Para que no me olvides...
Escrito por Princess Sheccid
Disclaimer:
Esta maravillosa narración llena de aventuras, acción y romance, pertenecen sin duda a Rumiko Takahashi-sama. Su estupenda historia, aún inconclusa, ha inspirado a millares de escritores, que, como yo, intentan con su imaginación, dar fin a esa saga de aventuras...
Después de esta corta (y aburrida introducción --U) doy comienzo a este capítulo, antes, agradeciendo de todo corazón a todas las personas que lo están leyendo, y aún más a quienes se toman la molestia de dejar un comentario...
Sin más que agregar... Espero disfruten este capítulo!
o
o
o
o
Capítulo 8: 'El recuerdo de la felicidad, ya no es felicidad…'
o
o
o
Cerró los ojos al venir a su memoria tal recuerdo.
Era cierto.
Nadie más se había enterado de ello, de eso estaba completamente segura. Ni siquiera sus mejores amigos, quienes les acompañaban día con día. Y ya hacía demasiados meses de aquello…
o
o
¤¤ flash back ¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤
o
o
Brisa llena de frescura. Sol radiante. Un día perfecto…
La muchacha reía encantada, ante la mirada llena de confusión de él. Su mano tersa apresaba gentil la mano de él y lo halaba levemente, haciendo que la siguiera.
Recorrieron el bosque, siempre juntos, ella sintiendo ansia por llegar a prisa al lugar que quería.
Ya habían escapado ese día tres veces, intentado estar a solas. Hubo un momento fallido, cuando el pequeño zorrito se había abrazado a la pierna de la bella muchacha, rogando que no lo dejara solito. Se encontraba angustiado, porque la joven exterminadora estaba mirando con mala cara al monje, quien se había tratado de propasar con ella (típico comportamiento del muchacho).
Sin embargo, todo había valido la pena.
Y el rostro de él se debía a que, generalmente era él quien la incitaba a dichas fugas.
Y cuando, raramente ella lo hacía, mostraba algo de vergüenza en su rostro. Mas no esa alegría desbordante que ahora mostraba.
Le intrigaba su accionar. La miró de reojo. Ahora sus dedos estaban entrelazados. Pero, sonreía, como brindando vida a todo. Sus ojos, resplandeciendo como el brillo de mil soles…
Era cierto. Le intrigaba su modo de actuar. Pero, aquella sonrisa…
Simplemente, le encantaba.
Y se sentía orgulloso de ser él y no otra persona quien pudiera dejar escapar aquellas risitas de sus labios rosados.
Ya habían avanzado un buen tramo. E InuYasha ya no podía aguantar ya más la curiosidad. Aún así, se dejaba llevar sin poner resistencia.
- Hey, linda… ¿adónde vamos?
Kagome se sonrojó. No volteó a verlo a los ojos, porque sentía que si lo hacía, se sonrojaría aún más.
- Ten paciencia, ya falta poco…
Y volvió el silencio. Y con ello, Kagome volvió a sus pensamientos.
InuYasha rara vez le hablaba se forma dulce, dándole ese tipo de apelativos. Sin embargo, adoraba su gesto. Y le llamaba la atención, porque simplemente él decía que jamás lo verían diciendo o haciendo cosas tan 'empalagosas'…
Pero, la gente cambia…
Kagome repentinamente se detuvo, e InuYasha con ella. Habían llegado a un claro, donde corría un viento fresco que arrastraba aromas de diversas flores. InuYasha contempló el lugar intrigado, e interrogó con la mirada a la adolescente. Ella sólo le respondió con una sonrisa, dio unos pocos pasos y tomó asiento bajo la sombra de un árbol.
InuYasha caminó hacia ella y tomó asiento a su lado. Se quedaron unos minutos en silencio, contemplando el paisaje. Él abrió la boca para preguntar, cuando en ese momento sintió un peso sobre su hombro. Ella se había recostado.
Juntó los labios nuevamente, soltó un suspiro y apoyó su cabeza brevemente sobre la de ella. La rodeó con el brazo, atrayéndola más hacia sí. Y se quedaron juntos, sintiendo que el mundo era tan sólo de ellos dos.
