Todos los personajes pertenecen a Rick Riordan igual que el texto en negrita yo solo los usaré para este fic sin fines de lucro.
N/A: Hola ¿Cómo están? ¿Me extrañaron? Espero que si.
Me han ocurrido demasiadas cosas estas semanas y por eso les dejé sin capítulo. Fueron semanas accidentadas y locas por medicamentos, pero aquí estoy de vuelta.
Pido disculpas por los errores y horrores que encuentren, también si hay algo muy loco por ahí.
Disfruten.
Comenzaron a entrar en la sala de los tronos, los dioses buscando sus asientos, los jóvenes sus lugares. Aquiles se apropió de Belerofonte cuando se fueron a sentar, el castaño no se extrañó de su comportamiento. Siempre se habían llevado bien en los Elíseos, el castaño seguía tan torpe como siempre aún después de muerto pero Aquiles no se comportaba como hacían los demás, el rubio lo ayudaba aunque a veces se burlaba igual que los demás.
El castaño recordaba la inmensa tristeza que sintió el rubio cuando descubrió que Patroclo había decidido renacer incluso antes que él llegara. Desde entonces hasta hoy había mejorado, ya sonreía más, también entrenaba más, salía más del castillo que tenía en los Elíseos, eso le alegraba. Algún día el rubio se iría a intentarlo con los mortales una vez más, todos los héroes lo hacían, incluso él lo había hecho. Pero prefería no recordar eso.
Teseo en cambio no quería estar donde estaba, la compañía de Perseo comenzaba a incomodarle demasiado, él no podía, ni en los mejores o peores sueños enamorarse de él. Vamos que el ha sido el único semidiós que ha tenido un buen final, por más que digan que acabar viejo en un castillo, reinando y acumulando polvo, según los demás reyes de la antigüedad, para un semidiós era un gran logro. El mayor de los logros a los que todos aspiraban.
Es verdad que en la antigüedad aspirabas a ser un gran héroe, salvar vidas, matar monstruos, ganar guerras. Esos eran los sueños de todos los niños, pero cuando crecias, cuando veías cuán complicado se ponía, era ahí cuando comenzabas a pensar que querías vivir un poco más. Tener una familia que te espere en casa, una esposa, envejecer, ver a tus nietos. Perseo había conseguido todo eso.
—¿Te sientes bien Tes? —pregunto Perseo sacándole de sus pensamientos, le sonrió como de costumbre y asintió —¿No apreté muy fuerte las vendas? —
—Nah —desestimó con una mano, porque aunque Perseo lo hubiese apretado hasta dejarlo sin respiración, habría respondido lo mismo. No creía soportar nuevamente el toque de sus manos y la electricidad en su piel.
—Bueno —Perseo le acomodó un almohadón en la espalda para que este más cómodo.
—Y ese es el ciclo de la vida —explicaba Percy, bueno repetía lo que decía su maestra el año pasado. El había querido mucho a su maestra, lo malo es que ella no había sido muy afectuosa con él. Ella de verdad parecía una bruja si él se ponía a pensarlo porque no le quería. Tampoco la culpaba ¿Quién lo querría como era?
—Eres un niño muy listo —decía Annabeth mientras le hacia cosquillas, ella podía percibir lo que él pensaba. Todavía era muy fácil hacer la lectura de su rostro, los niños tienen esa debilidad y a la vez ese poder, sus ojos demostraban todo lo que sentían y también leían lo de los demás. Una facultad que se va perdiendo con el tiempo muchas veces. Se comenzó a preguntar que otras cosas ocultaba el Percy mayor que ahora mostraba el pequeño Percy.
Percy solo le sonrió ante su respuesta mientras ella comenzaba a arreglar sus cabellos. Prefirió guardarse su repuesta, sus palabras solo molestaban a la gente, lo estaba aprendiendo. No quería decirle que estaba en un error, no quería avergonzarse delante de la princesa, como él la veía, eso era inadmisible.
—Hey, el pequeño Percy se ve bastante a gusto con su familia pero no es el único —hincó Piper cerca de Jason que de nueva cuenta estaba cerca de Percy, ella estaba a su otro lado.
—Tratar con los hermanos de Percy no es tan difícil —ambos hablaban en susurros no queriendo ser oídos —Fueron héroes, hay mucho que aprender de ellos —sonrío, la verdad ella tenía razón estaba muy bien entre ellos. Piper le sonrió y besó su mejilla.
—Ya veo que sí —ella se levantó de donde estaba, por el tono de ella advirtió que tal vez estaba aprendiendo algo más que solo de batallas o de las leyendas de ellos, y ella lo sabía a diferencia suya.
—¿Qué tal te fue reina de la belleza? —Leo había estado esperando su regreso, ella se sentó a su lado con una chispa especial en los ojos.
—Me alegra que Jason parezca tener una nueva familia —La emoción en su voz no se podía ocultar, el latino sonrió y tomó su mano entre la suya. Pero los dos tenían un pequeño temor, estaban felices de que Jason tenga una familia pero ¿Y ellos? ¿Dónde quedaban? Aunque prefirieron no decir nada de aquello, sonaría egoísta decirle que pase más con ellos que con la familia que ahora tenía.
—Todos están cayendo bajo el efecto placebo —gruñia por lo bajo Clarisse mirando de reojo al pequeño Percy que solo se balanceaba entre los brazos de Annabeth y le hablaba de algo, que la castaña pelirroja no alcanzaba oír.
—Es preferible esto a no verle —decía su novio a su lado mientras pasaba su mano por su espalda —Estaríamos peor sin el pequeño aquí, sabes que en sí es la esperanza y lo que nos une —Clarisse no quería admitirlo pero Chris tenía razón.
—Todos lo creen estúpido pero él resulta ser más listo que los búhos de la seis —Se recostó contra Chris, su mirada seguía clavada en el pequeño azabache que por un momento se la quedo mirando y le sonrió. Era esa maldita sonrisa que ponía Percy siempre que estaba feliz.
—Lo sabemos —Chris beso los cabellos de su novia, ella solo seguía mirándole. Aún recordaba cuando la conoció, toda sucia de barro y de sangre, el entrenador Hedge la había llevado luego de que se enfrentara a un monstruo en su escuela. Desde ahí se veía que ella causaría problemas.
Tal vez era eso lo que había llamado la atención del hijo de Hermes, él ver como muy pronto ella conseguía hacerse de un nombre entre los de su cabaña. Derroto con una brutalidad abismal al que era jefe de su cabaña en el tiempo que llegó, era rebelde, atrevida y todo te lo gritaba en su cara, no solía guardarse nada. Y quizá esa era la razón por la cual no tenía a nadie más que a sus hermanos de su lado y por la cual pasaba tanto en el campamento.
—Bien, creo que leeré yo —Apolo sentía el peligro latente en el capítulo, estaba casi seguro que había cometido un error, de nuevo, siempre lo hacía cuando llevaba más pasajeros en el carro del sol. Es que vamos era el carro del sol, era mejor que el trineo de "santa" además quería leer de primera mano que forma tendría su carro en el futuro, eso era imprescindible.
Zeus lo vio con los ojos entrecerrados, quería detectar que es lo que quería el dios del sol leyendo el capítulo ¿Una nueva tortura para él? Algo tramaba, así que antes de entregarle el libro se atrevió a leer el título del capítulo. Después de hacerlo le entrego aún más rápido el libro y se volvió a sentar.
Todos se le quedaron viendo el rostro de Zeus, parecía que se había comido algo muy amargo, su ceño fruncido y sus labios arrugados en una mueca de disgusto, todo su rostro era un poema. Uno que Apolo no quería recitar nunca en su vida.
—Comenzaré —Apolo abrió el libro muy sonriente, pero una vez que leyó el libro su ánimo cayó. Si, ahora quedaba más que claro que lo había hecho una vez más.
Hermes a su lado se lo quedó mirando, se acercó un poco más a él, paso su vista por el libro luego al rostro del dios del sol y negó con la cabeza antes de decir: —Lee de una vez, después de todo no es algo que los vaya a sorprender a todos.
Apolo le dio una mala mirada y después al resto de los dioses, estos tenían los ojos entrecerrados mirándole alternativamente entre él y el Dios de los ladrones. Artemisa por su parte bufo, al parecer ella también podía ver el futuro o por lo menos se imaginaba bastante bien lo que iba a suceder en el libro.
—Lee de una vez sobrino —apresuro Hestia viendo que los jóvenes comenzaban a alborotarse no entendiendo porque tanto silencio y mirada entre los dioses.
—Si, voy —suspiro el dios del sol —Thalia incendia Nueva Inglaterra —Los dioses negaron con la cabeza, Zeus apretó los puños. Thalia se hizo la desentendida de todas las miradas que estaba recibiendo.
