Digimon no me pertenece y escribo esta historia sin fines de lucro.
Apresurarse
No sabía cuanto tiempo había estado ahí, las imágenes se sucedían en su memoria y no era capaz de ordenarlas, además de tener la vaga idea de que había espacios en blanco en su mente. Sentía dolor en los ojos y picazón en la garganta, aparte de sentir un vacío enorme en su interior. Lo único que recordaba claramente era el sabor salado de las lágrimas deslizándose en su boca y el inminente deseo de salir y correr y destrozar los muebles de su departamento, tirar las fotos, romper los vidrios, triturar los papeles, prender la hornalla y acercar su mano a ella para sentir algo de dolor físico y no ese simple y estúpido dolor espiritual y emocional que la embargaba, la perseguía y no la dejaba en paz, como si no tuviera suficiente ya con su delirante rutina diaria y su insulso modo de ver la vida. "Lo siento mucho Sora... te quiero y me va a costar dejarte, pero últimamente no estoy seguro de nada... ¿podrás perdonarme?" "claro que sí". Claro que sí. Claro que sí. ¡Claro que SÍ! CLARO, ¿Cómo no iba a poder perdonarlo? ¡Su novio desde hace casi un año descubría que era GAY, aunque en realidad no estaba seguro, y si claro que te quiero, pero me parece que soy gay!... no, no estoy seguro, me parece nomás... sí, pero estoy enamorado de vos... ¡Y PODRÁS PERDONARME! Por supuesto Ken, por supuesto.
Sora pegó un salto y se apartó de la puerta. Por Dios, ¿hace cuanto estaba allí haciendo el papelito? Ya eran las siete, ¿a qué hora había llegado? Quien sabe... el piso estaba regado de colillas de cigarrillo, recién ahora lo notaba, pero al parecer había fumado bastante en el transcurso del lloriqueo. Y ella que quería dejarlo... bueno, de todas formas al parecer estos días estaría necesitándolo bastante, así que... que más daba. Sacó el paquete de su bolsillo y mientras se encaminaba a la cocina buscó uno con los dedos. Después de un par de intentos fallidos, lo miró y descubrió que estaba vacío. Por Dios, ¡si esa mañana estaba casi lleno! No podía haberse fumado 16 en ese rato, ¿no?
Abrió el tacho de basura con el pie y tiró dentro el paquete vacío, luego preparó la cafetera y la encendió. Se dirigió al baño, prendió la luz y, al mirarse en el espejo, ahogó un grito. Viéndose así, no podía culpar a un hombre de pasarse para el otro bando. Tenía la cara roja e hinchada, especialmente la zona de los ojos, ojeras, lagañas, marcas de las lágrimas que seguían hasta el cuello, los cabellos despeinados. Sí, su aspecto no era para nada bueno. Agradeció el no usar maquillaje, ya que sin duda su aspecto sería aún peor si lo hubiera llevado puesto. Se lavó la cara y se peinó, y cuando se vio conforme, ya hacía rato que el agua había hervido.
Lo sirvió en una taza, buscó una bandeja, un paquete de galletitas, y se dirigió a su habitación, donde se tiró y prendió la tele. Había un par de bombones en su mesa de luz. Se los devoró. Mientras miraba un aburrido reality show, recordó esas películas donde a la chica le cortaban el rostro y se pasaba meses y meses encerrada en su habitación, comiendo chocolate, mirando realitys e imaginando diferentes finales para una historia que ya estaba terminada. Bueno, esa era su situación en ese momento... si hubiera sabido que alguna vez podía pasarle, sin duda no se habría burlado tanto...
Turururu. El teléfono. Miró el detector de llamadas, y se sorprendió al ver que era nada más y nada menos que el número de Ken Ichijouji. Turururu. ¿Era él? Sí, ¡tenía que ser él! Sin duda se había arrepentido y llamaba para pedirle perdón y decirle que aún la amaba y quería volver con ella. Turururu. Le diría que no era gay, que estaba confundido pero ya había ordenado sus pensamientos. Turururu. Que fue una mentira desde el principio. Turururu. Que era lo más importante en su vida. Turururu. Lo mejor que le había pasado. Turururu. Que estaba perdidamente enamorado de ella... y el teléfono ya llevaba sonando unas nueve veces. Con manos temblorosas levantó el tubo.
