Descargo de responsabilidad: Como ya saben, los personajes y la trama original de Los Instrumentos Mortales, le pertenecen a la increíble Cassandra Clare, yo solo jugaré un poco con ellos haciendo una versión alternativa, más oscura y retorcida. Espero que lo disfruten.


Capitulo 3: Compensar y perdonar.

Clary no tenía idea de cuánto tiempo había dormido. Cuando despertó, la habitación estaba sumida en la completa oscuridad, pero como no tenía ventanas, eso no le decía mucho sobre qué hora podía ser. Esta vez se sentía más descansada y consciente que antes, aunque incluso eso no la hacía sentir especialmente esperanzada teniendo en cuenta su situación.

Al principio permaneció quieta, tratando de escuchar algo, pero el único sonido que llegaba hasta ella era el de su lenta respiración. Haciendo el menor ruido posible se deslizó de la cama y encendió las luces, todo seguía exactamente como lo recordaba, incluso la puerta cerrada por fuera, pero cuando abrió el armario se dio cuenta que alguien había entrado mientras ella dormía.

Había más ropa que cuando fue a dormir. Como Sebastian le había dicho, le había conseguido más ropa, y esta vez, para su alivio, era más abrigadora. Tenía vaqueros, jerseys, medias de lana y algunas bufandas. No le gustó el hecho de que alguien hubiera entrado mientras ella dormía, especialmente porque no lo había sentido, pero no era como que esperara verdadera privacidad en ese lugar.

Tomó algunas prendas al azar y se apresuró al baño. Su cuerpo se movía casi por voluntad propia mientras su mente trabajaba al máximo, completamente concentrada en escapar. Su familia y amigos la debían de estar buscándola ya, así que debía aprovechar cualquier oportunidad de intentar comunicarse con ellos, por pequeña que pareciera. No importaba como, tenía que encontrar una forma de huir, y luego, con un poco de suerte, descubrir como matar a Sebastian. Nadie debía ser completamente indestructible. Sebastian no podía ser indestructible, Clary se negaba a creerlo.

Cuando salió de baño miró la habitación indecisa, en su lista de prioridades, saber dónde rayos se encontraba exactamente era la primera. Pero antes de que pudiera decidir qué hacer a continuación para lograr eso, la puerta se abrió y Amantis apareció en el umbral.

- Sebastian te espera en la biblioteca, no lo hagas esperar.

Clary se la quedó mirando un momento sin poder reaccionar. Su aparición no la sorprendió, por silenciosa que fuera, pero la total falta de reconocimiento en ella sí. Se veía tan inhumana, tan vacía. En esta ocasión ni siquiera tenía esa chispa de desprecio o malicia en los ojos. ¿Es que ya no queda nada de la vieja Amantis en ella? ¿Nada que aun pudiera salvar?

Un nudo se formó en la garganta de Clary y solo pudo asentir con la cabeza. Al instante Amantis se dio la vuelta y salió al pasillo, haciendo un gesto para que Clary la siguiera. Ella lo hizo, concentrada en controlar su respiración y mantener una apariencia más calmada. No podía querer echarse a llorar cada vez que veía a Amantis, debía controlarse mejor. La esperanza de que aun pudiera hacer algo por ella seguía allí, muy en el fondo de ella, pero si no encontraba ninguna forma, si no existiera, debía hacer algo para evitar que otros sufrieran el mismo destino.

El pasillo estaba exactamente como lo recordaba, piso blanco y paredes oscuras y vacías, iluminadas débilmente por luces amarillas. Todas las puertas frente a las que pasaban estaban cerradas, y Clary se debatía consigo misma sobre tratar de abrir alguna ahora o esperar. Amantis parecía no prestarle atención, pero con sus sentidos mejorados se percataría de lo que Clary intentara hacer al instante. Si la dejaría o no ya era otra cosa.

Al final lo dejó pasar. Después de hablar con Sebastian hoy, tal vez tuviera una mejor idea de que era este lugar, así que bien podía tratar de solo obedecer por el momento.

