Hola que tal, muy buenas noches :) Disculpen mi demora, de hecho desde Mayo tengo todo lo que acabo de publicar, pero por alguna razón me frustraba ver que tenía ya un capítulo tan largo y no me inspiraba a seguir la beybatalla, así que decidí publicar lo que llevo hasta ahora y tener un inicio fresco para el capítulo 25.

Les agradezco mucho sus visitas y reviews, las aprecio mucho ya que me ayudan a seguir avanzando.

MaryMishe00

Amiguita hermosa! Gracis por pasarte a leer, me hace feliz saber que mi trabajo motiva el tuyo! Tu fic va excelente, y ambas seguimos las aventura de nuestras OC´s.

La pobre de Silke se las ha tenido que ver negras, estoy segura que si Robert lo supiera, apreciaría mucho más todo el esfuerzo que está haciendo para llegar hasta él (Igual que Leela :D), que bueno que te divirtió la parte de la librería, la verdad no la tenía contemplada, fluyó mientras escribía, y también me agradó el resultado :3

Marie-Angelique y Enriquito, su relación me parece divertida, y los Majestics también se toman muy en serio su entrenamiento, ya veresmo que tal les va en el siguiente capítulo.

Y sobre Kaisito! Tenía que poner su amor por los animales! Es una de las características más contrastantes de este personaje y creo que se le puede dar un buen uso en el fic.

Gracias Mishe, espero disfrutes el siguiente fic, saludos!

Sarah Kilensky

Hola amiga, buenas noches! Me da gusto que estés al tanto del fic, disculpa la tardanza, pero si me bloquee mentalmente, así que ya mismo publico el capi :D

Así es, Black Dranzer es mencionado, personalmente creo que es un gran personaje, al que se le puede exprimir más jugo, y definitivamente hará su aparición en el fic...

Aunque creo que andas leyendo entre líneas! Ya tienes buenas teorías acerca de Gekiryu D: no diré más! jeje te mando fuertes abrazos amiga! :D

AngelKhazanovXIII

Hola amiga! Gracias por dejarme tus comentarios, y discúlpame por que tendrás que esperar un capi más para la furiosa batalla, me ha costado trabajo como sabes pero quiero que quede perfecta, así que para el siguiente cap iniciaré mucho más fresca. Cheslav es sin duda un símbolo de respeto y autoridad, y supongo que te trata de la misma forma en que tu lo tratas, así que es de cuidado. Por otro lado, Kirill es otra historia, es todo lo contrario, supongo que le falta madurar, pero si quiere trabajar con Kai, tendrá que cambiar, o carbonizarse en el intento jaja.

Y como bien dices, tal vez la batalla entre Kai y Silke sea lo mejor para que puedan tener una mejor convivencia (?)

Sobre los rusos, creo que ese es el tipo de entrenamiento de supervivencia que los ha convertido en uno de los equipos más fuertes, pero bueno tu me has ayudado mucho con este tema, así que me complace que sea de tu agrado.

Muchas gracias por todo amiga, saludos!

Que tengan una excelente lectura, y linda semana =^w^=


Capítulo XXIV

El día para la cuarta ronda en la que se definirían los dos equipos que disputarían la gran final en Alemania había comenzado. En la mansión rentada en Nápoles se generaba mucho movimiento. Empleados subían y bajaban por las escaleras moviendo las pertenencias del Señor Hiwatari. Las camionetas se iban llenando y el equipo de los Blitzkrieg Boys ya había tomado el desayuno y solo se preparaban individualmente para salir en dirección al aeropuerto de Nápoles.

Silke se miraba en un espejo. La noche anterior había descansado profundamente, más tranquila pues había conseguido un empate con Kai. Tenía un pequeño reloj sobre el tocador que le indicaba que le quedaban solo treinta minutos antes de salir de la mansión, así que cuando tuvo el cabello totalmente cepillado, pasó a entrelazar los mechones castaños en forma de corona que solía lucir.

Aquel era un peinado muy acostumbrado de realizar, pero por alguna razón sus dedos erraron una parte de su lado izquierdo y la trenza lucía chueca. Se extrañó por esto, así que procedió a deshacer el peinado para nuevamente intentarlo. Finalmente lo consiguió teniendo que poner más atención, gastando mayor tiempo del habitual hasta que su cabello luciera perfecto como su madre le había instruido a lo largo de su vida.

Procedió a tomar los artículos que seguridad no había subido ya a las camionetas, siendo su blade y lanzador; el celular estaba totalmente cargado de la batería sin llamadas o mensajes nuevos y guardó su pasaporte en las bolsas de su vestido. Echó un último vistazo a su reflejo, comprobando que todo estuviera en su sitio, cuando repentinamente sintió nauseas salidas de la nada.

Se llevó la mano al pecho e inhaló lo más profundo que pudo desapareciendo el malestar. Negó con la cabeza y abandonó la habitación en dirección a la salida.

Al asomarse por una de las ventanas del pasillo pudo contemplar la movilización del equipo de seguridad en el patio. Faltaba poco para partir.

-¿Estás lista? – Preguntó Tala verificando que no hubiera más miembros de su equipo en las habitaciones.

Silke se limitó a asentir con la cabeza. No tenía ninguna palabra a la mano para responder. Tala la miró por un instante y empezó a bajar las escaleras con Silke siguiéndolo.

El pelirrojo se sentía tranquilo y emocionado por el enfrentamiento con Oliver o Enrique. Sabía que eran peligrosos, pero toda su infancia se había tratado solo de sobrevivir, obedeciendo órdenes con el único propósito mantenerse vivo hasta el día siguiente; ahora las cosas habían cambiado. Podía probarse sus habilidades y sentirse orgulloso de sus victorias como beyluchador y no más como un soldado, aunque la persistente sombra de Voltaire siguiera sobre su equipo acompañada de sus dos buitres carroñeros, Cheslav y Kirill, la emoción que sentía su corazón sólo le pertenecía a él y a nadie más. "Será un combate espléndido", auguraba el lobo alfa.

En la playa, Kai acariciaba a la gaviota que había encontrado la noche anterior. Ya no estaba sucia, sus plumas lucían radiantes de nuevo y una de sus patas tenía un poco de cinta para curación que el japonés le había colocado donde se había cortado a causa del empaque plástico con el que se había enredado.

El ave cantaba, aunque no se veía deseosa por alejarse de quien la había rescatado, alimentado y curado.

-Anda, vete ya. – Le sonrió Kai estirando las manos para impulsarla hacia arriba.

La gaviota emprendió el vuelo y se alejó silbando sobre el mar tan azul como el cielo. El clima era perfecto a diferencia de la semana que transcurrió como si toda la atmósfera se hubiera limpiado. Kai se quedó admirando al animal alejarse con una media sonrisa, la cual cambió radicalmente al escuchar pasos deslizantes sobre la arena a sus espaldas.

-Es hora de ir al aeropuerto.- Dijo Kirill de una forma muy profesional.

-Teníamos un acuerdo. – Respondió Kai pasando a su lado en dirección a las escaleras.

Kirill continuó de cerca.

-¿A qué te refieres? – Preguntó fortuito.

-Me dirías cualquier acto sospechoso de Silke. No me has reportado nada. – Regañó.

Kirill no entendía del todo la acusación.

-Silke es una pobre ingenua, no creo que tenga la menor idea de lo que hace aquí. – Observó el castaño haciendo a un lado las inexistentes sospechas.

-Ella puede ser ingenua, pero no es tonta. ¿A dónde la llevaste hace tres días? – Cuestionó caminando decididamente por el jardín superior.

-Compró un aburrido libro, no creí que fuera de tu interés. – Respondió algo sarcástico.

-¿De qué trataba? – Demandó saber el Hiwatari deteniéndose de pronto enfrentando a su futuro jefe de seguridad.

-Sólo era un libro infantil de mitología nórdica. – Respondió con una sonrisa burlona. - ¿Por qué eso sería importante? – Aseguró el más alto.

Kai no le dio ninguna respuesta, sólo siguió su camino hasta el estacionamiento donde ya se encontraban todos listos para partir. El segundo al mando de la seguridad se quedó pensativo, Kai sabía algo que ni la misma Silke sospechaba. Tendría que averiguarlo y dar aviso a Cheslav.

Kai subió a la camioneta donde el resto de su equipo esperaba. Evitando problemas por territorio con Tala, Kirill se fue con Cheslav y Voltaire en el primer vehículo del mismo modelo y color. Las rejas de la mansión se abrieron y seis camionetas escoltadas por un auto al frente y otro atrás del convoy partieron en dirección al aeropuerto.

En un corto tiempo estuvieron en el pequeño aeropuerto Capodichino, donde fueron autorizados a entrar por un andén especial para llegar al pequeño hangar destinado a los jets privados, así que solo uno de los autos y las dos camionetas principales accedieron al lugar.

Voltaire descendió con Cheslav y Kirill detrás, y fue el primero en abordar un jet con capacidad para 12 personas. Cuando el equipo de Beyblade pudo bajar de su vehículo, Silke tropezó al no calcular la distancia de la camioneta al piso por lo que se sujetó del brazo de Bryan quien estaba a su alcance.

De inmediato se alejó de él.

-¡Bryan! ¡Por favor perdóname! – Se disculpó rápidamente la castaña intentando retomar elegancia. Sabía cómo caminar adecuadamente con tacones, y ese desliz la sorprendió profundamente.

-¿Estás bien? – Preguntó Bryan frunciendo el ceño mientras se agachaba un poco hacia ella, su comportamiento era distinto al de siempre.

-¡Sí! – Exclamó como si su oficial al mando la hubiera cuestionado con autoridad, hasta que nuevamente se apenó tras convertirse en el centro de atención de su equipo, inclusive Kai quien la veía cruzado de brazos.

