DISCLAIMER: Los personajes y lugares le pertenecen a Hajime Isayama. Esta historia forma parte del evento Colección Navideña RivaHisu, organizado por el grupo Levi e Historia (Shiposting SNK), fue escrita en compañía de Chisheccid (autora del Capítulo I y la 1° parte del Capítulo II) y va dedicada con mucho cariño para Angelicacuario RivaHisu.
TIEMPO DE LA VERDAD
Las primeras luces del día tiñeron el cielo pálido del veinticinco de diciembre, como anuncio de una típica mañana de Navidad. No obstante, la pereza que un clima tan frío solía inspirar en otras personas, parecía no existir para Historia, sentada frente a la ventana de su habitación: sus ojos azules delataban su insomnio y a pesar del cansancio que la acosaba, su mente le impedía entregarse a la tranquilidad. No podía hacerlo… al menos, no hasta contárselo. ¿Pero cómo?
La pregunta tan temida por ella brotó al mismo tiempo que las memorias de su último encuentro con Levi. Aquella noche todavía agitaba su interior, rememoró sus gemidos y cada grito de deseo le recordaba que ambos se pertenecían. Historia acarició su vientre: ¿en qué momento el amor y el fuego de sus cuerpos le habían ganado a su responsabilidad? ¿Qué instante fue aprovechado por la Providencia para brindarles tan inesperado obsequio? ¿Qué debían hacer ahora?
El timbre de las ocho de la mañana la sacó de sus pensamientos. Poco lograba sacando conjeturas y no le quedaba mucho tiempo. Levantándose de la silla, Historia se dirigió al baño; no le tomó mucho tiempo ajustar la temperatura del agua y luego de quitarse su bata de dormir, abrió la regadera. Contrario a su hábito, la joven se duchó con rapidez y completó su aseo con un buen enjuague bucal, antes de abandonar el lugar y abrir su ropero.
Hábil para escoger la ropa acorde a la ocasión, se vistió con el traje más cotidiano que tenía y salió del departamento que compartía con Levi, rumbo al ascensor que la llevaría del décimo al primer piso. El golpe del frío la hizo acurrucarse en su abrigo y sin demora, se dirigió al automóvil estacionado justo frente a un puesto de comida rápida en la calle.
—Buenos días, Farlan —Historia saludó al chofer de su novio—. Llegaste justo a tiempo.
—Tal como me lo pidió hace dos horas, señorita Reiss —respondió, sin poder ocultar su bostezo—. ¿Acaso tiene alguna diligencia especial en Navidad?
—Digamos que sí —agradeció que el muchacho le abriera la puerta y ocupó el asiento trasero de cuero negro—. ¡Oh, cierto! ¿Podrías comprarle al señor que atiende ahí, por favor?
—C-claro —Farlan se asombró por la inusual solicitud de la diseñadora—, ¿quiere sándwich o hot dog?
—Creo que el primero —dudó un rato y justo cuando el chofer iba a cumplir su pedido, lo tomó del brazo con tanta fuerza que lo asustó—, ¡no, espera! Mejor trae uno de cada uno, y también cómprale una botella de agua. Si puedes, que te añada una bolsa de papitas fritas, no importa si es más costoso.
Bastante confundido, Farlan aceptó los billetes y sin afán de contradecir a la novia de su jefe, consintió el capricho de Historia e inició la marcha hacia el destino que ella le había indicado. Como era costumbre en Navidad, el alto tráfico se hizo presente en la avenida y aunque tal detalle no parecía molestar al conductor, sí lo fue la repentina nevada que empezó a caer sobre la ciudad. El joven Church activó de mala gana el parabrisas y continuó su camino sin muchas trabas, a excepción de un ruido recurrente detrás de él. Con disimulo, Farlan observó a Historia desde el retrovisor interno de su automóvil, sin dar crédito a la escena que presenciaba.
—Salió sin desayunar, ¿cierto? —dedujo, tras comprobar su hambre voraz.
—Fueno, fí, mmm… —demoró en pasar el último pedazo de sándwich en su boca y habló normal— ¡lo siento! Debo verme demasiado grosera.
