Descargo de responsabilidad: Como ya saben, los personajes y la trama original de Los Instrumentos Mortales, le pertenecen a la increíble Cassandra Clare, yo solo jugaré un poco con ellos haciendo una versión alternativa, más oscura y retorcida. Espero que lo disfruten.


Capitulo 1: Como hermanos

Lo primero que Clary sintió fue frío, luego fue consiente de la posición incomoda en la que se encontraba y comenzó a removerse, los recuerdos del día anterior vinieron a ella muy lentamente y le tomó toda su fuerza de voluntad el abrir los ojos. Cuando finalmente lo hizo y su vista empezó a enfocarse, vio un techo bajo y oscuro iluminado débilmente por una luz amarillenta, cuando volvió a removerse comprendió que estaba tendida en el suelo y lentamente se levantó. La habitación en la que estaba era pequeña, con paredes de piedra oscura y ásperas, y piso de mármol claro, el lugar tenia dos puertas de madera simple, sin ventanas ni ningún mueble o adorno. Clary se tambaleó hacia la puerta más cercana, sentía el cuerpo más pesado de lo normal, pero se obligó a moverse igualmente, cuando llegó a la puerta tiró de la manija, pero esta no se abrió. Estaba cerrada, sin perder tiempo fue a la otra puerta y lo intentó de nuevo, esta si se abrió sin problemas y ella dio un paso adentro, era un baño. Clary algo decepcionada tanteo en la pared hasta encontrar el interruptor de la luz y encenderlo, el baño era diminuto y estaba casi vació. Se acercó al lavabo y giró la llave, el agua comenzó a correr y ella se lavó la cara agradecida por lo fría que estaba, eso pareció ayudarla a despabilarse por completo. Salió del baño y fue a la otra puerta de nuevo, intentó abrirla por un rato, y tras no conseguirlo, le dio una patada con frustración y empezó a caminar por la habitación.

Lo recordaba todo, estar con Jace, su Jace, y luego traicionarlo advirtiendo a Sebastian que quería entregarse a la clave, la pelea con su hermano, destruir el apartamento, la invocación de Lilith y lo que esa Copa Infernal podía hacer, Amantis siendo transformada y cuando Sebastian casi la obliga a beber también de la copa, también escapar de ellos hasta tener a Gloriosa en sus manos y volverse para usarla en Sebastian… pero no lo había hecho, en su lugar, lo hizo en Jace por que este no le dejó otra opción y ella creía que así lo salvaría, que lo liberaría de su conexión con Sebastian y sobreviviría. Pero se había equivocado, recordaba tratar de sentir su respiración o buscar su pulso y no encontrar nada, luego a Amantis diciéndole que Jace estaba muerto. Las lagrimas corrían libremente por su cara a medida que los recuerdos se volvían más nítidos en su memoria. Tenia que estar equivocada, Jace tenía que estar bien, él era más del cielo que del infierno, de eso estaba completamente segura, pero aun así… le había clavado una espada al corazón, su sangre seguía sintiéndose en sus manos y aun manchaba su ropa… y el fuego que lo había consumido después…

Clary caminó por la habitación por lo que pudieron se horas, no podía saberlo. Sus sollozos eran lo único que se escuchaba mientras seguía pensando en Jace, en la mirada de traición que le lanzó cuando ella lo atravesó con la espada, hasta que de pronto, escuchó el chasquido de la puerta y esta se abrió. Clary se giró de inmediato, insegura de que esperar y con las lagrimas aun bañando su rostro. Era Sebastian, con su cabello claro mojado y despeinado y la ropa de combate típica de los cazadores de sombras completa. Todo su cuerpo se tensó en alerta y tuvo que luchar contra el instinto de retroceder, las amenazas del día anterior resonaron en su cabeza como las sirenas de una alarma y el corazón empezó a latirle más deprisa.

- Hola, hermanita -Sebastian la saludó usando un tono falsamente casual, recostó un hombro en el marco de la puerta aparentando tranquilidad, pero sus fríos y negros ojos demostraban claramente que seguía furioso con ella- veo que ya te has despertado.