─¿Hola? ─dijo una voz del otro lado. Sí, la voz de él... – ¡Hola! ─repitió esa voz. Era tan hermosa... –¡Sora! ¡Sora! ¿Estás ahí? ─¡sabía su nombre! Y qué linda la forma en que lo pronunciaba, arrastrando la S y poniendo la boca de esa forma, que la enloquecía y hacía que se largara sobre él... ─ ¡Sora! ─estaba soñando despierta. Se obligó a si misma a despertarse y prestar atención.
─Ken...
─¡Sora! Me preocupaste, ¿Por qué no contestabas? ─¡se preocupaba por ella! Qué lindo...
─Lo siento Ken, yo... ¿qué sucede? ¡Me arrepentí! ¡Me arrepentí! ¡Quiero volver contigo! ¡Te amo!
─Nada, yo... quería saber cómo estabas... –¿EH?
─Bien... supongo... ─¿adónde quería llegar?
─No, es que... te vi mal hoy y... bueno, me preocupé... ¿segura que estás bien? ─Ah, claro. Era eso.
─Si Ken, segura.
─Por que mirá que si estás mal yo...
─¿Tú que, Ken? ─preguntó Sora, midiendo las palabras─. ¿Qué vas a hacer? ¿Decirme que lo sientes mucho y que ojalá me mejore? ¿Me vas a pedir perdón? ─hizo una pausa─. Mirá Ken, ya sé que te dije que podíamos ser amigos pero... dame unos días, por favor... cuando esté bien y te haya olvidado, vamos a poder hablar como antes...
─No, ¡Sora! ¡Me voy ya para allá!
─¿Eh?
─¡Que me voy para allá! ¡Eres mi amiga y no voy a dejar que estés sola ahogando tus penas!
─¿Qué? Ken, ¡no! ¡Solo vas a empeorar las cosas!
─¡No quiero que sufras! ¡Déjame que al menos te consuele!
─Ken... no vengas, por favor...
─¡Pero Sora...!
─Yo... eh... no estoy sola... igual... –mintió.
─¿En serio? ¿Con quién estás?
─Con Mimí y Tk ─dijo rápidamente.
─Ah... bueno... nos vemos, Sora...
─Adiós Ken.
Ken dejó el teléfono y miró a su computadora. Mimí seguía conectada desde su clase de computación... y Hikari le había dicho hacia menos de tres minutos que estaba con Takeru en su casa... pero ambos estaban en casa de Sora, ¿no?
Sora apoyó el tubo y se quedó en esa postura. Le había mentido. Sinceramente, es día no lograba reconocerse a sí misma. Primero hacia escándalo y se largaba a llorar, luego se enojaba, después se imaginaba su futuro sumida en la depresión y sin poder superarlo, y para terminar le mentía a su amigo que estaba preocupado por ella. Sí, sin duda ese día no era ella... tenía que dejar de comportarse como otra y mirar las cosas con claridad.
Se alejó de su habitación y se sentó en el sillón donde había comenzado todo el problema, aunque en ese momento no lo notó. Se estaba comportando muy inmaduramente. Esa no era ella. Tenía que concentrarse en el problema. Bien. Su novio la había dejado. Listo. No había nada más que pudiera hacer. Ella había cometido un error, él estaba confundido y habían decidido cortar la relación. Podía tratar de recuperarlo, pero... ¿para qué? O sea, en realidad sí había un para que, pero... él no se lo merecía. Solo lograría enloquecerlo. Debía dejar todo como estaba y si en el futuro las cosas se plantaban de otra manera y aparecía alguna posibilidad de reconciliación, entonces podría intentar algo. Por ahora, había que dejar las cosas así.
Tomó aire y se levantó del sillón. Acto seguido volvió a caer y las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas. Tenía que ser fuerte, se suponía que era fuerte, pero... lo quería tanto y...
Triiiiiiii
Timbre. Se limpió las lágrimas y corrió hasta la puerta. No podía ser Ken, ¿no? Pero por las dudas... miró por el ojillo y vio una mata de cabello rubio del otro lado. Takeru. Abrió la puerta y ahogó un grito.
─Yamato... –murmuró. El nombrado sonrió y entró al departamento.
Continuará...
Notas: Bueno, para quienes pedían a Matt... ¿se convertirá esto en un Sorato? ¿O Ken reflexionará e irá en busca de su novia? ¿Estará Yamato interesado en Sora, o para que habrá ido a la casa?...
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