Para que no me olvides...
Escrito por Princess Sheccid
Disclaimer:
Esta maravillosa narración llena de aventuras, acción y romance, pertenecen sin duda a Rumiko Takahashi-sama. Su estupenda historia, aún inconclusa, ha inspirado a millares de escritores, que, como yo, intentan con su imaginación, dar fin a esa saga de aventuras...
Después de esta corta (y aburrida introducción --U) doy comienzo a este capítulo. Espero lo disfruten!
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Capítulo 7: 'Y… se nos murió el amor…'
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¿Y… de qué manera las cosas habían llegado a tal punto…?
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Sus fuerzas les abandonaban, y sin embargo, no podían parar de luchar…
Cada uno de ellos había intentado, inútilmente, deshacer el campo de energía. Incluso, trabajando en equipo. Todos y cada uno de los ataques había rebotado, y por poco no les había golpeado y herido gravemente.
Miroku, como imaginándose lo que se avecinaba, había abrazado y protegido con su cuerpo a Sango, temiendo que pudiera resultar herida y el pequeño zorrito, al no hallar refugio cercano, no tuvo más remedio que resguardarse detrás de su colita. Por fortuna, el ataque no les había ni siquiera rozado.
Pero, estuvo a punto…
- ¡Demonios! 'Nada de lo que intentamos funciona…'
Los muchachos llegaron a la conclusión de que algo muy malo había sucedido allí adentro del campo de energía… Y si no había ocurrido nada, era entonces que estaba a punto de suceder.
- 'Es inútil. No podrán destruir aquel campo de energía. No con esos débiles ataques.'
Una figura oscura observaba todo desde la seguridad de un árbol próximo. Una de sus manos, blanca y tersa alisó con cuidado su largo cabello, negro y lacio, el cual relumbró con los débiles rayitos de sol que se filtraban por entre el frondoso ramaje.
Sus ojos castaños miraron los vanos intentos de los jóvenes por destruir el campo de energía. Podría pasarse allí todo el día, sin verles cumplir su objetivo… Su mirada seguía cada uno de sus movimientos…
De repente, cerró los ojos. Contuvo un leve vahído…
- '¿Qué me sucede? Es que acaso… ¿todavía…?'
Contuvo una mueca de dolor, a duras penas. Sintió un dolor palpitante…
Aspiró fuertemente. Contuvo un momento la respiración y trato de relajarse. Aquel dolor se hizo más intenso. Apretó los ojos y soltó un débil quejido. Apoyó apenas su espalda en el tronco del árbol. Sus ojos se posaron a la altura de su pecho, donde una herida no terminaba de cerrar. Maldijo por lo bajo. Sus ojos se enturbiaron.
Pasaron unos minutos. El dolor aminoró. Soltó en un suspiro el aire contenido y un poco aliviada se recostó en el tronco. En esos últimos días, era así, casi siempre… restando importancia a su estado, volvió su atención a los muchachos. El más pequeño, angustiado, comenzaba a sollozar, desesperanzado.
Su mirada, casi siempre carente de sentimientos, reflejó en ese momento compasión. Estuvo tentada de ayudarles...
Pero… Era mejor no intervenir…
Kikyou los miró una vez más. Su rostro volvió a adquirir el mismo matiz inexpresivo que le caracterizaba. Alzó su mano, a la altura de su corazón. Donde, se supone que debería sentirlo latir. Miró su herida.
Soltó un suspiro y se marchó. Pensó en Kagome, sabiendo ya lo que estaba pasando.
- 'A aquella joven tampoco se le está haciendo fácil.'
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Se formó un silencio muy incómodo. Ella, con la cabeza gacha, y revisando la gravedad de sus heridas, soltaba leves sollozos contenidos. Su blusa se había manchado de sangre. Notó que dichas manchas comenzaban a incrementar su diámetro, a pesar de que presionaba con fuerza sobre las heridas, tratando de algún modo detener dicha hemorragia.
Pero… eso no era lo que más le importaba. Ni siquiera sus heridas.
Quería… necesitaba saber el por qué del repentino cambio de su amado.
- InuYasha… -dirigió una mirada herida hacia la figura que se encontraba al frente.
Él, lejos de sentir algún remordimiento…
¿sonreía?
Hizo ella, un amago de ponerse de pie, sin éxito. La mueca de él se acentuó.
No era aquella sonrisa llena de dulzura, esa que sólo sabía dedicárselas a ella.
Esa sonrisa… era despectiva. Mostraba un sentimiento de sumo agrado al verla en ese estado tan lastimero…
Kagome buscó sus ojos, aquellos que solían brillar tanto cuando la observaban. Pero notó con angustia que no quedaba ni un rezago de eso. Sus ojos eran fríos, sin ninguna pizca de compasión. Y recordó aquella mirada…
Era la misma que éste le dirigía cuando recién se conocieron…
Era la forma como la miraba cuando ella lo despertó de su sueño eterno y el único objetivo de éste, era obtener la perla de las cuatro almas, a toda costa…
- InuYasha…
Y fue recién, cuando lo notó.
Sus dotes de sacerdotisa actuaron después de muchos meses…
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Miroku, observaba con rabia el campo frente así. Rabia por no poder hacer nada.
Había concentrado todo su poder en cada uno de sus ataques, sin resultado alguno. Casi cegado por la desesperación intentó usar kazaana. Con rapidez, empezó a desenrollar el rosario alrededor de su muñeca… Miró con decisión la barrera.
Sango, al notar sus intenciones, se había arrojado hacia él, sujetando su mano a tiempo.
Miroku sintió su cuerpo caer al suelo pesadamente. Selló con rapidez su agujero, temiendo una terrible desgracia.
