Para que no me olvides...

Escrito por Princess Sheccid

Disclaimer:

Lo he dicho ya miles de veces, (suspiro de resignación u.u) pero aún así, siempre tendré que decirlo: InuYasha y compañía no me pertenece! Todos ellos fueron creados por Rumiko Takahashi sensei, para mí, la diosa del manga.

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Capítulo 2:

Miles de sonidos llegaron a sus oídos, confusos al principio; luego, su adolorida cabeza empezó a acostumbrarse a ellos. Voces de personas hablando, de pequeños riendo y el constante pitido de los trenes que partían de la estación a su destino cada veinte minutos, eran algunos de los ruidos que no cesaban de escucharse.

Sus ojos castaños y bellos miraban inquietos el ir y venir de personas, que cada vez la iban mareando más. Apretó los puños, bajando la cabeza. Kagome sintió en su interior un gran pesar y unas ganas enormes de llorar. Se estaba arrepintiendo de aquel viaje.

Giró la mirada a su costado y encontró a sus amigas charlando risueñas, alzando muchísimo la voz para tratar de opacar el ruido, lo cual era objeto imposible. De cuando en cuando, Ayumi volteaba a mirarle de reojo, y cuando se descubría pillada, le daba una sonrisa alentadora a Kagome.

La muchacha le correspondía el gesto de manera falsa, tratando de convencer a la muchacha de que era feliz, de que la estaba pasando muy bien. Mantuvo esa sonrisa hasta que Ayumi, complacida, se giró nuevamente hacia la charla interrumpida.

Kagome de pronto se sorprendió de su manera de actuar tan falsa, cuando era ella quien se disgustaba con ese tipo de actitudes. Con el dedo índice, de manera suave se delineó los labios, notando que pronto ese gesto empezaba a decaer.

Se reprendió mentalmente. Mientras ella sonreía al resto de personas, mientras trataba de aparentar que nada sucedía, su corazón, oprimido, lloraba de rabia y de tristeza.

Y sintió ese fastidioso cosquilleo en la garganta. Estrujó muy fuerte su cartera de mano.

Definitivamente, quería quedarse en casa.

De manera muy sigilosa, tomó la enorme maleta que con tanta ilusión Sota había arreglado dos días antes (aquella en la que había empacado infinidad de chucherías para que su 'hermanita' no se aburriera en el viaje) y empezó a jalarla con una mano. Ésta avanzó obediente gracias a las rueditas que tenía.

Al recordar el gran entusiasmo de su hermano al ejecutar su tarea, sintió un pequeño remordimiento. Por un leve, un pequeñito segundo surgió en ella la idea de quedarse, la cual se esfumó al instante de ver a un sonriente Hôjo acercarse a ella.

Chequeó su reloj de pulsera. Faltaban cinco escasos minutos para que su tren partiera.

Haciéndose la de la vista gorda, se giró y empezó a caminar, tratando de alejarse del muchacho y del resto de alumnos, que ya avanzaban al andén respectivo. Segundos después de una leve carrera se detuvo, al notar que el muchacho se había perdido entre la muchedumbre.

Suspirando de alivio y con una sonrisa enorme en el rostro, retomó su avance, esta vez en dirección de la salida de la estación de trenes. Sabía que sería regañada por su madre por su falta de decisión y que a su hermanito se le rompería el corazón al verla de regreso y con las maletas en mano. Pero... Simplemente no se sentía nada bien haciendo eso. Sentía como si sólo estuviera huyendo de sus problemas.

o InuYasha tenía toda la razón del mundo. –fijaba su mirada en el suelo y se mordió suavemente el labio inferior. A su memoria resurgió su imagen, y como si de una proyección de película se tratase, empezaron a aparecer los rostros de sus amigos, todos sonriéndole- Tenía razón cuando me decía que era una tonta. Y lo soy, por querer aferrarme a una ilusión, por tener la estúpida esperanza de volverlo a ver, sabiendo muy bien que eso me es imposible.

