No sabe si es por la brisa otoñal o por su mal actuar en la cita, pero el viaje de regreso fue más gélido de lo habitual. Los 30 minutos encima del autobús le pareció una eternidad a Micro Chips. Repasaba una y otra vez las acontecimientos de su cita, como pudo haber actuado mejor y cual era la relación entre Royal Pin y Lemon.
«¿Quién será? —se preguntó Micro al momento de bajar del transporte—. ¿Un amigo, un familiar, o…?»
En el primer piso, exactamente en la cocina, se encontraban los dueños de casa. Miraban con suma atención al quemador, tan concentrados que ni siquiera notaron la llegada de Chips.
—Lo dejamos a fuego lento por 15 minutos y estará listo —explicó Laurel con una tenue y a la vez reconfortante voz.
—¿No sería mejor cocinarlo 5 minutos a fuego rápido? —propuso Sunbed aumentando "un poco" la llama.
«Ahora sé porqué siempre quemaba las cosas» pensó Laurel cuando vió como su futura mujer estropeaba la cena.
Mientras tanto, Micro intentó subir sin ser percibido, pero su hazaña fue frustrada por el chillido de los escalones. Sunbed y Laurel giraron la cabeza, viendo al joven sobre el primer peldaño de la escalera.
—Hola Micro —saludó Sunbed desde la cocina. Llevaba un delantal con varias manchas y quemaduras—, ¿quieres un poco? —preguntó, ofreciendo una porción de carne.
—No gracias.
—¿Y cómo te fue con el proyecto de ciencias?
—Bien, al fin pudimos reparar los motores —mintió, ya que aún seguía castigado por romper la ventana. Por ende, no sabían que salió con Lemon.
—Ya quiero ver tu proyecto de ciencias. Eres muy inteligente, a diferencia de otras chicas de tu misma edad —dijo pensando en su hija—, haces cosas increíbles cuando te lo propones y siempre encuentras alguna solución a los problemas del día a día. Como esa tostadora que calienta el pan hasta la textura adecuada.
La tostadora se levantó y movió el cable eléctrico igual que un perro. Los halagos fueron interrumpidos por Laurel quien soltó una tos al ver como la comida se quemaba. Sunbed dejó de prestarle atención e intentó salvar la cena, dando la oportunidad a Micro de subir a su habitación.
Cuando abrió la puerta fue golpeado por una revista.
—¡Idiota! —dijo Sunny Flare—, ¿sabes lo jodidamente mal que fue tu cita?
—Sí… —respondió casi susurrando.
—¿Entonces?
—…
Recibió otro golpe.
—¡Auch! ¿No fuiste tú quien me aconsejó avanzar despacio?
—Dije que no deberías ir directamente a la acción, que es completamente diferente —replicó, mientras enrollaba más la revista—, debes comenzar lento, despacio, como si las caricias fueran un accidente. De esa forma sabrás si Lemon quiere ir a la acción o no con solo ver su rostro.
Micro ladeó la cabeza sin comprender los consejos de Sunny.
—En serio, aún no sé como los nerds siguen reproduciéndose.
—Porque tenemos cerebro, algo muy útil para conseguir y mantener un buen empleo —se defendió.
—Como sea. La próxima semana llevaras otra vez a Lemon al cine y seguirás todos los conejos que yo te de.
Hubo silencio y Sunny se ruborizó.
—¿Acaso has dicho conejos?
—No importa —dijo volviendo al tema—. Ahora te sentarás en la silla y tomarás mucha, pero MUCHA atención a todos mis consejos —en esa últimas palabras puso una tono de voz más firme y le apuntó a su hermanastro con la revista en mano.
Micro afirmó con la cabeza, se sentó frente al escritorio y abrió una libreta para anotar todas las indicaciones de Sunny. El muchacho recibió una magistral clase sobre cómo cautivar a las mujeres durante el resto de la tarde, siendo castigado con un golpe de revista por cada respuesta incorrecta.
—Y recuerda —dijo Sunny al terminar la clase—. Si su expresión no cambia, mira a otra parte, espera unos segundo y dale un rápido vistazo a su cara. De esa forma sabrás si las has cagado, ¿has comprendido?.
—Sí... —respondió Micro, sobándose la frente. Había recibido tantos golpes que ya la tenía enrojecida.
—Entonces es todo por hoy —mencionó al retirarse—, y que no se te olvide…
—Sí, tomar la iniciativa, mostrar más confianza y seguir tus "conejos".
Sunny sonrió antes de entregar el comic e irse del cuarto. Cuando la joven se fue, Micro desenrrolló la revista y gestó una sonrisa cuando vió que se trataba de su copia de My Little Donkey.
Laurel lo llamó desde la cocina, así que Chips guardó la historieta y bajó al comedor. Encontró la mesa tendida con los 4 platos alrededor de un florero y una sonriente Sunbed con harina hasta en la cara. Micro se sentó y permitió a su futura madre servirle un poco de estofado. En ese momento, Sunny bajó por las escalera y se sentó en frente de Micro.
—Huele rico, ¿quién cocinó?
—Pues yo —dijo la madre.