—¿Lo has vuelto a hacer cabeza de Helio? —espetó Artemisa viendo a su gemelo con una ceja arqueada, el solo sonrió y miró a su medio hermano Thalia.
—¿Te deje hacerlo? —pregunto sonriente, Thalia lo miró un segundo y asintió —Si, ya me lo temía —
—¿Qué es lo que ha hecho? —pregunto el pequeño Percy a Annabeth pero ella estaba tan desconcertada como él. La verdad es que de esta misión Percy hablaba muy poco, no le gustaba recordar que se habían llevado a Annabeth.
—No lo sé —Frunció el ceño, miro a los que habían estado en la misión y en el campamento esa época. Todos tenían una mueca en el rostro, sea lo que sea que hubiese hecho el dios del sol, no era del agrado de ninguno.
—Se te ha repetido infinidad de veces que no lo hagas —gruño Zeus con molestia, Apolo solo le brindo una deslumbrante sonrisa antes de comenzar a leer.
Artemisa había asegurado que se acercaba el alba, pero nadie lo habría dicho: estaba todo más oscuro, más frío y nevado que nunca.
—Y es por eso que es indispensable que llegue yo, para alegrar la vida de todos —Apolo se interrumpió para nada quitado de la pena, los demás dioses rodaron los ojos —Soy de lo mejor que puede pasar —sonrío de lado.
Allá en la colina, las ventanas de Westover Hall seguían oscuras. Me preguntaba si los profesores habrían advertido la desaparición de los hermanos Di Angelo.
—Es improbable que hayan notado su ausencia si mis cazadoras fueron por sus cosas, estoy segura que ellas han solucionado todo con la niebla —desestimó la probabilidad de ser descubiertos Artemisa, ella veía al pequeño Percy que estaba sentado jugando con su tiburón encima de las piernas de la rubia. No podía sacarse de su cabeza la charla que tuvo con su gemelo y de pensar ¿Por qué el pequeño habría tratado de retenerse cuando recién llego? Y más que nada ¿Por qué aún parecía hacerlo por momentos?
Prefería no estar allí cuando lo descubrieran. Con mi suerte, seguro que el único nombre que la señorita Latiza recordaría sería el mío, y entonces me convertiría en víctima de una cacería humana por todo el país. Otra vez.
El pequeño Percy que estaba prestando atención a la lectura mientras hacía que su tiburón nadara, al oír esto se detuvo. Otra vez lo culparian de más cosas, siempre terminaba siendo su culpa todo lo que pasaba. Como cuando estaba en el parque y unos niños se cayeron resbalando con un charco, como paso cerca fue su culpa, si su mamá llegaba unos minutos tarde a casa también era su culpa. Que su padre no estuviera con ella ¿También era su culpa? Su padre aquí decía que no, pero el apestoso decía que si no fuera por él. Apretó su tiburón contra su pecho mirando el suelo.
—Mi culpa —susurro aferrándose a su muñeco, Annabeth y Jason que estaban más cerca le oyeron y se le quedaron mirando.
—Hey, no es tu culpa —Annabeth pasó suavemente sus manos por el cabello negro del pequeño —No tienes la culpa de nada —Percy no la miro, simplemente siguió mirando el suelo.
Las cazadoras levantaron el campamento tan deprisa como lo habían montado.
—Es la práctica —murmuró una de las cazadoras, las demás automáticamente asintieron. Bianca que estaba sentada entre ellas se las quedó mirando un momento, se preguntaba si ella llegaría a tener tal agilidad.
Paso la mirada sobre los chicos de la sala, probablemente nunca llegaría a saberlo, estaba segura que el sentimiento que tenía desde la noche anterior a salir de misión se haría realidad, miro un momento más largo que a los demás a Nico. Su hermano sólo la ignoró, pero aún así los dos sabían que en algún momento tendrían que hablar y que ese momento debía ser antes de que a ella le pase algo en el libro.
Ellas parecían tan tranquilas en medio de la nieve, pero yo aguardaba tiritando mientras Artemisa escudriñaba el horizonte por el este. Bianca se había sentado más allá con su hermano.
Nico se aferró a la mano de Hazel y de Will que estaban a sus lados, recordaba cuando ella se lo dijo, la ira y la impotencia por no poder hacer nada. No había nada más que hacer porque ella ya había aceptado eso. Nico estaba seguro de otra cosa más desde ese momento: Bianca sabia que moriría pronto, así como supo que eso sucedería. Ella era más poderosa, él lo sabía, su mismo padre se lo dijo, así que estaba seguro que ella presentía su propia muerte.
—Todo estará bien Nico —susurro Hazel a su oído tratando de reconfortarlo, pero no lo estaba consiguiendo del todo.
Ya se veía por la expresión sombría de Nico que estaba explicándole su decisión de unirse a la Cacería. Desde luego, ella había sido muy egoísta al abandonar a su hermano de aquella manera.
Algunas miradas de reproche fueron contra Bianca, otras fueron más comprensivas. Nico prefirió no verla así que cerró los ojos. Ella esquivó las miradas lo mejor que pudo.
Hades miraba a su hija, no la culpaba por querer ser aceptada. La mayoría de sus hijos buscaba eso, ser aceptados por los demás, un lugar donde los traten como sus iguales. Quizá por eso Bianca escogió tan rápido la cacería, pues tendría personas que la quieran, sería libre de ir y venir a su antojo con personas que no la abandonarían, tampoco tendría la responsabilidad entera de cuidar a otra persona. El Dios del inframundo suspiró, se comenzaba a preguntar que mismo mal hizo él después de que ella muriera, miró a Nico, su pobre hijo seguramente aguantó sus desplantes.
—Tranquilo mi señor, ahora estás a tiempo de corregirte —Conciliaba Perséfone de su mano, él solo asintió sin mirarla.
Thalia y Grover se me acercaron, deseosos de saber lo que había ocurrido durante mi audiencia con la diosa.
—Nadie más tuvo ese honor —murmuró Thalia, recordaba que hasta por eso sintió un poco de celos y envidia de él, porque solo él y Bianca fueron llamados a hablar con la diosa.
Zeus podía sentir esa incomodidad de su hija, más su amargura de su estado actual, se podría decir que él era un cóctel de emociones en ese momento. Unas emociones que ya le estaban cansando, se acomodó en su lugar cruzando los brazos; quería que todo termine de una buena vez.
A los lados de Zeus, estaban Atenea y Hera, ninguna de las dos parecía dispuesta a decir nada, una porque estaba lidiando con las emociones del chiquillo, además que se prometió así misma no demostrar nada. La otra no solo lidiaba con la angustia de la Annabeth del libro, también con la suya propia por no saber exactamente donde estaba su hija en el momento del libro ¿A dónde se la habían llevado? Era la primera vez que no quería saber algo, porque era la primera vez que sabía que no le iba a agradar la respuesta.
Cuando se lo conté, Grover palideció.
-La última vez que las cazadoras vinieron al campamento, la cosa no fue demasiado bien.
—Para nada —murmuraron algunos de los campistas más antiguos viendo disimuladamente a las cazadoras, algunas tenían sonrisas nada amistosas en el rostro.
Annabeth y Luke hicieron una mueca, él recordaba perfectamente esa ocasión, aún tenía algunas marcas de flechas. Pero él sabia que ellas simplemente se había defendido, vio de reojo a quienes fueron los culpables en esa ocasión. Estos fingieron demencia. Annabeth también sabía de quién había sido la culpa ¿Es que no podían dejarlas en paz? No entendía porque ellos buscaban enfurecerlas más de lo que de por sí ya lo hacían por el simple hecho de compartir algún espacio con chicos. No los Stoll no habían entendido eso.
-¿Por qué se habrán presentado aquí? -me pregunté-. Quiero decir, ha sido como si surgieran de la nada.
Annabeth y Thalia cruzaron una mirada, después miraron a Grover. Ellos sabían que ellas se habían presentado ahí no de casualidad.
Artemisa frunció el ceño, se suponía que estaba de cacería, claramente iba a llegar ahí pero si era extraño que se topará con los campistas de Quiron, a menos que les estuviera siguiendo pero ¿Por qué querría perseguir a esos chicos? Miro al pequeño Percy que jugaba de nuevo con su peluche, tal vez para verlo a él o quizá por quien le acompañaba, la chica le venía interesando desde hace rato para la cacería, lo mismo que su nueva teniente, tal vez no solo por seguir monstruos llegó ahí.
-Y Bianca se ha unido a ellas -dijo Thalia, indignada-. La culpa la tiene Zoë. Esa presumida insoportable...