Sintió nuevamente abrirse una herida en su corazón ya destrozado. Por más que tratara e intentara, no podía borrar así nomás a sus amigos de su mente, ni de su corazón. Quizás nunca debió acercarse ese día a ese pozo. Así tal vez no tendría que recordarlos de manera tan dolorosa. Así quizás ella no tendría ese sufrimiento.

¿Es que acaso el amor siempre debía doler tanto?

Andaba tan metida en sí, tan sumergida en sus pensamientos, que no reparó el lugar que había cogido de camino hasta que enfrente de ella apareció una de las tantas boleterías de la estación. Pero fue la ausencia de un letrero que indicara los destinos y horarios lo que le llamó su atención.

Acercándose con curiosidad, se paró delante de la ventanilla de atención. Dentro de la cabina, una señorita tecleaba en la computadora, de espaldas a ella. Su larguísimo y liso cabello azabache, estaba atado con una cinta blanca.

o Buenos días. –la chica no se inmutó ante su saludo- Señorita, disculpe. –Kagome le llamó. Pero la chica siguió en su tarea, sin siquiera girarse o dar alguna muestra de haberle escuchado. Alzó un poco la voz- Perdone¿me está escuchando?

La muchacha dejó de teclear, quedándose estática en su sitio. De manera lenta, hizo girar su silla rotatoria. Cuando estuvo frente a ella, Kagome dejó caer su bolso de mano al suelo de la impresión. La fría mirada castaña de la joven casi le heló el aliento.

o ¿Ki... Kikyou? -la joven no le respondió. Sólo le miraba como de manera desafiante, como si le guardara rencor- ¿En verdad eres tú? -el silencio se mantuvo inmutable.

La linda adolescente sintió su corazón acelerarse, así como su mente llenarse de una gran confusión.

o Pero... ¿cómo es que estás aquí, en esta época¿Cómo has...?

o Eso no tiene ninguna importancia. –su voz, sonó de repente, cortante, pero en ella se pudo notar un gran dolor contenido- Lo que sí importa es por lo que he venido. Toma.

Le entregó un boleto de tren. Kagome estaba anonadada.

o Ellos necesitan de tu ayuda... Debes regresar a la época antigua en estos momentos.

o ¿ Qué demonios...? -Kagome le miró, algo enfadada- ¿Cómo se supone que llegaré allí? -su voz empezó a debilitarse- Naraku me quitó al fragmento de la perla que tenía... ¡No puedo atravesar el pozo!

o De eso, no te preocupes. El tren que indica el boleto te llevará allá.

La mente de la chica daba vueltas y más vueltas. Ello se le estaba haciendo como una clase de matemáticas: cada vez entendía menos. Miró el boleto y luego a la sacerdotisa. Kagome bufó llena de disgusto.

o ¿Me estás diciendo que un estúpido tren me llevará allá, cuando ni siquiera pude traspasar el pozo¡Eso es imposible! '¡Es una completa tontería!' -se cruzó de brazos, mirando a la joven sacerdotisa con suspicacia- Además, un tren no tiene ningún tipo de vínculo con la época antigua. ¿Cómo podría llegar a una época totalmente distinta? Va contra toda norma física y mate...

o ¡Eso es lo que menos interesa en estas circunstancias! -la chica, que se mostraba imperturbable hasta ese momento, se exaltó un poco y alzó la voz. Su rostro se había contorsionado por el enojo- En la época antigua todo está empeorando. No son cambios muy notables, pero puedo asegurar que muy pronto, ello podría afectar hasta a tu época, si es que no se soluciona. –suavizó un poco el tono de su voz, pero sin apartar su fría mirada- Sé que es muy difícil de comprender ahora, pero créeme: es muy necesario que vayas.

Kagome se mostró preocupada.

o Pero... ¿por qué¿qué ocurrió? -Notó que la muchacha al frente suyo solo la miraba, sin responder.

