Todos los personajes pertenecen a Rick Riordan igual que el texto en negrita yo solo los usaré para este fic sin fines de lucro.
N/A: —Deja el capítulo y se va —
Recordatorio: En este libro también se leerá "La carroza perdida de Ares"
Cuando terminaron de comer volvieron a entrar todos al Coliseo de los juicios, los primeros en entrar fueron los dioses que con las miradas decidieron de que era momento de contarles a todos el castigo que le habían impuesto a los tres que agredieron ya sea de forma física o táctica, a los hijos de Poseidón y a sus amigos. La mayoría de los dioses miro a Poseidón pues era el más idóneo para que de el anuncio. Los semidioses ingresaron a excepción de Jason que se quedó en la puerta con Percy de la mano.
—Bien, queridos semidioses —empezó a decir Poseidón pero su vista estaba fija en el pequeño de ojos verdemar que le miraba curioso de la mano del rubio —Hemos de darles una noticia, no tan grata para algunos —miro a su lado donde estaban de pie sus hermanos y sobrina, ahora semidioses, volvió la vista al frente —Las moiras han hablado y dado su veredicto —
—¡¿Qué le han hecho a mi padre?! —atajo el ex dios, ganándose una fría mirada de parte de los dioses. Dos cazadoras la sostenían por los brazos y la obligaron a sentarse una vez más.
—Tu padre, cometió una penalidad y como tal ahora está pagando por ella —explico con tranquilidad el Dios de los mares que ni le miro, seguía viendo los ojitos brillantes de su hijo más pequeño que ahora le sonreía y se escondía tras el rubio.
—¡Él es el rey! ¡No pueden tocarlo! —bramaba la ahora chica y cazadora, hasta que Phoebe le puso un parche en la boca.
—Gracias Phoebe —asintió Artemisa tocando sus sienes, los chillidos de la nueva cazadora la estaban estresando.
—Bien, como les iba diciendo. Hera, Zeus y Atenea, han sido castigados, su castigo es que ya no son inmortales —los murmullos no se hicieron esperar, también las exclamaciones de sorpresa ante lo escuchado.
—Y se ha escogido un nuevo y una nueva reina —Hades sonreía siniestramente al ex Dios, él estaba gozando de este momento como nadie tenía idea. No era muy sabido por todos pero de los dioses menores, Heracles o Hércules, había sido al que más detestaba el Dios del inframundo, por una sencilla y simple razón. Este cometió pecados que debieron llevarlo a los campos de castigos pero por la intervención de Zeus que lo hizo inmortal, no fue posible.—Y esos son Poseidón y mi querida hermana Hestia —
Lina Adara abrió los ojos con sorpresa, se removía atrapada entre los brazos de las cazadoras que la sostenían, iba tomando un color rojo mientras parecía vociferar maldiciones bajo el parche de su boca, estaba hirviendo en ira al parecer. Y por supuesto Hades estaba gozando con esto.
Los demás dioses no dijeron o hicieron nada, la verdad todos estaban disfrutando de la reacción del ex Dios, a excepción de Poseidón y Hestia, ella porque era pacífica, el otro porque seguía prestando más atención a su pequeño que a lo que hiciera la nueva cazadora.
—Los tres han sido convertidos en semidioses —siguió diciendo Poseidón mientras señalaba a los tres jóvenes que ya estaban cambiados de ropa, dos de ellos sin ataduras, también le habían dado de comer y parecían algo mortificados con esto, al menos dos de ellos —Solo si logran comportarse y aprender su lección, su inmortalidad será devuelta —hubo más murmullos y exclamaciones por lo bajo.
Hestia apareció asientos para los tres, cerca de las gradas de los semidioses porque no creía que estos asimilen muy rápido lo sucedido. Los tres se sentaron, aunque Hera parecía reacia a aceptar todo lo que pasaba.
—Y ahora —Poseidón sonrió viendo como Percy se soltaba de la mano del rubio y corría hasta estar frente a él.
—¿Tú eres mi papá? —el pequeño se movía sobre sus pies y estrujaba sus manos, en sus ojos se podía ver al anhelo que tenía de conocerlo pero también el temor por lo mismo.
—Sí, lo soy —se hizo hacia adelante y toco su pequeña mejilla que estaba algo sonrojada —Me alegra mucho conocerte Perseus —los ojitos del pequeño brillaron y luego se llenaron de lágrimas.
—¿Por qué no te quedaste con mamá? —susurro muy bajito aun jugando con sus manos y dejando que las lágrimas bañen sus mejillas —¿Soy tan malo? —Poseidón se lo quedó mirando un segundo ¿Quién le había dicho algo así a su pequeño?
Paso sus manos por sus mejillas limpiando las lágrimas mientras Percy aún gimoteaba cosas de ¿La dejaste por mi culpa? Debiste quedarte con ella, te necesitaba ¿Es por qué soy un mal niño? ¿Por qué la dejaste?. Lo tomo con delicadeza y acomodo en su regazo mientras lo dejaba sacar su dolor.
—Te prometo que nunca quise dejarla —susurro a su oído abrazándolo, el pequeño rompió más en llanto —Nunca quise dejarlo a ninguno de los dos —beso delicadamente su frente —Eres mi hijo, estoy orgulloso de ti. Debes saber que hagas lo que hagas, eres un auténtico hijo del Dios del mar y que siempre estaré orgulloso de ti —entonces el pequeño pareció calmarse un poco mientras se aferraba a su pecho.—Creo que hay que leer, para que se calme un poco —
Anfitrite la consorte de Poseidón que según a los ojos de algunas debería estar celosa y muerta de iras, no lo estaba para nada, más bien estaba enternecida de ver al pequeño envuelto entre los brazos de su esposo aún sollozando. Tenía la nariz roja, igual que sus mejillas y ojos, pero se seguía abrazando a su padre como si fuera a desaparecer en algún momento. Era tan tierno ver a su esposo con el niño en brazos.
Más de una de las presentes estaba encantada con la escena, Apolo que debería estar leyendo también lo estaba, Hermes lo veía de reojo. Le agradaba ver a su amigo tan feliz ahora, aunque sabía que estaba sumamente preocupado por donde se encontraba el Percy real.
—Bien, tal vez no sea yo el más apropiado para leer —comentó Apolo viendo a los nuevos semidioses —¿Por qué no lee usted, nuevo padre? —lo último lo dijo con un tono burlón hacia Zeus, que solo le dio una mirada desaprobatoria pero sabiendo que no podía rehusarse a una petición de él debido a que ahora era un semidiós y el otro un dios, solo tomo el libro y comenzó.
—El Subdirector saca un lanzamisiles —Zeus trago saliva y vio a su hija que solo miraba despreocupada a sus cazadoras esperando que empiece la lectura.
—Y aquí es cuando todo empieza a irse por el caño —murmuraron algunos de los semidioses.
La familia marina por otra parte estaba muy preocupada por Poseidón, pues en el último capítulo Percy estaba en peligro pero dejaron de hacerlo al ver que él simplemente acomodaba el cabello del pequeño Percy que aún seguía sollozando porque se había estado culpando de que su padre no estaba con su madre solo por él.
Yo no sabía qué clase de monstruo sería el doctor Espino, pero rápido sí que era.
—No me gusta cómo va empezando este capítulo —susurro Hades asegurándose de que sus hijos estaban ahí en el coliseo de juicios, que salieron de ahí sanos y salvos. Aunque claro eso no le quitaba que en alguna parte de este viaje o uno futuro, no lo sabía, su hija no salía bien.
—Tranquilo mi señor —trataba de calmarlo Perséfone pero era otra que se empezaba a preocupar por esos pequeños. Ella había estado conversando con Anfitrite, que resultó ser muy provechosa, esta le comentó que efectivamente los pequeños de su esposo no tenían ninguna culpa y que de hecho las madres de estos tampocos. Ellas simplemente eran mortales que no pueden evitar enamorarse de dioses cuando estos se lo proponían, así que eran tan inocentes como sus hijos y que algunas eran muy divertidas.
Tal vez podría defenderme si lograba activar mi escudo. Sólo tenía que apretar un botón de mi reloj.
—Pero si hace no podrá defender a los otros dos, no están en la misma igualdad. Ellos no saben nada de eso, podrían resultar heridos los tres —murmuraba para sí Atenea con el ceño fruncido por un momento hasta que lo noto ¿Ella preocupándose por los Di' Angelo? Y peor ¡Por el hijo de barba de Percebe! Debían ser los sentimientos de su hija del libro que estaba preocupada buscando a los tres, eso debía ser.
Zeus simplemente ignoró sus murmullos mientras leía, quería asegurarse que este sentimiento; de angustia, que empezaba a crecer en su pecho fuera por su hija del libro y no por algo de él.
Ahora bien, proteger a los Di Angelo ya era otra historia. Para eso necesitaba ayuda, y sólo se me ocurría una manera de conseguirla.
Cerré los ojos.
—¿Qué haces, Jackson? —silbó el doctor
Eso era lo que se preguntaban varios de los que oían la lectura, Atenea estaba calibrando que es lo que hacía, le costaba pensar con claridad con todos esos sentimientos creciendo en su pecho. Su gran inteligencia, sabiduría y conocimientos ya no estaban, sentía que su mente ahora solo era un charco de agua, cuando antes era un océano. Qué ironía. La gran diosa de la sabiduría ya no era tan sabia.
—. ¡Muévete!
Abrí los ojos y seguí arrastrando los pies.
—Es el hombro —mentí con aire abatido—. Me arde.
Los de Atenea fruncieron el ceño, ellos sabían del veneno del monstruo que lo atacó, porque bueno ellos sabían que monstruo era a diferencia de los romanos y algunos griegos.
—Su veneno solo aturde, no es para que se ponga así —murmuró Will tratando de entender que es lo que quería Percy con eso de ponerse mal y claro mientras pensaba en eso se acercaba más a Nico.
