Día 6.

Prompt: Crossdressing/Panty Kink

Trigger Warning: Sexo explícito, Crossdressing, sexo anal rudo, Worship, Panty Kink, Fingering, sexo semipúblico, Ripped Clothes.

Panty Kink: Fetiche por las medias de mujer. Implica desde contemplar hasta besar y lamer pies, piernas, muslos, genitales o glúteos con las medias puestas.
Ripped Clothes: Fetiche por rasgar la ropa de la otra persona.


EL RETO DE IZUKU

Izuku contempla el panel de puntuación, acongojado. A su lado, Jirou levanta el puño, celebrando, cuando su coche virtual atraviesa la meta de la pantalla, obteniendo la victoria de la última carrera. Sero, que está sentado en el suelo, entre las piernas de Izuku, también celebra con una carcajada cuando hace lo mismo unos segundos después. Kaminari, al lado de Sero, todavía juega, concentrado. El vehículo de Izuku le lleva una ligera ventaja por primera vez en todo el torneo que han jugado, pero la tabla de puntuaciones no engaña: Izuku es el que peores tiempos ha hecho en casi todas las carreras y ocupa la cuarta y última posición.

Una curva cerrada, la última de la carrera, que Izuku toma con poca precisión. Kaminari aprovecha y, en la pantalla, su coche se introduce entre el borde de la pista y el vehículo de Izuku, recortando la ventaja. Impotente, Izuku ve cómo su coche se ve empujado a un lado, perdiendo el control durante una décima de segundo, suficiente para que Kaminari le adelante y cruce por delante de él, apenas medio segundo antes, la línea de meta.

—¡Sí! —celebra Kaminari, exultante. Sin darle lugar a que suelte el mando, Jirou se inclina hacia Kaminari, tirándole del pelo hacia atrás para besarle en los labios con ímpetu. Izuku se reiría de la cara de atontado que pone Kaminari, sonrojándose ligeramente, similar a la que se le queda cuando utiliza su Don en exceso—. Midoriya, te toca pagar.

—No lo entiendo —murmura Izuku para sí mismo, dejando el mando con cuidado en el sofá, frunciendo el ceño—. Cuando juego con Kacchan, no se me da tan mal.

—¿Ganas a Katsuki jugando así? —pregunta Kaminari, sorprendido. Izuku levanta la cabeza, asintiendo, pero Jirou atrae toda su atención.

—Eh, tú, sé un poco más generoso en la victoria —dice Jirou, reprendiendo a Kaminari con un pescozón suave. Sero, en cambio, se limita a sonreír y palmear la espalda de Izuku. No hay discusión sobre el resultado, la tabla de puntuaciones habla por sí sola: Jirou ha quedado la primera con una ligera diferencia sobre Sero. Por detrás, Kaminari. Y, en último lugar, Izuku—. Vamos, ven conmigo, Midoriya.

Nervioso, Izuku se levanta del sofá y sigue a Jirou, que se dirige a una de las habitaciones de la casa con determinación. Al principio, cuando Kaminari ha propuesto una penalización a la persona que perdiese para darle algo de salsa a la competición, había parecido buena idea. La propuesta de intercambiar con el ganador la ropa de Sero había sonado un tanto extraña, pero Izuku había asentido sin pensárselo demasiado: sonaba divertido, inocente, pueril y, sobre todo inocuo y sin consecuencias. Ahora que Jirou lo invita a pasar dentro de la habitación de Yaoyorozu, la propietaria de la casa y anfitriona de la fiesta, y cierra la puerta tras él, está abochornado.

Para empezar, la chica viste con ropas diferentes a las que Izuku está acostumbrado a verla. Sus habituales pantalones con una camiseta holgada han sido sustituidos, probablemente con motivo de estar de celebración y ser una noche diferente a otras, por un top ajustado que deja su liso abdomen al descubierto, una falda corta que apenas llega a la mitad del muslo, similar a las que utilizaban en su uniforme escolar, unas medias de rejilla que cubren sus piernas hasta llegar a unas botas altas que cubren parte de sus gemelos. La chaqueta de cuero con la que se ha protegido del frío exterior ha sido olvidada en algún sitio del enorme montón de cazadoras y abrigos que cubren la enorme cama de Yaoyorozu e Izuku duda que entre en el trato.

—¿Te vas a quedar ahí parado? —se burla Jirou, que ya se ha quitado las botas, lanzando estas en dirección a Izuku. Cuando la chica tira de su crop top, Izuku vislumbra una tira de tela negra donde deberían estar sus senos. Sonrojándose violentamente, Izuku se tapa los ojos con las manos, avergonzado.

—¡Oh, vamos, Midoriya! —dice Jirou, con los ojos en blanco—. El mes pasado estabas cerca de mí cuando aquel villano de fuego nos hizo cenizas el uniforme.

—¡Pero n-no… no miré! —dice Izuku, con la voz más aguda de lo que habría deseado. Un par de prendas de ropa se estrellan contra su cara. Con un movimiento reflejo, Izuku se destapa los ojos para sujetarlas antes de que caigan al suelo, cerrándolos inmediatamente, a pesar de que la chica se está tapando el pecho con un brazo.

—La camiseta, Midoriya —exige Jirou. Tirando con una mano, Izuku se saca la camiseta y se la tiende a Jirou, sin abrir los ojos. Esta se la arrebata de las manos y durante un segundo sólo se oye el roce de la ropa—. Ya puedes abrir los ojos.

La chica se ve bien con la camiseta de color naranja. Le queda un poco grande, porque Izuku es algo más alto y más ancho de espaldas que ella, pero no es más holgada que las que ella suele usar en su día a día. Además, el pequeño pico del cuello, ribeteado con los adornos oscuros que caracterizan el traje de héroe de Dynamight, le estiliza el escote. Bajando la mirada hacia las prendas de ropa que tiene en las manos, Izuku comprende que la chica no lleva sostén.

—Es para hoy, Midoriya.

—¡S-sí! —Izuku da vueltas en las manos al sujetador, diferente de los que él conoce. O, al menos, de cómo los imaginaba, sin saber bien qué hacer con él.

—Sólo pásalo por encima de la cabeza, como una camiseta —resopla Jirou, apiadándose de él.

A pesar de que él no tiene pecho, el sostén es elástico y en una sola pieza y sin copas, así que se ajusta bien a sus pectorales sin quedar raro. Una vez se pone la camiseta de Jirou encima, respira aliviado. Le resulta extraño tener el ombligo al aire, pero no es muy diferente que estar sin camiseta. Sólo… más ajustado. Presiona más la ropa de Jirou, quizá porque le queda un poco pequeña, que la suya.