Silke notó su error, por lo que carraspeó tomando control de sí misma, su rostro serio regresó y avanzó decidida hacia el avión.

-Creo que no está bien. – Observó Ian con una mano en el mentón.

-Debe estar un poco nerviosa. – Sugirió Spencer.

Tala confirmó lo que creía haber notado en la mañana.

Todos ingresaron al avión, Voltaire y Cheslav tomaron los primeros asientos, cada uno a los costados del pasillo, Kirill se sentó en el asiento que se encontraba en dirección opuesta a Voltaire, de esa forma el viejo estaría protegido por ambos flancos.

La azafata ubicó a Silke en la siguiente fila mirando de frente a Kirill, y Kai se sentó detrás de Cheslav con Tala a la izquierda de la chica.

Ian se colocó detrás de Silke con Bryan al frente suyo y Spencer obtuvo el último asiento a la izquierda de Bryan.

La azafata entonces cerró la puerta del jet y procedió a solicitar que se colocaran los cinturones de seguridad. Les comunicó que el viaje sería de aproximadamente 2 horas y 15 minutos, así que rápidamente estuvieron en el aire.

Minutos después, la asistente de vuelo pasó con cada uno de ellos ofreciendo bebidas y botanas. Silke fue la única que se negó a ingerir cualquier clase de alimento, cosa que no pasó desapercibida por Kirill quien no dejaba de mirarla mientras degustaba una bolsita de crujientes semillas sazonadas.

Para él, era como si un doctor estuviese analizando los síntomas de un salpullido con un paciente que no deja de rascarse involuntariamente frente a sus ojos. Le traía tantas memorias "divertidas" de cuando probaba a los alumnos más inexpertos con el grupo de élite que Boris le había encomendado entrenar. Las caras de los más jóvenes inundadas por la ansiedad e incertidumbre de enfrentar a beyluchadores sedientos de victoria, que sin duda destrozarían sus blades y los mandaran fuera de la abadía con temperaturas bajo cero en el mejor de los casos… o en el peor, hacerlos parte de los experimentos. No quiso extrañar esas sensaciones así que prefirió interactuar con Silke.

-Estás perturbada. – Dijo sin más con una sonrisa atrayendo la atención del silencioso avión, inclusive de Voltaire.

Silke sintió como si le tiraran un balde de agua fría en la espalda para a continuación, sentirlo contrastar con un inmenso calor recorriendo sus mejillas. De por sí se sentía un poco mal, ¿Acaso no conseguía poner un gesto tranquilo ante su verdugo? Una voz rasposa atrajo su atención al asiento trasero de Kirill.

-Más vale que te tragues esos nervios fraülein, ya que tú fuiste quien se involucró en este torneo, y si no derrotas a tu hermano… bueno algún castigo se te impondrá. – Disfrutó amenazando el anciano desde su asiento bebiendo un poco de champaña tras suponer acertadamente los sentimientos en disputa dentro de Silke.

-No perderé. – Respondió retirándose el cinturón para ponerse de pie en dirección al baño en la cola del avión.

Kirill sonrió para sí, cosa que Tala aborreció desde su asiento recordando el tiempo en que Kirill tenía casi el mismo poder que Boris, hasta que su gesto se desvaneció a causa de la voz de Cheslav.

-Kirill, no molestes más a fraülein, no queremos que pierda el conocimiento antes del combate. – Regañó de reojo.

El segundo al mando asintió, al parecer un verdadero adulto le había arrebatado su juguete.

-¿Dónde será el combate? – Preguntó Tala con total seriedad desde su posición.

-Le avisaron al Señor Voltaire que la siguiente ronda se llevará a cabo en el Palacio de Versalles, al parecer la familia Boulanger consiguió un permiso especial para construir un estadio de Beyblade desmontable sobre las aguas del Gran Canal. – Informó Cheslav con claridad.

-Es por eso mismo que el equipo debe llegar a la final, este campeonato ha invertido más dinero en nosotros que los anteriores, no seré testigo de fallos por parte de "ninguno" de ustedes. – Dijo poniendo especial énfasis en lo último. – Quiero a los Majestics y a sus bestias bit bajo tierra. – Decretó con intensidad.

Ian, Kirill y Kai quienes tenían la vista hacia la cola del avión, pudieron ver una expresión de tristeza en el semblante de Silke, quien se había refrescado las mejillas para olvidar el bochorno que los nervios le producían. Ella se limitó a bajar la mirada al piso y volver a su asiento para dirigir su atención fuera de la ventana en completo silencio.

Kai centró su atención hacia su propia ventana. Considerando la actitud tan cambiada de la alemana, él y Tala tendrían que asegurar la victoria desde el inicio. Por su parte, derrotar a McGreggor en medio de Versalles, era algo mucho más que apropiado para poner nuevamente en su lugar al caballerito escocés de fuego. A estas instancias del partido, realmente anhelaba un enfrentamiento a muerte súbita.

Arribaron al aeropuerto en París Charles de Gaulle a las 10:00 am, afortunadamente al provenir de un país dentro de la Unión Europea no era necesario pasar por migración, por lo que salieron por un pasillo solitario hacia unas puertas de cristal esmerilado.

Cuando estas se abrieron, Voltaire fue el primero en salir con Kirill y Cheslav a sus lados, y una gran multitud comenzó a gritar eufórica intentando sobrepasar una cadena humana de oficiales del aeropuerto que protegían al grupo que atravesaba el corredor.

Gritos de chicas y chicos ensordecían la amplia ala del edificio de tránsito aéreo. Levantaban pancartas con el logo de los Blitzkrieg Boys, cámaras y teléfonos celulares, fotografías de ellos, incluso algunos vestían ropa parecida a la de los beyluchadores, y coreaban sus nombres en todas direcciones. Para el grupo era algo normal, una molestia el escándalo pero estaban acostumbrados; sin embargo para Silke todo el estruendo sólo conseguía alterar sus estribos, algo que nunca antes había sentido. Era una extraña sensación, sentía un cosquilleo en la planta de los pies a cada paso que daba, tenía el estómago revuelto a pesar de que ya llevaba horas sin haber comido nada y su visión parecía nublarse a causa de tanto ruido. De pronto chocó contra la espalda de Kai cuando este paró de golpe y ella no detuvo su andar por ir distraída.

-Fíjate. – La agredió de reojo con su profunda pupila carente de calidez.

Silke solo apretó los labios ante su error, debía controlarse.

Demoraron algunos minutos en salir por el abarrotado pasillo, Spencer alcanzaba a ver la salida detrás de un mar de cabecitas que saltaban irregularmente por todo el pasillo tratando de divisarlos mejor. Bryan saludaba animado y lanzaba miradas sensuales con gestos carismáticos de mano a las chicas que gritaban su nombre, algo que a Ian le pareció cómico respecto a su compañero, hasta que por fin llegaron a una camioneta blanca con el logo de la BBA. Sus fans los siguieron hasta el vehículo dando golpes de ánimo al auto, mientras policías trataban de alejarlos para dejar que la camioneta emprendiera el viaje al recinto deportivo. Al igual que en el avión todo siguió en completo silencio, Silke solo se limitó a reconocer el camino al Palacio de Versalles donde sabía de antemano que sería la cuarta ronda del torneo.


En el área cercana al centro de París conocida como el municipio de Versalles, ya se encontraba una gran fila de autos para presentarse al evento más famoso de ese año. El embotellamiento iniciaba desde la salida de París, con autos que tocaban la bocina interminablemente ya que las carreteras no podían contener semejante cantidad de gente queriendo llegar al mismo lugar y al mismo tiempo. El antiguo castillo podría asegurar que la multitud que lo rodeaba era una recreación de cuando la revolución francesa había tocado a sus puertas hacía más de doscientos años atrás.

En las rejas principales, había largas colas de transeúntes mostrando sus boletos para poder ingresar a los jardines y buscar el mejor sitio para presenciar la beybatalla; se encontraban muchos puestos que vendían comida y artículos con los logos y fotografías de los equipos impresos en ellos para todos los aficionados, siendo la seguridad mayor aún que en Nápoles.

Dentro de la fortaleza victoriana, ya aguardaban algunos beyluchadores preparándose en sus habitaciones para los respectivos combates que eliminarían a seis de los ocho equipos. El castillo estaba reservado solo para los jugadores, patrocinadores, funcionarios de la BBA y algunas importantes cadenas de noticiarios deportivos.

En los corredores del hermoso palacio una chica que no pertenecía a ningún equipo pero sin embargo llevaba consigo un gafete, iba de un lado a otro buscando la habitación de sus amigos con una bolsa dorada entre las manos bellamente sujetada por una cinta de color rojo.

La joven de cabellos de un tono similar a la paja abrió una colorida y elegante habitación donde no había absolutamente nadie, salvo algunas mochilas con el equipaje de sus dueños ausentes. Al no ver mayor referencia decidió entrar y revisar si esa era efectivamente la habitación de los amigos que acababa de perder.

Lentamente avanzó teniendo cuidado con todos aquellos adornos antiguos que decoraban las paredes y el piso sobre pedestales blancos de mármol. Sólo pensó en echar un rápido vistazo a la primera maleta que tenía al frente.

-Me pregunto si esto pertenecerá a Tyson… - Se dijo a sí misma poniendo a un lado la bolsita mientras abría el cierre de la maleta. Lo primero que sacó fueron unos calzoncillos, a lo cual hizo una cara de sorpresa tirándolos de inmediato, sin darse cuenta, sobre la bolsa dorada. – Tendré que buscar otra prenda… - Admitió, cuando levantó una chamarra que lucía muy sofisticada para Tyson.

-¡Y tú quién se supone que eres plebeya! – Una voz mandona a sus espaldas la hizo dar un salto.

