Para que no me olvides...
Escrito por Princess Sheccid
Disclaimer:
Esta maravillosa narración llena de aventuras, acción y romance, pertenecen sin duda a Rumiko Takahashi-sama. Su estupenda historia, aún inconclusa, ha inspirado a millares de escritores, que, como yo, intentan con su imaginación, dar fin a esa saga de aventuras...
Antes de iniciar quiero dedicar este capítulo a aquellas personas que tuvieron el suficiente tiempo y paciencia de dejarme un comentario animoso… Muchísimas gracias a deep and from heart, lore.it92, AoMe Hs, satorichiva y a kagome kitty.
Con todo mi afecto les dejo este capítulo…
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Capítulo 9: 'Memorias...'
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Amanecía en la era de las guerras civiles.
La usual claridad que acompañaba el comenzar de esos días, era un mero recuerdo…
Los aldeanos miraban apesadumbrados desde sus casas, la opacidad del cielo. Unos negros nubarrones amenazaban en cualquier momento en desatar una fuerte lluvia.
Se oían murmullos acerca del repentino cambio del temporal. No habían tenido un día así, desde aproximadamente unos cuantos meses. El resto de días se presentaban muy soleados, con brisa fresca, que hacía creer que aquellos días aterradores de meses atrás nunca hubiesen existido.
Varios empezaron a tener temor, tomando dicho repentino cambio como un muy mal augurio. Las mujeres prohibieron a sus pequeños salir de casa, temiendo que algo muy malo estuviese a punto de suceder.
- Y parece que no se equivocan.
La anciana Kaede, que con una mano sostenía la persiana de su ventana, emitió un suspiro cansado. Aquel gesto la hizo ver bastante vulnerable. Su mirada triste y cansada se posó sobre el cuerpo de una joven, cuyos ojos se mantenían cerrados y su respiración era acompasada. Sin embargo, el gesto de su rostro reflejaba todo lo contrario a la tranquilidad manifestada en su forma de respirar.
A paso lento, la anciana se acercó a ella, se acuclilló y con un paño limpio y húmedo, trató de bajar la calentura de su frente. La muchacha frunció el ceño, emitiendo un leve gemido. Susurraba algo ininteligible entre sueños.
La mujer notó sus mejillas sonrojadas por la fiebre y una fea marca violácea en el cuello.
- 'Así que allí fue…'
Pensó en el muchacho, en su hermana y en la muchacha recostada frente a sí.
En verdad, no podía comprender cómo habían acabado así las cosas… Miró a la muchacha, humedeció nuevamente el paño y se lo colocó sobre la frente.
Según lo narrado por el joven monje y la exterminadora, fue de manera repentina como ocurrió todo. Las repentinas presencias, el cruel engaño a la joven enamorada, la aparición del semidemonio, Naraku…
La anciana Kaede miró preocupada la opacidad del cielo.
Lo que más le había desconcertado de aquel casi inverosímil relato, era la parte referida al muchacho de cabellos de plata.
Se sabía muy bien de su modo de ser cuando se hallaba al lado de la jovencita de época futura. Ya no era más aquel ser con ansias de poder, de buscar su conversión a un demonio completo. Ella había seguido, admirada, su transformación… Su gesto ceñudo en su mayoría de veces, había sido reemplazado por una sonrisa bondadosa, que aunque no estaba allí presente todo el tiempo, se hacía notar. Muchos años atrás, a menudo solía decir algo hiriente sin pensarlo, pero al lado de Kagome, solía reflexionar sobre las cosas a decir o al momento de actuar.
Sonrió con nostalgia.
Bien decían que el amor cambiaba a las personas.
Dirigió su mirada cansada a la joven acostada.
Casi sin quererlo, su tez clara, la belleza de sus facciones y la negrura de su cabello le hicieron recordar a su querida hermana, Kikyo.
Ya hacía muchos meses que no la veía, y solía preguntarse dónde se encontraba y si su alma había podido alcanzar el descanso eterno.
En realidad, hubiese preferido que ello sucediera. Le dolía el saber que su espíritu vagaba por el mundo, tan lleno de rencor, tan lleno de odio… Sabía que la única cosa que podía aplacar su modo de sentir, era teniendo por fin al joven InuYasha a su lado.
Había intentado hablar con ella, hacerle razonar ello en su último encuentro con ella, pero ella permanecía reacia a escucharle. Por último, la muchacha la había observado con odio profundo cuando Kaede le dijo que no valía la pena seguir en ese mundo, sabiendo que el corazón de InuYasha ya tenía dueña. Debía comprender que lo que ella quería era algo ya demasiado egoísta.
Sin embargo, sus intentos fueron vanos, y aquella conversación había terminado muy mal.
