Para que no me olvides...

Escrito por Princess Sheccid

Disclaimer:

Esta maravillosa narración llena de aventuras, acción y romance, pertenecen sin duda a Rumiko Takahashi-sama. Su estupenda historia, aún inconclusa, ha inspirado a millares de escritores, que, como yo, intentan con su imaginación, dar fin a esa saga de aventuras...

Después de esta corta (y aburrida introducción…) doy comienzo a este capítulo. Espero lo disfruten!


Capítulo 5:

Rayos de sol dorando suavemente su piel, rayos que iluminan y dan vida...

Amaneció en la época antigua. Los trinos de pajarillos empezaron a escucharse, brindando un ambiente de paz, de una calma que era inexistente hacía seis meses. Calma que vino al sacrificarse la unión de dos personas que se amaban, al sacrificar la inmensa felicidad en la que se veían envueltos con tan sólo una mirada...

Esa mañana, empezaron las labores cotidianas como lo habrían hecho meses atrás.

La anciana Kaede, quien fue la primera en levantarse, empezó con el aseo del templo. Minutos después, el monje (antes que nada agradeciendo a su dios por el nuevo día y nuevamente por el regreso de su amiga) se le unió en dicha labor.

Después de salir de su habitación, fue en puntillas en dirección a la habitación de las chicas. Con sumo cuidado, levantó la esterilla que servía como puerta y escrutó con su mirada azur el interior. Descubrió a Kagome recostada en un futón, con una frazada sobre su cuerpo. Su rostro se notaba más sereno y reflejaba bastante cansancio. El pequeño Shippo se hallaba dormido a su lado, roncando y abrazando a Kirara. El joven sonrió al ver la escena.

Dirigió su mirada al otro lado de la habitación y descubrió a la exterminadora recostada de costado en una esterilla, respirando tranquilamente. Su cabello castaño caía graciosamente sobre sus mejillas, describiendo suaves ondas. El monje sintió cómo su corazón empezaba a acelerarse. Con total sigilo, dio unos pasos y, segundos después, se hallaba avanzando casi en silencio hacia el cuerpo dormido de la muchacha. Cuando estuvo a un metro de ella, sudó frío al ver que se movía... pero sólo era para cambiar de posición. Ahora, se puso en cuclillas al lado suyo. Con suavidad y los dedos temblorosos, retiró algunos mechones de su rostro, que ocultaban su hermosura.

Notó que ella sonreía entre sueños. Sonrió el también.

Con el corazón casi saliéndose de su pecho, se aproximó a ella, a su rostro. Notó su sonrisa, aún invariable en su rostro. Rozó sus labios con delicadeza y... ella repentinamente despertó. Lo miró, parpadeando y aún con sueño, pero se dio cuenta de la cercanía de su rostro.

Shippo despertó asustado, ante un repentino grito. Volteó a ver a Kagome, pero ésta seguía dormida. Luego, no le costó mucho llegar a la cuenta de lo que sucedía. Volteó a mirar a Sango, imaginándose ya, qué vería... Y no se equivocó.

Sango estaba arrimada a la pared, con el rostro completamente rojo. Su pecho subía y bajaba de manera rápida, tratando de coger el máximo de aire. Su mirada veía con algo de enojo, pero más que todo, vergüenza, al joven monje, quien había caído sentado ante el grito, pero (y eso fue lo que más sorprendió al zorrito) sin ninguna marca de golpe en su mejilla o alguna contusión en la cabeza...

- ¿Qué se ha creído! -los ojos castaños de la chica estaban muy abiertos y sus mejillas a punto de estallar de rubor.

- ¡Oh, vamos Sango! -el monje le ofreció una sonrisa cómplice- Ya estamos tantos meses juntos, y nunca nos hemos dado un beso siquiera... –su comentario, hizo que la chica bajara la mirada y se pusiera aún más colorada.

- Bueno... yo... –la chica empezó a tartamudear, sin poder llegar a decir algo coherente.- Yo... es decir... nosotros... pero... ¡Mmph! -soltó angustiada la chica, sin encontrar con qué refutarle.

- ¿Ves? Ya sabes que tengo razón. –el muchacho se acercó a ella y se sentó a su lado. Shippo no sabía si quedarse allí, o largarse a reír a otra parte.

- Miroku... –susurró Sango apenada, sus mejillas levemente encendidas, lo que le otorgaba un aspecto muy dulce- Por favor, eso ahora no... El pequeño nos está mirando... –él la miró con simpatía.

