Para que no me olvides...
Escrito por Princess Sheccid
Disclaimer:
Lo he dicho ya miles de veces, (suspiro de resignación u.u) pero aún así, siempre tendré que decirlo: InuYasha y compañía no me pertenece! Todos ellos fueron creados por Rumiko Takahashi sensei.
Ya quisiera yo crear tan buenos mangas como lo hace ella...
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Capítulo 3:
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Era un día realmente hermoso.
El sol se alzaba en todo su esplendor sobre un cielo muy azul y despejado, sin ninguna gota de nube. Se respiraba un aire puro, lleno de tranquilidad, como nunca antes se había hecho y que era ya muy usual en esos últimos días.
Fue por ello y por su enorme resolución, que la pequeña iba ahora caminando por el bosque, en dirección que era desconocida para muchos. Incluso para sus amiguitos, que, cuando le preguntaron con gran curiosidad, ella lo único que respondió fue:
- Quiero comprobarlo. –su voz se escuchó firme y llena de energía. Ante la mirada extrañadísima de sus compañeros, ella, sólo se defendió diciendo- Es algo que escuché hace mucho tiempo. Quizás, no lo entenderían... ni valga la pena intentarlo. Pero, aún así... –sus ojos brillaron de ilusión- yo deseo ir.
Los pequeños siguieron insistiendo, con mucho más ahínco que antes ante esa respuesta. Y es que la curiosidad de los niños, no se puede satisfacer con unas simples palabras. Ellos quieren conocerlo todo a fondo, tratar de abarcarlo todo en su pueril mente.
La niña, de unos diez años aproximadamente, sólo atinó a sonreírles gentil y prometerles solemnemente que les contaría después su cometido. Si es que llegaba a corroborarlo. Pero... se sentía capaz de realizar su propósito.
Y allí se encontraba ahora, a sólo unos pocos metros de su descubrimiento.
Sintió una oleada de emoción creciente en su interior como nunca antes la había sentido. Apartó con sus manos, unas bajas ramas que impedían su acceso y tapaban su visión, y al final, pudo cruzar.
No sobra decir que quedó maravillada ante el verdor del campo, del frescor de la hierba húmeda de rocío y de las hermosas y exóticas flores blancas que por allí crecían. Se acercó a una y aspiró su suave aroma. Después, levantándose muy contenta, continuó su inspección por el lugar.
Y fue cuando lo descubrió.
Sus ojitos negros se abrieron con gran sorpresa, pero al mismo tiempo, con ilusión. Sin perder tiempo alguno, empezó a correr hacia el pozo de madera que se encontraba en el centro de aquel descampado, del cual había oído tantas y hermosas historias.
Historias de un hanyou que había amado a una bella sacerdotisa, guardiana de esa misteriosa perla, poseedora de grandes poderes que muchos demonios anhelaban. Ambos habían vivido una tierna historia, que prometía mucho. Aunque el final le había parecido triste, ya que, a pesar de todo el amor que se habían profesado, hubo un demonio que puso a prueba la confianza que se tenían, y al final, ambos habían dudado y se habían agredido. Como resultado de ello, la joven sacerdotisa resultó gravemente herida (lo que le conllevó la muerte) y el hanyou había terminado sellado en un árbol, sumido en un sueño eterno.
- ' Después de todo, -pensó- parecía que ese amor no fue verdadero.'
Sintiendo su corazón latir más aprisa, pero sin echarse atrás, ella apoyó sus dedos temblorosos en el filo del pozo, y decidiéndose, asomó su cabeza en su interior.
Había escuchado también, que aquel hanyou había sido despertado de su sueño eterno por una chica de ropas extrañas venida de otra época a través de un viejo pozo de madera que servía de vínculo. Justamente, por aquel pozo que ella se encontraba observando.
Al principio rió, imaginándose aquel suceso, que le parecía inverosímil, pero siguió escuchando la historia que la anciana le narraba.
Y pues, sucedió que la joven, que era muy, muy hermosa, destruyó por 'accidente' la valiosísima joya, que guardaba en su interior. ¡Aquella joven había resultado ser la reencarnación de la sacerdotisa querida por el hanyou! (¡Vaya que le había sorprendido!) Después de ello, ambos habían vivido grandes aventuras por recolectar los fragmentos de la perla, conociendo en el camino, a una linda exterminadora, un houshi pervertido y a un zorrito. Todos juntos, por recolectar los fragmentos de la joya y eliminar a su mortal enemigo, Naraku, quien había sido el culpable de todas sus desgracias... En el proceso, el hanyou, se había enamorado de la hermosa chica y ella también de él. Así, también el monje de la exterminadora y viceversa.
