ¿quieres? No haré nada que ponga en peligro a Lillian.
– A Dorita, quieres decir.
– Sí, a Lillian. – Se reía Tonks. – ¡Accio leche! – gritó sin necesidad y un biberón con leche apareció volando en la sala y se la dio a Pattrick para que la tomara.
– ¡Accio leche! – repitió Félix imitando a su madre y corriendo de un extremo a otro de la casa con la escoba entre sus piernas.
– ¿Me permites? – Le preguntó Harry a Lupin quien entendió a que se refería y asintió con su cabeza.
Harry miró a Félix y movió su varita provocando que el niño se elevara unos centímetros del suelo. El niño estaba encantado y gritaba de la emoción, mientras que Rebeca (ya despierta) pretendía ser un snitch que Félix debía atrapar.
Así se le pasó rápidamente la tarde a Harry, hasta que empezaron a llegar los Weasleys con suficiente comida como para alimentar a un regimiento entero.
Los primeros en llegar fueron los gemelos. Traían una caja con "proyectos" que deseaban mostrarle a Remus Lupin. Remus se reía con ganas de las ocurrencias de Fred y George, pero evitaba involucrarse. Como último merodeador, los gemelos lo consideraban toda una autoridad en el arte de hacer bromas.
Luego llegaron Arthur y Molly. Molly se veía alegre y por momentos hablaba, cuando no lo hacía, una expresión vacante se le dibujaba en su rostro.
– Es un lindo cuadro este, Tonks. – Molly admiró la acuarela.
– Lo pintó Remus cuando todavía estábamos en Grimmauld Place con Sirius. Le gusta mucho pintar. – Y era cierto, había sido él el que había hecho los dibujos para el mapa de los merodeadores.
Los últimos en llegar fueron la familia de Charlie quien se había casado con Ágata, una muggle profesora en una escuela secundaria de Rumania. Ya tenían un precioso bebe de 6 meses que se reía ante cualquier cosa.
– ¿Ron no viene? – preguntó Remus a Arthur mientras que se sentaban a la mesa.
Harry puso su mejor sonrisa.
– Hoy salía a cenar con Hermione. Iba a proponerle matrimonio.
– ¡Ya era hora! – Agregó la madre de Ron y luego continuó comiendo como si nunca hubiese dicho nada.
– ¡Entonces pronto tendremos una boda! – exclamó Tonks entusiasmada.
– Sí, luego sigue George – agregó Fred y George le lanzó la servilleta a la cara. Todos se rieron.
– Antes tendrán que salir campeones los Chudley Cannons. – Se defendió George.
– Les están yendo muy bien esta temporada. Ya llegaron a octavos de final y los Tornados están a punto de ser descalificados por mal comportamiento. Eso permitiría que lleguen directo a los cuartos de final. – Comentó Charlie seriamente.
– Pero las Harpies están en muy buenas condiciones. – Opinó Tonks.
– Síííí… – dijeron Fred y George babeándose. Era un equipo totalmente compuesto por brujas.
Continuaron hablando de Quidditch hasta que notaron que la esposa de Charlie se estaba aburriendo. Entonces Arthur Weasley le pidió que explicara cómo funcionaban los aviones para que pudiesen volar sin magia. Ágata lo expuso de la manera más didáctica posible, pero todos miraban con cara de perplejidad y prometió que la próxima reunión llevaría libros ilustrados con explicaciones más claras. Arthur no se dio por vencido y le continuó haciendo preguntas.
La cena pasó rápido y pronto se encontraban sentados en la sala tomando te, café o cerveza de mantequilla. Los niños hacía tiempo se habían dormido y los adultos aprovechaban para hablar de temas más serios.
Harry empezó a hurgar la caja de Sortilegios Weasleys. Había varias cosas interesantes. Entre ellas había un pensadero que tomó con cuidado.
– Yo no me acercaría tanto a ese pensadero, Harry, – le advirtió Fred un poco tarde. Sintió que la habitación daba vueltas y que era empujado hacia adentro.
