Para que no me olvides...

Escrito por Princess Sheccid

Disclaimer:

Esta maravillosa narración llena de aventuras, acción y romance, pertenecen sin duda a Rumiko Takahashi-sama. Su estupenda historia, aún inconclusa, ha inspirado a millares de escritores, que, como yo, intentan con su imaginación, dar fin a esa saga de aventuras...

Después de esta corta (y aburrida introducción xD) doy comienzo a este capítulo. Espero lo disfruten!

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Capítulo 4: 'Explicaciones'

Se notaba un ambiente lúgubre, muy triste.

Aiko observó con pena como los amigos se encogieron en sus sitios, sin ánimos ya de conversar. La pequeña gatita se fue a recostar al regazo de su dueña y de allí no se movió un ápice. El pequeño zorrito se quedó parado en su sitio, con la cabeza baja.

La chica de extrañas ropas, la bella miko, se quedó allí quieta con los ojos perdidos en el vacío. Su mirada estaba carente de sentimientos.

¡No podía creerlo¡InuYasha se había ido!

Y ella que tanto había rogado por regresar a esa época... para al final no encontrarlo.

...¡ Yo siempre te protegeré¿Me oíste?...

... Kagome… hueles bien...

...Pero yo sí tuve mucho miedo… Por un momento pensé que te perdía...

... Por ti, permaneceré como semidemonio un poco más ...

De pronto, sintió sin sentir tibias gotas resbalando por sus mejillas. Su mirada se nubló y luego se dejó caer bajo el peso de su propio cuerpo, sintiéndose repentinamente débil. El pequeño zorrito soltó un leve grito y corrió a ella.

La anciana Kaede soltó un suspiro triste, se puso de pie y se sentó al lado de la chica de cabellos de ébano. Se había desmayado.

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Una figura observaba todo desde la rama cercana de un árbol.

Vio cómo la mujer, consternada ante la información recién recibida, se quedó paralizada y luego perdió el conocimiento. Al momento siguiente, hubo revoloteo en el interior de la pequeña casa de madera. El que hizo más lío fue el kitsune, quien, nervioso, no dejaba de moverse de un lado a otro, tratando de ayudar en lo posible, aunque, lo único que lograba era estorbar.

- ¡Ja! Humanos estúpidos... No son más que un atasco con sus debilidades.

Le dirigió una mirada glacial a la chica que yacía inconsciente, recostada en el futón. Concentrándose en ella, notó la enorme baja de energía que había sufrido.

Sonrió con socarronería.

Sin embargo, su gozo no duró demasiado.

La exterminadora repentinamente se había quedado parada demasiado tiempo al lado de la ventana, mirando con suspicacia hacia la rama donde se encontraba. La figura lanzó una maldición por lo bajo y tuvo que desaparecer al instante de lugar.

Sango siguió mirando un rato más aquella rama, y luego se alejó, llevando aún un frasco con hierbas que le había solicitado la anciana. Mientras se alejaba, no dejaba de mirar aquel árbol. Soltó un suspiro preocupado. Hubiera jurado que había alguien vigilando desde aquella rama.

El que el monje la mirara extrañado, no hizo más que incrementar su angustia.

- Excelencia... ¿no la sintió? -Sango lo miró anhelante, buscando un vestigio de certeza a sus inquietudes. Sin embargo, no halló más que confusión y preocupación.

- ¿Qué sucede Sango? -notó su mirada algo confundida- ¿Sucedió algo allí afuera?

La muchacha no hizo más que bajar la mirada al suelo. Meditó unos instantes y luego, negó enérgicamente con la cabeza. Levantó su mirada hacia él y le brindó una sonrisa.

- No es nada excelencia. 'Si no ha sentido ninguna presencia usted, quizás yo me esté confundiendo...' Quizás tan sólo sea el cansancio. 'Después de todo, -pensó la exterminadora, yendo hacia la anciana y entregándole el recipiente- él tiene más facilidad de sentir las presencias malignas.'

Detrás de ella, Kirara soltó un maullido, mirando fijamente hacia los árboles.