No piensa en la parte inferior de la vestimenta hasta que ve a Jirou sentarse en el borde de la cama, quitándose las medias. Poco dispuesto a recibir otra reprimenda de la chica, Izuku aparta la mirada y se descalza, desabrochándose después los pantalones para quitárselos. Jirou deja a un lado las medias y acepta la prenda de ropa que Izuku le ofrece. Con los ojos de par en par, este observa, aterrorizado, cómo Jirou se quita las bragas por debajo de la falda, dejándolas caer hasta los tobillos, y lanzándolas en dirección a Izuku. Luego tiende la mano hacia Izuku otra vez. Este, al comprender qué es lo que le está pidiendo, enrojece aún más, tanto que siente que se marea.

—P-pero… ¡No es necesario! ¡Nadie va a saber qué hay debajo!

—Oh, claro que lo sabrán —dice Jirou, poniendo los ojos en blanco—. Bastará con que te vean la cara.

—¡Es antihigiénico! —argumenta Izuku, desesperado, tratando de encontrar un razonamiento lógico. Detesta el tono de súplica que impregna su voz, pero está dispuesto a vivir con ello si consigue hacerla entrar en razón.

—Oh, venga ya, Midoriya. Te comiste un pelo de All Might. Esto no es nada, sólo un juego. Y te puedo jurar que no tengo ladillas.

—No debería haber contado esa historia —gime Izuku, lamentando la borrachera que le hizo ponerse más hablador de la cuenta durante una de las veces que se reúnen todos para recordar los tiempos, no tan lejanos, en los que estudiaban juntos. Jirou se limita a mirarlo, seria e inexpresiva.

—Está bien. Pero tienes que darte la vuelta —exige, recobrando su habitual coraje. Con una risita, Jirou obedece.

Izuku se quita los calzoncillos. Con una mano trata de cubrirse. Con la otra, los lanza encima de la cama, donde Jirou puede verlos. La chica se los pone, igual que se ha quitado las bragas, por debajo de la falda, lo cual alivia a Izuku. Después, se apresura a recoger la ropa interior del suelo y se la pone, tratando de cubrirse lo antes posible, pero no funciona bien.

Para empezar, no hay hueco suficiente.

Intenta estirar la tela para cubrirlo todo, pero la parte que en su bóxer cubre toda la cadera, aquí es apenas de unos centímetros de ancho. Casi valora la posibilidad de ponérselas al revés, aprovechando que por la parte de atrás es más ancha, pero la descarta inmediatamente. Apretando los dientes, intenta de nuevo colocarse los huevos y la polla para que entren dentro, ahogando un gemido de frustración cuando las bragas se los aplastan contra el cuerpo. Además, la tela tiene partes con cierta transparencia que le privan de cualquier atisbo de intimidad que hubiera podido disfrutar si el castigo hubiese sido tan solo quedarse en ropa interior y, para colmo, la sensación de total exposición y el constante toqueteo para tratar de colocarse lo mejor posible ha hecho que su polla empiece a crecer en una erección a media asta.

—Quizá con las medias te quede más sujeto todo —sugiere Jirou, que claramente está conteniendo una carcajada. Izuku junta las rodillas, se inclina hacia adelante y se cubre la entrepierna con las manos, abochornado. Estaba tan preocupado por colocarse las bragas que no se ha dado cuenta de que la chica se ha girado y lo observa.

—¡Jirou! ¡No mires! —protesta Izuku cuando por fin encuentra su voz.

—Creo que ya entiendo qué ha visto Bakugou en ti, Izuku Midoriya —sonríe Jirou enigmáticamente. Izuku abre los ojos de par en par, horrorizado.

—¿Qué? ¡No! —exclama Izuku, tratando de cubrirse mejor, aunque el interior de las bragas es ya un desastre, porque su polla ha rebasado el límite de la gomilla de la cintura.

—No me refería a eso, joder —dice Jirou, riéndose abierta mente esta vez La chica, que parece inmune a la incomodidad del chico, se quita la falda de encima del pantalón y la deja encima de la cama, junto a las medias.—. Es sólo… ¿Cómo puedes ser tan valiente y atrevido en unas cosas y tan vergonzoso para otras? No niego que no sea encantador, pero… —Izuku frunce el ceño, tratando de zanjar la discusión—. Pero sobre lo que dices… sí es cierto que estás bien dotado. Denki es como tú, y también le crece una barbaridad cuando…

—¡No quiero oír eso! —chilla, horrorizado, Izuku—. Además, no me siento nada cómodo hablando de…

—Oh, no te preocupes, si Denki estuviese aquí ahora, estoy segura de que opinaría lo mismo que yo. Y, además, que eres lindo. Oh, y que es encantador que tu ropa interior sea merchandising oficial de Dynamight. —Izuku enrojece tanto que cree que va a morir de vergüenza. Jirou camina hasta Izuku y se agacha para recoger las deportivas rojas y los calcetines de este. Izuku no sabe qué hacer, porque si se incorpora, da igual la ropa interior y cómo intente disimularlo, la chica podrá verlo sin impedimento—. Oh, perfecto, tenemos el mismo número a pesar de la diferencia de estatura. Estás de suerte, al menos no te dolerán los pies. —Descalza, con las zapatillas en la mano, Jirou se despide agitando descaradamente la mano y sale de la habitación, dejando a Izuku a solas.

Respirando aliviado, Izuku se incorpora. Ya no hay nada que pueda hacer, a pesar de lo avergonzado que está, su polla está dura y, cuanto más lo piensa, menos posible parece tratar de hacer remitir la erección. Al final, opta por tratar de recolocar de nuevo la tela, intentando que sus huevos quepan dentro, y dirigir su pene hacia arriba, atrapándolo con la gomilla de la cintura de las bragas para aprisionar la punta que asoma contra su abdomen. Después, se sienta en el borde de la cama para pelearse con las medias y la falda, que son más difícil es de poner de lo que había imaginado, sobre todo las primeras.

Cuando regresa a la sala donde están todos, completamente vestido y calzado, vuelve a estar colorado y el calor de la cara no le deja ni pensar. Las medias han cumplido, como Jirou dedujo, su misión de sujetar sus partes nobles, ayudando así a bajar la erección, pero Izuku es más alto que Jirou y la falda le queda aún más corta que a ella, apenas unos centímetros por debajo de las caderas. Tirando del borde hacia abajo, tratando de no mirar a nadie y trastabillando por culpa del pequeño tacón de cuña que tienen las botas de la chica, trata de cruzar el salón para sentarse en un sofá donde pueda taparse el regazo con las manos, dispuesto a no moverse de ahí en toda la noche.