Sunny casi se sirvió toda la lechuga cuando escuchó la respuesta. Por suerte, Sunbed estaba demasiado distraída con el plato de Laurel para notar el pánico en el rostro de su hija. El único que se dió cuenta de la reacción fue Micro.
«No comas o morirás», le decía Sunny con la mirada.
Sunbed se sentó tras servir un pedazo de carne a su hija y sonrojarse con el falso halago de ella. Miró a los demás esperando ansiosa la opinión de sus comensales. El primero en comer fue Laurel, cortó un generoso trozo de filete y se deleitó con exageradas muestras de placer que hicieron sonrojar aún más a la cocinera.
—Está delicioso, ¿cómo lo encuentras Sunny?
—También delicioso —respondió ella imitando la reacción de su padrastro, pero con un pedazo más pequeño.
Tanto padre como madre e hija miraron al señorito de la familia. Esperaban de que él también se deleitara con la comida. El muchacho cortó un pedacito, la untó con algo de puré y le dedicó una mirada a Sunny, en espera de algún consejo. Recibió una seña con la cabeza, indicando que continuara. Micro hizo caso, cerró los ojos antes de introducir el res en su boca. Masticó cautelosamente y se sorprendió al descubrir su sabor. Esperaba que el plato principal supiera horrible y le dieran incontrolables ganas de vomitar, pero para su suerte, la carne estaba… aceptable. Un poco desabrido de sal y se sentía su rastro de carbón, pero fuera de ello estaba buena, o al menos lo suficiente para dar otro bocado.
Error.
Al degustar una porción más grande de carne pudo percibir su verdadera esencia. Necesitó invocar toda su fuerza de voluntad para no vomitar, e ingenio para disfrazar las arqueadas con un atoramiento.
—Lo siento —dijo entre toses—, corté un pedazo más grande de que podía masticar.
Sunbed se levantó por un poco de agua para el muchacho.
—¿Vez? Te lo dije —comentó en voz baja Sunny, mientras cortaba una parte de la carne y la escondía dentro de su chaleco.
Laurel se dió cuenta, pero no dijo nada, solo se limitó a cortar un pedazo grande y decir:
—Come de a poco si no puedes con todo.
Esta es una de las pocas veces donde Micro no lamentó ser inferior a su padre.
La cena continuó sin otros contratiempos, con Laurel presumiendo de su fortaleza física y mental al devorar el filete sin mostrar desagrado. Más tarde, Sunbed recogió los platos para dar paso al postre. Un simple tarro con durazno nunca había sabido tan divino para Micro, Sunny y Laurel; aunque este último no lo admitiera. Tuvieron una ligera charla de lo ocurrido durante el día, cual Micro no participó por obvias razones, y los jóvenes se levantaron de la mesa, listos para encerrarse otra vez en sus respectivas piezas.
—Un momento —dijo Laurel—. Nosotros cocinamos, por ende, uno de los dos debe lavar los platos.
—Yo lo hago —se ofreció Micro sin darle tiempo a Sunny de ofrecerlo a él también.
Mientras Micro limpiaba la cocina, sus padres veían una película dándose melosas muestras de cariño.
—Ahora no, está Micro —susurró Sunbed.
—Pues pronto se irá —respondió Laurel sin abandonar su cruzada.
Un escalofrío recorrió su espalda mientras se lamentaba por no haber buscado sus audífonos. Tosió para recordarles que él seguía presente, pero a ellos no les importó, solo les preocupaba disfrutar de la película y de la compañía del otro.
«Como debías hacerlo tú en el cine» dijo una voz en su cabeza.
Las náuseas fueron reemplazadas por frustración al recordar la cagada de su cita. Su mente fue inundada por la duda de quién era Royal y su relación con Lemon. Se apresuró en limpiar y subió rápidamente a su pieza. Cuando entró, vio a Sunny, quien disfrutaba de un sal de frutas. La melancolía de Micro fue reemplazada por molestia cuando vió todo su botiquín esparcido en la cama.
—¿Quieres? —preguntó Sunny a la par que ofrecía la medicina.
—¿¡Acaso nunca te enseñaron a ser ordenada y pedir permiso!? —dijo con molestia, ignorando la efervescente bebida mientras guardaba los vendajes, medicamentos y otros artículos médicos.
—Esta bien, lo siento, tuve que ser más cuidadosa —se disculpó sin tomarle importancia.
—Más que cuidadosa —reiteró Micro dándole una severa mirada—. Cómo te sentirías tú si entro a tu pieza y no sé, desparramo todas tus cosas en busca de un cargador.
Sunny no respondió al comentario. Sabía bien que ella se pondría igual o incluso peor si Micro indagara sus cajones,
—Ahora, si fueras tan amable... —señaló la salida.
Sunny salió de la pieza dando un fuerte portazo.
«Bien hecho —mencionó la voz en su cabeza—, ahora molestaste a dos chicas en un día»
«¡Tú calla!»
Un gran agradecimiento para Stellar Wools y Un Simple Escritor por asesorarme con este fanfic. Sin ellos, mi historia nunca hubiera mejorado.
