Todos los personajes pertenecen a Rick Riordan igual que el texto en negrita yo solo los usaré para este fic sin fines de lucro.
N/A: Capítulo wiii ~
—se va a a morir ahora si —
A la mañana siguiente Jason sintió que alguien invadía su cama y su espacio personal. Abrió los ojos perezosamente y con lo primero que se topó es con unos orbes negros, grandes y redondos devolviendole la mirada. Se asustó e iba a atacar por instinto pero su brazo estaba paralizado, sintió un peso sobre él. Sus ojos trataron de adaptarse a la luz.
— ¿Percy? — pregunto con voz ronca, a la mata de cabellos negros que estaba recostado en su brazo, este solo se movió y quedó boca arriba, su peluche de tiburón estaba encima del pecho de Jason. El rubio se movió lo mejor que pudo tratando de no despertar a Percy.
— ¿No lo habías dejado en su cama? — pregunto Will viendo a los dos con un cepillo de dientes en la mano, su cabello estaba mojado. Evidenciando que el hijo de Apolo acababa de salir del baño. Sus demás hermanos también estaban despiertos a diferencia del resto de campistas.
— Si — respondió extrañado mirando al pequeño que dormía muy cómodo en su cama, le dejo su peluche a un lado y como por instinto se giró a abrazarlo ¿En qué momento había llegado Percy ahí?.
— Los renacuajos cuando están asustados suelen buscar dormir con alguien más — Nico bostezo después de decir esto mientras se frotaba un ojo. Los dos rubios se lo quedaron viendo, bueno la verdad ninguno de ellos había tratado con hermanos pequeños, no al menos de la edad de Percy así que no sabían mucho del tema.
Nico terminó de levantarse de la cama y comenzó a buscar sus cosas para alistarse. Había tenido pesadillas la noche anterior, no sobre aquel lugar, pero si fueron bastante terribles. El ver a Bianca y saber que seguía ahí, estaba haciendo que todas las cosas que creía olvidadas volvieran. Se baño con agua fría tratando de sacar todo eso de su mente, cepillo sus dientes y salió del baño.
— ¿Vamos a desayunar sombritas? — propuso Will con una gran sonrisa. Nico solo rodó los ojos mientras Jason lo miraba con un pequeño Percy en sus brazos que cabeceaba de sueño.
— Si Nico, ve a comer. Lo necesitas — comento el rubio mirándole fijamente como si esperara que dijera que no para soltarle otro regaño tipo madre. El azabache de ojos oscuros se rindió y caminó junto a Will. — Ahora, tu debes entender que no puedes meterte en mi cama — miraba al niño en sus brazos.
— Es que el espantapájaros me asusto — murmuró haciendo un puchero y poniendo ojitos de foca bebé mientras sostenía su peluche de tiburón. Jason se rindió y no dijo más mientras lo ayudaba a asearse y cambiarse de ropa junto con los vendajes.
Cuando salieron a desayunar, en las mesas solo estaban los campistas, las cazadoras y la reina amazona. Los dioses no estaban. Supusieron que debían tener el juicio de los reyes antes de empezar el nuevo libro.
— Es tan tierno — murmuraba Piper mirando como Percy restregaba uno de sus ojos con su pequeño puño.
— Dice que un espantapájaros lo asustó y terminó durmiendo en mi cama — terminaba de contar Jason mientras le servía comida a Percy y ponía más jugo al vaso de Nico, mismo que solo lo veía con los ojos entrecerrados porque había logrado convencer a Will de no darle jugo y venia él y le servía de todos modos.
— Octavian — gruño Hazel rodando los ojos — Tuvo que haber soñado con su horrible cara, pobrecito — le sonrió a Percy que estaba más que feliz comiendo todo lo que tenía a su alcance.
— Bueno lo que podemos sacar de lo de ayer a hoy, es que las moiras si nos trajeron una pequeña sorpresa — señaló Annabeth mirando a Percy que se la quedo mirando. Vaya, su novio ahora tenía siete si no estaba mal — Perseus ¿Cuántos años tienes? —
— Yo, tengo estos muchos — levanto los cinco dedos de su mano izquierda y dos de su mano derecha.
— Esos si que son muchos años — dijo Will con dulzura, misma que hizo que Nico lo vea mal y este levanto las manos inocente.
— ¡Si! — respondió el pequeño animado y sonriéndole al rubio — Los cumpli hace unas semanas — levanto sus manos al aire.
— ¿Y qué traes en esa mochila? — pregunto suspicaz Leo que había estado muy callado viendo que el traía la mochila con la que había aparecido ayer a sus espaldas.
— Es un secreto — declaro con firmeza, esto solo le daba más curiosidad al latino.
— Bien, ya deja en paz al niño Leo — regaño Piper mientras golpeaba su mano que estiró para tomar la mochila del niño, la curiosidad por saber que tenía dentro le estaba matando.
— Pero ¿Nos dirás el secreto? — Leo le hacía ojitos al pequeño Percy. Este le dio una mirada y una sonrisita y nego con la cabeza mientras se llenaba la boca de hot cakes.
— Déjalo en paz latino — gruño Thalia acercándose a ellos — No dejes que coma más azúcar o lo tendrás todo el día saltando por ahí — advirtió alejando de Percy los cupcakes que se estaba devorando a escondidas, le dio una mala mirada a la teniente de las cazadoras — No me mires así, mejor come más fruta —
— Tú, no me agradas — la señalo con su pequeño dedo y ella sonrió de lado.
— Pues te acostumbras enano — ella revolvió su cabello y miro al rubio que solo suspiro mientras limpiaba las mejillas de Percy.
— No me puedes culpar de nada, no se nada sobre cuidar niños — termino de limpiar el rostro de Percy mientras este tomaba más fresas ya que le habían quitado sus cupcakes.
— Aprenderas — desestimó el tema con una mano mientras se sentaba a lado de Annabeth — Tenemos que hablar sobre el otro niño que llegó —
— ¿quién? — pregunto Annabeth mirándole con el ceño fruncido, ella susurró unas cosas a su oído y a Annabeth se le nubló la vista mientras asentía.
— Tal vez para el almuerzo, creo que tienes cosas en que pensar — susurro Thalia antes de levantarse para irse — Y no te dejes convencer por sus dulces ojos, saben como manipularte — le dijo a su hermano antes de alejarse y este solo asintió.
Dentro del coliseo de juicios se encontraban los dioses, los Olímpicos estaban en sus tronos, los dioses menores se encontraban donde se solían sentar los mestizos para la lectura y en medio de todos había tres de los Olímpicos esperando su juicio. Hera y Zeus estaban arrodillados y atados con cadenas doradas, Atenea estaba de pie aguantando estoicamente lo que estaba por venir.
De la nada, una gran luz blanca se hizo presente delante de los dioses, tanto que casi los cegó. Tuvieron que cerrar los ojos hasta que esta bajo su intensidad. Cuando volvieron a abrir los ojos, habían tres tronos delante de los acusados y tres mujeres sentados en ellos, llevaban túnicas negras y sus rostros cambiaban de ancianas a mujeres jóvenes e incluso bebés. Eran las moiras mostrando su gran poder delante de ellos.
—Dioses —dijeron las tres al mismo tiempo, todos se acomodaron en su asiento, ellas fijaron la vista en los tres dioses que tenían en frente —Les dejamos una orden, solo leer los libros y no causar tal desorden, estos tres han desobedecido y tendrán su castigo —
—¡Soy la reina! ¡No pueden hacerme esto! ¡Estoy por encima de ustedes! —comenzó a vociferar Hera.
—A callar —dijo una de las tres mujeres mientras movía su mano y la boca de la diosa quedó cerrada inmediatamente.
—Has cometido una falta imperdonable a nuestro mandato —dijo la del centro.
—Ustedes serán los dioses y los reyes del Olimpo pero de nosotras dependen todos sus destinos —dijo la de la izquierda alzando tres hilos dorados.
—Tenemos una tarea que debemos continuar —dijeron las tres cada una tomando un hilo dorado mientras los dioses veían con expectación y los tres del centro con temor, aunque una de ellas parecía quejarse con la boca cerrada —Una reina que a perdido su sentido no puede gobernar, así que en una semidiosa te convertirás —hablo la mujer de la derecha mientras tomaba el hilo dorado que pronto comenzó que perder su brillo.
—Deberás aparender los sacrificios que los hijos de tu familia deben hacer —seguía hablando mientras una luz dorada envolvía a la reina de los olímpicos que se removía incomoda como si eso doliera. Pronto en lugar de la mujer que antes fuera había una muchacha de unos catorce años, no muy poderosa de cabellos negros largos y ojos azules.
Hera veía su nuevo cuerpo horrorizada, quería gritar y farfullaba un montón de cosas pero no podía su boca seguía sellada y sus manos aseguradas por las cadenas doradas que se auto ajustaron a su nuevo y delgado (sin mucho desarrollo) cuerpo.
—Un rey sin justicia no puede seguir al mando, de tus acciones aprenderás y lo mismo que tu hija tu sufrirás —hablo la del centro sosteniendo un hilo dorados que pronto comenzó a perder su brillo.
—¿Qué es esto? ¿Qué? —comenzó a decir Zeus que hasta ahora se había mantenido callado pero pronto comenzó a gritar y una luz a envolverlo, se retorcía en el suelo. Cuando la luz se disipó dejó ver a un muchacho de unos trece años de cabello negro y ojos grises, bastante delgado y nada poderoso —¿Qué me ha pasado? —
—No has valorado a tus hijos lo suficiente, sigues pensando en venganzas a personas inocentes. Todo lo sucedido no es más que culpa de tus acciones inconsecuentes —dijo la de la derecha mirándole con reproche y el nuevo Zeus solo agacho la cabeza —Pero para la líder de todo esto, también un castigo habrá. No has atacado de frente pero bien que tramaste el plan, así que las consecuencias de tus planes has de pagar —
—Lo acepto mis señoras —se arrodillo frente a ellas y pronto la luz la envolvió, aguanto el dolor de su cambio y pronto quedo una muchacha de cabellos negros de unos quince años, ojos grises.
—La inmortalidad es algo que se les dio por nacimiento, más ninguno a tomado bien esa responsabilidad. Ninguno es inmortal, esperamos comprendan lo que quisieron mal, el sufrimiento de los actores del libro habrán de aguantar —terminaron por decir las tres y pronto a los tres nuevos semidioses los pusieron en una esquina y vieron a los dioses que quedaban.
—El Olimpo no puede quedar sin reyes ¿Quién nos mandara? —murmuró Hestia viendo con preocupación a los nuevos adolescentes dos de ellos con la cabeza abajo y a la otra aún queriendo ser libre de sus ataduras.
—Tranquilidad mi querida diosa del hogar —le sonrío la mujer de la derecha dejando solo un rostro joven igual que las otras dos.
—También hemos pensado en eso —hablo la del centro y la mirada de las tres se dirigió hacia cierto Dios que miraba muy atento su arma de poder no queriendo enterarse de nada.
—De los dioses más antiguos, un nuevo rey ascenderá y otra diosa igual de antigua con el reinará —dijo la de la derecha moviendo su mano y tomando dos nuevos hilos dorados de las madejas.
—Poseidón, dios de los mares. Podrías dignarnos con tu presencia en el centro —hablo la del centro sin mirarlo, este solo suspiro y se levanto. El resto de dioses solo veía todo con absoluto silencio.
—Mis señoras —hizo una reverencia ante ellas.
—Lo dijimos el día en que Cronos cayó. Solo aquel dios que verdaderamente lo derrotó es quien tiene derecho a ser el rey de los Olímpicos —dijeron los tres viendo fijamente al Dios de los mares que en un principio las veía erguidos pero a medida que hablaban parecía incómodo.
—Ya he dicho, que ese día fue Zeus quien le despedazo —se atrevió a hablar y todos se le quedaron viendo.
—Pero fuiste tu quien dio el golpe que logró desconcertarlo para eso lograr —Las tres le señalaron con sus dedos índices —El Olimpo necesita un nuevo rey, un rey que debió tener hace eones pero que no acepto —Más de uno se vio sin comprender, excepto por los dioses más antiguos.—Volvemos a preguntar ¿Aceptas ese encargo o dejaras que el Olimpo caiga? —
Poseidón se las quedó mirando, el tenía suficiente con su reino, no quería más. Miro a todas partes y lo único que encontraba era miradas de dioses desesperados por un nuevo líder, uno que no fuera como Zeus o Hera.
—Acepto.
—Has decidido bien —dijeron las tres mientras comenzaban a trabajar en uno de los hilos, los dioses festejaban por lo bajo desde sus lugares. Tenían un nuevo rey, uno que seguramente les dejaría estar un poco más de tiempo con sus hijos. Pronto una luz cálida envolvió a Poseidón y una pequeña esquela dorada en forma de corona apareció en su cabeza.
—Has decidido bien, esperemos que reines con honor y gloria, que los aires de poder no se suban a tu cabeza y no tengas ínfulas de grandeza —recomiendo la de la izquierda mientras Poseidón asentía y simplemente volvía a su lugar —Ahora mi pequeña diosa del hogar —le sonrió a esta que solo se la quedo mirando.
—Hestia, cuidadora de la llama que mantiene unidos a todos en el mundo. La diosa más importante y más olvidada del lugar —dijeron las tres haciendo que ella enrojezca y aparezca en el centro de todo —El Olimpo necesita una reina, alguien que tenga que ver por esta familia. Necesitamos de ti, si es que así nos concedes —
—¿Yo? —abrió mucho los ojos, habían dicho que era la más importante.
—Alguien debe cuidar de los olímpicos y de la esferas de Hera, hasta que ella aprenda su lección —Dijo la del centro mirando a la diosa del hogar —Preguntamos hoy ¿Quieres reinar junto a tu hermano? Algo que por ser la mayor y por derecho te correspondía —
Ella miró a todas partes y al igual que Poseidón solo encontró miradas de dioses ansiosos porque ella aceptara.
—Acepto.
—Hestia, diosas del Hogar, reina de la esperanza de todos, cuidadora de la llama que mantiene caliente los corazones de todos. Salve a la nueva reina de los Olímpicos y Salve al nuevo rey de los Olímpicos también —dijeron las tres mientras trabajaban en el hilo dorado y pronto sobre Hestia al igual que de Poseidón aprecio una pequeña Corona —Los tres dioses castigados tienen los libros para cambiar y su inmortalidad será de vuelta pero si vuelven a atacar un nuevo castigo recibirán —Las tres desaparecieron tal como aparecieron.