La intrusa volteó para ver el rostro de quien le hablaba y grande fue su sorpresa al ver a una chica rubia de largos caireles con un hermoso vestido rosado retirar la espada de un adorno de la pared y empuñarlo en su contra.

-¡Está es un área restringida y sino respondes de inmediato te cortaré esa linda cabecita! ¡Responde!- Amenazó la rubia perdiendo la paciencia ignorando majestuosamente el gafete de acceso que colgaba del cuello de la joven de ojos verdes como dos brillantes frutos de lima.

Lentamente se aproximó a la chica extraviada enfocando sus preciosos ojos cuál radiantes zafiros sin que la espada perdiera su ángulo asesino.

La recién llegada contaba con una personalidad muy relajada, parecida incluso a la de Tyson, por lo que escuchó la mitad de la amenaza como un halago.

-¡Ah! ¿Piensas que mi cabeza es linda? –Se preguntó mirando con sus ojos el cabello sobre su frente. - Bueno he estado usando un tratamiento de algas con... ¡Un segundo! –Interrumpió comprendiéndolo todo. - ¡¿Cortarme la cabeza?! ¡Eso es muy drástico! ¿No? Solo traje unas galletas hechas por mí para mis amigos, ¡No eres una guardaespaldas muy amable que digamos! – Le reprochó retrocediendo varios pasos hasta chocar con la pared.

-¿¡Tus amigos!?- Exclamó sin importarle nada. - ¡Ha! ¡Si los Majestics tuvieran una amiguita tan "simpática" como tú "yo" lo sabría! Además debes llamarme Majestad cuando estés frente a mí, pues aunque es obvio que tú linda cabecita con tratamiento de algas no lo asimila, ¡"Yo" soy una princesa! - Amenazó acorralándola literalmente entre la espada y la pared alzando una ceja juzgadora.

Repentinamente la actitud asustadiza de la chica cambió por la de una niña asombrada por la noticia de tener a una princesa justo frente a ella, pues nunca antes había visto una; la joven abrió la boca formando un circulo completo y como si se olvidara que estaba muy cerca de una espada se alejó ligeramente de la pared formando una sonrisa resplandeciente.

-¡Wow! ¿Eres una… Princesa? – Exclamó hechizada. - ¡De lujo! ¡Déjame ver tu corona! - Sin esperar a que la rubia reaccionara, con una mano logró quitar la tiara a la velocidad de la luz para verla de cerca. -¡Genial una corona de verdad! ¡Veamos cómo queda en mi cabeza! – Dijo tras quedar maravillada por las piedras preciosas incrustadas en la tiara de oro macizo. Se la puso y coqueteó con su reflejo en un espejo cercano ignorando la espada y a la portadora de esta.

Nadie se había atrevido a algo más irrespetuoso como aquello, tanto que la Princesa Marie-Angelique había perdido la capacidad de respirar y sus mejillas se habían ruborizado inmediatamente.

-¡Ah! ¡Pero que descaro! ¡Eres una insolente! ¡Ahora sí te mataré! - Le dijo sujetándola de pronto por la ropa en el área del pecho.- ¿¡Algunas últimas palabras!? - Espetó totalmente enfurecida.

-¿Marie-Angelique? – Llamaron desde la puerta. -¿Que sucede? - Cuestionó Robert extrañado por el escándalo.

La chica amenazada alcanzó a distinguir al alemán por encima de los rubios cabellos de la princesa, como pudo se agachó y pasó gateando a un lado de su atacante distraída hasta llegar donde el capitán de los Majestics aguardaba.

-¡¿Robert?! -preguntó sintiendo que sus mejillas se pintaban de rojo intenso. - Robert... ¡Hey hola! - Añadió alzando su mano sonriendo nerviosamente - ¡Dile a Rapunzel que me conoces! ¡Me quiere matar con su espada!- Lloriqueó graciosamente.

- ¿Leela? ¿Eres tú? -Preguntó el Jürgens sintiéndose un poco incómodo por la visita inesperada de la japonesa. La princesa entrecerró los ojos, no perdía detalle del cambio repentino en el semblante de Robert.

Tras sus sospechas, Marie-Angelique bajó la espada y se aproximó a la chica arrebatándole su corona poniéndola de vuelta en la cabeza correcta.

-Robert, es cierto que conoces a esta... ¿Señorita? -Preguntó agachándose un poco con ambas manos en la cintura observándola de la cabeza a los pies muy detenidamente. Luego, al notar como la joven se comportaba frente al líder del cuarteto europeo planeó algo para sí con malicia. -¿Ya le contaste a cerca de nuestro compromiso? - Dijo con una melodiosa voz estirando su mano izquierda hasta los ojos de Leela mostrando una preciosa y costosa sortija de oro puro con muchos diamantes blancos que brillaban como polvo estelar.

De pronto Leela sintió como su corazón se detenía en su pecho, sus hermosos ojos verdes perdieron su brillo y un escalofrío recorrió su espalda tras admirar el bellísimo anillo sobre el dedo anular de la princesa.

-¿Es que no lo sabes plebeya? – Preguntó obteniendo la atención de Leela quien se había olvidado si quiera de respirar. - ¡Mi compromiso con Oliver desde luego! – Obvio Marie-Angelique restándole importancia a sus sentimientos, pues al ser tan perspicaz había notado que ella sentía cierta atracción por Robert, la suficiente como para reaccionar de esa forma.

Al escuchar la noticia correcta, Leela pudo inhalar y el nudo en su garganta se desvaneció al instante.

-Ah... que susto… - Dijo con un hilo de voz poco audible.- No sabía nada de eso yo... - Echó otro vistazo a Robert quien se encontraba parado en su mismo lugar, estaba tan quieto y serio que fácilmente lo podrían confundir con una de las estatuas de la puerta.

-¿Qué te pasa Robert? ¡Di algo! – Exigió la Princesa al ver que no reaccionaba.

Robert tosió ligeramente para proceder a hablar con las damas.

-Angelique, no hay razones para que lastimes a Leela Sturgess, ella es una amiga de Tyson, por ende amiga nuestra. Leela, te presento a la Princesa Marie-Angelique Lemoine, por favor no toques su corona. – Luego de hacer las presentaciones, decidió cuestionar a la amiga del actual campeón. -Y bien Leela, ¿Qué hacías en nuestra habitación? - Preguntó retomando su seriedad antes del próximo combate.

-Ella estaba hurgando entre tu ropa íntima Robert- Demostró Angelique alzando con la punta de la espada los calzoncillos del germano agregándole una traviesa sonrisa.

Robert mostró una expresión de sorpresa que muy pocas veces se ha visto, rápidamente posó su mirada ámbar en la ojiverde. La chica presintió el peligro en el que estaba así que intentó disculparse pero las palabras le costaban.

- Yo... eh... ¡No es lo que parece! - Gritó colocándose al frente de la Princesa para tratar de tapar la prenda. -Yo... es que… ¡Verán es una historia muy graciosa! – Prometió rascándose la nuca mientras intentaba explicar.- Resulta que vine desde Japón para apoyar a Tyson y a su equipo en las batallas, me encontré con ellos en el aeropuerto y me trajeron hasta aquí pero de repente los perdí y no sabía muy bien en donde se encontraba su camerino, porque yo hice unas galletas en forma de beyblades que están... ¿¡Dónde están mis galletas!? - Se preguntó de forma estresada buscando dicho paquete como la ferviente prueba de su travesía, cuando finalmente lo localizó a un lado de la maleta de Robert se aproximó rápidamente hacia ellas para alzarlas con las manos. - Hice estas galletas para ellos, pero como les dije, no sabía en donde estaba su camerino así que entré aquí pensando que era el de ellos, -Añadió riendo levemente ante las miradas incrédulas de los europeos. – Pero al verlo vacío no estaba segura así que vi esa maleta y empecé a sacar la ropa pensando que era la de Tyson para confirmar si esta efectivamente es su habitación pero...resulta que me equivoque y es... ¿Tuya? – Preguntó Leela estando segura de conocer la respuesta poniéndose colorada nuevamente debido a la vergüenza que sentía en ese momento, en que deseaba que la tierra la tragase para zafarse de la mirada de Robert que era muy similar a la de su bestia-bit.

El silencio se vio interrumpido abruptamente por Marie-Angelique quien comenzó a reír a carcajadas.

-¡Ay Robert! Se nota que es amiga de ese jovencito maleducado, ¡es tan graciosa!, así que será mi esclava personal el resto del día para pagar el atrevimiento de tocar mi corona.- Le dijo al Alemán dándole un diminuto golpe en el brazo.

-Angelique... no creo que sea correcto que castigues así a Leela, no estamos en la Edad Media para...-

-Se hará como yo digo. –Sentenció sin opción a prórroga. - Además, estamos en Francia, la cuna de mi futuro esposo, así que... -Dijo jalando con gran fuerza a Leela de la muñeca. -¿Aceptarás tu castigo sirviéndome el resto del día? ¿O te quedaras encerrada sin ver las peleas? Quiero escucharte decir: "¡Sí! ¡Su real majestad!"- Amenazó nuevamente con la punta de la espada.

Leela se sorprendió ligeramente olvidándose de la vergüenza y el arma, pero en el fondo pensaba que sería divertido estar al lado de una Princesa además vio a Robert quien se encontraba de brazos cruzados, como esperando una respuesta de su parte. Por lo poco que conocía a Marie-Angelique pudo notar que ella pasaba todo el tiempo a lado de los Majestics así que de aceptar su propuesta estaría todo el tiempo cerca de Robert. Sonrió ampliamente ante esa posibilidad.