Nico por su parte ni se molestaba en apartarlo o decirle algo, él estaba más nervioso por lo que pasaría en el libro. Las acciones de su yo pasado iban a ser la vergüenza de su yo presente y futuro ¿Se le iba a notar demasiado lo infantil? Paso las manos por su rostro con frustración, claro que se iba a notar.
—Sombritas ¿estás bien? —Will pico siu mejilla y Nico le dio un golpe.
—No fastidies Solace —gruño el hijo de Hades, el de Apolo le seguía viendo con preocupación ¿Qué lo tenía tan pensativo y distraído?
—¡Bah! Mi veneno hace daño pero no mata. ¡Camina!
—Bueno saberlo, así no muero yo también —murmuró Poseidón cuando el pequeño par de ojos verdemar de su hijo menor ahí presente se le quedaron mirando, aún tenía algunas lagrimillas en los bordes de sus ojos pero ya había parado de llorar, estaban secas.
—¿Por qué vas a morir? —pregunto suavemente acomodándose bien en su regazo.
—No la haré, no te preocupes. Es solo un decir —peinó sus cabellos con su mano, Percy solo ladeó la cabeza antes de sonreírle —¿Estas mejor? —el niño asintió y él le sonrió. Juraba que protegería a su hijo, no importaba como.
Nos condujo hasta el exterior mientras yo me esforzaba en concentrarme. Imaginé la cara de Grover; pensé en la sensación de miedo y peligro.
—Ah sí, la conexión con el sátiro —Dioniso le dio una mirada de respeto a Grover, el cual abrió mucho los ojos. El señor D no le daba esa mirada a muchos de los de su especie.
Ariadna vio a su esposo y besó su mejilla, después de todo estaba comenzando a demostrar parte de lo que en verdad era.
El verano pasado Grover había creado entre nosotros una conexión por empatía y me había enviado varias visiones en mis sueños para avisarme de que estaba metido en un apuro.
El Percy pequeño frunció el ceño ante esto, había entendido que Grover, era el medio burr... cabra que vio el día que llegó y está mañana en el comedor pero ¿Ahora qué era eso conejo con me patina? Le preguntaría a Jason cuando pudiera, eso le hizo pensar que no estaban ni el rubio, ni su tiburón cerca. ¿Su papá se molestaría si iba por ellos? Mejor no se movió. El apestoso solía enojarse cuando se movía mucho y no sabía si su papá sería igual, a los adultos no les gustaba que se mueva ni hable.
Le estaba costando mantenerse callado.
Si no me equivocaba, seguíamos conectados, aunque yo nunca había intentado comunicarme con él por ese medio. Ni siquiera estaba muy seguro de que funcionara estando Grover despierto.
—Estando dormido alguno de los dos funciona mejor, porque se puede tener una imagen, pero también funciona estando despiertos aunque solo llegara la voz —explico Grover al ver que todos tenían sus ojos en él.
Zeus tenía el ceño fruncido ¿Cómo se atrevían a interrumpir mientras leía? ¡Él era...! detuvo su línea de pensamiento y hundió los hombros. Era un semidiós como los demás, no era más un Dios, ni el rey. Cerró los ojos con fuerza antes de volver a leer. Esto le estaba revolviendo muchas cosas por dentro.
«¡Grover! —pensé—. ¡Espino nos tiene secuestrados! ¡Es un maníaco lanzador de pinchos! ¡Socorro!»
Hera tenía una mirada indescifrable en el rostro, podía sentir la angustia y la desesperación del muchacho. No le gustaba para nada tener estos sentimientos, le revolvía el estómago pensar que era uno de ellos, que no tendría más su trono, que nadie jamás haría lo que diga. Pero debía ser cautelosa con lo que mostraba en su rostro, tenía que primero librarse de sus ataduras, para esto; tendría que ser buena.
Espino nos guiaba hacia los bosques. Tomamos un camino nevado que apenas alumbraban unas farolas anticuadas.
Bianca frunció el ceño mirando el suelo y recordando ese momento, lo indignada y patética que se sintió: por ser llevada de esa forma, por tener que ser la que ayudara y aún así no poder hacerlo, se suponía que ella estaba a cargo de Nico que debió cuidarlo, pero no lo hizo, y por eso terminaron siendo llevados por Espino. Le molesto tener que ser la "adulta" en la relación que tenía con su pequeño hermano.
Me dolía el hombro, y el viento que se me colaba por la ropa desgarrada era tan helado que ya me veía convertido en un carámbano.
Tritón hizo un amago de sonrisa, pero cambió el gesto rápidamente al sentir la mirada de Orión encima suyo ¡¿Qué era lo que le pasaba?! ¿Por qué las cosas exageradas que pensaba Perseus le parecían graciosas? Esperen... ¿Lo estaba llamando por su nombre? ¿Desde cuándo estaba pensando en él por su nombre? Frunció el ceño y miro el suelo, tal vez que el hijo mestizo de su padre, tenga la edad que tenía en este momento le estaba afectando. Seguro era eso.
—Hay un claro más adelante —dijo Espino—. Allí convocaremos a vuestro vehículo.
—¿Qué vehículo? —Preguntó Bianca—. ¿Adónde nos lleva?
—Si ¿A dónde? —Belerofonte estaba más que preocupado por su nuevo pequeño hermano y más el verlo tan quieto entre los brazos de su padre, porque comparado con lo que se estaba moviendo cuando estaba con el rubio, que desde donde él estaba lo pudo ver. Percy estaba muy quieto y callado ¿Qué le pasaba?
—¡Cierra la boca, niña insolente!
Hades soltó algunas blasfemias entre dientes, de todos los idiomas que se sabía muy bien. Los demás se lo quedaron mirando. Deméter lo vio con una ceja arqueada, le recordó bastante a su Arión, más de una ve lo amenazó con lavarle la boca con detergente si seguía blasfemando y maldiciendo. Tal vez por eso Arión no la visitaba demasiado en sus templos. Eso le llevó a preguntarse dónde estaría en ese momento.
—Mi señor —murmuró Perséfone a su oído cuando las blasfemias, maldiciones, insultos, juramentos y todo el vocabulario de marinero, estaba siendo un poco elevado y escuchado perfectamente por los presentes. Que inmediatamente taparon los oídos de los más pequeños, en especial de Percy.
—¿Qué es que te den por...? —comenzó a preguntar Percy pero su padre tapó su boca antes de que termine la frase y susurro bajito, algo de no debes decir eso. Estaba seguro que Hestia lo mataba a él y a Hades, si Percy comenzaba a maldecir ahí en el Olimpo. El pequeño asintió.
—Hades —dijo Hestia con la mayor tranquilidad del mundo mirando a su hermano, este se cayó y trago saliva, murmuró una disculpa antes de cerrarse la boca por completo. Las llamas en los ojos de su hermana no fueron agradables. Zeus continuó leyendo y celebro por lo bajo que no lo vean así.
—No le hable así a mi hermana —dijo Nico. Le temblaba la voz, pero me admiró que tuviese agallas para replicar.
Will miro detenidamente a Nico. Mismo al que una sonrisa complaciente le bailó en el rostro unos segundos. Vamos, que no todos los días podías escuchar que: Percy Jackson, admirara algo en ti, tenía toda la razón para sonreír un poco, o al menos eso creía Nico.
Al rubio por otra parte no le agradaba, no sabía cómo clasificar ese sentimiento amargo que creció en su estómago al ver que el chico que le gustaba, sonreía por el cumplido de otro chico. Aunque no fuera de forma directa pero lo habían hecho. Solo se limitó a observar a Nico, al menos estaba más tranquilo que antes y eso fue lo que calmo ese sentimiento.
El doctor soltó un horrible gruñido. Eso ya no era humano. Me puso los pelos de punta, pero hice un esfuerzo para seguir caminando como un chico obediente.
—El que no parece conseguir eso es otro —murmuró Ares medio burlándose de su tío Hades que estaba haciendo todos los esfuerzos del mundo para no soltarse a decir más groserías con respecto a Espino y donde se podía meter sus aguijones.
Por dentro, no paraba de proyectar mis pensamientos a la desesperada, ahora cualquier cosa que pudiese atraer la atención de mi amigo: «¡Grover! ¡Manzanas! ¡Latas! ¡Trae aquí esos peludos cuartos traseros! ¡Y ven con un buen puñado de amigos armados hasta los dientes!»
—Y las manzanas y latas fue lo que le dio la alerta a Grover —murmuró Thalia con burla mirando al sátiro que solo se sonrojó desviando la mirada. Es que eso sí que había llamado su atención, no por la comida, sino porque Percy hubiese estado tan desesperado que haya tenido que usar eso para llamar su atención.
—Alto —dijo Espino.
El bosque se abría de repente. Habíamos llegado a un acantilado que se encaramaba sobre el mar. Al menos yo percibía la presencia del mar allá al fondo, cientos de metros más abajo.
—Un excelente hijo del Dios del mar —dijeron los hijos de Poseidón, incluyendo a Tritón que después miro a la nada, como si no importara lo que hubiera dicho.
—Yo no soy excelente —susurro Percy tratando de acomodarse lo menos posible en el regazo de su padre, sentía que iba a explotar si no podía moverse con libertad pronto. No quería que su padre (era raro pensar que estaba con él) se enojara, muchos lo hacían cuando él no paraba de moverse. Quería ir con el rubio, este le había tenido paciencia.
Oía el batir de las olas y notaba el olor de su espuma salada, aunque lo único que veía realmente era niebla y oscuridad.
Poseidón despeino el cabello de Percy y lo acomodó bien en sus piernas, le parecía que para ser un niño hiperactivo, estaba muy quieto. Le hizo cosquillas consiguiendo que se relajará un poco mientras se movía. Después tenía que hablar bien con él y aclarar algunas cosas, como la razón de sus heridas. Él sabía quién era el responsable pero Percy debía confirmárselo.