Zoe la vio con una ceja arqueada, Thalia se sonrojó de la vergüenza pero desestimó el tema con una mano. Zoe rodo los ojos, eso ya lo habían hablado pero aún así escuchar que hable así de ella le contrariaba un poco, aunque no la culpaba. Después de todo, a ninguna de las dos les gustaba que les mandaran.
-¿Cómo va uno a culparla? -dijo Grover, suspirando-. Toda una eternidad con Artemisa...
Thalia puso los ojos en blanco.
Igual que en la sala, las demás cazadoras y campista griegos hicieron lo mismo, los sátiros siempre eran así. Grover se sonrojó hasta las orejas.
—¡Es que mi hermana es la mejor! —Percy grito y todos se lo quedaron mirando, se sonrojó mucho.
—Gracias hermanito —le contestó Artemisa ganándose una sonrisa del pequeño y un gruñido de Apolo, ella rodó los ojos —No seas infantil Apolo —
—Tu hermano soy yo —se quejó frunciendo el ceño —No debes llamarlo hermanito, solo yo soy tu hermano —tomo la apariencia de un niño de cinco años, al cual el libro le quedaba algo grande ahora.
—No comiences Apolo, no pienso rebajarme a discutir contigo si tomas esa apariencia —ella se levanto y camino hasta Annabeth —¿Quieres venir a sentarte conmigo? —Le pregunto a Percy, este asintió efusivamente, ella lo tomó en sus brazos.
Apolo tenía un puchero y parecía estar a punto de hacer un berrinche divino. Sus hijos y legados, no sabían donde meter el rostro de la vergüenza ajena que estaban sintiendo. Ella caminó hasta el trono de Apolo, lo empujó más allá y se sentó junto con Percy ahí.
—Te conseguí otro hermano ¿ves? —dijo ella, pero no se sabia exactamente a quien le hablaba, ahora tenía a dos niños sentándos en cada pierna —Ya deja de llorar Apolo, sigue leyendo —paso su mano por los cabellos de su gemelo, este se limpió el rostro de lágrimas traicioneras y comenzó a leer. Percy se acomodó bien con la diosa.
-Sois increíbles los sátiros. Todos loquitos por Artemisa. ¿No comprendéis que ella nunca va a corresponderos?
—Llevamos siglos diciéndoles eso, pero simplemente les entra por un oído y les sale por el otro —gruño Zoe viendo que nunca se librarían de los sátiros.
—Pero es que ella es tan perfecta —suspiro Grover y las cazadoras con los campistas griegos rodaron los ojos, los romanos por su parte se preguntaban si los faunos serían iguales con Diana, suponían que si.
-Es que... le va tanto la onda de la naturaleza. -Grover parecía casi en trance.
-Estás chiflado -le espetó Thalia.
-Me chifla, sí -dijo Grover, soñador-. Es cierto.
Artemisa solo rodó los ojos mientras sus manos pasaban por los cabellos de los dos niños que tenía en sus piernas, los dos parecían bastante felices de estar donde ella los tenía. Orión por su parte le veía de reojo, aunque podía sentir claramente una mirada poco amigable de parte del ahora semidiós Zeus. A él nunca le agrado que sus hijos se junten con los de Poseidón, a pesar de que nunca se preocupó de sus propios hijos.
* * *
El cielo empezó a clarear por fin. Artemisa murmuró:
-Ya era hora. ¡Es tan perezoso en invierno!
—No soy perezoso, hace demasiado frío. Los dioses del viento se esmeran en revolverme el pelo y helarme la sangre —se interrumpió Apolo, Artemisa solo negó ligeramente con la cabeza.
—A mi también me gusta quedarme más en la cama cuando hace frío —murmuró Percy y Apolo le sonrió tomando su mano.
—Es que el frío no le hace ningún bien a nadie —asintió el rubio y Percy hizo lo mismo, se sentía más cómodo con la forma que tenía ahora el Dios del sol, después de todo ahí en la sala él era el más pequeño y eso le hacía sentir bastante fuera de lugar.
-¿Estás esperando, eh... la salida del sol? -le pregunté.
-Sí, a mi hermano.
—Nuestro hermano, porque si Percy es tu hermano, también es mío —agregó rápidamente Apolo y Artemisa suspiro, bueno al menos ya no estaba haciendo berrinches.
—Tengo más hermanos —Percy se sintió con suerte, aquí tenía muchos hermanos, personas que decían ser sus amigos y un papá. Este sueño solo era más genial con el pasar del tiempo.
—Suficientes tiene como para que ande adoptando más —medio gruño por lo bajo Tritón, Belerofonte y Orión lo alcanzaron a oír ¿Estaba celoso de que Percy esté acogiendo más hermanos? Eso sí era sorprendente.
Yo no quería ser grosero. Es decir, conocía las leyendas sobre Apolo (otras veces, Helios)
—Helio fue antes que Apolo, con el paso del tiempo hubo lo que podría decirse recorte de personal, así que Apolo se quedó con ese lugar y Artemisa tomó el de llevar la luna —explicó Demeter a los campistas, estos asintieron —Pero claro los mortales a veces aún creen que es Helio quien lleva el sol —ella estaba mirando atentamente a sus hijos mestizos, estaban bastante inquietos —¿Pasa algo? —
—Nada, madre —respondió la que parecía la menor de sus hijos, pero tenía una sonrisa forzada. Algo estaban tramando sus hijos, tal vez se habían juntado demasiado con los de Hermes, ya hablaría después con ellos.
conduciendo por el cielo el gran carro del sol. Pero también sabía que el sol es una estrella situada a no sé cuántos millones de kilómetros.
—Eso es lo que creen los ilusos mortales porque no les cabe en sus minúsculos cerebros que existen poderes que van mucho más allá de ellos —rodó los ojos Dioniso, se le veía bastante molesto por lo dicho en el libro, o quizá si le había fastidiado bastante que Ariadna se entere de toda la verdad acerca de Teseo y Atenea. No podía seguir fingiendo indignación contra él cuando su esposa ahora se había enterado de eso.
Misma esposa que ahora tenía la mirada perdida mientras sus manos se movían como si estuviese haciendo el recuento de algo con los dedos, ella no solía verse así. Desde que había sido convertida en diosa, a ella se le adjudicaban dos títulos como a cada dios, en parte era la diosa de la vegetación y en parte la del sufrimiento, porque ella sufrió por ser abandonada en esa isla, por su padre y sus planes, por su familia. Pero eso era un poder que no solía ejercer, para eso estaba Aclis. Aunque ahora tal vez pensaba que era buen momento de poner eso en práctica y hacer que cierta diosa pague por su sufrimiento pasado. Pero de momento se controlaría.
Ya había asimilado la idea de que algunos mitos griegos fueran ciertos, pero vamos... no lograba imaginarme cómo iba a arreglárselas Apolo para conducir el sol.
—Pues es muy simple, se sienta en el carro y lo conduce como siempre. Hacia el este —indicó Hermes medio divertido mientras veía a Apolo que estaba abrazando a Percy.
—Por supuesto y mi auto puede tomar la forma que desee —se jactó Apolo con una sonrisa deslumbrante que casi deja ciego a más de uno.
—Si, si, ya lo sabemos, ahora solo sigue leyendo —gruño Zeus, aún molesto por lo que iba a hacer en el libro, pero a Apolo no le interesaba lo que dijera. Él estaba disfrutando de estar con su gemela y el pequeño hijo de Poseidón, le agradaba este chico por muchas cosas.
-No es exactamente lo que tú crees -me dijo Artemisa, como si me leyese el pensamiento.
—No leo pensamientos a menos que me lo permitan, pero la mayoría de los mestizos. Hasta mis cazadoras. Llegan a confundirse con cosas como esa, como cuando ven por primera vez la carroza de la luna —explicó Artemisa peinando los cabellos de los dos con sus manos mientras ellos se apegaban más a ella.
Tritón solo miró al suelo cuando ella mencionó a la carroza lunar, después de tanto tiempo él había roto su promesa ¿Ella se molestaría por eso? Era una pregunta que aún vagaba por su cabeza desde que llegó ahí, esperaba que no. Tal vez le volvería a hablar aquella noche, le hacia falta hablar con ella.
-Ah, bueno. -Empecé a relajarme-. Entonces no es que vaya a llegar...
—Una bola de fuego como un meteorito, no —desestimó el tema Hefestos —Llegara una gran maquinaria, eso si —Él estaba orgulloso de su trabajo, que no había hecho totalmente solo. Hace eones que existía el carro del sol, pero los últimos siglos había sido responsabilidad de Hefestos que siga en funcionamiento. Lo cual era bastante trabajo porque a veces Apolo se pasaba en sus aventuras y lo dejaba en estado deplorable.