InuYasha, acariciado por la brisa y con el sólo sentimiento que los unía a ambos, empezaba a cabecear, e iba a dar paso a un breve momento de descanso cuando sintió que Kagome se levantaba.
La chica se sentó, se acomodó la falda y gateó hasta quedar frente al muchacho, quien estaba sorprendido ante su repentina acción. Ella sonrió.
- Supongo que te preguntarás por qué hemos venido hasta aquí. –vio que el asentía lentamente- Y bueno… -sus mejillas adquirieron un suave color carmesí.- Yo sólo quería… -carraspeó- Es decir…
InuYasha comenzó a inquietarse. Notó que ella bajaba la mirada al suelo, y se tornaba meditabunda. Un conflicto interno se dejó traslucir de sus ojos castaños tras unos breves segundos. El muchacho temió algo muy malo. Con cuidado, tomó ambas manos entre las suyas y la miró a los ojos, sonriendo.
- Tranquila, dilo. Cualquier problema, trataré de solucionarlo.
Kagome le devolvió una sonrisa de agradecimiento. Se acercó rápidamente a él y depositó un beso en su mejilla. Las mejillas de ambos adquirieron diversos matices del rojo.
- Gracias por todo… Ahora… cierra los ojos. –InuYasha parpadeó confundido.
- ¿Umm...¿Y por qué? -vio que ella sonreía.
- Sólo hazlo.
- Pero, Kagome dime por qu… -dijo él, insistente.
- ¡Por Dios...¡Sólo haz lo que te pido! –Notó el tono peligroso de su voz. Su cuerpo tembló ligeramente. Cuando hablaba de ese modo, uno debía andarse con cuidado… Fue por ello, que tragó en seco y cerró los ojos.
Agudizó su oído, a pesar de que la chica estaba al frente suyo. Kagome se mantuvo en silencio un momento. Instantes después, introdujo con cuidado su mano dentro del haori del semi demonio. El rostro del muchacho se tornó de un rojo vivo.
- ¡No estés pensando cosas, pervertido! -dijo la chica entre divertida y enfadada.
- Dime, entonces… -InuYasha sentía que el corazón le bombeaba directamente a sus orejas- ¡Qué es lo que quieres que piense!
- Sshh… Ya, guarda silencio… Aún no termino.
El chico ya no sabía qué más pensar de eso. Su cuerpo se estremeció cuando sintió los dedos delicados de ella rozando brevemente su pecho. Pero, no se detuvo allí…
Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que quería lograr la bella joven al frente suyo. Notó que ella sujetó su objetivo. Instantes más tarde, la escuchó musitar breves palabras, eso sí, incomprensibles, mientras sujetaba algunas cuentas del collar que él llevaba.
Segundos después, sintió rodar las cuentas por su pecho, libres. Abrió tentativamente un ojo y observó a la muchacha frente así, quien soltaba un suspiro cansado mientras su aura rosada empezaba a aminorar. Abrió ambos ojos, justo a tiempo para observar como ella caía hacia su pecho, agotada.
La sujetó en brazos y la abrazó. Estaba muy preocupado.
- ¡Eres una tonta! -ella, recostada en su pecho levantó la mirada y le dirigió una sonrisa, llena de dulzura.- ¿Por qué has hecho eso?
- Porque te amo. –las mejillas de él se tiñeron de rosa- Sé que ese collar representa una carga para ti, y yo no quiero… -soltó un suspiro- No quiero que seas infeliz… -levantó una mano y con la punta de sus dedos acarició su rostro- Eres libre…
El chico la besó suavemente en los labios, completamente agradecido.
Después de tanto tiempo… volvía a tener su libertad.
Recordó todas aquellas dolorosas caídas debido al conjuro del collar… Y se sintió completamente agradecido. Todo ello, y sobretodo, esos pequeños gestos por parte de la adolescente y de sus amigos… A pesar de que muchas veces padeció bajo el peso de aquel conjuro, el vivir en ese momento todo aquello… Simplemente lo compensaba todo.
InuYasha se estiró brevemente, sus músculos se relajaron. Dio un gran respiro, y le pareció que todo olía a flores… Bajó su mirada hacia la chica recostada en su pecho. Ambos sintieron cómo una ligera brisa los arrullaba.