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- …si en verdad lo amas, debes dejarlo ir… -le había dicho Kaede, muy segura de sus palabras.
Al oírla, Kikyo se echó a reír.
- Te has vuelto demasiado sentimentalista, Kaede. –la mirada castaña de la muchacha se mostró vacía- Te dejas llevar por tonterías sin sentido…
Kikyo le dirigió una sonrisa socarrona, pero Kaede no pareció inmutarse.
- Lo que te he dicho, no creo que sea algo carente de sentido. –soltó un suspiro.- En fin, sólo te digo lo que pienso. –con una varilla, removió los leños que mantenían encendida la pequeña fogata que las iluminaba.
El cielo salpicado de estrellas podía observarse al exterior de la cabaña de madera. La tranquilidad del ambiente era roto apenas por el cantar de grillos y unas pocas veces, por conversaciones de aldeanos que pasaban por allí muy de vez en cuando.
Kaede fijó su mirada en los leños, que lentamente eran consumidos por las llamas. El danzar del fuego y su luminosidad la distrajo un momento de sus preocupaciones.
Aquello no estaba marchando bien.
Lo que ella había planteado como una charla para hacer recapacitar a su hermana mayor, se estaba tornando peligrosa. Podía sentir su aura oscurecerse a medida que se enfadaba y ello no le estaba agradando para nada.
Su mirada se tornó seria y la dirigió a su hermana mayor, quien ahora la miraba impasible.
- Hermana, en realidad creo que ya no vale la pena... –notó que Kikyo le devolvía una mirada aburrida y molesta- Tú siempre tuviste un corazón cálido y ahora sólo dejas que el rencor te enceguezca... Sabes bien que por más que hallas podido encontrar un cuerpo para poder volver y que hallas podido hallar al muchacho, ya nada volverá a ser como antes…
- Sé que nada volverá a ser como antes, Kaede. –la anciana la miró, ligeramente sorprendida, pensando que quizá recapacitaría.- Ya nadie puede devolverme la vida arrebatada, pero eso no me importa. Lo que en verdad deseo, es que InuYasha vuelva a mi lado. No me importa si es que su amor por mí murió cuando encontró a esa reencarnación mía… ¿Acaso no sabes todo lo que sufrí por él? -Kikyo se levantó repentinamente. Su mirada mostraba un dolor profundo y su modo de hablar se torno melancólico.- ¿No recuerdas la vida miserable que tenía al estar sola en ese entonces? -Kaede la observó sorprendida, sin saber qué hacer o qué decir.- No. No. Por supuesto que no lo sabes. –su aura se puso peligrosamente oscura. Sus ojos reflejaban gran enojo.
- Eso no es verdad, hermana. –dijo Kaede en forma calma. Notó la gran tensión en el ambiente. Debía decir las cosas con el mayor cuidado posible.- Yo siempre te noté feliz. Tu bondad hacía que el pueblo no temiera casi a ningún peligro. Solías jugar con los pequeños de la aldea, y nunca noté un gesto de amargura en tu rostro. Eras feliz. Sé que lo eras. –bajó la mirada nuevamente a los leños- Todo comenzó cuando aquella mujer, la sacerdotisa Tsubaki, te aplicó aquel hechizo.
Kikyo soltó una carcajada. Su modo de reaccionar, no era el que la anciana esperaba. Kaede tuvo un mal presentimiento. Algo allí, no encajaba para nada…
- Es cierto. Me lanzó ese hechizo. –se sentó nuevamente en el suelo de madera, sonriendo, casi con los ojos cerrados.- Pero…
- ¿Qué sucede? -Kaede sintió un brinco en su corazón. Su pulso se aceleró... Se inclinó levemente hacia delante, esperando su respuesta.
- Muchas semanas después comprobé que aquello, no era nada más que uno de sus fraudes.
Kaede no pudo evitar soltar un leve grito de sorpresa.
- ¿Qué!
- Escucha. –su mirada penetrante se clavó en la de ella. Kaede supo entonces que lo que diría a continuación, no era nada para tomarse a la ligera- El hechizo de Tsubaki, si bien me afectó un poco, no sería nada relevante a lo que sucedería después.
- ¿Qué quieres decir con ello, hermana? -Kaede supo que esa pregunta estaba de más, porque lo que había dicho ella lo evidenciaba todo.
- Con ello, quiero decirte que lo que sucedería después con InuYasha iba a ocurrir de algún modo y otro. No importaba si la idiota de Tsubaki aplicaba el hechizo o no. Nuestro destino era estar juntos. –sonrió- Nuestro destino aún es estar juntos. –la anciana la miraba muy sorprendida, enmudecida. Kikyo sonrió para sí al ver su reacción. Se acercó a ella- Es por ello que debes entenderlo Kaede. Les guste o no, InuYasha me lo prometió. Me lo debe, después de todo.