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Afuera, soplaba un viento fresco. El cielo empezaba a iluminarse con las luces de miles de estrellas. Anochecía.

Dentro de la cabaña, el revuelo había aminorado. Ahora, los 2 jóvenes comprometidos y la anciana, cocinaban un guiso al calor de una pequeña hoguera. La anciana Kaede, como solía acostumbrar, removía los leños con una varilla.

Sentado solo en un rincón y con sus ojitos brillantes, el pequeño esperaba por el despertar de su amiga. Le remordía el no haber hecho nada por ayudar. Sus puñitos se cerraron con enojo.

Cuando la anciana Kaede le solicitó que le llevara una cubeta con agua, en su apuro y desesperación, derramó todo el contenido en el piso recién limpiado. Cuando Miroku le pidió, por favor, que le llevase unos frascos con hierbas medicinales, terminó por caérsele la mitad de ellos al suelo y hacerse añicos. Y eso que eran hierbas muy raras y difíciles de conseguir! Por último, Sango al verlo tan triste y preocupado en un rincón, sentadito, le dijo que no tuviese pena, que todo se solucionaría. Y ya se estaba animando, cuando de pronto Sango se quedó mirando fijamente a la ventana y reflejó en su rostro angustia.

Sus ojitos se llenaron de lágrimas, las cuales limpió furiosamente con la manga de su camisa.

- '¡No es momento de llorar!' -se dijo.

Agarró un extremo de la manta que cubría a su amiga y la alzó más, tratando de abrigarla mejor. Notó que el rostro de la chica se contraía en una mueca de tristeza y después de sus ojos cayeron lágrimas, aún en sueños. Murmuró un suave 'InuYasha'.

Shippo notó que sus ojos empezaban a abrirse.

Los presentes vieron después que la chica se sentaba sobre su futón y se refregaba los ojos. Kagome notó al pequeño a su lado con rostro preocupado. Le ofreció una cálida sonrisa, aunque no pudo ocultar el tono marchito de su mirada castaña.

Ella se puso de pie y se aproximó a la pequeña fogata en la que estaban reunidos todos. Se sentó al lado de la anciana, dirigiendo su mirada a las pequeñas lenguas de fuego de la fogata. Los muchachos la miraron con pena, sin murmurar palabra.

Una corriente de aire frío, le hizo recordar su corta vestimenta. Se frotó los brazos, tratando de darse calor. Anheló en ese momento él cálido abrigo que le había ofrecido el hanyou aquella noche lluviosa. Sus pensamientos se fueron muy lejos de esa habitación...

- Kagome-chan... –la miko bajó su mirada al pequeño, que la llamaba tímido. Su mirada reflejaba gran inocencia, tan propia de un infante.- Toma. –le ofreció la cobija con la que antes se estaba abrigando- Puede que no sea mucho, pero ayudará a que no te resfríes.

Ella le sonrió con una dulzura infinita y le murmuró un suave gracias. Luego él se fue a sentar a su lado.

La habitación se quedó en silencio, tan sólo roto por el momentáneo crepitar de las llamas. Kagome se quedó mirando el fuego, con ojos tristes, escociéndole. Su mente arrastraba diversos recuerdos, su mente se sentía como saturada...

- Señorita Kagome, es un gusto que esté de nuevo con nosotros. –se animó a decir el monje, sintiendo el ambiente muy pesado, y tratando de levantar un poco los ánimos a su amiga.

Kagome sonrió levemente, sin levantar la mirada. La anciana Kaede retiró la pequeña olla del calor del fuego y luego procedió a servir el guiso a cada uno de los presentes. Sango se puso de pie y caminó hacia un extremo de la habitación. Ninguno de los presentes pudo saber lo que buscaba entre unas frazadas dobladas en un rincón. Sólo Miroku pudo imaginar de qué se trataba.

Segundos después, Sango regresó junto a ellos, ahora cargando algo en sus brazos, y que aferraba como un tesoro. Se aproximó a Kagome y se puso de cuclillas junto a ella.

Extendió sus manos y le ofreció el objeto. Kagome lo miró sorprendida.