—Salve al nuevo rey —se medio burlo Hades para romper el silencio que se había instalado en la sala. Poseidón como el rey maduro que era le saco la lengua.
—Bueno señor nuevo rey —se burlo Anfitrite haciendo que su esposo la vea y niegue con la cabeza —Creo que hay que hacer algunos cambios ¿no? —Poseidón pareció recordar eso.
—Es verdad —asintió y miro a Hades que se lo quedo mirando —La sala de los tronos estará lista mañana, si es que Atenea no estaba mal con los planos —La nombrada levantó la cabeza y lo vio con reproche mientras el sonreía burlón. No importaba que fuera el nuevo rey, el seguía siendo un cerebro de coral —Creo que habrá que añadir un trono más y corregir otros ¿no? —
—¿Un trono más? —preguntaron Hades y Zeus al mismo tiempo. Poseidón sonrió.
—Por supuesto que un trono más, yo no voy a reinar solo y lo primero que necesito es a mi hermano mayor a mi lado —vio como los ojos de Hades se abrieron mucho y pronto parecía querer hacer demasiadas cosas a la vez.
—¿Mi/Su trono? —volvieron a hablar los dos uno casi al borde del llanto de la alegría y el otro altamente sorprendido.
—Si —se limitó a contestar Poseidón y luego miro al pequeño Zeus —Siempre te dije que me parecía mala idea hacer caso de Hera y no dejarle venir al Olimpo —el antiguo rey bajo la cabeza y vio de soslayo a Hera que aún trataba de hablar y de soltarse —Pero bueno, creo que ya hemos perdido bastante tiempo. Es mejor que sigamos la lectura —
—¿Estás seguro Tío rey Possy? —pregunto Apolo algo dubitativo mientras los dioses menores se iban poniendo en sus tronos.
—Claro que si —en realidad no estaba nada seguro de querer oír como su hijo se metía en más peligros pero sentía que debía terminar lo más pronto posible así seguro pronto también le traían al Percy real. Aunque también tenía un ligero inconveniente con el pequeño Percy.
—Pueden entrar —Anuncio Tritón a los campistas. Todos comenzaron a entrar sin más dentro del salón.
Las cazadoras se veían las unas a las otras porque unas eran fieles a Thalia pero otras a Zoe así que por ahora tenían una división entre ellas mismas. Otro que tenía conflictos y una división pero interna era Luke, en sus manos estaba la daga que alguna vez le dio a Annabeth pero ahora no sabia como dársela, o si la aceptaría de vuelta.
Jason en cambio tenía otro dilema, uno de cabellos negros alborotados que no dejaba de hacer preguntas de todo ese lugar y sobre todo lo que veía. El rubio agradecía tener mucha paciencia y se preguntaba si el había sido así de pequeño, recordar su niñez no era agradable así que no lo pensó demasiado.
—¿Entonces los dioses existen? —preguntaba el pequeño mientras abrazaba su tiburón y al cuello de Jason.
—Si y uno de ellos es tu papá —admitió despacio el rubio llevándole en brazos dentro de la sala. El pequeño Percy por alguna razón se lo creía, aunque este era el sueño más largo y extraño que había tenido en toda su corta existencia.
Aunque siempre recordaba las palabras hirientes del Apestoso Gabe, él solía decir muchas veces que su padre debía ser un bueno para nada y que era su culpa que se haya ido. A veces el solía pensar que él tenía razón pues todos decían que era un mal niño y tal vez por eso su papá no lo quiso y dejó a su mamá.
—¿Quieres conocerlo? —preguntó el rubio sacándole de sus pensamientos. Percy se recostó bien en su hombro y negó con la cabeza, no quería decepcionar a su papá como ya lo hacía con su mami. Aunque ella decía que no lo hacia. —Esta bien, tal vez después —el rubio se detuvo en medio de los tronos de los dioses.
Percy levantó la cabeza y miró lo que veían todos, había personas que irradiaban mucho poder ahí sentadas en sillas muy distintas a donde estaban sentándose los demás. Lo que el no se espero ver es una cara conocida y que alrededor de esta estaban muchas chicas.
—¡Hermana! —grito antes de bajarse de los brazos del rubio y salir corriendo hasta la persona que el conocía, aunque no se explicaba como estaba aquí. Bueno tal vez porque según él era un sueño. Corrió y se abrazó a la cintura de ella.
Todos dejaron de moverse y acomodarse para ver la escena. Pequeño Percy estaba abrazándose a nada más y nada menos que una estupefacta Artemisa. Los dioses no sabían que hacer y no se explicaban porque el pequeño parecía conocerla.
—No has vuelto —murmuró haciendo un puchero y viendo con los ojitos aguados a la diosa que como siempre solo aparentaba doce años —Mamá dijo que te fuiste lejos con papá ¿Ya no me quieres? —parecía estar al borde del llanto.
—Claro que te quiero pequeño —la diosa tenía una expresión relajada mientras pasaba sus manos por su cabello. La verdad seguía sorprendida de que el la conociera de algo. Pero actúo de forma conveniente, no podía decirle que no le conocía —Solo que debía irme porque debías crecer y ya no me necesitabas —lo tomo en sus brazos y lo alzo.
—No es verdad, yo aún te necesito. Yo no soy fuerte, yo no puedo defenderla —Percy rompió en llanto y ella lo abrazó con fuerza.
—Claro que lo eres, eres muy fuerte y muy valiente. Estoy segura que ella está a salvo contigo mi pequeño —susurro a su oído tratando de contener todo su dolor.
Poseidón al principio se impresiono bastante pero después simplemente veía la escena con suma tristeza, ya se imaginaba porque su pequeño hijo conocía a la diosa de la Luna. Los demás lo estaban sospechando, mientras que Dos rubios veían la escena entre divertidos y algo contrariados, Artemisa era la diosa de los partos y por ende de los niños pequeños. En especial de los que eran maltratados.
—Ahora que nos calmamos —Ella le limpió el rostro con su mano —Te voy a presentar a alguien y vamos a curar un poco esas heridas ¿está bien? —Percy se lo pensó, no podía decirle que no a su "hermana" así que asintió —Apolo —llamo suavemente haciendo que el Dios del Sol sacuda la cabeza y avance hacia ella —Bien, Percy, te voy a presentar a mi molesto gemelo. Apolo —
—¿Cómo el Dios del sol? —murmuró limpiando el resto de las lágrimas en sus mejillas.
—Ves eres un niño muy listo —beso su mejilla haciendo reír al pequeño y que Apolo se la quede mirando extrañado. Ella cuidaba de los niños, si, pero nunca le había visto comportarse así con uno.
—Hola Percy —se acerco con su mejor sonrisa hasta él —Yo soy Apolo y te voy a curar ¿esta bien? —El pequeño miro a Artemisa y esta asintió, entonces hizo lo mismo.—No te dolerá —paso sus manos por su pequeño cuerpo y curó las heridas más urgentes —Después te haré una revisión en mi consultorio ¿esta bien? —
—¿Eres doctor? —los ojitos verdes le miraban expectante mientras se abrazaba a Artemisa. Apolo río ante esto, vaya pregunta.
—Si Percy, yo soy doctor —asintió y Percy se lo quedo mirando.
—¿También mago? Ayer desapareciste y apareciste —alzo su brazo que ya no dolía con algo de emoción. Apolo y algunos más rieron de su inocencia infantil.
—No, él no es mago pero se le da bien eso —comento con burla Artemisa ganándose un Hey de parte de Apolo —El es un dios, como todos los que estamos sentados en los tronos, tal como lo es tu papá también —Percy se removió en sus brazos para que lo baje, una vez en el suelo busco a Jason y corrió a él.
—¿Mi hermana es una diosas? —le pregunto en voz baja al rubio que ya estaba en su lugar junto con Piper y los demás. El pequeño no quería quedar mal delante de ella al parecer, Jason asintió —¿Qué diosa es? —
—¿Cuáles eran los dioses gemelos? —pregunto el rubio, después de todo mientras entraban a la sala habían hablado de eso y el parecía conocer bien los nombres de los dioses. Percy golpeó su barbilla con su índice mientras fruncía el ceño.
—Ya sé —sonrío y corrió de nuevo con Artemisa que solo quería reír ante sus pequeñas acciones —Artemisa, la diosa de la caza y de la luna —hablo tratando de hacer memoria de lo que le leía su madre —También de los partos y de los niños —
—Muy bien Percy —ella se agachó y besó su mejilla como premio y el río ante esto —¿No quieres que te presente a tu papá Percy? Creo que él querría conocerte —
—No, él no. No creo que quiera —murmuró mirando el suelo —No me quiso al nacer y ahora menos, cuando sepa que soy malo en la escuela —estaba abatido por esto, sacudió la cabeza y miró a la diosa antes de ponerse a llorar —¿Me puedo sentar contigo y con el rubio? —pidió en un susurro que Apolo escuchó.
—¿Por qué con el rubio también? —pregunto Apolo mirándole y Percy le hizo un ademán con su dedo índice de que se acerque. Este lo hizo.
—Me cae bien el rubio —susurro mirando al dios, sonrió. Percy miró a Jason y volvió a mirar al Dios —Además tiene a mi tiburón —termino por decir y vio con seriedad al Dios. Apolo solo sonrió.
—Bien, dile al rubio que venga, te sentaras con mis cazadoras —Percy soltó un gritillo animado e infantil mientras salía corriendo hacia el rubio y lo jalaba.
—Pero...
—Pero nada, el niño ha hablado —dijo con seriedad Piper empujándolo y dejando que Percy se lo lleve. Jason se rindió mientras se iba a sentar entre las cazadoras y Percy en sus piernas.
—Estamos listos —sonrío Percy mientras veía que Apolo tomaba el libro y lo miraba, su cara cambió drásticamente solo mirando la portada.
—Lee de una vez Apolo —murmuró Hermes a su lado y Apolo trago saliva.
—Percy Jackson y la maldición del titán — miro a su hermana en cuanto termino de leer, ella se sintió aturdida ante su mirada.
—Lee el primer capítulo Apolo —pidió Poseidón viendo a su pequeño hijo, se preguntaba que tanto había hecho al dejarlo con su madre como para que no quiera verlo. Tal vez lo odiaba como lo hizo Teseo. Teseo, pensar en él también dolía porque seguía dormido.
Orión veía a Percy desde su lugar pensando en su hermano y en como quería estar cerca de él. De todos era el más apegado a sus hermanos porque el nunca contó con una familia en si. Su madre era un monstruo, el cual no sabe como su padre pudo estar con ella pero bueno aquí estaba él como muestra de que su padre tenía un estómago muy fuerte. Entonces por eso el quería tanto a sus hermanos, esperaba que pronto Percy les dejara acercarse a él.
Belerofonte quería lo mismo que Orión, ver lo lastimado que llegó le había dolido mucho pero no podía hacer nada si el pequeño no quería conocer a su familia. Aquiles viendo la cara de preocupación del castaño lo abrazó por los hombros para reconfortarlo y hacerle saber que todos estaría bien. El castaño solo se dejó abrazar.
—Si, ya voy —respondió el Dios del sol dejando de ver a su hermana y a su amigo —Mi operación de rescate sale fatal —
—Vaya que este libro comienza bien —comento Poseidón suspirando, su hijo no lo quería conocer, tenía un nuevo trabajo, su hijo era medio suicida en los libros y sus títulos para los capítulos no estaban ayudando.
—Jason —Llamo el pequeño Percy al rubio, este se acercó más a su rostro para que pueda susurrar a su oído —¿Qué es una misión? —
—Pues es como un encargo que debes cumplir, así como las tareas de la escuela —trato de explicárselo de modo sencillo y Percy asintió y volvió a mirar al frente. El rubio veía su rostro, ahora estaba libre de golpes o rasguños, le alegraba verlo así, también que no le doliera cuando lo tomaba de la cintura. Aunque aún le molestaba el hecho de que alguien pudiera hacerle eso a un niño.
Thalia los veía de reojo, ella ya se había enterado antes de todo esto que Artemisa había visto a Percy cuando era pequeño, ella siempre había tenido estima por Percy. Lo había cuidado con esmero desde que tenía cuatro pero lo tuvo que dejar de visitar a los cinco porque si no comenzaría a darse cuenta de quien era ella y no convenía por los monstruos.
El viernes antes de las vacaciones de invierno, mi madre me preparó una bolsa de viaje y unas cuantas armas letales y me llevó a un nuevo internado.
—¿Otro? —pregunto Percy poniendo un puchero en sus labios y abrazando a su tiburón. Estaba pensando que ya lo habían expulsado y su madre tenía que cambiarlo a mediados de año, eso era un fastidio. Y eso que solo lo había hecho una vez.
—Este no es para que vayas a estudiar —dijo Nico con una mirada neutra —Solo estarás ahí de pasada, por la misión —Bianca solo miraba al suelo ya se imaginaba que misión era esa. Percy se lo quedó mirando ladeando la cabeza y luego asintió despacio, el chico era extraño pero sentía la necesidad de abrazarlo por alguna razón.
Por el camino recogimos a mis amigas Annabeth y Thalia.
—Habla de la princesa —soltó Percy en voz alta haciendo que todos suelten una ligera risa viendo como los colores se subían a Annabeth y Percy se arrepintió de gritar. A veces decía las cosas que pensaba en voz alta, en la escuela ya lo había metido en problemas.
Como cuando se presentó su profesora de preescolar y esta tenía una verruga en la barbilla, lo que a él le recordó a una de las brujas de los cuentos que le leía su madre al dormir cuando tenía tiempo. A él se le salió decirle que parecía bruja y la maestra no lo tomó muy bien que se diga.
—Si habla de la princesa Annabeth, Percy —Thalia acarició su cabello tratando de calmarlo y de hacerlo sentir seguro —Ellos se ríen por como ella se ha tomado el cumplido, no has dicho nada malo —acaricio la mejilla del pobre que tenía las manos sobre su boca.
—Todo lo que hago esta mal —murmuró con las manos en su boca, solo Jason lo oyó, pasó su mano por su cabello. El pequeño Percy no estaba bien en ningún sentido.