Kagome bajó la mirada a su boleto de viaje, dándose por vencida de hacer perder el mutismo a la muchacha. Al fin y al cabo, en esa vida y en la anterior esa había sido su característica principal.

Leyó en el boleto que la hora de partida era todavía para dentro de media hora y el andén al que debía ir, era el andén catorce. Releyó el papel. Su mente era un revoltijo de ideas. Aquello que estaba sucediendo era desde todo punto de vista imposible y hasta absurdo, pero...

o Disculpa, Kikyou, pero... –levantó su mirada a la chica. Se llevó otra gran impresión al ver que ella ya no estaba, ni siquiera la máquina en la que tecleaba.

Delante de sí, se hallaba una cabina completamente vacía, tratada de sellar con algunos maderos viejos.

o ¿Pero qué demon...? -Kagome arrugó sin querer el papel que estaba en su mano. Lo miró nuevamente. Si es que no hubiese recibido el boleto, en ese momento estaría dudando de su buen juicio y de sus horas de sueño. Soltó un largo suspiro.- Sonará bastante absurdo, pero creo que lo intentaré. Creo que nada pierdo con ello.

Empezó a jalar nuevamente la mochila de rueditas, y cogió su bolso caído.

Volvió al lugar donde hacía unos minutos esperaba el tren anterior. Al ver los asientos desiertos, sonrió con melancolía. Los muchachos ya se habían marchado y ni siquiera habían notado su ausencia. En fin, eso ya no importaba para nada.

Con gran pesadez se dejó caer en uno de los asientos. Miró a su alrededor. Ya casi nadie estaba en la estación de trenes. Era lógico, considerando que esa estación no era muy utilizada debido a los nuevos trenes eléctricos que habían construido, además había que considerar lo alejada que estaba de la ciudad. Sin embargo, era la única estación que llevaba al destino que ellos requerían y sus costos eran bajos.

Pensó en sus compañeros de clase, quienes quizás ya se encontraban a una distancia prudente, disfrutando de los paisajes verdes y del frescor del viento, seguramente mucho más limpio que el de la ciudad. Rió un poco al imaginar el rostro de sus amigas cuando notaran su ausencia: y ellas tanto que habían insistido de que fuera...

Meneó su pie, como tratando de hacer menos eterno el tiempo de espera. Pasó así uno, dos... cinco minutos. El ruido del gentío era cada vez menos a su alrededor.

Estaba perdiendo la paciencia. ¡Y debía esperar todavía una eternidad más!

Abrió su bolso de mano, buscando algo con lo cual pudiera distraer su atención de su reloj de mano. En él encontró todo lo esencial que una adolescente necesita: cepillo para el cabello, uno que otro perfume, una bolsa de pañuelos de papel, un pequeño espejo... Cerró el bolso. No había nada útil para ese momento. Suspiró cansada.

Ahora abrió su maleta, a la que Sota había puesto todo su entusiasmo en acomodar. Sonrió enternecida con ese recuerdo, y una pequeña risilla se escapó de sus labios al rememorar el rostro perplejo de su pequeño hermano cuando le dijo que ahora debía acomodar el desastre que había armado en su alcoba. El pobre no hizo más que asentir con la cabeza desanimado y empezar su labor.

Lo primero que encontró al abrirla, fue la ropa perfectamente planchada. La removió un poco, buscando algo de su interés. Y fue cuando halló algo que SÍ llamó su atención.

Era un frasco de vidrio de regular tamaño. Abrió mucho los ojos castaños, denotando gran sorpresa. Tomó el frasco entre sus manos admirando cada detalle de su contenido.

Era aquella flor blanca y perfumada que InuYasha le había regalado el último día en que se vieron. Era admirable su estado de perfecta conservación; quizá ello se debiera a sus poderes de sacerdotisa. Ella sólo quiso pensar que era por el simple hecho de que se la había dado él.