- De acuerdo. ¡Acepto…! ¡Quiero decir! ¡Sí! ¡Su Real Majestad! - Añadió sonriendo ampliamente mientras hacia una reverencia alzando ambos extremos de su falda que llegaba arriba de la rodilla en la misma forma que lo había visto en películas americanas.

-¡Ush! – Se quejó la Princesa. – Tu inclinación es poco elegante y tu barbilla debe mantenerse horizontal, tendré que enseñarte como hacer una reverencia apropiada. – Prometió exigente a su ahora dama de compañía.

Robert se sorprendió porque no esperaba que la japonesa aceptara tan fácil una sentencia de la Princesa, pero mientras no hubiera más muertes, estaría dispuesto a dejar que la prometida de su amigo se saliera con la suya como siempre.

-Pero primero... – Se atrevió a decir con una voz tímida. -¿Me dejarías entregarles estas galletas a mi amigos? ¡Por favor! - Suplicó Leela a la Princesa juntando sus manos en forma de ruego mientras hacia una carita muy dulce, obligando que Robert virara el rostro disimuladamente para no perder esa seriedad que lo caracteriza.

Marie-Angelique la miró severamente. En realidad no permitiría que ningún esclavo suyo tuviera tanta libertad, pero al saber que el regalo lo había hecho con sus propias manos, conmovió su corazón.

-Muy bien, pero si intentas escaparte de mí, dejaré calva tu hermosa cabecita, ¿entendido?- Preguntó aproximando su nariz afilada a la de Leela.

Robert solo se dio un golpe en la frente, no quería ver a la japonesa pelona, eso era un castigo muy extremo, igualmente no lo permitiría.

Leela miró de reojo al alemán, intentando despedirse de él cuando la Princesa le llamo la atención con su voz.

-¿Aún sigues aquí? ¡Deprisa! ¡Quiero verte en el vestíbulo para dirigirnos al palco de honor en 15 minutos exactamente! - Le gritó con desesperación ante su lentitud.

-¡S...sí señora! - Respondió Leela automáticamente saliendo de dicha habitación como alma que lleva el diablo dejando a Robert completamente solo con una mirada aturdida.

Robert caminó seriamente hasta la banca y comenzó a meter su ropa nuevamente cuando a los pocos segundos encontró un pequeño reloj dorado decorado con flores dentro de su maleta. El alemán lo tomó y se dio cuenta que pertenecía a Leela ya que la Princesa jamás usaría joyería como esa.

-Se lo devolveré después. - Susurró el chico guardando el objeto en uno de los bolsillos de su chaleco.

-¿Dijiste algo?- Preguntó Marie-Angelique.

-No es nada. - Expresó Robert retomando la compostura. -¿Verás a Silke antes del combate cierto? -Supuso cambiando de tema al instante.

La rubia asintió.

-Dile que... no me contendré. – Señaló.

- Se lo diré, aunque creo que ella espera eso. - Aseguró sin chistar. - En fin, solo no olviden que... son hermanos. - Comentó antes de marcharse, transmitiendo algo de melancolía a Robert quien entendía la inquietud de la Princesa.


Voltaire y su equipo habían conseguido llegar hasta el castillo una hora antes del inicio del torneo, debido a que un gran grupo de seguridad de la BBA logró con mucho trabajo abrir el paso entre la afición para ellos y Latin Blast quienes eran los últimos en ingresar a la arena de juego.

La reja interna del estacionamiento privado del palacio se abrió y cerró apenas pasaron las dos camionetas para evitar que algunos fans se colaran reteniéndolos tras el acceso mientras gritaban exaltados.

Cheslav bajó primero revisando que no hubiera peligro alguno para ayudar al Señor Voltaire a descender ante el anfitrión que los recibía apoyado sobre su bastón.

-Voltaire, bienvenido sea usted y su equipo. – Dijo el Señor Dickenson lanzando una mirada cuidadosa a un hombre que hacía cuatro años se había jurado su enemigo.

-Dickenson. - Pronunció el abuelo de Kai pasando a su lado seguido de sus guardaespaldas y beyluchadores.

El presidente de la BBA se quedó hablando con Latin Blast cuando una mujer con auriculares y un gafete se aproximó siendo interceptada por Cheslav que no le permitió acercarse a Voltaire, así que ella le entregó un plano para que pudieran encontrar el respectivo palco de honor.

-Ustedes pueden ir tomando sus lugares, a los jugadores se les solicita esperar en la habitación designada en el primer piso del palacio hasta las 12:00 horas cuando todo el público ya se encuentre en su sitio. Personal del staff irá a recogerlos para llevarlos al bey estadio. – Comunicó la chica con seriedad.

Voltaire ni siquiera dio las gracias, siguió con su camino como si fuera el mismísimo Luis XV caminando por su casa. Cheslav hizo una seña con la mano y el equipo se separó de su dueño en busca de su sala de espera.

-Tala. – Replicó Kirill de pronto dejando a Voltaire y Cheslav adelantarse, obligando al lobo a girarse hacia él con cara de pocos amigos.

Los Blitzkrieg Boys guardaron algo de distancia, era mejor no interferir cuando ese par hablaba o habría problemas de dominio.

-Cuando termine el combate, volveremos a Moscú. Asegúrense de llegar a este hotel. – Indicó sacando un sobre cerrado de su chaleco. – Tendrán cierto tiempo de tolerancia, pero si no llegan para mañana, habrá problemas con sus patrocinadores y… tendré que ir a buscarlos. – Aseguró sonriendo extasiado, esperando que de hecho, eso aconteciera.

Tala se aproximó autoritario. Él respondía por el equipo, así que sin emitir un sonido tomó la mitad del sobre extendido.

Kirill no lo soltó, y ambos se sostuvieron la mirada retadora. Silke apretó los puños, suplicaba que no se repitiera otra escena como la de hacía una semana. Finalmente Kirill desistió y dejó ir el sobre. Tala frunció el ceño y se volvió para liderar a su equipo al interior del Castillo, dejando a un divertido Kirill detrás.

El castillo mantenía el bullicio en el área del vestíbulo donde empleados de la BBA hacían los últimos ajustes monitoreando el equipo de video y sonido que rodeaba el Gran Canal escaleras debajo de la construcción hacia el infinito jardín donde ya se encontraba la mayoría del público a la espera del emocionante evento.

Cuando el equipo se dirigía a una de las escaleras, la mejor amiga de Silke tomó a esta por sorpresa desde el costado saltándole de la nada.

-¡Silke! - La abrazó Marie-Angelique a quien la castaña no vio debido a su distracción.

-¡Marie-Angelique...! - Se asombró la alemana quedándose rezagada de su grupo.

-¿Lista para derrotar a Robert? - Preguntó su amiga tomándola de las manos, como siempre sin prestar la menor atención a los Blitkrieg Boys.

Silke no podía responder acertadamente un "Sí", empezaba a sentir algo de pánico, ahora se daba cuenta de que esa batalla realmente iba a ocurrir.

-Daré todo de mí. - Le respondió con una sonrisa intentando lucir tranquila.

-Silke... - Le llamó Marie-Angelique - Esta no eres tú. - Determinó cruzándose de brazos mirándola con cuidado como si existiera la posibilidad de que la hubieran cambiado por una impostora.

Silke quiso explicarse pero los rápidos pasos de una chica de cabellos pálidos que corría hacia ellos la interrumpieron.

-¡Señora Princesa! – Gritó la joven confirmando que se dirigía hacia ellos. Cuando estuvo cercana a la princesa se escuchó su respiración agitada a causa del ejercicio. -¡Ya les entregue las galletas a mis amigos, no me escape como puede notar porque aquí, Leela Sturguess es una mujer de palabra! - Dijo la joven alzando la cabeza para señalarse a si misma de forma orgullosa.

De pronto alcanzó a visualizar a un famoso bicolor con marcas sobre las mejillas metros adelante a quien anteriormente había conocido, por lo que saludó animada.

-Oh... ¡Kaisito bonito hola! – Gritó con cariño moviendo la mano gustosa desde su sitio.

-¿Kaisito? – Repitió Ian burlón dirigiéndose a su compañero.

Bryan solo se tapó la boca para evitar reír ante el ridículo apodo. Mientras el susodicho se le quedó mirando como si se tratara de una visita indeseable.

-"¿Pero qué está haciendo aquí?" - Se preguntó con molestia, puesto que llevaba un largo rato sin saber nada de ella.

Silke se dio cuenta que la chica era conocida por la Princesa y por Kai así que respetuosamente la saludó.

-Buen día. - Indicó Silke con una amable reverencia. -Marie-Angelique, no sabía que tenías una nueva amiga, es muy linda. - Otorgó Silke el cumplido a la japonesa quien estaba por responder cuando la rubia puso una mano sobre su boca.

-No es mi amiga, es mi esclava - Determinó la rubia.

Leela se posó frente a la rubia mientras formaba una sonrisa amistosa, ante una mueca un tanto extrañada de Silke por el título de la desconocida.

- Bueno... esclava es una palabra muy fuerte, yo diría... ¡Acompañante temporal porque le caí bien! – Se autonombró sin quitar esa radiante sonrisa que parecía ser una característica única en ella. - Me llamo Leela, mucho gusto, a propósito me gusta tu cabello pero por alguna extrañísima razón me recuerdas a alguien...- Dijo con la mano en la barbilla. -¡No importa! Veo que estas con Kaisito y sus amigos, a quienes conozco por televisión ¡Muy bien chicos, son geniales! - Añadió dirigiéndose entusiasta al resto de los Blitzkrieg Boys mientras les alzaba el pulgar derecho. - ¡Kaisito es mi amigo! – Recalcó muy segura de sus palabras.

-¿Oíste? ¡Cree que somos geniales! – Observó Bryan dándole un codazo a Spencer.

-Cualquiera puede notar eso desde lejos. – Obvió Spencer modesto.