Era una historia de amor bellísima, digna de ser envidiada. Pero el enemigo se aprovechó de esas circunstancias, haciendo que por segunda vez, el hanyou perdiera a su amada...
Pequeñas lagrimillas furtivas escaparon de sus ojos, al recordar lo último del relato. Se quedó insatisfecha con aquel final... ¡No era posible que todo acabara así!
Y a pesar de que le lloró, le rogó y le imploró a la anciana que le contara el verdadero final (el que había oído, creía firmemente que era falso), no obtuvo otra respuesta mas que esa. Ése había sido el final de la historia, por más triste que fuera.
Y desde ese día, había surgido en ella la decisión de buscar aquel pozo, tanto bendito (porque permitió el reencuentro del hanyou con su amada, cuando ya se creía perdida) como maldito (porque permitió el paso de la hermosa chica y por consiguiente, la separación de los dos enamorados).
La niña enfocó su mirada en el fondo, y sonrió con tristeza, al recordar lo contado por la anciana. Le había dicho que el hanyou trató desesperadamente de tomar la mano de su amada en el último minuto, de cómo la chica había caído, de las noches siguientes llenas de lágrimas por parte de todos sus camaradas. Nadie podía dormir, ni pensar, ni sonreír. Pero lo raro, fue que el hanyou nunca lloró, nunca se dio por vencido de volverla a ver a pesar de que intentó de todo. Hasta sus compañeros habían perdido ya las esperanzas. Sólo les quedaba esperar... y olvidar. El hanyou le hablaba esos últimos días a la nada, y por último, marchó él solo en busca del enemigo, y nunca más lo habían visto de nuevo por los alrededores.
Fue desde ese día, que nadie se volvió a acercar a ese pozo. Trataron de olvidar lo sucedido (aunque sin éxito), y aquel relato, ahora tan sólo parecía un mito.
Regresó a su posición antigua, la de sólo apoyarse en el marco del pozo. Se sentó en la incipiente hierba y abrazó sus rodillas, con una gran angustia. Pensó en la hermosa joven, pensó en lo que podría haberle sucedido. Ya sólo podía sacar conjeturas de ese hecho, y como había dicho la anciana, ya desanimada, era dejarlo todo en el olvido.
Apoyó su frente en sus rodillas, pensando en todo lo narrado. Había conseguido su meta de visitar aquel viejo pozo, de verlo por sí misma, pero... no se sentía feliz. Mas bien, un dolor pequeñito empezaba a crecer en su pecho y la angustia la embargaba.
Suspirando desanimada, se puso de pie para marcharse.
Y no había dado ni cinco pasos cuando de pronto, la espantó un chirrido. Era un ruido que jamás había oído en su vida y que surgía de la nada. Del susto cayó al suelo, soltando leves gritos de miedo. Levantó su mirada alerta, y frente a ella, surgió una inmensa luz cegadora. Tapó con sus manos sus ojos fastidiados ante la luz, y cuando hubo cesado, volvió a mirar al frente suyo.
Al ver, soltó un grito aterrorizado.
Se levantó lentamente de su sitio y a pesar del miedo que sentía, reunió un poquito de coraje. Dio uno, dos, tres... diez pasos, en los cuales sentía que en cada uno de ellos, sus piernas temblaban y que caería sin remedio al suelo. A medida que avanzaba, su corazón latía con fuerza, queriéndosele salir de su pecho.
Frente a sí, una figura inmóvil yacía en el suelo, como si estuviese muerta.
Y fue así, como vislumbró a una persona postrada en el descampado; su abundante cabellera negra, le impedía ver su rostro. Caminó despacio alrededor de ella, notando con gran sorpresa, la extraña ropa que llevaba puesta, que además era demasiado corta para esa época...
A pesar de que estaba sintiendo un gran temor, se acuclilló al lado del cuerpo, y con una mano, lo empujó con suavidad, haciendo que girara un poco para dar con su rostro. Apartó con suavidad el cabello azabache que le cubría. Pudo distinguir unas finas y delicadas facciones femeninas, un rostro muy hermoso... Estuvo un buen rato así, admirando la tersura de su piel.
De manera repentina, dio un brinco hacia atrás, asustada.