- ¡Pero él ya sabe que estamos comprometidos! -ella se sonrojó, bajando la mirada a sus manos que se retorcían nerviosas, y Miroku la adoró por ese gesto de inocencia. Al verla así, levantó su mano y le acarició una mejilla.- Ya no te apenes. –se acercó a su oído y le susurró- Te esperaré todo el tiempo que sea necesario.

Le ofreció una última sonrisa después de eso. Luego, le dirigió una mirada a Shippo (quien repentinamente parecía haberse quedado sordo y se había quedado mirando analíticamente su trompo) y luego se marchó, cerrando la esterilla.

En ese momento, despertó Kagome. Se removió un poco en el futón, dando un gran bostezo, pero con una linda sonrisa. Parecía haber recuperado en algo los ánimos.

- ¿Saben chicos? -empezó ella, poniéndose de pie y desperezándose. Luego soltó un suspiro- Me puse a reflexionar y he decidido no ponerme tan triste... Después de todo, si es que pude llegar nuevamente a esta época ha sido por algo... –sonrió, cosa que iluminó su rostro de una manera bellísima, como no había sucedido en esos últimos meses.- Y no voy a perder las esperanzas de nuevamente encontrar a InuYasha.

Empezó a tararear una canción, con alegría. Se agachó y con cuidado dobló las cobijas. Estando así, cayó en la cuenta del silencio de la habitación.

Miró a Sango, quien, muy sonrojada y sin decir palabra, se puso de pie de donde se hallaba y se acercó a sus esterilla, recogiéndola. Luego volteó a ver a Shippo, quien con sus manitos trataba de sofocar su risa.

La mirada de Kagome se llenó de confusión.

- ¿De qué me perdí?


Después de desayunar y hacer el aseo, marcharon a la aldea, a comprar víveres.

Miroku se quedó en el templo, aduciendo que necesitaba quedarse para realizar un ritual de purificación. La anciana Kaede había marchado con Kirara a una aldea vecina, ante el pedido de una madre que fuese a ver a su pequeño enfermo.

Por eso, Kagome, Sango y Shippo se encontraban ahora, mirando los puestos, sin dejar de conversar. Hablaron de todo, poniéndose al día de lo que había acontecido durante ese tiempo en que estuvieron separados.

Shippo, se encargó de contarle a Kagome que la relación de Miroku y Sango iba bien (ya que la chica había enrojecido, no respondió y de pronto había encontrado sumamente interesante unos vegetales), pero que Sango aún se apenaba cuando Miroku trataba ir más allá de un simple abrazo.

- ... y hoy, cuando Miroku intentó besarla, Sango casi se lanza por la ventana. –el zorrito y la muchacha se rieron de buena gana, ante la cara de total perplejidad de la exterminadora- ¡Es en serio Kagome¡Hubieras visto!

- Shippo... por favor... –la joven bajó la cabeza avergonzada- No digas más...

Kagome la miró con profunda simpatía y le dio una palmadita amistosa en el hombro.

- Sango-chan, no hay por qué avergonzarse. –le sonrió- Él te ama, y, por todo lo que ha dicho Shippo, estoy segura que sabrá esperarte...

- El amor no existe. –dijo repentinamente una voz.

Los chicos se voltearon asustados, al verse pillados en ese tema. Buscaron al dueño de esas palabras y hallaron a la dueña del establecimiento donde se habían detenido a comprar (más bien diríase, a conversar).

- Perdone... ¿qué dijo usted? -preguntó Kagome, turbada.

- Dije que el amor no existe. –su tono se oía amargado, pero sus ojos reflejaban un dolor guardado por años- Sólo es un pretexto para poder acostarse con el primero con quien cruces la mirada... –su rostro se contrajo en uno lleno de ira, y alzó la voz- No es más que eso: ilusionarse con una sarta de estupideces, para al final terminar con el corazón roto. ¡Es vivir engañado!

Los tres la miraron perplejos, sin saber qué hacer o qué decir. De los ojos de la mujer empezaron a caer lágrimas, pero su rostro seguía muy enfadado. El corazón de uno de ellos se contrajo de la pena.

¤¤ Flash back ¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤

Con dificultad, subió escalando el pozo. Su mochila estaba más pesada que nunca, pero, eso no le importaba para nada. El sólo pensar en él y las ganas de volverlo a ver después de varias horas, le incrementaba considerablemente la energía.

