Para que no me olvides...
Escrito por Princess Sheccid
Disclaimer:
Esta maravillosa narración llena de aventuras, acción y romance, pertenecen sin duda a Rumiko Takahashi-sama. Su estupenda historia, aún inconclusa, ha inspirado a millares de escritores, que, como yo, intentan con su imaginación, dar fin a esa saga de aventuras...
Ante todo, lamento esta larga demora. Sería tonto tratar de resumir los motivos por lo cuales no he actualizado, ya son cosas que no estaban en mis espectativas... Lo siento. Es por ello, que trato de compesarlo con un capítulo un poco más largo... Espero que lo disfruten!
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Capítulo 10: Aquel lugar, donde nos conocimos...
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Viento frío y nubarrones negros… Malos presagios.
Su mirada se mantuvo dirigida hacia donde momentos antes estuvieron aquellas imágenes de aquel amargo recuerdo.
Sin siquiera notarlo, pequeñas lágrimas se habían deslizado por sus mejillas, primero muy pocas y luego, ya sin control. Sintió un vacío inmenso en el pecho y un dolor intenso en el corazón. Hace mucho que su mundo se había derrumbado, sin poder evitarlo, sin poder siquiera haber salvado algo.
Y ahora, por más que intentaba mantener al margen sus sentimientos, no podía…
Con mucha sutileza, las serpientes caza almas se acercaron a su frágil figura, rodeándola. La sujetaron firmemente, haciendo presión, pero sin dañarle. Lentamente, su cuerpo fue descendiendo a tierra firme.
Dicho espectáculo haría recordar a una imagen sagrada siendo transportada por fervorosos seguidores, cual procesión.
Más Kikyo no reparó en esos detalles sin importancia. Su mente era un amasijo de culpa, de ideas y de demasiados recuerdos.
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Sintió un frío helado calar sus entrañas.
Con cuidado, frotó sus manos entre sí, tratando de darse un poco de calor. Su cuerpo tiritaba inconteniblemente y sus ojos buscaban angustiados algún refugio cercano.
Sopló un vapor tibio sobre sus manos heladas. Ello no hizo más que calentarlas por unos breves segundos, pero no amortiguó su sentir.
- " Kaede… Lo que me has dicho no tiene nada de cierto. –recomenzó su caminata, totalmente sumida en sus pensamientos- InuYasha aún siente amor por mí y quiere estar a mi lado. Ese sentimiento es mutuo, y nadie puede cambiarlo… "
La reciente conversación con su hermana aún le atormentaba.
Sus palabras estaban grabadas como a fuego en su memoria y le estaban sacando de quicio. Su corazón se llenó de creciente angustia y su mente trataba de acallar sus salvajes latidos con pensamientos que ella consideraba ciertos.
Sabía que ella y tan sólo ella tenía la razón.
- "Fue por él que hice tantos sacrificios. Fue incluso por esa razón que utilicé esa flecha para sellarlo… No quería que él muriese. Yo… "
Sus pasos se aceleraron, así como los latidos de su corazón.
- " Yo… no quería…"
Un viento helado había empezado a correr desde hacía bastante rato. La mujer se abrazó a sí misma con fuerza, sintiendo mucho frío y cansancio.
-" … no quería que todo acabara de esa forma. "
Sus ojos se nublaron por unas gotas salinas que se empezaron a acumular. Con mucha amargura, se limpió ferozmente dichas gotitas con la manga de su yukata. Contuvo un sollozo. No terminaba de comprender el sentir humano.
Los sentimientos son tan complejos y difíciles de entender… Bastaba con ver una sonrisa que brotaba espontánea ante un gesto de cariño o la sensación de tristeza que se siente ante la partida de alguien. Se puede comprender una manifestación de dicho sentimiento, pero no se puede entender al sentimiento en sí.
Kikyo se detuvo en sus cavilaciones. Su pecho en verdad dolía y su cabeza comenzaba a hacerlo también. Un viento muy fuerte despeinó sus cabellos y ella contuvo un gemido de inmenso fastidio.
