Dark: Hora de comparar!

Nico: Al fin!

Dark: Este capitulo, que es el capitulo Tres!

Nico: Ay no!

Dark: Y hora qué?

Nico: creí que dejarías de decir el número del capitulo!

Dark: Pues te equivocaste!

Nico: Ya me di cuenta...bueno... Dark Janubis no es dueña de Yugioh! Ni de ninguno de sus personajes...

Dark: Bueno, comencemos el fic!

La vida de un exiliado

Cinco años...

-Muévete, NO SEAS TAN INÚTIL, TÚ BUENO PARA NADA!-gritaba una mujer a la pequeña figura de un niño cargando una enorme jarra con agua-LLEVO MÁS DE CINCO MINUTOS ESPERANDO POR EL AGUA! NO SIRVES PARA NADA!

El fuerte grito de la mujer asustaba al pequeño Yugi muchísimo. Lentamente cargaba la jarra para colocarla en una mesa, pero era muy pesada y el pequeño sentía mucho dolor en sus brazos. Ya estaba apunto de llegar cuando un joven de unos doce años de edad que esta sentado en una silla, sacó su pie y causó que Yugi se tropezara. El pequeño calló el suelo y la jarra se rompió en mil pedazos, dos de los cuales golpearon al pequeño en la mano causando unas cortadas. En vez de llorar, el pequeño se encogió así mismo en una pequeña bolita y se cubrió la cabeza con los brazos, después de todo, ya sabía lo que pasaría.

-INÚTIL! ARRUINASTE OTRA JARRA MÁS! ERES UN IDIOTA!-gritaba la mujer tomando una cuchara de palo y acercándose al pequeño que temblaba en el suelo.

-Espera mamá...yo me haré cargo de que reciba su merecido-dijo el joven que había estado sentado. La madre accedió. EL joven se paró y con una sonrisa levanto a Yugi por el cuello de su túnica y empezó a cargarlo hacia fuera. Yugi mantuvo sus ojos cerrados, mientras el abusivo le daba de patadas y puñetazos. Una vez se hubo calmado, dejó a Yugi tirado en el suelo.

Así era casi siempre. Desde el día en que Yugi podía recordar, siempre lo habían tratado como si fuese más bajo que el polvo. Incluso los caballos eran mejor tratados que él. Yugi no era parte de esa familia, y lo sabía. Les temía con todo su ser, pero tampoco podía irse, no tenía a donde. Estaba atrapado. Y prefería resistir el dolor a tener que enfrentarse a un mundo totalmente desconocido para él.

Yugi se puso dolorosamente de pie. La herida de su mano se había llenado de arena y le ardía, pero en sí, todo su pequeño cuerpo le ardía. Lentamente empezó a arrastrarse hasta su habitación, o mejor dicho, el establo. Yugi dormía en la cama de un caballo que había sido vendido. La paja no era mucha, pero era suficiente para quitarle el terrible frío de las noches egipcias y mantenerlo fresco por el verano. Lentamente se recostó en la paja tomo un paño y una vasija de agua que tenía al lado. Limpió sus manos y sus golpes. Vendó su herida con un trozo de trapo viejo, pero limpio. Ese día no había sido tan malo. El padre de la casa se había ido a ver unos negocios en la mañana, y se había llevado a su hijo mayor, dejando en casa a la madre, al chico de doce y su hermana de diez. Ambos niños odiaban a Yugi y lo usaban como saco para golpear siempre que querían, después de todo, solo necesitaban poner una excusa que aunque fuese mala le bastaba a su madre para permitir que lo 'castigaran'.

Yugi lloraba varias horas, pero no lo hacía en frente de ellos. Llorar enfrente de esas personas solo causaba que lo golpearan más fuerte. Varias veces le habían dejado tumbado durante días, sin recibir ayuda médica, pero cuando Yugi creía que la vida se le escapaba, ellos llamaban a un doctor para traerlo de vuelta. Casi cómo si quisieran asegurar la supervivencia de su juguete.

El pequeño había terminado de colocarse la venda en la mano cuando oyó la voz del padre junto de la madre fuera del establo. La curiosidad lo llevó a acercarse, o más bien, arrastrarse hasta la puerta para oír.

-Qué?...seguro de eso?-decía la mujer.

-Completamente mujer...estamos arruinados-decía molesto el padre.

-Papi...no vamos a ser pobres, o sí?-pregunta la hija menor.

-No, cielo... pero tendremos que vender algunas cosas-dijo el padre.

Yugi sentía rabia. A sus hijos los trataban como ángeles. Vamos, hasta trataban a su criada mejor que a él. Para ellos, él era nada. Yugi abrió un poco la puerta y miró por la rendija.