Avistó un pedacito de cielo: ya había anochecido.

Con alegría y renovadas fuerzas, jaló su maleta y la arrojó fuera, cayendo ésta sobre el mullido césped. Apoyó las manos en el borde del pozo y segundos después, estuvo fuera. Soltó un suspiro de alivio.

Pero... algo raro pasaba.

Su mirada se dirigió nuevamente al cielo, y las descubrió. Eran las serpientes cazadoras de almas, pertenecientes a...

Su corazón se llenó de angustia y el nombre del muchacho vino a su mente. Corrió en pos de las criaturas, se ocultó detrás de un árbol y descubrió una escena para nada halagadora...

- ...tu vida también me pertenece.

Frente a sí, se hallaban ambos amantes, por mucho tiempo separados y deseosos de verse nuevamente. Sintió un nudo en la garganta.

- ' InuYasha...'

Más adelante, los amantes no notaron su presencia.

- ... Tampoco aceptaré que esté enamorado de ti. ¡Pensarlo me enferma! -fue en ese momento, en el que el muchacho se aproximó a la mujer y la abrazó. Ella pareció resistirse un momento, pero luego correspondió a su muestra de afecto. Kagome sintió que su corazón se destrozaba.- Yo siempre voy a protegerte, Kikyo...

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Sango se acercó a la muchacha, quien se había quedado mirando a la mujer dueña del puesto con los ojos llenos de tristeza. Bajó la mirada: parecía que estaba a punto de echarse a llorar.

- 'Malos recuerdos' –pensó.- Vámonos Kagome-chan. Aún falta mucho que conseguir. –la tomó suavemente del brazo, y la obligó a caminar, jalándola. Cuando ya estuvieron a una distancia prudente, Sango le dijo, en tono consolador- No te apenes. Todos pasamos por muchos problemas, y tal parece, que esa mujer ha sufrido mucho. –Kagome asintió, triste.

Puestos más allá, llegaron a enterarse de que, la mujer que a quien habían encontrado puestos atrás, había sido desilusionada por un muchacho en su juventud.

Lo que había sucedido, era que no había conseguido casarse como ella siempre había anhelado, porque su prometido, cuando jóvenes, haciéndole mil y una promesas de amor, escapó una noche con otra muchacha. Y ella se quedó con el corazón roto.

- ¿Ya oíste, Kagome-chan? -le dijo Sango, minutos después, cuando se hallaban caminando de vuelta a la cabaña de la anciana Kaede.- Esa mujer sufrió una enorme desilusión, y por ello se halla así... No es para que te entristezcas. –le dio una palmadita afectuosa en el hombro, sonriendo- ¡Arriba esos ánimos! Ya verás que todo saldrá bien...

La muchacha de ojos almendra le transmitió profundo agradecimiento a través de su mirada y le ofreció una sonrisa. Pero su corazón se quedó acongojado y por su mente, no dejaban de circular aquellas palabras, que empezaron a roer por poquitos su esperanza...

' El amor no existe...'


El muchacho dio unos pasos, avanzando a la habitación próxima. Se remangó la túnica oscura y cogió la escoba, con la intención de salir al patio y barrer algunas hojas secas. Miró el patio y sonrió. Era lo último que le faltaba para culminar el aseo del templo.

Bajó con cuidado la escalera y avistó el camino por donde debían llegar sus amigos. Nada. Parecía que aún tardarían un poco más. Retomando energías, comenzó su última labor. Empezó barriendo un montoncitos de hojas del césped, cuando notó algo extraño.

Se detuvo. Dejó el instrumento apoyado contra el tronco de un árbol próximo. Levantó su mirada azur hacia los árboles próximos y notó una figura. Una sombra, a la cual no pudo identificar.

- ¡Muéstrate! -le gritó a la sombra.

Notó, con temor, la gran cantidad de energía maligna que se encontraba en su esencia. Sus ojos se encontraron directamente con los de la figura, encontrándoles un brillo extrañamente familiar. Miroku, al borde de reconocerlos, cayó sentado en el césped, aterrado.

- ¡No puede ser!

Los labios de la sombra se curvaron en una sonrisa e, instantes después, se desvaneció.


Kagome adelantó el paso. Sango venía hacía unos momentos al lado de ella, cargando a Shippo en brazos, quien había caído rendido del cansancio. La muchacha notó el gesto preocupado de su amiga.