A la noche, un poco antes de finalmente quedarse dormida, había tomado una decisión, seguirle el juego a su hermano tanto como pudiera era lo más sensato. La idea de Sebastian con la copa infernal lista para usarla en su contra cuando lo quisiera la aterraba. Pero Sebastian realmente no quería transformarla, por lo menos no ahora, mientras creía tener el control. Y siempre que Clary actuara lo suficientemente rápido, podía destruir la copa antes de intentar escapar, o llevársela con ella si es que podía.

Llegaron antes de lo que Clary hubiera querido, aunque si fuera por ella simplemente no volvería a ver a su hermano nunca más. Pero allí estaba, en medio de la biblioteca, sentado cómodamente en el sofá a la derecha de la chimenea, con los pies sobre la mesita del frente y un libro en las manos. Por un momento la imagen frente a Clary le pareció tan irreal y… normal, que estuvo tentada a pellizcarse el brazo para asegurarse de que estaba despierta. Jonathan tenía puesta la ropa de cazador de sombras, con la chaqueta, camisa, pantalón y botas altas, todo negro sobre negro. Pero no se veía amenazador, más bien parecía aburrido e indiferente a su presencia, tenía el pelo rubio platino húmedo y despeinado, mientras permanecía recostado en el respaldo del sofá con tanta tranquilidad, y una sonrisa perezosa en el rostro mientras leía. Por un momento se veía casi como lo recordaba durante Idris, cuando había fingido ser el verdadero Sebastian Velac, lo que resultaba algo desconcertante.

Su corazón dio un doloroso tartamudeo cuando Clary comprendió que cada detalle en el que ella se había fijado era, en realidad, falso. Jonathan cuidaba cada detalle de una forma que ningún humano lo haría, ni siquiera un cazador de sombras, porque Valentine le había enseñado muy bien a fingir. Parecer humano para ganarse la confianza de otros, y aunque Clary estaba segura de que hacerlo con ella era una completa pérdida de tiempo, no pudo evitar pensar que de no haber sido por Valentine su hermano podría haberse visto así. Y ese era un pensamiento demasiado doloroso.

- Sebastian. -habló antes de perder el poco valor que le quedaba, mientras más pronto dejara esa farsa que había montado solo para ella mejor.

-Buenos días, hermanita. -la saludó sin siquiera levantar los ojos de su libro. ¿A qué estaba jugando ahora?, pensó Clary con impaciencia, de todos los posibles escenarios que se había imaginado para hoy, después de la cena de anoche, este definitivamente no era uno de ellos.

- ¿Qué estás leyendo? -la pregunta salió de sus labios con total naturalidad, pero Clary no se animaba a mover un solo dedo esperando a que Sebastian le diera el más leve indicio de que era lo que esperaba de ella.

- Demonología -respondió alzando un poco el libro para que ella pudiera ver la portada, aunque no es que sirviera de algo, porque estaba en un idioma que ella no reconocía- En alemán. Nunca fue mi idioma favorito pero es útil, indudablemente.

Clary miró de Sebastian al estante de libros más cercano, se preguntó si los libros tenían algún orden y si Sebastian los había leído todos, o por lo menos sabía de qué trataba cada uno. La curiosidad la hizo acercarse despacio a uno de los estantes que estaba a su izquierda, hasta que pudo leer los títulos en los lomos de los libros. Todos estaban en diferentes idiomas, y los pocos que estaban en español, o latín que pudo entender, eran de historia, ciencia, novelas, diccionarios y biografías que no tenían absolutamente nada en común. Pero algo le dijo a Clary que incluso este desorden tenía una razón, que no era únicamente el aparente desprecio de Sebastian por el orden.

Clary sentía la mirada de Sebastian puesta en ella mientras buscaba un libro que le llamara la atención o pareciera ser diferente a los demás, y al final lo encontró. Bueno, por lo menos una palabra llamó su atención, "Edom". Algo en esa palabra le pareció extrañamente familiar, aunque no tenía idea de que era, y no estaba muy segura de recordar de donde la había escuchado antes. El libro era pequeño, encuadernado en cuero negro gastado, con letras plateadas y el resto del título estaba en griego. Aunque no podía estar segura de entender su contenido, quiso revisarlo, pero cuando estiró la mano para tomar uno de los libro, no se acercó a ese, sino a la copia de Dos Ciudades, que estaba del otro lado de la estantería.