Sonrió, complacido y formuló una pregunta que le estaba rondando.
- Linda…
- ¿Dime? -ella se aproximó más a su pecho y ocultó brevemente su rostro en su haori. InuYasha la miró con inocencia.
- ¿De dónde sabías ese conjuro? -la chica se sonrojó muchísimo y ocultó su rostro en su pecho. Soltó una risita nerviosa.
- Mmm… ¿Es necesario decirlo?
InuYasha levantó una ceja. Vio que ella dirigía su mirada almendra a sus manos. Y notó que sus dedos jugueteaban nerviosos. Con una mano, él detuvo el jugueteo nervioso de sus dedos. Su mirada se tornó suspicaz.
- Vale, vale… -dijo ella al sentirse observada por él- Verás… La anciana Kaede me nombró hace mucho ese conjuro… Y, yo… Mmm… Tomé prestado el libro donde lo tenía escrito unos breves momentos, y pues…
InuYasha escuchó sus palabras y se rió.
- Ya comprendo… Entonces, ha sido sin su consentimiento…
Kagome le sonrió. Levantó su rostro, se acercó a él y unió sus labios. Fue un beso dulce, lleno de sentimientos... Se separaron y ambos sonrieron.
- Ya ves que no es necesario…
o
o
¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤
o
o
Retornó a la dura realidad. Sus ojos se entristecieron al mirarlo reír.
InuYasha dio unos pasos, avanzando hacia ella. Cuando estuvo próximo a ella, se puso en cuclillas, se acercó más a ella y con una mano y sin nada de delicadeza, tomó su rostro.
Kagome soltó un gemido de dolor y de miedo. Nunca había sentido miedo estando a su lado…
Sin embargo… esta vez…
Sintió un nudo en su garganta. Tomó una bocanada de aire. Entre lágrimas, vio el rostro borroso de él, peligrosamente cerca.
Notó que sus garras crecían, lastimando sus mejillas húmedas, y adquirían una apariencia peligrosa.
- Ya fue suficiente.
De sus labios escapó una risa autosuficiente. Bajó lentamente su mano por su rostro… Llegó hasta su cuello, aprisionándolo. Se puso de pie, despacio, aún con el cuello de su víctima en la mano. Ella se quedó congelada, llena de temor…
La muchacha empezó a sentir que se asfixiaba, a medida que él aplicaba presión. Sus pulmones empezaban a clamar desesperadamente por oxígeno… Los labios de él se curvaron en una sonrisa, algo torcida. Intentó ella, vanamente de retirar las manos de él. Sintió que perdía la consciencia…
- 'Inu… Yasha…'
Y entre ensueños, notó que los ojos de él, adquirieron un brillo extraño.
Repentinamente, en las orbes dorados del muchacho apareció cierta confusión… Kagome, entre lágrimas pudo notar su transformación… Cerró fuertemente sus ojos almendrados.
O… ¿es que acaso era otra jugarreta de su mente?
- ¡Kagome! -una vocecita chilló. El pequeño zorrito corrió desesperado hacia ellos.
InuYasha parpadeó confundido. Sus ojos adquirieron nuevamente aquel brillo tan hermoso.
- 'InuYasha…'
El muchacho miró al frente suyo, aturdido. Notó que algo aprisionaba con fuerza en su mano. Sus ojos se llenaron de terror.
- ¡KAGOME!
Soltó a la muchacha, cuyo cuerpo cayó desfallecido en el duro suelo. La sujetó justo a tiempo. Sus ojos, horrorizados la recorrieron. Notó una marca roja en el cuello de ella. Una clara seña de su mano.
- Inu…Yasha… -ella apenas pudo susurrar.
Él la abrazó con desesperación. De sus ojos bajaban sin control copiosas lágrimas.
- ¿Qué he hecho! ¿Qué he hecho, maldición! -Sus ojos buscaron la mirada de ella, suplicando perdón.- Kagome… yo… -notó que ella le devolvía a mirada y le sonreía débilmente.- Yo… -bajó la cabeza y de sus ojos bajaron lágrimas amargas.
- ¡SUÉLTALA, CRETINO!