Hubo un destello repentino en el horizonte y enseguida una gran ráfaga de calor.
-No mires -me advirtió Artemisa-. Hasta que haya aparcado.
«¿Aparcado?»
Era lo que se preguntaron muchos de los presentes, principalmente romanos. Los griegos por su parte hicieron una leve mueca, la última vez que vieron el auto del sol y la forma de estacionarse, no salió nada bien.
Apolo en cambio tenía cara de ensoñación, lo que con su forma actual lo hacía lucir verdaderamente adorable y había un dios que lo estaba mirando más que los demás, este tenía una sonrisa imperceptible en los labios. Y es que no era para menos, su mejor amigo no podía ser más adorable, frunció ligeramente el ceño, una parte de ese pensamiento no le agrado, pero lo dejo de lado para seguir oyendo la lectura.
Desvié la vista y vi que los demás hacían lo mismo. La luz y el calor se intensificaron hasta que me dio la sensación de que mi abrigo iba a derretirse. Y entonces la luz se apagó.
—¡Y llegó el Dios más guay! —gritó Apolo haciendo que más de uno haga una mueca desaprobando esa afirmación, no lo había hecho demasiado fuerte porque Percy estaba a su lado y no quería espantar al niño.
—Lo eres —afirmo Percy, lo que para Apolo supuso aún más felicidad —Apolo el dios más guay —
—No, no, no, ese es tu padre —Poseidón se levanto de su trono, ante la mirada ceñuda de Apolo se llevó a Percy de donde estaba —Tu padre es el más guay ¿entendido? —
—¡Si! —soltó una risita cuando Poseidón le hizo cosquillas mientras lo llevaba a su trono y lo sentaba en su regazo.
Artemisa suspiro y acomodo a Apolo, que al parecer no iba a tomar su forma adulta-adolescente por un rato bien largo, puesto que estaba enfurruñado porque se habían llevado al niño de su lado, como si tuviera cinco años de verdad y no todos los siglos que realmente tenía.
—Eres el dios más guay y el mejor hermano, ahora sigue leyendo —susurro Artemisa y una sonrisa se dibujó en los labios que antes estuvieran apretados en una línea.
Me volví. No podía creerlo. ¡Era mi coche!
—¿Perdón? —Apolo arqueo una ceja viendo la línea que acababa de leer.
—Es el auto de los sueños de Percy —explico Thalia, habían hablado de eso tiempo después, Annabeth asintió a eso, Percy se lo había dicho después en una de sus pláticas. Apolo asintió, debía ser un gran auto, ya quería saber cuál era.
Bueno, el coche con el que soñaba, para ser exactos. Un Maserati Spyder descapotable rojo. Era impresionante.
—Lo es —Más de uno en la sala suspiro, en especial los mestizos amantes de los autos. Los ojos de Apolo brillaban de emoción por la forma que tomaría su auto en el futuro, no es que la forma que tuviera ahora no fuera genial pero igual el nuevo debía ser aún más genial.
—Así que te gustan los autos —decía Poseidón haciendo cosquillas a Percy que solo reía mientras asentía —¿Y qué me dices de los caballos? —los ojitos de Percy brillaron y asintió más que feliz —¿También te gustan? —asintió con más emoción —Después te mostraré algo más genial que todo eso entonces —El niño asintió efusivamente, esto si que era divertido se repetía Percy.
Resplandecía. Aunque enseguida comprendí que relumbraba porque la chapa estaba casi al rojo.
—Es el sol, por supuesto que hará eso —murmuró Octavian queriendo volver a sus actitudes de siempre, queriendo olvidar que a quien posiblemente atacarían sería a un niño y que seria su culpa. —El chico es un idiota, el niño se convertirá en ese idiota, hay que detenerlo —se repetía como un mantra una y otra vez.
La nieve se había derretido alrededor del Maserati en un círculo perfecto, lo cual explicaba que yo notara los zapatos mojados y que de repente pisara hierba verde.
—Por eso mis poderes son lo más guay que existe —Apolo levanto la barbilla orgulloso de lo que podía hacer y que eso no era nada pues podía lograr mucho más.
—Si, si, lo más guay pero sigue leyendo, quiero oír como rompes de nuevo la regla Apolo —Zeus lo miraba fijamente y Apolo solo le sonrió, esa regla existía por una razón, él lo sabía pero es que no podía evitar emocionarse cuando otras personas se subían a su carro y que estas lo condujeran para que vieran lo genial que era. Menos mal su padre era mestizo o estaba seguro que ya lo habría castigado.
El conductor bajó sonriendo. Parecía tener diecisiete o dieciocho años y, por un segundo, tuve la incómoda sensación de que era Luke, mi viejo enemigo.
Las miradas de los campistas y los dioses fueron de Luke a Apolo por un momento y de regreso, Apolo se puso de pie tomando su apariencia adolescente y se colocó a lado de Luke. Hermes desvió la mirada. Los dos eran muy parecidos de verdad.
—Lo único malo es tu cicatriz, pero eso se puede arreglar —murmuró el dios del sol viendo al muchacho.
—No quisiera eso, señor Apolo —Luke se toco la cicatriz de su rostro —Creo que me la merezco —Es una muestra de lo mal que me puede ir si sigo por donde voy, solo que no lo había notado —el dios asintió, volvió a tomar forma de niño y se sentó de nuevo en las piernas de Artemisa.
El mismo pelo rubio rojizo; el mismo aspecto saludable y deportivo. Pero no. Era más alto y no tenía ninguna cicatriz en la cara, como Luke.
Hermes estaba mirando a cualquier lado, si no estaba mal, Luke se parecía a su madre. Los mestizos suelen parecerse más a sus padres mortales que a sus padres divinos. Eso quería decir que la mortal era bastante parecida a Apolo y eso quería decir que lo había vuelto a hacer. Buscar una mortal parecida a su mejor amigo, aún no sabia porque seguía ese patrón a veces, pero se notaba que lo seguiría haciendo en el futuro.
Su sonrisa resultaba más juguetona. (Luke no hacía más que fruncir el ceño y sonreír con desdén últimamente.)
Luke seguía pasando su mano por su cicatriz, no había mentido ella era parte de él, una muestra del mal camino que estaba tomando en su tiempo. No entendía como pudo estar tan ciego ante tantas verdades, tal vez la envidia de que otros tenían más que él, los celos de no tener el poder que los dioses tenían o el simple hecho de que no le reconocieran como él creía que se debía, lo habían cegado pero seguiría tratando de arreglar eso.
El conductor del Maserati iba con téjanos, mocasines y una camiseta sin mangas.
-Uau -se asombró Thalia entre dientes-. Qué calor irradia este tipo.
—Gracias, tienes buen gusto —Apolo le guiñó un ojo a una muy sonrojada Thalia que tenía la mirada de todas sus cazadoras encima, también se gano una ceja arqueada de Luke.
—Eso fue antes de ser cazadora, ahora no creo que piense igual —Artemisa frunció el ceño mirando a Thalia y a las demás cazadoras, algunas desviaron la mirada. Incluso las más antiguas lo hicieron.
—Que hayamos renunciado a los hombres no significa que seamos ciegas —murmuró una de las cazadoras no queriendo ser oída por las demás pero algunas la oyeron y asintieron aprobando eso.
Vaya que tenía que hablar bien con sus cazadoras y su nueva teniente, esta solo esquivaba su mirada. No podía decir mentiras, el dios del sol estaba como quería.
—Pero claro que va a estar caliente, es el Dios del sol —soltó Percy desconcertado por todo lo que hablaban. Thalia se olvidó de todo y comenzó a reír descontroladamente, los demás solo le sonrieron al niño por su inocencia.
—No me refería a eso —logro decir Thalia, los demás no entendían su risa, el pequeño solo ladeo su cabeza sin comprender entonces a que se refería.
—Se refiere a que Apolo es muy apuesto hermanito —explico Teseo mirando a Percy, este asintió pero aún no comprendían porque la risa de Thalia. Apolo se hacia una idea del porque.
-Es el dios del sol -dije.
-No me refería a eso.
—Y con dieciséis años, sigue sin comprender eso —murmuró Thalia haciendo que las cazadoras rían, Zoé solo se la quedo mirando ¿Aún se podía ser inocente con respecto a indirectas a esa edad? Bueno parecía que Percy que si, tal vez de verdad se parecía mucho a Orión en ese aspecto.
