Las esperanzas de una pelirroja olvidada
Harry Potter tenía que pensar rápido. No estaba seguro como debía proceder ya que no se le había ocurrido la posibilidad que tendría que volver a Inglaterra inmediatamente con dos personas a cuestas. Pero esta vez había venido equipado con los elementos indispensables para las misiones.
Tomó una alfombra voladora (ilegal en el Reino Unido, salvo para aurores en apuros). Buscó un frasquito y le echó una gotitas a la alfombra provocando que se hiciera invisible cuando era vista desde abajo. Allí puso al mortífago de las cicatrices, que seguía atado con cuerdas invisibles. No mostraba resistencia alguna a pesar del maltrato que estaba recibiendo de un Harry ansioso por llevar a Ginny a que la atendiera algún medico. Aparte de eso, pronunció unos hechizos apurados para que la alfombra siguiera a su escoba.
Ginny respiraba con dificultad y era eso lo que más le preocupaba en ese momento. No tenía una mejor manera de transportarla, así que la acomodó en sus espaldas como si estuviese llevando a su mochila, y a su mochila le puso unas gotitas para que también fuera invisible y la ató a la alfombra. Recién entonces creyó conveniente montarse a su Saeta de Fuego.
Ya no había neblina, pero era de noche, y la luna en cuarto menguante no iluminaba del todo. Sin embargo eso no lo molestaba, solo tenía la desagradable sensación que la vida de Ginny peligraba. Por lo que volaba a una velocidad que no recordaba haber alcanzado jamás.
Se dirigía al oeste, donde estaba la casa de Jennifer… Ginny (se tuvo que corregir) para poder utilizar la chimenea que los llevaría a la clínica. Pero esta vez no contaba con la ayuda de Rebeca para guiarse. Y esto le provocó un nudo en la boca de su estómago. Se había encariñado con el hada más de lo que podía admitir. Quería pensar que no hubiese sido necesario el sacrificio que hizo, pero se mentiría a sí mismo. Como él lo veía, desprenderla de un sapo a Rebeca, no se comparaba con devolverle a Ginny, simplemente no tenían comparación. Pero quién sabía cómo lucubraban las mentes de esas criaturas. Le estaría eternamente agradecido.
No pasaron más de cinco minutos para que llegara a la casita de madera. Aterrizó con un respingo que casi provoca que se chocaran la alfombra y su mochila con él. El hombre se veía verde y a punto de regurgitar por tanta sacudida, pero Harry lo pasó por alto. Entró a la casa sin notar que había una mujer allí.
– Discúlpeme… – le dijo ella suavemente mientras que él apoyaba a Ginny en el suelo, justo al lado de la chimenea. Harry, que no la había visto antes, en una milésima de segundo tenía a su varita apuntándole. La oscuridad le dificultaba verla. Y la mujer intentó encender luz.
– ¡No se mueva! Quédese donde está… – ordenó él tratando de que sus ojos se acostumbraran a la penumbra. La mujer le obedeció. – ¿Qué esta haciendo aquí?
– Quería saber si Jennifer estaba bien… – contestó tranquila. – ¿me permite prender la luz?
Harry hizo un firulete veloz con la varita y todo quedó iluminado. Ahora estaba encandilado y tuvo que cerrar los ojos. Se maldijo, no había sido una maniobra muy inteligente de su parte. Cuando sus ojos se habían acostumbrado, vio que la mujer estaba tocándole la cara a Ginny. Eso le bastó para sacarlo de sus casillas. Tomó a la mujer por un brazo, y la apartó de la pelirroja.
– ¡Aléjate de ella! – le gritó.
La mujer se puso de pie y Harry se dio cuenta que se trataba de la sanadora del pueblo, la conocida señora Capostagno. Portaba una expresión de extrema concentración. Comprendió que él mismo estaba alterado y trató de contar hasta diez en su mente para bajar los decibeles de su mal humor.
– Perdón, – balbuceó.
La mujer asintió, pero continuaba llevando su entrecejo fruncido en concentración.
– ¿Me permitiría examinarla?
– Por favor, – le suplicó él sintiendo que suspiraba en alivio.
Volvió a apoyar sus manos en la cara de Ginny.
– ¡Por las barbas de Tritón¿Qué ocurrió? – preguntó al ver mejor el estado en que se encontraba.
– Ginny, Jennifer, – Harry ya no sabía como referirse a ella frente a la gente del pueblo. –tuvo una hemorragia importante. La estaba por llevar a la clínica.
– No deberías estar moviéndola de un lugar a otro. – le reprendió, no sabía si en parte no era por la manera que él la había tratado. – Me puedes llamar Bianca, supongo que tú eres Harry Potter.
No se le ocurría qué responder. Miraba detenidamente qué hacía la sanadora agachada, apoyando sus manos en diferentes zonas del pecho de la pelirroja. Sus dedos se avivaban en algunas partes y allí se detenía por más tiempo.
– Ginny… ella tiene suerte de tenerte. – dijo de repente con un dejo de admonición en la voz. – una vez me dijo que vendrías tras ella, que tardarías, pero que ibas a encontrarla.
Las manos de Bianca se apoyaban en la frente. Mantenía los ojos cerrados pero continuaba hablando sin problemas.
– Yo no le creía, le decía que dejara de soñar, que pusiera los pies en la tierra si quería irse de este lugar. Que de nada le serviría atenerse a falsas esperanzas.
Bianca abrió los ojos para sondearlo con la mirada.
– Me contestó que ya se había aferrado a esperanzas que parecían imposibles contigo y que siempre resultaban bien, que era solo cuestión de paciencia. Paciencia y fe… – Se detuvo para abrir la cantimplora que le colgaba en el cuello, le derramó un poco de agua en la boca a Ginny quien no abría los ojos aun, ni parecía estar respondiendo a lo que fuera que le estuviese haciendo la sanadora.