- Sebastian… - su voz salió algo rasposa, el miedo se estaba apoderando de ella, y no solo miedo a lo que su hermano pudiera hacerle, sino que tuvo miedo a la verdad también, a escucharlo decir que era cierto, que Jace estaba muerto, porque ella no quería creerlo.

- Estaba fuera arreglando algunos asuntos, espero no haberte hecho esperar demasiado -dio unos pasos dentro de la habitación, actuaba como si esa fuera una reunión de hermanos normal y hablaran de lo que había hecho en el día. Como si ella no estuviera secuestrada y el no fuera su psicópata hermano.

- N-no, acabo de despertar -Clary se obligó a seguir a Sebastian por un momento, aterrada como estaba de enojarlo, pero antes de ser consiente de lo que estaba haciendo, hizo la pregunta que tanto temía y a la vez ansiaba que respondiera- ¿Dónde está Jace?

- Él ya no está, los hermanos Silenciosos deberían de haberlo llevado ya a la ciudad silenciosa, donde más estaría después de que le clavaras una espada al pecho, Clarissa. -Clary buscó el más mínimo rastro de mentira en Sebastian y no lo encontró ¿era verdad? Dejó escapar un sollozo recordando los cadáveres de la ciudad silenciosa, ella negaba con la cabeza con vehemencia, como si pudiera sacudirse las palabras que Sebastian acababa de decirle, sacárselas de la cabeza y que así no fueran reales.

- No, el no puede estar… no puede -la palabra se negaba a salir, o mas bien ella se negaba a decirla y mucho menos a creerla- él sobrevivió, esa espada no podía...

- Lo hizo -su tono ahora era frío y decidido, las siguientes palabras fueron como golpes para Clary, una más dolorosa que otra- Está muerto. Tú lo hiciste. Sin piedad. Atravesaste el corazón de Jace para separarlo de mi… irónicamente sin hacerme daño a mi -empezó a caminar hacia ella con paso tranquilo y alzó los brazos como para demostrarlo, ella retrocedió un poco a un costado, el miedo y dolor que Clary sentía empezó a transformarse en odio, él estaba disfrutando de darle esa noticia, de causarle ese dolor- Podías haberlo hecho mucho antes, sacrificarlo a él para matarme, pero no lo hiciste. En cambio, me permitiste usarlo hasta que ya no me servía y luego te encargaste de él. -ahora Sebastian estaba sonriendo, algo que solo lo hacía lucir más aterrador. Cada vez había menos espacio entre ellos- Debería agradecértelo. Aunque yo estaba dispuesto a dejártelo cuando ya no me sirviera, Clarissa, pero lo has matado, supongo que no importa.

Eso fue todo lo que pudo soportar, le lanzó un puñetazo con el brazo izquierdo y le dio en la cara, Sebastian retrocedió llevándose las manos a la cara y ella aprovechó la oportunidad para tomar la única arma del cinturón que Sebastian tenía en la cintura, que resultó ser una daga, y clavárselo justo sobre el corazón. Una mano de Sebastian salió disparada para sujetarla, pero no fue lo suficientemente rápida, ella hundió la afilada hoja con todas su fuerzas, como no había sido capaz de hacerlo cuando peleaban en el departamento porque hubiera matado a Jace con ello. La sangre comenzó a manar de la herida y su cuerpo temblaba, pero para su sorpresa, Sebastian estaba riendo. Como si se tratara de algo como una molesta e insignificante astilla, apretó el agarre a su muñeca obligandola a soltar la empuñadura y retiró la daga. La tiró al suelo sin siquiera mirarla. Ella comprendió que no había intentado detenerla realmente, si lo hubiera querido, habría detenido su mano a tiempo, pero él quiso que lo hiriera.

- Pero… ¿Cómo… -Clary retrocedió, brevemente desconcertada, esa herida debería haberlo matarlo.