—Esta bien que digas lo que piensas ¿si? —susurro a su oído haciendo que volteé a verlo —Es mejor eso a estar callado siempre, no has dicho nada malo —Percy asintió despacio y parpadeo varias veces casi se había puesto a llorar porque se reían de él una vez más pero se resistió a hacerlo.
Los dioses veían al pequeño ¿Qué tanto daño hacían al dejarlos con los mortales y no visitarlos? Se suponía que lo hacían por su propia protección o eso decía Zeus pero ¿No los dejaban expuestos a los propios mortales? Ellos también podían llegar a ser monstruos. Tal vez esa era la primera ley que debían cambiar.
Desde Nueva York a Bar Harbor, en Maine, había un trayecto de ocho horas en coche.
—Maine no es bonito en esa época del año —murmuró Grover viendo a su amigo ahora hecho un pequeño niño de siete años, era más fácil leer sus emociones. Estaba asustado, triste y bastante confundido con todo pero estaba visto que se sentía a salvo donde estaba en ese momento. El se arrepentía de haberle asustado aunque esta mañana Percy pareció más tranquilo cuando lo vio.
El aguanieve caía sobre la autopista. Hacía meses que no veía a aquellas amigas, pero entre aquella ventisca y lo que nos esperaba, estábamos demasiado nerviosos para decirnos gran cosa.
—Pero igual el auto no fue en silencio —murmuró Thalia con una sonrisa y escondiendo el rostro para que Percy no la vea, vaya que tenía para hacerle bromas para el resto de su vida. Lo malo es que no podía hacer eso con el pequeño Percy, así que mejor se lo reservaba.
Bianca por ahora solo miraba al suelo pensando en todo lo que estaba sucediendo era muy notorio que este libro estaba tratando sobre que iban de misión a verlos a ella y a su hermano. Mordió su labio. Estaba ansiosa por todo lo que pasó, la voz le había advertido sobre que Nico estaba tal vez molesta con ella pero no le había dicho exactamente el porqué y esto le tenía preocupada.
Salvo mi madre, claro. Ella, si está nerviosa, todavía habla más. Cuando llegamos finalmente a Westover Hall estaba oscureciendo y mi madre ya les había contado las anécdotas más embarazosas de mi historial infantil, sin dejarse una sola.
Las mejillas del pequeño Percy se encendieron de color rojo mientras ocultaba su rostro contra el pecho del rubio y su tiburón. Vaya que de por si ya tenía historias para que su madre cuente ahora no se imaginaba las de años venideros.
—Solo mi madre —susurro en su escondite y Jason río aunque luego se cayó al ver la mirada de Thalia y su sonrisa. Algo le decía que ella se sabia también algunas de el a más de la grapadora, desvió la mirada.
Thalia limpió los cristales empañados del coche y escudriñó el panorama con los ojos entornados.
—¡Uf! Esto promete ser divertido.
Zeus arqueo una ceja mirando a su hija desde su lugar ¿Le era divertido ir a misiones? Porque él estaba sintiendo lo que ella sentía y solo sentía angustia, no encontraba el sentimiento de diversión.
—Y vaya que lo fue —Murmuró Annabeth frunciendo el ceño, los dioses no habían dicho mucho acerca del encuentro con las moiras pero desde ahí podía notar que los tres culpables estaban muy cambiados.
Westover Hall parecía un castillo maldito: todo de piedra negra, con torres y troneras y unas puertas de madera imponentes. Se alzaba sobre un risco nevado, dominando por un lado un gran bosque helado y, por el otro, el océano gris y rugiente.
Hades frunció el ceño, el lugar le parecía muy interesante y perfecto para que sus hijos estudien. A él le gustaban los lugares así. Esto le dio una mala idea y vio a sus hijos, ambos miraban el suelo con el ceño fruncido lo que solo le confirmaba la terrible idea que tenía.
—Misión fatal —susurro para si mismo cerrando los ojos con fuerza, ahora su hija estaba aquí pero en el tiempo de su otro hijo no estaba ¿Seria que? No, no podía ser así. Ella se había hecho cazadora, así que por lo menos no fue en esta parte, se preguntaba entonces ¿Cuándo?
—¿Seguro que no quieres que os espere? —preguntó mi madre.
—No, gracias, mamá. No sé cuánto tiempo nos va a llevar esto. Pero no te preocupes por nosotros.
—Claro que me preocupo, Percy. ¿Y cómo pensáis volver?
—Tienes una buena madre niño —dijo Artemisa viendo al pequeño azabache que ya había vuelto a estar bien sentado en las piernas del rubio.
—La mejor de todas —aseguró él con una gran sonrisa, eso era algo que estaba orgulloso de decir en voz alta.
—Claro que si —ella revolvió su cabello con su mano y Apolo la veía con los ojos entrecerrados para luego desviar la mirada a cierto rubio de ojos verdes que miraba atentamente el suelo.
Su hermana tenía debilidad con los hijos del mar eso estaba visto, medio gruño volviendo a mirar el libro.
Rogué no haberme ruborizado. Bastante incómodo era ya tener que recurrir a ella para que me llevase en coche a mis batallas.
—Pero al menos tenías transporte pringao —dijo Ares ganándose la atención del pequeño que solo se encogió un poco entre los brazos de Jason, aquel hombre no le agradaba.
—Pues siento decirte que te ruborizaste hasta las orejas —añadió Thalia llamando su atención y haciendo que deje de ver al Dios de la guerra.
—No es cierto —frunció el ceño mirando a la hija de Zeus.
—Pero eres una monada con las mejillas rojas —agrego Phoebe pellizcando su mejilla y Percy se la quedo mirando y luego sonrió, la recordaba vagamente.
—Eres la amiga de mi hermana —la emoción en su voz era evidente pero luego se cayó —Digo de la Diosa —
—Tu puedes seguir diciéndome hermana —ella volvió a sacudir su cabello haciéndolo reír mientras asentía y Apolo no sabía si sentía celos de su hermana o por que esta tenía toda la atención del pequeño hijo de su tío —Cabeza de Helio lee —el salto ante esto, se los había quedado viendo fijamente.
—Si, si, ahora sigo —se acomodo y trato de seguir con la lectura mientras a su lado Hermes trataba de aguantar la risa. Su amigo era un caso muy especial. Amigo. La palabra comenzaba a incomodar.
—Todo irá bien, señora Jackson —terció con una sonrisa Annabeth, que llevaba el pelo rubio recogido bajo una gorra. Sus ojos brillaban con el mismo tono gris del mar revuelto—. Nosotras nos encargaremos de mantenerlo a salvo.
Atenea podía sentir que así era, que ella estaba confiada pero así mismo tal vez su instinto de madre. Ese que ignoraba siendo diosa porque tenía cosas que hacer como vigilar el camino de sus hijos, mismos que la mayor parte de las veces eran prudentes. Le estaban dando todas las alarmas de que eso no saldría bien.
—Gracias —sonrío Percy a la rubia y esta solo le sonrió, luego él miró a Thalia —A ti también —ella pellizco su mejilla suavemente.
Mi madre pareció calmarse un poco. Annabeth es para ella la semidiosa más sensata que ha llegado jamás a octavo curso. Está convencida de que, si no me han matado, más de una vez ha sido gracias a Annabeth. Lo cual es cierto, pero eso no significa que me guste reconocerlo.
—¿Por qué no? —frunció el ceño Zoe hasta ahora de lo que sabia del semidiós aquel eran cosas buenas pero le preocupaba el hecho de que se fuera a transformar en un cerdo como su nueva cazadora. Misma que intentaba acomodarse la ropa, esta parecía quedarle algo grande o tal vez ella se hacía pequeña no lo sabían.
—Porque sería reconocer que dependes de otros y vamos que hasta a nosotras nos cuesta reconocer eso —contesto Thalia y Zoë asintió, estaba viendo que podía aprender bastante acerca de la hija de Zeus. Porque del último no es que haya aprendido mucho.
—Muy bien, queridos —dijo mi madre—. ¿Tenéis todo lo que necesitáis?
—Sí, señora Jackson —respondió Thalia—. Y gracias por el viaje.
—¿Jerséis suficientes? ¿Mi número de móvil?
—Mamá...
El pequeño Percy cerraba los ojos contra el pecho de Jason, eso le recordaba al primer día en el jardín de niños. Su madre a veces podía ser un poquito exasperante cuando estaba nerviosa. Pero aún así era la mejor de todas.
—¿Néctar y ambrosía, Percy? ¿Un dracma de oro por si tenéis que contactar con el campamento?
—Jason —murmuró alzando la cabeza y viendo al rubio junto con su tiburón —¿Qué es eso de ambrosía, néctar y dra... drama? —pregunto por lo bajo.
—Comida, bebida y moneda de los dioses —respondió con sencillez a ese par de ojitos brillantes que lo miraban con asombro. Eso le hacía dudar aún más de como alguien podía lastimarle.
Tritón desde donde estaba miraba al pequeño, parecía inquieto y habido de conocimiento, miró a su padre y al niño. No quería admitirlo pero ya quería que conozca a su padre para aprovechar esa pequeña mente y llenarla de conocimiento, ahora que podían acercarse sin mucho temor a los mestizos. Se sentía ansioso de conocer al pequeño Percy.
—¡Mamá, por favor! Todo va a ir bien. Vamos, chicas.
—Eso no esta bien cariño, ella estaba muy preocupada por ti —regaño Hestia con suavidad y Percy volteo a verla, le pareció una niña muy hermosa pero hablaba con el mismo tono de su madre.
—¿Lo siento? —se disculpo aunque bueno no había sido él quien había dicho si no el Percy del libro.
—Pero Hestia cariño, era entendible que actué así. Su madre lo estaba poniendo en vergüenza delante de su princesa —Afrodita sonrió satisfecha al ver el sonrojo en las mejillas de Annabeth y la risa de Thalia junto con el resto. Percy solo las veía sin entender nada.
—Esta bien Afrodita, lo disculpare solo por eso —asintió la nueva reina.
Mientras tanto Hera se seguía removiendo en su lugar, los otros dos estaban sentados en el piso aceptando su condena estoicamente. Ella los veía con enfado ¿No comprendían que debían hacer algo? ¡Ellos eran dioses! ¡Ellos gobernaban! No podían aceptar así sin más este castigo, ella iba a encontrar la forma de acabar con todo esto.
Pareció algo dolida por mi respuesta, lo cual me sentó mal, pero ya tenía ganas de bajarme del coche.
—Igual no debiste contestar eso —murmuró Thalia y le dio un ligero golpe con su dedo en la nariz cuando el volteo a verla, él solo bajo la mirada y asintió.
Antes que oír otra historia sobre lo mono que estaba en la bañera a los tres años, prefería excavar una madriguera en la nieve y morir congelado.
—No es por nada pero cualquiera preferiría eso —admitió Will haciendo que varios asientan, mientras su mirada estaba en el hijo de Hades que seguía con el ceño fruncido —¿Quieres que hablemos Nico? —el levanto la mirada, los ojos azules le escaneaban pero eran cálidos y le transmitían seguridad.
—Después —asintió, tal vez acercarse más a él le haría las cosas más llevaderas con todo este asunto.
Annabeth y Thalia me siguieron. El viento me atravesaba el abrigo con sus dagas heladas.
—Tu madre es estupenda, Percy —dijo Thalia en cuanto el coche se perdió de vista.
Luke que solo miraba la daga que le había dado Hal desde hace rato, levantó la vista ¿Thalia diciendo que un adulto era estupendo? La mujer debía serlo, porque ella no solía expresarse así de la gente.
—Pse, bastante pasable —reconocí—. ¿Qué me dices de ti? ¿Tú estás en contacto con tu madre?
Thalia y Jason intercambiaron una mirada y después ambos miraron al que suponían era su padre por la ropa que (ahora le quedaba algo grande) cargaba.
—¿Son hermanos? —pregunto pequeño Percy y los dos le miraron y le sonrieron asintiendo —Yo quisiera tener hermanos —sus ojitos tenían pintado el anhelo.
—Pues aquí en la sala tienes algunos —comento Jason —Ellos están con tu papá y les encantaría conocerte —Percy se lo quedo mirando y luego miro a toda la sala.
¿Su padre estaba ahí no? Todos se quedaron en silencio mirando al pequeño. Discretamente le hacían señales hacia donde estaba Poseidón y el resto de su familia. Percy se los quedo mirando y luego a Jason, hizo eso varias veces, no se sentía muy seguro con respecto a su padre así que por ahora solo se los quedo mirando.
Apolo al ver que no iba a decir o hacer nada, decidió seguir adelante con la lectura.
Me arrepentí en cuanto lo dije. A Thalia se le dan muy bien las miradas fulminantes.
—Gracias, es un don —se ufano ella y Jason solo rodo los ojos, ella lo golpeó ligeramente en la cabeza —No me ruedes los ojos, sigo siendo la mayor —el frunció el ceño ¿cómo ella sabía lo que hacía si estaba dándole la espalda? Tal vez era cosa de mujeres. Percy solo río de la mirada de Jason a su hermana.
Cómo se le iban a dar mal con toda esa ropa punk que lleva —chaqueta del ejército rota, pantalones de cuero negro, cadenas plateadas—, y sobre todo con esos ojos azules maquillados con una gruesa raya negra. La mirada que me lanzó esta vez fue tremebunda.
—Y eso que no ha visto la suya propia —murmuró Rachel recordando el cuadro que pintó de él y la expresión que tenía en batalla, que Percy decía que tal vez ella exageraba un poco en eso pero ella insistía en que apenas y había captado solo una parte de esa mirada.
Leo en cambio contuvo un escalofrío recordando la que le dio en el Argo II nunca pensó extrañar que le mire así, se volvió a repetir que Percy estaba bien y que le traerían pronto.
—Eso no es asunto tuyo, Percy...
—No sé porque pero eso me suena a alguien —mencionó Jason recordando el primer libro —Creo que eres muy buena maestra —
—La mejor —aseguro ella para nada avergonzada de haber sido el ejemplo para Annabeth tal vez.
—Será mejor que entremos ya —la interrumpió Annabeth—. Grover debe de estar esperándonos.
—Claro que lo hacía —susurro Bianca aún mirando el suelo, si el padre del pequeño niño estaba ahí, significaba que el de ella también ¿no? ¿Cuál sería su padre o su madre? Era tan difícil no saber nada de ninguno de los dos, su mente trataba de unir fragmentos pero solo logra obtener Dolores de cabeza. Ella le preguntaría a Nico pero dudaba que le dijera algo.