Sin embargo, lo recibe un coro de silbidos y aclamaciones. Jiro, sentada cómodamente encima de las piernas de Kaminari, con las piernas cruzadas, exhibiendo las deportivas rojas como un trofeo. La mirada traviesa de Kaminari le revela, en cuanto el chico sonríe ampliamente, que Jirou le ha contado qué ha pasado exactamente en la habitación.

—Eh, Midoriya —le grita, festivo, levantando el botellín de cerveza que está bebiendo—. Tienes unas piernas preciosas. Jirou tiene razón: eres muy lindo.

«Lo sabe todo», piensa Izuku de nuevo, ruborizándose más aún por la vergüenza, dejándose caer en el primer hueco libre que ve en uno de los sofás con las rodillas apretadas una contra la otra y las manos tirando de la falda hacia abajo lo más que pueda, ignorando la mirada divertida de Kaminari y evitando elucubrar sobre pensamientos acerca de penes que crecen o sobre lo lindo que le puede parecer a otras personas.

No obstante, a pesar de que esperaba burlas y comentarios jocosos por parte de sus amigos, ninguno dice nada más allá de los silbidos iniciales, las palabras de Kaminari y un «yo también creo que te queda muy bien», torpemente croado por Tsuyu. Cuando por fin ha comenzado a relajarse, pensando que quizá no sea tan malo y nadie se reirá si se atreve a levantarse a coger algún bocadillo de la mesa, alguien se detiene justo al lado del sofá, mirándolo desde arriba.

—Mira que te dije que no te dejases engañar por esa pandilla de idiotas, Deku —gruñe Katsuki, tendiéndole una cerveza. Izuku, que ha estado tapándose el regazo con una mano y estirando el borde de la falda con la otra, la acepta sin saber bien qué mano utilizar. Al final, opta por sujetarla con la mano del regazo.

—No pensé que fuese a perder —admite Izuku en un susurro—. En casa siempre gano al menos la mitad de las partidas.

—Da igual, joder. Acuérdate de cuando te engañaron para que eligieses entre verdad o reto, escogiste reto, no quisiste hacerlo y te hicieron creer que tenías la oportunidad de volver a escoger verdad. —Izuku gime. Así es como habían descubierto lo del pelo de All Might. En el momento, un poco borracho, no le había parecido mala idea. Luego había averiguado que lo que, en realidad, pretendían los chicos al preguntar qué era lo más asqueroso que había tragado procedente de otra persona, era obligarlo a confesar algo concerniente al sexo oral, seguramente por alguna apuesta sobre si dejaba a Katsuki correrse en su boca o no. Sin embargo, las bromas acerca del cabello de All Might todavía le persiguen cada vez que se juntan todos.

—Hazme sitio, pelopincho —exige Katsuki a Kirishima, que está hablando con Ashido y Uraraka al otro lado del sofá, ignorándolos a ambos. Este obedece distraídamente e Izuku también colabora apretándose contra el reposabrazos, creando el sitio justo para que Katsuki se deje caer a su lado, suspirando—. ¿De quién ha sido la idea?

—En realidad, no ha sido…

—Del pararrayos, entonces —concluye Katsuki, dirigiendo una mirada asesina hacia Kaminari que, como si tuviera un sexto sentido, se estremece y gira la cabeza para devolvérsela con una mueca avergonzada, pero sin una pizca de arrepentimiento.

—Yo no he dicho…

—Calla. —Izuku le hace caso, pero en el tono de voz de Katsuki no hay agresividad. Además, posa la mano, grande y callosa, encima de la rodilla de Izuku, cubierta por las medias. Izuku quiere sostenerla con la suya, pero tiene una ocupada con la cerveza y otra manteniendo el borde de la falda en su sitio.

—¿Q-qué tal la patrulla? —pregunta, en lugar de darle la mano. Es la razón por la que Katsuki ha llegado más tarde, tenía guardia en la agencia hasta más tarde de lo habitual. También Kirishima acaba de llegar, como le informan las palabras sueltas que capta de la conversación de este al otro lado del sofá.

—Tranquila —murmura Katsuki. Todavía tiene la mano sobre la rodilla de Izuku. Le acaricia suavemente con el dedo pulgar, y tiene los otros cuatro crispados, si tuviera las uñas largas se las estaría clavando a través de la media. Con los labios apretados en una fina línea, tiene la mirada ensimismada en algún punto entre las rodillas de Izuku y el suelo, con aire ausente.

—Oye, Kacchan… —Katsuki, sin apartar la mirada de las rodillas de Izuku, donde ha comenzado a seguir con los dedos las líneas de las costuras de las medias, hace un ruido con la garganta para indicar que le está escuchando—. Cuando jugamos videojuegos en casa… Me… Tú… Quiero decir, a veces gano, y…

—Claro que no te dejo ganar, Deku idiota —masculla Katsuki, airado. De sus ojos rojos salen chispas durante unos segundos, pero luego vuelve a centrarse en las piernas de Izuku. Ya no le está acariciando la rodilla. Ha posado la palma en el muslo, abarcando lo más que puede, y roza los nudillos de Izuku, que sigue tratando de cubrirse. Izuku asiente, arrepintiéndose de haber preguntado—. Yo siempre juego en serio, ¿queda claro?

—Sí, Kacchan. Perdona, no quería insinuar… —Obsesionado con los héroes, Izuku no había desarrollado una afición por los videojuegos hasta que había empezado a salir con Katsuki y a coincidir con él y el resto de sus amigos de la U.A. en las largas maratones de algunos fines de semana. Le gustan, y sabe que juega peor que Katsuki, que a veces se exaspera cuando han de hacer equipo, así que no le importa perder.

—Escúchame, Deku… —Aunque Izuku se calla, Katsuki se queda callado, con los ojos fijos en la mano que tiene sobre Izuku, que roza, con el meñique, la parte de muslo que queda bajo la falda. Preocupado, Izuku se da cuenta de que el otro chico tiene la respiración un poco agitada y está desconcentrado. Frunce el ceño, parpadeando, antes de crispar los dedos y levantarse, alejando la mano de Izuku, que lo mira desconcertado—. Ven.

—¿Qué?

—¡Que vengas, Deku! —insiste Katsuki, impaciente, extendiéndole la mano para incitarle a seguirlo.

—Pero… —Azorado, Izuku tira más del borde de la falda.

—No me jodas, Deku, aquí a nadie le importa cómo vas vestido, sólo a ti. Ni siquiera esos idiotas se acuerdan ya de la broma —dice Katsuki bruscamente.

Un poco reticente, Izuku deja la cerveza en el suelo, al pie del sofá, y se levanta. Katsuki se aferra a su mano, tirando de él en dirección al pasillo, a la vez que Izuku trata de que la falda no muestre nada con la otra y de no tropezar con sus propios pies por culpa de las botas. Katsuki lo guía hasta una puerta y, deteniéndose, la golpea dos veces con la palma de la mano. Al no obtener contestación, la abre y empuja dentro a Izuku, cerrando la puerta antes de encender la luz.