Bianca lo volvió a mirar, esperando alguna clase de respuesta de Harry después de lo que le estaba diciendo. Él solo pudo sonreírle levemente. Es que estaba pensando en la primera esperanza de Ginny. Solo deseaba ser notada por sus ojos verdes desentendidos. Le tomaron unos buenos seis años, pero terminó enamorado de ella. ¡La fotografía! Esa foto que tenía en la cómoda de su habitación la había tomado Colin cuando recién comenzaban a salir. Harry había estado desprevenido, ya que se rehusaba a toda costa a sacarse fotos. Pero Ginny tramó un muy buen plan. Fue corriendo hasta donde se encontraba él en los parques de Hogwarts y ella pegó un salto con la intención de rodearlo con sus brazos. Mientras, Colin estaba preparado detrás de un árbol con su cámara apuntada al lugar del hecho. Le habían tendido una muy buena trampa.
Bianca Capostagno continuaba en plena labor, su rostro se había arrugado portando una expresión de esfuerzo. Había comenzado a sudar y sus dedos se encontraban estirados a la altura del pecho como si estuviesen acalambrados. Harry ya no soportaba ver eso.
Sin hacer ruidos se fue hasta el cuarto de Jenn- Ginny. Buscó la famosa foto. Y ahora él se podía ver con claridad recibiendo el abrazo de la versión adolescente de la pelirroja. Entendió que las fanales habían logrado lo que ningún otro mago había conseguido antes, burlar toda evidencia que relacionaran a Jennifer con Ginny. Pero cómo lo habían conseguido seguiría siendo un misterio para él.
– Las cartas… – susurró recordando la correspondencia que había tenido en su último año en Hogwarts. Porque al regresar de su búsqueda tras los Horcruxes, Ginny lo obligó a escribir lo que equivaldrían a todo un año de correspondencia, donde le debía explicar absolutamente todo por lo que había pasado el año anterior. Y Ginny a cambio le escribió otras cartas respondiéndole. Pero la carta con toda la historia y sus debidas explicaciones solo fue una, ya que tenia "una gran habilidad para resumir todo", como le había indicado ella con sarcasmo. El resto habían sido súplicas para que volvieran a estar juntos, o interminables listas enumerando las razones por las que debía ser su novio, o el ensayo que había escrito comparando sus pecas con las constelaciones. Finalmente con la quinta carta cedió, solo había sido una nota escrita en un trozo de pergamino viejo y nada mas había bastado un "Te amo, Ginevra Weasley"
Guardó todo en su mochila. Empacó las cosas de Ginny lo más que pudo. Pues su mochila estaba echa para cargar cuanta cantidad de cosas quisiera, reduciendo su peso a razón de uno en diez mil kilos.
Se sentó contra la pared de la sala esperando y esperando. Por momentos, veía que aparecían burbujas con una sustancia celeste adentro que se desprendían de las manos de la sanadora y quedaban flotando por el techo hasta desaparecer en un plop.
– Le devastó cuando te fuiste de la Florinda. – le dijo luego de un rato de silencio en los que parecía haberse congelado en el lugar. – Pensó que cuando vieras la ceremonia te ibas a interponer y la ayudarías. Jamás se imaginó que te irías así. – Retiró las manos del abdomen de Ginny y se las frotó entre sí. – Pensó que ya no tenía esperanzas. Y fue entonces que dejó de ir a trabajar, nunca estaba disponible para nada. A partir de que te fuiste, dejó de importarle todo, se había convertido en un vegetal.
Harry tragó con fuerza. Ya se sentía bastante mal por todo lo que había ocurrido, pero que se lo dijeran en forma directa solo servia para reafirmar su culpabilidad. Ginny no lo perdonaría.
– Necesita descansar en un hospital, Potter. – Declaró mientras se ponía de pie. – Yo ya no puedo hacer nada más. Tiene toda su energía catabólica acelerada. Intenté acelerarle su energía anabólica, pero solo servirá por unas horas. Para reestabilizarla necesito el equipo medico de un hospital. – Suspiró y tomó agua de su cantimplora. – ¿Qué le hicieron esta vez¿Por qué hubo tanta neblina?
Harry también se levantó y sintió cómo se le formaba un nudo en la garganta al recordar la cueva.
– No lo se. Salió mal esa ceremonia que realizan… – no deseaba entrar en muchos detalles.
– ¿Qué hace Andre Boyd atado así? – señaló hacia fuera.
Harry se detuvo a mirarla. Hacia demasiadas preguntas.
– Es un mortífago buscado por el gobierno ingles.
– Era hora que vinieran entonces. Supongo que los demás huyeron. En la cúpula del poder hay, o mejor dicho había, cualquier cantidad de criminales escapados de diferentes partes del mundo. Pero de repente se cayeron las barreras que nos mantenían escondidos. – Suspiró resignada. – Supongo que a estas alturas las autoridades mágicas de los países vecinos se acaban de dar cuenta que apareció una enorme región así como si nada. En la ciudad debe estar lleno de aurores de Chile, de Argentina y quién sabe si hay de Perú y Bolivia. No me sorprendería…
A Harry le importaba un comino en ese momento, solo quería saber que Ginny iba a estar bien. Pero en un costado de su mente se dio cuenta de lo que le estaba diciendo. Había surgido un nuevo territorio por el que disputarían los países vecinos. A menos que se comprobara su soberanía. Pero con todos sus habitantes huyendo, eso seria imposible.
– ¿Dónde están sus hijos? – le preguntó por los mellizos que sabían que siempre andaban detrás de ella.