Esa joven muchacha que tenía ante sí, era demasiado bella como para pertenecer al mundo ordinario de los humanos. Fue por esa razón que lo primero que se le ocurrió, fue que aquella figura femenina se trataba de un tennyo. Pero luego de meditarlo un momento, a su mente vino como un remolino, la historia narrada por la anciana, especialmente el fragmento de la hermosa chica que había sido enviada contra su voluntad de vuelta a su época, de esa chica, llamada Kagome...
Su corazón empezó a latir de manera muy veloz y dolorosa.
La niña, sin perder segundo, se levantó, medio tambaleándose, y echando un último vistazo al cuerpo que yacía dormido de la muchacha, se echó a correr a toda prisa. Tenía que llegar rápido a la aldea, y contarle lo sucedido a la anciana Kaede...
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...Silencio...
Eso es lo que obtuvo después de unos segundos de espera. Sin embargo, decidió aguardar un poco más, por mera precaución. No permitiría que descubrieran su presencia allí de forma tan fácil.
Pasaron unos segundos más: los que consideró necesarios.
Nada.
Cuando se hubo cerciorado de la lejanía de la niña, --mocosa molesta- susurro para sí con inmenso fastidio y mirándola con total frialdad-- revisó por el rabillo del ojo a la muchacha que seguía inconsciente echada en la alta hierba. Sonrió con socarronería.
Le sería demasiado fácil bajar y ultimar de una vez con su apestosa vida.
¿Y por qué no? Se le harían las cosas mucho más fáciles.
Ya iba a bajar a inspeccionar el cuerpo y llevar a cabo su cometido, cuando escuchó los galopes apresurados de un caballo.
Se quedó inmóvil en su sitio, siempre observando. Vio a una anciana que bajó a toda prisa de su cabalgadura y que procedió a examinar inmediatamente a la muchacha. Le tomó el pulso y suspiró de alivio. Sin esperar más, con ayuda de un aldeano que había ido a su lado en otro caballo, la acomodaron en el caballo de ella y se marcharon tan rápido como aparecieron.
La primera reacción de la figura al ver esto, fue la de irse contra los caballos y acabar con la vida de sus ocupantes. Pero guardó un poco la compostura. Meditó bien las cosas, y decidió esperar. Al fin y al cabo, no permitiría que aquella 'aprendiz de sacerdotisa' se marchara de nuevo.
No sería en vano el haberla traído nuevamente a la época antigua...
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Se sintió extraña.
Su cabeza le dolía de manera horrible, pero parecía poder tolerarlo. Tampoco su cuerpo se había librado del adormecimiento y dolor que siempre produce un viaje largo.
Tuvo un recuerdo vago, algo así como que sus párpados se habían cerrado por el aburrimiento y cansancio del viaje, y que lo último que había visto antes de caer profundamente dormida, fue, en la lejanía y como una jugarreta de su mente, un amplio y verde descampado con un único y majestuoso árbol, al que asoció rápidamente con el Árbol Sagrado.
Gimió levemente. Sentía malestar.
Su espalda ya no estaba apoyada en el duro e incómodo respaldar del asiento de cuero, sino que ahora se hallaba apoyado en una superficie relativamente suave. Tampoco escuchaba el pausado rumor del humo de la locomotora. Ni siquiera su rostro apoyado contra el frío cristal de la ventana cuando había caído rendida del cansancio.
En lugar de toda esa incomodidad que había pasado en el viaje (y que había afrontado con la más absoluta resignación y con la esperanza de que su deseo se cumpliera) ahora tenía sobre sí, el agradable calor de unas cobijas y la suavidad de un almohadón bajo su nuca.
El cansancio que sentía, poco a poco fue alejándose de su cuerpo. Sin embargo, aún no despertaba del todo. En su estado semiconsciente, pudo oír algo de revoloteo a su alrededor. Pasos apurados sobre una superficie de madera y voces que hablaban en susurros.
Su corazón dio un brinco repentino y sus largas y rizadas pestañas empezaron a batirse, parpadeando y tratando de salir de su estado de sopor. Movió sus manos ligeramente, como tratando de desprenderse de las cálidas cobijas.
Su mente procesaba con trabajo los sucesos que acontecían.
¿Voces...¿Pasos...¿Suelo de madera...?
- ¡KAEDE-SAMA! -La muchacha de cabello azabache quedó aturdida ante el repentino grito angustiado. Un grito de una pequeña niña.- ¡KAEDE-SAMA¡ESTÁ DESPERTANDO!
¿Kaede¿La misma anciana Kaede!
Kagome en ese momento despertó por completo.