—Pues —a falta de un discurso que le diera la razón sin herirla, Farlan se encogió de hombros y cambió de tema— creí que no le gustaba esa clase de comida.
—Me agrada, es sólo que llevo más de un mes sin probarla.
—Ya veo. De todas maneras, la grasa no es tan recomendable en las primeras horas del día —replicó y después de un corto silencio, intervino otra vez—. No tiene prisa, ¿verdad? Conozco un sitio donde sirven muy buenos desayunos.
—Bueno, son las ocho y media —Historia miró su reloj—, no veo por qué no.
El conductor sonrió ante su aprobación y luego de tomar un pequeño desvío, llevó su automóvil hasta un minimarket que también funcionaba como cafetería. Farlan se apresuró en abrirle la puerta y condujo a Historia hacia una terraza: por su gentileza, convenció a la joven Reiss para que le dejara pagar el desayuno de ambos, sin imaginar que minutos más tarde, se arrepentiría de su decisión.
—Definitivamente, usted no ha comido nada anoche —Farlan apenas masticó su pan con mantequilla, atónito por las cinco rosquillas, los dos brownies y la tajada de pastel de fresa que Historia devoraba sin tregua.
—¿Mmm? No, no, sí cené —le aclaró, después de engullir un último pedazo de dulce—. Creo que fue un guiso de cerdo con verduras y…
—Sí, ya me imagino —Farlan detuvo su descripción, mareado por tanta combinación culinaria—. Me pregunto cómo le cabe tanta comida.
—¡Ja, ja, ja! No tengo ni la menor idea —su risa se tornó nerviosa y tomó un poco de café con leche, hasta que otro asunto la distrajo—. Verdad, ¿Levi te llamó?
—Sí. Confirmó que vendrá algo tarde, pero lo recogeré en el aeropuerto. Quizás a las seis o siete de la noche, esté en su departamento.
—Genial —celebró para sí—. No le cuentes que salí hoy, ¿de acuerdo?
—Eso depende de lo que tenga en mente —Farlan tomó un trago de café—. Digo, no es habitual que alguien me llame en plena madrugada para que la lleve a quién sabe dónde.
—No estoy haciendo nada malo.
—Nunca lo insinué —hizo la aclaración—. Es más, no tengo inconvenientes en ayudarla: usted sabe que el señor Ackerman me encargó que la cuidara de vez en cuando. Por eso me intriga todo esto, señorita Reiss.
—¿Sabes qué fecha es hoy? —Historia reposó sus brazos en la mesa.
—Navidad —respondió.
—Y… —la muchacha quiso oír algo más.
—¿Y? —repitió, desconcertado.
—¡Por todos los cielos, Farlan! — resopló Reiss— Llevas un año trabajando con nosotros, pensé que conocías más a Levi.
—En realidad, más o menos —intentó resolver el misterio—; pero no entiendo qué tiene que ver con lo que estamos hablando.
—Hombres —sacudió su cabeza—. Bien, te lo diré: tu jefe, buen amigo y mi prometido, cumple años hoy, ¡y no será una celebración cualquiera!
—¿Ah, no? —recibió la noticia sin tanta ceremonia— ¿Y qué cosa, fuera de la Navidad, amerita un festejo tan especial?
—Eh —esta vez, Historia titubeó para contestar, no era la ocasión propicia para hacer alarde de su embarazo—, lo sabrás en su momento.
—Si usted lo dice —Farlan comió un panecillo—. ¿Iremos al supermercado?
—Mientras más temprano, mejor. Así no tardarás para recoger a Levi —la diseñadora se levantó de la mesa y volvió con Farlan al auto, después de cancelar la cuenta—. Necesitaré tu ayuda.
—Pero no soy bueno organizando fiestas —el muchacho encendió el motor.
—Sólo cargarás algunos paquetes, déjame el resto a mí —le guiñó un ojo.