- ¿Cómo... cómo lo has conseguido? -Sango le sonrió tristemente y dejó un frasco rajado conteniendo una flor blanca en sus manos.

- Después de que tú hubieses perdido el conocimiento, Kirara sintió algo extraño allá afuera. –acarició la cabeza de la gatita, que hacía unos momentos se había mantenido oculta cerca al monje.- Marché con ella adonde se sentía dicha presencia y fue cuando descubrimos a unos demonios que destruían lo que restaba de tu equipaje. –soltó un suspiro- Pudimos deshacernos de ellos con facilidad, pero el resto de tus cosas quedaron reducidas a la nada. Tan sólo pudimos encontrar esto... de verdad lo lamento.

Los ojos de Kagome se llenaron de lágrimas y abrazó con fuerza a su amiga. Le agradeció el que hubiese podido salvado ese recuerdo tan precioso, que el resto de cosas no importaban tanto...

Sango la tranquilizó, abrazándola de manera maternal. Miroku y la anciana Kaede empezaron a tener claro el por qué de la importancia de ese recuerdo: se lo había dado InuYasha...

Después de ello, Kagome se aferró a su flor como si se le fuese la vida en ello.

Comieron todos en silencio, cada uno divagando en sus pensamientos. El pequeño Shippo rendido de cansancio, tanto emocional como físico, se quedó dormido apenas hubo terminado de comer. El monje Miroku se puso de pie, se acercó al pequeño, lo acunó en brazos de manera paternal y después lo acostó sobre un futón, algo alejado del fuego, pero tibio. Lo abrigó, y luego se sentó al lado de Sango.

Kagome quedó algo sorprendida ante el gesto, pero sonrió. A su mente llegó la idea de que, quizás el monje había recapacitado y había dejado sus mañas de lado. Lo pilló viendo con una ternura inmensa a la bella exterminadora, quien sólo bajó la mirada y apareció un color rosa en sus mejillas. Se les veía tan bien juntos...

Como una jugarreta de su mente, vio ante sí una imagen de InuYasha y ella sentados juntos, ella recostada en su hombro y él con un sonrojo en sus mejillas.

Sus ojos se ensombrecieron.

- Dijeron... –por fin soltó la chica como en un suspiro- dijeron que InuYasha se había marchado y no regresó...

- Sí. –respondió el monje, viendo que nadie deseaba responder ante la difícil situación.

- Ya veo... –su mirada se quedó fija en la flor que había retirado del envase.

- Él nos contó lo sucedido... –susurro la exterminadora, soltando de su atadura su cabello y alisándolo suavemente con los dedos- Se le veía nervioso. Nos preocupamos, pero no teníamos idea de cuán complicada era la situación...

- Fue entonces -continuó el monje- cuando en esos días empezó a tratar de cruzar el pozo, casi de manera compulsiva... Lo veíamos cada día arrojarse por él... sin resultado alguno. Era terrible verlo en ese estado.

- La única forma en la que tú pudieras cruzar, era con los fragmentos de la perla... Y Naraku te los había quitado. Se lo dijimos a InuYasha muchas veces, pero él más se empecinaba en seguirte. –dijo en susurro la anciana, hablando por primera vez- No podía aceptarlo, se le hacía imposible... Su cabeza no concebía el sólo hecho de que Naraku les hubiera separado con esa treta.

- Las semanas pasaban y nada cambiaba. La presencia de Naraku se esfumó, como si nunca hubiese existido. –la voz de Sango, un poco que se quebró- InuYasha cambió mucho. Su mal carácter se hacía insoportable, y se molestaba por cualquier insignificancia. Nosotros perdimos las esperanzas: por más que recorrimos los alrededores, no encontramos ninguna señal, ninguna presencia que pudiese delatar a Naraku. E InuYasha no podía cruzar el pozo, ni comunicarse contigo.

Kagome bajó la mirada. Recordó todos esos meses, en los que constantemente lloraba y día con día trataba de cruzar el pozo. Nunca funcionó.