- Ya voy pequeña. –escuchó desde otra habitación. Escuchó unos pasos que trastabillaron apresurados, y luego vio aproximarse de manera veloz, a la anciana, quien tenía el rostro ligeramente pálido y sorprendido- ¡OH Por Kami, chiquilla! -se aproximó a ella y sin darle tiempo a hablar se agachó hasta su altura y le dio un abrazo a una recién reincorporada chica. Kagome, todavía sin poder creérselo, la abrazó con la misma intensidad o más fuerte.
- ¿E-E-en verdad n-no estoy soñando? -Se separó de su abrazo con la anciana y la miró con profunda incredulidad. Su voz temblaba.- ¿E-En verdad... estoy en la época antigua? -la anciana Kaede, lo único que hizo fue abrazarla nuevamente y alisarle los cabellos con suavidad, como si se tratara de una abuela cariñosa consolando a su nieta asustada por alguna pesadilla.
- Sí Kagome, estás aquí... –sintió de repente un temblor repentino de la chica y segundo después, sus suaves sollozos y sus tibias lágrimas mojarle su vestimenta.- Tranquila, todo estará bien... –la chica se aferró a sus ropas, pero luego escuchó que poco a poco sus lamentos empezaban a cesar- Pero dime Kagome... ¿Cómo es que has podido llegar?
La chica se apartó del abrazo y la miró con sus ojos castaños apagados. De cuando en cuando, soltaba leves suspiros y se limpiaba las lágrimas que rodaban por sus mejillas.
Sus recuerdos vagaban de manera confusa por su mente, y todavía estaba tratando de asimilar lo que había ocurrido.
- Bueno... yo...
- Aiko dice que apareciste de pronto, de la nada, cerca del pozo devora huesos. –sonrió levemente- Le has dado un buen susto.
Fue en ese momento cuando vio a la pequeña que había gritado antes.
Se hallaba parada a pocos metros de ella, tratando de ocultarse detrás de un muro, mirándole con algo de temor, pero a la vez con creciente curiosidad. Era una niña muy linda, de cabello azabache (que lo llevaba atado en una coleta) y dueña de una profunda mirada, también azabache.
Kagome le agradeció con la mirada a la pequeña, y también con algo de pena por haberle asustado. La niña sonrió de vuelta, y con algo de valor renovado, iba a preguntarle algo a la recién despertada, cuando fuera de la cabaña se escucharon pasos apresurados y voces angustiadas.
Sin siquiera anunciarse, ni pedir permiso de ingresar, hicieron acto de presencia de manera un poco brusca dos muchachos. Se les veía cansados y algo ojerosos.
Al ver a Kagome sentada sobre el futón y mirarles pasmada, se quedaron estáticos, con el asombro impreso en sus rostros.
Sin embargo, después de unos segundos, uno de ellos, una hermosa muchacha de cabello castaño, corrió al encuentro de su amiga y la abrazó con todas sus fuerzas, con las lágrimas recorriendo su joven rostro. Susurraba frases entrecortadas, sin dejar de abrazarla.
- Por Kami-sama, Kagome-chan... ¡Has regresado! -se separó de ella y la miró, aún con incredulidad. Las lágrimas recorrían sus mejillas y caían a su regazo.- ¡Has vuelto con bien!
Kagome no salía en sí de su sorpresa. Con retomadas fuerzas abrazó a la taiji-ya y empezó a llorar con ella. A sí mismo, un joven monje de mirada añil se acercó presuroso a ella y también ambos se fundieron en un abrazo.
Estuvieron un momento así, las jóvenes amigas llorando, y mirándose incrédulas de que estuvieran allí. El joven monje se limitaba a mirar la escena silencioso, algo aturdido todavía, pero con una alegría inmensa que no había sentido en mucho tiempo. Interiormente, agradecía a todos los dioses el favor que les hicieron al cumplir sus peticiones de volver a ver a su amiga.
La pequeña Aiko observaba la escena con una sonrisa melancólica en el rostro. Desde un rinconcito, evitando ser notada por los presentes (la anciana Kaede había marchado a otra habitación, apresurada, diciendo que prepararía té de hierbas), recordaba con algo de añoranza cada pedacito de la historia que le había narrado la anciana. Sonreía ante la visión de ver a los compañeros de viaje reunidos, con una alegría desbordante y contagiante.
Pero había algo allí que no le gustaba nada, que no encajaba con lo que había narrado la anciana Kaede.