- ¿Sorprendida, hermanita? -el seguía sonriendo como si nada, aunque Clary tenía claro que eso debía de haber dolido y lo que era peor, eso definitivamente lo hizo enojarse, pero la herida ni siquiera sangraba ya- No puedes matarme. Tal vez con Gloriosa podrías haberlo hecho, pero ya no hay arma con la que ahora puedas herirme. Lilith no solo me dio su sangre para crear un nuevo ejército, también me fortaleció más allá de todo límite.

Clary no lo pensó, lo rodeó y corrió hacia la puerta, esperaba llegar al pasillo, sin tener idea de lo que encontraría afuera o si podría cerrar la puerta por fuera como esperaba. Apenas pudo cruzar la puerta y ver un largo pasillo poco iluminado, con algunas puertas parecidas a esa que acababa de cruzar en el, cuando una mano le envolvió la muñeca y la obligó a girar. Clary se preparó para patearlo, pero no tuvo tiempo, antes de que pudiera tomar impulso Sebastian le soltó la mano y, agarrándola por sorpresa, como si no pesara absolutamente nada, la levantó por la cintura y se la cargo sobre el hombro. Ella gritó, se retorció y lo golpeó en la espalda con ambos puños varias veces, aun cuando sabía que era inútil, su hermano parecía estar hecho de acero sólido, parecía no importarle ni molestarle ninguno de sus desesperados intentos de que la soltara. Sebastian solo necesitaba un brazo para mantenerla sujeta mientras seguía caminando con la misma gracia característica de los cazadores de sombras de siempre.

Caminó por el largo pasillo hasta detenerse en una puerta de acero, muy diferente a las otras, la luz no era suficientemente buena para distinguir correctamente los patrones, pero Clary vio que estaban talladas con lo que ella creyó podían ser runas. Lo oyó susurrar algo y de inmediato se escuchó el chasquido del seguro y la puerta se abrió sola. Apenas cruzó la puerta la bajó nuevamente y dejó que ella se alejara retrocediendo con la vista fija en él hasta que su pantorrilla chocó con algo, una cama.

El lugar estaba a oscuras, apenas distinguía sombras borrosas con la tenue claridad que le llegaba del corredor a través de la puerta abierta. Su respiración agitada y los latidos acelerados de su corazón era lo único que podía escuchar. Cerró los ojos, tal vez esperando golpes o un arrebato de gritos furiosos de su hermano, algo, pero nada ocurrió, ella siguió con los ojos fuertemente cerrados por minutos, o tal vez horas, no podría estar segura, hasta que finalmente escuchó pasos. Sebastian se movió hacia la puerta y por un momento Clary creyó que saldría y la dejaría nuevamente sola, encerrada en esta nueva habitación, pero no, él se acercó hasta la puerta y la cerró, dejándolos a ambos encerrados en esa pequeña habitación. La cerró con fuerza, produciendo un sonido que pareció reverberar en la cabeza de Clary cuando la habitación volvió a quedar en silencio y ahora en la completa oscuridad. Esta vez Clary no lo escuchó moverse, sonó un ligero clic y las luces se encendieron de golpe. La habitación era mucho más pequeña de las que había en el departamento de Valentin, y Sebastian aparentemente la mantenía igual de desordenada que esa. El estómago se le revolvió al darse cuenta de que esa era su habitación, pero la recorrió con la mira, buscando una forma de escapar, casi por todo el suelo había libros, hojas, ropas e incluso algunas armas esparcidas.

- Ni lo pienses, Clarissa. Mi paciencia tiene un límite, ya no seguiré siendo tan indulgente contigo -su voz sonaba peligrosamente molesta, así que ella se tragó la réplica sobre donde se podría meter su indulgencia y solo apartó la vista del cuchillo que se había detenido a mirar. Sebastian estaba parado en alguna parte a la izquierda de la puerta por donde habían entrado, así que ella recorrió el resto de la habitación como una excusa para no mirarlo, para ganar algo de tiempo antes de volver a enfrentarlo. Vio otra puerta, esa estaba abierta y daba a un baño privado de azulejos negros, mucho más grande que el de la otra habitación a simple vista, también descubrió que esta habitación si tenía ventanas, dos de ellas, pero estaban cerradas, así que Clary no tenía la menor idea de que hora era o en qué lugar estaban aun, pero el hecho de que este cuarto si tuviera ventanas no le pasó desapercibido.