Con aquel suceso, se levantó una gran cantidad de polvo.
El muchacho perdió por unos momentos la noción del tiempo y el espacio. Tan sólo sentía un ardor en la espalda: al parecer, sus ropas no le habían amortiguado lo suficiente del golpe y en consecuencia de ello, se había lastimado.
Abrió lo ojos y miró con disgusto a la exterminadora, quien se encontraba recostada en su pecho y ahora levantaba la mirada aturdida, tratando de recobrarse. Sus miradas se encontraron, la de él, enfadada y la de ella, llena de temor y triste.
- Sango... ¿qué te sucede? -el muchacho intentó levantarse, sin éxito. Miró a la bella chica, muy disgustado- ¡Estuviste a punto de ser absorbida por kazaana! -la apartó con un brazo, dispuesto a retomar su acción. Ella se abrazó a él.
- ¡Miroku, por favor, no lo hagas! -el rostro de ella, reflejaba sincera preocupación.- ¡Mira a tu alrededor!
El corazón del muchacho dio un brinco. Hacia donde la muchacha señalaba había decenas de ellos. De aquellos insectos venenosos que habían puesto en peligro su vida innumerables veces. De la nada, repentinamente habían aparecido.
- Sango… -sus rostros estaban peligrosamente cerca, pero ninguno se inmutaba.- Yo…
- Por favor… no lo hagas… -ella había leído en sus ojos el loco deseo por apartar aquella barrera. Pero, aquel no era el método… Sus ojos se llenaron de lágrimas, temiendo que él de nuevo la apartase y siguiese con lo que estaba tramando- Por favor…
A sus oídos siguieron llegando sonidos, aunque un poco amortiguados, provenientes del interior del campo de energía. Desde hacía breves instantes que habían comenzado a oírlos.
Eran voces.
Y una de ellas pertenecía sin duda a Kagome. La otra, era de…
¿InuYasha?
- …¡Suéltame!
Escucharon sollozos angustiados… ¡Kagome estaba llorando!
- … ¡Me lastimas!
Se escuchó una risa burlona.
Sango cerró los ojos muy angustiada, apenas pudiendo contener las lágrimas. Escuchó un forcejeo, una batalla perdida por parte de la frágil adolescente… Con ello, la bella exterminadora tuvo una idea de lo que sucedía en el interior de aquel campo.
Kagome estaba siendo engañada… Aquella presencia, aquel individuo que estaba a su lado… No era InuYasha.
Sin embargo, sus suposiciones no estaban del todo acertadas…
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Dirigió una mirada herida al muchacho. Los ojos de él brillaron, llenos de malicia. Un brillo muy distinto al de sus ojos.
- 'InuYasha no haría esto…' -la chica siguió buscando en su mirada, en sus gestos, aunque sea un rezago de lo que el muchacho le había demostrado en el pasado.- 'Acaso… quien está frente a mí… ¿En realidad no es él…?'
Y fue entonces, cuando sintió los fragmentos de la perla.
Su rostro se llenó de confusión y preocupación. Dirigió sus ojos almendrados a todas partes, buscando de dónde venía esa presencia tan fuerte. Esos fragmentos mostraban una gran oscuridad.
Más, no los hallaba. Los sentía tan cerca…
Dirigió por último su mirada a InuYasha. Éste le seguía dirigiendo una sonrisa burlona. Se hallaba de pie frente a ella, cruzado de brazos, como disfrutando de su sufrimiento. La miraba con profundo desprecio.
- ¿Qué pasa contigo, estúpida... ¿Se te perdió algo en mi cara?
Ella, sintió como si una espina se clavara en su corazón. Y en aquel momento se dio cuenta.
A la altura del pecho de InuYasha se hallaban dichos fragmentos.
Sin embargo, a pesar de que supo que eran los fragmentos oscuros los que lo controlaban, no pudo evitar sentirse muy lastimada. Sintió de nuevo como lágrimas escapaban de sus ojos.
Se sintió de pronto, muy molesta por no poder controlar sus emociones. Porque ella lo amaba tanto y él ahora la aborrecía. Dijo aquello que siempre soltaba cuando se sentía furiosa, ofendida… Cuando quería alejarse de él sin que la siguiera.
- ¡Osuwari!
Esperó el duro golpe que siempre recibía Inuyasha cuando su collar se activaba. Lo vio caer tantas veces, recibiendo su merecido. Ante cualquier rabieta, cuando le hacía enfadar, incluso, por errores suyos…
Sin embargo ahora…
Lo escuchó reír fuertemente, disfrutando el momento. Ella le dirigió una mirada, helada.
Sus fragmentos, en ese entonces, estaban totalmente llenos de oscuridad...
Lo vio acercarse a ella, aún con los brazos cruzados. Se puso en cuclillas, a su altura, mirándola fijamente, su sonrisa perenne en su rostro… Con una velocidad impresionante, tomó su rostro con una mano, sujetándolo con fiereza y lo acercó peligrosamente al de él.
Kagome sintió como su corazón detuvo sus latidos en ese momento.
- Idiota… ¿Es que acaso no lo recuerdas?
Y sus palabras le cayeron como un baldazo de agua helada al rostro. Kagome, cuya mente ordenaba desesperadamente a su cuerpo responder ante el agravio, se quedó como atontada.
Su mancillado corazón no dio otro paso que no fuera el de ordenar a la mente su retorno a la calidez de los recuerdos de un pasado remoto… Fue con ello, que su mente pudo comprobar con horror la veracidad de sus palabras…
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…… Fin del capítulo……………………………………………………………………