Kaede bajó la mirada al suelo, sintiendo como pasaban una serie de imágenes (recuerdos ya muy antiguos) por su mente. Estaba por darle la razón a su hermana cuando recordó algo, muy importante.
- Ustedes tuvieron un pasado digno de recordarse hermana. –la sonrisa de Kikyo se amplió.- Como todas las relaciones, tuvieron sus altos y sus bajos.
- Es cierto…
- El peor de ellos, fue cuando conociste en ese entonces a aquel bandido, Onigumo. –la anciana la miró fijamente- Lo curaste con sumo cuidado, como hiciste con tantas otras personas. Le brindaste afecto y él se hizo falsas ilusiones desde su lecho… Después de todo, nunca podría estar contigo ya que en ese entonces estabas enamorada de InuYasha.
Kaede agarró nuevamente la varilla y removió los leños. Kikyo se sentó al frente de ella. Su rostro, antes sonriente, ahora reflejaba algo de molestia ante el repentino nombrado de dichos hechos del pasado. Se temía que lo que oiría a continuación, no le agradaría para nada.
-Después sucedió el percance con lo de la perla, la cual ibas a entregar a InuYasha… El mitad demonio recién surgido, Naraku les tendió una trampa a ambos que hizo que ambos se destruyeran mutuamente.
Kikyo bajó su mirada castaña a sus manos, las cuales aprisionaban fuertemente la tela de su ropa. Sus nudillos se habían puesto blancos ante tanta presión y sintió como sus manos temblaban ligeramente.
- Lo que yo quiero preguntarte, hermana, es… ¿por qué?
La mujer abrió mucho sus ojos castaños, algo sorprendida. Miró interrogante a su hermana. No comprendía a dónde quería llegar con ello.
- Si su amor fue tan sólido en ese entonces¿por qué cayeron en aquello? No comprendo… Ambos flaquearon ante un desliz presentado en el camino…
- Kaede, no seas tonta. –su aura se había oscurecido, y sus ojos echaban chispas- Ese maldito había tomado su apariencia… Yo confiaba ciegamente en InuYasha. Pero, al verle quitarme la perla de las manos y al decir aquellas palabras…
- Hermana, y tus poderes de sacerdotisa… ¿dónde quedaron? Tengo la plena seguridad de que puedes sentir las presencias malignas, incluso a muy largas distancias, antes de que aparezcan frente a ti… ¿No fuiste tú quien me enseñó de pequeña que las presencias malignas adoptaban múltiples formas…? -la mirada de Kaede reflejó lástima al ver a su hermana, y fue en ese momento en el que Kikyo se salió de sus casillas.
Kikyo se puso de pie, con los ojos centelleando de furia.
- ¡YA BASTA! -se acercó a Kaede a grandes zancadas y la miró con odio profundo- ¡No he venido aquí para que cuestiones mi modo de actuar! Querías respuestas. Pues, ya las tienes. Ahora tan sólo déjame en paz.
- Pero hermana…
- ¡KAEDE...¡Sólo te estoy diciendo que dejes el pasado en el pasado!
- Y eso es lo mismo que te estoy pidiendo yo, hermana. –su voz se tornó seria- Cuando algo muere, es incapaz de que vuelva a la vida…
Kikyo la miró, perpleja. Su aura era de un increíble color rojo.
- Y no sólo me refiero, a la vida que te fue arrebatada, sino a tu relación con InuYasha... –la muchacha frente así estuvo a punto de replicar, enfadada- Cuando falleciste, todos sufrimos mucho... No sabes cuánto me dolió. Y así mismo ocurrió con InuYasha. Lo sé… -su tono de voz bajó y se tornó muy triste. Tu muerte no sólo implicó una gran tristeza para todos¿sabes? Fue también, en ese momento, cuando la relación que llevaste con InuYaha finalizó.
Las palabras de Kaede le habían caído como un baldazo de agua helada al rostro.
'Fue en ese momento cuando la relación que llevaste con InuYaha finalizó.'
El tono pálido de la chica varió. Se puso de un rojo intenso. Estaba llena de furia.
- ¡ESO NO ES CIERTO! Él me lo prometió. Dijo que se quedaría conmigo… Dijo que me amaba… -su voz se quebró.
- No se conoce hasta dónde guía el corazón de una persona, hermana. –la anciana soltó un suspiro, apesadumbrado.
Hubo un largo e incómodo momento de silencio. Sólo se oyó el crepitar de la fogata. Allá afuera ya estaba muy oscuro.