Nuevamente, Farlan echó a andar el vehículo y retomaron el camino hacia el supermercado: como esperaban, el local estaba muy lleno e Historia cogió un carrito disponible para recorrer los pasillos con el chofer. Desde la sección de ropa hasta la de piñatería, la muchacha pasó horas eligiendo todo lo que le serviría para su celebración y mientras Farlan recogía algunos productos de los estantes más altos, la diseñadora ya imaginaba un plan maestro de decoración.
Sin querer, recordó la primera vez que conoció a Levi, después de una desesperante búsqueda de empleo en una empresa de diseño de modas, y empatizando con su inmaduro pasado, Historia sonrió al reconocer que tal coincidencia marcaría el inicio de la relación fructífera que ahora llevaban. Su corazón volvió a latir fuerte como el día que la invitó a salir, o como la primera vez que se besaron. Sus memorias se perdieron en todas las ocasiones que la hizo suya y como si hubiera sido ayer, volvió a evocar ese hermoso "Te amo" que le dedicó hace más de un mes, antes de salir a su viaje de negocios.
En ese instante, la realidad volvió a golpearla cuando, por obra del destino, sus pasos la llevaron a la sección de bebés.
—No me diga que le comprará un biberón para recordarle que "ha vuelto a nacer" —bromeó Farlan.
—Francamente, no suena tan mal —Historia le siguió el juego—. Farlan, yo… mmm, ¿crees que puedas ir a la sección de comida? —señaló un enorme pasillo al fondo— Tal vez se te ocurra algún buen platillo para la noche, así que quisiera que selecciones los ingredientes.
—¿Y usted?
—S-sólo pasearé por aquí —trató de controlar su ansiedad—. ¡Vamos, dijiste que me apoyarías!
Farlan la examinó en silencio y al instante, sintió que algo hizo clic en su mente cuando conectó la actitud de Reiss con los productos de bebés y los episodios de hambre que había atestiguado. Sus ojos se posaron fugazmente en su abdomen, para luego volver a mirarla con una sonrisa: sin duda, había temas fáciles de entender, sin necesidad de ser un gran experto.
—De acuerdo —asintió—. Si gusta, le guardo sitio en la fila de la caja.
Historia aceptó y asegurándose de que Farlan se había alejado lo suficiente, recorrió cada pasillo de la sección de bebés para encontrar el complemento perfecto de su sorpresa. Su mirada saltó de biberones a mascadores, luego a sonajeros y pañales: al ver esto último, echó a reír con sólo imaginar a Levi limpiando el trasero sucio de su futuro bebé. Una serie de fantasías cómicas llenaron su cabeza y por enésima vez, su extrema alegría se vio empañada con el natural temor al rechazo de Levi. Por su boca, supo que no había tenido un modelo familiar tan loable y la posibilidad de que un hijo quebrara su vida tan ordenada la llenó de remordimiento. Historia bajó la mirada, mientras acariciaba su pequeño vientre: jamás tuvo intención de ser una carga para Levi, mucho menos actuar de forma tan egoísta con él; concibió los mejores y peores escenarios que involucraban a su futuro hijo y en ese instante, supo que ahora lidiaba con un instinto superior. Ya no se trataba de ella, sino de la criatura que había aceptado tener, independientemente de si su presencia fortalecía o rompía su relación. Sin darse cuenta, Historia había asumido el eterno compromiso de proteger a su bebé.
Cuando el reloj del supermercado anunció el mediodía, volvió a reaccionar. Asumiendo una vez más su maternidad, tomó un ropón blanco y se escabulló entre la gente para pagar dicho producto en la caja rápida: así Farlan no preguntaría por aquel objeto tan discorde con la fiesta de un adulto treintañero, si llegaba a verlo entre las compras. De esa manera, Historia recuperó algo de su paz y logró dar con el paradero de Farlan, quien la esperaba con el carrito repleto de comida y adornos festivos; después, ambos salieron con enormes bolsas y caminaron por el patio de estacionamiento, rumbo al automóvil.