Thalia echó un vistazo al castillo y se estremeció.
—Tienes razón. Me pregunto qué habrá encontrado aquí para verse obligado a pedir socorro.
El sátiro miró disimuladamente a Nico y a Bianca, también recordó a Espino. Contuvo un escalofrío. Con todo eso ¿Quién no pediría socorro?
Yo alcé la vista hacia las negras torres de Westover Hall.
—Nada bueno, me temo.
—Y seguramente tiene razón —mascullo Clarisse apoyándose en Chris, para esa época si no estaba mal ella estaba cuidando de Chris y viendo lo del laberinto. Esa misión había sido de las más caóticas que recordaba sin contar la de matar el Drakon pero esa más que caótica fue dolorosa a más no poder.
—Nadie te lo niega mi guerrera —susurro Chris besando su costado de la cabeza tratando de calmarla.
* * *
Las puertas de roble se abrieron con un siniestro chirrido y entramos en el vestíbulo entre un remolino de nieve.
—Uau —fue lo único que logré decir.
—Hasta perro les salió —se burlo el ex Augur mirando con sorna al pequeño Percy, este solo ladeo la cabeza.
—¿Y que hay de malo con eso? Los perros son unos animales geniales —se cruzo de brazos y le dio una mala mirada. La cual resultaba muy tierna para todos porque tenía su tiburón entre sus brazos y las mejillas infladas.
Afrodita y todos sus hijos tuvieron que hacer esfuerzos descomunales para no abalanzarse sobre él, no deseaban que se asuste.
—No hay ningún problema Percy —le sonrió Reyna tranquilizando al niño y luego miro a Octavian —Y tú, mejor cierra la boca. No caigas más bajo —masculló con severidad.
Él no le tomó importancia con lo que estaba planeando pronto se acabaría toda esta burla de lectura y también se aseguraría de acabar con los griegos de una vez por todas. Debía aprovechar que era pequeño.
Aquello era inmenso. En los muros se alineaban estandartes y colecciones de armas, con trabucos, hachas y demás. Yo sabía que Westover era una escuela militar, pero quizá se habían pasado con la decoración.
—A mi me fascina la decoración —comentaron Ares y Hades al mismo tiempo, Afrodita y Perséfone solo rodaron los ojos, solo a ellos les podría gustar eso.
Me llevé la mano al bolsillo, donde siempre guardo mi bolígrafo letal, Contracorriente.
—Uh —Percy pequeño se llevo la mano al bolsillo y saco un bolígrafo, todos se le quedaron mirando —¿Qué? —
—Nada, nada —Jason le sonrió, no se explicaban cómo es que lo tenía y más quien se lo había dado.
Percy lo volvió a meter a su bolsillo, la voz del viento cuando la luz lo envolvió en su departamento le había dicho que era para protección. Esa voz le sonaba familiar ahora que lo pensaba pero no sabía de que o quien era. Decidió dejar el asunto para después.
Percibía algo extraño en aquel lugar. Algo peligroso. Thalia se había puesto a frotar su pulsera de plata, su objeto mágico favorito. Los dos estábamos pensando lo mismo: se avecinaba una pelea.
Hal que estaba escuchando la lectura entre los que serían sus hermanos se sintió extraño a la mención de esto, como si el tuviera alguna relación con esa pulsera.
Thalia por su parte veía con una sonrisa la pulsera, vaya que era útil además de que le traía recuerdos. No muy buenos pero eran recuerdos.
—Me pregunto dónde... —empezó Annabeth.
Las puertas se cerraron con estruendo a nuestra espalda.
—Bueeeno —murmuré—. Me parece que vamos a quedarnos aquí un rato.
—Esto cada vez más suena a película de terror —murmuró Piper y no es que ella fuera fan de esas películas, le preocupaban sus amigos y en el lío que pudieran meterse.
Me llegaban los ecos de una música desde el otro extremo del vestíbulo. Parecía música de baile.
—Los bailes en los internados son los mejores —dijo Drew retocando su maquillaje y Lacy bufo claro que a ella le encantaban los bailes, si se la pasaba coqueteando con medio mundo y haciendo críticas de todo. Nunca comprendería como es que ella podía ser su hermana.
Escondimos nuestras bolsas tras una columna y empezamos a cruzar la estancia.
Ares y Atenea negaron con la cabeza, lo último que debían hacer era dejar sus cosas por ahí, no sabían en qué momento podían necesitarles.
No habíamos llegado muy lejos cuando oí pasos en el suelo de piedra y un hombre y una mujer surgieron de las sombras.
—Y aquí es cuando aparece el tipo con un cuchillo y suena la música instrumental —dijo Leo dramáticamente haciendo el ruido de la música instrumental.
—¡Leo! —regaño Piper viendo como el pequeño Percy y los menores se agazapaban contra los mayores porque no estaba haciendo el ruido con la boca si no con un aparato y de alguna forma lo estaba reproduciendo en toda la sala, más de uno habia brincando de la impresión.
—Hay que darle dramatismo a esto —se excuso él cruzándose de brazos viéndola muy serio y ella solo negaba con la cabeza, los dioses solo reían de la escena.
Los dos llevaban el pelo gris muy corto y uniformes negros de estilo militar con ribetes rojos. La mujer tenía un ralo bigote, mientras que el tipo iba perfectamente rasurado, lo cual resultaba algo anómalo.
A la diosa del amor casi le da algo cuando dijeron lo del bigote, eso era indignante. Por muy general que fuera, no debía existir mujer que llevara un bigote. Sus hijos tenían casi su misma expresión, hasta Piper hacia una mueca junto con algunas otras y otros semidioses.
Avanzaban muy rígidos, como si se hubiesen tragado el palo de una escoba.
—Sabía que no podía ser el único que pensaba eso —río por lo bajo Grover solo siendo oído por Quiron que le vio con una ceja arqueada, bueno que aquellos no tenían el mejor aspecto del mundo después de todo, así que no podía decir que estaba mal esa comparación.
—¿Y bien? —preguntó la mujer—. ¿Qué hacéis aquí?
—Pues están ahí para hacerle la venta de una crema facial obviamente —contesto Leo con seriedad mirando el libro —O en tal caso mejor ofrecerle de plano una cirugía plástica —algunos rieron ante esto, otros solo rodaron los ojos. Y Leo pues se sentía más tranquilo haciendo eso, manteniendo la mente y manos ocupadas.
—Pues... Caí en la cuenta de que no tenía nada previsto. Sólo había pensado en reunirme cuanto antes con Grover para averiguar qué sucedía, ni siquiera se me había ocurrido que tres chicos colándose de noche en un colegio podían despertar sospechas.
—La verdad ninguno lo pensó —murmuró Thalia mirando el techo de forma distraída, se habían distraído tanto con la mamá de Percy y sus historias, fingiendo que eran familia a su concepto que olvidaron ello. Pero en fin la improvisación salió bien también.
Durante el viaje tampoco habíamos planeado nada. Así que farfullé—: Mire, señora, sólo estamos...
—¡Ja! —soltó el hombre. Di un respingo—. ¡No se admiten visitantes en el baile! ¡Seréis expulsados!
—Vaya novedad —murmuró Percy y Jason se lo quedó mirando interrogante —Siempre me viven botando de todas partes, del parque, de la casa del árbol y de mi última escuela —hizo un mohín, porque apostaba que no era la última vez que lo harían.
—¿Cómo se expulsa a alguien de un parque? —pregunto el rubio sumamente extrañado. Percy se lo quedó mirando y suspiro.
—Peleate con unos niños más grandes que tú, mareate porque te han dado vueltas en la pelea y cuando llegue el guardia vomita en sus zapatos. Eso te asegura una expulsión del parque —contó no muy alto pero todos estaban haciendo silencio así que le escucharon perfectamente.
—¿Por qué te estabas peleando? —pregunto Jason aún más interesado.
—Porque los más grandes no dejaban jugar unos niños más pequeños, no me gustan las injusticias —alegó mirando al rubio y este asintió despacio. Apolo siguió leyendo mientras sonreía, era un hermoso niño.
Hablaba con acento; francés, tal vez. Decía «seguéis» o algo así. Era un tipo muy alto y de aspecto duro. Se le ensanchaban los orificios de la nariz cuando hablaba, lo que hacía difícil apartar la vista de allí. Y tenía los ojos de dos colores: uno castaño y otro azul, como un gato callejero.
Nico, Bianca y Grover contuvieron un escalofrío, detestaban cuando tenían clases con ese hombre, primero porque era un monstruo y segundo porque se los quedaba mirando todo el tiempo, haciendo que solo quieran salir corriendo de ahí.
Thalia y Annabeth en cambio hicieron una mueca de desprecio ante ese tipo, bueno monstruos, aunque la verdad no sabían de que forma se veían peor, si de monstruo o de maestro. De las dos se veía horrible fue su conclusión.
Supuse que nos iba a arrojar a la nieve sin contemplaciones, pero entonces Thalia dio un paso al frente.
—Improvisación aquí vamos —dijo Thalia haciendo reír a algunos en especial a sus cazadoras, a veces decía eso también cuando estaban en plena caza. Otras parecía tener todo muy calculado, con ella nunca se podía saber con exactitud lo que pensaba, era como vientos. Muy cambiante.
Chasqueó los dedos una sola vez y le salió un sonido agudo y muy alto. A lo mejor fue cosa de mi imaginación, pero incluso sentí una ráfaga de viento que salía de su mano y cruzaba el vestíbulo, haciendo ondear los estandartes de la pared.
—Salió una ráfaga de viento —decía Quiron mirando a Thalia, de las veces que habían practicado siempre salían estas. Esa era la única forma en que ella tenía dominios sobre los vientos. La chica sonrió.
Percy por su parte junto con algunos otros estaban expectantes a lo que haría esa ráfaga de viento ¿Cómo les ayudaría? Para la familia Marina era lindo ver como se hacía hacia delante con tanto interés.
—Es que nosotros no somos visitantes, señor —dijo—. Nosotros estudiamos aquí. Acuérdese. Yo soy Thalia, y ellos, Annabeth y Percy. Cursamos octavo.
—¡Llegue a octavo! —celebro Percy y los demás se le quedaron viendo.
—Y llegarás más lejos te lo aseguro —le sonrió Annabeth aunque su cabeza dolió. "¿Qué estudiarías tú, Percy? ¿Surf? " un fragmento de una conversación llegó a su mente, no recordaba cuando la tuvo con Percy o donde estaban.
—¿Estás bien Annabeth? —pregunto Piper a su lado y ella asintió, dejó de poner las manos en su frente debía pensar en eso sola.
Percy por otra parte sonreía como nunca, confiaba en la palabra de ella. Había escuchado hablar a sus maestros del año pasado y a los nuevos, ellos decían que con todos sus problemas era mejor que su madre se haga a la idea de que no terminaría el colegio. Esperaba poder cerrar la boca de todos ellos, por su madre, sabía que no podía ser el mejor alumno pero al menos quería llegar lejos.
El profesor entornó sus ojos bicolores. Yo no sabía qué pretendía Thalia. Ahora seguramente nos castigaría por mentir y nos echaría a patadas. Pero el hombre parecía indeciso.
—Si ¿Qué ha hecho? —pregunto Harley mirando a Nissa esperando una contestación.
—Manipuló la niebla —explicó ella mientras le pasaba otra pieza para la máquina que estaba Armando. El asintió.
—¿Por qué la niebla hace eso? —pregunto por lo bajo Percy y Jason río.
—No es la niebla normal, si no como un velo que hace que las personas no especiales por así decirlo, no puedan ver lo que tu, yo y los que estamos aquí si podemos —contesto el rubio y Percy pareció pensarlo antes de asentir y sonrojo de la vergüenza. El rubio dijo que era especial, pero él no era especial.
Miró a su colega.
—Señorita Latiza, ¿conoce usted a estos alumnos?
Las carcajadas no se hicieron esperar ¿Era enserio que se llamaba Latiza?
—¿Es que no podía ser algo más moderno como Lamarcador o Lapuntero? —agregó Leo y hubo más carcajadas de parte de todos. Cuando se calmaron pudieron seguir leyendo.
Pese al peligro que corríamos, me mordí la lengua para no reírme. ¿Una profesora llamada Latiza? El tipo tenía que estar de broma.
—También tuve que hacer eso —admitieron Thalia y Annabeth, aunque ahora si que pudieron hacerlo y de paso escuchar la risa infantil de Percy.
La mujer pestañeó, como si acabara de despertar de un trance.
—Sí... creo que sí, señor —dijo arrugando el ceño—. Annabeth. Thalia. Percy. ¿Cómo es que no estáis en el gimnasio?
Perseo se había permitido reír en ese momento, estaba pensando que eso era lo primero que le iba a contar a Teseo cuando despertara, esperaba que no tardara demasiado eso. Iba a darle su buen golpe primero por preocupar a todos, claro que primero iba a esperar que este bien repuesto.
Antes de que pudiésemos responder, oí más pasos y apareció Grover jadeando.
—¡Habéis venido...! —se detuvo en seco al ver a los profesores—. Ah, señorita Latiza. ¡Doctor Espino! Yo...
—Grover salvando el día —celebró Sophia con una mirada cariñosa al sátiro este se la devolvió.
—Y vaya que lo salvó —murmuró Annabeth que en ese momento ella estaba mirando ya que iba a hacer si esos dos se ponían a luchar ahí mismo, menos mal esa pelea se había retrasado bastante.
—¿Qué ocurre, señor Underwood? —dijo el profesor. Era evidente que Grover le caía fatal—. ¿Y qué significa eso de que han venido? Estos alumnos viven aquí.
—Claro que le caerá mal si era un sátiro —murmuró Quiron mirando a Percy, no se imaginó que su pequeño estudiantes haya pasado por tales calamidades antes de que llegara al campamento. Aunque claro él ya se las temía por la actitud que tenía el chico en la escuela.
—Y entonces el tiburón se fue por ahí a pasear, aunque mamá dice que tal vez solo era un pez —contaba Percy mientras movía su tiburón como si nadara, Jason solo lo escuchaba porque no sabía que más hacer, él se movía a cada momento y hablaba mucho. Debía ser cosa del THDA.