– Mi marido se fue temprano a donde viven mis padres por Neuquén. Los llevó con él. Yo quise esperar a que regresara Ginny. Solía caer en una profunda fiebre cada vez que se encontraba con las fanales. Pero nunca nada tan grave como esto.
Harry se agachó y le tomó una mano a Ginny. Se notaba que su respiración estaba acelerada, seguramente por lo que le había hecho Bianca.
– ¿Qué harás ahora? – le preguntó la sanadora.
– Ir al hospital ¿Puede viajar en traslador? – cuestionó preocupado.
– Únicamente si va acompañada.
– Pediré permiso ahora mismo… ¿Qué harás tú? – Harry estaba buscando algo en su mochila.
– Yo me desapareceré en cuanto sepa cómo harán para regresar. No puedo quedarme mucho más tiempo aquí ¿Qué hará con Andre Boyd? – sacudió la cabeza hacia donde estaba el hombre afuera de la casa.
Tenia muchas ganas de dejarlo atado allí. Pero sabía que tendría miles de problemas. Así que tomó un pequeño espejo entre sus manos.
– ¡Ron¿Ron, estas allí?
El reflejo de Harry se disolvió y se transformó en la cara perpleja de Ron Weasley.
– ¡Harry¿Dónde estás? Ginny… no sabemos donde… mi mamá está contando… y Dolohov… nos olvidamos… y ahora esta hablando… pero Ginny… ¡Y Ginny, Harry! – No podía entenderle una oración completa. Se imaginó que cuando se había roto el hechizo todos volvieron a recordarla. No quería imaginarse la revuelta que se habría ocasionado.
– ¡Ron! – exclamó para que le prestara atención, pero sin mucho resultado. – ¡Ginny está conmigo! Pero necesita ir ya mismo a San Mungo. – Ahora Ron tenía toda su atención puesta en Harry con los ojos bien grandes, tardó unos segundos en reaccionar y comprender lo que le decía su amigo. – Necesito que vayas ya mismo a la oficina de trasladores y me den vía libre para ingresar al país y para realizar trasladores.
– ¡Está bien, dame cinco minutos! – contestó Ron y reaparecieron los ojos verdes preocupados de antes.
Si Harry hubiese seguido el protocolo correspondiente, antes de haber tomado la escoba y sus cosas para llegar hasta La Florinda, no tendría que pedirle ningún favor a nadie. Pero se hubiese atrasado al menos una semana mas para llegar. Y hubiese sido muy tarde para Ginny. No quiso pensar en eso.
La señora Capostagno le ofreció su cantimplora a Harry quien aceptó con gratitud.
Sintió calor en sus manos y vio que el espejo cambiaba de tonalidades.
– ¡Harry! – Vio que reaparecía Ron, – ya está listo.
– Avisa en Azkaban que un mortífago aparecerá allí y ve a San Mungo.
– Ya están esperando a Ginny ¿Cómo esta? – preguntó con algo de tristeza.
Harry miró detrás suyo donde estaba ella luchando por volver a vivir.
– Inconciente… – suspiró él, – necesita que la atiendan.
– ¡Apúrate, entonces!
El solo afirmó con la cabeza y tomó un calcetín sucio que había visto tirado en el cuarto de Ginny. Con ese hizo el traslador hacia Azkaban. Luego tomó uno de los libros que Ginny guardaba en las cajas y realizó el otro que iría al hospital londinense, para dos personas.
Se acercó hacia el mortífago y le explicó que iría directo a la prisión. Luego apoyó el traslador en la mano de Andre y éste se desvaneció en el aire.
– Gracias por todo, Bianca. – le dijo mientas le daba la mano. – Has ayudado mas de la cuenta, te estaré siempre agradecido.
– Lo hago por Ginny, – le contestó – esperaré noticias tuyas y de ella. – Agregó mientras que Harry se colgaba la mochila y se agachaba para apoyarle el libro encantado en una de sus manos.
– Adiós, – dijo cuando solo faltaban tres segundos para que se activara el traslador.
Harry no se había dado cuenta que había pestañeado. Cuando volvió a abrir los ojos estaba en el hall de entrada del hospital. Allí lo esperaban Arthur ceñudo, los gemelos y un sanador que parecía bastante mayor.
Un equipo de enfermeros se acercó a Harry y a la pelirroja. Uno lo ayudó a que se pusiera de pie, y otro elevó a Ginny por los aires y se la llevó corriendo al área de emergencias. Luego iría al cuarto piso donde ya tenia un cuarto asignado al que aun no podían entrar. Ahí era donde lo llevaron los Weasleys.
El pasillo era largo y había sillas entre puerta y puerta de los cuartos. Harry se sentó en una silla impaciente a tener noticias. Sin notar que el resto de los Weasleys que allí se encontraban lo miraban fijo, esperando explicaciones que él todavía no deseaba dar.
De repente, escuchó que se aproximaban unos tacos apresurados, levantó la vista y la vio a Hermione algo agitada.
– Vine en cuanto me dijo Ron. – Le dijo a Harry – ¿Qué ocurrió?
Lo inevitable. Hermione nunca se callaba. Ahora tendría que explicar cosas de las que todavía no lograba entender muy bien.
– Dolohov… – empezó con dificultad, – Dolohov se la llevó a Sudamérica el día del ataque en La Madriguera. La obligaban… – su boca se había quedado sin saliva, – la obligaban a hacer magia oscura y la tenían amenazada con nuestras propias vidas.
– ¡Ginny es mas inteligente que eso! – exclamó George que tenia una expresión de furia que no le sentaba muy bien. Harry estaba acostumbrado a verlo siempre con una sonrisa. – Ginny sabe que es difícil deshacerse de nosotros ¿Por qué creyó que nos pasaría algo?
