I

Oscuridad total es lo que cubre todo el firmamento en este momento de grandes tensiones. Choques de energías y rayos de luz son lo que se pueden apreciar hasta ahora en el lugar, además de los terribles gritos que se encuentran presentes en ésta ardua batalla, en éste caso, entre el bien y el mal.

- Bakuryu-Ha!

- Eso es lo mejor que puedes dar? No me hagas reír!

- Hirai-Kotsu!

- Hay que ver que no saben con quien se están metiendo…

- Lo sabemos muy bien, Naraku!

El demonio sintió como una flecha le rozó el brazo dejándole una herida púrpura que hacía górgoros por la inflamación. Los ojos rojos del demonio destellaron de furia al ubicar a la joven sacerdotisa.

- Maldita… - dijo Naraku, mirándola con odio

- Nunca debes distraerte, Naraku!

Un rayo de cristales hizo que Naraku se apartara de inmediato, pero no sin antes destrozarle todo su brazo derecho.

- Es cierto, nunca sabes quien te podría atacar!

Un boomerang gigante le rompió ambas piernas. Naraku estaba hecho una furia.

- Y ustedes deben aprender a no meterse con quien no deben…

Unos tentáculos salieron de su cuerpo y atacaron a Sango y a Kirara. El monje Miroku aprovechó y absorbió todas sus extensiones y miembros, dejando al demonio sin armas. Llegó el momento decisivo. Inuyasha montó a Kagome en su espalda, el monje Miroku le dio su báculo a Sango, quien montada sobre Kirara lanzó el báculo y el boomerang juntos haciendo que el cuerpo de Naraku se partiera en dos. Inuyasha lanzó su Bakuryu-Ha, y Kagome una flecha purificadora. Todos los ataques combinados crearon un estallido de luces de energía. Al pasar todo, una humareda revelaba que no había rastros del malvado demonio.

- Lo logramos!

- Siii!

- Derrotamos por fin a Naraku!

- Wooo!

La victoria era de ellos, y había que celebrarlo. De camino de regreso a la aldea, que ahora era como un hogar para ellos, iban contando los momentos de la batalla, celebrándolo todo. Caída la noche, descansaron en un claro del bosque. Al día siguiente al mediodía llegarían a la aldea de la anciana Kaede.

- Miroku… - Sango se acercó al monje apenada, mientras éste la miraba confundido – tengo algo especial que decirte…

Inuyasha, Kagome y Shippou se los quedaron mirando.

- Creo que debemos retirarnos – les dijo Kagome a Shippou e Inuyasha

- Sango: no, no! Quédense! Esto…también me gustaría que ustedes lo supieran…

- Miroku: ya lo saben, Sango, y yo también lo sé.

- Sango: que…lo sabes? Pero como? La anciana Kaede es la única que lo sabe

- Miroku: todos sabemos que tu y yo vamos a ser felices, mi querida Sango…

- Sango: Miroku… - poniéndose roja – en realidad, no era eso de lo que quería hablarte

- Miroku: ah…y de qué era? – dijo confuso

- Sango: Miroku… - apoyo su mano con la de él sobre su vientre – estoy…esperando un hijo tuyo…

La alegría del monje no se hizo esperar. Comenzó a reírse de felicidad, levantando a la joven exterminadora y besándola con todo el amor que sentía por ella. Kagome y Shippou estaban muy felices también, incluso Inuyasha, aunque no lo demostraba tanto. Ya estando todos acostados…

- Kagome: "Me alegro mucho por Sango y por el monje Miroku, se lo merecen. Pero…" – se volteó hacia el otro lado con unas pocas lágrimas en sus ojos – "…por qué yo no puedo ser feliz también? Ahora, no se que haré después de que recuperamos la perla de Shikon, y Naraku está muerto…"

Lo que siempre la atormentaba; aquel día. Naraku destruído, la perla recuperada, qué más le quedaba? Nada…

…aunque, un joven mitad bestia no pensaba exactamente lo mismo…

- Inuyasha: "ya sospechaba que Sango tenía un hijo con ella, lo siento en su aroma, que ha cambiado. Y Kagome…esa noche…la recordará?"