Grover tragó saliva.
—Claro, doctor Espino. Iba a decirles que han venido... de perlas sus consejos para hacer el ponche. ¡La receta es suya!
—Debes mejorar esas mentiras sátiro —Negaba con la cabeza Hermes, estaba horrorizado por todo lo dicho ¿Cómo alguien podía ser tan malo mintiendo?
Grover solo le sonrió inocente, no lo podían culpar, los sátiros no estaban hechos para mentir. Podían hacer muchas cosas pero mentir por lo menos en el no estaba.
Espino nos observó atentamente. Llegué a la conclusión de que uno de los dos ojos tenía que ser postizo. ¿El castaño? ¿El azul?
Los que conocieron al doctor Espino y puesto que ahora no se encontraban en ningún peligro se pusieron a pensar en ese detalle. Ellos no querían pensar exactamente en la parte que iba el libro porque ya sabían como terminaría todo.
Los que estaban preocupados eran Zeus y Atenea, ellos podían sentir la tensión de los del libro. Hera también lo sentía pero su mente estaba trabajando en sacarse las esposas y las cadenas que la tenían prisionera.
Daba la impresión de querer despeñarnos desde la torre más alta del castillo, pero la señorita Latiza dijo entonces con aspecto de sonámbula:
—Cierto. El ponche es excelente. Y ahora, andando todos. No volváis a salir del gimnasio.
Los dioses comenzaban a sospechar cual era el monstruo de los dos y por más que la mujer de la historia esa profesora, tuviera un aspecto horroroso (para Afrodita) podían notar que era una mortal nada más. Lo cual le daba aún más horror a Afrodita ¿Cómo podía alguien ser así?
No tuvo que repetirlo. Nos retiramos con mucho «sí, señora» y «sí, señor» y saludándolos al estilo militar. Nos pareció lo más adecuado allí.
—Debió ser lo más acertado —comento con aburrimiento Dioniso mirando una revista de vinos con mucho interés y planeando ya pedirle a su tío no ser el director de campamento, además de tener de vuelta su preciado vino.
Ariadna solo sonría y negaba con la cabeza, podía adivinar con facilidad que es lo que pensaba su esposo por el brillo de sus ojos. Esperaba que se lo concedieran, a ella le gustaba verlo feliz.
Grover nos arrastró hacia el extremo del vestíbulo donde sonaba la música. Notaba los ojos de los profesores clavados en mi espalda, pero me acerqué a Thalia y le pregunté en voz baja:
—Eso que has hecho chasqueando los dedos, ¿dónde lo aprendiste?
Algunos si sabían dónde lo aprendió, no por nada veían a la hija de Zeus, antes de ser la teniente, todos los fines de semana metida en el campamento entrenando junto con Quiron. El centauro solo se movió incómodo sintiendo algunas miradas.
—¿La Niebla? ¿Quirón no te lo ha enseñado?
—No, a él no. Porque no era hijo del rey y los hijos del rey tienen prioridad para eso —comentó Demeter viendo al Zeus ahora semidiós que solo miraba el suelo con el ceño fruncido.
Por supuesto que sus hijos iban a aprender antes que cualquiera ¡Lo necesitaban! Conocía lo volátiles que eran y también lo exhibicionistas que podían llegar a ser cuando usaban sus poderes, ya había aprendido esa lección con Hércules, también con Perseo aunque él fue menos. Por eso Quiron tenía instrucciones de enseñarles apenas llegaran al campamento.
Se me hizo un nudo en la garganta. Quirón era el director de actividades del campamento, pero nunca me había enseñado nada parecido. ¿Por qué a Thalia sí?
—Pues veamos, yo era mayor, más linda y estaba más cerca del campamento —comenzó a enumerar Thalia con los dedos viendo como el pequeño Percy le sacaba la lengua.
Annabeth solo negó con la cabeza viendo a Thalia molestar al pequeño Percy y a Jason tratando de detenerlos. ¿Es qué no iban a dejar de pelearse a pesar de la diferencia de edad? Parecía que no.
Grover nos condujo deprisa hasta una puerta que tenía tres letras en el vidrio: GIM. Incluso un disléxico como yo podía leerlo.
—Todas deberían ser así de sencillas —murmuró más de uno de los mestizos. No les era agradable su situación.
Hefestos por otra parte ya estaba viendo los planos para construir algo que ayude a todos a poder leer sin problemas.
—¡Por los pelos! —dijo—. ¡Gracias a los dioses habéis llegado!
—De nada —comentaron Apolo y Hermes mirando el libro, luego chocaron las palmas y Artemisa rodó los ojos ante esos dos pero bueno al menos Percy parecía divertido con la actitud de ellos. Y era preferible verlos tonteando que depresivos así que los dejo ser, igual que el resto.
Annabeth y Thalia lo abrazaron. Yo le choqué esos cinco.
—El mejor saludo de la vida —dijeron los Stoll chocando los cinco.
—Es de los peores saludos, porque se transmiten muchas bacterias en el contacto de las palmas, claro que son menos en que las de un apretón de manos pero aún así no son lo mejor —comenzó a decir Malcom y ellos se le quedaron viendo como diciendo ¿Y eso me interesa por? —No puede ser el mejor saludo de la vida, si lo que menos te da es vida —Stoll fruncieron el sueño.
—¿Y entonces cuál sería el mejor saludo según tú? —comento Connor viéndole con una ceja levantada pues tenía a dos mirando atentamente al rubio. Tuvo una idea del porque.
—Creo que seria un choque de puños, hay menos bacteria en ese gesto que en las demás formas de saludar —murmuró frunciendo el ceño y acomodando sus lentes que resbalaban por el puente de su nariz.
Travis y Connor chocaron puños:—El mejor saludo de la vida.
Apolo continuó mientras ellos parecían seguir en sus tonterías pero al menos divertían a los demás, porque por el título estaba visto que el capítulo estaría intenso.
Me alegraba verlo después de tantos meses. Estaba algo más alto y le habían salido unos cuantos pelos más en la barbita, pero, aparte de eso, tenía el aspecto que tiene siempre cuando se hace pasar por humano: una gorra roja sobre el pelo castaño y ensortijado para tapar sus cuernos de cabra, y unos téjanos holgados y unas zapatillas con relleno para disimular sus pezuñas y sus peludos cuartos traseros.
Percy hizo una ligera mueca mientras abrazaba a su tiburón, recordaba que ayer al llegar uno de los que estaba ahí tenía patas en vez de piernas. Comenzaba a preguntarse si era el mismo de la lectura ¿Debía pedir una disculpa por asustarse? Tal vez, si, bueno, siempre tenía que disculparse por todo. Ya se le iba haciendo costumbre.
Llevaba una camiseta negra que me costó unos instantes leer. Ponía: «Westover Hall - Novato.»
—Bueno, ¿y qué era esa cosa tan urgente? —le pregunté.
Grover respiró hondo.
—He encontrado dos.
—¿Dos mestizos? —dijo Thalia, sorprendida—. ¿Aquí?
—No, en su casa. Ándale corran —bromeo Leo pero pronto una flecha rozó su brazo haciendo a todos reír de su cara de susto.
—Ándale corre —Thalia lo veía fijamente mientras apuntaba una nueva flecha y el dio un grito bastante masculino escondiéndose detrás de Piper.
—Tu cuñada no quiere a los latinos —sollozo de mentiras detrás de su mejor amiga que solo río igual que la rubia que estaba a su lado y los demás.
Grover asintió.
Encontrar un solo mestizo ya era bastante raro. Aquel año Quirón había obligado a los sátiros a hacer horas extras, mandándolos por todo el país a hacer batidas en las escuelas (desde cuarto curso hasta secundaria) en busca de posibles reclutas.
Perséfone estaba mirando ya a los posibles mestizos que ellos fueron a salvar y aunque no lo quisiera, se estaba comenzando a preocupar por como acabarían ellos. Aunque claro aún no sabía que pensar exactamente de la chica Di' Angelo, ella era muy parecida a su madre. Esa mujer no era de su agrado pero se volvía a repetir que los niños no tenían la culpa de nada.
Corrían tiempos difíciles, por no decir desesperados. Estábamos perdiendo campistas y necesitábamos a todos los nuevos guerreros que pudiésemos encontrar.
Muchos griegos miraban al suelo y tenían muecas tristes en el rostro, era verdad en esa época lo que más necesitaban eran hermanos. Lo malo es que muchos no llegaron con ellos, otros cayeron en batalla y otros tantos prefirieron desertar de todo el desastre.
Quiron solo miraba triste a sus campistas, por cuántas cosas no habían pasado solo para sobrevivir. Hasta los sátiros y ninfas tuvieron que hacerlo, claro que no se arrepentian de defender su hogar pero era verdaderamente triste tener que hacerlo a tan corta edad.
El problema era que tampoco había por ahí tantos semidioses sueltos.
—Ahora salen hasta de abajo de las rocas —murmuró Clovis haciendo saltar a más de uno. Los hijos de Hipnos si que sabían poner a uno alerta, Butch que estaba más cerca solo le puso más allá.
—Dos hermanos: un chico y una chica —aclaró—. De diez y doce años. Desconozco su ascendencia, pero son muy fuertes. Además, se nos acaba el tiempo. Necesito ayuda.
Hades comenzaba a preocuparse aún más y Demeter podía notarlo, ahora estaba segura que estaban hablando sobre los pequeños de su hermano. Puede ser que ella lo deteste casi odie en un principio por llevarse a su hija pero no puede dejar de sentir algo de lástima por su hermano. Escuchar que tus hijos estaban en peligro no era bueno. Le dio unas palmaditas en la mano haciendo que él la mire, le dio una sonrisa comprensiva y Hades se la devolvió.
Por alguna razón el dios de los muertos se sentía más como en casa ahora, como si todo se estuviera acomodando.
—¿Hay monstruos?
—Uno —dijo Grover, nervioso—. Y creo que ya sospecha algo. Aún no está seguro de que sean mestizos, pero hoy es el último día del trimestre y no los dejará salir del campus sin averiguarlo.
Y vaya que no los iba a dejar ir el mensajero de los mares casi quería golpearse la cabeza, estaba comenzando a preocuparse por ese chiquillo. Suspiro, tal vez si pensaba en otra cosa eso se le pasara.
¡Quizá sea nuestra última oportunidad! Cada vez que trato de acercarme a ellos, él se pone en medio, cerrándome el paso. ¡Ya no sé qué hacer!
Nico respiro hondo y cerro los ojos con fuerza. Cualquiera pensaría que era ante el recuerdo de ese monstruo o de su hermana, o tal vez recordando las clases con ese maestro pero no era así. Estaba comenzando a pensar que Thalia tendría para burlarse de él hasta la eternidad porque había cosas que solo hizo en presencia de Percy y Grover. Dioses este libro lo iba a dejar en vergüenza.
Will miraba a Nico con una ceja alzada, este negaba de vez en cuando con la cabeza, como si alguna idea no terminara de agradarle. Vio hacia la hija de Zeus pues era otra involucrada con la lectura pero esta estaba tranquila susurrando cosas con sus cazadoras. Vio de nuevo a Nico, tal vez no era algo de la lectura.
Grover miró a Thalia, ansioso. Yo procuré no ofenderme. El recurría a mí normalmente, pero Thalia era más veterana y eso le daba ciertas prerrogativas. No sólo por ser hija de Zeus, sino también porque tenía más experiencia que nadie a la hora de combatir con monstruos.
Los murmullos que hubiesen se detuvieron ante esas palabras. Thalia se quedó mirando al libro igual que Grover, hasta Percy se quedó en silencio no entendiendo porque todos lo hacían.
—¿Ligeros Celos o admiración? —Afrodita dejó la pregunta en el aire porque nadie la contestó. Apolo decidió continuar, bueno era normal que sintiera algo así cuando estaba acostumbrado a que él era el mejor amigo al que recurría el sátiro, ahora que había aparecido ella se imaginaba que se sentía algo desplazado, era normal.
—Muy bien —dijo ella—. ¿Esos presuntos mestizos están en el baile?
Grover asintió.
—Pues a bailar —dijo Thalia—. ¿Quién es el monstruo?
—De seguro el hombre —murmuró Hylla mirando a el pequeño Percy le recordaba tanto a Reyna, esa mirada inocente que ella quiso conservar para siempre pero que no pudo. Suspiro, por más que habia intentando cuidar de ella y que no sufriera, sentía que no lo había conseguido para nada.
—Oh —respondió Grover, inquieto, mirando alrededor—. Acabas de conocerlo. Es el subdirector: el doctor Espino.
Algunos confirmaron sus sospechas, otros hicieron una mueca ante esto. Hades, Poseidón, Atenea y hasta Zeus se comenzaban a preocupar por esta misión. Hera en cambio se sentía bien, tal vez por los celos leves que sentía el muchacho en el libro, estaba visto que ella sentiría lo del chiquillo de Poseidón. Tal vez porque a esos fue a quienes lastimó.
* * *
Una cosa curiosa de las escuelas militares: los chicos se vuelven completamente locos cuando un acontecimiento especial les permite ir sin uniforme.
—Y como no lo haremos —dijeron varios de los que habían estado en internados militares. Ellos pensaban en lo fastidiosos que eran esos lugares, con sus normas, sus uniformes y personas diciéndote que hacer cada cinco minutos.
Los que no habían estado en un internado o escuela así, solo se les quedaron mirando. Bueno que se imaginaban que no era nada fácil estar en uno así.
Ares solo chasqueó la lengua, para él esos lugares eran los mejores porque les enseñaban lo que debían saber sobre el poderío militar y las estrategias, o al menos eso es lo que debían enseñarles, además de que aprendían a obedecer o en todo caso como evadir las reglas de la mejor manera.
Supongo que, como todo es tan estricto el resto del tiempo, tienen la sensación de que han de compensar o recuperar el tiempo perdido.
—¡Si! —exclamaron en su gran mayoría los varones semidioses y los demás solo suspiraron pues estos eran los más desastrosos tanto entres griegos y romanos.
Jason solo se quedó mirando a Percy igual que sus hermanos, estos desde la distancia solo negaban con la cabeza. El pequeño había celebrado igual que los demás, levantaba su tiburón y reía. Era un pequeño revoltoso eso era seguro. Pero así es como lo querían, y no lastimado y asustado.