-Pero que "Kaisito" sea su amigo… eso sí es poder... – Les susurró Ian a los otros dos, notando el fastidio en Kai al escuchar esa referencia suya.

Tala se mantuvo de brazos cruzados escuchando la conversación de las chicas a lo lejos.

Silke sólo sonrió.

-"Acompañante" - Decretó la princesa. - Luego de que andabas de curiosa entre las cosas de Robert lo menos que puedes hacer es saludar como se debe a su hermana, ¡Silke Jürgens! ¡Cielos! ¡Tendré que enseñarte modales! - Dijo la rubia cansada de su poco refinado comportamiento.

-Es un placer conocerte Leela Sturguess – Entonó Silke obsequiándole una profunda reverencia.

Leela abrió la boca quedándose sin habla, de pronto vio a Silke como si se tratase de una súper estrella. -¿Her-hermana? ¡Wow...el-el placer es mío Silke Jürgens, pero... no necesitas hacer una reverencia así... al contrario yo debería ... - Sin decir nada más la ojiverde hizo el saludo adecuado para segundos después alzar la cabeza. - Ahora entiendo porque te me hiciste conocida y con respecto a lo otro... ¡No fue a propósito hurgar la ropa interior de tu hermano, lo juro! - Completó mientras su rostro tomaba varios tonos de rojo.

Silke se llevó la mano derecha a los labios, para reír discretamente como una dama debe hacer; parecía que la tensión que traía en el cuerpo acababa de esfumarse gracias a la chica. -Debes ser muy afortunada. - Comentó la castaña. - No muchas chicas se acercan tanto a los Majestics sin que Marie-Angelique las aleje, definitivamente le agradas. – Observó con delicadeza.

Leela abrazó a la Princesa como si fueran amigas desde la niñez - ¡Claro que le agrado! Escucha, si pude agradarle a Kaisito entonces puedo caerle bien a cualquiera, hasta a él - Aseguró señalando a Tala, el cual solo resopló ignorándola. - ¡Oh es cierto! Estaré en el palco de honor con la Princesa ¿No es emocionante Silke? Así que te veré desde ahí, ¡te voy a echar porras! - Exclamó moviendo su mano libre de forma animada ya que la otra seguía en los hombros de la rubia.

Marie Angelique la estudiaba. Tenía mucho trabajo por hacer con ella, empezando por esa emoción tan desbordada que tenía. Sin embargo la princesa volvió a la realidad. -Apuesto a que será un problema apoyar a Silke y a Robert al mismo tiempo. - Se excusó con un ligero carraspeo atrayendo la atención de Silke nuevamente.

Leela dejó de abrazar a la Princesa para lanzarle una mirada con los ojos desorbitados.

- Un momento... ¿Silke peleará contra Robert? ¡Pero…! ¿Por qué? ¡SON HERMANOS! – Exclamó con fuerza provocando que Silke agache ligeramente la mirada. - No entiendo muy bien que pasó pero… ¡No es justo! Yo quería apoyar a Ro... - Leela se dio cuenta lo que iba a decir así que cerró su boca mientras su rostro se pintaba de rojo otra vez - ¡Ro... Rodrigo el que vende periódicos en las calles! – Intentó corregir rápidamente empezando a reír con nerviosismo, de repente tomo el abanico de la Princesa y se empezó a echar aire al rostro.

Se hizo un incómodo silencio el cual hartaba a la princesa que tomó la iniciativa de motivar a su mejor amiga.

-Pero, era lo que tú querías ¿no es así? - Preguntó Marie-Angelique en un tono que sonaba algo cruel hacia su amiga. - Probarte a ti misma, demostrarle a Robert que tú también podrías ser la cabeza de los Jürgens al igual que tu padre y su padre antes que él. Así que... este es tu momento de brillar. - Marie Angelique la abrazó de pronto. - "Bonne chance mon soeur" - le susurró cariñosamente.

Silke sintió esas palabras muy profundo en su interior, tras unos instantes correspondió el abrazo a su amiga escondiendo su cabeza sobre el hombro de la rubia. Al separarse la miró con cariño.

-¡Muchas gracias! - Correspondió las palabras que ella conocía pero extrañamente parecía haber olvidado.

Ambas estrecharon sus diestras mientras la rubia le guiñaba un ojo.

-Es hora de irnos. - Intercedió Tala fríamente la animada charla femenina. La princesa solo asintió a su amiga, sabía que era el momento de separarse.

Leela no perdió detalle de la conversación de la rubia con la castaña, ese gesto la hizo sonreír un poco sin embargo aún no entendía del todo porque precisamente Silke enfrentaría a Robert, tampoco se imaginó que el equipo ruso aceptaría a una chica pero bueno...todo eso se lo podía preguntar a la princesa después.

-Buena suerte Señorita Silke... digo Silke... ¿nueva amiga? ¡Ay no sé cómo llamarte! Es que jamás pensé que eras hermana de Robert y... -Decía la ojiverde sonrojándose. - En fin ¡yo sé que tú puedes! -Animó la japonesa sonriéndole confiada. - Y lo mismo va para los chicos rudos, ¡buena suerte! y Kaisito, no pierdas la cabeza allá afuera. - Animó viendo al bicolor dispuesto a irse.

- Gracias. - Respondió Tala para avanzar por el pasillo seguido de su equipo.

-Puedes llamarme Silke, nos vemos Leela, Marie-Angelique. - Respondió la castaña.

Kai se mantuvo quieto de forma inquisidora, como no veía que Silke se apresurara decidió llamarla.

-Silke, ¿qué esperas? - Le refunfuñó sin despedirse de la japonesa, a lo que Silke solo le siguió sin reprochar más.

-¡Uy! ¡Pero qué mal educado es ese jovencito al atreverse a hablarle así a Silke! ¿Cuál es su problema? - Preguntó la rubia a su ahora dama de compañía como esperando que ella le diera una respuesta contundente.

Leela conocía un poco de la forma tosca de ser del mitad ruso, quien incluso dejaba a Tyson hablando solo en muchas ocasiones. -Tal vez… a Kaisito le preocupa que Silke se pierda en este inmenso castillo, y quiere asegurarse de que ello no pase, aunque no lo parezca, siempre se preocupa por sus amigos. – Sonrió Leela; a pesar de la forma gruñona de Kai siempre estaba ahí para Tyson.

De pronto los ojos zafiro de Marie-Angelique se tornaron cual Gorgona, ya no era más una princesa.

-Jamás vuelvas a decir algo así en mi presencia. Ese joven me da mala espina. Las circunstancias los obligan a estar juntos pero nada más, no son amigos. - Respondió con dureza la princesa. -¡Ahora muévete! Tenemos que llegar a nuestro palco. - Indicó tomando su vestido avanzando molesta en la dirección contraria a los Blitzkrieg Boys seguida de cerca por Leela, quien pensó sería mejor cambiar de tema, puesto que la rubia se había ofendido.

- Oiga...Princesa Marie-Angelique... me estaba preguntando una cosa... -Empezó jugando con sus dedos - ¿Cree que Robert se enojó al saber que... sin querer vi su ropa? - Pregunto de forma nerviosa.

-Robert... es un joven muy decente y parece que te conoce, de otra forma él hubiera empuñado la espada en tu contra.- Sentenció divertida.

Leela se tranquilizó un poco y ambas siguieron su camino hacia la salida del palacio en dirección a los abarrotados jardines.


Los Blitzkrieg Boys llegaron a su sala de espera, un salón con las decoraciones victorianas originales de la gran época de los Delfines de Francia. La habitación tenía una gran altura y no había una sola parte libre de dibujos y adornos en los muros.

El equipo tomó asiento para hacer los últimos ajustes a sus blades con las piezas que Ian traía consigo, pensando en cuales pudieran ser útiles si las que llevaban se dañaban inesperadamente.

Silke siguió su camino hasta una de las ventanas que llegaban hasta el techo. Con la diestra movió ligeramente la fina cortina de gaza y observó a lo lejos la gran multitud que había pagado un elevado precio por presenciar en vivo las batallas de esa tarde. Suspiró pesadamente. Originalmente sentía que vencer a Robert sería pan comido, pero Tyson le hizo notar lo lejos que estaba de ese destino en una beybatalla real. Las sensaciones que pasaban por su mente en ese lugar le eran ajenas; nunca antes había sentido tanta ansiedad en toda su vida, al parecer ni el mismo Gekiryu podía compartir la carga emocional que ella llevaba.

-Silke. – La llamó su capitán.

La castaña salió de sus pensamientos, se alejó de la ventana y se fue a sentar esperando instrucciones finales.

-Estás muy tensa. – Observó Tala.

-No es nada, estaré bien. – Respondió Silke mirándolo directamente, aunque Marie-Angelique y Leela la habían animado, todavía sentía una ligera preocupación.

Sus palabras no convencían a nadie dentro de esa sala, así que el pelirrojo buscó algo entre su chamarra.

-Bebe esto. – Le dijo poniendo sobre la mesita de centro una pequeña botella de cristal transparente con un líquido tan claro como el agua y una etiqueta azulada.

Silke la miró desinteresada ya que no tardó más de un par de segundos en descubrir que se trataba de alcohol, más precisamente de vodka, el mismo que la azafata les ofreció en el avión.

-No gracias. – Se negó con firmeza cerrando los ojos.

-Lo necesitas, un sorbo y te quitará los nervios, no te embriagarás con una cantidad tan pequeña, eso te lo puedo asegurar. – Insistió su capitán casi como si le estuviera dando una orden.

-No puedo. – Dijo alzando la voz. – Robert no me deja. –Aseguró concluyendo el argumento.

Tala la miró alzando ambas cejas con sarcasmo.