El doctor nos empujó hacia el borde. Yo di un traspié y Bianca me sujetó.
—Gracias —murmuré.
La nombrada sonrió levemente aún con la mirada en el suelo, le había alegrado ser de algo de ayuda en ese momento. Después de todo Percy estaba protegiéndolos, algo que ella no pudo hacer. Las cazadoras se la quedaron mirando, una de ellas frotó su espalda queriendo que se sienta mejor entre ellas. Bianca levantó un poco la cabeza y le agradeció con la mirada el gesto.
—¿Qué es este Espino? —murmuró—. ¿Podemos luchar con él?
—Estoy... en ello.
—Tengo miedo —masculló Nico mientras jugueteaba con alguna cosa; con un soldadito de metal, me pareció.
—El bebé con su juguetito entre sus manos —se burló Lina Adara que había logrado sacarse las mordazas de la boca —Pobre bebé que no puede defenderse solo —
—¿Por qué no te callas? —gruño Nico apretando los puños.
—Aún eres el bebé con olor a muerte, te lo puedo asegurar, eres una basura que se cree que puede llegar a ser héroe —escupió Lina Adara mientras las cazadoras intentaban hacerla callar.
—Él puede llegar a ser un Héroe y mejor de lo que tú llegarías a ser —salto Percy viendo con el ceño fruncido a la chica, los demás solo se lo quedaron mirando.
—Yo soy el gran Hércules ¡Y ninguno, será un mejor héroe que yo! —se jactó, Artemisa les indicó a que le dejaran a hablar quería ver que decía el pequeño Percy.
—¿Tú eres Hércules? —Abrió mucho los ojos ante la nueva información —Déjame decirte que no pareces un héroe —La cazadora gruño pensando que se refería a su aspecto de mujer —Los héroes no deben ofender a otros para sentirse grandes —frunció el entrecejo —Los héroes son aquellos que son grandes pero que no lo andan divulgando para tener atención, esos son héroes —
Todos se quedaron callados mirándole con atención, ya a esta edad demostraba que podía ser una gran persona. Nico era él que más perplejo estaba ante esto, se comenzó a preguntar si él era un héroe ¿Percy lo consideraría un héroe?
—Eres un gran semidiós y un gran héroe Nico —susurro Will a su lado pensando que tal vez la ex Dios había cumplido su cometido de bajar su autoestima o hacerlo rabiar hasta explotar.
—Lo sé —masculló Nico entre dientes desviando la mirada con un leve sonrojo. Que Will le dijera eso, lo había vuelto mucho más importante de lo que pensara Percy, que el rubio pensará que él era un héroe hizo que el corazón de Nico casi estallara de felicidad. Maldita sea tenía un revoltijo de emociones, sentimientos encontrados y su desayuno. Debía comenzar a aclarar las cosas.
—¡Basta de charla! —dijo el doctor Espino—. ¡Miradme!
Nos dimos la vuelta.
—Y ahora es cuando uno debe cubrirse la cara con las manos como en las películas de terror —dijo Valentina y varios lo hicieron, algunos rieron por esta acción. Leo le guiño un ojo a la chica y le levanto dos pulgares, ella solo le sonrió.
—Puede que consiga una cita reina de la belleza —sonrío Leo empujando a su amiga por el hombro y Piper negó con la cabeza. Ella estaba segura que Valentina solo pensaba en él como un futuro amigo pero nada más, era de las personas que no le gustaba ver mal a otros. Tendría que hablar con Leo antes que se haga ilusiones.
Ahora sus ojos bicolores relucían con avidez. Sacó algo de su abrigo. Al principio creí que era una navaja automática. Pero no. Era sólo un teléfono móvil. Presionó el botón lateral y dijo:
Los dioses miraron el libro curiosos, incluso los tres nuevos semidioses y Hal. Esas cosas inventadas por un hijo de Hefestos ¿Habrían evolucionado? No muchos le veían futuro, bueno que ayudaron mucho en la comunicación de los militares pero de ahí al resto de la sociedad no lo sabían.
—El paquete ya está listo para la entrega.
Se oyó una respuesta confusa y entonces me di cuenta de que hablaba en modo walkie-talkie.
Muchos de los mestizos no pudieron evitar medio reírse del Dr. Espino porque a pesar de según usar tecnología era un asco en ello. Thalia murmuró unas cosas al oído de Zoë que la hicieron medio sonreír ante lo hecho por Espino.
Aquello parecía demasiado moderno y espeluznante: un monstruo con móvil.
—Lo es —aseguro más de uno con una mueca entre la incredulidad y el asco, pues los monstruos podían usar tecnología pero ellos no ¡Era injusto! Y un asco porque ni sabían usarle.
Eché una ojeada a mi espalda, tratando de calcular la magnitud de la caída.
—Si es suicida —dijo entre dientes Hermes no queriendo ser oído por un ya angustiado Apolo que estaba sufriendo con el libro pero él no tiene mucha suerte en eso del sigilo a veces, el dios del sol volteó a verlo. Sus ojos decían claramente "No ayudas a mi angustia" Hermes sonrió a modo de disculpa y le dio unos golpecitos en la mano.
Espino se echó a reír.
—¡Eso es, hijo de Poseidón! ¡Salta! Ahí está el mar. Sálvate.
—Aunque parezca buena idea, no creo que lo sea —comento Orión y más de uno estuvo de acuerdo, bueno que él ya había caído de un lugar mucho más alto que ese pero igual no creían recomendable que se tire.
—¿Cómo te ha llamado? —murmuró Bianca.
—Luego te lo cuento —le dije.
—Tú tienes un plan, ¿no?
—Casi nunca tiene un plan —comentó Frank recordando los juegos bélicos y más de uno asintió.
—Le salen mejor las improvisaciones —se encogió de hombros Annabeth vigilando de reojo a su madre, esa que ahora parecía mucho más joven que ella en este momento. Era extraño por mucho.
«¡Grover! —Pensé desesperado—. ¡Ven!»
Más de uno miro al sátiro con clara actitud de más te vale haber llegado a tiempo, este solo levanto las manos en son de rendición ante las miradas. En especial de la diosa de la caza, sabía que el chico debía estar bien pero no se explicaba cómo es que iban a salir bien librados de eso, pues ellos solo eran cuatro y estaba segura que Espino no estaría solo por mucho, además que los Di' Angelo no es que vayan a ser de ayuda sin saber su ascendencia divina.
Tal vez lograra convencer a los Di Angelo para que saltasen conmigo. Si sobrevivíamos a la caída, podría utilizar el agua para protegernos. Ya había hecho cosas parecidas otras veces.
—Que no recuerde esas cosas por favor —rogaba Anfitrite viendo como su esposo se tensaba levemente pero después se calmaba.
—Y papá te va a proteger mucho, mucho cuando crezcas —murmuraba Poseidón a Percy que solo le veía con una gran sonrisa, esperaba que de verdad lo proteja —¿Quieres conocer una cueva submarina? Son bonitas y seguras —
—Siiii —Percy no pudo evitar gritar de la emoción, su papá lo quería llevar de viaje, eso le emocionaba. Después de todo, él solo hacia viajes con su mami, a veces tenía celos de los demás niños contaban lo que hacían con sus papás. Bueno que ahora podía contar lo que hacía con su papi de aquí. Poseidón le revolvió el cabello.
Los hermanos del chico, Perseo y Aquiles se le quedaron viendo preguntándose qu le habría dicho al niño para que grite así y más que nada sonría tanto, en especial porque Anfitrite negaba con la cabeza suspirando. Los demás se preguntaban lo mismo.
Si mi padre estaba de buen humor y dispuesto a escucharme, quizá me echase una mano. Quizá.
Hades le dio una mirada a Poseidón como calibrando si el sería capaz de matar a sus pequeños, pero enseguida descarto la idea. No importaba de qué humor estuviera Poseidón, él sería incapaz de atacar a sus niños. Especialmente porque estos no le habían hecho nada, si lo hubieran ofendido de alguna forma quizá. Los dioses eran demasiado sensibles con los temas de las ofensas. Lo dramático lo llevaban en la sangre, claro que unos más que otros. Si fuera que los quisiera llevar volando, ahí sí que les podía pasar algo a sus niños.
—Yo te mataría antes de que llegases al agua —dijo el doctor Espino, como leyéndome el pensamiento—. Aún no has comprendido quién soy, ¿verdad?
—No creo que lo haya comprendido —murmuro Atenea, detestaba su cerebro semidiós y la poca información que estaba obteniendo del libro. Si fuera aun una diosa podría haberlo descubierto más fácil pero no, tenía que ser una semidiosa por sus estúpidas acciones de Diosa. Si ahora reconocía que fueron estúpidas.
Algunos aun no comprendían cual era el monstruo pero comenzaban a barajar sus posibilidades, los dioses en cambio ya se hacían a la idea de que monstruo era, después de todo; no muchos monstruos tenían una cola con la que lanzaban espinas, y vamos que hasta su nombre decía espina.
Hades comenzó a sufrir por adelantado y miraba a sus hijos como si las espinas fueran a salid el libro y a golpearlos en ese momento, Deméter se hubiera burlado de el en cualquier otro momento, pero prefirió no hacerlo. Ya el dios del inframundo tenía suficiente con ver como sus pequeños estaban en peligro.
Hubo un parpadeo a su espalda —un movimiento rapidísimo— y otro proyectil me pasó silbando tan cerca que me hizo un rasguño en la oreja. Algo había saltado súbitamente detrás del doctor: algo parecido a una catapulta, pero más flexible... casi como una cola.
—Tal vez porque eso era —comento por lo bajo Annabeth cerrando los ojos con fuerza, no era fácil escuchar como tu novio en el pasado se enfrentaba a un monstruo. Tal vez la falta de él le estaba afectando más de lo que quería admitir o dejar ver. Se recostó contra Piper quien solo paso su mano por su cabello tratando de calmarla.