- " Maldita la hora en la que vine a parar aquí…"
Kikyo miró frustrada a su alrededor. Se abrazó a sí misma, mirando sin esperanza a su alrededor. Dio unos pocos pasos y se detuvo. Con extrema rapidez, sacó arco y flechas y apuntó a una dirección imprecisa.
- ¡Muéstrate!
El viento empezó a soplar con más fuerza. Arrastró unas pocas hojas secas. Silencio.
Kikyo miró recelosa a su alrededor, sin bajar arco ni flecha. Se mantuvo en silencio, esperando el repentino ataque de una bestia salvaje o algún monstruo. Esas eran las usuales trampas que solía poner el semidemonio, Naraku.
Pasaron unos minutos. No ocurría nada fuera de lo normal.
Kikyo soltó un suspiro. Guardó el arco y la flecha.
- Si hubiese sido el maldito de Naraku, hace ya bastante tiempo que hubiese venido a jactarse de sus poderes.
Parte de su angustia desapareció al recordarle. Sus labios se curvaron en una sonrisa socarrona.
Pero aquel estado de breve satisfacción, no le duró demasiado. Apenas hubo guardado el arco con la flecha, la presencia había aprovechado y se había acercado a ella.
Con ferocidad, aprisionó su cintura con un brazo, y con el otro, hizo presión sobre su delgado cuello.
Ella soltó un gemido, dolorida.
- ¿Qu…?
Trató de girar el rostro para vislumbrar a su captor, pero fue su risa lo que la dejó inmóvil.
- Te has confiado sacerdotisa…
Kikyo se quedó inmóvil, turbada. Sintió la fuerza de sus brazos de manera aterradora.
- ¨ Pero… ¿Cómo? Yo… no sentí su presencia venir… ¨ -su cuerpo empezó a entumecerse ante la fuerza que el otro ejercía. Trató de moverse locamente de entre sus brazos, tratando de escapar. Gimió… Se sintió muy débil...
InuYasha se rió de buena gana al ver sus vanos intentos por soltarse.
- ¿Qué sucedió? - le dijo con sorna- ¿Es que acaso esos poderes tuyos ya no sirven para nada?
La mujer soltó un grito de dolor y frustración.
- Eso demuestra que el cuerpo que posee se está desgastando… -dijo repentinamente una tercera voz, complacido de ver la escena- Pronto, de ti no quedará más que tierra y cenizas.
Kikyo miró a su captor con lágrimas en los ojos, sintiéndose inmensamente vulnerable. Él sería una de las últimas personas de la que esperaría esa acción… Sabía de su cambio, de la apertura de su corazón al resto, de su decisión de quedarse como semi demonio.
Todo gracias a aquella muchacha…
Su rostro se contrajo de ira. La odió. Su solo recuerdo le hizo doler inmensamente el corazón. Por un momento, deseó que ella desapareciera.
Naraku, desde un punto cercano, miraba interesado, hasta bastante divertido, los cambios de expresión de su rostro. Una sonrisa hizo que sus labios se curvaran.
- Es por eso que yo me deshice de todo ese sentir humano. Vuelve a los seres humanos tan inútiles… Son esclavos de sus sentimientos.
La mujer dio un respingo al oír aquella voz.
Sus ojos castaños, antes impregnados de profunda tristeza y enojo, se tornaron llenos de ira, de odio hacia aquel ser.
Su mirada buscó la presencia, furibunda, sintiendo que de repente recobraba fuerzas. Propinó un codazo al muchacho que la mantenía capturada y aprovechando el momento de desconcierto, ella se liberó. El muchacho la miró divertido, pero ya no se acercó a ella.
Ella sacó su arco y lo dirigió a la dirección donde había oído la voz.
- ¡Muéstrate!
La figura del semi demonio apareció justo delante de ella. Mantenía una sonrisa socarrona en su rostro.