-Precisamente por eso deberías tomar solo un sorbo. – Le dijo Bryan recargado sobre el respaldo de un sillón divertido por ver a la damisela hacer algo "malo".

Silke entendía el retorcido concepto, y al ver que sus nervios no disminuían cedió a lo que sus compañeros le aconsejaban. Suspiró resignada cerrando los ojos.

-Tal vez tengan razón… - Admitió alcanzando el frasco. Decidida desenroscó la tapa y se le quedó mirando a la boquilla tal y como si estuviera por introducirse un veneno muy potente.

Receló del miedo a lo desconocido y bebió la mitad de la botellita, para de inmediato sentir como el aire de alguna forma se evaporaba por su garganta la cual se quemaba, tosiendo enseguida por el fuerte sabor. Los chicos rieron por lo bajo ante el inexperto gusto de la alemana, quien no paraba de toser apretando los ojos. Finalmente pudo hablar.

-Debo decir que… no está tan mal. – Testificó con una media sonrisa cuando su ansiedad parecía haber desaparecido a causa de una sensación aún más poderosa.

-Cuando hayas derrotado a Robert podrás tomar todo el que quieras. – Afirmó Tala. – Puedes ganarle. – Aseguró sin titubear.

Silke alzó su rostro hacia el líder.

-Haz avanzado mucho en poco tiempo, no eres la misma que se enfrentó a Tyson hace dos semanas. – Testificó Spencer de brazos cruzados.

-Además tienes uno de los mejores beyblades, modestia aparte pero es casi indestructible, Griffolyon no podrá hacer mucho. – Le certificó Ian con orgullo.

-¡Ve a patearles el trasero! – Guiñó Bryan un ojo mostrándole el pulgar izquierdo hacía arriba.

Silke no se esperaba esa clase de palabras llenas de confianza por parte de los estoicos rusos. Sus ojos se llenaron de brillo y por primera vez sintió que no estaría sola en el ruedo con su hermano, ya que tenía la confianza de su equipo que le cubriría la espalda.

-Nunca… había sido parte de un equipo, y ahora me honra saber que pude conocer a chicos tan admirables como todos ustedes. ¡No los defraudaré! – Prometió Silke con un cambio de actitud totalmente motivada.

-Sabemos que así será. – Asintió Tala. – En algunos minutos los Majestics conocerán a beyluchadores de verdad, y todos y cada uno de nosotros asegurará la final. – Concluyó el discurso.

Todos escuchaban con total atención las palabras de su líder que sabía la forma adecuada para asegurar una pronta victoria, inclusive Kai quien estaba más alejado de la conversación desde la puerta tomaba en serio la actitud del pelirrojo.

La conversación se vio interrumpida cuando llamaron a la puerta para abrirla enseguida, dejando ver a un chico con la playera azulada de Staff, el logo de la BBA y un gafete que solicitaba su atención.

-Blitzkrieg Boys, ya está todo preparado para que bajen al bey estadio, se reunirán con el resto de los equipos en el lobby, los llevarán en carruajes y serán acomodados al frente de las gradas. – Indicó el joven.

-Llegó la hora. - Decretó Kai siendo el primero en salir de la habitación.

El resto del grupo se miró entre ellos asintiendo poniéndose en marcha escaleras abajo.


Los jardines del palacio de Versalles eran un escenario extremadamente elegante en medio de un radiante sol, un fresco viento y miles de aficionados que ya se encontraban sentados sobre sus asientos removibles en las cuatro esquinas que se formaban en la intersección del enorme espejo de agua conocido como el Gran Canal. A lo largo de todo su eje se podía apreciar el castillo resaltando al fondo de la atmósfera. Dos palcos principales se habían montado a gran altura sobre los ejes transversales del espejo de agua con dos pantallas gigantes debajo de ellos que magnificaban el beyestadio al centro de todo.

Ya había gran bullicio en las gradas, todos agitaban banderines y aplaudían esperando que el torneo no demorara más en comenzar, las zonas más fanáticas del público se habían involucrado en algo así como una guerra de porras, donde los nombres de los Majestics, BBA Revolution y Blitzkrieg Boys iban a la delantera.

En uno de los dos palcos, el Señor Dickenson conversaba animadamente con los comentaristas AJ Topper y Bradd Best, mientras que en el lado contrario ya se encontraba el Señor Hiwatari con Cheslav a su servicio y Kirill cuidando las escaleras de entrada.

La princesa y su acompañante no tardaron en dar con dichas escaleras para toparse con Kirill de ropas formales oscuras, con sus ojos verdes amenazantes y una cicatriz sobre su ojo derecho quien divertido les impidió el paso con su cuerpo.

Leela de inmediato lanzó un vistazo a sus zapatos para después seguir avanzando hacia arriba y mientras lo hacia su boca se abría de poco a poco hasta llegar a ver su rostro.

- Eh... disculpe ¿señor? – Preguntó dudosa de si debía llamarlo así, puesto que era mayor que ella pero no dejaba de ser un joven. – Venimos juntas, ¿por qué no nos deja pasar? - Pregunto posando sus joyas verdes en los ojos de chico, los cuales eran del mismo color solo que más oscuros y descarados.

Kirill no les respondió, pero tampoco se movió, una actitud que desesperó a la japonesa.

-¡Muévase ya! - Exigió la dama de compañía pateando ligeramente el suelo.

Kirill sonrió burlón.

-Vaya, vaya, una chiquilla con este carácter amerita un castigo...- Supuso el chico inclinándose un poco.

-Ya está castigada. - Recordó la princesa mirándola severamente. Cuando intentó avanzar la rubia el sub jefe de seguridad extendió el brazo para evitar su andar.

-Lo siento, este es un palco privado, no pueden pasar. – Decretó en una forma un tanto peligrosa de hablarle a la princesa, puesto que no conocía de lo que es capaz.

Leela miró incrédula a Kirill para después notar como Marie-Angelique mostraba una cara de sorpresa y drama, la rubia iba a decir algo, sin embargo por seguridad, ella se adelantó.

- ¡Un momento! ¿Nos estás tirando el pelo verdad? ¿Cómo que no podemos pasar? ¿A caso no sabes quién es ella? ¡Es una Princesa! Así que tiene el poder de mandarte volando a Júpiter si no haces lo que te pide, además yo tengo el honor de ser su acompañante en este lindo palco, el cual tiene una vista increíble. - Añadió sonriendo mientras admiraba todo el estadio. - ¡No sé de dónde saliste así que será mejor que te muevas de tu lugar si no quieres que te pise los pies! – Terminó por decir mientras azotaba su zapatilla con fuerza, tratando de asustar al sub-jefe de seguridad.

Marie-Angelique pareció sentirse mucho más importante de lo que ya era gracias a las acertadas palabras de su acompañante, por lo que calmó un poco su ira y habló con mayor autoridad.

-Ya la oíste, vengo a ver al Señor Voltaire Hiwatari, porque lo creas o no parte de tu salario se generó gracias a mis diseños para los Blitzkrieg Boys. - Indicó la princesa molesta.

De inmediato Leela puso una cara un poco sorprendida, puesto que desconocía que compartirían el palco con el abuelo de Kai. Por otra parte, Kirill pensaba responderle a la rubia pero un segundo hombre se aproximó a causa del alboroto.

-A partir de aquí yo me encargo. - Indicó Cheslav reconociendo a la princesa.

Kirill solo se apartó y la princesa le sacó la lengua mientras lo rodeaba seguida de Leela.

-Señoritas, por favor pasen por aquí- solicitó con un gesto de mano abriendo las cortinas para que se aproximaran hasta el Señor Hiwatari.

Leela le lanzó una mirada victoriosa a Kirill, a lo que este hizo una mueca de desagrado, tras algunos pasos ambas se encontraban a un lado del lujoso y cómodo asiento del anciano Hiwatari, que les lanzo una mirada significativa. De inmediato la Princesa miró a Leela de una forma seria insinuándole que debía comportarse a lo que la ojiverde asintió con rapidez.

- Buenas tardes – Saludó la japonesa para presentar a Marie-Angelique. - Vengo en compañía de la Princesa de Mónaco - Atinó a decir de la forma más respetuosa que pudo, sin embargo al ver la cara del señor se tuvo que aguantar una pequeña risa ya que le parecía algo graciosa su seriedad debajo de todas aquellas arrugas y le hacía aún más gracia que Kai pudiera verse así en algunos años más.

El señor Voltaire admiró por un instante a la chica que había hablado primero. Le parecía haberla visto alguna vez en el campeonato mundial en Rusia hacia 4 años, le restó importancia y saludó a la princesa.

-Su alteza. - Dijo poniendo la mano izquierda sobre su corazón desde su asiento. - Es un placer conocerla y tener el honor de compartir el palco con usted. – Halagó con clase.

-Señor Hiwatari, - Respondió ella melodiosa haciendo una leve inclinación de cabeza. – Que gusto, finalmente nos conocemos en persona. – Recalcó.

Ambos se miraron con sarcasmo, como si se detestaran pero fingieran caerse bien.

-Su equipo ahora es uno de los más populares, le dije que era una buena idea que me dejara vestirlos para Italia, aunque creo que sus nuevos patrocinadores no saben cómo explotar al máximo sus atributos.- Observó burlona.

-Es que es imposible tener el gusto tan exquisito y fino de una princesa como usted, es una lástima que ya esté comprometida.- Respondió sarcástico.