—¿Qué monstruo? —susurro Percy ladeando la cabeza, se había distraído y no entendía porque el doctor ese atacaba a su yo futuro, además que dijeron que era un monstruo. Él había visto monstruos, aunque nadie le creía, así que se preguntaba si sería alguno de esos ¿Sería el de un solo ojo? ¿O serían las bonitas mujeres del mar? ¿O las feas señoras que a veces se escondían en los callejones?
—Por desgracia —prosiguió— os quieren vivos, a ser posible. Si no fuera así, ya estaríais muertos.
—Menos mal que los quieren vivos —murmuro Reyna preocupada sinceramente por el Percy del libro, vio al pequeño Percy que estaba sentado en las piernas de su padre y estirándose hacia adelante para poder oír la lectura. Era adorable. Desvió la mirada ¿Qué le pasaba? Estar tanto tiempo sin batallas la estaba ablandando, que horror.
—¿Quién nos quiere vivos? —Replicó Bianca—. Porque si se cree que va a sacar un rescate está muy equivocado. Nosotros no tenemos familia. Nico y yo... —se le quebró un poco la voz— sólo nos tenemos el uno al otro.
—Y aun así, eso no impidió que prefiera a las cazadoras que a su hermano —murmuro Hazel apretando los puños y mirando detenidamente el suelo, ella no solía odiar a las personas pero definitivamente Bianca no era su persona favorita, en ningún sentido.
—Tranquila Haz, tal vez hasta eso se pueda solucionar. Quizá ella tenía sus razones —le contesto Frank frotando sus brazos pero ella le lanzo una mirada que lo hizo temblar.
—Tratare de entenderla —mascullo arrimándose más a él. Aunque en verdad todo dependía de Nico, solo si el la perdonaba ella lo haría, de lo contrario los dos seguirían estando solos en el mundo.
—Aja. No os preocupéis, mocosos. Enseguida conoceréis a mi jefe. Y entonces tendréis una nueva familia.
—Luke —intervine—. Trabajas para Luke.
Luke que se había limitado a mirar a cualquier parte menos el libro, respiro hondo. Claro que tenía que trabajar para él, era estúpido creer que él no aparecería en este libro. Se llevó las manos al rostro con frustración. No podía creer los límites de su estupidez, secuestrar a unos niños.
—Genial, ahora mando secuestrar gente —levanto el rostro mirando el techo estrellado del Olimpo ¿Es que se podían cometer más estupideces más grandes que las que ya hizo? Bajo la mirada y sin querer se topó con la de Chris ¿Qué le pasaba? Tenía la mirada nublada, tal vez recordaba algo muy malo pero ¿Qué? Y más ¿Él tenía que ver con eso? Si era así, no iba a saber cómo pedir disculpas.
La boca de Espino se retorció con repugnancia en cuanto pronuncié el nombre de mi viejo enemigo: un antiguo amigo que ya había intentado matarme varias veces.
El pequeño Percy se quedó mirando a todos los demás ¿Por qué? ¿Por qué alguien querría hacer eso? Bajo la mirada y se acurruco contra el pecho de su padre buscando protección.
Oh, Genial era todo lo que podía pensar Luke, ahora había asustado a un pequeño niño y podía sentir como algunos le mandaban miradas para nada amistosas en especial los hermanos del pequeño.
—Tranquilos que aún no ha hecho nada —reprendió Anfitrite a los hijos de su esposo, estos la miraron y asintieron. Poseidón por su parte solo veía a su pequeño hijo e intentaba animarlo haciéndole cosquillas, esto hacia que se removiera y riera.
—Tú no tienes ni idea de lo que ocurre, Perseus Jackson. El General te informará como es debido. Esta noche vas a hacerle un gran servicio. Está deseando conocerte.
—No me gusta este capítulo —murmuro Apolo temiéndose quien era ese general que acaban de nombrar, de reojo miraba a su hermana que tenía el ceño fruncido, también algo le había molestado de aquel General. Pero lo que más le llamo la atención fue el rostro de Zoë, tenía una mirada afilada y peligrosa, como si ella ya supiera de quien estaban hablando ¿Cómo lo sabía ella? Era normal que los chicos griegos al menos la tuvieran pero ella... Era extraño. Tal vez eran imaginaciones de él, porque pronto ella cambio el rostro.
—¿El General? —pregunté. Y enseguida advertí que yo mismo lo había dicho con acento francés—. Pero ¿quién es el General?
—Eso queremos saber todos —murmuro Hylla viendo como las tenientes de las cazadoras apretaban los arcos, seguro que a la otra le había sonado el nombre de algo y la otra porque seguramente conoció al tal general. Miro a los demás en la sala, estaba visto que sea quien fuere ese tal general, debió ser o era un enemigo que no querían volver a ver.
Espino miró hacia el horizonte.
—Ahí está. Vuestro transporte.
Me di media vuelta y vi una luz a lo lejos: un reflector sobre el mar. Luego me llegó el ruido de hélices de un helicóptero cada vez más cercano.
—Skata —murmuro Perseo presintiendo que esto había empezado mal y que solo empeoraría, pero eso no era lo único que llenaba su cabeza, también estaba lo que hizo Percy y el hecho de que no lo habían dejado estar con Teseo. Le molestaba estar lejos de él ¿Por qué? Antes no le molestaba tanto, pero ahora sí. Seguramente era por el susto que le había pegado arriesgando así su vida o no vida, como fuera el caso, su amigo seguía siendo un Idiota. Un idiota valiente pero un idiota al fin y al cabo.
—¿Adónde nos va a llevar? —dijo Nico.
—A dar un hermoso paseo ¿No es obvio? —Dijo Leo con toda la seriedad del mundo viendo a Nico —Te van a llevar en un bonito helicóptero chico muerte —
—Yo también te voy a llevar a ti de paseo Leo —Nico le sonrió de una forma que hizo a más de uno temblar.
—¿A dónde me vas a llevar? —Leo fingió ilusión aunque quería estremecerse por la sonrisa que el otro le dedicaba —Mira que soy muy sexy pero no fácil —se arregló el cabello cual diva y sonrió de lado, más de uno aguanto la risilla.
—Y pronto podrás agregar algo más a esa lista —continuo Nico —Muerto —se levantó de su asiento dispuesto a matar al Latino y este dio un chillido escondiéndose detrás de Jason. El hijo de Hades fue detenido por Will.
—Vi mi vida paso delante de mis ojos —musito pegado al rubio que solo rio viendo la sonrisa satisfecha de Nico.
—Literalmente estabas jugando con la muerte ¿Qué esperabas? ¿Qué Nico te tirara un Óscar? —se burló Jason y se rio más al ver el ceño fruncido de su mejor amigo.
—Claro, todos búrlense del latino —se llevó una mano al pecho dolido y alejándose de Jason. Los demás se rieron a carcajadas. Entonces Leo descanso, todo estaba demasiado tenso y no le agradaba porque ese ambiente es el que traía malos pensamientos a las cabezas de todos.
—Vas a tener un gran honor, amiguito. ¡Vas a poder sumarte a un gran ejército! Como en ese juego tan tonto que juegas con tus cromos y tus muñequitos.
—¡No eran muñequitos! ¡Eran reproducciones! —se quejó por lo bajo Nico enfurruñándose en su asiento y Will que no los alcanzo a oír (Afortunadamente para el azabache) se lo quedo mirando preguntándose qué le pasaba.
—¡No son muñequitos! ¡Son reproducciones! Y ese ejército ya puede metérselo...
—¿Perdón? —dijo Hades mirando a su hijo, este le ignoro olímpicamente, las diosas también se lo quedaron mirando. Después de todo en el libro solo tenía diez años.
—Eso es tener carácter —celebro por su parte Ares levantando un puño en el aire igual que sus hijos, las diosas solo negaron con la cabeza.
—¿Por dónde puede metérselos? —frunció el ceño el pequeño Percy mirando a Nico y esperando una respuesta.
—Anda respóndele al niño chico Zombie —Le hinco Thalia desde su lugar, con una sonrisa burlona en los labios.
—Por su bolsillo —mascullo de mala gana desviando la mirada, estaba seguro que si le soltaba una grosería al renacuajo, a su padre y hermanos no les iba a gustar que aprenda eso.
Zeus se estaba fastidiando de leer, tenía el ceño severamente fruncido. La preocupación de su hija en el libro, más la batalla que estaba por venir, sumarle el hecho de que no dejaban que terminara su tortura. Le estaba molestando demasiado.
—Eh, eh, eh... —dijo Espino en tono admonitorio—. Cambiarás de opinión, muchacho. Y si no, bueno... hay otras funciones para un mestizo. Tenemos muchas bocas monstruosas que alimentar. El Gran Despertar ya está en marcha.
—Gran despertar —repitió Artemisa temiéndose lo que estaba por venir en el libro y no era una buena noticia, sintió la mirada de los dos rubios hacia ella pero no las devolvió. No importara lo que pasara en la lectura, ella sabría cómo aguantarlo, porque estaba segura que ella estaba involucrada en esta historia.
—¿El Gran qué? —pregunté. La cosa era hacerle hablar mientras yo ideaba un plan.
—O mientras llegaban refuerzos, lo que sucediera primero —murmuro Rachel, pensando que fuera lo que sucediera en ese momento no iba a ser bonito, porque cuando ella vio por primera vez a Percy; no estaba en un lecho de rosas que digamos.
—El despertar de los monstruos —explicó él con una sonrisa malvada—. Los peores, los más poderosos están despertando ahora. Monstruos nunca vistos durante miles de años que causarán la muerte y la destrucción de un modo desconocido para los mortales. Y pronto tendremos al más importante de todos: el que provocará la caída del Olimpo.