Mismo que solo miraba al suelo y aguantaba las miradas burlonas de los otros héroes, era bastante sabido en los Elíseos que el semigigante no captaba indirectas que hacían los de ahí. Vamos que no era su culpa, prácticamente se crió alejado de todo el mundo debido a lo que era y cuando salió a este, no es que recibiera muchas indirectas tampoco. A excepción de aquella princesa pero prefería olvidarla.
-¡Hermanita! -gritó Apolo. Si hubiera tenido los dientes un pelín más blancos nos habría cegado a todos-.
—Puede tenerlos más blancos, no lo reten a eso —dijo rápidamente Hermes mirando a su amigo que hizo un puchero, puesto que estaba a punto de demostrar que si podía ponerlos más blancos.
—Nadie lo está retando ¿verdad que no papá? —añadió Will viendo sus intenciones, Apolo sonrió sin mostrar los dientes y mejor siguió leyendo antes de que dijeran algo más.
¿Qué tal? Nunca llamas ni me escribes. Ya empezaba a preocuparme.
Artemisa suspiró.
Lo mismo que hizo la de la sala, Apolo hizo un puchero de lo más hermoso.
—Así que vas a seguir ignorándome en el futuro —Miro a Artemisa con los ojos brillantes, esta rodó los ojos y comenzó a pensar que sería buena opción volver a su trono.
—No puedo estar comunicándome contigo cada dos por tres Apolo —renegó ella.
—Pero un mensaje Iris nunca mató a nadie, o una carta a través de Hermes —seguía con su drama el dios del sol.
—Niños, por favor —llamo Hestia, los dos se miraron y luego asintieron, no podían ponerse a pelear o no acabarían nunca la lectura.
-Estoy bien, Apolo. Y no soy tu hermanita.
-¡Eh, que yo nací primero!
-¡Somos gemelos! ¿Cuántos milenios habremos de seguir discutiendo...?
—Pues a ver, que lo hacen aquí cada dos por tres —comenzó a decir Demeter.
—Lo hicieron hace un momento cuando conversaban conmigo afuera —siguió Hermes como contando con los dedos las discusiones de ellos.
—Y lo siguen haciendo en el libro, así que probablemente es un Nunca —concluyo Tritón y los gemelos los miraron feo a todos, pero más que nada Apolo.
—Eso es porque a este cabeza de Helio no le entra en su cerebro que no soy su hermanita —comenzó a decir Artemisa.
—Pero eres mi hermanita, yo nací primero.
—Yo ayude a traerte al mundo Apolo, así que soy la mayor.
—Eso no es cierto, yo soy el mayor.
—Yo soy la mayor y en todo caso somos gemelos.
—Eres mi hermanita, eres más pequeña.
Los demás dioses se llevaron las manos al rostro, habían comenzado de nuevo y parecía que no pararían por un buen rato.
—Niños, queremos terminar el capítulo —Poseidón sonó cansado de esto, Artemisa se había transformado en una niña de cinco años igual que Apolo mientras discutían. Así que si técnicamente tenían a dos niños ahí peleando.
—Pero el/ella comenzó —Los dos se señalaron entre sí —No es cierto —Oh si, los gemelos habían comenzado a comportarse como la edad que mostraban, comenzaron a darse de manotones.
—Pues la terminan ya —Poseidón les hablo con firmeza, los dos se cruzaron de brazos e hicieron un puchero, por lo menos habían dejado de pelear —El supuesto padre de esos dos, sigue la lectura por favor —miro a Zeus que estaba ceñudo, apostaba cualquier cosa que él habría tenido que lanzar un rayo para que los dos dioses se callaran, pero claro Poseidón decía unas cuantas cosas y ellos paraban.
Se levantó a regañadientes y tomó el libro de las manos de Apolo que simplemente se lo dio. Regreso a su lugar y suspiro, esto se estaba haciendo eterno.
-Bueno, ¿qué pasa? -la interrumpió-. Tienes a todas las chicas contigo, por lo que veo. ¿Necesitáis unas clases de arco?
—Nunca necesitaría una clase de arco de ti —masculló la ahora pequeña diosa de la caza.
—Sabes que soy el mejor —contesto Apolo y los demás rodaron los ojos, Zeus leyó más alto porque si no esos niños empezarían una vez más.
Artemisa apretó los dientes.
-Necesito un favor. He de salir de cacería. Sola. Y quiero que lleves a mis compañeras al Campamento Mestizo.
—Al menos la del libro pudo contener su ira —murmuró Rachel viendo como por lo bajo Apolo y Artemisa seguían discutiendo, los únicos que no parecían sorprendidos de esto eran las cazadoras y los dioses. Tal vez porque no era la primera vez que presenciaban algo así.
-¡Claro, cielo...! Un momento. -Levantó una mano, en plan «todo el mundo quieto»-. Siento que me llega un haiku.
—¿Un Haiku? —Apolo detuvo su pelea con su hermana, esta presto atención igual que los demás dioses ¿Qué era un Haiku? Zeus estaba igual que ellos.
Las cazadoras refunfuñaron. Por lo visto, ya conocían a Apolo.
—Demasiado —mascullaron las cazadoras viendo al Dios del sol, cada que lo veían no desaprovechaba para coquetear con ellas, o según demostrar lo buen arquero que era, ah y pro supuesto no se podían olvidar de sus granes canción, poemas épicos y haikus los más recientes.
Él se aclaró la garganta y recitó con grandes aspavientos:
Hierba en la nieve.
Me necesita Artemisa.
Yo soy muy guay.
Zeus se detuvo,eso había sido un asco desde su perspectiva. Los demás dioses apoyaban esa idea, claro que no todos. Apolo estaba con los ojos brillantes y completamente fascinado con lo que acababa de oír. Los demás lo vieron y desearon que nunca supiera como se hacen.
—¿Como se hace tal magnificencia?—Apolo miro a todos emocionado pero nadie le respondió, la boca de los de Atenea fue tapada, sellados. Annabeth cubrió su propia boca y fingió no oír al dios del sol —Solo díganme —rogo mirando a los jóvenes incluyendo a sus hijos.
—Sigue leyendo Zeus —pidió Hades y este asintió, no es que le agradará obedecer a Hades pero si eso les evitaba que aprenda como hacer esas aberraciones que acababan de oír, al menos por ahora, bien.
Nos sonrió de oreja a oreja. Sin duda, esperaba un aplauso.
—Es lo menos que se puede esperar después de oír la perfección misma hablar —Apolo seguía extasiado con lo que acababa de oír, ya quería aprender a hacer Haikus. Los demás fingieron no oírlo, ni verlo mientras Zeus siguió leyendo.
-El último verso sólo tiene cuatro sílabas -observó su hermana.
El frunció el ceño.
-¿De veras?
Artemisa hizo el recuento de las sílabas y asintió mirando a su hermano, este frunció el ceño ¿Por qué sería importante que no tenga cuatro sílabas? Vaya, necesitaba saber como se hacían los Haikus y que había de malo con el suyo.
-Sí. ¿Qué tal: «Yo soy muy engreído»?
—Esa si le va —dijo Artemisa divertida, ganándose risitas de los demás y un ceño fruncido adorable de su gemelo, también que le saque la lengua.
-No, no. Tiene seis. Hmm... -Empezó a murmurar en voz baja.
—Entonces debe tener cinco sílabas —murmuraba Apolo, los demás le vieron bastante asustados, se habían librado de escuchar sus Haikus en todo este tiempo. Al menos los dioses de este entonces y los hijos de él, estos rogaban que no aprenda a hacer Haikus de momento.
Zoë Belladona se volvió hacia nosotros.
-El señor Apolo lleva metido en esta etapa haiku desde que estuvo en Japón. Peor fue cuando le dio por escribir poemas épicos. ¡Al menos un haiku sólo tiene tres versos!
—¡Ey! Mis poemas son de lo mejor —Apolo cruzo sus brazos. Las cazadoras más antiguas y los dioses hicieron una mueca ante eso, algunos de sus poemas eran tan malos que les provocaban arrancarse los oídos antes de seguirlos oyendo.
—Al menos será una tortura corta —murmuró Anfitrite viendo al Dios del sol y después viendo a los hijos de su esposo, Belerofonte cómodamente entre los brazos de Aquiles, Teseo evitando rozarse con Perseo, Percy jugaba con formas de agua que creaba su padre, Orión veía a Artemisa de vez en cuando y su propio hijo que parecía estar muy pensativo —¿Pasa algo Tritón? —susurro acercándose un poco a él, este la miro y negó con la cabeza. Eso a ella no le convencía, ¿en qué pensaba su hijo?
-¡Ya lo tengo! -anunció Apolo-. «Soy fe-no-me-nal». ¡Cinco sílabas! -Hizo una reverencia, muy satisfecho de sí mismo-.