El suelo del gimnasio estaba salpicado de globos negros y rojos, y los chicos se los lanzaban a patadas, o trataban de estrangularse unos a otros con las serpentinas que colgaban de las paredes.
Muchas de las mujeres presentes rodaron los ojos, las que no estaban más bien pensando que ellas más que patear los globos los reventarian cerca de los chicos. Los varones por otras partes tenían sonrisas traviesas en su mayoría.
Otros como Frank solo suspiraban pero no iban a negar que eso sonaba divertido, después de todo más o menos a esa edad uno no sabía exactamente qué hacer en esos bailes, en especial si eras tímido. Jason por otra parte solo podía imaginar eso, él no había asistido a bailes así, después de todo él se crió en la legión y no es que hubiese muchos bailes ahí.
Las chicas se movían en corrillos, como siempre; llevaban bastante maquillaje, blusas con tirantes finos, pantalones llamativos y zapatos que más bien parecían instrumentos de tortura.
—Parece que han perdido bastante el sentido de la moda al estar ahí —la diosa del amor hizo una mueca y algunas de sus hijas igual, los demás no podían negarle que aquello no sonaba bien si se ponían a ver la edad que tenían las chicas de aquellas fiestas.
De vez en cuando rodeaban a algún pobre infeliz como un banco de pirañas, soltando risitas y chillidos, y cuando por fin lo dejaban en paz, el tipo tenía cintas por todo el pelo y la cara llena de graffitis a base de pintalabios.
Hasta Artemisa que no era partidaria de los hombres para nada, tuvo que admitir que aquello se escuchaba horrendo. Esas chicas estaban ofendiendo a las mujeres. Aunque algunas de las cazadoras de las más antiguas pensaban que tal vez estaban siendo demasiado buenas.
Aunque había una cazadora que se rehusaba a dar algún criterio sobre esto, porque decir que estas chicas estaban mal era estar de acuerdo con algunas cazadoras y decir que estaban bien también era estar de acuerdo con parte de ellas. Era un asco haberse convertido en una de ellas.
Algunos de los mayores hacían como yo. Deambulaban incómodos por los rincones, tratando de ocultarse, como si su integridad corriese peligro... Claro que, en mi caso, era cierto.
—El siempre corre peligro —farfulló más de uno por lo bajo, en especial la familia de Percy, él solo se los quedo mirando porque hablaron bastante alto.
—¿Lo siento? —se disculpo un poco retraído contra el rubio y los demás negaron con la cabeza.
—No hagas caso, todo esta bien —le susurro Jason y Percy solo asintió acomodándose una vez más sobre sus piernas, se movía constantemente porque era raro estar aquí y no en la escuela, aunque agradecía que el "sueño" este durando tanto.
—Allí están. —Grover señaló con la barbilla a dos jóvenes que discutían en las gradas—. Bianca y Nico di Angelo.
Las miradas de varios fueron hasta los hermanos Di' Angelo en especial la de Zeus, él había presentado que su hermano les había salvado pero no sabía dónde. Bueno que ahora no podía hacer nada aunque supiera dónde estaban en esta época. Y más le valía no hacer nada, si es que quería su divinidad de vuelta.
La chica llevaba una gorra verde tan holgada que parecía querer taparse la cara.
—Eso quería —murmuró Bianca aún mirando el suelo, no se sentía segura de estar aquí a pesar de estar con sus "hermanas" cazadoras, en especial si su hermano estaba ahí. Le hizo daño, lo presentía, pero no sabía que exactamente.
El chico era obviamente su hermano. Ambos tenían el pelo oscuro y sedoso y una tez olivácea, y gesticulaban aparatosamente al hablar. El barajaba unos cromos; ella parecía regañarlo por algún motivo, pero no paraba de mirar alrededor con inquietud.
Bianca recordaba a la perfección de lo que estaban hablando en ese momento, ella le regañaba por estar más interesado en su juego en vez de poner atención en las clases, también le decía lo espeluznante que era ese maestro. Nico también recordaba esa conversación, se repetía que tal vez debió prestar más atención a su hermana y dejar de pensar en sus juegos. Pero no se le podía culpar, después de todo solo tenía diez años.
—¿Ellos ya...? O sea, ¿se lo has dicho? —preguntó Annabeth.
Grover negó con la cabeza.
—Ya sabes lo que sucede. Correrían más peligro. En cuanto sepan quiénes son, el olor se volverá más fuerte.
—Ya estábamos en bastante peligro —murmuraron ambos Di' Angelo levantando un poco la vista de donde la tenían. Nunca olvidarían ese día.
Me miró. Yo asentí, aunque en realidad nunca he sabido cómo huelen los mestizos para un monstruo o un sátiro.
—En sí para nosotros, ustedes huelen a Ícor divino, olemos su parte divina más que la mortal. Cuando son pequeños y como no saben de su ascendencia solo huelen como todo mortal, pero entre más crecen el olor a Ícor se vuelve más fuerte y es en ese momento en que podemos sentirlo —Explicó Grover frunciendo el ceño y tratando de recordar lo que le habían enseñado sobre esto en las clases que les daban a los sátiros.
Los mestizos comenzaron a olerse a si mismos tratando de reconocer su propio olor divino pero no hallaban nada, Percy hizo lo mismo y luego olió a Jason que solo río por la acción.
—No huelo a Ícor ¿Cómo huele el Ícor? —pregunto mirando al rubio que se puso a pensar en ello.
—Habría que preguntarle a Grover —respondió y Percy solo asintió, acomodándose una vez más contra el rubio.
Pero sí sé que ese olor peculiar puede acabar contigo. A medida que te conviertes en un semidiós más poderoso, hueles cada vez más al almuerzo ideal de un monstruo.
—Pues esta visto que para ellos olemos a su comida favorita —hizo una mueca Ana hija de Venus que no se dio cuenta que Chris el hijo de Marte la olía. A él le parecía que ella olía a flores no a comida.
—Vamos por ellos y saquémoslos de aquí —dije.
—Si, por favor —rogó Hades y Bianca levanto la mirada, él miraba el techo como pidiendo a alguien que le diera fuerzas para resistir esta lectura. Ella lo evaluó un poco con la mirada ¿Él sería su padre divino? Se parecía bastante a Nico y a Ella misma, pero no podía decir con exactitud que dios era, lo único que recordaba es que era una de las figuritas que le faltaba a su hermano. Una figura rara.
Eché a andar, pero Thalia me puso una mano en el hombro. El subdirector, el doctor Espino, acababa de deslizarse por una puerta aledaña a las gradas y se había plantado muy cerca de los hermanos Di Angelo. Movía la cabeza hacia nosotros y su ojo azul parecía resplandecer.
Muchos tragaron saliva, ya se estaban oliendo que pronto el monstruo dejaría de actuar y comenzaría a mostrarse como era. Poseidón comenzó a rogar igual que Hades a quien fuera que sacara a su hijo de esa situación. Misma que aún ni empezaba. Zeus por su parte comenzaba a comprender la angustia de Poseidón de los anteriores libros, solo que él iba a sentir el dolor de su hija a parte de la angustia por ser su padre. Si a eso le sumaba que ya no era inmortal, tenía el combo completo. Las moiras se la habían hecho buena.
Deduje por su expresión que Espino, a fin de cuentas, no se había dejado engañar por el truco de la Niebla. Debía de sospechar quiénes éramos. Ahora estaba aguardando para ver cuál era el motivo de nuestra presencia allí.
Ares se sentaba más adelante en su trono, presentía la batalla cerca. No es que no le haya divertido ver como sus padres se convertían en simples semidioses, pero ya estaba aburriendose de que no haya acción en el libro y menos con el título del capítulo. Así que esperaba con ansias que todo comience.
—No miréis a los críos —ordenó Thalia—. Hemos de esperar una ocasión propicia para llevárnoslos. Entretanto hemos de fingir que no tenemos ningún interés en ellos. Hay que despistarlo.
Atenea y Ares aprobaban el plan pero desde ya la diosa de la sabiduría podía sentir que algo iba a salir realmente mal, tal vez era su hija quien lo sentía en el libro o quizá su instinto de madre despertando, ese que trataba de callar cada vez y cuando; porque según no le permitía pensar con claridad y objetividad. Solo esperaba estar equivocada. Lo malo es que casi nunca se equivocaba ese instinto.
—¿Cómo?
—Somos tres poderosos mestizos. Nuestra presencia debe de haberlo confundido. Mezclaos con el resto de la gente, actuad con naturalidad y bailad un poco. Pero sin perder de vista a esos chicos.
—Bailar —dijo soñadoramente un legado de Venus y muchos le siguieron el gesto. Las cazadoras solo arquearon una ceja, el plan no estaba mal, sabían que lo mejor era mezclarse para pasar desapercibidos pero ¿Tocar a un chico al hacerlo? Eso no se escuchaba agradable, aunque bueno era por la misión, solo esperaban que nunca les toque hacer algo así.
—¿Bailar? —preguntó Annabeth.
Muchas se preguntaban lo mismo. Algunas se vieron incómodas ante ese plan, una cosa era mezclarse pero ¿bailar? Eso era ir más allá. Artemisa vio a su teniente con una ceja arqueada, la sonrisita que ella tenía en ese momento le decía que ese plan no era solo parte de la misión, era parte de algo más y más grande.
—¿Qué? —pregunto fingiendo inocencia ante su señora y esta solo negó con la cabeza. Su nueva teniente si que era especial.
Zoe aún evaluaba a la chica, no tenía tan malos planes por lo que iba viendo, no había escogido mal a su sucesora. Se llevó una mano a la cabeza haciendo una ligera mueca pero luego la quitó.
Thalia asintió; ladeó la cabeza, como identificando la música, y enseguida hizo una mueca de asco.
—¡Ag! ¿Quién ha elegido a Jesse McCartney?
Grover pareció ofendido.
—Yo.
—Eso es un asco —se quejo Valentina una hija de Afrodita y muchos le apoyaron entre esos Thalia que veía al sátiro con una mirada de te lo dije.
—No lo es —se cruzo de brazos el sátiro y otros tantos le apoyaban a él.
—Yo soy el Dios de la música, si me muestran algo de él, sere yo quien les de el veredicto —comentó Apolo metiéndose en la pequeña discusión de ellos, estos miraron al Dios y asintieron —Pero será después, ahora leeremos —prosiguió leyendo.
—Por todos los dioses, Grover. ¡Es malísimo! ¿No podías poner Green Day o algo así?
—¿Green qué?
—Green Day, Grover, una fabulosa banda de Pop Punk y Punk Rock, con excelentes canciones, sin contar con sus genios detrás de su fabulosa batería, guitarra y bajo —replico Thalia, ese día no había podido discutir bien el asunto pero ahora si que podía.
—Eso solamente son ruidos, eso no es música —refutó Grover y Thalia estaba a punto de seguir con la pelea pero Apolo leyó más alto y Jason tapó la boca de su hermana, estaba asustando al pequeño Percy con esos gritos. El niño solo veía el intercambio entre ellos aferrándose a su tiburón.
—No importa. Vamos a bailar.
—¡Pero si yo no sé bailar!
—¡Claro que sí! Yo te llevo —dijo Thalia—. Venga, niño cabra.
—¿Y tú que hacías en los bailes de tu internado? —pregunto Chris queriendo indagar en la vida de su novia, esta le vio con una ceja arqueada queriendo determinar porque venía a indagar de su vida ahora.
—Golpear cerebritos —se encogió de hombros como si nada, la verdad es que a veces se sentaba a ver a las demás chicas "normales" actuaban, bailaban y se divertían. Muy en el fondo ella quería eso, pero sin todo el maquillaje y demás cosas, solo quería ser aceptada como los chicos las aceptaban a ellas pero nunca era así.
Chris no se creyó del todo su mentira pero no le dijo nada, solo le dio un casto beso en la mejilla y le sonrió, habían cosas aún que descubrir de su novia. Como ese lado dulce que solo mostraba con él, esa sonrisa tierna que ponía cuando el tomaba su mano a veces y esas caras que ponía solo para hacerlo reír cuando lo veía mal. El amaba cada parte de su princesa guerrera.
Grover soltó un gañido mientras ella lo tomaba de la mano y lo guiaba hacia la pista.
Grover prefirió comer una lata recordando eso, como le fastidio esa parte de la misión, los sátiros no bailaban con esos zapatos ¡Era imposible! Ellos no estaban para bailar eso, tal vez correr libres y bailar músicas de flauta de pan pero no esas músicas modernas.
Annabeth esbozó una sonrisa.
—¿Qué? —le pregunté.
—Nada. Es guay tener otra vez a Thalia con nosotros.
—¿Enserio? Para eso me mate dejándoles solos —mascullaba Thalia viendo a Annabeth, esta la estaba mirando solo rodo los ojos.
—Estabas mal si creía que le diría que lo extrañaba —artículo ella con los labios, Thalia fue quien rodó los ojos esta vez.
En aquellos meses Annabeth se había vuelto más alta que yo, lo cual me resultaba incómodo.
—¿Por qué? —fue la pregunta de Sophia mirando a su hermana que perdió el contacto visual con Thalia solo para verla.
—Porque se siente raro que tus amigas sean más altas que tu a esa edad, es como sentir que no creciste nada por más que lo intentes o que te estas quedando atrás de ellas —explico Malcom, al menos él había sentido eso cuando tenía más o menos esa edad y todos parecían superarle en tamaño. Su pequeña hermana solo asintió, bueno que ella era alta con respecto a sus compañeros de clases así que no sentía esa incomodidad y por eso no lo entendía.
Antes no llevaba joyas, salvo su collar de cuentas del Campamento Mestizo, pero ahora tenía puestos unos pequeños pendientes de plata con forma de lechuza: el símbolo de su madre, Atenea.
Los ojos de Annabeth se pusieron brillos e instintivamente se llevó la mano a su oreja buscando su arete. Ya no estaban, se preguntaba si los habría perdido en el barco, tal vez los dejo junto con su ahora inservible gorra de los Yankees. Se los había dado su padre y por eso eran tan preciados, esperaba no haberles perdido.
En silencio, se quitó la gorra y su largo pelo rubio se derramó sobre hombros y espalda. La hacía parecer mayor, no sé por qué.