Finalmente escuchó a Sebastian suspirar y se volvió para mirarlo, ahora estaba frente al armario, rebuscando entre los montones de ropas y bolsas que allí estaban descuidadamente colocados, Clary se alegró de que le diera la espalda, pero no se confió de la aparente tranquilidad con la que Sebastian ahora se movía, ya lo conocía lo suficientemente bien como para saber que en un parpadeo, él podría llegar a su lado y detenerla si intentaba algo estúpido, como recoger una de las armas del piso para enfrentarlo o si decidía salir corriendo nuevamente, sin embargo, ambas opciones eran igual de tentadoras, cualquier cosa era mejor que no hacer nada, pero se obligó a si misma a esperar. Cuando por fin Sebastian se volvió hacia ella tenía un par de bolsas en las manos y se acercó a ella con una sonrisa despreocupada, Clary por un momento pensó que se lo tenía que estar imaginando, recordó la forma en la que actuaba en el apartamento, como fingía, pero eso para ella no tenía sentido ahora. Le pasó la bolsa y ella se fijó en el logo que tenía impresa una, era el de una tienda de ropas, al momento cayo en la cuenta de que debía de ser más ropa de marca como la que tenían en el apartamento de Valentin preparada para su madre, solo que esta vez era pensada por Sebastian específicamente para ella, su estómago se revolvió aun más al darse cuenta de ello. La tomó, no sabía que más hacer y sinceramente no creía que fuera buena idea volver a llevarle la contra a Sebastian en ese preciso momento.

- Aséate y cámbiate, estas hecha un asco -la miró de pies a cabeza y Clary no pudo evitar que un escalofrío siguiera esa mirada- vendré en media hora para que cenemos, y espero esta vez no encontrarte husmeando entre mis cosas, hermanita… -no la amenazó, pero Clary recordó claramente lo que había pasado la última vez que Sebastian le había ordenado cambiarse y ella en su lugar había ido a registrar su habitación. Sintió que el nudo en la garganta se le apretaba aún más, esta vez no tendría oportunidad, él ya se lo había demostrado, ahora era invulnerable, nada lo podía matar… ni detener, él podría hacer lo que quisiera con ella.

Él se quedó mirándola, como esperando a que reaccionara, tanto si ella lo obedecía dócilmente como si se oponía a él e intentaba luchar, él ganaría, la terminaría obligando a obedecer tarde o temprano, y ambos lo sabían, así que Clary asintió con la cabeza, porque no confiaba en su voz para decir nada, y se encaminó al baño evitando por todos los medios mirar a Sebastian o la puerta por la que habían entrado. Antes de que pudiera cerrar la puerta por completo, lo escuchó reír y salir de la habitación, pero no intentó comprobar si realmente la había dejado sola o no. Cerró la puerta del baño y se recostó en ella aferrándose a las bolsas que llevaba en los brazos con todas sus fuerzas y llorando. Lentamente se fue deslizando hasta terminar sentada en el frío piso con la espalda apoyada en la puerta. En el amplio baño sus sollozos parecían resonar más de lo necesario, lo que la hizo sentir más sola y desdichada que nunca.

Empezó a recordar todo lo que había pasado otra vez, la muerte de Jace empezó a sentirse más real. Todavía podía oír sus gritos en el aire cuando hundió la hoja en su pecho, directamente sobre el corazón. Su expresión de traición y dolor, luego aparecían las llamas envolviéndolo por completo y obligándola a retroceder. El fuego celestial se extendió en el consumiéndolo todo. Que tonta fue al pensar que lo salvaría, que Jace sobreviviría por ser más del cielo, que no ardería hasta muerte, que no lo destruiría todo por intentar salvarlo. Las últimas palabras de Jace, su Jace, se repetían una y otra vez en su cabeza mientras recuerdos del Jace que Sebastian controlaba se arremolinaban en su cabeza, ni siquiera pudo recordar los momentos felices que había vivido con él antes de su resurrección, lo intentó, pero esos se veían difusos y lejanos, no los sentía suyos sino más como los de una vida pasada o las memorias de otra persona. Eran recuerdos a los que ella no tenía derecho a acceder, no merecía reconfortarse con ellos, no cuando le había fallado como lo hizo.