-Vender?...los caballos?-dijo el hijo mayor.

-O no! yo quiero mi caballo justo donde esta!-grito el hijo menor, haciendo una rabieta.

Si, claro, pero el muchacho ni siquiera montaba el caballo. Yugi tenía que cuidarlo y mantenerlo sano. El muchacho tenía miedo al caballo, era patético.

-No venderemos los caballos-dijo el padre-al menos no los de ustedes, no se preocupen!

-Qué venderás querido?...o planeas despedir a la sirvienta?-dijo horrorizada la madre.

-No!-grito el hijo mayor-ella es esencial para nuestra vida!-gritó rojo de ira.

-No la despediremos...pero tenemos que vender algo...algo...algo que no sea tan útil!-fue entonces que los fríos ojos del hombre cayeron sobre el establo y una desagradable sonrisa se dibujo en su rostro. Los demás lo imitaron y Yugi sintió que se le erizaban los pelos de la nuca. Esto no era bueno.

Ooo

Siete años de edad...

Calor, cansancio, era lo único que conocía en su corta vida. Rebajado de sirviente a esclavo. Si, esclavo. Resulta que cuando tenía cinco años, el hombre de la casa no tuvo mejor idea que vender su más inútil posesión, él. Lo llevó a rastras a un campamento de esclavos y demando ver al jefe del lugar. Cuatro monedas de cobre. Cuatro míseras monedas de cobre, era lo que valía su vida para ese comerciante de esclavos. Sustento su paga, diciendo que el chico era extraño y patéticamente débil y pequeño, y añadió al final "Le aseguro que en ningún lugar sacará algo mejor que esto!".El padre, no se quejó, quizá pensó que el hombre tenía la razón, pero solo tomó el dinero y se fue. Ningún "lo siento", o "buena suerte", o "adiós". Solo tomó su dinero y se fue.

Yugi quedó acongojado. Durante los últimos dos años lo habían azotado, golpeado y maltratado tantas veces que ya no era consciente de cuantas cicatrices cubrían su pobre cuerpo. Pero, la única cicatriz que le sorprendía era la blanca en forma de ojo en su pecho. Él solía pasarse horas pensando de donde había salido. Su antigua 'familia' si se le puede llamar así, le habían dicho que la tenía desde que nació, pero él no estaba seguro.

Bueno, pero la vida no era nada agradable para el pequeño, y no tener nada que hacer más que recordar el dolor le destrozaba la cabeza.

Pero un día, mientras cargaba su ración de pan y agua hacia una piedra para poder comer, sus ojos cayeron sobre un anciano que tenía un pedazo de papiro y lo que parecía ser un trozo de madera. A su lado había un pequeño plato con líquido negro, y a su otro lado su plato de comida vacío. La curiosidad le mando a acercarse y mirar por el hombro del señor. Y pudo ver varios dibujos que él no entendía.

-Qué haces muchacho?-dijo algo molesto el hombre.

-Disculpe...Señor...qué hace?-dijo nerviosamente.

-Qué eres, un ignorante?-su tono hizo que Yugi se asustara un poco- estoy escribiendo!

-Escribir?...que es eso?-preguntó confundido.

-Vaya, si eres ignorante. Es una manera de transmitir tus pensamientos a través de simples dibujos. De esa forma otras persona pueden verlos y saber lo que tu querías decir-dijo solemnemente.

-Vaya, suena genial!...y yo puedo aprender a escribir?-dijo con un brillo en su mirada.

-Qué me tomas por tonto, para qué querrías escribir?

-Para...para...no lo sé...realmente escribir no me ayudaría mucho aquí...pero podría ayudarme a distraerme...usted podría enseñarme?-le preguntó con una sonrisa.

-Bueno, antes de quedar aquí, yo había sido un escriba...pero...no creo que un niño como tu pueda aprender este arte!-dijo mirando hacia otro lado.

-Si puedo...haré lo que quiera, enséñeme, sí?-dijo con esmero.

-Te propongo un trato, dame la mitad de tu pan y yo seré tu maestro-dijo dandole una pequeña sonrisa.

-De acuerdo-Dijo entusiasmado.

Durante los siguientes meses, Yugi fue instruido en escribir y de regalo también aprendió varias cosas que le enseñaba el escriba. Yugi llegó a llevarse tan bien con el anciano que le contó todo sobre su vida antes de estar ahí y el anciano le contó sobre la suya. Yugi había conseguido un amigo. Su primer amigo.

Ooo

Diez años...