- Los sentimientos son tan sólo un estorbo. Hacen bastante vulnerable al ser humano y al final siempre lo terminan lastimado. Pero…
Kikyo lo miró con fiereza y lo apuntó con la flecha. Dejó a InuYasha de lado, pero lo miraba recelosa, temiendo un repentino ataque por parte de él. Naraku sonrió.
- En tu caso, me será de mucha utilidad…
Kikyo lo miró con odio intenso, y soltó la flecha. Ésta describió una recta perfecta, dirigiéndose al cuerpo del semi demonio. Naraku tan sólo rió. Apareció un campo de energía, el cual absorbió la flecha, e instantes después, para gran sorpresa de la mujer, se la devolvió.
Esta paso rozando su mejilla, haciéndole un corte en el acto. Algunos mechones de ébano fueron cortados. Un sonido sordo escapó de sus labios. Se quedó de piedra.
- Tranquila, no te alteres. –su sonrisa se hizo más notoria- Aún no pienso matarte.
El rostro de Kikyo se contrajo en uno de furia. Rápidamente, llevó la mano a su espalda, buscando en su carcaj más flechas. Pensaba en atacar a ese maldito, quien trataba de jugar con sus emociones. Grande fue sorpresa al no hallar ni uno ni otro.
- Acaso… -la voz de InuYasha la sacó de su incertidumbre- ¿buscabas esto?
InuYasha le enseñó más allá el carcaj de ella en sus manos. Kikyo miró aterrada como él al instante lo hacía trizas con una mano. Su sonrisa en su rostro se amplió. Ella notó el brillo demoníaco de sus ojos.
¿En qué momento le había quitado sus únicas armas…?
- Eso no es lo que importa ahora Kikyo. Pero, si quieres saberlo, fue cuando me apuntabas con esa flecha, la cual después me disparaste…
- ¿Cómo sabes lo que yo…? -lo miró sorprendida, y algo nerviosa cuando notó que algo en la mirada de InuYasha comenzaba a cambiar.
- Una habilidad que tengo hace un buen tiempo… Y que me ha hecho reflexionar sobre lo que pensabas aquella noche en que te reuniste con tu hermana.
Kikyo no le hizo falta oírlo dos veces para recordarlo. En su mente se hizo un revoltijo de ideas y recuerdos confusos, pero, rápidamente pudo asociar el recuerdo a sus palabras.
- "¡No puede ser! "
- Creo recordar que aquella noche tenías el ferviente deseo de cambiar la situación en la que te encontrabas, y que debo decir, no te favorecía para nada… Tus palabras exactas fueron: 'O él me pertenece… o no es de nadie más'
Kikyo estaba anonadada.
Su sorpresa pasó a miedo cuando notó de repente la gran cantidad de energía maligna en el cuerpo de InuYasha. Se emanaba en todas las direcciones y Naraku estaba complacido de ver su obra.
La chica corrió hacia el muchacho muy angustiada y se aferró a su figura, con fuerza. Su corazón se encogió al ver en sus ojos ese brillo indeciso que aparecía antes de transformarse en demonio. Intentó purificar su esencia, concentrando sus poderes en aquella acción.
Sintió un dolor intenso atravesarle el pecho.
Había recibido un ataque por parte de él, lo cual le había dejado gravemente herida. Ella se separó de él temblorosa sintiendo que su visión se nublaba. Llevó una mano a su pecho, a la altura de la herida. Bajó la mirada y notó el color rojo intenso impregnarse en su yukata. Sintió perder el equilibrio. Cayó al césped.
El muchacho la miró burlón, sus ojos dorados brillando de puro gusto, mientras ella ponía una mano en la zona herida, con un gesto de inmenso dolor. La sangre que salía era abundante.
- ¡MALDITO! –él tan sólo reía. Fue como aquella vez, con Suikotsu. No hubo transformación.
Pero la diferencia con aquella vez hace cincuenta años, es que era ahora el propio hanyou quien la hería y no intentaba resistirse…
- "¿Qué sucede InuYasha…¿Por qué no reaccionas?" -estaba muy angustiada. En el borde de sus ojos, se habían formado lágrimas de dolor.