Zeus se detuvo, todos se quedaron en silencio ¡Eso era un horror! El ex dios del rayo, dio una pequeña mirada a sus hijos gemelos, el varón solo miraba a la mujer y esta hacia como si no lo notara. El estómago de él se hundió, esto iba perfecto, ahora estaba seguro que no solo una de sus hijas estaba en peligro. Prefirió seguir para acabar por lo menos con la tortura por ahora.
—Vale —me susurró Bianca—. Este está loco.
—Hemos de saltar —le dije en voz baja—. Al mar.
—¡Fantástico! Tú también estás loco.
No pude replicar, porque justo en ese momento me zarandeó una fuerza invisible.
—No tanto, el resistió una caída más alta, en ese momento si lo podías considerar loco —comento Miranda encogiéndose de hombros, vamos que la caída del arco del triunfo sí que había sido una locura, especialmente porque no estaba hacia al mar que era su elemento.
Bianca se la quedo mirando, aun creía que todos estaban locos. Vamos que no era fácil de digerir a un para ella que los dioses existían, que tenía un padre que aún no la reconocía y que los monstruos los veían como su comida. Era muy fácil creer que era una locura.
* * *
Vista retrospectivamente, la jugada de Annabeth fue genial.
—Gracias —murmuro la rubia con una pequeña sonrisa pero que después se convirtió en un gesto contrariado. Piper se la quedo mirando con el ceño fruncido, no entendía porque la mueca.
Con su gorra de invisibilidad puesta, embistió contra los Di Angelo y contra mí al mismo tiempo, derribándonos al suelo, lo cual pilló por sorpresa al doctor Espino y lo dejó paralizado durante una fracción de segundo.
Atenea podía sentir la adrenalina que sentía su hija en ese momento, también parte del dolor que sintió por el impacto de chocar contra los tres chicos, se llevó una de sus manos a las costillas para mitigar el dolor. Esperaba que su hija no sufriera más daños.
Lo suficiente para que la primera descarga de proyectiles pasara zumbando por encima de nuestras cabezas.
Más de uno hizo una mueca comprensiva, pobres tener que ser derribados y por las mismas atacados, en especial comprendiendo a los Di' Angelo que estaban seguro que no entendían demasiado de lo que sucedía.
Thalia y Grover avanzaron entonces desde atrás: Thalia empuñaba a Égida, su escudo mágico.
Hal sonrió después de todo le habían dicho que eso era lo que se encontraba en la caja que había traído, Thalia en cambio miraba la pulsera de su muñeca, era un recuerdo de lo que nunca fue, de una época que no volvería, tal vez jamás, por esto mismo nunca se perdonaría el perderlo.
Si nunca has visto a Thalia entrando en combate, no sabes lo que es pasar miedo en serio.
—Ya la hemos visto y no es agradable —dijeron los griegos negando con la cabeza y algunos fingieron escalofríos. Thalia solo levantó el mentón orgullosa de esto.
Zoë por su parte solo negó suavemente con la cabeza, la nueva teniente era todo un caso. Pero no iba a negar que de verdad tenía madera para ser teniente, era una buena líder y hermana de caza.
Para empezar, tiene una lanza enorme que se expande a partir de ese pulverizador de defensa personal que lleva siempre en el bolsillo.
—Y ponerle electricidad a esa lanza y tiene el combo en un arma —murmuró Travis recordando como la ponía en acción en la batalla de Manhattan y su hermano que estaba a su lado asintió.
Pero lo que intimida de verdad es su escudo: un escudo trabajado como el que usa su padre Zeus (también llamado Égida), obsequio de Atenea.
—Pero que más termina usando Atenea que el propio Zeus —añadió Démeter mirando a su sobrina que ahora era mortal, esta no la miro solo estaba ahí cruzada de brazos y tratando de no mostrar ninguna expresión en su rostro como solía hacer siempre pero sentía que no resistiría por mucho, su cuerpo comenzaba a sentir los estragos de la lectura en cuanto Zeus continuaba.
En su superficie de bronce aparece en relieve la cabeza de Medusa, la Gorgona, y aunque no llegue a petrificarte como la auténtica, resulta tan espantosa que la mayoría se deja ganar por el pánico y echa a correr nada más verla.
—Excepto los monstruos —concordó Connor.
—Pero es porque son estúpidos —secundo Travis.
—Si, porque cualquiera con dos dedos de frente saldría huyendo —tercio Leo estremeciendose, recordando que ya había visto el escudo de Thalia. Los demás pensaban lo mismo que ellos, se debía ser realmente estúpido para no temerle a ese escudo y querer salir corriendo.
Hasta el doctor Espino hizo una mueca y se puso a gruñir cuando la tuvo delante.
Zeus estaba tenso mientras leía, Ares estaba en el filo de su trono, quería más detalles de la batalla. Hera solo controlaba su respiración, las emociones del muchacho la estaban matando por dentro. La angustia de la batalla, la adrenalina, la impulsividad, todo estaba carcomiendola porque nunca se había sentado así, como reina y diosa, nunca tuvo que pasar por una situación así, es verdad que la habían intentado atacar alguna vez. Pero aún así en aquellas ocasiones, tenía sus poderes pero ahora, ahora solo era una semidiosa. Respiro hondo esto acabaría de alguna u otra forma.
Thalia atacó con su lanza en ristre.
—¡Por Zeus!
Thalia resopló viendo como su padre arqueaba una ceja mirando el libro, ella no había parado de decir su nombre con desdén desde que llegó pero aún así, estaba gritandolo en la batalla. Era extraño pero con el sentimiento de ella en su pecho, sabía que solo lo había dicho por que si, tal vez algo aprendido de Quiron. Sacudió la cabeza debía seguir leyendo.
Yo creí que Espino estaba perdido: Thalia le había clavado la lanza en la cabeza. Pero él soltó un rugido y la apartó de un golpe.
Más de uno hizo una mueca de desagrado ante esto, no era divertido que los monstruos aún ya golpeados siguieran atacando como si nada, era horrible cuando pasaba eso.
Su mano se convirtió en una garra naranja con unas uñas enormes que soltaban chispas a cada arañazo que le daba al escudo de Thalia.
—Maldición —mascullaron Hades, Zeus y Poseidón teniendo ya la certeza de que monstruos era. Atenea por su parte veía de reojo a su hija, aún podía sentir que ella ya estaba planeando algo en libro, algo que no le agradaría estaba segura.
Hestia le dio una mirada a los tres dioses que simplemente miraron a la nada de lo más inocentes, pues además de la primera maldición soltaron muchas más.
De no ser por la Égida, mi amiga habría acabado cortada en rodajitas. Gracias a su protección, consiguió rodar hacia atrás y caer de pie.
—Menos mal la tenias —murmuró Phoebe a Thalia y ella asintió, se estaba poniendo nerviosa y la pelirroja podía sentirlo. Ahora la pregunta era ¿Por qué se estaba poniendo así? Trato de recordar que es lo que pasaría en el libro, vio a la rubia hija de Atenea y entonces lo recordó. —Ella está bien, no tiene que preocuparse teniente —alentó y la otra asintió.
El estrépito del helicóptero se hacia cada vez más fuerte a mi espalda, pero no me atrevía a volverme ni un segundo.
—Mejor que no lo hiciera —comento por lo bajo Aquiles, todos parecían alterados con lo que sucedía en el libro, el ambiente no estaba para nada alegre.
El doctor le lanzó otra descarga de proyectiles a Thalia y esta vez vi cómo lo hacía. Tenía cola: una cola curtida como la de un escorpión, con una punta erizada de pinchos. La Égida desvió la andanada, pero la fuerza del impacto derribó a Thalia.
—Una bonita cueva submarina —susurraba Poseidón haciéndole cosquillas a Percy.
—Una habitación en el palacio, si, una con seguridad extra —murmuraba Hades distraídamente mientras su esposa solo negaba con la cabeza.
—No va a salir bien —se interrumpió Zeus y comenzaba a pensar que tal vez sus hermanos no exageraban con eso de mantener a sus hijos semidioses a salvo. Malditos sentimientos de angustia que crecían a cada paso de la lectura, miro a su hijo que lo puso en este predicamento pero este no le presto atención. Maldijo por lo bajo antes de seguir.
Grover se adelantó de un salto. Con sus flautas de junco en los labios, se puso a tocar una tonada frenética que un pirata habría bailado con gusto.
Dioniso asintió, sabia lo que podían llegar a hacer los sátiros. Miro a los de la sala y como su "padre" si es que podía llamarlo así, comenzaba a hacer muecas de angustia leyendo, era satisfactorio ver que el sentimiento de padre por fin estaba despertando en él. Él mismo había presenciado su frialdad ante sus hijos mestizos durante todo su tiempo en el consejo, esperaba que aprendiera y fuera un poco más condescendiente cuando ellos se ponían mal por sus hijos.
Ante la sorpresa general, empezó a surgir hierba entre la nieve y, en unos segundos, las piernas del doctor quedaron enredadas en una maraña de hierbajos gruesos como una soga.
—¡Bien! —victorearon algunos en especial los de Ares y su propio padre, algo de acción no les caía mal.
Atenea estaría a gusto con esto pero una emoción creciente en su pecho le decía que no todo terminaría bien, algo planeaba su hija en caso de que pasara algo, estaba segura. Sus hijos al igual que ella siempre tenían un plan, el problema era que esos planes eran muy arriesgados la mayor parte del tiempo.
Espino soltó un rugido y comenzó a transformarse. Fue aumentando de tamaño hasta adoptar su verdadera forma, con un rostro todavía humano pero el cuerpo de un enorme león. Su cola afilada disparaba espinas mortíferas en todas direcciones.
—¡Una mantícora! —exclamó Annabeth, ya visible. Se le había caído su gorra mágica de los Yankees cuando nos tiró al suelo.
Más de uno soltó el aliento y jadeo. Poseidón acariciaba el cabello de su pequeño Percy despreocupado de lo del libro, no, la mantícora no iba a atacar a su niño nunca.