- ¿Te importaría que tome este? -preguntó Clary encarando a su hermano con el libro en las manos.

- Adelante. Puedes tomar cualquier libro, y también llevarlo a tu habitación si quieres. -Sebastian por fin bajó el libro y se estiró en el sofá, tenía una sonrisa perezosa, casi burlona mientras la miraba- Amantis te traerá algo de comer. Supongo que tendrás hambre… la verdad que te has perdido el desayuno y el almuerzo.

- ¿Qué hora es… em… aquí? -Clary trató de no parecer tan ansiosa por la respuesta, pero la verdad es que empezaba a preocuparle la cantidad de tiempo que ya llevaba en este lugar, principalmente inconsciente, y lo que Sebastian podría haber hecho ya con sus oscurecidos. "Ahora que ya no tenía el apartamento de Valentin, ni el factor sorpresa para atacar a la Clave desprevenidos… ¿Cuánto tardaría en llevar a cabo su supuesto plan? Y cuando lo hiciera ¿Se lo diría o habría alguna forma en que ella pudiera saber si que ya lo estaba haciendo?"

- La cuatro treinta… has dormido casi quince horas.

Sebastian hizo un gesto para indicarle que se sentara en el sofá. Clary solo dudó un momento, con el libro fuertemente agarrado aun, fue a sentarse en el sofá frente a su hermano. Estaban separados solamente por casi un metro de distancia, y aunque sus pies aun descansaban cómodamente sobre la mesita entre ellos, si Sebastian quisiera llegar a ella, no le tomaría ni dos segundos.

- ¿Me dirás ya dónde estamos? -Clary tuvo que obligarse a usar el plural y no descomponer su gesto al hacerlo. Eso era lo que su hermano quería tan desesperadamente, que ellos estuvieran juntos en lo que sea que él planeaba. Si no creía que ella podía escapar, tal vez le diera algo de información que considerara inútil. Y con lo desesperada que Clary estaba ahora, cualquier información era valiosa.

- No, tendrás que ganarte el derecho a saber eso… o cualquier otra cosa. Estoy dispuesto a perdonarte, hermanita, por todo, y dejar que tomes tu lugar a mi lado.

- ¿Perdonarme? -su voz reflejaba sorpresa, porque escuchar esa palabra de Sebastian le parecía simplemente fuera de lugar.

- Sí. Pero tienes que ganarte el perdón, ¿lo recuerdas? -dijo con una voz sedosa que la hizo estremecerse, recordaba la conversación que tuvieron en París y lo extraño que le había parecido su pregunta: ¿crees que el perdón es posible para alguien como yo?- me has jodido mucho, no solo destruiste el apartamento de Valentin y me separaste de Jace, matándolo en el proceso…. Sino que me mentiste y trataste de huir de mí, varias veces, creo que todo eso me va a costar un poco perdonártelo.

- ¿Cómo -su voz tembló, el miedo por un momento parecía estarla venciendo, carraspeo y lo intentó de nuevo- ¿Cómo esperas que me gane tu perdón?

No supo descifrar la emoción que reflejaban los oscuros ojos de su hermano, pero estaba segura que no le gustaría, igual que la respuesta a la pregunta que acababa de hacer.

- Compensando tu traición -lo dijo como si explicara algo muy sencillo a un niño pequeño- demuéstrame lealtad a partir de ahora y perdonaré tu traición, todo lo que has hecho hasta ahora.

- Y si no lo… -no pudo terminar la oración, en un parpadeo Sebastian se había movido del sofá hasta estar parado justo frente a ella. Cuando se dio cuenta de lo que pretendía hacer ya era demasiado tarde, se inclinó sobre ella y la tomó de ambos brazos con fuerza para impedir que se alejara de él. Sebastian bajó la cabeza lo suficiente para mirarla a los ojos. Si la rapidez con la que se movía no fuera suficiente para llenarla de terror, la forma en que la miraba definitivamente lo era.