Dos años atrás, el anciano hombre había fallecido. Yugi quedó desconsolado con el suceso. El viejo le dejó a él sus únicas posesiones. Unos cuantos papiros viejos, y un trozo de madera. Yugi los había tomado sin que el capataz lo notara.

Ese año, Yugi hubo de conocer a sus tres mejores amigos desde entonces.

Joey y Tristan que el día que llegaron se metieron en un lío con uno de los esclavos, habían estado a punto de ser azotados de no ser que Yugi los vio y para evitarles un problema, dejó caer un jarrón de sus brazos a propósito. Claro que esto le causo un castigo, pero valió la pena, porque cuando lo dejaron solo, los dos jóvenes se le acercaron , lo ayudaron a parase, lo llevaron a su lugar de descanso y le ayudaron a curarse. Juraron ser siempre sus amigos, y cuidarse el uno al otro.

Su tercer amigo, era una amiga. Tea. Ella había llegado ahí un mes luego que Joey y Tristan. Aparentemente un esclavo pretendió sobrepasarse con ella, y el trío apareció a su rescate. Ella pronto encontró divertido pasar el tiempo con ellos y se hicieron muy buenos amigos. Además, que Tea se sintió impresionada por la habilidad de Yugi de escribir y leer.

Los tiempos parecían mejorar para él.

Ooo

Doce años...

Los vientos del cambio habían llegado hasta Egipto con el subir de un nuevo faraón al trono. Y una de las primeras leyes dictadas, fue la de la liberación de todos los esclavos en su reino. Claro que esto no impidió que la esclavitud continuara. El dueño del campamento de esclavos los colocó en carretas con barrotes y empezaron a dirigirse al borde del desierto, ahí, el comerciante podría continuar su negocio sin que el faraón lo molestara. Pero, la orden le había causado mucha ira al comerciante. Y para mala suerte de Yugi, como su apariencia era similar a la del nuevo rey, el comerciante lo usaba para dejar salir su frustración. Durante el camino, Yugi fue sacado varias veces de su celda al atardecer, con el único propósito de ser azotado y golpeado hasta que su 'amo' decidiera que había sido suficiente.

Sus amigos se estaban angustiando mucho por la salud de su amigo. El pequeño no podía continuar así, si seguían, de seguro terminaría muerto antes de llegar a su destino. Fue por eso que un día, los tres hicieron un plan para liberar al pequeño. Fue simple, pero efectivo. Joey se escabulló de su celda al anochecer y fue a la tienda del comerciante. Ahí, estaba Yugi, atado en el suelo. Listo para recibir su paliza diaria, cuando su amigo llegó. Mientras él hacía esto, Tristan fingía una pelea con otro esclavo que se ofreció a ayudar y Tea, por su parte, pretendía llamar la atención de los guardias hacia la pelea. Gracias al tiempo que le fue concedido, Joey fue capaz de sacar a Yugi de la tienda. Le dio unas provisiones y unas monedas que le había robado al guardia.

-Yugi, ahora debes de corre, e irte antes de que algo terrible pase!

-NO JOEY!...no puedo dejarlos aquí-dijo cabizbajo.

-Escúchame!...no podemos dejarte morir a manos de ese patán...Yugi, si te vas ahora, podremos evitar que nos culpen a nosotros y tu serás libre amigo. Algún día tu verás que esto es lo mejor, aunque no lo parezca. Siempre seremos tus amigos-le dio la mano y le dio una palmada en la espalda antes de mandarlo a fuera del campamento.

El camino fue muy duro, y muchas veces Yugi quiso regresar al campamento, pero después del gran esfuerzo de sus amigos, no se atrevía a regresar.

Quizá encontraría la libertad, al final.

Ooo

Trece años...

Yugi había logrado llegar de vuelta a Egipto. Durante todo un año trabajo para un ladrón y se mantuvo bastante bien, aunque sentía mucha culpa por robar, pero tenía que sobrevivir. Sin embargo, un mes atrás, los guardias habían perseguido al ladrón, y había huido de la ciudad. Yugi quedó solo una vez más...pero esta vez fue peor. Nadie le tendía una mano al pequeño. Él divariaba entre la brecha de la vida y la muerte todo el tiempo. Comiendo casi nada más que frutas malas o tiradas. Trabajando de cargador de cajas. Y durmiendo como un perro en un callejón oscuro, con el único abrigo de un saco viejo de verduras. Su vida, no podía volverse peor. Al menos eso creía...

Ooo

Dark: Bueno, espero que los comparasen y que les gustara.

Nico: Si, claro...pero fue algo triste.

Dark: Si lo sé.

Nico: bueno, entonces...

Nico/Dark: Hasta la Próxima!

R&R