- En esas últimas semanas, InuYasha se volvió muy hosco. Le sorprendí varias veces hablándole a la nada; su mirada era bastante fría... –tomó entre sus manos la varilla con la cual removían los leños de la fogata y luego la colocó a su lado- El último día que estuvo aquí, lo encontré cerca al pozo. Su mirada clavada allí, con los puños fuertemente cerrados. Sin voltear, me dijo que se iría a buscar a Naraku y que le daría muerte... –Miroku se frotó las sienes, con cansancio- Le dije que iríamos con él... y me respondió que sólo seríamos un estorbo... ¡Cuando nosotros le salvamos el pellejo tantas veces! -su boca se curvó en una sonrisa, llena de amargura- Ya era cosa vana tratar de razonar con él. Sin decir más, se marchó.

Sango trenzó cuidadosamente su cabello. Lo ató con aquella cinta blanca que solía usar y luego se quedó mirando la fogata. De su mirada parecía brotar fuego, en vez de reflejarlo.

Kagome se había quedado mirando el movimiento de sus manos, como hechizada. Pero, su mente volaba lejos, tratando de recrear aquello que acababan de contarle. Todo se vislumbraba claramente: sus intentos por cruzar el pozo, su común modo de actuar cuando se enfadaba o cuando no conseguía lo que quería, su rechazo a la ayuda cuando su orgullo había sido herido...

'Su cabeza no concebía el sólo hecho de que Naraku les hubiera separado con esa treta.'

Pero... ¿en verdad esa vez se había tratado de su orgullo?

En su cabeza empezaron a girar dichos recuerdos. Cerró los ojos, cansada. Ya no quería pensar en nada. Tan sólo quería dormir...

La chica, inconscientemente soltó un bostezo. Se frotó un ojo con una mano, sintiendo como al cansancio se adueñaba de ella. Repentinamente, se le vino a la cabeza la voz de InuYasha, con voz de niño caprichoso, actitud que a veces adoptaba, diciéndole que los humanos eran unos seres débiles y que se cansaban con facilidad. La voz le sonó tan real... que su cara se contrajo en una de enojo.

Los presentes se quedaron extrañados ante sus repentinas muecas, pero no dijeron nada. Sólo el monje ocultó una leve risita con la mano.

Kagome se levantó, agradeció en voz baja y con una leve sonrisa a la anciana Kaede y se disculpó ante los presentes, diciendo que ya se marcharía a dormir, porque estaba un poco cansada. Ni siquiera dio cuatro pasos cuando, escuchó que uno de los presentes se aclaraba la garganta. Volteó a mirarlos y descubrió a Miroku con una sonrisota y a Sango que la veía con cierta inocencia y curiosidad.

- Kagome-chan... Ahora que Miroku me ha hecho acordar... Ummm... –bajó la mirada, algo indecisa. Kagome notó que el monje le daba un suave codazo, animándola- Eh... ¿puedo preguntar algo? -notó que la chica al frente suyo titubeaba- Perdona, es que es importante... -la chica notó que la sonrisa del monje se acentuaba. Le dio cierto escalofrío.

- Cla-claro Sango, no te preocupes... –sonrió, para darle confianza y para darse confianza a sí misma.

- Bueno... ¿qué ocurrió ese día que desapareciste? -carraspeó- Es decir... ¿por qué huían InuYasha y tú? -Kagome pareció hacer memoria un ratito, cosa que duró tan sólo segundos. Sintió que sus mejillas se sonrojaban. Sango no notó ese detalle.- Nosotros exploramos bien el lugar, no había ninguna presencia maligna ni monstruo presente... Pero de repente, él te tomó de la mano y te dijo que corrieras. –Kagome, a cada palabra se iba poniendo más roja. Miroku disfrutó de la escena, recordando que InuYasha había actuado del mismo modo cuando lo pilló con el mismo tema.- Y por más que les llamamos, se nos hizo muy extraño que InuYasha no oyera nuestras voces... ni tú...

- ' En realidad... sí oímos... Mas bien, no queríamos escuchar... Por eso escapábamos, Sango-chan.' –recién notó que Miroku casi se convulsionaba de risa. En la frente de Kagome apareció una venita- 'Me las pagarás, monje Miroku...' Ehm... Pues... ya no recuerdo muy bien... –la chica soltó una risita nerviosa, colocando su mano detrás de la cabeza.