Recordaba muy bien, según lo descrito, que el hanyou, de nombre InuYasha, tenía un muy buen olfato y muy buen oído. Que sentía las presencias malignas o puras aún así estuviesen a kilómetros de distancia y más aún, sentía la presencia pura de la bella chica cuando cruzaba el pozo y se trataba de tener que ir y recibirla de regreso. Además de una velocidad increíble y una tenacidad digna de admirar.
Entonces, si es que tanto había sufrido por su pérdida en el pasado, si incluso había salido a ese viaje por buscarla y ahora ella se encontraba allí...
¿Dónde se encontraba en esos momentos¿Por qué no había aparecido?
A parte de ello, no se veían por ningún lado a zorrito ni a la gatita, mascota de la exterminadora. Se preocupó, pensando que quizás, habían resultado heridos de gravedad durante alguna batalla y que había puesto en peligro sus vidas.
Su segunda interrogante quedó respondida al instante, cuando de modo imprevisto, como hacía un momento lo habían hecho el monje y la exterminadora, ingresó como un bólido una masa de cabello color beige y sobre su lomo, un pequeño ser de cabellera pelirroja.
Lo siguiente que vio, fue como el pequeño ser se abalanzaba sobre la muchacha de cabello de ébano, llorando compulsivamente y abrazándose a ella como si se le fuese la vida en ello. Así mismo, la enorme gata caminó en círculos alrededor de la chica, acariciándole mimosa, el rostro con sus dos colas (Aiko abrió mucho los ojos, sorprendida. Era una gata-demonio! Nunca antes había visto un ser así), y cuando obtuvo atención por parte de la chica, le lamió el rostro.
Ahora los amigos se encontraban reunidos nuevamente. La habitación se llenó de voces, unas llorosas aún y otras muy entusiastas.
Kagome no dejaba de sonreír ante las atenciones brindadas por sus amigos, por todo su cariño y preocupación... Pero, no se le pasó por alto un detalle. Buscó anhelante con la mirada su presencia, pero no la halló. Su corazón se encogió de la pena y su mirada límpida se oscureció. Los chicos dejaron sus ahora, alegres charlas y la miraron preocupados, entendiendo su turbación.
- ¿Dónde...? -su voz sonaba dubitativa. Miró nuevamente a su alrededor, sintiendo algo de angustia y su voz se adelgazó- ¿Dónde está InuYasha?
Los jóvenes al frente suyo bajaron la mirada, en tanto los ojos del zorrito se llenaron de lágrimas. La anciana Kaede se limitó a servir el té en silencio y la pequeña Aiko, aún escondida, esperó expectante la respuesta de alguno. La cual, no llegó nunca.
Kagome se tomó ese silencio como un muy mal augurio. Su corazón empezó a acelerarse y de pronto, se temió lo peor.
- Acaso... ¿él... está...? –dijo Kagome con voz débil, sintiendo que su visión se nublaba.
- Señorita Kagome, -fue Miroku quien decidió romper con el silencio- InuYasha nunca más regresó después de su partida...
Kagome sintió como si de pronto el suelo hubiera sido quitado debajo de su cuerpo. Un vacío helado colmaba ahora lo que antes eran esperanzas de volver a verlo. Su mente se quedó como en blanco y no murmuró una sola palabra más.
Afuera, aún las aves cantaban y el cielo azul siguió igual de hermoso, adornado ahora con leves pinceladas de colores, ambos ajenos a lo que dentro de esa cabaña acontecía y la desgracia que estaba a punto de venirse.
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... Continuará...
Notas de Princess Sheccid:
Dios Santo!
Espero me perdonen todo el tiempo que he tardado en actualizar este capítulo. En verdad lo lamento muchísimo, pero¿saben? hay muchas cosas que escapan de mis expectativas y ésta ha sido una de ellas.
Decir los motivos ahora, sería demasiado inútil. No pretendo aburrirles con excusas tontas y que hasta han llegado a leerlas de otros autores hasta el cansancio.
Tan sólo me vale, agradecer con todo el corazón a las personas que están leyendo esta historia y que me animan por medio de sus críticas. A todos¡muchas gracias, en especial a: Sango2005 e inumoonhp05.
U.U Les digo nuevamente que lamento muchísimo la tardanza, y les pido que no dejen de leer, a partir de ahora la trama promete complicarse...
Ahora sí me despido. Prometo no tardar en subir el siguiente capítulo.
Un beso.
Princess Sheccid
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ooooooo
' El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan... demasiado rápido para aquellos que temen... demasiado largo para aquellos que sufren... demasiado corto para aquellos que celebran...pero para aquellos que aman, el tiempo es eterno.' (Henry Van Dyke)
ooooooo