- Él no escuchará tus súplicas. –dijo Naraku de repente.- Hice que olvidara que alguna vez amó. Borré todos sus recuerdos… El corazón de los humanos es tan fácil de manipular… -Kikyo sintió como todo el mundo se le venía encima.- Al desaparecer a aquella muchacha de la época futura, todo fue más fácil. Al sentirse tan deprimido, fue fácil controlarlo. Desde ese momento, es que está a mis órdenes…
- Sacerdotisa... ¿no ibas a purificar mi esencia? - InuYasha interrumpió al semi demonio; la miró con burla ante los intentos vanos por parte de ella de ponerse de pie.- Eres patética. Ahora ni siquiera puedes moverte.
Ambos hombres escuchan como ella maldice por lo bajo su suerte. Kikyo intenta incorporarse, pero el dolor intenso en el pecho la obliga a permanecer en esa posición. Ambos se mofan de ella, al verla en ese estado tan lamentable. A ella, empiezan a formársele más lágrimas de puro coraje. InuYasha la empuja con su pie, quedando ella con la mirada directa a su agresor. Él suspira, fingiendo lástima.
- Es una pena. Ya que... -Kikyou observa con terror, como él muestra sus garras sin recelo y truena los dedos.- ...pensaba que eras mucho más fuerte. Ahora te toca pagar tu error.
Él la mira una vez más, ahora con desagrado.
- 'No eres más que una perra'
Kikyou cierra los ojos fuertemente, las lágrimas recorriéndole las mejillas sin obstáculo. Cuando él estaba a punto de consumar su hazaña, una voz le detiene.
- Déjala ir.
InuYasha se detiene, mira detrás de él, fastidiado. Ahora, sobre la rama de un árbol, Naraku miraba a la sacerdotisa con placer expreso en sus ojos.
- ¿No ves cómo llora? Está rogando por su miserable vida.
Una sonrisa socarrona apareció en su rostro.
- Si es que le puede llamar vida a ese estado patético en el que se encuentra…
Naraku amplió su sonrisa y segundo después desapareció.
InuYasha luego de ello, se giró, con las manos dentro de las mangas de su haori y empezó a caminar, alejándose del cuerpo de la sacerdotisa.
No me rendiré tan fácilmente, InuYasha.
El aludido, al escuchar su nombre se detuvo y volteó a mirar a la sacerdotisa con desdén.
Aún así me cueste la vida, te sellaré.
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Sus pies tocaron suavemente tierra.
Su mirada se dirigió una vez más a la cabaña. La anciana velaba por la chica herida; en su mirada se notaba claramente gran preocupación. La chica ahora estaba calmada, pero su gesto dolido no variaba.
- Fue entonces cuando llamé a aquella chica, Kagome.
Su delgada silueta fue perdiéndose en la espesura del bosque, a medida que comenzaba a caminar.
- Tengo fe de que ella podrá detenerlo… -una última imagen, algo borrosa se forma en su mente. Se trata de InuYasha, quien la abrazaba con ansiedad, al bajar de la balsa en la que anteriormente viajaban.- InuYasha… No quería que todo acabara así… Yo aún…
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Oscuridad.
Una completa oscuridad se manifiesta a su alrededor. Trata de vislumbrar algún pequeño rezago de luz, más no percibe nada.
Avanza a tientas, llama insegura a sus conocidos. Su voz resonaba, pero nadie respondía a su llamado. Siente una gran opresión a su pecho. No sabe por qué hay tanta oscuridad.
- InuYasha…
Es lo último que escapa de sus labios temblorosos, antes de echarse a llorar. Se siente muy vulnerable, y todo su dolor y angustia contenidos los deja escapar por medio de esas lágrimas cristalinas.
- No llores, Kagome.
Ella levanta la vista, esperanzada y ante ella surge el brillo de dos ojos amarillos, observándola, acariciándola con aquella mirada llena de ternura De pronto, una leve luz ilumina todo a su alrededor. Pero, ella no lo nota… Su mirada está fija en él.