Sin embargo, el rostro de Sango no reflejó ni pizca de alegría ni simpatía. Su mirada se ensombreció y se quedó fija en Kagome. El monje Miroku también se sorprendió mucho ante su repentino cambio de actitud. Sin embargo, cayó en la cuenta de algo importante y guardó silencio.

- Kagome, ese día... –soltó un suspiro- No sé que sucedió entre ustedes, pero ya puedo hacerme una idea... –Sango le brindó una sonrisa melancólica- Lo de su huida nos pilló desprevenidos, por eso comenzamos a seguirles. Pensamos que InuYasha había captado algo, que nosotros no podemos, por no tener sus cualidades. Pero cuando les llamamos y no contestaban... Miroku se ganó un buen golpe de mi boomerang por pensar cosas demasiado desagradables que ahora ni quiero recordar... –le dirigió una mirada asesina al monje, quien justo en ese momento, disimuladamente había movido su mano de manera sospechosa hacia sus posaderas.

Miroku empezó a sudar frío ante su mirada, y apartó la mano como si una fuerte descarga le hubiese recorrido el brazo.

- Lo siento. –Sango soltó un suspiro, cansada y algo enojada.

- Vale, eso ya no importa ahora... –retornó su mirada a la muchacha de cabellos de ébano.- Bueno, como decía... Ustedes no nos oyeron. Pero nosotros sí oímos sus pisadas al retomar su carrera. Estábamos por darles alcance, cuando apareció un campo de energía que nos impidió seguirles.

Kagome repentinamente se aferró a la tela de su falda, abriendo mucho los ojos.

- ¿Un campo de energía? -Kagome los miró.- Pero... ¡Nosotros no sentimos ninguna presencia!

- Era una presencia cargada de demasiada energía maligna. Pero... –la bella exterminadora bajó la mirada y se tomó del mentón- Pero así como apareció, desapareció... Sin embargo, el campo no se esfumaba, y no podíamos advertirles.

- Es cierto... –los presentes se sorprendieron un poco al oírla. La mirada de la chica, fija en la fogata.- En ese momento nosotros estábamos cerca del pozo... Pero no sentí ninguna presencia¡ninguna! -su voz reflejó tristeza- No fue hasta que vimos los nubarrones en que presentimos que algo estaba muy mal. –sus ojos se volvieron a mirarlos, y mostraron cierta desesperación- InuYasha no captó ningún aroma. Ni yo los fragmentos, que ciertamente deben sentirse al estar Naraku muy cerca...

Afuera, bajo la luz de la luna, una sombra observaba y oía lo que dentro de la cabaña ocurría, sin que pudiese ser detectada. Su sonrisa se amplió al ver sus rostros llenos de desconcierto. ¡ Qué fácil le era pasar desapercibida!

- Montón de inútiles... –notó que los muchachos dentro de la cabaña se ponían de pie y se apresuraban a apagar la fogata. Sonrió de nuevo.- Ya va siendo hora de que aparezca...

Continuará...

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Notas de Princess Sheccid:

Antes que nada, pido mis disculpas por esta larga espera... Y agradezco su paciencia para conmigo.

Debo confesarles que esta historia es mi predilecta, ya que estoy poniendo mucho de mí y de mi sentir en ella. Espero que puedan valorarla tanto como yo lo hago...

Bueno, cabe decir que estoy muy agradecida con aquellas personas que se animan a leer esta historia, y más, con quienes dejan sus valiosos comentarios. Vayan mis agradecimientos a: BREN, kamissInuxAomesiempre, e inumoonhp05, que se han tomado un tiempo de dejar una felicitación, que ha subido mis ganas de seguir escribiendo. n-n

No les digo nada más. Tan sólo que el nuevo capítulo ya está en proceso de escritura, y lo subiré en un mes, como máximo...

Una vez más agradezco su paciencia y espero, con el corazón, sigan leyendo...

Nos veremos!