A lo lejos se acercaban Sango y Miroku. Sus rostros, en particular el de ella, se encontraban furibundos.
Sango arrojó con gran fuerza, como nunca antes se le había visto, su boomerang. Éste se acercó peligrosamente al muchacho de túnica roja. InuYasha comprendió al instante. Le estaba diciendo con esa acción que soltara a la chica.
Con sumo cuidado, recostó a la chica en el suelo. Se puso de pie. Sus cabellos de plata ocultaron su mirada dorada. Miroku miró con rabia al muchacho frente así. Al que siempre pensó como uno de sus mejores amigos… Con su mano izquierda, empezó a desatar el rosario que sellaba su maldición.
InuYasha sonrió, dentro de su congoja. En verdad se lo merecía.
Eso, y mucho más…
El sólo recordar el daño que le hizo a Kagome… Cerró los ojos, comprendiendo perfectamente a lo que se iba a enfrentar.
- ¡Kaz…!
- ¡Miroku¡Detente! -el joven monje dirigió su mirada zafiro hacia la muchacha, quien le gritaba. Selló su mano. El bello rostro de ella estaba lleno de angustia y rabia contenida- Si absorbes los insectos... –señaló con una mano una nube densa de esas avispas.
- ¡NO ME INTERESA! -el muchacho exclamó, furioso- ¡No dejaré que ese mal nacido se salga con la suya! –observó un punto indescifrable- ¡Naraku¡Sal de una maldita vez de tu escondite!
Una figura, sentada cómodamente, observaba todo desde un árbol lejano. Soltó una risa por lo bajo.
- Ahhh… muy bien, monje. –una figura apareció delante de todos. Aplaudía.- Veo que empiezas a mejorar tus habilidades. Después de todo, las enseñanzas que el monje de pacotilla te dio, por fin rinden sus frutos…
- Mide tus palabras… -dijo entre dientes, el muchacho.- No me tientes…
- ¿A absorber todos aquellos insectos venenosos? - soltó una carcajada- Estaría complacido de verlo. Anda, adelante. –notó que el muchacho lo miraba con odio- ¿Qué esperas¿O eres demasiado cobarde para hacerlo?
Sango arrojó su boomerang, el cual pasó peligrosamente cerca de Naraku.
- Tienes una pésima puntería, exterminadora. –sonrió, con sorna.
- Eso es lo que tú crees…
De un solo golpe del boomerang, eliminó a todos los insectos, ante el rostro de incredulidad del enemigo. Miroku, rápidamente empezó a soltar su rosario. Naraku soltó un gruñido de rabia. Se dio la vuelta. Empezó a caminar.
- 'InuYasha, vámonos.'
Los ojos dorados del muchacho, perdieron nuevamente su brillo.
- ¡Inu… Yasha! -de su garganta escapó un leve grito, desfallecido. Kagome trató de incorporarse, sin resultados. Su visión estaba aún un tanto borrosa, y se sentía débil.- ¡InuYasha…¡P-por favor...¡No te vayas!
Naraku sonrió, aún avanzando.
- Es inútil, mocosa. Él ahora esta bajo mis órdenes.
Un segundo más tarde, el enemigo se desvaneció bajo una columna de veneno muy densa. Sango corrió donde su querida amiga, ofreciéndole rápidamente su mascarilla para evitar que inhale ese humo venenoso. A su vez, el monje de ojos azures se aproximó a ellos, se detuvo al frente suyo y, citando un rezo, creó un campo de energía que los protegió de dicho veneno.
A pesar de los sollozos amargos de Kagome y de sus súplicas, InuYasha no se detuvo ni un solo momento, ni se giró a brindarle siquiera una mirada. Se marchó sin dejar rastro alguno, dejando a la muchacha ahogándose de la pena...
o
o
o
o
Kilómetros más adelante, protegido bajo la fortaleza de unos muros de piedra, el enemigo se regocijaba al ver dicha escena.
o
o
o
o
o
o
o
o
…………………..Fin del capítulo……………………………………………………….
o
o
'El recuerdo de la felicidad ya no es
felicidad; el recuerdo del dolor es
todavía dolor.'
(Lord Byron)