—Cómo que el pequeño Percy se está fijando mucho en nuestra Annabeth —comento divertida Afrodita mirando como la semidiosa Atenea fruncía el ceño y para sus males podía sentir que su hija del libro también se estaba fijando mucho en el hijo de Poseidón, se mordió la lengua de decir algo. Oh si, la diosa del amor iba a disfrutar del castigo de la diosa de la sabiduría.
—Bueno... —me devané los sesos buscando algo que decir.
—Solo tenía que decir que se veía bien —Thalia golpeo su frente, el pequeño Percy se la quedo mirando.
—Pero ¿Y si decía eso y no le gustaba? Tal vez me iba a decir que era evidente que se veía bien, que dejara de ser un tonto o tal vez solo asentía y moría la conversación. No soy muy bueno haciendo amigos —contestó mirando a la hija de Zeus. Thalia se lo quedo mirando, él jugaba con sus dedos. La verdad es que siempre soltaba lo primero que se le pasaba por la cabeza y perdía amigos por esto, quizá por eso su yo del libro no sabia que decir, no quería perder la amistad de la rubia.
—Estoy segura de que ella no habría dejado que muera pequeño, ella te quiere —acarició su mejilla y el miro a Annabeth que le sonrió dulcemente —Muchos aquí te queremos, así que no eres malo haciendo amigos ¿entendido? —el pequeño solo asintió.
«Actuad con naturalidad», había dicho Thalia. Ya, claro, pero si eres un mestizo metido en una misión peligrosa, ¿qué narices significa «natural»?
—La naturalidad a esa edad no existe —murmuraron más de uno en la sala, vamos que a esa edad todo era complicado, en especial si eras alguien con los problemas de ellos, más los de la adolescencia recién comenzando.
—. Y... ¿has diseñado algún edificio interesante últimamente?
—Bueno, eso es mejor que lo que yo dije, ves que lo sabes hacer bien —felicito ella y el pequeño sonrió. Su yo mayor lo estaba haciendo bien, entonces tenía esperanzas de que de grande no fuera tan torpe como era ahora.
Sus ojos se iluminaron, como siempre que tocaba hablar de arquitectura.
—¡Uy, no sabes, Percy! En mi nueva escuela tengo Diseño Tridimensional como asignatura optativa, y hay un programa informático que es una verdadera pasada...
—Y esa charla va para largo —dijeron los de la cabaña de Atenea haciendo que ella solo suspiré con exasperación, ni que ella hablara tanto de arquitectura... esta bien puede que si lo hiciera pero no era para tanto ¿no?
Atenea comenzó a maldecir por lo bajo, su hija del libro estaba emocionada por hablar de eso con el de Poseidón. Pero se aguanto, iba a aguantar esto, debía hacerlo por sus malos accionar, tenía que entender que hizo mal y porque su hija parecía odiarla. Así que comenzó a dejar su odio por su tío y su cría a un lado una vez más.
Empezó a explicarme que había diseñado un monumento colosal que le gustaría construir en la Zona Cero de Manhattan. Hablaba de resistencia estructural, de fachadas y demás, y yo trataba de seguirla.
Más de una arrullo por esto, era lindo y tierno que él tratara de interesarse en las cosas que a ella le gustaban, aunque seguramente no entendiera nada de lo que decía. Los chicos en cambio suspiraron, estaban seguros de que ellas se estaban poniendo estándares de chicos ahora y estos solo subían.
Ya sabía que de mayor quería ser una gran arquitecta —a ella le encantan las mates y los edificios históricos, todo ese rollo—, pero yo apenas entendía lo que me estaba diciendo.
—Aún así es muy lindo de su parte que le preste atención —decía Hestia con una dulce sonrisa a todos, lo que les hacía sentir un calorcito interior, relajándose sintiéndose bien con ellos y tal vez anotando mentalmente que debían poner más atención en las cosas de los demás para fortalecer lazos.
La verdad es que me defraudaba un poco saber que su nueva escuela le gustaba tanto.
Las cazadoras y las chicas alzaron una ceja igual que las diosas, hasta ahora todo iba bien ¿Por qué aquello le defraudaba?
Era el primer año que ella estudiaba en Nueva York, y yo había confiado en que nos veríamos más a menudo.
Las chicas se calmaron y sonrieron con ternura, después de todo los pensamientos de Percy eran una monada. Él era una monada. Enteramente una monada y más ahora que estaba pequeño.
Su escuela —donde también estaba internada Thalia— se hallaba en la zona de Brooklyn, es decir, lo bastante cerca del Campamento Mestizo como para que Quirón pudiese intervenir si se metían en un lío. Pero como era una escuela sólo para chicas y yo iba a un centro de enseñanza media en Manhattan, apenas había tenido ocasión de verlas.
—Una verdadera lástima que no estén estudiando más cerca —comento Ariadna abrazando a su esposo, las cosas hasta ahora pintaban sumamente tranquilas y esperaba que duraran así mucho más.
—Sí, qué guay —le dije—. ¿O sea, que vas a seguir allí el resto del curso?
Su rostro se ensombreció.
—Bueno, quizá. Si es que no...
—¡Eh!
Thalia nos llamaba.
La hija de Zeus suspiró, esos dos habían estado haciendo el bobo mientras estaban solos. Vaya que ambos eran ciegos, bueno Annabeth más que ciega era necia en no aceptar en ese entonces que algo le pasaba con Percy. Eso hasta Grover lo sabía.
Estaba bailando un tema lento con Grover, que tropezaba todo el rato, le daba patadas en las espinillas y parecía muerto de vergüenza. Pero él tenía unos pies de relleno en sus zapatillas; contaba con una buena excusa para ser tan torpe. No como yo.
—Sigo siendo torpe —se desilusionó un poco el pequeño Percy pensó que mejoraría que tal vez dejaran de decir eso de él pero estaba visto que no seria así nunca.
—Todos somos torpes en algo —le ánimo Phoebe —No siempre se puede ser bueno en todo, pero no dejes que eso te desanime pequeño —le sonrió y este asintió sintiéndose un poco mejor.
—¡Bailad, chicos! —ordenó Thalia—. Tenéis un aspecto ridículo ahí de pie.
—Y vaya que lo tenían —murmuró Grover aunque el se había sentido aún más en ridículo junto con Thalia en la pista de baile.
Miré a Annabeth, nervioso, y luego a los grupos de chicas que deambulaban por el gimnasio.
—¿Y bien? —me dijo.
—Eh... ¿a quién se lo pido?
Muchos chocaron sus manos contra sus frentes, sus hermanos solo negaron con la cabeza mientras sonreían por lo bajo. Su hermanito era muy distraído, eso solo les recordaba a Teseo. Ya querían que despierte, les hacia mucha falta. Bueno tal vez a Tritón no tanto porque su espalda descansaba de sus ataques sorpresa.
Me dio un golpe en el estómago.
—A mí, sesos de alga.
—Ah. Sí, claro.
Muchos rieron por la situación mientras el pequeño Percy solo sonreía inocente, bueno que en verdad su yo futuro no sabía mucho de eso de hablar con chicas y menos el de aquí.
Nos acercamos a la pista de baile; yo miré a Thalia y Grover para ver cómo lo hacían. Le puse una mano en la cadera a Annabeth y ella asió mi otra mano como si fuese a hacerme una llave de judo.
—Ya me los imagino, debieron verse tan lindos —Hablo Perséfone sonriendo captando la atención de Bianca pues esta estaba junto a Hades, la miró solo un momento antes de volver a bajar la mirada.
—No voy a morderte —me dijo—. ¡Desde luego, Percy!, ¿es que no organizáis bailes en tu colegio?
—Pero no creo que sea de los que baila —negó con la cabeza Leo —Voy tener que enseñarles yo, para que puedan hacerlo bien —levanto a Piper de su lugar, puso una mano en la cintura de ella y tomo su otra mano mientras comenzaba a bailar con música imaginaria.
Piper le siguió el juego, el la estrechó más contra su cuerpo casi pegando su rostro contra el de ella, se movieron de su lugar, Apolo comenzó a tocar la lira creando armonía para el baile. Sus movimientos tenían gracia y estilo, le hizo dar una vuelta y luego la pegó contra su cuerpo una vez más. Era una música lenta. Ella se movió al son de la música, creando un espectáculo hermoso.
Jason solo sonreía viendo a su novia y a su amigo, le gustaba verlos felices. Aunque claro se sentía un poco incómodo de no ser él quien baile con ella pero verla bailar también lo hacía feliz. Ella sonría y su cabello flotaba ligeramente en las vueltas, era tan hermosa y tan natural. Cuando terminaron recibieron algunos aplausos y volvieron a su asiento.
Si todo estaba bien por ahora.
No respondí. La verdad era que sí. Pero nunca había bailado en ninguno. Yo era de los que se ponían a jugar a baloncesto en un rincón.
Más de uno se sintió identificado con eso porque ellos hacían lo mismo. Esto también respondía la pregunta que algunos hijos de Apolo tenían sobre Percy, porque el no era tan malo para el básquet pero si para apuntar con otros objetos.
Dimos una cuantas vueltas arrastrando los pies. Yo intentaba distraerme mirando la decoración; me concentraba en las serpentinas, en el cuenco de ponche, en cualquier cosa que no fuera: a) que Annabeth era más alta que yo;
—Lo cual era un problema —dijo Lacy pensando en sus propios bailes, los chicos se solían intimidar cuando la chica era muy alta porque se sentían aún más pequeños de lo que eran.
b) que me sudaban las manos,
—Estaba nervioso seguramente —Orión sonreía con cariño pensando en que el se ponía igual cuando debía tomar las manos de Artemisa cuando ponían alguna trampa en el bosque. Artemisa también recordaba esto y sonrió levemente.
Afrodita solo suspiro encantada, Zeus por su parte gruño por lo bajo. Estos instintos de padre sobreprotector que estaban naciendo no le agradaban.
y c) que no paraba de darle pisotones.
—No me dio tantos —Annabeth río ligeramente —Tal vez yo le di más, no era el único nervioso —susurro ella y solo Piper la oyó y río con ella.
—¿Qué ibas a decirme antes? —le pregunté—. ¿Tienes problemas en la escuela?
Ella frunció los labios.
—No es eso. Es mi padre.
—Aja. —yo sabía que Annabeth tenía una relación algo difícil con él—. Creía que las cosas habían mejorado entre vosotros. ¿O se trata de tu madrastra?
A las cazadoras recién llegadas que en principio al igual que muchas no habían querido aprobar que el chico fuera bueno, les estaba comenzando a agradar, las otras cazadoras ya les habían dicho que no era como los demás hombres. Pero como dicen por ahí, ver para creer, y hasta ahora el chico se oía bastante atento y para nada un cerdo. Esperaban no equivocarse con él.
Ella soltó un suspiro.
—Papá ha decidido mudarse. Justo ahora, cuando ya había empezado a acostumbrarme a Nueva York, él ha aceptado un absurdo trabajo de investigación para un libro sobre la Primera Guerra Mundial... ¡En San Francisco!
Los romanos arquearon una ceja ¿Qué era lo malo de San Francisco? Los dioses en cambio se veían comprensivos ante la actitud de la chica, después de todo era Griega.
Lo dijo con el mismo tono que si hubiera dicho en los Campos de Castigo del Hades.
—Siendo Griega puede que lo hayamos hecho ver así —comento Hefestos haciendo una mueca, bueno que tenían sus razones para tenerlos distanciado. Pero estaba visto que estas ya no existían en el futuro.
Los romanos seguían sin comprender del todo cual era el problema con la ciudad en la que estaba su campamento, para ellos San Francisco era el mejor lugar para estar.
—¿Y quiere que vayas con él? —pregunté.
—A la otra punta del país —respondió desconsolada—. Y un mestizo no puede vivir en San Francisco. Él debería saberlo.
—¿Por qué no?
—Eso —dijeron los romanos viendo a los griegos y a los dioses, Apolo se apresuró a leer antes de que alguien responda.
Ella puso los ojos en blanco. Quizá creía que bromeaba.
—Lo creía, a veces olvidaba que él era nuevo en todo este mundo y que no podía aprenderse todo de golpe —murmuró la rubia con un suspiro, no había tenido más recuerdos extraños en este rato pero quería tenerlos, eso le haría saber donde estaba su novio.
—Ya lo sabes. Porque está ahí mismo...
—Ah —dije. No entendía de qué hablaba, pero no quería parecer estúpido—. Entonces... ¿volverás a vivir en el campamento?
—Es mucho más grave que eso, Percy. Yo... Supongo que debería contarte una cosa.
Thalia cruzó una mirada con Annabeth recordando el breve encuentro que habían tenido con las cazadoras meses antes de ir a la misión. Encuentro en el que Thalia y Zoe casi se mataban, literalmente, pero ahora ella reconocía que la chica había tenido razón en todo lo que dijo aquella vez.
Le dio una leve mirada a Luke que la veía fijamente y devolvió la vista a sus cazadoras. Ahora él se preguntaba que es lo que pasaba ¿Por qué ahora se veía más molesta con él? Pues tenía el ceño fruncido.
Y de pronto se quedó rígida.
—Se han ido.
—¿Qué?
Hades verificó que sus hijos estuvieran ahí sentados, bueno que ya sabía que seguramente algo le había pasado a Bianca porque no llego con los demás y era cazadora, pero ahora que estaba ahí se aseguraría de no perderla. En especial ahora que podría acercarse a sus hijos.
Seguí su mirada. Las gradas. Los dos mestizos, Bianca y Nico, ya no estaban allí. La puerta junto a las gradas había quedado abierta de par en par. Y ni rastro del doctor Espino.
—Los tiene el monstruo perfecto —murmuró Hades apretando su túnica entre sus manos tratando de no mostrar la ansiedad que estaba sintiendo desde que identificó que eran sus hijos aquellos mestizos que iban a rescatar de la misión.
—Y más que seguro que mi hijo irá tras el monstruo —se lamento Poseidón cerrando los ojos con fuerza ¿Qué más podía hacer su hijo? Sabia por lo leído que era seguro que iría a por ellos sin importar que ¿Se podía morir ahora siendo el rey?
Sus hijos y esposa le veían con preocupación, sumaban una angustia más para el pobre dios. Tal vez ya tenía bastante con lo de la sala para agregar otra pero no ahí iba el libro sumando una más.
—¡Tenemos que avisar a Thalia y Grover! —Annabeth se puso a mirar frenéticamente por todos lados—. ¿Dónde demonios se han metido esos dos? Vamos.
