La novia de Shampoo o 4 formas de morir a manos de Akane.
Forma número uno (no muy elegante pero 100% fiable):
Ser Ranma y decir textualmente lo siguiente: "Akane, ya lo resolví. Me he hundido en la fosa de los trillizos ahogados. Ahora podré por fin hacer honor a los tres compromisos".
Forma número 2 (más de uno ha muerto así a manos de otras Akanes):
Ser Ranma y sugerir lo siguiente: "Akane, ¿lo del ménage à trois está totalmente descartado, no?".
Forma número 3 (esta quizás necesite un poco de desarrollo más adelante):
Ser Ranma y a pesar de todas las advertencias, vencer a la novia de Shampoo.
Forma número 4: hacer las tres cosas en un mismo día, tal y como sucedió el lunes tres de julio de 1988. Todo comenzó en donde suelen empezar las cosas en la vida de Akane, en el Dojo, y a la hora en que suelen comenzar, por la mañana. Estábamos mi futura mejor amiga y yo peleando, para variar, sobre quién de las dos merecía más casarse con el mamarracho de Ranma cuando Akane me sorprendió con una técnica desconocida y me hizo caer.
-Así aprenderás a no meterte en mis asuntos –me dijo mientras se marchaba a desayunar. No es por alardear, pero Akane casi nunca me ganaba y si lo hacía era por los pelos y con esfuerzo. Nunca tan fácilmente. Así que no sorprenderé a nadie si confieso que aquella derrota me mosqueó lo suficiente como para perder los papeles y pedirle la revancha sin pensar muy bien en los verbos y sus conjugaciones.
-¡VUELVE AQUÍ! ¡ESTO NO HA ACABADO! –exclamé justo antes de darme cuenta de que había metido la pata-. Digo…volver aquí…esto no haber acabado…estem…yo…lo siento...me tengo que ir…digo…sentirlo mucho. Tener cita con el dentista. ¡Adiós!
-Caramba, Shampoo –se rió de mí-. Si ya hablas bien. ¡Qué sorpresa! ¿Qué más me ocultas?
¿Qué más le ocultaba? Poca cosa. Que como toda Amazona odiaba a los hombres, 50% de Ranma incluido y que en ese entonces hubiese dado lo que fuera por volver a China a reunirme con mi gran amor, Pastadental. Pero no podía. Antes debía cumplir con mi deber y asegurarle a mi familia una descendencia. Aunque me diera un poquito de miedo y repulsa. Claro que para una ingenua amazona como yo, la cosa no era fácil. Literalmente no sabía nada de los hombres. A duras penas lo que explicaban en el Manual para amazonas que salen a ver mundo. Es decir que a los hombres les gustan tetudas, buenas cocineras y tontas. Lo primero quizás fue lo más fácil de solucionar. Un poquito de magia ancestral para hacerlas crecer. Y un poquito más de magia por las dudas. Y otro poquito más por si acaso. Y ya que estábamos, el bote entero de magia por si las moscas. Lo segundo tampoco fue difícil. Cuando eres Amazona Premium como yo, consigues que te envíen comida gratis a cualquier parte del mundo y si no te gusta, puedes devolverlo por una módica suma. Lo que peor llevaba por supuesto era lo último, lo de parecer tonta. Es verdad que lo de la delantera mágica ayudaba mucho a que los hombres no se fijaran en mi agudo ingenio pero ocultar mi exquisita educación y mi brillante erudición me costaba horrores. Si no fuera porque se me ocurrió empezar a utilizar infinitivos al hablar…no sé qué hubiese hecho. Y sin embargo, estaba claro que Akane era inteligente, mala cocinera y con la misma delantera que tenía yo antes de usar los polvos mágicos. ¿Por qué entonces Ranma parecía preferirla? ¿Acaso aquella fuente de sabiduría sobre los hombres era falsa? Recuerdo que aquella duda me sumió en un profundo estado de depresión. Tanto que me eché a llorar allí mismo, totalmente desconsolada y a lágrima viva. Akane, por supuesto, no entendía nada. Me miraba de reojo. Me daba palmaditas. Y cada tanto examinaba mis brazos y piernas, buscando la fuente de mi dolor.
-Yo…lo siento. No pretendía hacerte daño…en general…se supone que eres fuerte. ¿Dónde te he lastimado? –miró para todos lados hasta asegurarse de que no pasaba nadie y cerró la puerta-. Deja que te revise. ¿Es una costilla? Ya te he palpado las extremidades y parecen estar bien.
