Por todo
Varias de las chicas presentes miraban la escena con reprobación, sorpresa y hasta horror; unos cuantos chicos de Hufflempuff se marcharon sin enterarse de nada. A pesar de esos casos aislados, la totalidad de los alumnos de séptimo estaban encantados: todos parecían coincidir en que esa era la perfecta compensación a una mañana aburridísima en los invernaderos.
Los que presenciaron la escena desde el principio contaron más tarde que, en un primer momento, James trató de intervenir pero que Lily (la prefecta más estricta en la historia de Hogwarts) le había echado los brazos al cuello e impedido hacer nada. Peter llegó a decir que hasta lo había amenazado con restarle puntos si se metía.
Fueron los gritos de la profesora Sprout, que vociferaba amenazas y advertencias pero que no podía atravesar la masa de alumnos que rodeaban a los contrincantes, lo que atrajo a Hagrid. En cuanto el inmenso guardabosques vio lo que estaba ocurriendo por sobre las cabezas de la multitud, tronó en un grito de alto que consiguió que los curiosos se apartaran más rápido que si hubiera aparecido el mismísimo Albus Dumblendore.
En dos zancadas estuvo junto a los combatientes y, tomándolos por el cuello, los separó entre regaños:
–¡Vergüenza debería darles!... ¡Dos buenos amigos como ustedes!
Los dos muchachos jadeaban mirándose con enfado, sin prestar la más mínima atención a las palabras del gigante o a los retos de la profesora (que fue la única vez que se la vio tan enojada como para restar la exorbitante suma de veinte puntos a cada uno).
Remus tenía un golpe que comenzaba a oscurecerse junto al ojo derecho y un hilo de sangre le caía por la frente desde el pelo. Sirius, por su parte, tenía un tajo en la ceja que más tarde le dejaría cicatriz (según la enfermera, el polen de alguna de las muchas plantas que habían aplastado le debió entrar en la herida pero, como no se podía saber cuál, no se podía remediar) y el labio partido que no conseguía atenuar la sonrisa socarrona: cualquiera hubiera dicho que, antes de que los separaran, iba ganando en lugar de haberse encontrado boca arriba, con Moony sentado sobre él, inmovilizado.
–¡No entiendo que les pasa últimamente! –le dijo James a su novia después de que todos se hubieran marchado– ¡Se pelean por todo!
Lily lo miró extrañada, como midiendo si aquello era un chiste o no.
–Sí, James –respondió con cierta nota de ironía en la voz–... por todo.