– No es eso, George, – trató de calmarlo Harry, – hubiésemos muerto sin saber el porqué. Aparentemente Dolohov hizo magia oscura en La Madriguera, resultando en la muerte de todos los que durmieron allí en el caso de que Ginny muriera.
Hermione estaba con una mano en su boca y los ojos bien abiertos.
– ¿Por qué no podíamos recordarla, Harry¿Por qué había desaparecido todo rastro de ella? ¿Cómo la encontraste? – su amiga le preguntó casi en un susurro cargado con mucho temor.
Harry suspiró y se sacudió sus cabellos. Lo cierto era que ni él estaba muy seguro de eso.
– Por lo que tengo entendido, habían unas mujeres que se dedicaban exclusivamente a las artes oscuras, lograron que todo rastro de Ginny sea borrado… No se… No entiendo todavía muy bien, tendremos que preguntarle a Ginny directamente… o a Andre… – agregó lo ultimo en un murmuro enojado que nadie escuchó.
– ¿Qué ocurrió luego, Harry? – habló Arthur por primera vez
– Llegué allá y la encontré apenas con vida… – Harry sintió que se le aceleraba el corazón, cerró los ojos tratando de disipar la sensación. – No sabia que era ella, pensé que era Jennifer.
– ¡Jennifer! – exclamó Hermione, todos la miraron. – ¿Todo este tiempo había sido Jennifer?
Harry asintió con la cabeza.
Hermione se sentó al lado de Harry devastada por esa revelación, se mordía los labios y por momentos parecía que se iba a comer las uñas.
– Todo el tiempo que estuvimos allí y la pobre no nos dijo nada.
– Deja a Harry que continúe, Hermione. – Le dijo Arthur.
– Perdón, Harry.
– Pensaba que era Jennifer, la chica que me había hospedado mientras que estuve perdido en Sudamérica, – aclaró – Me acerqué para ayudarla, pero… – no recordaba muy bien como había pasado, solo que el estaba abrazándola y cuando se dio cuenta, Ginny estaba en sus brazos muerta. – Pero… luego recordé a Ginny, y… – le estaba costando respirar. – Había dejado de dar signos de vida… – Harry sentía a unas lágrimas que amenazaban con salir, pero se tenia que contener, no quería recordar la miseria y la agonía. Miraba un punto fijo en la pared. – Pero Rebeca, no sé qué fue lo que hizo, y la trajo a la vida otra vez… Rebeca… – ya no podía seguir.
Sintió una mano apoyarse en su hombro y levantó la vista. Arthur Weasley le sonreía levemente.
– Gracias por traerla, Harry. – Susurró.
Solo pudo responder asintiendo con la cabeza. Tenía miedo de continuar hablando.
Pasó el resto de la noche en silencio. Mientras que los Weasleys iban y venían entre el cuarto de la señora Weasley y el pasillo frente al cuarto de Ginny.
Por lo que le contó Hermione, Molly Weasley había empezado a hablar a las corridas acerca Dolohov y el ataque que había ocurrido en la Madriguera. La habían llevado al hospital porque estaba hecha una furia y exigía saber sobre su hija. Pero lo único que consiguió fue una buena dosis de las mejores pociones tranquilizantes que el servicio medico le podía ofrecer. Al parecer ahora estaba un poco mas relajada, hablando con Ron sobre los detalles de aquel encuentro. Según había podido escuchar Hermione, luego George, y mas tarde Fred (en el orden que habían ido a visitar a Molly). El día que se graduaban todos de Hogwarts, Ginny fue a buscar a su madre a La Madriguera, y allí apareció un vengativo Dolohov con la intención de matar a la última Prewett que quedaba con vida.
Dolohov guardaba cierto odio hacia la familia de Molly, desde antes que ella naciera. Al parecer por una disputa de tierras y riquezas que al final acabaron con la vida de los padres de Dolohov. O algo así había supuesto ella, pero nunca le quedó claro que había ocurrido entre sus padres para ganarse ese odio especial del mortífago. Así que Ginny se hizo presente en el medio de aquel enfrentamiento que tomó por sorpresa a Molly causándole casi la muerte. Y Ginny, en un acto desesperado suplicó que no le hiciera nada a su madre, y se entregó a Dolohov sin pensarlo dos veces. El resto ya se sabía (más o menos).
También aprovechó y habló con Hermione sobre otro tema que lo intrigaba.
– Tengo entendido que has rechazado a Ron, – le dijo en voz baja y notó como Hermione se ponía colorada.
– No lo rechacé, le dije que no era el mejor momento para casarnos.
– ¿Qué te detiene?
Hermione suspiró y se frotó la frente.
– Le diagnosticaron cáncer a mi madre, todavía no se lo dije a Ron.
– ¿Por? Sabes que Ron te va a entender. – Harry la miró con un poco de pena.
– No es eso, es que Ron va a querer que mi madre venga aquí para que le den algún tratamiento mágico. Pero mi mamá prefiere los métodos muggles tradicionales, son más lentos y no son tan seguros, pero ella se siente mas cómoda así. Sabes como se pondría Ron…
Y Harry sabía que Ron había adoptado a los padres de Hermione de muy buena manera. Los mimaba con un montón de cosas mágicas que sus futuros suegros aceptaban con buen humor.
– Solo díselo a Ron, se puede llegar a sentir ofendido…
De repente, apareció Ginny aun inconciente, flotando frente a un sanador y una enfermera. Todos se pusieron de pie expectantes de lo que iba a pasar. Pero los tres entraron al cuarto y pasó un largo rato hasta que salio en sanador a hablar.