—Joder, sí —susurra, moviendo la pequeña pestaña que bloquea el picaporte. Al volverse hacia Izuku, este identifica la expresión de sus ojos, comprendiendo que no tenía la mirada perdida en el salón, sino hambrienta.

—¿Kacchan? —pregunta Izuku, notando una oleada de excitación en la parte baja del vientre al percibir el deseo desbordante del otro chico.

—Cállate, Deku —gruñe Katsuki, con voz ronca, antes de acercarse a él con tanto ímpetu que Izuku tiene que retroceder un par de pasos, hasta que su espalda choca con el lavamanos. Katsuki lo besa con ferocidad, asaltándole la boca con la lengua, raspándole los labios con los dientes, devorándolo.

Al mismo tiempo, sus manos se pierden por la espalda de Izuku, descendiendo hasta llegar a la falda. Sus dedos aprietan la tela con fuerza, tirando de ella hacia arriba, y luego acuna con sus manos el culo de Izuku, masajeándolo con los dedos por encima de las medias. Izuku gime dentro de la boca de Katsuki, empujándose hacia él con las caderas y olvidando que su ropa interior carece de la sujeción habitual y que el chico nota cómo crece su excitada erección. Apartándose, Katsuki lo voltea bruscamente, poniéndolo de cara contra el lavabo.

—¡Kacchan! —exclama Izuku en voz baja, abriendo los ojos de par en par, sorprendido al verse en el espejo, y sujetándose con fuerza en el borde de la porcelana blanca para no perder el equilibrio—. No podemos hacer esto aquí, en la casa de otra pers…

—Calla —dice Katsuki, que ha clavado una rodilla en el suelo, detrás de Izuku, pero esta vez su voz sale diferente. Demandante, pero no tan brusca. Casi parece…

Fascinado.

Izuku atisba por encima del hombro, tratando de ver qué hace Katsuki, pero este se limita a permanecer callado, con los ojos muy abiertos, mirando fijamente el culo de Izuku, sosteniendo la falda en alto.

—Joder… —murmura al cabo de un minuto.

—¿Kacchan, está todo bien? —pregunta Izuku, tratando de controlar la respiración.

—Mejor que nunca. —Con movimientos bruscos, remete la falda en la cintura de las medias para que no le entorpezca y desliza los dedos a lo largo de las piernas de Izuku, acariciándole la curva de las nalgas y los fuertes músculos del muslo hasta llegar al borde de las botas—. ¿También el calzado, joder?

—¿Qué…? —Trata de preguntar Izuku, pero no le da lugar.

—Mierda, no hueles como tú —protesta Katsuki, sonando enfadado. Ha enterrado la cara en las nalgas de Izuku, lamiendo la tela de las medias y frotándose la cara contra ellas.

Con un gruñido, se pone en pie detrás de Izuku, que puede ver su rostro, sonriendo con prepotencia y ferocidad, en el espejo que hay encima del lavamanos. Se remueve tras él, e Izuku sabe exactamente qué está haciendo, pero la polla dura de Katsuki se lo confirma cuando este presiona con ella contra la tela de las medias que le separa del culo de Izuku. Durante los siguientes segundos, Katsuki se pelea con la falda y las medias, tratando de bajar las segundas lo suficiente sin que la primera le estorbe, pero no lo consigue. Una expresión de determinación, que Izuku atisba a través del espejo, le pone en guardia.

—¡Kacchan, no! —Demasiado tarde. El sonido de las medias rasgándose restalla en el cuarto de baño.

—Cállate o nos oirán —sisea Katsuki.

—¡Las has roto! —dice Izuku, consternado.

—Te compraré otras, pero ahora cállate.

—¡Pero no son mías! —exclama Izuku, preocupado.

—Pues ya le compraré otras. O mejor, que se las compre el pararrayos, por creerse más listo que nadie —gruñe Katsuki, metiendo los dedos a través de las medias rotas y tirando del borde de las bragas lo suficiente como para descubrirle el culo.

Extiende la mano y se sirve generosamente varias porciones de jabón de manos en gel. Acto seguido, Izuku nota el tacto frío y viscoso en su culo, y un dedo de Katsuki entrando con cierta facilidad gracias a él. Con un gemido avergonzado, mueve las caderas hacia atrás para recibir un segundo dedo, ansioso y olvidando cualquier tipo de argumento para no hacer lo que están haciendo.

Katsuki apenas lo prepara más. Impaciente, dirige su polla hacia el culo de Izuku y empuja. Este gruñe, incómodo, tratando de relajarse lo suficiente como para permitir fácilmente la intrusión, más rápida de lo que está acostumbrado. Ambos jadean, excitados, cuando las caderas de Katsuki chocan contra las nalgas de Izuku. Sujetando a Izuku por la cadera con una mano para no permitirle separarse de él y empujándole el hombro con la otra para obligarlo a inclinarse hacia adelante, Katsuki empieza a moverse, saliendo y entrando de Izuku con movimientos largos, pero rápidos.

Con el movimiento, la falda se suelta de la cintura de las medias, cubriendo el culo y las caderas de Katsuki, pero a este ya no le importa. Izuku gime audiblemente, embargado por la sensación de placer de su novio follándole, y Katsuki mueve la mano de su hombro hasta su boca, para tapársela e impedir que los oigan fuera. Afortunadamente, Katsuki esta lo suficientemente cachondo como para no durar demasiado. Izuku se aferra al lavabo y cierra los ojos con fuerza, resistiendo las embestidas de Katsuki. Su polla, más dura que antes, no sólo ha conseguido escapar de la cintura de las bragas, sino también de la de las medias. Como Katsuki lo tiene presionado contra el lavamanos, nota en el pene el frío de la cerámica y, al mismo tiempo, el calor de su propio abdomen.

—Kacchan… —La mano que Katsuki mantiene en su cadera la abandona, abrazando a Izuku en busca de su polla. Cuando la encuentra, estimula con las yemas de los dedos el glande. Las manos de Katsuki, por su Don, son ásperas y callosas, pero Izuku está tan excitado que, en lugar de incomodidad, la caricia dispara su orgasmo, lanzando varios chorros de semen contra la mano de Katsuki y su propio abdomen.