- No llores. –le repite él, y sonríe dulcemente. La punta de sus dedos se acercan a ella lentamente y limpian con delicadeza sus lágrimas. Ella se aferra a su mano con desesperación, la acerca a su rostro. Su tacto le parece tan real… - Todo estará bien.
- Quédate conmigo. No te alejes de nuevo. –le dice ella suplicante.
Se acerca a él y lo rodea con sus brazos. Él le corresponde con fuerza. El tiempo parece detenerse para ellos. Ella hunde su rostro en su pecho, y sonríe. Siente que renace en su pecho sus esperanzas y la felicidad.
Mas nada es eterno.
Él se separa, sin realmente quererlo. Se le nota muy preocupado. Los ojos de ella lo escrutan con tristeza. La mirada de él se torna melancólica y gira la cabeza. Su rostro manifiesta el deseo de decirle algo, pero…
- Es momento de marcharme.
- ¡No, por favor! -ella se aferra a su figura. Él mudo, tan sólo le acaricia el cabello, inquieto, sabiendo que su tiempo se había agotado…- Quédate a mi lado… No me dejes sumida nuevamente en esta tristeza. –sus ojos apenas pueden contener las lágrimas- Quiero estar a tu lado… Yo…
Él sin previo aviso, se acerca a ella y la besa. Con ello acalla sus súplicas, aquellas que le hacen sentir tan miserable… La besa por largo tiempo, y en aquel beso sintió el sabor salado de sus lágrimas. Ella le corresponde, medio feliz, medio sollozando. Sabe que no se quedará con ella…
El muchacho le da unos besos cortos, dulcemente, antes de separarse de ella. Ella le mira con tristeza infinita, y entre hipidos ella le suelta un te quiero.
Él nota sus mejillas sonrojadas y sus ojos brillantes y cree que es la visión más hermosa que ha tenido en mucho tiempo. Repentinamente, su cuerpo, antes tan nítido, comenzó a desvanecerse. Parecía ya no ser de ese mundo…
- ¿Cuándo podré volverte a ver? -pregunta ella, con lágrimas en los ojos.
Él odia verla llorar, y más cuando sabe que es por su culpa…
Y a pesar de lo que se había prometido… Se rindió a su corazón.
- Ven esta noche, al bosque... Al árbol donde nos conocimos –una sonrisa melancólica brotó de sus labios- Yo estaré esperándote.
Su cuerpo se desvaneció, y lo último que escuchó Kagome de sus labios, fue un Te amo.
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Cargó con cuidado los utensilios que necesitaba.
Una vez que tuvo todo, se dirigió a la habitación de la enferma. El zorrito parloteaba alegre a su lado, pero ella no le prestaba atención. Siempre lo había hecho, pero esa noche algo ocupaba sus pensamientos.
Había visto aquella tarde a su hermana.
Fue por unos breves segundos, pero no cabía duda de que era ella. No entendía la razón de aquella mirada tan dolida, tan melancólica… La había estado mirando desde hacía buen rato, pero no fue hasta que algo en su energía varió, cuando se dio cuenta.
Quizá su cuerpo hecho de barro ya se había desgastado, era su tiempo de marcharse.
Sus energías se habían debilitado considerablemente, y su aura podía detectarse con relativa facilidad. Ello la haría presa de muchos peligros…
Kaede negó con la cabeza. Quería olvidar ello por ahora, necesita despejarse un poco…
Levantó la esterilla que servía de puerta e ingresó a la habitación de la enferma.
Shippo soltó un grito aterrado.
- ¡Ya no está!
Y como confirmando los temores de la anciana y el pequeño, vieron un revuelto de sábanas sobre el futón, sobre el que antes estaba descansando el cuerpo de la chica. Sus ropas habían desaparecido, así como su arco y su carcaj de flechas.
No dudaron en salir a buscarla. La llamaron muy preocupados, a grandes voces, inútilmente. Su aura se había desvanecido, no podían detectarla... El pequeño se echó a llorar...
Afuera, había una hermosa noche sin luna.
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…………………..Fin del capítulo……………………………………………………….