Lo normal en semejante situación era quitarse todos los disfraces y decirle la verdad a la cara. Básicamente que nadie podía palparme las extremidades salvo mi querida Pastadental. Menos aún, las costillas. Y sin embargo, confesarle a mi rival en mi santa misión de procrear que tenía novia me resultaba ingrato. Casi como si me viera desnuda. Aunque precisamente en ese momento me estuviera semidesnudando con sus pesquisas. En el fondo tampoco me molestaba. Si podía frotarme contra Ranma cada dos por tres, puajjjj, lo de Akane me resultaba infinitamente más placentero y lógico. Solo tenía que concentrarme en no dejarme llevar y en encontrar una excusa para que se detuviera. Así que me puse a hablar. Primero un poco y después, cuando comenzó a indagar el estado de mi columna vertebral, vértebra a vértebra, muchísimo. Y de tanto hablar, al final terminé escupiéndolo todo. Todo, todo, todo.
-¿Podrás guardar mi secreto? –le pregunté temblando.
-Sí, sí…claro –dijo Akane tragando saliva. Sus manos se habían detenido justo a tiempo a la altura de mi cintura. Ella también temblaba-. ¿Crees que podrías dejarme un poco de tu magia?
-Jajaja. ¿Para qué? Está claro que a mi no me funcionó de nada.
-Sí, claro…supongo que no lo necesito. Entonces…¿tienes… una…ya sabes…novia?
-Sí, ser la costumbre entre las amazonas…perdón, es la costumbre entre las amazonas. Todas tenemos relaciones de larga duración entre nosotras. ¿Aquí no ocurre igual?
-No, no mucho…
-¿En serio? Yo pensaba que Kodachi y tú…
-No, no, no…¡NO! Con esa loca jamás. Ni se te ocurra emparejarme con ella. A mí no me gustan locas…a mí me gustan…los chicos.
-¿De verdad? Si los chicos son tontos, mezquinos y aprovechados. Nosotras los usamos una vez en la vida para procrear y el resto del tiempo nos entregamos a alguien de nuestro mismo nivel emocional.
-¿Y Kodachi te parece de mi MISMO nivel emocional?
-Jajaja. Perdonar, perdonar…digo, perdóname. Llevo tanto tiempo metida en el personaje que me cuesta hablar bien y sin atacarte. Eres lista y guapa. Ninguna amazona con dos dedos de frente te rechazaría.
De hecho yo tenía dos dedos de frente y llevaba más de un año de abstinencia ternuril por culpa del escurridizo de Saotome. Y la mano de Akane seguía allí sujetándome por la cintura mientras hablábamos. ¿Cuánto tiempo había pasado ya desde mi llanto? ¿Veinte minutos? ¿Treinta? ¿Era correcta esa actitud en Japón? ¿O se trataba de un desliz de significado universal? Nunca lo supe. Más que nada porque a continuación Akane hizo una pregunta que lo cambió todo. Y por "todo" me refiero a absolutamente "todo".
-Sigue intrigándome lo de los polvos mágicos. ¿Funcionan también al revés?
-Sí, sí, claro. Puedes modificar a placer la parte del cuerpo que desees.
-O sea que podrían usarse para curar a Ranma.
Agaché la cabeza. La muy inteligente había dado con mi arma secreta…
-Sí. No soy tan mezquina para utilizarlo en mi beneficio pero sí. A Ranma solo le hace falta sorber un poco de lo que llevo aquí –me señalé los pezones- para deshacerse del embrujo para siempre.
Obviamente, sobre todo para el lector acostumbrado a leer la obra de la maestra Rumiko, Ranma acaba de entrar en la habitación y oía mi confesión con gesto lascivo. Fue entonces, al vernos en una pose tan poco recatada, con las respiraciones agitadas y con un tono bermellón en nuestros cachetes, que Saotome puso en práctica la forma número dos de morir a manos de Akane:
-Akane, -preguntó antes de salir volando- ¿lo del ménage à trois está totalmente descartado, no?
Historia bonus
Cuatro formas de morir a manos de Minefine7
1) Ser una araña.
2) Ser Sensei y decirle en broma a Minefine7: "mira, tienes una araña en tu hombro"
3) Ser una araña y decirle a Minefine7: "mira tienes un Sensei en el hombro".
4) Ser Gohan y decirle a su madre: ah, sí, mamá. Tienes que completar este formulario de cinco páginas para la inscripción del siguiente año del instituto. Hoy es el último día y tengo que irme en tres minutos.
5) Hacer una lista de sólo cuatro cosas.
6) Insinuar que es capaz de matarme por cualquier cosa haciendo una lista demasiado larga.
7) Argumentar que es por el bien de mis lectores.
8) Sugerir que de alguna forma enrevesada es su culpa que la lista sea tan larga.
9) Seguir agrandando la lista.
10) Comer queso y darle un beso en la boca sin avisarle que había comido queso.
11) Volver a hacerlo ahora que ya sabe que comí queso.
12) Insinuar que odia más al queso de lo que me quiere a mí.
Una forma de salir totalmente impune de manos de Minefine7
1) Hacer todo lo anterior siendo Bulmita.