—Izuku. —Tras él, Katsuki embiste tres o cuatro veces más, entrando y saliendo bruscamente del interior de Izuku, antes de empujarle con las caderas, estampándole de nuevo contra el lavabo, mientras se corre en su interior—. Joder, Izuku…

Se quedan callados unos segundos, jadeando hasta recuperar la respiración. Izuku nota cómo, dentro de su culo, la polla de Katsuki pierde firmeza. Al cabo de un minuto, este da un paso atrás, saliendo de su interior. Izuku se queda quieto, sin saber cómo va a hacer ahora para solucionar el desastre. La falda sigue siendo corta, tiene el abdomen, que el crop top no llega a tapar, cubierto de regueros de semen que llegan hasta el borde de las medias y la falda. Falda que está arrugada y descolocada, igual que las bragas. Y, por supuesto, las medias tienen un rasgón de varios centímetros en su culo que va a ser imposible de disimular, ni siquiera tirando de la tela de la falda hacia abajo. Por no hablar de que tiene el culo lleno de jabón de manos y semen.

—Espera, te ayudo —susurra Katsuki, que se ha limpiado con un trozo de papel higiénico y está abrochándose los pantalones.

Se agacha de nuevo tras él, limpiándolo con más cuidado del que ha puesto a la hora de interactuar con él desde que ha llegado a la fiesta. Izuku, que todavía está avergonzado y disgustado por qué va a hacer el resto de la noche, esconde la cara tras las manos y le deja hacer.

—Eh, carajo, no voy a hacerlo yo todo —se queja Katsuki cuando termina de limpiar el desastre de su culo. Izuku se da media vuelta, azorado. A pesar de su queja, Katsuki está sonriendo, satisfecho, y sus dedos acarician otra vez la tela de las medias.

Entre los dos, consiguen reponer las ropas de Izuku lo suficiente. Katsuki se burla del patético intento de volver a recolocar sus partes nobles dentro de la ropa interior femenina, pero le ayuda a ajustarse las medias de nuevo y le recoloca y estira la falda mientras Izuku se lava los restos de semen del abdomen y limpia el lavamanos para borrar todo rastro de lo que han estado haciendo. Lo único que no consiguen solucionar, obviamente, es el roto de las medias.

—No voy a poder moverme del sofá en toda la noche. Antes ya no, pero ahora, con el roto…

—Tranquilo. Apenas se ve. Y ya te dije que el resto no está pendiente de cómo vas vestido. —Katsuki tira de él para acercarlo y besarlo con suavidad en los labios—. Yo nunca me dejo ganar, Izuku. Siempre juego al cien por cien. Jiro es una verdadera experta en ese puñetero videojuego de coches. Es infinitamente mejor que yo. Y Kaminari lo sabe. Claro que lo sabe, si debe estar harto de perder contra ella.

—¡Oh! —Izuku comienza a encajar las piezas en su mente, comprendiendo.

—¿Recuerdas la noche de la borrachera? ¿La del verdad o reto? —Izuku asiente, adivinando qué es lo que sigue—. Me tocó verdad. Tú ya te habías quedado dormido, creo. Eso, o estabas manteniendo una fascinante conversación contigo mismo sobre lo fascinante de mi cabello, tampoco recuerdo bien, porque yo también había bebido de más. Y, si me preguntaron una fantasía inconfesable que nunca le había dicho a nadie, ni siquiera a ti… bueno, se lo dije.

—¿Podemos vengarnos? —Katsuki estalla en una carcajada.

—En la próxima fiesta, estás en tu derecho. Al fin y al cabo, te han preparado una encerrona. O me la han preparado a mí. —Katsuki vuelve a reír, sorprendentemente contento a pesar de todo. Izuku le abraza y esconde la cara en su cuello, feliz de que su novio esté tan contento de haber cumplido una fantasía, incluso aunque haya sido por una broma pesada de sus amigos—. Son todos unos idiotas sin cerebro, no deberían haberte hecho pasar un mal rato sólo para que yo reaccionase. Así que tenemos unas pocas semanas para planificar qué queremos hacerles en venganza y que paguen por ello.

El resto de la noche es agradable, a pesar de todo. Izuku ya no siente tanta vergüenza y es cierto que el resto no hace escarnio ni le observan todo el tiempo. También ayuda que Katsuki lo haya sentado encima de sus piernas. Con una mano, le abraza por el desnudo vientre, acariciándole sutilmente con las yemas de los dedos. La otra la tiene entre las piernas de Izuku, justo bajo el borde de la falda, lo suficientemente a la vista para que sea un gesto recatado e impida la visión si Izuku se remueve y la tela de la falda se levanta, pero pudiendo acariciar la cara interna del muslo de Izuku, e incluso sus pobres y aplastados testículos.

Izuku y Jirou no se intercambian la ropa antes de abandonar la fiesta. Izuku está a punto de protestar, porque es su camiseta favorita. Y sus calzoncillos favoritos. Y, aunque Jirou y los demás hayan tenido el detalle de no comentarlo, sus calcetines favoritos de Dynamight. Jirou lo tranquiliza, prometiéndole que al día siguiente le mensajeará, algo que cumple. Izuku le devuelve también toda su ropa, debidamente lavada, planchada y doblada… excepto las medias rotas, que ha tirado a la basura, rotas, manchadas e inservibles, cuando se las ha quitado. Katsuki le ha observado hacer el gesto con aire pensativo, pero no se ha negado. Se disculpa con Jirou, argumentando que ha roto las medias al quitárselas, sin querer, recordando todas las veces que ha escuchado a su madre quejarse de ese tipo de problemas, pero la chica lo mira con incredulidad, adivinando más de lo que a Izuku le habría gustado. Es Katsuki quien lo salva de la conversación, gritando que más vale que si quiere unas medias, se las pida a su propio novio, lo cual hace que Jirou se ría, asienta y se despida de ambos.

Pasan varios días antes de que Katsuki llegue a casa con una bolsa pequeña y de aspecto discreto, pero elegante, que tira al regazo de Izuku. Este mira con curiosidad en su interior, descubriendo un pequeño paquete de medias de lencería fina. Al volver la cabeza hacia Katsuki, con los ojos abiertos de par en par, este le sonríe con malicia.

—Esta vez sin ropa interior.

Recordando lo que tardó en ponérselas el día de la fiesta y demasiado avergonzado como para pelearse con las medias delante de su novio, Izuku se encierra en el baño, no muy seguro de qué espera Katsuki, que se ha quedado en el dormitorio, expectante. Sentado encima de la tapa del váter, mira la pequeña cajita unos segundos, dubitativo. Un recuerdo de la sonrisa contenta y feliz de Katsuki le viene a la mente. Y comprende por qué su novio ha tardado varios días en hacer algo que habría sido lógico hacer al día siguiente de la fiesta: quiere que comprenda que la decisión es suya. Que va a ser feliz si Izuku se pone o no las medias, no las necesita para estar satisfecho.