- Esta es la única oportunidad de elegir que te daré, Clarissa, te quedas a mi lado como una buena hermana menor por voluntad propia, o usaré la copa Infernal en ti y de todos modos te quedarás a mi lado… y harás lo que yo quiera.

- Su-suéltame, Sebastian -tenía la intención de sonar firme, pero el temblor en su voz delataba su miedo- No me das a elegir, tratas de obligarme a hacerlo.

- Porque en eso no hay más elecciones. Soy lo único que tienes ahora.

- Eso no es cierto… - su voz fue apenas un susurro, Clary pensó en su madre, Luke, Simón, Izzy, Magnus... Aun los tenía a ellos, quería abrazarlos y saber que realmente estaban bien con tanta desesperación. Porque tenían que estar bien ¿cierto? Si no fuera así Sebastian ya se lo hubiera dicho ¿no? Necesitaba encontrar una forma de huir de ese lugar. Cuando escapara llegaría hasta ellos y estaría segura, los ayudaría a matar a Sebastian, ellos encontrarían la forma como lo hicieron para separarlo de Jace.

Un pesado silencio cayó entre ellos. Si había algo de todo lo que Sebastian había dicho hasta ahora que era cierto, fue que Clary no tenía otras elecciones. Sin importar cuanto odiara a su hermano o cuan aterrada estuviera de siquiera admitirlo, no había nada que Clary pudiera hacer para detener a Sebastian, y llevarle la contra solo para enojarlo tarde o temprano resultaría peor para ella. Sebastian la miró fijamente hasta que toda la lucha abandonó a Clary, y solo entonces la soltó.

Una vez liberada de su agarre de hierro, Clary tuvo que luchar contra el impulso de alejarse de Jonathan de inmediato. Estaban demasiado cerca para la comodidad de Clary, y por la lenta sonrisita de suficiencia que Janathan le dedicó, la excesiva cercanía era completamente intencional y su hermano estaba obteniendo exactamente lo que quería.

Aunque trató de permanecer la más calmada pasible, Clary no pudo evitar el temblor que la recorrió cuando Sebastian alzó la mano acercándola a su rostro, solo para tomar entre sus dedos uno de sus rizos rojos.

- Siempre que salgas de tu habitación estarás vigilada todo el tiempo, las puertas cerradas tienen maldiciones por lo que solo los oscurecidos y a quienes yo permita pueden pasar, vendrás sin demora cuando te mande llamar… pero en general puedes hacer lo que quieras. -Sebastian hablaba en voz baja, pero firme, mientras hacía girar el mechón de cabello en sus manos como si fuera lo más interesante del mundo. Requirió todo el autocontrol de Clary no darle un manotazo… o una bofetada- Si quieres algo en particular puedes decírmelo a mí o a Amantis, y si te portas bien -su tono bajó hasta convertirse en un susurro ronco, descaradamente sugerente. Clary sintió que la palma de su mano picaba por las ganas de abofetear a Jonathan- podría conseguirlo para ti.

Clary se salvó de tener que responder algo, que muy probablemente habría sido un insulto, cuando Amantis regresó a la habitación con una bandeja cargada de comida. En cuanto la comida tocó la mesa Sebastian pareció perder todo interés en Clary y volvió a sentarse en donde estaba cuando Clary entró. La comida era abundante y deliciosa, al igual que la noche anterior, y Clary no dudó en disfrutarla, especialmente cuando Sebastian parecía haber perdido el interés en ella. Al menos por el momento.


¡Hola chicos!

Perdón por tardar tanto, me estoy tomando mi tiempo para que esto vaya en la dirección que quiero, y les aseguro que valdrá la pena al final. Ya tengo los borradores de varios capítulos que vendrán más adelante, pero como las ideas no vienen a mi en el orden correcto, lamentablemente, tardaré un poco en subir el siguiente capítulo.