Por otra parte Percy parecía emocionado escuchando la descripción del monstruo, tal vez pensando que simplemente era un libro y olvidando que su yo del futuro era quien lo enfrentaba, además que su mente también estaba distraída con la princesa y el rubio, también su tiburón que ya lo quería de vuelta.
—¿Quiénes sois vosotros? —preguntó Bianca di Angelo—. ¿Y qué es esa cosa?
—Una mantícora —respondió Nico, jadeando—. ¡Tiene un poder de ataque de tres mil, y cinco tiradas de salvación!
—Ternurita —dijeron algunas de las chicas presentes y las cazadoras quedaron viendo al ahora adolescente Nico, este ignoro las miradas pero una en especial.
—Que cosita más bonita eres —le pellizco una mejilla el hijo de Apolo, las mejillas del azabache se tornaron rojas.
—Aléjate Solace —gruño entre dientes dándole una mirada asesina, pero el otro lejos de hacer eso se acomodó en su hombro haciéndole cosquillas con sus rizos en su cuello.
—Es verdad, pero si sacas la carta del Dios adecuado con su arma de poder, podrías vencerla fácilmente —hizo una mueca Frank pensando en las posibles cartas para derrotar a la mantícora.
—Pero sería mejor si tienes una espada y un héroe combinado, es más fácil eso que conseguir la de un dios —añadio Jason y muchos asintieron y comenzaron a dar sus ideas sobre ese juego.
Los demás se los quedaron viendo porque comenzaban a hablar sobre las cartas, puntos de ataque combinaciones, puntos extras, cartas especiales. Zeus resopló, hacerlos cartas, vaya con estos mortales o semidioses. Aunque no pudo evitar preguntarse cuántos puntos de ataque tendría él, tendría que ser mejor que la dichosa mantícora, más les valía que fuera así, siguió leyendo.
Yo no entendí qué decía, pero tampoco tenía tiempo de preguntárselo.
—Tampoco entiendo mucho de que hablan —frunció el ceño el pequeño Percy después le pediría al rubio que le explique, lo que le recordaba la otra cosa de la mochila. Este sueño era lo mejor que le había pasado pero siempre olvidaba dar lo de la mochila, las voces del viento debían recordárselo más seguido.
La mantícora había desgarrado las hierbas mágicas de Grover y se volvía ya hacia nosotros con un gruñido.
—¡Al suelo! —gritó Annabeth, derribando a los Di Angelo sobre la nieve.
Nico y Bianca, agradecían que ella haya hecho eso, los había salvado. Pero solo Nico le dio una mirada, no se sabía si de agradecimiento o de que, porque enseguida la bajo al suelo. Will solo apretó su mano en señal de apoyo, estaba seguro que pensaba en la condición del Percy mayor.
—Él estará bien —susurro el rubio y el azabache asintió, olvidando por completo su vergüenza anterior.
En el último momento, me acordé de mi propio escudo.
—Al menos lo recordó —suspiro Chris aún mirando el suelo, recordando por lo que el estuvo pasando mientras esto sucedía. Miro a su novia, sonrió de lado. A ella le debía demasiado, si él había vuelto al campamento y cambiado de opinión sobre los dioses, fue por ella.
Pulsé el botón de mi reloj y la chapa metálica se expandió en espiral hasta convertirse en un escudo de bronce. Justo a tiempo. Las espinas se estrellaron contra él con tal fuerza que incluso lo abollaron.
—Eso causará que quede débil, no resistirá otro ataque —murmuró Hefestos frunciendo el ceño, le preocupaba no solo el chico de la lectura, sino también sus hijos. Nissa veía de vez en cuando a Leo, igual que lo hacía Jake, su padre se dio cuenta que no era al único que le preocupaba ¿Qué le pasaba? El chico parecía querer recordar algo pero no lo hacía, a más de la culpa, pero ¿Qué sería lo que había olvidado o por qué se culpaba?
El hermoso escudo, regalo de mi hermano, resultó seriamente dañado. Ni siquiera estaba seguro de que pudiese parar una segunda descarga.
—No lo hará —murmuró Jake y sus hermanos asintieron excepto Leo, él estaba perdido en pensamientos, estaba seguro que había olvidado algo desde que empezó el tercer libro, pero por más que quería no recordaba.
Oí un porrazo y un gañido. Grover aterrizó a mi lado con un ruido sordo.
—Menos mal no saliste muy lastimado —Quiron le dio unos golpecitos en la espalda, en son de apoyo y el sátiro suspiro, nunca habían sido fáciles las batallas y tampoco ser el señor de lo salvaje. Tenía ayuda de las criaturas del bosque pero habían otros que se resistían.
—¡Rendíos! —rugió el monstruo.
—¡Nunca! —le chilló Thalia desde el otro lado, y se lanzó sobre él.
—Ay dioses, y yo si puedo morir —murmuró Zeus mordiendo su labio inferior, claro que sentía la valentía de su hija pero también estaba el hecho de que era su padre, por el mismo que leerla ser atacada y atacando, no era divertido.
Por un instante creí que iba a traspasarlo de parte a parte. Pero entonces se oyó un estruendo y a nuestra espalda surgió un gran resplandor. El helicóptero emergió de la niebla y se situó frente al acantilado.
—Lo que faltaba —suspiro por lo bajo Piper pensando en toda la mala suerte que tenían los del libro y ellos mismos. Le preocupaba las caras que ponía a veces su amiga ¿Estaría recordando donde estuvo? Esperaba que no, no sabría que hacer sin Percy ahí. Él era posiblemente el único que lograría calmarla si lograba recordar ese lugar.
Era un aparato militar negro y lustroso, con dispositivos laterales que parecían cohetes guiados por láser.
Ares, Hefestos y Atenea ponían toda la atención del mundo a aquel helicóptero, vaya que iban a mejor, estaban deseando poder verlo. Pueda ser que ella fuera una semidiosa en este momento pero eso no le quitaba la curiosidad por las armas, tecnología futura, nuevas estrategias, después de todo su "charco" mental, debía llenarlo con algo. Eso le evitaba pensar en que su hija iba a hacer algo arriesgado, ella lo sabía ¿Instinto materno? Quizá era eso.
Sin duda tenían que ser mortales quienes lo manejaban, pero ¿qué estaba haciendo allí semejante trasto? ¿Cómo era posible que unos mortales colaborasen con aquel monstruo?
—¿Cómo es posible? Pues pues por el dinero, los mortales podrían llegar a hacer cualquier cosa por ello, venderían hasta su propia alma por ello —Hestia tenía la mirada sombría, como si ella ya hubiese presenciado eso. Siendo la diosa del hogar, era la que más veía a los mortales a través de su hoguera, para ella era una tristeza y su debilidad, ver como las familias eran destruidas por solo ese factor.
—Tranquila hermana, no todos los humanos son así y debemos agradecer eso, además muchos de los semidioses que están aquí seguro no serán así —añadió Démeter consolando a Hestia, muchos de los presentes asintieron pero otros escondieron el rostro por vergüenza.
Debían ir cambiando esa actitud si es que querían de verdad tener un mejor futuro. Octavian miro lo que tenía escondido entre su ropa y frunció el ceño, ¿Estaba siendo mejor que los tipos del helicóptero? Las dudas comenzaban a crecer en su cabeza y pecho, escondió mejor aquello.
En todo caso, sus reflectores cegaron a Thalia en el último segundo y la mantícora aprovechó para barrerla de un coletazo. El escudo se le cayó a la nieve y la lanza voló hacia otro lado.
Zeus hizo una mueca adolorida interrumpiendo la lectura y haciendo que varios se le queden mirando, no sabían que él sufría los daños de su hija en el libro. Thalia no le presto atención, estaba distraída conversando con Zoë sobre el obsequio que le tenía.
—Si, cuando quieras solo debes presionar el botón —indicaba señalando un botón verde en el aparato y la otra teniente asentía, se estaba acostumbrando a esto de la tecnología como lo llamaba Thalia. Ella prometió enseñarle todo lo que pudiera.
—¡No! —corrí en su ayuda y logré desviar una espina que le iba directa al pecho.
—Es tan lindo, queriendo proteger a la prima —arrullo Afrodita y el pequeño Percy le presto atención ¿Thalia era su prima? Si no se equivocaba era la chica que no le dejó comer azúcar, además que era hermana del rubio ¿El rubio era su primo también?
—¿Tengo primos? —preguntó a su padre y este le sonrió.
—Demasiados para contarlos —despeino el cabello de su hijo y este sonrió a más no poder ¿Cuántos más de la sala serían sus primos? Vaya que tenía una familia muy grande en este sueño.
Alcé mi escudo para cubrirnos a los dos, pero sabía que no nos bastaría.
El doctor Espino se echó a reír.
—¿Os dais cuenta de que es inútil? Rendíos, héroes de pacotilla.
Lina Adara gruñía debajo de la mordaza que le habían puesto las cazadoras para que no interrumpa la lectura, pero se estaba prometiendo que todos se la pagarían. Estaban equivocados si pensaban que él se rendiría tan fácil y estaba seguro que su padre le ayudaría, después de todo a él le estaban haciendo lo mismo, ya verían cuando pudieran hablar.
Estábamos atrapados entre un monstruo y un helicóptero de combate. No teníamos ninguna posibilidad.
—Siempre hay alguna, para mi desgracia —se llevo una mano al pecho Atenea, podía sentir como su hija estaba a punto de cometer un locura y lo peor es que sentía lo de ella y lo de madre angustiada, no creía resistir mucho más. Ahora si cabía la posibilidad de morir de un paro cardiaco.
Entonces oí un sonido nítido y penetrante: la llamada de un cuerno de caza que sonaba en el bosque.
Apolo miró a su gemela y resoplo, ya se imaginaba que ella iba a aparecer pero no que lo fuera a hacer tan pronto, cerró los ojos, se estaba preocupando por adelantado.