Para su sorpresa, Farlan había tomado la mayor cantidad de paquetes, especialmente los más pesados, pues según sus palabras, quería "evitarle la fatiga". Ya de regreso, conversaron de cualquier tema que amenizara el camino, sin que esto borrara la tensión surgida a raíz de su visita a la sección de bebés. Historia no se atrevía a hablar del asunto y semejante silencio sólo confirmaba las sospechas de Farlan, aunque tampoco estaba en sus planes incomodar a la prometida del señor Ackerman con asuntos que no eran suyos. Así pasaron otros quince minutos, hasta que el auto paró en el condominio y ambos subieron las compras al departamento.
—¡No te imaginas cuánto agradezco tu ayuda, Farlan! —Historia abrió la puerta y lo hizo pasar— Me aseguraré de que Levi sepa lo que has hecho por mí.
—No tiene que hacerlo, señorita —Farlan depositó los paquetes en la cocina y caminó con la joven hasta la puerta—. Sólo cuídese bastante y deséele un feliz cumpleaños de mi parte. Sepa que los aprecio mucho.
—Nosotros también, Farlan —sonrió y con el permiso del muchacho, le dio un enorme abrazo—. Tráelo bien a casa, por favor.
—Descuide —dio media vuelta y subió al ascensor, pero justo antes de que la puerta se cerrara, pronunció—. Por cierto, ¡no revelaré su gran secreto!
—¿Qué? —aquella frase la descolocó y no pudo responderle, pues ya se había marchado— ¿Será posible…? No, no lo creo, jamás hablé del asunto. En fin, ¿por dónde empiezo? —cerrando su puerta, Historia observó el enorme departamento: tenía bastantes materiales y mucho trabajo que hacer.
[…]
Si había algo que Levi amaba de sus negocios, era la tranquilidad en sus largos viajes aéreos. Por debajo de la calidez que le otorgaban Historia y su hogar, disfrutaba el silencio del avión cuando dormían casi todos sus pasajeros y para ello, siempre pedía un asiento al lado de la ventana. Cada vez que contemplaba el maravilloso panorama por encima de las nubes, Levi se sentía el hombre más poderoso del mundo y por instantes, juraba que nada podía superar tan exquisito lujo… hasta que la risueña imagen de Historia se difuminaba con los suaves rayos del sol a punto de ocultarse.
El hombre de negocios no pudo evitar sonreír: esa mujer se había instalado en lo más profundo de su ser y estaba seguro que nada ni nadie podrían sacarla de ahí. Considerándose bastante torpe en el romance, Levi seguía sorprendido por el curso que habían tomado las cosas, desde la vez que la conoció hasta su presente como pareja. ¿En qué momento había conseguido exitosamente la estabilidad? ¿Cuándo decidió abandonar el temor a entregarse por completo? ¿De qué manera alguien tan solitario se había ganado el corazón de una joven tan diáfana? ¿Por qué él, entre tantos hombres más jóvenes, pudo merecerla?
Aturdido con sus propias interrogantes, Levi sólo aceptó la buena fortuna y aprovechó su soledad para evocar cada detalle de su novia. Visualizó su cabello rubio y sedoso ondeando con la brisa matutina, se hundió en la inmensidad de sus ojos azules y correspondió involuntariamente a su hermosa sonrisa, como si la tuviera frente a él. Conforme cedía al poder de la añoranza, su mente no se conformó con su rostro y de a pocos, alucinó con cada fracción de su cuerpo hasta completar la desnudez de Historia.
Los recuerdos de la última vez que hicieron el amor detonaron sus pensamientos más atrevidos, al punto de liberar un pequeño gemido de placer; fue allí cuando Levi reaccionó cubriéndose la boca y miró en todas direcciones para confirmar que los pasajeros seguían durmiendo. Avergonzado consigo mismo, agradeció que nadie escuchara su fugaz pérdida de control y se concentró en el último tramo del viaje. Después de media hora, el piloto anunció el descenso del avión a la ciudad y con la mayor calma posible, Levi ignoró las turbulencias, hasta que el cielo despejado se tornó blanco y gris, a causa de la nevada.