Más de un Dios rodó los ojos, por supuesto que estaba satisfecho de si mismo. Si existiera el Dios del Ego, seguro sería Apolo o seguro Apolo sería su mejor trabajo, el ego de él estaba por los cielos y más allá tal vez. Dudaban de que alguien pudiera bajarle el ego alguna vez, ni cuando fue mortal lo consiguieron.
Y ahora, querida... ¿un transporte para las cazadoras, dices? Muy oportuno. Iba a salir a dar una vuelta.
—Si, bastante oportuno —rodó los ojos Hades, cansado de esos medios chistes malos de su sobrino acerca de su trabajo.
—De hecho lo es, porque pudieron haber estado más de noche o más temprano y no habrían encontrado al dios del sol —murmuró Perséfone a su lado, él la quedó mirando ¿Ella defendiendo al dios del sol? Bueno después de todo eran hermanos por parte de padre, así que no había de que sorprenderse demasiado. Solo le dio unas palmaditas en la mano y le sonrió.
Nico y Hazel hicieron una mueca porque comenzaron con sus muestras de afecto en público, las risitas de ella y los susurros de él. Bianca prefirió mirar a otro lado que ver a esos dos. Demeter fue la que acabó con la escena mirando fríamente a Hades y jalando a Perséfone más hacia ella. Zeus asintió, estos sentimientos de padre más los de Thalia en el libro lo iban a desquiciar, así que mejor siguió leyendo.
-También tendrías que llevar a estos semidioses -precisó Artemisa, señalándonos-. Son campistas de Quirón.
-No hay problema. -Nos echó un vistazo-. Veamos... Tú eres Thalia, ¿verdad? Lo sé todo sobre ti.
—Que raro que tu sepas tanto de una chica —ironizó Hermes viendo a su amigo que solo sonrió inocente.
—Es mi medio hermana, tengo que saber de ella —se justifico el dios.
—Y ahora es mi teniente, así que espero que no sepas mucho más de ella —masculló Artemisa mirándole fijamente y recalcando que era su Teniente. Apolo solo se encogió de hombros, eso no lo sabía con exactitud después de todo el libro era el futuro pero estaba seguro que aún así seguía sabiendo todo de la chica.
Ella se ruborizó.
-Hola, señor Apolo.
—Ternurita, se sonroja de mi perfección —Canturreo Apolo y Thalia comenzó a maldecir de su yo pasada por avergonzarla de esta manera, todos la estaban mirando hasta que Hades y Poseidón estallaron en carcajadas.
—Su cara —los dos señalaron entre risas a Zeus que estaba sonrojado. Zeus maldecía a los libros y el aparente enamoramiento de su hijo con Apolo, malditos libros, malditos sentimientos de chica, maldito el plan que lo llevó a este castigo. Mascullo algunas cosas en griego antiguo por lo bajo antes de seguir leyendo y rogando que esto termine pronto.
-Hija de Zeus, ¿no? Entonces somos medio hermanos. Eras un árbol, ¿cierto? Me alegra que ya no. No soporto ver a las chicas guapas convertidas en árboles. Recuerdo una vez...
—Deja de coquetear con ella —masculló Zeus y no era el único deseando eso, a Jason tampoco le hacia feliz eso, Perseo parecía planear como asesinar a un dios que se pasaba de vivo con su nueva hermana.
—Si asesinas al Dios del sol, no naceran sus hijos y no creo que a ellos les agrade eso —tranquilizaba Teseo poniendo sus manos en los hombros de Perseo, este no se relajaba. Teseo soltó un suspiro doloroso y Perseo se volteó de inmediato.
—¿Estas bien? ¿Te dolió la herida? —comenzó a pasar sus manos sobre el vendaje de Teseo asegurándose de que este en su lugar.
—Si, esta bien —retiro las manos de Perseo de su cuerpo porque la maldita corriente amenazaba con hacerlo sonrojar. Perseo suspiro y volvió a acomodar el almohadón de Teseo mientras se recostaba en su hombro, las malas noches de vigilar a Teseo mientras estuvo dormido estaban pasándole factura.
Teseo quería empujarlo porque no quería tenerlo cerca, si lo mantenía lejos entonces podría evitar que Afrodita gane la partida. Una que venían jugando desde hace rato, solo que él recién estaba enterado de este juego. Pero no lo hizo, no podía ser malo con él, después de todo Perseo lo cuido en donde Apolo y se preocupaba por él. Demonios, era difícil no enamorarse de él.
-Hermano -lo atajó Artemisa-. Habrías de ponerte en marcha.
—Menos mal lo detuvo de seguir —murmuró Polux bebiendo un poco de jugo junto con Dakota que asentía aprobando el pensamiento de su hermano.
-Ah, sí. -Y me miró a mí, entornando los ojos-. ¿Percy Jackson?
Poseidón arqueo una ceja mirando a su sobrino, este se encogió de hombros. Lo más probable es que supiera que fue protegido por Artemisa, además de que fuera el niño de la profecía, pero presentía que había algo más en el chico. Lo sentía desde que llegó a la sala el de doce y más ahora con el de siete pero seguía sin saber que era.
-Aja. Digo... sí, señor.
Resultaba extraño llamar «señor» a un adolescente, pero ya había aprendido a ser prudente con los inmortales. Se ofenden con gran facilidad. Y entonces todo salta por los aires.
—Pues según estos libros, muy prudente no eres —recalco Orión mirando a su pequeño hermano que solo se escondió contra el pecho de su padre.
Él sabia que era imprudente, siempre decía lo que pasaba por su cabeza y eso le había traído más de un problema, pero no podía evitarlo, algo dentro de él simplemente le hacía decir todo. Se veía que no iba a cambiar mucho eso cuando fuera más grande, pobre de su mamá. Su mamá, la extrañaba, solo eso le hacía desear que el sueño acabara pero trató de no pensar en eso por el momento.
Apolo me observó detenidamente, pero no dijo una palabra, cosa que me resultó un poco inquietante.
Apolo asintió, era probable que su yo del libro ya conociera lo que todo él sabía en este momento y quizá algunas otras cosas más y por eso se había quedado mirando al muchacho. Bueno que el chico tenía mucho para mirar y analizar. Incluso el que estaba ahora en la sala tenía mucho para ser observado y analizado, como el hecho de que no ha tenido noches tranquilas según se enteró, también que por momentos parece retenerse de hacer cosas y lo más evidente, el estado en el que llego. El niño no había querido hablar del tema ni de quien le hizo eso, no sabían porque.
-¡Bueno! -dijo-. Será mejor que subamos. Este cacharro sólo viaja en una dirección, hacia el oeste. Si se te escapa, te quedas en tierra.
—Lo cual es muy molesto si tienes una cita —se quejó el Dios del sol cruzándose de brazos.
Tritón por su parte le vio de reojo, se estaba preguntando por el auto del sol, bueno, más bien por autos en general. Percy había estado jugando solo con su tiburón, pero no podía divertirse demasiado solo con él, quizá necesitaba más juguetes y también pasar por la biblioteca, quizá mañana podría llevarlo a la biblioteca, debía aprovechar su mente que ahora estaba en una etapa de adquisición de conocimiento temprana. Si, él, estaba queriendo pasar más tiempo con el niño. No quería pensar en las explicaciones y los porque, sería cansado hacerlo. Simplemente lo haría y ya, para saciar su sed de hacerlo, suponía que cuando esta emoción se le pasara podría volver a detestarle.
Yo miré el Maserati. Allí cabían dos personas como máximo. Y éramos veinte.
—Con que por eso no vimos esa forma cuando llegaron —murmuró Malcom recordando que llegaron en un autobús, a sus lados estaban Lou Ellen y Kayla, ellas solo asintieron a sus palabras, solo una de ellas recordaba lo de ese invierno pero la otra no iba a dejar de darle la razón a él.
-Un coche impresionante -dijo Nico.
—Así que admirabas su auto —murmuró Will con una ceja arqueada mirando a Nico, este solo rodo los ojos ¡Era un auto genial! ¿Cómo no iba a admirarlo? —¿Y qué más admirabas de mi padre? —Nico sin quererlo se sonrojó furiosamente —Así que si admirabas algo de él —
—Si, el como podía hablar sin parar y su gran ego —gruño Nico, pero el sonrojo de sus mejillas no ayudaba a su gruñido, Will sonrió de lado.
—Pues mira que puedes admirar lo mismo en mi y de más cerca —le guiño un ojo Will y Nico se puso más rojo mientras desviaba el rostro. Las manos de Will temblaban, esto había supuesto gran valor de su parte ¡Por los dioses! Él no solía ser tan atrevido pero hacer que Nico se distraiga y se fije en él, valía la pena.