– Disculpen toda la demora, se que han estado esperando mucho tiempo por noticias. – dijo en sanador mientras que guardaba una especie de anotador en un bolsillo. – Ginevra Weasley ya esta mejor, hemos estabilizado el balance metabólico aplicándole unas dosis elevadas de Metaporfivina, y realizándole una delicada restitución de sus nudos vitales. Por ahora lo único que necesita es descansar.
De todos los que estaban allí, solo Hermione parecía haber entendido todo lo que había dicho el sanador. Por suerte…
– ¿Restitución de sus nudos vitales¿Tan grave se encontraba?
– Es algo común entre personas sometidas a grandes cargas de magia oscura. No es para preocuparse, solo necesita descansar y cuando ya este mejor tendrá que venir para realizar la correspondiente rehabilitación de magia. En un año ya podrá llevar una vida normal.
– ¿Un año para rehabilitarse? – preguntó Arthur que parecía empezar a comprender de que estaban hablando, Hermione y el sanador.
– Con buena predisposición puede que sea menos. Ahora si me disculpan, tengo otros casos que atender, volveré mas tarde para hacerle un chequeo a la señorita Weasley.
Detrás apareció la enfermera que les indico que podían entrar al cuarto solo si mantenían silencio. Y así lo hicieron. Harry temía verla, se sentía tan mal por todo lo que había sucedido. Lo inundaba la culpa de haberse ido de La Florinda abandonando a Ginny. No se lo podía perdonar. No era común en él dar la espalda a esa clase de cosas. Durante la guerra siempre hacía frente a cualquier situación en que las artes oscuras estuviesen involucradas. Pero luego, se había tomado las vacaciones recomendadas por Ginny muy a pecho.
De eso se trataba la segunda esperanza de Ginny. Que terminara la guerra, y que Harry sobreviviera para que pudiese encontrar algo de paz. Así le confesó la noche después que se casó Bill Weasley. Había sido una noche muy fresca de verano y Harry había encontrado a Ginny llorando en silencio en el jardín de su casa, justo detrás del gran roble para no ser vista. No recordaba haberla visto tan triste y miserable antes. Harry se acercó pensando que Ginny solo estaba teniendo un ataque de celos por el hermano que se había casado con la insoportable Fleur. Ginny se secó rápidamente las lágrimas para que él no notase que había estado llorando y trató de fingir una exagerada sonrisa.
– Hola Harry, – le había dicho.
– ¿Estas bien? – le preguntó preocupado.
– No, pero no importa, se que voy a estar mejor.
– ¿Por?
Ginny lo miró fijamente con los ojos rojos y entendió que parte de la culpa de esas lágrimas eran debido a él. ¡Que equivocado que había estado en sospechar que se trataban de celos! No pudo evitarlo y la rodeó con sus brazos. Ginny estaba toda rígida en su abrazo. Obviamente no quería ser abrazada.
– No hagas esto más difícil para mi, Harry. – Le dijo severamente. – No me abraces, no me mires con pena tampoco.
– Yo no… – comenzó a defenderse él.
– No me interrumpas, necesito decirte esto. – Ginny suspiró. – Si terminaste esta relación suponiendo que Voldemort – cerró los ojos cuando dijo su nombre, – vendría por mi solo para llegar a ti, pues entonces deja de tratarme como si yo todavía te importara. No me abraces, no me hables, ni me mires. Si quieres me tiño el pelo de rubio y me lo corto para parecerme a Malfoy. – Harry no pudo evitar sonreír de costado ante la imagen. – Pero te ruego que no me trates como si aun fuésemos novios.
Harry se sintió acalorado a pesar del frío de la noche.
– Pero es difícil no dejar de hacerlo, Ginny. Eres tan abrazable que aun disfrazada de Malfoy lo intentaría.
Ginny lo reprimió con la mirada. Él solamente estaba intentado levantarle el humor, y por lo general un brazo siempre había bastado. Pero nunca antes la había visto a Ginny tan mal, siempre había estado él en peores condiciones de ánimo, por lo que solía ser ella la que sabía que hacer en esas situaciones.
– Perdóname, – le contestó Harry miserablemente, – prometo no hacerlo… – susurró y vio que a Ginny le volvían las lágrimas las que se secó rápidamente con las manos.
– Solo quiero que termine esta maldita guerra. Júrame que lo destruirás y volverás con vida y te tomarás el resto de tus días unas vacaciones sin responsabilidades.
Harry asintió aturdido por el arrebato de Ginny y no pudo evitar mirarla a esos ojos donde se sentía tan bien y tan perdido.
– ¡Basta, Harry! – le reclamó Ginny. Se marchó enojada hasta la casa. El se quedó mirando al punto donde había estado la pelirroja sin entender que la reacción de Ginny era debido a que la había estado mirando, y que eso ya no tenia permitido hacer.
No había notado cuánto la había extrañado, cuanto le hacia falta. Ahora era él quien debía tener paciencia y fe de que Ginny volviera en sí.
Pasaron unos cinco días bastante movidos luego de la vuelta de Ginny a Inglaterra.
Ron y Harry parecían no poder respirar entre tanto ajetreo que había debido a la cantidad de nuevos casos que tuvieron que reabrir, entre los que se encontraban el de Dolohov, Andre Boyd, Sinclair, y muchos mortifagos prófugos que habían desaparecido o por alguna extraña razón habían sido olvidados.
Lo que primero se publicó en los periódicos fue el surgimiento de esas tierras de La Florinda en Sudamérica. Nadie explicaba las causas de semejante aparición, pero si detallaban las consecuencias. Los aurores de los países vecinos hicieron un enorme trabajo para ocultar las tierras al mundo muggle, esta vez sin intervención de magia oscura. Y por el momento no se sabía que harían con ese enorme lugar. Expondrían el caso en la Organización de las Naciones de Mágicas Unidas (La "ONMU"). Era una de las decisiones mas civilizadas a las que podían haber llegado.