Se encontró en un lugar oscuro y una planta gigante empezó a surgir frente a su nariz. Escuchó que alguien gritaba su nombre a su espalda y se volteó. Allí estaba su réplica exacta con ojos marrones con una hermosa mujer de cabellos tan rojos como el fuego y los ojos verdes brillantes más grandes que los suyos.
– ¿Mamá¿Papá? – preguntó desconcertado.
– Harry, ya has vuelto del trabajo. ¡Qué suerte! – dijo con alivio su madre mientras que la oscuridad iba tomando la forma de una colina de alguna extraña campiña inglesa. – Ayúdame con esto.
De repente apareció un gran cofre dorado.
– ¿A dónde quieres llevarlo? – le preguntó James.
– No sé, pensé que un poco de sol le haría bien. Aparte el sol estará durante todo el día.
– ¿Qué hacen por acá? – quiso saber Harry que estaba empezando a tener la terrible sospecha de que estaba muerto.
– Deja ya de hacer preguntas inútiles y siéntate a mi lado. – Le señaló James sonriendo. ¿Qué edad tienes ya?
– 24
– ¿No vas a abrazarme después de todo este tiempo sin vernos, cariño? – Le recriminó Lily pasándole una mano por sus cabellos revoltosos tratando de peinarlo un poco.
Harry la abrazó sin pensarlo dos veces, y cerró sus ojos tratando de absorber ese raro momento. Suspiró aliviado y abrió los ojos descubriendo que ya no estaba abrazando a su madre, sino a la misma planta que vio al comienzo.
Escuchó un ladrido y a lo lejos distinguió un punto negro que se movía, se acercaba tomando la forma de un enorme perro.
– ¡Sirius! – Exclamó contento Harry asombrado del nuevo invento de los gemelos.
– Hola, Harry ¿Quieres jugar un poco al quidditch? – le entregó una Saeta de Fuego y el tomó otra y se elevaron por el cielo despejado.
De tanto volar Harry se sentía desorientado. No sabía donde quedaba el suelo y donde estaba el cielo. Trató de sacudirse esa sensación de encima. Pero se percató que se sentía desorientado desde que estaba en el pensadero.
Sirius desapareció sin previo aviso. No lograba encontrar donde aterrizar y empezó a irritarse. Estaba frustrándose por no poder entender qué ocurría, en dónde lo habían atrapado y cómo saldría de allí.
Antes de poder continuar pensando volvió a ver la planta que flotaba en el medio de la nada. Un caprichoso viento movía sus hojas, y producía unas ondas en el lugar donde se apoyaría la planta. Harry vio con más cuidado que había un espejo de agua cristalina. Tanteó la profundidad con su pie y al notar que el agua solo cubría su talón, se bajó de la escoba voladora con precaución.
A la planta le estaban brotando unas enormes flores rojas. Una enorme flor eruptó en el tope. En el centro de la flor había una cara que hacía fuerza para salir. Harry estaba petrificado. Ya medio cuerpo de una niña había logrado salir.
– ¿Me ayudas, Harry? – le pidió risueñamente.
La tomó de las manos y tironeó con fuerza. Después de mucho esfuerzo se cayeron al agua que crecía en profundidad. El nivel del agua alcanzaba sus rodillas. Al levantarse descubrió que la niña era Jennifer que le repetía "No me odies"
Harry se sintió más mareado que nunca y empezó a sudar frío. Necesitaba sostenerse de algo. Se acercó a Jennifer pero se hacía cada vez más pequeña hasta transformarse en una semilla ¿O era una píldora? Harry la tomó en sus manos y se desmayó.
Nota de autora ¿Cómo están todos? Quería agradecer a todos los que me dejaron reviews. ¡Son lo mejor de lo mejor! Y A LOS QUE NO ME DEJARON, PIENSO INVOCAR LA MAGIA DE YA SABEN QUIEN PARA QUE UNA MALDCION CAIGA SOBRE USTEDES! Uuhhh…. ¡Me asuste yo! Mejor retiro lo dicho. Los quiero igual. Pero es lindo saber que uno esta haciendo un buen trabajo… y las reviews sirven para eso. No me importa si dicen cosas feas, yo los quiero igual. Besos! (infectados con licantropía para los que no dejan reviews…)