—Cállate Solace —mascullo Nico cuando recordó como se hablaba.
—Callame tu —sonrió el rubio y Nico casi muere asfixiado con su propia saliva. Hazel que estaba a lado de Nico y siendo espectadora igual que Frank, se abanicaba el rostro con una mano.
—Solo hagan silencio los dos —rogó Frank que estaba rojo como Hazel y como Nico, Will aceptó cerrarse la boca y se sentó bien en su lugar mirando al frente, una sonrisa divertida se reflejó en su rostro. Sus mejillas estaban rojas también pero estaba feliz con los resultados. La venganza era dulce.
-Gracias, chico -respondió Apolo.
-¿Cómo vamos a meternos todos ahí?
-Ah, bueno. -Parecía que acabase de advertir el problema-. Está bien. No me gusta cambiarlo del modo «deportivo», pero si no hay más remedio...
—Claro que no había más remedio —murmuró Atenea mirando al Dios del sol que estaba con Artemisa, aún con apariencia de cinco años. Pequeñas escenas como pedazos de fotos mal cortadas pasaron por su mente, Artemisa cuidando de ella, lo mismo Apolo pero ella... ella solo vio por si misma siempre. Pronto las imágenes se disolvieron, el sentimiento quedó. Odiaba que su mente fuera tan pequeña y que todos sus recuerdos solo llegaran como fragmentos.
Sacó las llaves y presionó el botón de la alarma. ¡Pip, pip!
Por un momento, el coche resplandeció otra vez. Cuando se desvaneció el resplandor, el Maserati había sido reemplazado por un autobús escolar.
—Ya veo porque no le gusta cambiar el modo deportivo —murmuró Butch a él también le encantaban los autos casi tanto como las carrozas y los pegasos.
-Venga -dijo-. Todos, arriba.
Thalia de por si ya comenzaba a maldecir por lo bajo y podía sentir la mirada burlona de Nico. Tal vez el libro estaba diseñado para matar de la vergüenza no solo a Nico, también a Thalia.
—Espero que no venga eso en el libro —murmuró por lo bajo y después quería golpear su cabeza con el suelo. Por supuesto que iba a venir eso, era muy evidente que vendría —Te voy a matar cuando llegues aquí Sesos de alga —
Zoë ordenó a las cazadoras que subieran. Iba a recoger su mochila, cuando Apolo le dijo:
-Dame, cariño. Déjamela a mí.
—No les digas cariño a mis cazadoras —Artemisa tomo su forma de doce años una vez más mientras le daba un coscorrón a su gemelo, este solo sonreía.
Zoë dio un paso atrás; una mirada asesina le relampagueaba en los ojos.
Justo como en la sala de los tronos, Apolo solo se hizo el desentendido como siempre, Artemisa solo miró hacia el techo y respiró hondo, su gemelo nunca cambiaría. Las cazadoras bufaron, siempre era así cuando se encontraban con él.
-Hermanito -lo reprendió Artemisa-. No pretendas echarles una mano a mis cazadoras. No las mires, no les hables, no coquetees con ellas. Y sobre todo, no las llames «cariño».
La cazadoras junto con su señora asintieron a esas palabras, los chicos, más el Dios del sol, alzaron las manos en forma de disculpa. Los chicos porque alguna vez habían intentado eso con ellas, los otros dando a entender que ya habían entendido su punto y que no intentarían nada.
Apolo extendió las palmas.
-Perdón. Se me había olvidado. Oye... ¿y tú adónde vas?
-De cacería -dijo Artemisa-. No es cosa tuya.
—Te piensas ir sola, claro que es cosa mía —Apolo frunció el ceño tomo su forma adolescente y Artemisa se levantó para ir a su lugar.
—No, no lo es. Mis cacerías son mis asuntos desde hace siglos Apolo —ella se acomodó en su trono con una mirada seria, el dios del sol ya se temía lo que venía en el libro con lo que habían leído.
—No puedes hacer eso —espetó él, ella lo ignoro comenzando a acariciar su arco. Podía sentir claramente la mirada preocupada del otro rubio también, aunque sabía que el no diría nada porque ella se marche sola, solo la esperaría o iría en su ayuda si sabía que la necesitaba pero no le impediría no hacer algo jamás. Pero no le devolvió la mirada a ninguno.
-Ya me enteraré. Yo lo veo todo y lo sé todo.
—Te encanta andar de cotilla más bien —comento Afrodita limando sus uñas, Apolo se hizo el ofendido por esto.
—Nos consta a todos que esa es la verdad —desestimó el tema Ares y Apolo también le vio indignado y ofendido.
—Soy el dios del sol, pasó sobre todas sus esferas lo quieran o no, porque es mi trabajo, así que debo verlo todo —viró el rostro sumamente molesto porque lo trataran como si él se la pasara mirando sus vidas, no era su culpa pasar justo por encima de sus esferas cuando hicieran sus cosas —Así como no fue mi culpa ver el bello tatu... —Ares se levantó a tiempo y puso su mano en la boca del dios del sol.
—Claro es por tu trabajo aja —lo amenazo con la mirada de que no siga diciendo nada y Apolo lo veía con cara de "Y enserio crees que así puedes negociar" Ares lo veía furioso —Lo que quieras por tu silencio —susurro entre dientes, el dios del sol retiro la mano del otro y sonrio.
—Pueden seguir con la lectura —Ares sabia que esto le saldría caro, Apolo sabia demasiadas cosas vergonzosas de él, de todos y no les convenía molestarlo, así como tampoco les convenía deberle algo. Se iba a arrepentir de esto luego.
Los demás solo se quedaron extrañados del raro intercambio de palabras y aptitudes de los dos dioses ¿Qué ocultaba el Dios del sol que podía manejar con tanta facilidad al de la guerra? Bueno, la verdad ocultaba demasiadas cosas, todos los dioses lo sabían. Apolo podía destruirte fácilmente si así le placia.
Artemisa soltó un resoplido.
-Tú encárgate de llevarlos. ¡Sin perder el tiempo por ahí!
-Pero si nunca me entretengo por el camino...
—Si, claro —rodó los ojos Artemisa —Como la vez que no te entretuviste en 1780 por una chica bonita dejando tu auto cerca de aquel bosque —Demeter le lanzo a Apolo una mirada furiosa recordando aquella ocasión.
—Ella necesitaba mi ayuda, lo prometo —se excuso él y los dioses le lanzaron miradas incredulas, incluso los que no eran dioses por el momento.
—Ayuda que duró más de media hora justo al medio día y que hizo enfurecer a tu padre, por lo que igual no apareciste con el sol hasta casi la terminada tu jornada —comentó Poseidón recordando bien aquel acontecimiento, Zeus no lo recordaba del todo pero si estaba seguro de que Poseidón no mentía.
—Si pero bueno, esta vez no me entrentendre con ellos ahí —aseguro el con una sonrisa nerviosa —No lo hice ¿verdad? —miro a los chicos y ellos negaron con la cabeza —Ven, no lo hice —se sintió aliviado de eso.
(N/A: *Se pone lentes de sin graduación, saca un papelito del bolsillo y empieza a leer* En nueva Inglaterra el 19 de Mayo de 1780 se cree que se vivió el día más oscuro de todos, el sol se ocultó de algún modo en mitad del día, fue remplazado por grandes nubarrones y rayos, no se sabe exactamente a que se debió esto, algunos lo adjudican a que hubo niebla ese día y un incendio cerca del límite con Canadá. Pero también aseguran que hubo vientos por lo que es improbable lo de la niebla. Y el sol no volvió a aparecer hasta casi acabada la tarde. *se guarda el papelito y los lentes los guarda* Eso es todo, gracias por leer, sigan con lo suyo)
Artemisa puso los ojos en blanco; luego nos miró.
-Nos veremos para el solsticio de invierno. Zoë, te quedas al frente de las cazadoras. Actúa como yo lo haría.
—No me gusta que haga un viaje sola —murmuró Orión muy preocupado por Artemisa y fijando su vista en ella, ella no lo miraba. Además había una mirada que a veces se hacía pesada sobre él, como en este momento.
—Zeus, sigue la lectura, mirar a mi hijo no hará que deje de ver a la tuya —Poseidón sonaba de lo más aburrido por tener que decir eso mientras veía a Percy meter la cabeza de su tiburón en la burbuja de agua que había aparecido delante de él. Zeus le dio una mala mirada antes de seguir leyendo con las mejillas rojas, no se sabía si de ira o de vergüenza por ser atrapado mirando a Orión.
Ella se irguió.
-Sí, mi señora.
Artemisa se arrodilló y examinó el suelo, como si buscase huellas. Cuando se incorporó, parecía intranquila.