Cuando el tren de aterrizaje rozó la pista del aeropuerto, Levi inclinó su cabeza en agradecimiento a la Providencia, por permitirle volver a casa; poco después, todos abandonaron el enorme vehículo y ya en el interior del aeropuerto, cada uno recogía su respectivo equipaje. En el caso de Levi, apenas llevaba una maleta grande y un portafolio negro con todos sus documentos administrativos, no tardó mucho en corroborar la información de su pasaporte y lejos del barullo, finalmente encontró sosiego en la silueta de Farlan Church, su chofer de confianza.
—Bienvenido, señor Ackerman —el joven lo saludó respetuosamente—. Me alegra que haya regresado con bien.
—Gracias, Farlan —estrechó su mano—. ¿No has aguardado demasiado? Afuera, la nevada está algo intensa.
—No se preocupe, estoy bien cubierto —el chofer presumió el último abrigo que compró por cortesía de Levi y después de meter la maleta en el automóvil, ambos partieron justo cuando el reloj marcó las seis y media de la noche—. Es cierto, guardé las cartas que enviaron durante su ausencia.
—¿Son muchas? No, mejor no lo digas —Ackerman observó cómo abría una bandeja y recibió de Farlan un atado de misivas—. Mierda, cuántas solicitudes…
—Sólo de las dos últimas semanas —acotó—. Tengo otras más en mi casa, así que podríamos…
—¡Ni se te ocurra! Siento que mi cabeza va a estallar con tantos trámites —lo interrumpió, para luego mirar el techo del automóvil—. Disculpa si tantos envíos te agobiaron, mañana daré instrucciones para que las nuevas cartas se remitan a la dirección original.
—Pierda cuidado, señor Ackerman —sonrió—, ¿pero por qué me eligió como destinatario? Tanto cambio es engorroso para usted.
—No quería incomodar a Historia con el papeleo. Ella tiene demasiados proyectos en marcha y sería injusto fastidiarla con asuntos ajenos.
—Entiendo —asintió—, pero apuesto a que la señorita no se hubiera negado a ayudarlo, si se lo pedía.
—De todos modos —insistió, perdido en el paisaje nocturno tras la ventana.
Farlan comprendió que aquella frase marcaba el final de su conversación y sin ánimo de arruinar su meditación, puso atención al último tramo del viaje y bajó la velocidad para retrasar su llegada por unos minutos. Pese a llevar un año de servicio, aprendió a reconocer los altibajos del empresario; aun consciente de su carácter sobrio, lo consideraba una de las mejores personas para las que había trabajado y tras recordar su aventura matutina con Historia en el supermercado, confirmó que todo el esfuerzo de la muchacha valía la pena por aquel hombre que demostraba quererla y preocuparse de la misma forma, incluso a la distancia.
El trayecto llegó a su fin y cuando Levi salió del vehículo, una discreta sonrisa borró todo el cansancio de su rostro: sin lugar a dudas, había extrañado bastante a Historia y su hogar.
—¿Va a necesitar la movilidad mañana? —preguntó Farlan.
—Creo que no —Levi se aseguró de pagarle por el viaje—. Cualquier cosa, te estaré llamando. Muchas gracias por todo y pasa unas fiestas tranquilas.
—Lo mismo para usted, señor —el muchacho se despidió y luego de verlo entrar a la recepción del condominio, arrancó su automóvil, rogando al cielo para que su estimado empleador recibiera la mejor sorpresa de su vida.
[…]
La iluminación eléctrica de la casa fue reemplazada con las velas dispuestas en cada rincón del departamento, y al sentir la mezcla del olor de la cera derretida con el incienso aromático, Historia dio por concluida su gran creación. Tuvo la paciencia para entrar a su cuarto, se arregló con un vestido palo rosa no muy ceñido y una chaqueta polar blanca que combinaban a la perfección, para después usar unos zapatos de taco bajo.
Dos aretes largos y un collar de paloma sirvieron de complemento ideal para su traje y con mucho tino, roció el perfume favorito de Levi en sus zonas más sensibles, segura de que enloquecería con sólo abrazarla. Realzó su belleza usando un maquillaje discreto y dando fin a sus retoques, sintió que abrieron la puerta principal. Aquella señal era más que evidente y con un profundo suspiro, Historia fue a recibir a su prometido. Como ya lo había anticipado, notó la sutil sorpresa de Levi al observar todos los arreglos que hizo en su departamento.