-Sí, qué pena...- Fingió ella dando a entender todo lo contrario. -Pero que se le va a hacer - concluyó la princesa agradecida de tener a su adorado Oliver evitando ser si quiera candidata para un Hiwatari, así que continuó con los negocios dejando atrás las cortesías.-Estoy totalmente segura de que llegaran a la final, así que volviendo a asuntos monetarios, ¿cuánto me va a costar esta vez que me deje hacerles su ropa para esa batalla?-

-No nos adelantemos, - Interrumpió Voltaire. - Verá, usted no es la única que quiere tener ese honor, lo pondremos así, si su querida amiga le gana a Robert, podrá hacerles los atuendos, sino, yo me encargaré de que la señorita Silke aparezca en una atractiva mini falda con un gran escote arriba, ¿qué le parece?- Dijo encantado de vengarse de la alemana a causa del tratado mercantil que no era favorable para ellos.

La princesa solo esbozó una mecánica sonrisa asesina, pues sólo pasaba por su mente que el anciano era un "viejo rabo verde" al que no le importaba explotar a su amiga como una atracción para el público masculino.

-Bien, estoy de acuerdo, y dado que sé que Silke ganará, comenzaré a solicitar las telas para los nuevos trajes. – Sentenció lanzándose aire con su abanico.

Leela escuchaba atentamente toda la conversación pero no creía que era propio interrumpirla sin embargo se sorprendió al saber que los atuendos que los Blitzkrieg Boys usaron en Italia fueron diseñados por la chica que estaba a su lado, ya que los vio por televisión y había resultado maravillada con el traje de Silke. – "En verdad es talentosa." - Pensaba la ojiverde viendo detenidamente a la princesa, sin embargo lo último que dijo Voltaire hizo que lo mire con mucha sorpresa. Cuando la conversación de la rubia con el anciano finalizó, Leela la siguió pasando detrás de la silla del anciano hasta tomar sus asientos ligeramente alejadas de él. Cuando la dama de compañía divisó que estaban a buena distancia del señor se atrevió a hablarle al oído a la rubia.

- Princesa Marie-Angelique, ¿Todo lo que dijo ese abuelo es cierto? si es así entonces es un pervertido, le pondré en su lugar... - Leela se recogió las mangas de su blusa cuando vio que el hombre que las dejó entrar se encontraba charlando a lo lejos con el irritante joven, dejando a Voltaire solo momentáneamente; decidida a enseñarle algo de educación al viejo con respecto a la dulce hermana de Robert ya se había puesto de pie, sin embargo la Princesa la detuvo de la muñeca y le guiñó un ojo.

-Despreocúpate, Silke y su bestia bit jamás perderán. – Tranquilizó con esas sencillas palabras; había tal seguridad en ellas que era como si la princesa tuviera la habilidad de leer el futuro.

-Y si no es mucho mi atrevimiento, ¿cómo lo sabe? – Comentó Leela mostrando inquietud, y no era para menos, Robert era uno de los mejores beyluchadores del mundo y el número uno en Europa.

- Gekiryu es la bestia bit más fuerte de todas. – Aseguró la rubia a su acompañante.

Leela se sorprendió. No sabía a qué se refería exactamente pero aguardaría para presenciarlo, así que bajó la mirada y tomó asiento al lado de la realeza mirando despectiva a Voltaire a lo lejos, aun así sentía algo de melancolía, pues también quería que Robert ganara.

En medio de la intersección del Gran Canal, ya se encontraba el estadio de Beyblade listo, y de pronto, Jazzman apareció tras una explosión de humo y chispas que atrajo la atención de todos al instante.

-¡Bonjour! ¡Amado público del Beyblade! – Exclamó con gran entusiasmo Jazzman quien vestía una atractiva ropa victoriana con un divertido peluquín blanco arreglado en un moño alto como solían estar de moda en el siglo XVIII.

Todos los aficionados comenzaron a gritar cuando la transmisión mundial dio inicio.

-¡Mon amies! ¡Por favor! ¡Les pediré que contengan el aliento! – Jazzman apaciguó los gritos del público estirando ambas manos moviendo delicadamente las palmas hacia abajo pidiendo silencio. - ¡En este día, no solo presenciaremos la cuarta batalla de Beyblade del torneo, también descubriremos quienes serán los dos equipos más feroces de la contienda y llegarán a la Gran Final de este año la próxima semana en Alemania! ¡Y vaya que aún están indecisos esos puestos! –

En las tribunas, se alzaron banderines de todos los equipos, ya que había algunos que difícilmente podrían aspirar a esa final incluso ganando sus dos combates ese día, aunque había otros que todavía podían calificar, por lo que la emoción en los aficionados se mantenía ardiente.


-Buena tarde amado público, soy Brad Best con AJ Topper, transmitiendo desde el palco Este sobre el hermoso Gran Canal aquí en el Palacio de Versalles. ¿Qué opinas de las palabras de Jazzman, AJ?-

-¡Buenas tardes amigos! Bueno Brad, creo que el Jazzman tiene toda la razón del mundo, este ha sido un torneo verdaderamente parejo, ya que tenemos dos grupos más que el año anterior, y con equipos novatos que han demostrado ser todo menos aficionados, aún es difícil apostar por dos de ellos para la final, ¿no crees? –

-Así es AJ, según la tabla de puntuación, Los PPB All Starz, Dingo Crash y Half Moon, tendrán muy complicado su pase a la final, ya que deberán ganar sus dos batallas de hoy y suponer que los equipos más fuertes pierdan las suyas para poder rebasarlos en puntuación. -

-Depender de la mala suerte de otro equipo para que avance el tuyo no es recomendable Brad, por otro lado, White Tiger X y Latin Blast están en la cuerda floja, si ganan sus dos batallas es muy posible que avancen, pero todo puede suceder.-

-Y Finalmente, los que ahora mismo gozan de las mejores circunstancias son los Majestics, con una sola derrota en todo el campeonato, cortesía de los BBA Revolution quienes tienen un empate en su récord con los Blitzkrieg Boys, aún no hay nada seguro pero estos tres grupos de beyluchadores no regalarán ninguna clase de ventaja al resto de los equipos, eso te lo puedo asegurar AJ.-

-Con tantos años en este deporte te creo amigo mío, ¡Oh mira! ¡Los beyluchadores ya se aproximan!- Le señaló AJ a lo que el camarógrafo de inmediato hizo el acercamiento necesario.


Las transmisiones internacionales dejaron de tomar al público y al bellísimo estadio para dirigir sus lentes a dos hileras de carruajes que desfilaban desde las lejanas escalinatas de Versalles aproximándose con elegancia. Al frente de cada convoy, iban dos hombres en vestimentas típicas de guardias reales, previas a la revolución francesa, cabalgando con banderines de la BBA y Francia en su diestra mientras que con la izquierda sujetaban las riendas de caballos blancos de un lado y negros del otro lado del Gran Canal, siendo acompañados por finos perros dálmatas que corrían alegres a los costados de los equinos. Detrás de ellos, una cuadrilla de distinguidos caballos percherones, perfectamente ensillados, tiraban de un arnés un antiguo carruaje perteneciente a la aristocracia europea; cada vehículo llevaba sobre el techo en la parte trasera la bandera del logo del equipo que transportaban.

El público se emocionó ante la magnífica entrada de los jugadores, quienes pasarían debajo de los palcos principales por un amplio pasillo entre las gradas, ante la afición que desconocía su suerte hasta que los primeros equipos llegaron a la zona de descenso.

En las dos grandes pantallas del estadio, se pudo ver del primer coche debajo del palco Oeste a Tyson salir por la puerta que uno de los lacayos abría con las cortesías de antaño.

El público se emocionó al ver al campeón mundial desfilar tan cerca de ellos, quien no desperdició la oportunidad de chocar la palma con sus seguidores. Un gran porcentaje de la afición coreaba el nombre del tres veces campeón mientras que este alzaba a Dragoon hacia el cielo en señal de triunfo; Hiro y Daichi bajaron entusiasmados, seguidos por Kenny y Hillary, quien se sentía como en un cuento de hadas.

Las pantallas cambiaron para dirigirse al otro lado del estadio, donde Robert descendía de su carruaje de la forma en que un Lord hubiera hecho. El germano pasó saludando con una reverencia a un grupo de señoritas que gritaban emocionadas al tenerlo tan cerca, Oliver y Johnny saludaban con la mano de lejos y Enrique se había tomado la libertad de dejarse abrazar por un grupo de animadoras con grandes escotes sobre sus playeras estampadas con el rostro del italiano, permitiendo que lo besaran en las mejillas y se tomaran fotografías con él.

El protocolo de entrada de los deportistas continuó dando el tiempo suficiente a cada equipo de ser el centro de atención antes de llegar a sus lugares. Tala observó todo detenidamente desde la ventanilla del último carruaje del lado Este, comprendiendo lo que ese instante significaba para los aficionados, la prensa, pero sobre todo los patrocinadores.

-Kai. – Le llamó a su compañero sentado al frente suyo.

El bicolor lucía aburrido, tenía recargada su barbilla contra su muñeca sobre un descansabrazos que le permitía ver desinteresadamente el coliseo de beyblade, aunque tras la llamada de su capitán dirigió su atención hacia este.

-Tú sales primero. – Ordenó, obteniendo un resoplido positivo por parte del japonés. – Y luego ayudas a bajar a Silke, saludan al público y la acompañas hasta las gradas. – Prosiguió.

Kai cerró los ojos violentamente, mientras Silke, situada entre Bryan y Tala intercedió por el bien del grupo.

-Tala no es necesario, yo pued… - Trató de convencerle para evitarse problemas.

-Silencio Silke. - Pidió Tala cortante. – Los europeos quieren ver la batalla entre dos Jürgens, es el momento ideal para ganarte al público mostrando tu carisma. –

-¿Y tú que crees que es esto? El hecho de que nos lleven en estos carruajes no significa que de pronto actuemos como si fuéramos los Majestics. – Se defendió Kai quien desechaba la idea completamente.

-"No lo va a hacer." – Comunicó Ian a Bryan moviendo los labios carentes de sonido.