- ¿Sucede algo malo, Kagome-chan?

La aludida se detuvo en seco y comentó en voz baja, pero en su rostro se notaba una gran agitación:

- He sentido la presencia de los fragmentos de la perla... ¡Estos se hallan contaminados con gran energía maligna!

- ¿Qué dices!

- Será mejor que marchemos rápido. Está presencia está próxima a la cabaña de la anciana Kaede.

El pequeño despertó, confuso ante el repentino movimiento. Notó los rostros preocupados de ambas mujeres.

- ¿Qué sucede¿Por qué la prisa?

- Kagome ha sentido los fragmentos de la perla cerca a la cabaña.

El rostro del pequeño se tensó.

- ¡Esperen!

Bajó de los brazos de Sango y lanzó una hojita al aire.

- ¡Transformación!

Segundos después, ambas chicas venían siendo transportadas a gran velocidad por un caballo.

- ¡Muchas gracias Shippo! Esto nos será de gran ayuda.

El pequeño avanzó a toda velocidad por un sendero del bosque. Kagome empezó a angustiarse, pensando en la repentina aparición de los fragmentos y en el peligro que podía correr el joven monje. Sango rogaba que el pequeño pudiera llevarlas a prisa a la cabaña.

Pero, no pasó ni un kilómetro y ya se hallaba rendido.

- ¡Lo siento mucho! - la transformación se desvaneció. Ambas chicas quedaron en el aire momentáneamente, para luego caer duramente en el suelo sobre sus posaderas.

El pequeño se sacudió su traje, mientras que las chicas se levantaban doloridas y sacudiéndose las faldas. Instantes después, empezaron de nuevo su carrera, Sango y Shippo avanzando adelante.

Kagome se detuvo repentinamente. Notó algo extraño en el interior del bosque. Sintió una presencia, que se le hacía familiar…

- ¡ Sango! -Tanto Sango como Shippo se detuvieron- He notado una presencia extraña en el bosque… -Su rostro se tensó- Iré a averiguar. –sin decir más, corrió al interior, perdiéndose de vista.

- ¡Kagome, no te vayas¡No llevas nada con qué protegerte! -Sango se enfadó al ver que ella no volvía ni hacía caso de sus palabras. Fue detrás de ella, pero su carrera fue interrumpida ante la aparición de un campo de energía. Fue un fuerte impacto.- Sango se levantó rápidamente y miró ante sí el campo.- 'Maldición.'

- No puede ser… -Shippo puso sus manitas sobre la barrera que les impedía cruzar.- ¡Debe ser alguna trampa!

- Shippo, vayamos a buscar a Miroku. Me preocupa… –Shippo la miró curioso. Sango se sonrojó- Es decir… P-por ahora no podemos ingresar por esta barrera, pero estoy segura que a él se le ocurrirá qué hacer…

- Descuida. –le ofreció una sonrisa amistosa- A mí también me preocupa…


Disminuyó la velocidad de su avance.

Su respiración era agitada. Colocó una mano sobre su pecho, observando con angustia el tupido bosque que ante sí se presentaba. Dio unos pasos, mirando cada árbol, cada arbusto, cada rama que estaba en su campo de visión.

Lo notaba. A medida que avanzaba, esa presencia se hacía más fuerte.

La conocía.

Aquella presencia la había detectado miles de veces en las aventuras que vivió meses atrás. Se trataba, sin duda, de los fragmentos de la perla.

Kagome empezó a sentir miedo. Había algo en aquella presencia, sin embargo, que la hacía muy diferente a las demás, que la atraía...

Su corazón empezó a latir con mayor fuerza, insistiendo a que se quedara, y su cabeza empezó a gritarle que saliera huyendo de ese lugar. Pero como en la mayoría de las batallas de esa índole, son los sentimientos los que ganan.

Lo tupido de los árboles le disminuía la visión. Sentía que se quedaba en penumbras.

Repentinamente se detuvo. Se quedó congelada en su sitio, al sentir una mirada penetrante en su nuca. Los vellos de los brazos se le erizaron y giró bruscamente, dando cara al sitio de donde sentía provenir esa mirada.

Unos ojos se cruzaron con los suyos. Sus piernas no pudieron sostenerla y cayó de rodillas. De sus ojos brotaron lágrimas.

Y apareció ante ella como en un sueño.

- InuYasha…

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.o.o.o.. Fin del capítulo .o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.