—Buenas noches, cariño —la joven Reiss lo saludó a prudente distancia y se deleitó con el asombro del empresario al verla vestida de esa manera: aquella reacción fue suficiente para enorgullecerla.
—Historia —Levi se quedó anonadado por unos segundos y luego recobró su habitual parsimonia, cerrando la puerta—, ¿decoraste el departamento?
—Sólo un poco —caminó lentamente hacia él—. ¿Te gusta?
—Pues no me quejo —observó todo como si estuviera en un lugar desconocido—. ¿Celebraremos Navidad aquí? Pensé que querrías pasear o tal vez…
—Preguntas demasiado —tomó su mano sin previo aviso y lo atrajo hacia ella, dándole un enorme beso—. No tienes idea de cuánto te he extrañado.
—Lo mismo digo —Ackerman se permitió sonreír y volvió a besarla, esta vez acariciando su cuerpo—. Hmm… ¿"Sonata de Medianoche"?
—No lo olvidaste —Historia sonrió al oír el nombre del perfume, se empinó un poco para que Levi aspirara el potente aroma en su cuello, y luego se separó de él—. Debes tener mucha hambre, cielo: ¿quieres que te sirva tu guiso favorito?
—Nada me haría sentir mejor; aunque si te soy sincero, he visto a mucha gente comer como puercos en todo el viaje —explicó con su habitual ironía—. ¿Crees que podamos cenar más tarde o quizás en la mañana?
—Siempre que no lo saque del horno —volvió a reír y lo llevó hasta la sala, en tanto lo ayudaba a quitarse el abrigo—. ¡Cuéntame lo que has hecho!
—Créeme, no querrás escuchar las discusiones de tantos viejos. Si quieres, te lo explico cuando esté más tranquilo. Por ahora, acompáñame…
Tomados de la mano, se sentaron en el sillón más grande y contemplaron todos los arreglos a su alrededor, invadidos por un silencio reconfortante. Levi acercó la cabeza de Historia a su pecho y acomodó algunos mechones rebeldes, sin dejar de observarla: su rostro parecía más radiante y su silueta contorneada no había pasado inadvertida para él. Los recuerdos de su misteriosa tristeza, días antes de partir, lo abrumaron y aunque ya no veía razones para averiguar el por qué, prefirió olvidar ese momento y disfrutar de la compañía de su prometida.
—No hagas caso a lo que dije hace rato —se disculpó por su anterior frase, a causa del cansancio del viaje—: tu remodelación me fascinó.
—¿De verdad? —puso a prueba su percepción— ¿No te parece "menos navideño" o algo así?
—Para nada —la alabó—, es más, creo que es la Navidad más innovadora que he visto en una sala.
—Imaginé que lo dirías —Historia se separó un rato y levantó la almohada de la esquina derecha del sillón para sacar un paquete—. A veces el trabajo nubla nuestros recuerdos, hasta del día que venimos al mundo.
—"Venimos…" —repitió, tomando lo que daba impresión de ser un obsequio, y allí recapacitó sobre las palabras de su novia: con una risa avergonzada, intentó disimular su propio olvido—. Demonios… ¿es veinticinco de diciembre, cierto?
—Así es —confirmó su fecha de nacimiento—. Feliz cumpleaños, amor.
—Historia… —le dio un beso en la frente y dejándola recargarse a su costado, vio un prendedor de oro en forma de halcón— ¡mira, otra ave!
—Ya tenemos el juego completo —levantó su propio collar de paloma.
—Tan atenta, como siempre. No sé qué haría sin ti… —Levi se acercó para besarla y en esta ocasión, el juego de sus labios se hizo más continuo.