Con respecto a toda la gente que logró fugarse, los criminales sobretodo, muchos fueron aprehendidos por los mismos aurores que habían estado trabajando para ocultar la región, otros se escaparon quien sabía donde, mientras que la mayoría parecía haber muerto misteriosamente. Y en las autopsias se informaba que todas las cavidades internas estaban llenas de un humo negro, producto de algún encantamiento de origen incierto que les había provocado la muerte. Harry recordó la neblina de aquel nefasto día, y el humo que Ginny había escupido cuando Rebeca le había devuelto la vida.
A Dolohov no lo pudieron encontrar, jamás encontraron su cuerpo, ni encontraron rastros que indicasen qué le había ocurrido. Harry sabía que las fanales habían desaparecido como si nada cuando ocurrió la ceremonia que había salido mal. Pero Andre Boyd había confesado bajo la influencia del veritaserum, que Antoin Dolohov había sobrevivido la neblina, que había muerto al caer de una escoba voladora. Pero nada de esto coincidía con las pistas que habían encontrados los aurores. Andre estaba en Azkaban cumpliendo una dura sentencia de 250 años que la justicia no tardo mucho en delegar. No solo se lo acusaba de secuestrar al niño muggle Ulrich del Puente, en su archivo había evidencias que había torturado por placer a miles de muggles.
A pesar de todo, Harry ya había solicitado unos días de licencia. Todo eso no le importaba tanto. Le preocupaba enormemente el hecho que durante esos cinco días Ginny no había abierto o interactuado con nadie. Se encontraba solo en el hospital sentado junto a la cama de la pelirroja que no había cesado de dormir. Los demás fueron a la confitería del hospital por orden de Harry, ya que no se despegaban de Ginny en ningún momento. El sanador insistía que era normal que durmiera tanto después del tratamiento que había recibido. Pero eso no tranquilizaba a Harry quien no dejaba de morderse las uñas mirando la quieta figura de Ginny.
Tampoco sabía que haría si se despertara. Se había imaginado decenas de escenarios donde ella le decía un montón de cosas por no haberla ayudado a escaparse de La Florinda. O aun peor, se la imaginaba no dirigiéndole la palabra por el resto de su vida. Por mucho que le agradaba quedarse solo con ella porque podía mirarla todo lo que el tiempo que él quería, le aterraba la idea de que no hubiese otra persona si se llegaba a despertar. Suspiró y se acercó mas al borde de la silla, para comprobar si no se estaba haciendo la dormida. No, era evidente que la respiración profunda no podía ser fingida. Se volvió a echar hacia atrás y miró el techo hasta que sintió que se le contracturaba el cuello.
– Bianca… – escuchó que susurraban y Harry se puso inmediatamente de pie frente a Ginny. – Bianca… – volvió a decir mientras que se llevaba una mano a los ojos.
– Bianca no esta, – le contestó Harry en voz baja, temiendo lo peor.
Ginny pareció asustarse, y se sentó en un santiamén en la cama provocándole un mareo, se tapó los ojos con la mano para recuperar la compostura.
– Estás débil, tómatelo con más calma.
– ¿Dónde esta Bianca¿Qué ocurrió? – preguntó con la mano cubriéndose los ojos
– Bianca ya te atendió, se fue con su familia. Dejó dicho que luego le escribieras.
Se hizo silencio mientras que Ginny trataba de quitarse la mano de los ojos.
– Me duelen los ojos. ¿Estoy en la clínica?
Harry tragó fuerte.
– Estas en el hospital San Mungo…
– ¡San Mungo¿Quieres decir que estoy en Londres? – Ginny comenzó a reírse, obviamente creía que era una broma. – ¿Eres Javier, no? El nuevo enfermero…
– Ginny, estas en San Mungo, en Londres…
– ¡Espera un momento! Repite mi nombre… – le dijo asustada.
– Ginny, o Ginevra Weasley. – Contestó Harry ansioso.
Ginny se puso más pálida de lo que ya estaba. Se frotaba los ojos intentando ver quien le hablaba pero no parecía tener resultados, así que empezó a llorar en silencio.
– No se que me pasa…
– Apagaré la luz, – Harry dejo la habitación en penumbras. – ¿Mejor?
Ahora era él quien no distinguía nada, provocando que se chocara con la silla y luego con la cama.
– ¿Es cierto, entonces?
– ¿Qué cosa?
– Debo estar loca, eso debe ser…
– ¿De qué estas hablando?
– Si dijeron mi nombre, o estoy muerta, o simplemente creí que dijeron mi nombre… – susurraba acelerada.
– Te llamas Ginevra Weasley, tus padres son Arthur y Molly, tienes seis hermanos: Bill, Charley, Percy, los gemelos Fred y George, y mi mejor amigo, Ron.
Ginny no contestaba. Y sus ojos ya distinguían el contorno de las cosas, se sentó a los pies de la cama, esperando alguna reacción de ella.
– Acércate mas, por favor. – susurró en la oscuridad provocándole un extraño escalofrío a Harry. – Quiero verte mejor.
– Si quieres vuelvo a encender la luz, – le patinó la voz por los nervios.
– No, deja, no quiero volver a encandilarme, aparte me duele todo.
Harry se acercó y Ginny se quedó por un rato mirándolo directo a los ojos. No lograba distinguir la expresión que tenia. Parecía que sonreía, o podía ser que lo miraba con sospecha, simplemente no lograba reconocerlo.