-"Si lo hará." – Respondió el otro, mientras la mirada asesina del bicolor no desaparecía en torno al pelirrojo.

-El banderín que le firmaste a ese chico en Nápoles, consiguió todos aquellos patrocinadores de la semana, grandes ingresos para tu compañía y para cada uno de nosotros, pudieras dejar de ser un antipático egoísta y pretender ser un caballero por algunos metros.- Recomendó.

-¿Quieres que finja? ¡Yo soy un beyluchador serio, tengo una reputación que mantener! – Se desquitó el Hiwatari.

-No seas ridículo Kai, todos saben que esto es puro espectáculo, pero el dinero es real.- Le recordó a su jugador estrella. – Ian, sigues tú, luego Bryan y Spencer, yo cerraré el grupo. Saluden a los espectadores, y denles oportunidad suficiente de tomarles algunas fotos, si pueden firmar algo, háganlo, eso sería muy bueno. – Aseguró con astucia el pelirrojo.

Kai miró con desprecio a Silke quien le sostenía una mirada igual de detestable por su comportamiento de niño malcriado.

-Mejor te decides de una buena vez, somos los siguientes. – Avisó Spencer mirando por la ventanilla detrás de su hombro.

Kai apretó los dientes. Si todo salía bien, seguro que su abuelo lo notaría.

-Ni se te ocurra tropezar o ahí te dejo. – Amenazó a la castaña.

Silke lo miraba fijamente cansada de sus críticas. No necesitaba que un chico con escasos modales le dijera cómo hacer aquello para lo que le habían preparado toda su vida.

El carruaje se detuvo, y uno de los lacayos que iba sujeto en la parte de atrás del coche se aproximó y les abrió la puerta.

Kai descendió de un ágil salto, siendo recibido por gritos y aplausos, del público, obteniendo un gran acercamiento en ambas pantallas del estadio. Sin embargo no se movió de su sitio y ofreció su mano izquierda a otra que se asomaba lentamente desde el interior del carruaje.

Silke le tomó con firmeza de la mano y bajó elegantemente por los tres escalones del carruaje con total seguridad.

El público empezó a gritar tanto el nombre de Kai como el de Silke, así que comenzaron a avanzar hacia el costado más próximo para saludar a la audiencia. La castaña se deslizaba sin mayor esfuerzo como pez en el agua, siguiendo cada diminuto movimiento de Kai haciéndole notar a este lo fácil que era caminar a su lado. Algunos varones que la idolatraban y lo demostraban con ampliaciones de su fotografía en traje de baño, también llevaban rosas, las cuales le arrojaron desde la parte más alta de las gradas, a quienes Silke dirigió una gran sonrisa para luego obsequiarles una profunda reverencia, y agradeció tomando una de las rosas rojas más cercanas a sus pies.

Desde el palco superior Oeste, el anciano Hiwatari sonreía ampliamente, le hizo señas a Kirill quien miraba atónito la conquistadora actitud de Kai y Silke con el público.

-Eso es excelente. – Se le escapó decir a un sonriente Cheslav en voz alta.

Del otro lado del palco, Leela y Marie-Angelique también lucían deslumbradas por semejante actuación.

-Oh vaya… no sabía que Kaisito podía tener etiqueta… - Dijo boquiabierta ante la elegancia del miembro más serio de los Blade Breakers que sostenía en alto la palma de Silke.

-¡Luce como una reina! ¡Cómo diablos no le hice un enorme vestido con miles de pliegues! – De inmediato la princesa sacó su móvil y comenzó a llamar a uno de sus empleados. – ¡Jacque-Lui! ¡Quiero que vayas a las mejores tiendas de moda de París, y consigas mucha tela azul pálido para un vestido invernal! ¡No me importa si tienes que dejar la sesión en Milán para venir a París! ¡Muévete pero ya! – Ordenó exaltada, como si temiera que la tela se extinguiera.

De vuelta abajo, Ian se sorprendió al ver a tantas voces y gestos llamando su atención hasta la tribuna, donde su foto se veía en carteles y camisas, a quienes se aproximó a estrechar algunas manos, observando con alegría una gran figura de papel maché de su bestia bit Wyborg.

Bryan notó algunas chicas que traían ropa con su nombre y el logo del equipo, quienes le gritaban y enviaban besos, mostrándole una pancarta con una fotografía suya y le enseñaban un marcador para que se las firmara, algo que hizo con singular alegría, y no porque Tala se los hubiera ordenado; del otro lado, Spencer aceptó tomarse una foto con una pequeña niña que era cargada por su padre en hombros y otros aprovechados aficionados que no dejaban de tomar video del extraordinario acontecimiento.

Finalmente Tala se acercó hasta un grupo enorme que había desplazado a algunos fans de otros equipos para estar más cerca de los Blitzkrieg Boys. Así, que con una sonrisa que pocas veces se le notaba, se aproximó a la porra para saludar cuantas manos pudiera, complaciendo a chicos y chicas que querían más que otra cosa estrechar su mano. Una rubia con mechones azulados tuvo la suerte de que Tala pasara justo frente a ella para tener la oportunidad de ofrecerle un peluche en forma de lobo con un collar del que colgaba en emblema de los Blitzkrieg Boys. El líder se vio impactado por el acontecimiento, intercambió miradas con la emocionada chica, así que se tomó una foto con ella, quien le entregó el peluche con total felicidad. Tala miró al simpático muñeco y siguió su recorrido con él en la diestra.

En los palcos de los beyluchadores, Ray miraba asombrado la cantidad de fans que se habían ganado últimamente los rusos.

-Oh miren eso, parece que hay nuevos favoritos. – Observó Kevin la turba que despedía a los Blitzkrieg Boys como si fueran ya los campeones del mundo.

-Y yo que pensaba que no sabían cómo sonreír. – Dijo Mariah reconociendo que lucían menos peligrosos que de costumbre.

-Lo hacen bastante bien. – Admitió Ray. Sabía lo mucho que a Kai le costaba actuar así para el público, ya que no era algo que le interesara, pero estaba convencido que lo hacía por el bien de su equipo.

A unos metros de distancia del palco ruso, Robert observaba desde su asiento la excelente treta que sus principales rivales habían planeado, aprovechándose de la distinción de su propia hermana.

-Nunca creí verla desfilar así con el enemigo. – Se quejó Johnny cruzado de brazos.

-Parece que Kai se ha tragado su orgullo para que el público se crea todo. – Supuso Oliver.

Finalmente la pasarela terminó, y cumpliendo lo prometido, Kai se sentó justo después de que Silke se encontrara en su lugar. Por fin había terminado el suplicio, aunque no había sido tan complicado trabajar con ella como imaginaba. Tala se sentó a su lado, con Ian, Bryan y Spencer detrás de ellos.

Silke aún mantenía la rosa entre sus manos y no pudo evitar ver el obsequio de Tala, sonriendo ante lo inimaginable.

Jazzman atrajo la atención del público nuevamente tras aparecer en las dos pantallas gigantes la rueda de la muerte con los escudos de los equipos, para que las batallas faltantes acontecieran oficialmente. El público resguardó su emoción cuando dos nombres al azar fueron seleccionados mientras la luz giraba en torno a la tabla. Por fin se detuvo acompañada de una explosión de vitoreo en todo el estadio y Silke supo que estaba preparada para ese día.

Dos grupos de beyluchadores se pusieron de pie avanzando hacia unas gradas centrales que se mantenían por debajo del nivel de la orilla, sobre las aguas del Gran Canal. Dos pares de ojos con la astucia de un águila y la fuerza de un león se desafiaron desde sus puestos.

-Enrique. – Llamó Robert a su compañero italiano.

El rubio se aproximó hasta el inicio del corredor flotante que conducía a la estructura afianzada al lecho acuático. Enrique se veía interesado en la batalla que estaba por afrontar, y el poder de Amphilyon era de temer, sus colmillos eran peligrosos y su tamaño imponente. Hasta que se había topado con un oponente con el cual no tendría que contenerse.

-Acábalo en cuanto puedas, no necesitamos que los rusos den lástima con un combate largo. ¿Escuchaste bien? – La voz de Robert era igual a la de un general, no pensaba arriesgar un solo momento ante un rival que pudiera reponerse e invertir las posibilidades.

-Suena a que Silke aprenderá una dura lección… -El italiano cerró los ojos. Suspiró dejando salir un tinte de melancolía, para luego abrir su mirada audaz. - Sufrirá por habernos traicionado. – Apuntó antes de avanzar hacia el bey estadio.

Johnny y Oliver se mantuvieron en la banca. No había nada más que decir. Todos estaban de acuerdo en que los Blitzkrieg Boys serían castigados en todas las formas posibles.

Silke estaba muy seria ante el siguiente encuentro, y al ver a Enrique aproximarse, sólo sintió como Tala pasó a su lado.

-Capitán. –Susurró.

El pelirrojo se volvió extrañado. A pesar de su rango nunca nadie le había llamado así, pero parecía que la chica tenía unas palabras para él.

-Cuídate de sus fauces. – Aconsejó la castaña.

Tala relajó el ceño, su compañera se preocupaba por ellos en la misma forma en que cuatro de los cinco Blitzkrieg Boys lo hacían por ella.

-Asegúrate de prestar atención a Robert. – Tala le obsequió una sonrisa confiada y caminó al ruedo. Rompería la moral de los Majestics antes del segundo combate.


Bueno, el capítulo hasta aquí, quisiera dar las gracias a mi amiga MaryMishe00 por dejarme invitar a su OC Leela, quien tiene su propio fic, el cual va avanzando muchísimo, el nombre es: "El secreto de la Sirena", espero que se den una vuelta para divertirse como nunca con Leela y los Blade Breakers :)

Hasta el siguiente capítulo!