Con gran pericia, Levi le quitó la chaqueta blanca y pudo observar sus hombros al descubierto, apenas cubierto por las tiras delgadas de su vestido. El aroma de "Sonata de Medianoche" aceleró sus latidos y mientras sus dedos recorrían su silueta, Historia respondía con la misma presteza, dejando que la boca de su novio la reconociera a su antojo. El coqueteo subió de intensidad y cuando Levi acarició la tela por encima de su vientre, la muchacha retrocedió asustada: nuevamente, el deseo había bloqueado por unos minutos a su juicio.
—¿Qué te pasa? —el hombre la vio levantarse del sillón.
—N-nada —titubeó, nerviosa.
—¿Y por qué te alejas así? —la actitud de la joven lo puso en alerta y también se paró— ¿Sucedió algo en mi ausencia?
Historia no supo cómo empezar. La legítima preocupación de Levi la paralizó, pese a que el tiempo jugaba en su contra: su vientre crecía cada vez más y ya no encontraba forma de ocultarle la noticia. Merecía saberlo todo.
—Sí, Levi —a paso lento, Historia fue hacia un estante y tomó otro obsequio.
El joven Ackerman recibió un paquete más suave y lo abrió con gran curiosidad: era un conjunto blanco para bebé. Levi volvió a mirarla y no necesitó más confirmación que el brillo de sus ojos y el temblor de sus labios. De repente, sus piernas se volvieron más pesadas y aun así, juraba flotar entre las nubes.
—¿Cuánto tiempo? —articuló, estupefacto.
—Dos meses —respondió, solemne—. Fue porque nos descuidamos la última vez que lo hicimos, pero no pretendo pelear contigo y tampoco pido una respuesta inmediata. Sólo…
El tic-tac del reloj de péndulo fue lo único que resonó en la sala, luego de que la pareja se sumiera en el silencio. Sus miradas se desafiaron, sus voces quedaron atrapadas y en el instante que Historia planeaba romper la tensión, vio a Levi aproximarse con el único propósito de darle un beso. Reiss se quedó estática y al sentir cómo la cargaba con suavidad, finalmente reaccionó y cayó en cuenta de que se dirigían a su nido de amor.
Ya en su habitación, la depositó con cuidado en la cama, llenándola de besos y abrazos. El calor de la chimenea eléctrica elevó el éxtasis de la pareja que rápidamente se había desnudado y Levi sonrió al descubrir que su mujer no llevaba ropa interior. Agradeció la oportunidad de volver a contemplar su desnudez; no obstante, algo muy diferente marcaba su nueva entrega: no era simple sexo desenfrenado. Quería tomarla, reafirmar el sentimiento que los unía y en medio de sus temores, aceptar su futura paternidad al besar el vientre de su novia.
Historia yacía desnuda entre las sábanas y se tomó unos segundos para captar la agitación de Levi, luego de la noticia de su embarazo. Decidida a sacarlo de su shock, la joven tomó su miembro erecto con la mano derecha y empezó a frotarlo intensamente: aquella caricia bastó para traerlo de vuelta y entre jadeos, Levi humedeció sus dedos e hizo lo mismo con la intimidad de su compañera. Reiss se arqueó en el instante que lo sintió vagar por sus pliegues carnosos y reclamó más caricias, mientras sacudía la longitud de Levi con gran habilidad. A diferencia de la muchacha, él marchaba con más lentitud para no dañarla en su estado y dejó que Historia jugara con su pene cuanto quisiera, hasta que la forzada abstinencia lo obligó a correrse antes de tiempo, sobre el estómago de su amada.
Historia sonrió con su logro y consciente de que sólo era el inicio, volvió a excitarlo al embadurnar sus dedos de semen y relamiéndose con él. El efecto deseado no se hizo esperar y en cuestión de minutos, el miembro de su novio volvió a palpitar, adquiriendo más tamaño. Levi no quería rezagarse y acercó su rostro a la entrepierna de Historia, torturándola por el primer orgasmo que le provocó. La diseñadora reemplazó sus jadeos con gritos más apasionados y agitó sus caderas contra la boca de Levi para que éste lamiera cada fibra de su intimidad, mientras cogía su cabeza para indicarle que aumentara la velocidad; le rogó que la hiciera venirse lo más rápido posible y a su pedido, Ackerman succionó su botón de placer con tanta potencia que la hizo liberar su íntima descarga.