Una vez creyó que había esperanza, que existía un arma que la ayudaría a escapar de Sebastian y salvar a Jace, pero se había equivocado y pagó un precio muy alto por ello. Ahora solo le quedaba resignarse a la verdad, Jace estaba muerto y ella estaba en manos de Sebastian, debía obedecerlo o ella y tal vez más personas a las que Clary amaban pagarían las consecuencias. Lloró hasta que ya no pudo más, y cuando ya no tenía más lagrimas que derramar y sus sollozos apenas la dejaban respirar, se obligó a si misma a levantarse. Miró alrededor, el baño era grande y luminoso, aunque mucho más simple que el del apartamento de Valentine. En el solo encontró algunas toallas limpias, jabón, shampoo, pasta de diente y un cepillo, todo completamente nuevo, Clary se preguntó una vez más donde estaba ¿Qué tan rápido alguien como Jonathan podría conseguir un apartamento como el de su padre? Clary esperaba que no demasiado rápido ¿Su madre y amigos serían capaces de rastrearla ahora? Lo dudaba, Sebastian tendría que haber pensado en alguna forma de ocultar su rastro ya, o en el peor de los casos debía creer que contaba con suficientes oscurecidos para no tener que preocuparse de ello. Un escalofrío la recorrió al acordarse de ellos y la Copa Infernal de Sebastian, pero ese no era momento para sentir culpa ni dejarse llevar por las dudadas, revisó el contenido de las bolsas que tenía en las manos, tenía más ropa de la que había pensado, en ellas había varios vestidos demasiado cortos incluso para Clary, que era más bien bajita, una blusa ligera, unos vaqueros y ropa interior, la mayoría con encaje del tipo que ella jamás hubiera elegido. Se quitó la ropa, el vestido ceremonial estaba hecho jirones, manchado de barro y sangre, y se duchó rápidamente. Al terminar se vistió con la blusa y los vaqueros que resultaron ser de la talla perfecta, no la sorprendió. Se recogió el cabello a un lado y se miró al espejo, estaba llena de moratones y cortes aun, se peguntó si podría convencer a Sebastian de que le hiciera una runa curativa y de alguna manera arrebatarle la estela, pero ella difícilmente podría tener tiempo suficiente de usarla para escapar o herirlo antes de que él se la volviera a quitar, además, no quería a Sebastian tan cerca de ella como para tocarle la piel ni con una estela.

Frustrada, se dio la vuelta para salir del baño en el momento preciso en que la puerta se abría, era Sebastian, no había hecho el más leve ruido y sus ojos fueron directamente a ella. Él tenía nuevamente esa sonrisa de lado en la cara, todo tranquilidad y diversión. La sorpresa se convirtió rápidamente en rabia, deseó gritarle y cerrarle la puerta en la cara, pero no lo hizo, esperó a que él hablara primero y trató de mantener una expresión neutra.

- La cena está lista, hermanita -se hizo a un lado y ella no tuvo más opción que pasar a su lado. Para ser tan delgado y preciso, Sebastian le había dejado tan poco espacio por el cual pasar que ella sintió el calor emanando de su cuerpo aun cuando hizo todo lo posible por no tocarlo- Estoy seguro de que te gustará.

Clary lo dudaba, en compañía de Sebastian nada podía gustarle, pero no hizo ningún comentario y lo siguió por una serie de pasillos iluminados por luces amarillentas, el lugar debía ser mucho más grande de lo que se había imaginado al principio. Casi como los Instituto de los cazadores de Sombras, se le ocurrió de repente, Un lugar que podría albergar a todos sus cazadores oscuros. La idea la hizo estremecerse, si escapar de Sebastian no sonaba como el plan más fácil del mundo, hacerlo ahora que tenia a sus oscurecidos siguiendo sus órdenes debía ser imposible.