—Se me salió uno de los zapatos y no supimos para donde se había ido —trato de recordar Grover porque fue que dejaron la vigilancia.
—Así que tuvimos que buscar entre todas las cosas regadas en el lugar tratando de no llamar la atención —medio gruñó Thalia, como le había molestado haberles perdido la pista en ese momento. Annabeth hizo una mueca recordando eso, después de todo les hizo perder valioso tiempo pero no podían culparse ahora por como salieron las cosas, simplemente habían salido así y ya.
Echó a correr entre la gente. Yo me disponía a seguirla, pero un grupo de chicas me cerró el paso.
Ahora ella entendía porque en un momento él estaba con ella y al otro había desaparecido como si la tierra se lo hubiese tragado. Bueno mala elección de palabras, porque eso le hizo doler el pecho.
Las esquivé con un rodeo para ahorrarme el tratamiento de belleza de cintas y pintalabios, pero cuando me libré Annabeth había desaparecido. Giré sobre los talones, buscando a Thalia y Grover. Pero lo que vi entonces me heló la sangre.
Poseidón, Hades, Zeus y Atenea comenzaban a pensar seriamente en calmantes, bueno a dos de ellos si que les servirían pero a los otros dos, no demasiado.
A unos metros, tirada en el suelo, había una gorra verde como la de Bianca di Angelo. Y unos cuantos cromos esparcidos aquí y allá. Entonces entreví al doctor Espino. Corría hacia la puerta en la otra punta del gimnasio y llevaba del cogote a los Di Angelo como si fuesen dos gatitos.
—El monstruo los tiene —soltó Hades demostrando su preocupación mientras Perséfone acariciaba su espalda y dejaba que el apreté su mano.
Entonces Bianca entendió que si, aquel era su padre pero si tanto le preocupaba ahora ¿Por qué en su tiempo no se había presentado? ¿Por qué no estaba con ellos? Frunció el ceño, tal vez si él estaba a ella no le habría tocado cuidar a Nico sola.
Aún no veía a Annabeth, pero estaba seguro de que se había ido hacia el otro lado a buscar a Thalia y Grover.
—Hacia la otra punta del salón —murmuraron los tres, la verdad aún se sentían mal por tal distracción justo en ese momento.
Iba a salir corriendo tras ella, pero me dije: «Espera.»
Muchos arquearon una ceja viendo el libro. Aunque no debía sorprenderles después de todo el era impulsivo, tal vez por eso corría tantos peligros.
Entonces recordé lo que Thalia me había dicho en el vestíbulo con aire perplejo cuando yo le había preguntado por ese truco que hacía chasqueando los dedos: «¿Aún no te lo ha enseñado Quirón?» También recordé cómo la miraba Grover, convencido de que ella sabría salvar la situación.
Thalia bufo ante esto, eran muy notorios los celos en esos pensamientos. Si solo el supiera pensaba ella, recordando cuanto no alababan Annabeth y Grover a Percy, cuanto no le hablaron de él mientras estuvo en el internado y en ese mismo baile. Ya la tenían un poco cansada con el temita. Ella sentía celos de él, tal vez si se parecían demasiado.
No es que yo tuviera nada en contra de Thalia. Ella era una chica guay y no tenía la culpa de ser la hija de Zeus y acaparar toda la atención, pero aun así tampoco necesitaba correr tras ella para resolver cada problema.
—Sesos de alga —musitó Annabeth rodando los ojos y las cazadoras solo negaron con la cabeza como varios en la sala. Bueno que era comprensible que se sienta así, porque sentía que lo estaban desplazando. Cualquiera se sentiría así si la nueva chica acapara la atención.
Además, no había tiempo. Los Di Angelo estaban en peligro. Tal vez ya habrían desaparecido cuando encontrase a mis amigos. Yo también sabía lo mío de monstruos. Podía resolver aquello por mi cuenta.
—No voy a negar que en parte tenías razón pero igual debiste al menos dar un aviso a tus amigos de a donde ibas —medio reprendió Artemisa al pequeño Percy —Es seguro que los dejaste preocupados —este la miro y asintió —Debes ser más prudente —le sonrió y le revolvió el cabello. Claro que ella comprendía que este no era el Percy del libro pero era mejor que vaya aprendiendo desde ahora a que debía pensar un poco las cosas antes de hacerlas.
Apolo solo les miro fijamente, no estaba sorprendido como los demás, estaba cauteloso. Hermes a su lado quería echarse a reír, hace siglos no lo veía actuar así, tal vez porque nadie intentaba nada con su hermana, aunque aún no determinaba si eran celos por Artemisa o por el chiquillo.
Saqué el bolígrafo del bolsillo y corrí tras el doctor Espino.
—Y ahí va —murmuraron los hermanos de Percy mirando como su padre estaba casi tan pálido como su tío Hades, mismo que parecía haber palidecido más, si es que eso era posible.
* * *
La puerta daba a un pasillo sumido en la oscuridad. Oí ruidos de forcejeo hacia el fondo y también un gemido. Destapé a Contracorriente.
Perseo frunció el ceño y una sonrisa divertida aprecio en su rostro pensando en las tonterías que solitaria su amigo Teseo con esa palabra gemidos. Amigo. Esa palabra cada vez incomodaba y dolía más, se apretó con la mano la camisa en la parte del corazón, sentía un dolor ahí cada vez que decía esa palabra y Teseo en la misma oración. Aún sin saber la razón.
El bolígrafo fue creciendo hasta convertirse en una espada griega de bronce, de casi un metro de largo y con un mango forrado de cuero. Su hoja tenía un leve resplandor y arrojaba una luz dorada sobre las taquillas alineadas a ambos lados.
Cierta semidiosa gruño ante la mención de la espada y su descripción mientras otra le envió una fría mirada, la cazadora se la devolvió desafiante hasta que otra golpeo su cabeza y soltó un compórtate con tu teniente ¡Ella no era su teniente! ¡No era nada! Era todo lo que el ex dios pensaba mientras apretaba los puños y la mandíbula la tensaba.
Crucé a toda prisa el pasillo, pero en el otro extremo no había nadie. Abrí una puerta y me encontré de nuevo en el vestíbulo principal. Me quedé pasmado. No veía a Espino por ninguna parte, pero sí a los hermanos Di Angelo, que permanecían al fondo paralizados de terror.
Nico observó levemente a su padre, dejando de lado los pensamientos de que pronto saldría su yo más infantil e ingenuo que le dejaría avergonzado tal vez de por vida, sintió un calorcito en el pecho al verlo preocupado. En su tiempo no era algo que solia ver, ni siquiera cuando fue la batalla de Manhattan, aunque ahí fue la primera vez que vio una chispa de orgullo hacia él en sus ojos. Era agradable saber que si le importaba al menos aquí.
Avancé poco a poco, bajando la espada.
—Tranquilos. No voy a haceros daño.
Muchos fruncieron el ceño pensando que eso era demasiado fácil, así que debía ser una trampa ¿Dónde estaba el monstruo? Percy pequeño en cambio sentía temor por su yo futuro y por los dos niños de la lectura.
Ellos no respondieron. Tenían los ojos desorbitados de pánico. ¿Qué les pasaba? ¿Dónde se había metido Espino? Tal vez había percibido la presencia de Contracorriente y se había batido en retirada. Los monstruos aborrecen las armas de bronce celestial.
La mayoría solo negó con la cabeza, sabían que los monstruos si hacían eso, pero no creían que Espino fuera uno de ellos. Ares y sus hijos en cambio estaban a la espectativa de la batalla por venir.
—Me llamo Percy —dije, tratando de aparentar serenidad—. Os sacaré de aquí y os llevaré a un lugar seguro.
Nico y Bianca pensaban que si que se veía sereno, de hecho eso los había alarmado aún más ¿Cómo pudo mostrar calma en medio de todo lo que estaba sucediendo? Aunque se veía que solo la fingía, estaba visto que el podía hacer eso incluso en los peores momentos. El podía guardar muy bien sus secretos.
Bianca abrió los ojos aún más y apretó los puños. Sólo demasiado tarde comprendí el sentido de su mirada. No era yo quien la tenía aterrorizada. Quería prevenirme.
Poseidón no sentía que pudiera resistir más, quería entrar al libro y sacar a su hijo de ahí, ni siquiera estaba su hijo real ahí para asegurarse que estaba bien y el pequeño no quería conocerle ¿Algo podía salir peor que esto? Lo más probable con la suerte de su hijo y la suya propia es que la respuesta fuera que si.
Me giré en redondo y en ese mismo instante oí un silbido y sentí un agudo dolor en el hombro. Lo que parecía una mano gigantesca me impulsó hacia atrás hasta estrellarme contra la pared.
—¡Acción! —celebro Ares mientras otros hacían muecas comprensivas ante el ataque.
El pequeño Percy estaba asustado y se había llevado las manos a los hombros, Jason trataba de calmarlo y le aseguraba que su yo del libro estaría bien. Eso lo relajó un poco, el rubio le hacía sentir seguro.
Lancé un mandoble con la espada, pero sólo rasgué el aire.
Una fría carcajada resonó por el vestíbulo.
—Sí, Perseus Giiiackson —dijo el doctor Espino, masacrando la J de mi apellido—. Sé muy bien quién eres.
Ahora Luke comenzaba a recordar donde había escuchado el acento francés que tanto le sonaba desde la mención de espino, se pasó las manos por el rostro. Su yo del libro era un estúpido, pero más lo era él por haber aceptado trabajar para Cronos.
Intenté liberar mi hombro. Tenía el abrigo y la camisa clavados en la pared con una especie de pincho o daga negra de unos treinta centímetros. Me había desgarrado la piel al atravesarme la ropa y el corte me ardía de dolor. Ya había sentido algo parecido otra vez. Era veneno.
—Más veneno simplemente genial —masculló Poseidón viendo el techo como pidiendo piedad para su tortura, mientras que la de otra comenzaba.
Hera se comenzó a sentir fatal, el hombro le quemaba horrores, podía sentir el veneno en su sangre. Estaba tan poco acostumbrada al dolor que tal vez lo sentía más que el mismo Percy del libro, pues este tenía más tolerancia que ella.
Hice un esfuerzo para concentrarme. No iba a desmayarme.
Hera apenas podía cumplir aquello, su umbral del dolor no existía, simplemente porque nunca había tenido que sufrir dolor alguno a más de un corazón despechado por un marido infiel.
Una silueta oscura se nos acercó. En la penumbra distinguí a Espino. Aún parecía humano, pero tenía una expresión macabra. Sus dientes relucían y sus ojos marrón y azul reflejaban el fulgor de mi espada.
Todos se comenzaban a preguntar que clase de monstruo sería el doctor Espino y como es que le había lanzado esa espina hacia el hombro a Percy porque este no mencionaba que tuviera algún arma, o algo.
—Gracias por salir del gimnasio —dijo—. Me horrorizan esos bailes de colegio.
Traté de asestarle un tajo con la espada, pero estaba fuera de mi alcance.
Habían más muecas comprensibles hacia el chico mientras que los padres de los atacados se ponían cada vez peor. Apolo se preguntaba si ya preparaba las habitaciones en su templo y tal vez pedir a su tía de ese té especial para calmarlos un poco, porque si así empezaba el libro, no quería ver como terminaba.
¡Shisssss! Un segundo proyectil salió disparado desde detrás del doctor, que no pareció haberse movido. Era como si tuviera a alguien invisible detrás arrojando aquellas dagas.
—Una cola tal vez —murmuró un legado de Aquilon y muchos estuvieron de acuerdo con él pero ¿Qué monstruo lanzaba aguijones con su cola? Era difícil pensar en ello ahora.
Bianca dio un chillido a mi lado. La segunda espina fue a clavarse en la pared, a sólo unos centímetros de su rostro.
Hazel veía a su padre sumamente preocupada por el estado que tenía ¿Los dioses no morían de infartos, verdad? Esperaba que no, luego miro a Bianca. Ella apenas conocía ciertas cosas de ella pero las que sabia hacían que ella no la quisiera de hermana, no después de lo que supo que hizo con Nico. Pero debía darle una oportunidad de que arregle todo con él, si él la aceptaba entonces ella le daría una oportunidad.
—Los tres vendréis conmigo —dijo Espino—. Obedientes y en silencio. Si hacéis un solo ruido, si gritáis pidiendo socorro o intentáis resistiros, os demostraré mi puntería.
—No quiero saber su puntería —murmuró Apolo cerrando el libro —Termino el capítulo —
—Menos mal —dijeron muchos, ese final estuvo bastante intenso y eso que este libro recién empezaba.
—Creo que nos merecemos un descanso y una visita de alguien a mi consultorio —Apolo miro significativamente a su pequeño Paciente, este solo hizo un puchero y asintió, no se sentía con ganas de ver a un doctor. A pesar de que este no se veía como los doctores usuales que olían a medicamento y tenían las manos frías.
—Además que tenemos que ver que hacer con ellos —dijo Demeter señalando a los tres semidioses aún encadenados en la esquina del coliseo de juicios. No podían dejarlos así, ahora si podían morir de hambre.
—Bien, entonces salgamos hasta más tarde —Poseidón dio por disuelto todo, comenzaron a salir para todas partes y él se dispuso a ver que harían con estos semidioses nuevos.
—El que hablo es mi papá ¿verdad? —pregunto Percy de la mano de Jason mientras salían y este asintió —¿Crees que el quiera...? Ya sabes, conocerme —
—Esta ansioso por eso te lo aseguro —le sonrió y comenzó a entender porque no lo quería conocer al principio —Eres su orgullo Percy —el pequeño no se lo creía del todo ¿Él, el orgullo de su padre? No era posible, negó con la cabeza y simplemente avanzo tirando de la mano del rubio.
—Tu y yo tenemos que hablar —murmuró Thalia a Annabeth y esta asintió, la azabache quería presentarle formalmente a Hal. Ya le había contado a la rubia la historia más o menos cuando era pequeña pero ahora era tiempo de que conozca al antiguo dueño de esa daga.
N/A: Habían demasiadas cosas para poner en el capítulo y casi no tenía tiempo para escribir. Espero les haya gustado.
Nos vemos en dos semanas, si la gripe me deja escribir igual que el trabajo.
Pd: dudas, sugerencias, teorías, quejas, preguntas y más dejelas en reviews ~