«Pero sí le gustan», piensa, sonriendo. Se pone en pie y se desnuda completamente, abriendo la cajita. Sorprendentemente, esta vez le cuesta mucho menos ponerse las medias. Sin ropa interior, queda sexi. Tiene que admitirlo cuando se ve a sí mismo en el espejo. La tela es oscura, pero al estar estirada sobre su piel se transparenta levemente, dejando entrever su polla y sus huevos, que además resaltan escandalosamente sobre lo ajustado de la malla.

Sin nada más, abre la puerta del baño y da un paso fuera. Katsuki, que a pesar de su determinación no estaba tan seguro de que Izuku fuese a acceder de nuevo, está sentado en el borde de la cama, con los codos apoyados en las rodillas y las manos juntas, como si rezase, junto a su cara. En cuanto ve a Izuku, se levanta, nervioso. Lo estudia con la mirada, conteniendo la respiración, y luego traga saliva con esfuerzo.

—Joder, Izuku… —susurra con la voz estrangulada, acercándose a él.

Con las yemas de los dedos, la punta de la nariz y el roce de sus labios, Katsuki acaricia primero la piel desnuda de Izuku. Comienza en las mejillas, desciende por su pecho y abdomen. Topa con el borde de las medias en el ombligo y se detiene para empujarlo cortésmente hasta que las pantorrillas de Izuku chocan contra el borde de la cama y este cae sobre el colchón de espaldas.

—Gracias —murmura Katsuki una vez más.

—No —dice Izuku. Katsuki, cuyos dedos están sobre la cinturilla de las medias, con su boca respirando el aliento directamente sobre la polla de Izuku, alza los ojos, sorprendido—. Gracias a ti por esto. Por confiar en mí, por expresar, aunque sea a tu manera, qué es lo que te gusta en lugar de sólo centrarte en lo que me gusta a mí. Pero… —Katsuki lo mira con intensidad, conteniendo la respiración. Izuku sonríe—. Pero es que esto también me gusta, Kacchan.

La forma en la que lo mira Katsuki, el aliento cortado cuando lo ve en las medias, la adoración con la que recorre cada centímetro de sus piernas cubiertas por la tela de las medas. Los besos que deposita, unos suaves, apenas un roce de labios, otros húmedos, chupando con fuerza, otros dolorosos, cuando muerde. Las yemas de sus dedos acariciándole y estremeciéndole la piel por debajo de la tela, las palmas de sus manos presionando, la gentileza con la que le masajea los pies, los gemelos, los muslos, el culo… Toda esa atención abruma a Izuku. A pesar de su brusquedad y de sus formas, Katsuki es un amante considerado, que nunca olvida centrarse en Izuku, pero este por primera vez ve en su novio, además de esa atención, la pérdida de control que tanto le gusta explotar en él. Y le encanta esa sensación de poder complacerle hasta tal punto. Ahora entiende por qué para Katsuki es algo tan importante su disfrute, y sólo quiere que este pueda descontrolarse igual que él, igual que la noche de la fiesta, cuando no pudo contenerse.

Tumbado encima de la cama, Izuku se deja mimar. Arrodillado entre sus piernas, Katsuki besa las plantas de sus pies, chupa cada uno de sus dedos. Inspira con fuerza, hundiendo la nariz en la parte más sensible de sus muslos al mismo tiempo que le acaricia las piernas con las manos, y murmura algo que a Izuku le suena como «ah, hoy sí es tu olor». Izuku no se siente extraño por todos esos besos y caricias en sitios poco acostumbrados, sólo… muy excitado. Ha sido Katsuki el que ha recolocado su erección, de manera que ahora se alza, peleándose contra la tensa tela, ligeramente ladeada a la derecha, pero contenida dentro de las medias. Ha formado un pequeño círculo de humedad, porque las sensaciones son tan agradables que Izuku cree poder llegar al orgasmo sólo con Katsuki acariciándole y besándole de esa manera, incluso aunque haya una tela en medio. Cuando jadea tras un mordisco o un lametón especialmente húmedo, Katsuki levanta la vista y le mira a los ojos, sudoroso y despeinado. Luego sonríe, una sonrisa sincera, antes de seguir.

Se concentra en la polla de Izuku. Sopla en ella su aliento cálido y húmedo. Chupa, empapando con la saliva la tela, lamiendo el líquido preseminal que la mojaba con glotonería. Succiona el glande con fuerza. Acaricia sus huevos. Luego se incorpora para desnudarse, sin apartar los ojos de la sonrisa extasiada de Izuku. Cuando vuelve a atacarle, lo hace para besarlo, moviendo sus caderas sobre las de Izuku, frotándose contra su polla con cierta desesperación. Al líquido preseminal de Izuku se une el del propio Katsuki. Y, a pesar de que a Izuku le gusta el roce de su piel con la de Katsuki, la tela que se interpone entre ellos magnifica las sensaciones.

—¿Puedes girarte, Izuku? —pregunta Katsuki con la voz estrangulada de placer. En su rostro, tan hambriento de deseo como el día de la fiesta, apenas queda ya un ápice de control. Izuku obedece al instante, dándose media vuelta, pensando que Katsuki va a quitarle las medias para follárselo.

Sin embargo, el chico primero acerca su rostro al culo de Izuku, lamiéndolo y masajeándolo. Este está a punto de correrse cuando Katsuki le muerde una de las nalgas, consolándolo después chupando con fuerza para mojar la tela. Cuando nota los dedos de Katsuki clavarse entre sus glúteos, comprende que este ha perdido el control definitivamente. La tela se rasga con facilidad, mucho más que el día del lavabo, dejando todo el culo de Izuku al descubierto. Katsuki le separa las nalgas y hunde la cara entre ellas unos segundos, lamiendo con gula. Después, escupe saliva sobre el agujero demandante de Izuku, extendiéndola e introduciéndola dentro de su culo con el dedo.

Cuando se encarama sobre Izuku, respirando jadeante contra su oreja, y presiona su polla contra el culo de Izuku, este lo levanta hacia arriba, ansioso por recibirlo. El leve dolor por la impaciencia de Katsuki, infrecuentes en él, se ve contrarrestada por el placer de esa misma brusquedad, y chilla, verbalizándolo. Detrás de él, Katsuki entra y sale de su interior con fuerza, rápidamente, jadeando y gimiendo. La piel de Izuku está tan llena de sensaciones que, cuando Katsuki lo muerde con fuerza en el hombro, ahogando un sollozo de placer, se corre dentro de las medias, gimoteando. Exhausto por el orgasmo, deja de hacer fuerza para levantar el culo, pero Katsuki ya se está corriendo también, empujándose unas pocas veces más dentro de él antes de dejarse caer a lado de Izuku.