Finalmente Ginny se abalanzó hacia Harry, y se puso a llorar a moco tendido. Él no sabia que hacer y la abrazó contento de que ya estuviese un poco mejor, si llorar de esa manera podía ser visto así.
– Harry, pensé que no volverías, pensé que te había perdido para siempre, yo no quería que…
– Shhh, tranquila, ya estás bien, – dijo con muchas ganas de reírse y saltar y cantar de la alegría.
Cuando Ginny se calmó, comenzó a hacer una pregunta tras otra sin parar. Harry tuvo que volver a relatar lo que había ocurrido, pero esta vez entró en más detalles.
– Perdóname, por todo, Ginny. Yo no sabía…
– ¿Qué dices Harry? No es tu culpa…
– Pero, podría haberte ayudado, y no lo hice.
Ginny empezó a reírse para adentro.
– Te extrañé, – le dijo Ginny y Harry sonrió de costado. – Ven y siéntate a mi lado, me pones nerviosa que sigas parado. Él obedeció y Ginny lo rodeó con lo brazos.
– ¿Me arreglaron un poco el pelo? – cambió el tema rápidamente. Y Harry no se había fijado si lo habían hecho o no. Se sintió avergonzado por no prestar más atención a esas cosas. Recordó que Molly y Hermione habían estado comentando sobre productos para que creciera el cabello, pero no sabía que habían hecho al respecto.
– ¿Quien te lo cortó así?
– Fui yo… – contestó en un murmuro. – Amenace a las fanales, cuando me habían ido a buscar la última vez, que no tenía miedo de hacerme daño a mi misma para no llevar a cabo más sacrificios. Sabes que escaparme era imposible, lo había intentado varias veces, y no creo que ni Fred ni George estuviesen aptos para semejante empresa. Así que me corte el pelo. Y no tenia espejo, así que se que me quedo espantoso. ¿Ahora esta mejor?
– ¿Y las heridas en tus brazos? – evitaba responderle.
– ¡Ah, esas! – Se reacomodo en la cama y se toco un brazo. – Ahora podemos decir que tenemos mas cosas en común… – escuchó sarcasmo en su voz.
– No digas eso, Ginny, – le dijo él dolido por el comentario. Le gustaba encontrar cosas en común con la pelirroja, pero no exactamente las malas. Y Harry odiaba a su cicatriz y ya odiaba las de Ginny.
Ginny le tomo la mano y le dio un apretón.
– Son de cuando las fanales me utilizaban como rata de laboratorio. Pero la ultima vez, ya sabes, estaba tratando de estar lo mas debilitada posible, sin necesidad de morirme. No podía morirme, pero podía arruinarles la fiesta.
Harry se quedó cabizbajo, pensando en las pocas evidencias que había recolectado, un "cuchillo de plata, y algo no material". Eso había salido como resultado en el análisis de sangre. Y la explicación de Ginny le servia para corroborarlo.
– Debo preguntarte algo, pero me da mucho miedo la respuesta. – Interrumpió los pensamientos de Harry.
– No tienes que temerle a nada, yo te cuido.
– Siempre tan caballero, – se rió ella. – Te debería haber preguntado antes, pero no me animaba… Es que, pasaron tantos años y te olvidaste de mí, sin quererlo, obviamente, pero, es que ¿tienes novia o te casaste y ya tienes hijos? – dijo lo ultimo aceleradamente.
Harry suspiró e inhaló el perfume natural a flores que emanaba la pelirroja, intentó apoyar una mano en su cabeza y sintió el cabello irregular.
– No arreglaron tu cabello, Ginny.
– ¿Que¡Ay no¿Todos me vieron así? – Ginny había soltado a Harry y se tocaba la cabeza. – Debo estar horrible…
– No, no estas horrible. – Ginny siguió en silencio tocándose la cabeza.
– ¿Entonces?
– Entonces estas muy linda. – Harry se había puesto colorado, pero la oscuridad lo disimulaba bien.
– ¿No, no eso, entonces que hay de ti, Harry? – sintió la mirada penetrante de Ginny.
– No tengo novia, ni estoy casado, y no tengo hijos. – Se cruzó de brazos.
– ¿Y que has hecho en todo este tiempo? Podrías haber salido con alguien… – Harry se sintió enojado por alguna extraña razón.
– No, no pude salir con nadie, – refutó empacado. – Y me molesta que también quieras jugar como los demás a buscarme pareja. Pensé que todavía seguíamos manteniendo la promesa que nos hicimos hace 6 años, Ginny Weasley.
– Harry Potter, no te estoy buscando pareja. A menos que quieras salir con una tal Jennifer Weaver. ¿Y cómo lograste recordar la promesa?
– No la recordaba, simplemente lo sabia. – Seguía empacado.
– ¿Entonces?
– Entonces nada.
– ¿No estas interesado en nadie tampoco?
– Solo en ti – continuaba enojado por el cuestionario de Ginny. Acaso no era lo suficientemente obvio.
– Ya Harry, no te pongas así, le dio un beso en la mano. Pasó demasiado tiempo, cualquier cosa podría haber ocurrido.
– ¿Y que hay de ti? – le echó en cara.
– Bueno, no voy a negar que Patricio era muy buena compañía – Se puso tenso y Ginny lo volvió a mirar fijo, – Harry, siempre te esperé, lo sabes ¿no? No hubo nadie, solo tú. – Ginny suspiro y se callo. Él se dio cuenta que debía calmarse. Así que intento relajarse escuchando la respiración de Ginny en la oscuridad. Tenían que hablar de tantas cosas todavía.
Estaba apoyada su cabeza en el hombro de Harry quien seguía armando el rompecabezas de este misterio que había provocado la desaparición de la pelirroja.
– ¿Me explicas algo? – le preguntó en las penumbras del cuarto, asombrado que ningún Weasley haya regresado aun.