Entre convulsiones, Reiss atrajo a Levi sobre ella y abrió sus piernas, invitándolo a hundirse en su ser. Su rostro suplicante sólo cautivó más a su prometido, conocía muy bien su disfrute al sentirse dominada; pero en ese momento, decidió cambiar papeles y luego de susurrarle al oído, se echó en la cama para que ella tomara el control. Historia no dudó en coger su miembro y esta vez lo envolvió con su boca, succionándolo con mucha fuerza. Entre gemidos, Levi pronunció su nombre y apretó los dientes para retrasar su siguiente clímax, hasta que Historia gateó sobre él para restregarle sus senos en la cara.
Ackerman aspiró el perfume de Reiss y mientras luchaba por tomar uno de los pezones con su boca, sentó a su mujer para entrar en ella. La húmeda estrechez aprisionó su longitud y al borde de la locura, Historia marcó un ritmo suave y profundo en sus embestidas, dándole más prioridad al roce de sus sexos y el deleite que obtenía con la succión de sus pechos. Repartiendo chupetones sonoros en cada seno, Levi lamió cada pezón con su lengua a una velocidad que transformaba a Historia, su ángel apacible, en una fiera lujuriosa. Su mujer no hacía más que gemir y aferrada al cuerpo de su amante, lo motivó a acelerar su ritmo junto a ella, hasta que ambos alcanzaron un nuevo e intenso orgasmo en sincronía.
Levi rugió contra el cuello de Historia, mientras sentía su esencia derramarse en su interior. Sus mentes nubladas no respondieron por un instante, sus pulmones reclamaban oxígeno y sudorosos, cayeron rendidos sobre su lecho.
—Si así son tus regalos, quisiera cumplir años todos los días —confesó Levi, muy exhausto.
—Tampoco hay que abusar —Historia empezó a reír.
—Tienes razón, debemos cuidar al bebé —la recostó en la cama y salió de su interior con calma—. ¿Cuándo pensabas decírmelo?
—Creo que ya no tiene caso pensarlo.
—Lo sé, pero tampoco te veía tan convencida de contármelo.
—Tenía miedo, ¿sí? —se avergonzó.
—¿Porque creíste que me negaría a tenerlo? —la reprochó— Sabes cómo fue mi infancia, sería horrible que un hijo mío pase lo mismo que yo.
—¿Entonces…?
—Significa un sí —asintió—. Te amo, Historia, y a nuestro bebé. Jamás lo dudes, por favor…
Historia no pudo contener su felicidad y desterrando cualquier lágrima traicionera, besó a Levi con gran ternura, demostrándole una vez más la adoración que le profesaba. La chimenea seguía calentando la habitación y Ackerman volvió a acariciar el vientre de su amada.
—¿Pensamos en nombres? —susurró Historia— Algunos de varón y…
—Será niña —sentenció Levi, casi dormido.
—¿Eh? —lo miró— ¿Cómo puedes asegurarlo?
—No lo sé —esbozó una sonrisa, en plena felicidad—. Sólo confía en mí…
N.A.:
¡Buenas noches a todos! Finalmente pude terminar la segunda parte del segundo capítulo de esta colección. En primer lugar, agradecerle tanto a Angelica como a Chisheccid por la oportunidad de trabajar con ambas en este proyecto tan hermoso, ¡créanme que me siento muy feliz por la creación que estamos logrando! De igual manera, también a Nazg por su fanart.
Hasta este punto, la historia ya abordó la confesión de Historia a Levi: ¡un bebé viene en camino para coronar su relación! ¿Qué creen que llegue a ser? ¿Qué les esperará a la pareja de aquí a un tiempo? Los invito a descubrirlo en la siguiente y última entrega para Año Nuevo.
¡Espero que les haya gustado la historia, muchas gracias por sus lecturas y reviews! ¡Pasen una Feliz Navidad y buena suerte a todos! :D