Su hermano debió guardar aquella flor tan preciada en esa maleta, ya que ella lo había guardado en un cajón recóndito cuando perdió las esperanzas de volver a ver a su amado, hacía ya muchos meses.

o Después de todo nunca pude cruzar el pozo, por más veces que lo intenté y por más hechizos y pergaminos que quiso utilizar el abuelo. –sonrió triste ante el recuerdo- Mi única esperanza se apagó cuando ya ni siquiera pude comunicarme con él a través del Árbol Sagrado...

Mirando por última vez el frasco con nostalgia, lo guardó en su bolso de mano. Cerró su enorme valija y decidió esperar unos minutos más. Su corazón acelerado de una emoción repentina, casi no la dejaban pensar.

En sus más remotos sueños, se veía así misma llegando al Sengoku, más radiante que nunca y con una sonrisa fresca y gentil ante unos impactados Miroku, Sango y Shippou. Ella corría a abrazarlos, y ellos correspondían al gesto, ya sin poder contenerse las lágrimas. Y segundos después aparecía InuYasha, su amado InuYasha, quien sin poder contener su alegría, se acercaba a ella presuroso y luego se fundían en un beso desesperado, ella llorando a mares y él abrazándola más fuerte que nunca, diciéndole al oído palabras suaves y llenas de puro afecto.

Segundos después, Kagome se descubrió a sí misma, ya en la realidad, que estaba llorando. Se reprendió, diciéndose una y otra vez tonta, porque quizás se estaba haciendo ilusiones y sacando conjeturas muy apresuradas. Chequeó su reloj de pulsera, secándose con el torso de su mano las lágrimas caídas y notó que faltaban tan sólo cinco minutos para la partida de su tren.

Nerviosa y sintiendo un repentino vacío en el estómago, cogió su valija con ruedas y su bolso de mano, comenzando a avanzar. Empezó a caminar muy rápido, ya casi corriendo cuando vio su respectivo andén ya cerca. Disminuyó la velocidad de su paso y no se sorprendió de no ver a nadie a su alrededor.

Esperó unos minutos de pie. Dejando su maleta y su bolso de mano en el suelo, decidió caminar un poquito para disminuir los nervios. Recorrió la zona durante breves segundos, mirando el lugar desolado en el que se hallaba y donde prácticamente donde no había nada que ver, y retornó con sus pertenencias.

Se cruzó de brazos. Se quedó silbando una vieja melodía que había escuchado hacía mucho, mientras veía detrás de ella a algunas pocas personas que ya se retiraban de la estación. Sintiéndose algo consternada, empezó a jugar repetidas veces con su cabello, ensortijándolo y luego tirándolo por la punta, restaurándolo a su estado natural. Incluso se puso a cantar algunas canciones de una emisora conocida en voz baja. Los minutos fueron pasando. Y estos tantos fueron, que notó que su tren ya se había retrasado bastante. Se sentó en la maleta de ruedas, rogando que llegara su transporte. Pasaron diez, quince, veinte, veinticinco minutos... Tiempo que se le hizo eterno. Y nada.

La congoja la llenó de nuevo. Se sintió en ese momento como la chica más tonta del mundo. Se había dejado llevar por sus ilusiones. Tal vez todo había sido un cruel juego de su imaginación. Eso de ver a la sacerdotisa en su época, el que haya oído que todavía le quedaba una esperanza de regresar... había sido una completa estupidez.

Se puso de pie, aguantando las ganas enormes de llorar. Empezó su caminata despacito, hacia la salida. Echó una última mirada al andén, sintiendo un odio para con todo el mundo.

Y fue cuando lo escuchó. El suave susurro de una locomotora en la lejanía.

Se regresó a toda prisa a donde había estado minutos antes. Lo vio venir. Era un viejo tren que se acercaba hacia adonde ella esperaba ya, más que impaciente y con el corazón a punto de colapsar.