—Eso ha sido… Guau… —murmura Izuku cuando recupera el aliento y la claridad mental.

—Ha sido la hostia —dice Katsuki, sonriendo. Izuku asiente y se gira para quedar de nuevo sobre la espalda.

Katsuki se levanta con energía y devora con la mirada una vez más a Izuku. Este se deja hacer, complacido, y se estira para permitir a su novio deleitarse. Katsuki se inclina hacia adelante, justo donde la polla de Izuku comienza a perder fuerza y frota su nariz contra la tela manchada de semen y le da un beso.

—¿Mañana tienes guardia nocturna? —Izuku asiente, sin comprender a qué viene la pregunta—. No las tires todavía. Así podré olerte cuando te eche de menos en la cama mientras patrullas.

E Izuku comprende que, durante la guardia del día siguiente, mientras pasea por la ciudad vigilando que no haya villanos, no va a poder pensar en otra cosa que no sea Katsuki restregándose las medias por la cara, inspirando con fuerza, mientras se masturba. Quizá, incluso, utilice la tela para envolver su pene y frotarlo. La sola idea lo marea de deseo y Katsuki se da cuenta.

—¿Un segundo asalto, Deku? —pregunta, volviendo a lanzarse encima de él.

Los días siguientes, Katsuki no vuelve a aparecer con medias. A Izuku no le importa. El sexo sigue siendo fantástico, su novio lo mima en la cama y le grita fuera. A veces, incluso, le grita en la cama y lo mima fuera, lo cual siempre es una novedad en su relación. No sabe si debe incorporar las medias a su vestimenta habitual para que Katsuki pueda disfrutarlas cuando quiera o si debe dejar que sea este el que se marque los tiempos y decida cuándo quiere dar rienda suelta a su fantasía.

Así que lo deja estar durante varias semanas. Hasta que un día, acompañando a Uraraka y Todoroki en algunas compras por el centro comercial, la chica se detiene en la sección de ropa interior. Izuku pasa las manos por las diferentes cajitas de lencería diversa, curioso. Si Todoroki o Uraraka se dan cuenta, no dicen nada. Y tampoco cuando Izuku sujeta una de las cajas más caras del expositor, con unas medias de encaje que tienen un entramado bonito y decide comprarlas.

No se lo dice a Katsuki, solamente las usa el siguiente fin de semana, que ambos tienen libre, debajo de la ropa. Se ha escondido para que este no se entere de que las lleva y, tras cenar y pasear, cuando vuelven a casa y las manos de Katsuki se mueven, impacientes, por el cuerpo de Izuku, en las caricias iniciales que este sabe que van a desembocar en sexo ansioso, distinto al tranquilo y cadencioso del resto de la semana, se alegra de habérselas puesto. Sobre todo, cuando Katsuki cuela la mano por debajo del pantalón de Izuku, esperando encontrar su ropa interior o, a lo sumo, su culo, y topa con la licra elástica de las medias.

Izuku comprende entonces que, cuando Katsuki le trajo las medias, después de su primer encuentro, estaba más mentalizado. Más controlado, incluso aunque se hubiese dejado llevar al final, rendido ante el erotismo de la situación. Sin embargo, ahora se lo topa por sorpresa y sus pupilas se dilatan con la misma expresión de hambre feroz que el día de la fiesta. Pronto, Izuku está tumbado en el suelo, su ropa desperdigada, y Katsuki lamiendo, besando y mordiendo sus pies, piernas, muslos y culo hasta llevarle al paroxismo de placer. Apenas tiene conciencia suficiente para tratar de impedir que este haga con las medias lo mismo que con las anteriores.

—¡Kacchan, no! ¡Han costado mucho dinero! —suplica, porque quiere que Katsuki pueda disfrutar de su fantasía tantas veces como quiera y no sólo cuando vaya a una tienda a comprar. Porque él quiere disfrutar de esa fantasía con Katsuki, también. Y porque quiere ponérselas cuando le apetezca, ahora que se ha acostumbrado. Y, si Katsuki lo descubre por sorpresa y decide olvidar su habitual gentileza y delicadeza, no hay ninguna parte de Izuku que no lo desee también.

—Calla —gruñe Katsuki, con un sonido visceral, casi animal—. Te compraré unas nuevas mañana mismo, si quieres, Deku.

Con fuerza, los dedos de Katsuki rasgan la tela y luego invaden el culo de Izuku con brusquedad.

—Te compraré todas las que quieras, Deku —gime, volteándolo para quedar bocarriba y situándose entre sus piernas.

—¡Kacchan! —suplica Izuku, pero esta vez su ruego no tiene nada que ver con la integridad de las medias, sino con la urgencia con la que necesita a Katsuki duro, rápido, rudo.

Katsuki ya no le responde, demasiado excitado, demasiado jadeante, demasiado descontrolado. Sólo se embiste dentro de Izuku, que grita de placer y deja que este le obnubile la mente, sin pensar, sólo con Katsuki entrando y saliendo de su interior rápidamente mientras sus labios le besan los tobillos y las manos se hunden en sus piernas, extasiado por la combinación de ambos placeres.


EXTRA

A pesar de que la mirada que le dirigió Katsuki durante la fiesta prometía venganza, Denki no se arrepiente ni una pizca. Midoriya vestido con la ropa de Kyoka ha sido memorable. Y un poco excitante, no va a engañarse, sobre todo por la sonrisa tímida, avergonzada y sonrojada del chico.

Aunque no tanto como ver a Kyoka vestida como un chico, arqueando las piernas exactamente igual que hace él a modo de burla, ya había sido caliente. Tanto que la chica, mucho más avispada que él, se había sentado encima de sus piernas. Eso había ayudado a disimular la incipiente erección de Denki, pero también la había exacerbado. El olor distinto al acostumbrado de su ropa, el roce de su culo encima de su bragueta... Denki había acabado por abrazarla por la cintura y recostarla contra su pecho para disimular su calentón y alargarlo un poco más. Y, aunque esperaba que Midoriya jamás se enterase, esa noche al llegar a casa no había desvestido a su novia con gentileza, como acostumbra. Han pasado varias semanas y Denki sigue fantaseando con la imagen de Kyoka vestida con la ropa de Midoriya, apoyada sobre las rodillas y los codos encima de la cama, con los pantalones y calzoncillos de este bajados lo suficiente para descubrir su culo y su vulva, mientras Denki deslizaba primero la lengua y después su polla dentro de ella. Tras terminar, por si acaso, había lavado la ropa de su antiguo compañero de clase dos veces, tratando de asegurarse de que este no notase nada en absoluto.