La joven sacerdotisa se apoyó contra el muro de madera. Sintió un mar de emociones, de sentimientos indescriptibles… Lentamente, se dejó resbalar, mirando como ida las llamas danzantes. Su largo cabello de ébano se esparció por su espalda y suelo. Su aura disminuyó de intensidad. Sus mejillas volvieron a mostrar ese aspecto tan pálido de siempre. Sus ojos no pudieron evitar derramar dos lágrimas solitarias.
Kaede la miró de reojo. Fue cuando se arrepintió en parte por haberle hablado de esa manera.
Pero… debía comprender.
El aferrarse de esa manera a la idea de poseer al muchacho, la estaba lastimando demasiado. Y ello no la conduciría a ningún final bueno.
-Hermana… -el tono usado por la anciana era uno de auténtica tristeza- ¿No sabes cuanto me duele el verte en ese estado? Lo que estás haciendo no hace más que lastimarte…
Silencio.
- Puedo comprender tu manera de sentir. Sé que es duro, pero ya no vale intentarlo. –notó que su hermana tenía la mirada perdida en algún punto indescifrable.- Será mejor que lo dejes. –Kaede tomó aire y terminó por decir- Creo que ya es hora de que tu alma encuentre el descanso eterno…
Después de hablar, el ambiente quedó en completo silencio.
Ambas mujeres permanecieron en silencio. La más vieja se quedó observando las llamas de la fogata, pensando en todas las palabras dichas durante esa pequeña reunión. La otra, tan sólo tenía una mirada indescriptible. No se sabía si era de tristeza, enojo o de seriedad. Quizá, de sentimientos encontrados.
Segundos después, la joven sacerdotisa se puso de pie, y sin decir palabra, se marchó. Su hermana pudo notar antes de que su rostro se girase, cierta decisión en su mirada. Pero, no podía decir a ciencia cierta, cual sería su acción a tomar.
La anciana suspiró, abatida.
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Afuera, las estrellas del firmamento brillaban con fuerza. La luna se había ocultado.
Si crees que me rendiré de manera tan sencilla, pues, estás muy equivocada Kaede. –la mujer dirigió una mirada desdeñosa a la cabaña. Podía observar desde la ventana la poca iluminación de la fogata, la cual, minutos después pareció apagarse ante la repentina oscuridad del interior que se divisó.
Una brisa fría le acarició las mejillas. Sus cabellos negros se mecieron suavemente. Emprendió su camino, sin darse cuenta de una presencia, que la observaba desde lo alto de un árbol. La sombra sonrió.
- 'Mi estimada Kikyo... Casi puedo adivinar tus pensamientos, y ten por seguro que te ayudaré en lo que estás ideando…'
La sombra observó la delgada silueta desvanecerse entre lo espeso del ramaje. Segundos después, ésta también desapareció.
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Kikyo se recostó en el tronco del árbol, mirando a su hermana.
La anciana se encargaba ahora de cambiar el agua utilizada para bajarle la fiebre a la muchacha. Sus manos, a pesar de no ser tan hábiles como las de años atrás, procuraban hacer su trabajo lo mejor posible. Con ello, daba a conocer cuánto se preocupaba por ella, por la jovencita venida de la época futura.
La joven sacerdotisa, sonrió con melancolía. Y como una jugarreta de su mente, los recuerdos le invadieron…
De pronto, vio ante así, correteando a una pequeña, muy alegre. En sus manos llevaba flores. Sentada bajo el árbol donde ahora se hallaba, se vio así misma, sonriendo a la pequeña, la cual al notar su gesto, rió de contenta y se lanzó a sus brazos. La bella joven abrazó con gran cariño a su hermana, quien correspondió a su afecto.
Instantes después, se vio así misma, de ya más edad. Su mirada ya no mostraba ese candor de años atrás. Era más fría, más calculadora. Incluso para con su hermana, sus sentimientos se habían enfriado levemente... La escena que vio fue cuando se encontraba con Tsubaki, tratando de eliminar esa gran cantidad de monstruos. Su hermana se hallaba oculta, temerosa, pero convencida de que su hermana mayor lo solucionaría todo.
Por último, vio aquella fatídica escena en la que, intentando defender a su hermana de un demonio que la pequeña no había podido exterminar, lanzó una flecha, que además de eliminar al monstruo, trajo como consecuencia la pérdida de la vista derecha de la pequeña.
Sus ojos castaños se nublaron. Pequeñas lágrimas se asentaron en el borde de sus ojos.
De pronto sintió rabia ante su manera de reaccionar.
Malditos sentimiento humanos…
Con las mangas de su yukata, limpió sus lágrimas ferozmente.
Recordó que todo lo que había sucedido, eran simplemente por los errores que había cometido.
Incluso ahora…
Ella tenía conciencia que lo que estaba sucediendo y lo que estaba próximo a ocurrir, era en parte por su culpa.
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…………………..Fin del capítulo……………………………………………………….