Aferró sus cosas con fuerza, como tratando de darse valor.

Cuando el tren se hubo detenido por completo ante ella, se abrió la puerta por sí sola. Ella, sin dudar ya, subió la escalerilla, pero aún temblorosa, cargando con dificultad la pesada maleta. La puerta se cerró tras ella, y el tren empezó a lanzar sus ya conocidos sonidos, anunciando ya su partida.

Kagome se sentó en el primer asiento que tuvo a la vista, respirando algo agitada.

¿Estaría bien marcharse así de casa, sin siquiera decir que quizás estaba cometiendo una locura al hacer caso al primer incidente que pasaba ante sus ojos?

Ya no lo sabía. Ya no sabía nada. Lo único que le quedaba hacer era confiar en lo que dictaba su corazón en ese momento, y eso era que continuara con lo que estaba haciendo. Aunque fuera una locura.

Momentos después, vislumbró un paisaje nuevo, dejando atrás la estación de trenes. Ahora todo era verdor y belleza. La chica de ojos almendras distrajo su atención del paisaje, centrándola ahora en su bolso. Lo abrió con cuidado y sacó el recipiente de vidrio. Lo miró con dulzura.

Después de tanto tiempo, por fin nos veremos InuYasha... –poco a poco fue cerrando sus ojos, aprisionando en sus manos aquel frasco.- Después de tanto tiempo... Espero...

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... Continuará...

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Notas de Princess Sheccid:

Hola:P

Ahora sí que me he tardado bastante en actualizar... Y para colmo de males, siento que este capítulo me ha quedado como, no sé, vacío, como que le falta algo...

¿Ustedes que dicen?

Bueno, quería aclarar algo, que debí hacer al inicio del fic. Bueno, quizás no sea de mucha importancia ahora, pero a mí me gustaría contárselos. Es algo raro, pero a veces las ideas para mis historias me surgen de manera inconsciente, es decir, en mis sueños, cuando me encuentro durmiendo. (No sé si a alguien más le sucederá lo mismo n.nU) Un ejemplo, por supuesto, es este fic. En mi sueño vi algunas cosas que me llamaron la atención; ya luego, con las ideas ordenadas fue surgiendo esto.

Ojalá en verdad les esté gustando!

(Princess Sheccid nota que muchos lectores al llegar a esta parte ya están dormidos, y que otros ya planean cerrar la ventana, muertos del aburrimiento.)

Y.Y Vaya! Creo que me extendí un poco en esto. Ahora sí!

Los agradecimientos a:

Hikaru-chan: Hola amiga linda! non Yo siempre feliz de recibir una opinión tuya (Sabrás que me refiero tanto a este fic, como al otro ), y el que te tomes la molestia de leer estas cosas a las que llamo fics. Agradezco muchísimo tus ánimos y elogios, espero con todo el corazón que sigas leyendo y enviando comentarios. Un besote! Nos vemos!

Gris-Kag: Holas! Primero que nada agradezco con todo mi corazón el que te tomaras la molestia de dejar review :D Y pues, tienes toda la razón, Kagome está sufriendo mucho, (yo diría demasiado!) pero la chica sabe apañárselas en sus momentos de dolor (Por eso la admiro!) Y en cuanto a InuYasha... Pues, paciencia, muy pronto saldrá. Sólo estate muy atenta, que te aseguro que se pondrá interesante... Besos!

jenyinumoonhp: Hola Jeny! Contigo conversé hace unas semanas :D Debo agradecer tus lindos comentarios (que en verdad no merezco: me falta mucho por mejorar!) y elogios. En verdad, muchas, muchas gracias. n-n Ojalá disfrutes de este nuevo capítulo! Un beso, y ojalá podamos conversar más seguido. 

Vale! Eso es todo por ahora. Ya no quiero aburrirles.

Hasta el próximo capítulo (prometo no tardarme tanto! Espero... n-nU)

Princess Sheccid