Pero la mirada airada de Katsuki no lo ha abandonado y eso le preocupa. Ha estado alerta las siguientes veces que han coincidido, y en la agencia ha tratado de interponerse lo menos posible en su camino para no activar una respuesta explosiva. Nada ha ocurrido y Denki ha empezado a sentirse más tranquilo.

Hasta hoy.

La idea era quedar con Ei, Hanta y Katsuki para jugar videojuegos y cenar todos juntos. Eso significa, por supuesto, la presencia de Mina, Todoroki y Midoriya. Es divertido cuando pasan el rato juntos, siempre se ríen y resultan fiestas menos caóticas que cuando quedan con toda la clase. Quizá porque beben mucho menos o el volumen de la música facilita más conversar.

Todoroki y Hanta ya tenían un compromiso, cena en la casa familiar del primero, un empeño de la hermana de Todoroki, según han explicado por el chat grupal. Y Mina se encontraba mal y tanto ella como Eijiro han preferido quedarse en casa. Así que han cenado los cuatro juntos antes de sentarse en el sofá del salón de la casa que Kyoka y Denki comparten. Ha sido en ese momento cuando ha aparecido la macabra sonrisa de Katsuki, prometiendo venganza. Denki ha terminado de entrar en pánico cuando, tras intercambiar una mirada con Midoriya, este sonreía inocentemente, pero con una chispa traviesa en los ojos.

—Las reglas son sencillas, pararrayos —dice Katsuki, todavía sonriendo—. Vamos a ver quién es el mejor de los dos. Pierde el primero que termine. No se puede hacer trampas para no llegar y hay que jugar en serio.

Denki ha intercambiado una mirada de pánico con Kyoka, pero esta se ha mostrado interesada en la idea de Katsuki. Cuando ha percibido el nerviosismo de Denki, se ha encogido de hombros.

—Suena excitante.

Y ahora, por culpa de esa venganza, Denki está sentado en el sofá, tratando de no lloriquear de placer y mantener la concentración, a duras penas, en el juego que se reproduce en la pantalla. Sobre su regazo y el de Midoriya, se extienden un par de mantas. Bajo ellas, las cabezas de Kyoka y Katsuki suben y bajan sobre las pollas de Denki y Midoriya, respectivamente, chupándoselas. Habría tratado de acusar a Katsuki de pretender hacer trampas y no jugar limpio, pero el rostro de Midoriya es inequívoco. Está sonrojado y avergonzado. Lloriquea y jadea, pareciendo tan al límite como el propio Denki. Y sus dedos apenas atinan sobre los botones del mando.

Denki no está seguro de poder aguantar mucho tiempo más. Apenas ha recorrido la mitad del trayecto de la carrera. Va por detrás de Midoriya, sí, pero cada vez que consigue enderezar su coche, Kyoka se ayuda con la mano para hacer parecer que su boca abarca más. O, directamente, intenta tragarse lo máximo de polla que puede, algo que a Denki le vuelve loco y que, en más de una ocasión, ha supuesto su orgasmo. Casi se le cae el mando al suelo cuando Kyoka succiona la punta de su pene con fuerza.

A su lado, Midoriya parece no pasarlo mejor. O, mejor dicho, pasarlo mucho mejor. En un momento dado, cierra los ojos con fuerza, acelerando el vehículo del videojuego hasta estamparlo en una curva. Denki cree que ha ganado, pero Midoriya abre inmediatamente los ojos, se disculpa en un susurro extasiado y trata de salvar la distancia que lo separa del coche de Denki en la pantalla.

Denki está al límite. No sabe cómo va a hacer para aguantar mucho más. Además, confiaba en que Kyoka le diese un respiro, pero la chica no parece dispuesta a ello. No sólo se la chupa, sino que además sus jacks recorren en una caricia los huevos y el perineo de Denki, haciéndolo estremecerse. Está a punto de correrse y va a perder. Para rebajar la tensión de su polla un poco, decide tratar de concentrarse en el videojuego, porque quizá así pueda durar más.

No funciona.

En el momento en que deja de focalizarse en contener su orgasmo, este se desata. Una oleada de placer le cubre el vientre y la vista se le vuelve blanca. Suelta el mando sin darse cuenta de que lo hace, sujetando la cabeza de Kyoka por encima de la manta al tiempo que levanta las caderas, tratando de llegar más a dentro. No hubiera sido necesario, cuando ha empezado a correrse, su novia ha tratado de tragarse su polla lo más posible.

Denki tarda varios segundos en recuperar la conciencia. A su lado, Midoriya sigue jugando, le asoman lágrimas en los ojos y tiene el rostro de color rojo intenso. Gimotea en voz baja, mordiéndose el labio. Pero sigue jugando.

Bajo la manta, Kyoka sigue chupando un poco más, haciendo que Denki esté a punto de volverse loco de placer. Cuando está a punto de lloriquear por la hipersensibilidad que nota en la polla, la boca cálida de su novia lo abandona, sus dedos le colocan el pene y abrochan su pantalón y la chica sale de debajo de la manta, limpiándose la comisura de los labios. Al ver a Izuku, todavía en juego, se ríe con una carcajada cariñosa.

—No pasa nada —susurra al oído de Denki, besándole en los labios y luego sentándose en su regazo. Denki la rodea con los brazos antes de hacerse de nuevo con el dominio del mando. Sin la distracción de la boca de Kyoka, le es muy sencillo finalizar la carrera en apenas medio minuto y terminar antes que Midoriya.

Este deja caer el mando al suelo y cierra los ojos. Pone ambas manos sobre la cabeza de Katsuki y gime con fuerza. Denki aparta la mirada para darle un poco de intimidad, pero Kyoka sigue la escena con interés. Feroz, Katsuki sale de debajo de la cama y, tras comprobar que su novio ha vencido en la apuesta, besa a Midoriya, que todavía está un poco aturdido por el orgasmo.

Denki se pone en pie, fastidiado, y empieza a quitarse la ropa hasta quedar en calzoncillos, dispuesto a pagar las consecuencias porque... bueno, bien mirado... no está tan mal, ¿no? No se arrepiente del intercambio de ropas, porque descubrió una faceta morbosa de sí mismo y de su novia y ahora acaba de conseguir un orgasmo. Así que cuando Katsuki, con una sonrisa satisfecha por su victoria, coge un rotulador permanente y empieza a hacer dibujos obscenos sobre su piel que tardarán al menos un par de semanas en irse, se deja hacer.

Además, antes de levantarse, Kyoka le ha informado de que se ha comprado ropa interior nueva. En la sección de chicos. Y unas braguitas para él. Y que piensa repasar con la lengua todos los dibujos que le haga Katsuki antes de volvérsela a chupar. Así que... técnicamente es una victoria, se dice a sí mismo.