Otro preocupado rubio veía a la diosa de la caza que solo le medio ignoraba, estaba segura que saldría bien pero no podía asegurarlo del todo, así que no podía sostenerle la mirada.
* * *
La mantícora se quedó paralizada. Por un instante nadie movió una ceja. Sólo se oía el rumor de la ventisca y el fragor del helicóptero.
—¡No! —dijo Espino—. No puede...
—Si, si puede —madcullaron dos rubios, nada felices de que ella aparezca en escena porque estaban temiendo del rumbo de esta historia. Artemisa solo les sonrió de lado, levantaba el mentón orgullosa de su próxima aparición, no le importaba como fuera a terminar todo.
Se interrumpió de golpe cuando pasó por mi lado una ráfaga de luz. De su hombro brotó en el acto una resplandeciente flecha de plata.
Las cazadoras sacaron pecho orgullosas de su acto de aparición, excepto Bianca porque ella estuvo del otro lado del ataque, así que no tenía este orgullo de ellas.
Espino retrocedió tambaleante, gimiendo de dolor.
—¡Malditos! —gritó. Y soltó una lluvia de espinas hacia el bosque del que había partido la flecha.
—No tiene tan buena puntería como cree —se encogió de hombros una de las cazadoras de Thalia que estuvo ese día, la verdad es que ese aguijón ni siquiera estuvo cerca de darle a alguna de ellas.
Pero, con la misma velocidad, surgieron de allí infinidad de flechas plateadas. Casi me dio la impresión de que aquellas flechas interceptaban las espinas al vuelo y las partían en dos, aunque probablemente mis ojos me engañaban.
—No le engañaban lo aseguro —sonrió de lado Zoë viendo desafiante a los hijos de Apolo que comenzaban a gruñir por lo bajo, Frank por su parte estaba impresionado queriendo poder ver eso.
Orión por su parte entrecerraba los ojos aún mirando a Artemisa, si que le gustaba enseñarle a sus cazadoras a presumir por su puntería ¿Qué Apolo era el que más se jactaba de puntería? Ja, se notaba que no conocían a Artemisa y sus cazadoras, a ellas les gustaba mucho exhibir su puntería, incluso más que a los hijos del Dios del sol.
Nadie —ni siquiera los chicos de Apolo del campamento— era capaz de disparar con tanta precisión.
—¡Hey! —se quejaron todos los hijos del Dios del sol mientras las cazadoras sonreían arrogantes.
Will solo hizo una mueca ante esto, su puntería no era la mejor de todas, muy pocas veces acertaba, tal vez era una vergüenza ser el hijo del dios de la puntería y no acertar a casi nada. Pero bueno él había heredado otras habilidades por suerte.
La mantícora se arrancó la flecha del hombro con un aullido. Ahora respiraba pesadamente. Intenté asestarle un mandoble, pero no estaba tan herida como parecía. Esquivó mi espada y le dio un coletazo a mi escudo que me lanzó rodando por la nieve.
—Un ocho por el esfuerzo —murmuró Zoë, no el chico no le desagradaba para nada, a diferencia de otro que ahora era su cazadora. Menos mal tenía nuevo nombre porque si no, estaría en problemas.
Entonces salieron del bosque los arqueros. Eran chicas: una docena, más o menos. La más joven tendría diez años; la mayor, unos catorce, igual que yo. Iban vestidas con parkas plateadas y vaqueros, y cada una tenía un arco en las manos. Avanzaron hacia la mantícora con expresión resuelta.
—¡Las cazadoras! —gritó Annabeth.
Los campistas hicieron una mueca ante el reconocimiento de ellas, los romanos se preguntaban el porque de esto ¿Por qué no se llevaban? Aunque bueno podían hacerse una idea, en lo poco que llevaban ellas aquí ya podían notar lo hostiles acerca de los campistas varones, a excepción de Percy y tal vez porque él, era un niño.
Thalia murmuró a mi lado:
—¡Vaya, hombre! ¡Estupendo!
No tuve tiempo de preguntarle por qué lo decía.
Zoë arqueo una ceja preguntándose lo mismo, ella la miro y solo hizo una mueca y un ademán con la mano, de ya no importa ahora. Zoë volvió a mirar al frente y sobo su sien, seguramente habían recorrido mucho para que no quiera matarla ahora.
Una de las chicas mayores se aproximó con el arco tenso. Era alta y grácil, de piel cobriza.
La teniente de Artemisa Zoë prestó atención, se imaginaba que era ella. Escuchar la descripción de ella de parte del chico le llamaba la atención, a ella no le gustaban los hombres, excepto por dos, uno era Orión. Aunque con él hace siglos que no trataba, esperaba que siga siendo como lo recordaba porque si no tendría una cita con sus flechas, si intentaba acercarse a su señora. El otro era Percy porque era un niño y en el libro no sonaba como una mala persona, esperaba que no le defraude.
A diferencia de las otras, llevaba una diadema en lo alto de su oscura cabellera, lo cual le daba todo el aspecto de una princesa persa.
—Gracias —susurro Zoë muy feliz de su descripción porque no dijo nada fuera de la verdad, tampoco adorno demasiado todo. Solo cumplió con los detalles, era agradable. A veces los chicos describían a las chicas exagerando todo y tratando de enamorar, agh detestaba eso, intentaban ligar como si fueran un pedazo de carne o alguien que estaba interesada en ellos.
—¿Permiso para matar, mi señora?
No supe con quién hablaba, porque ella no quitaba los ojos de la mantícora.
—Siempre mirando al blanco —asintió Artemisa, eso era lo importante.
—Deberían mirar otros blancos de vez en cuando —mascullo Afrodita mirando mal a las cazadoras, solo se iban a ese grupo porque huían de algo que era completamente natural. Su vista viajo buscando distracción, las parejitas le encantaban y le daban fuerza pero noto algo que la hizo sonreír —¿Podría ser? —mordió su labio inferior viendo como el hijo de Tetis arreglaba el cabello del hijo castaño de Poseidón sin que este lo note —Tan lindos —quería chillar de la emoción pero no lo hizo.
El monstruo soltó un gemido.
—¡No es justo! ¡Es una interferencia directa! Va contra las Leyes Antiguas.
—No es cierto ¿Y por qué el habla de justicia cuando es un monstruo? —gruño Ares molesto de que hablen de batallas justas cuando ellos mismos no las hacían eso, era un sacrilegio poner excusas a una pelea solo porque sabía que perdería.
—No es cierto —terció otra chica, ésta algo más joven que yo; tendría doce o trece años. Llevaba el pelo castaño rojizo recogido en una cola. Sus ojos, de un amarillo plateado como la luna, resultaban asombrosos. Tenía una cara tan hermosa que dejaba sin aliento, pero su expresión era seria y amenazadora—.
—La descripción de la perfección —soltó Orión en voz alta con voz soñadora, ganándose la mirada de más de uno, los gruñidos de otras y un gran sonrojo en su parte desviando la mirada de una divertida Artemisa que aunque no lo demostrara estaba feliz por el comentario.
Los hermanos de él se lo quedaron mirando con sonrisas burlonas igual que lo hacía su padre y Anfitrite, Zeus en cambio le dio una mala mirada indignado por la descripción de su hija y el comentario de él ¡¿Cómo era posible que se fije tanto en su hija?! Estos sentimientos de padre indignado lo iban a matar. Leyó más alto.
La caza de todas las bestias salvajes entra en mis competencias. Y tú, repugnante criatura, eres una bestia salvaje. —miró a la chica de la diadema—. Zoë, permiso concedido.
—Nadie lo pudo haber dicho mejor —comento Apolo mirando mal aún a Orión que solo miraba el suelo aún con las mejillas rojas, él no había querido decir eso en voz alta pero así había salido, no se arrepentía pero moría de vergüenza.
—Si no puedo llevármelos vivos —refunfuñó la mantícora—, ¡me los llevaré muertos!
Y se lanzó sobre Thalia y sobre mí, sabiendo que estábamos débiles y aturdidos.
—No, no, no lo hagas —susurraba Atenea cerrando los ojos, Zeus leyó con la mirada y luego vio a su otra hija, perfecto si no la mataban las dos del libro, la mataba la que tenía a lado. Maldita sea la hora en que decidió tener tantos hijos, porque si no calculaba mal, la rubia era su nieta. Esto iba perfecto, más gente por la que preocuparse.
—¡No! —chilló Annabeth, y cargó contra el monstruo.
—¡Retrocede, mestiza! —gritó la chica de la diadema—. Apártate de la línea de fuego.
Atenea se llevó las manos al abdomen envolviendolas en este, todos los sentimientos de su hija la estaban mareando, no estaba acostumbrada a esto. Hera solo se la quedo mirando, tampoco soportaba los sentimientos del chico pero este por ahora no estaba en más peligro que la hija de Atenea, se resistía a los demás sentimientos que crecían en ella por todo lo leído y sucedido en la sala.
Ella no hizo caso. Saltó sobre el lomo de la bestia y hundió el cuchillo entre su melena de león. La mantícora aulló y se revolvió en círculos, agitando la cola, mientras Annabeth se sujetaba como si en ello le fuese la vida, como probablemente así era.
Todos se quedaron sin aliento y miraban a la chica comprobando que seguía allí, que sobrevivió, en especial su madre aunque lo hizo de reojo porque estaba sintiendo el dolor del cuerpo de ella en la batalla. No creía resistir mucho más, solo quería que el capítulo termine esperando que esto solo dure mientras sea el capítulo.
—¡Fuego! —ordenó Zoë.
—¡No! —grité.
Pero las cazadoras lanzaron sus flechas. La primera le atravesó el cuello al monstruo. Otra le dio en el pecho. La mantícora dio un paso atrás y se tambaleó aullando.
Thalia apretó su arco y frunció el ceño, ella como la mayor debió ser más lista en ese momento, tenía que haberles protegido y evitado eso, pero no fue así, y después. Se cubrió el rostro con frustración, era idiota en ese entonces, no era mejor que Percy o cualquiera.