– Dime…
– ¿Quiénes eran esas fanales?
– Unas mujeres asquerosas, Harry. No te imaginas la cantidad de cosas repugnantes que hacían. Para que no pudieran recordarme, – sintió que Ginny se estremecía a su lado, – le sacaron los ojos a una de ellas y… ¡ay, Harry! Me obligaron a… no puedo contarlo, es muy repulsivo. – Harry no insistió. – Y luego realizaron otra cosa peor, una tras otra hasta que todo el que viese cosas de mi pasado no las pudiese reconocer o relacionar conmigo. Dolohov las presionó para que desvanecieran absolutamente cualquier traza de mi pasado. Ya que era mas probable que fueran tras mío que tras ellos.
– Tenían razón. – Afirmó Harry. – Pero obviamente no hicieron muy bien la tarea con Dolohov, porque todavía teníamos el archivo.
– Es que no quería someterse a la misma tortura que me sometieron a mí. Dolohov es un cobarde. – Harry la miró admirado.
Ginny bostezó.
– ¿Tienes sueño? – preguntó Harry incrédulo de que después de haber dormido por cinco días seguidos quisiera seguir descansando.
– Sí, estoy cansada.
– ¿Te dejo dormir?
– Sí… – le dijo mientras se reacomodaba y Harry se levantaba. – No te vayas... – susurró ya acostada para seguir durmiendo.
– No me voy, – él le contesto mientras que se sentaba en la silla.
– Umm… – Le dijo algo inentendible.
Pasó un rato en profundo silencio. Harry sonreía como un idiota. ¡Es que Ginny estaba bien!
– Harry, deja de mirarme tan de cerca, me dan escalofríos, – murmuró Ginny, – o dame un beso y ya.
Harry se despeinó un poco y le dio un beso prolongado en los labios. Ginny quedó profundamente dormida.
Aprovechó y encendió la luz como estaba antes. Lo cierto era que con toda la excitación del momento no sabía si tendría que haber llamado al sanador o a algún enfermero.
Ginny se sentó abruptamente en la cama. Y Harry se volvió a poner de pie.
– ¡Si a eso le llamas un beso, entonces yo soy un sapo! – exclamó al azar y con los ojos cerrados. Tenía un dedo apuntando al techo.
Harry se dio cuenta que estaba soñando. Sonrió para sí mismo y se sentó a su lado para abrazarla. Ginny volvió a acostarse sin soltar a Harry.
En ese momento la familia Weasley se dignó a llegar. Cuando vieron a Ginny durmiendo mientras que abrazaba a Harry como a un osito de peluche. Todos se detuvieron en seco. El primero en reaccionar fue Charlie.
– Bueno, no me sorprende que se haya querido aprovechar cuando no estábamos.
– No, no es lo que parece, – empezó a defenderse Harry, espantado de que pudiesen pensar mal de él. Dejó a Ginny inmediatamente, temiendo por su vida.
– ¡Las vacas del desierto asustan al jugo de calabaza! – exclamó Ginny sentándose otra vez en la cama. Todos dejaron de mirar a Harry y dirigieron toda su atención a Ginny quien estaba con los ojos cerrados y las manos abiertas a la altura de sus hombros.
– No quedó muy cuerda parece, – susurró Ron preocupado.
– Nunca lo estuvo, – agregó Fred.
– Solo esta soñando, – dijo Harry más calmado mientras que volvía a sentarse junto a Ginny quien la rodeo con sus brazos y se volvía a dormir apoyada en él. – Se despertó hace más de dos horas ya. – Aclaró antes de que hicieran otro comentario acerca del abrazo de su hermanita. – Estaba muy confundida…
– ¿Pero esta bien, no? – preguntó Molly quien se puso al otro lado de la cama y acariciaba la cara de Ginny.
– Si, esta muy bien. – contestó mirándola a Ginny.
De repente, todos comenzaron a hablar a la vez. Todos tenían algo que decir o algo que preguntar. Harry estaba contento entre tanto barullo de color pelirrojo. Sobretodo rodeado por esos brazos pecosos que no parecían ser afectados por tanto ruido. Finalmente sentía que se reía de corazón.
Nota larga y final de Autora: Sniff… último capitulo de mi exuberante historia. Espero que les haya gustado ¡La disfrute muchísimo escribiendo! Bueno, algunos capítulos debería retocarlos y hasta reescribirlos de cero. Pero la historia general no quedo tan espantosa. ¿O creen lo contrario?
Para los que quieran que continúe este relato, confórmense con esta imagen dibujada por Marta T: (triple w punto artdungeon punto net) No me deja poner direcciones... asi que decifrenlo ustedes como puedan. Tambien, echenle un vistazo a esta pagina (triple w punto deviantart punto com) y busquen a Iberghol y a makani... Hacen unos dibujos muy interesantes.
Anuncio que me vuelvo a retirar por un tiempo del mundo fanfictionesco para dedicarme a estudiar. Es que tengo exámenes. Pero luego prometo regresar con historias más interesantes y más extravagantes.
Tal vez me dedique a hacer traducciones… ¿quien sabe?
Agradecimientos especiales:
Sorei/Neko Chan/ Miss I¡GRACIAS POR TU APOYO INCONDICIONAL DESDE EL PRINCIPIO! Si no hubiese sido por vos, la historia se hubiese vuelto a estancar después de la maldita Ceremonia.
Paloma/Zafiro: Me alimento de tus hermosos comentarios. Me permiten respirar durante el resto del día… ¡GRACIAS POR SER ADICTA A LOS FFS!
Al resto del mundo que deja reviews, los amo, y me quiero casar con todos ustedes.
A los que solo leen… también los quiero.