- ¿Frío? -Sebastian tenia sus oscuros ojos puestos en ella, y ya se estaba quitando la chaqueta y poniéndosela a ella sobre los hombros antes de que Clary pudiera decir o hacer nada- en el comedor y la biblioteca hay chimeneas, pero el resto de las habitaciones y pasillos están helados, tendré que buscarte más ropa.

Sebastian le acarició los hombros sobre el cuero de su chaqueta, como para hacerla entrar en calor, y Clary sintió que la piel le ardía de una forma horrible. Se alejó de el con la excusa de ponerse correctamente la chaqueta, metiendo los brazos en las mangas. Le sorprendió el olor a flores que tenía, era fuerte y molesto, y no entendía por qué Sebastian olería a flores, no parecía muy de su estilo.

Cuando doblaron en una esquina Clary se detuvo de golpe y contuvo el aliento, mientras Sebastian siguió caminando como si nada. Habían llegado a lo que debía de ser la biblioteca, una habitación espaciosa con las paredes llenas de libros, algunas mesitas bajas, sillones y un sofá exageradamente grande casi en el centro, todo de madera oscura y cuero gastado. Como Sebastian había dicho, allí había una chimenea encendida que llenaba de un calor agradable todo el lugar. También había varios jarrones con flores de todo tipo y colores. Demasiadas, pensó Clary, que encontró ese detalle algo extraño y molesto, el lugar también olía a flores. Pero no tuvo tiempo de pensar en ello, Sebastian se dirigía a la siguiente habitación y ella se apresuró en seguirlo. Lo que más deseaba era escapar de allí, pero no tenia idea de realmente donde esta y como salir, suponía que, si se daba la vuelta y corría por los pasillos, aunque Sebastian no la siguiera no podría encontrar una salida, tal vez incluso terminaría perdiéndose.

El comedor era tan grande como la biblioteca, tenía una mesa larga en el centro, pero esta solo tenía dos sillas, la de la cabecera y una a su derecha. Sebastian se acercó a la mesa y alejó la silla, invitándola a sentarse, una vez que ella lo hizo el se sentó en la cabecera y la miró fijamente. Solo entonces Clary se dio cuenta del hambre que tenía, no recordaba cuando fue la última vez que había comido y tuvo que admitir que todo lo que veía en la mesa parecía delicioso. Había platos con frutas, varios tipos de carne, secas o con salsas, y ensaladas, también vino, y una jarra de agua. Pero también era extraño, ni siquiera en el apartamento todo se veía tan ordenado y elaborado.

- Come -Clary lo miró por un momento y descubrió que Sebastian no le quitaba los ojos de encima. No le gustó la forma en que le ordenó que comiera, pero tenía hambre y su estomago eligió ese momento para reclamárselo, rugiendo lo suficientemente alto como para que ella ignorara la mirada de su hermano o el creciente miedo que sentía y comenzara a servirse el plato.

Cuando empezó a comer, él dejó de mirarla, lo que supuso un alivio momentáneo. Comieron en silencio, Sebastian parecía estar, si no era contento, por lo menos conforme con ello. Clary se obligó a comer todo lo que pudo, que no fue mucho, el miedo que sentía apenas la dejaba tragar cada bocado. Con los minutos, Clary se convenció de que estaba a salvo, por el momento, y trató de despejar su mente, tenía que concentrarse únicamente en escapar. Cada pequeño movimiento que Sebastian hacia provocaba que ella se tensara y aguantara la respiración por un instante. Sebastian parecía querer seguir con la farsa que habían mantenido todo este tiempo en el apartamento de Valentin, tratarla como su hermana, de la retorcida forma en que él la veía como su hermana. Si Valentin no hubiera experimentado con él, eso podría haber pasado, pensó una vez más, podríamos haber sido hermanos. Sentarnos a la mesa y comer juntos habría sido normal. Pero ahora, Sebastian nunca sería realmente un hermano para ella, y eso era terriblemente malo.