—¡Esto no es el fin, cazadoras! ¡Lo pagaréis caro!
Y antes de que alguien pudiese reaccionar, el monstruo —con Annabeth todavía en su lomo— saltó por el acantilado y se hundió en la oscuridad.
—¡Annabeth! —chillé.
—¡No! —medio chilló Atenea para después cubrir su boca, vio a su hija completamente horrorizada por lo que sucedió y sintiendo todo lo que ella sentía. Esto era de lo peor a cada minuto que pasaba ¿Cómo es que su hija lo aguantó?
Intenté correr tras ella, pero nuestros enemigos no habían terminado aún. Se oía un tableteo procedente del helicóptero: ametralladoras.
Todos estaban en silencio, nadie se atrevía a decir nada. Luke estaba en shock, Annabeth estaba en peligro mortal y era su culpa, su maldita culpa, bueno del Luke del libro pero igual tenía mucho que ver porque es a donde el llegaría si seguía con lo planeado.
Annabeth solo respiraba despacio recordando ese día y los que siguieron, no había escuchado a su madre por estar inmersa en sus pensamientos. Trataba de calmarse esta lectura no era fácil, esa no fue la mejor época para ellos y no es como que el asunto mejorara después de eso.
La mayoría de las cazadoras se dispersaron rápidamente mientras la nieve se iba sembrando de pequeños orificios. Pero la chica de pelo rojizo levantó la vista con mucha calma.
—A los mortales no les está permitido presenciar mi cacería —dijo.
—No vale la pena que la vean —hizo una mueca de asco ella, estando muy de acuerdo con su yo del libro.
—Ni que fuera un acto espectacular de ver —mascullo Lina Adara ganándose una mirada divertida de Artemisa.
—Vaya, alguien se esta proponiendo para ser el blanco móvil del siguiente entrenamiento —sonrió de forma amable la diosa de la caza hacia su cazadora que abrió mucho los ojos mientras las otras le tapaban la boca, aún tenía mucho que trabajar con ella.
Abrió bruscamente la mano y el helicóptero explotó y se hizo polvo. No, polvo no: el metal negro se disolvió y se convirtió en una bandada de cuervos que se perdieron en la noche.
—Artemisa siendo Artemisa —canturreo Apolo —Vaya que debías estar molesta para hacer eso a mortales —sonrío de lado pensando en porque estaba tan molesta, después de todo aquí el pequeño Percy había dicho que ella era su "hermana" así que seguramente ella aún sentía cariño por el pequeño a esas alturas del libro.
Artemisa comprendía lo mismo que su gemelo, su yo futura seguramente estaba molesta de que le hayan lastimado a él y a las doncellas, además que atacaban a dos mestizos que no sabían nada de su mundo. Era injusto.
Las cazadoras se nos acercaron.
La que se llamaba Zoë se detuvo en seco al ver a Thalia.
—¡Tú! —exclamó con repugnancia.
—Zoë Belladona. —a Thalia la voz le temblaba de rabia—. Siempre en el momento más oportuno.
Luke recordaba bien ese encuentro, mientras viajaban unos días después de encontrar a Annabeth, se las habían topado en una parte oscura de la ciudad y las dos casi se habían matado porque Thalia no los quería dejar y aceptar la oferta de ella, solo porque no quería dejarlo solo. ¿Y cómo le pagaba él su confianza? ¡Fantástico! ¿Se podía tirar desde el Olimpo cuando saliera? Tal vez.
Thalia y Zoë intercambiaron miradas, ambas sonrieron de lado ya habían conversado acerca de eso, después de lo dicho no le sorprendía a la otra que actuaran así en el libro.
Zoë examinó a los demás.
—Cuatro mestizos y un sátiro, mi señora.
—Sí, ya lo veo —dijo la chica más joven, la del pelo castaño rojizo—. Unos cuantos campistas de Quirón.
—Esta siendo muy amable —mascullo Zues presintiendo que aún sentía cariño por el hijo de Poseidón ¿Por qué tenía que tener una debilidad con ellos? Tal vez ahora sentía toda la hostilidad que sentía su hija del libro.
A los demás dioses también les parecía que era muy amable, de ser otros habría gruñido, eso solía hacer y después convertir a los hombres en animales. Claro que sí eran chicas la cosa cambiaba mucho, pero no eran solo chicas en ese momento.
—¡Annabeth! —grité—. ¡Hemos de ir a salvarla!
Afrodita y sus hijos sonrieron y suspiraron, incluso Piper no pudo evitar hacerlo, era tan lindo como estaba desesperado por ella. Las cazadoras solo le dieron una mirada al pequeño Percy, asintieron, él si era distinto a los hombres que llegaban a conocer.
La chica se volvió hacia mí.
—Lo siento, Percy Jackson. No podemos hacer nada por ella...
Traté de incorporarme, pero un par de cazadoras me mantenían sujeto en el suelo.
—... y tú no estás en condiciones de lanzarte por el acantilado.
—Gracias —dijo Poseidón entendiendo que es lo que hacia Artemisa y sus cazadoras, no de una forma amable pero lo estaba cuidando.
—Mi hermana es genial —alzo los brazos al aire Percy y Apolo sonrió, el pequeño tenía toda la razón, con él no podía enojarse pero si le lanzo una mirada de advertencia a su rubio hermano que solo miro distraído el techo sin decir nada. Si las miradas matarán, capaz Orión estaría de vuelta en los Elíseos.
—¡Déjame ir! —exigí—. ¿Quién te has creído que eres?
Zoë se adelantó como si fuese a abofetearme.
La Zoë de la sala arqueo una ceja mirando el libro pero la bajo de inmediato y trato de calmarse, comprendió que estaba asustado por eso no reconocía a Artemisa, además que se veía que ella le tenía estima, seguro no le dejó hacerle nada al chico.
—No —la detuvo, cortante—. No es falta de respeto, Zoë. Sólo está muy alterado. No comprende. —y me miró con unos ojos más fríos y brillantes que la luna en invierno—. Yo soy Artemisa —anunció—, diosa de la caza.
—La gemela del genial Apolo te faltó —guiño un ojo el dios del sol y la de la luna rodó los ojos.
—Se acabo el capítulo —Zeus cerro el libro de golpe asustando a algunos en el proceso y agradeciendo ya no sentir lo de su hija, las otras dos también lo agradecían.
—Vamos a cenar, hemos tardado bastante con este capítulo —sonrío Hestia con calidez y todos asintieron.
—Quiero ir con Jason —murmuró Percy no muy seguro de que su padre lo deje ir con el rubio, este le revolvió el cabello.
—Ve con él, no puedo negarte a que vayas con tu amigo —le sonrió y le hizo cosquillas antes de bajarlo de su regazo.
Percy salió corriendo hacia las piernas del rubio que estaba caminando junto a sus amigos, se agarró de su cintura riendo y haciendo que el otro se detenga.
—Hola Percy —le sonrió y el pequeño hizo el ademán de que lo cargué —No, no te cargare —frunció el ceño el rubio, no estaba dispuesto a complacerlo.
—Por favor —pidió haciendo un puchero de lo más tierno y poniendo ojitos brillantes, como cuando le pedía a su madre más dulces y galletas.
—Anda Jay, no puedes negarte a esa carita —murmuró Piper poniendo una cara parecida a la de Percy a su novio.
—Solo complace al niño Jason —se unió Annabeth acariciando el cabello de Percy que la vio sonriente.
El rubio se rindió y lo levantó en brazos:—No ganaras a la próxima —le hizo cosquillas haciéndole reír.
—¿No merezco un beso por ayudarte? —le dijo Annabeth y Percy se abalanzó hacia ella y le dio un beso en la mejilla que ella señalaba con su índice —Y ahora te daré otro —le dio uno en la mejilla.
—Ah —se llevo la mano a la mejilla y luego se acerco al oído de Jason —Me beso una princesa —susurro y abrió mucho la boca, sus ojitos brillaban como si eso hubiera sido lo mejor que le había pasado.
—Eso es todo un honor —río entre dientes el rubio mientras salían de la sala y el pequeño sonría a más no poder.
—Iré con Teseo —murmuró Perseo queriendo escapar de los hermanos de Teseo pero no pudo.
—Tu vienes a comer antes de irte —espetó Orión tomándolo del cuello de la camisa y arrastrándolo con los demás para que coma. Se cruzó de brazos molesto mientras se lo llevaban, él quería estar cuando Teseo despierte. Y si, estaba evitando en pensar en la palabra que comenzaba con A junto con el nombre de Teseo porque le dolía y no quería sentir eso.
—¿Dónde dormirán estos? No pueden seguir durmiendo aquí en la sala —decía Démeter viendo a los tres nuevos semidioses.
—No pueden dormir con los mestizos normales aún —alego Perséfone pensando en que debían esperar a que se les pasara un poco el odio hacia ellos antes de hacer algo.
—Dormirán en mi templo hasta que puedan llevarse con los demás —propuso Hestia y los demás asintieron, hablaban como si los tres no estuvieran ahí pero lo estaban.
—Bien, entonces primero que coman y luego que vayan contigo —termino el asunto Poseidón y todos se dirigieron a la salida.
—¿Aún te preocupa donde está el chico? —susurro Hermes mientras salía a lado de Apolo y este solo asintió mirando a su tío, quería decirle lo que sabía pero no se atrevía a darle aquella mala noticia, no ahora que estaba tan feliz con el pequeño Percy y sabiendo que el otro chico despertaría.
—Solo ruego que lo traigan pronto o que le encuentren un lugar lejos de ahí —suspiro mientras su amigo pasaba su brazo por sus hombros y le apretaba en señal de apoyo.
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Por fin tuve tiempo y batería dioses ;—;
Espero que les agradará y gracias por comentar que les gusta, me hacen tan feliz.