-El peligro es enorme. Hay que dar con esa bestia.
Zoe miró a su señora, al igual que los rubios temia por ella, sabia que no todo saldría bien de esa cacería y ella en cambio le lanzo una mirada preocupada a su teniente. Las dos parecían intuir que aquella sería la última misión de ellas juntas, que tal vez la separación que tanto temían estaba por llegar en el libro. Ellas eran como hermanas, por eso Artemisa no hacía demasiado para buscar un reemplazo para Zoe por mucho que esta le hacia ver que necesitaba uno, ella no podía hacerse a la idea de perderla. Tal vez ahora no tendría que hacerse a esa idea.
Echó a correr hacia el bosque y se disolvió entre la nieve y las sombras.
Apolo nos sonrió, haciendo tintinear las llaves.
-Bueno -dijo-. ¿Quién quiere conducir?
—Y aquí vamos —canturreo Hermes, algunos semidioses miraron un poco de envidia a Thalia, si no mal entendían las cosas ella era quien había obtenido el honor de conducir el carro del sol. Lo que les llevo a preguntarse como pudo incendiar una ciudad con tan simple tarea.
Thalia caso omiso de la mayoría de las miradas. Zeus era uno de los que la miraba, su angustia paternal solo iba creciendo, una hija se había ido sola de cacería, el otro era un imprudente dándole las llaves del auto del sol a uno de los preadolescentes que estaban ahí en el bus y la otra. La otra incendiaria una ciudad mientras aprendía a manejar. Sus sentimientos iban a ser una ruleta rusa ¡Yupi!
* * *
Las cazadoras subieron en tropel al autobús y se apelotonaron en la parte trasera para estar lo más lejos posible de Apolo y los demás varones (como si fuésemos enfermos contagiosos).
—En su mayoría lo son —gruñeron las cazadoras mirando a los chicos de la sala.
—¿Soy un enfermo? —pregunto Percy después de todo el era un chico también.
—Tú no, Percy —le sonrió Thalia, las cazadoras que más le conocían y extrañamente Zoe hicieron lo mismo. Las que vinieron con Zoe se preguntaron como es que su teniente le había llegado a tomar confianza tan rápido al pequeño, no iban a negar que hasta donde sabían el muchacho no era ningún enfermo, como la mayoría de hombres, pero de ahí al grado de decirlo abiertamente era extraño. Debería conocerlo más para poder decir si lo era o no, pero ella no lo conocía más de lo que ellas lo hacían ¿o si? Tal vez con el aparato que le había dado Thalia lo había llegado a conocer más, no lo sabían, solo Zoë había revisado su obsequio. Quizá después le pedirían que se los muestre.
Bianca se sentó con ellas y dejó a su hermano con nosotros, en las filas de delante, cosa que yo encontré muy desangelada por su parte, aunque a Nico no parecía importarle.
—Era mejor no darle importancia, en especial porque prometió visitarme —apretó los dientes Nico, que iluso había sido al creer en sus promesas de que aún así seguiría en contacto con él. Pero que le podía hacer, ella era su hermana mayor y había creído ciegamente en ella. Respiro hondo y trato de calmarse.
Bianca miraba el suelo, recordaba la promesa que le hizo a Nico, él como buen hermano pequeño trato de asimilarlo lo mejor posible, trato de verle el lado bueno a las cosas y consolarse con que ella lo vería nuevamente. Estaba segura que no cumplió aquella promesa y por eso él le odiaba, se lo tenía merecido.
-¡Menuda pasada! -decía él, dando saltos en el asiento del conductor-.
—Es muy pequeño en el libro, espero que no hayas sido imprudente sobrino —hablo Hestia mirando a Apolo, este sonrió.
—Por supuesto que no seria capaz de eso —río nerviosamente y miro a Nico —¿Verdad que no? —Nico negó con la cabeza y suspiró aliviado, menos mal no lo había hecho. Hestia se lo quedo mirando de todas formas.
¿Esto es el sol de verdad? Yo creía que Helios y Selene eran los dioses del sol y la luna. ¿Cómo se explica que unas veces sean ellos y otras veces, tú y Artemisa?
—No es que unas veces digan uno y otras veces otros, es que antes eran Helio y Selene, después se cambió a Apolo y Artemisa. Los romanos deben saber más de eso —medio gruño Dioniso mirando a Atenea, él no haría nada para defenderla si su esposa llegaba a hacer algo, lo que le preocupaba era el hecho de le fueran a hacer algo a su esposa por atacarla. Debía conversar con alguien de esto, pero no sabría con quien. El que menos debía saber del asunto era Poseidón pero si Ariadna atacaba habría que explicar las razones, tal vez con Hestia seria mejor, ella sabría que hacer y tranquilizar a Ariadna, si, esa era su mejor opción.
-Reducción de personal -dijo Apolo-. Fueron los romanos quienes empezaron. No podían permitirse tantos templos de sacrificio, de manera que despidieron a Helios y Selene y atribuyeron a nuestros puestos todas sus funciones. Mi hermana se quedó con la luna y yo con el sol. Al principio fue una lata, pero al menos me dieron este coche impresionante.
Los chicos romanos se removieron incómodos en sus lugares porque algunos les estaban mirando, la verdad es que fueron sus antepasados los que gracias a tantas cosas, guerras y demás hicieron que varios dioses desaparezcan. Pero igual no era culpa de los que estaban ahí sentados, ellos venían del futuro no del pasado. Zeus siguió leyendo porque quería acabar con su revolución de sentimientos.
-¿Y cómo funciona? -preguntó Nico-. Yo creía que el sol era una gran esfera de gas ardiente.
—Lo es y se llama Apolo —aseguro Artemisa con una sonrisa traviesa ganándose una mala mirada de su gemelo que ella ignoró por completo, antes de que pudiera protestar Zeus siguió leyendo.
Apolo se echó a reír entre dientes y le alborotó el pelo.
-Ese rumor seguramente se difundió porque Artemisa tenía la manía de decir que yo era un globo enorme de humo o algo así.
—Un gran bola de Helio, es lo que suelo decir —ella seguía sonriendo ante la mala mirada de Apolo, este por último le saco la lengua muy maduramente.
—¿Quieres ir con tus hermanos? —pregunto Poseidón suavemente a Percy que estaba cada vez más inquieto. Este lo miro y asintió, su padre lo puso en el suelo y corrió a sentarse sorpresivamente con Tritón que lejos de quejarse lo abrazó.
—Uh, yo también quiero —Teseo alzo la mano como si a él también le hubiesen preguntado si quería cambiar de lugar.
—Estas lastimado, no fastidies a tu hermano —gruño Perseo que estaba casi dormido contra el hombro de Teseo.
—Pero —Teseo hizo un puchero y Tritón suspiro mientras le hacia de la mano para que vaya con él —¡Yeiii! —Teseo se levantó con cuidado y Perseo se lo quedó mirando mientras caminaba hacia Tritón.
El hijo inmortal de Poseidón hizo caso omiso a las miradas incrédula de los demás ¿Qué? ¿Tan raro era que él fuera amable? Lo veían como si le hubiera salido otra cabeza, o se fuera a comer a los dos chiquillos. Desde el punto de vista de Tritón, los dos eran chiquillos si los comparaba con su edad.
—Ten cuidado —masculló cuando Teseo se sentó e hizo una mueca. Percy quedó entre los dos. Tritón convocó agua especial que se enrollo en el vendaje de Teseo, eso le calmo toda la irritación que parecía Tener, también apareció algunos juguetes. Teseo se puso a jugar con Percy mientras la lectura se retomaba.
Hablando en serio, chico, todo depende de si quieres hablar de astronomía o de filosofía. ¿Quieres que hablemos de astronomía? Bah... ¿dónde está la gracia?
¿Astronomía? Astronómico era para los semidioses lo que acababan de presenciar, desde que estaban ahí en el Olimpo, solo habían visto al heredero de Poseidón: gruñir, fruncir el ceño, murmurar por lo bajo y parecer molesto hasta por compartir el aire con ellos pero ahora. Ahora estaba sentado cuidando de dos de los hijos más inquietos de su padre ¿Desde cuándo él podía ser bueno?
Bueno no todos estaban asombrados con eso, los de Atenea parecían tener una respuesta para eso. Ellos solo le dirigieron una leve mirada a su madre y luego a la familia Marina. Esta captó las miradas pero seguía sin darse por enterada de que es lo que había hecho ¿Ella tenía que ver con los cambios de aptitudes de él? Además que notaba otra mala mirada sobre ella y tampoco sabía porque. Fantástico, no solo tenía que sufrir lo del libro, también con el no saber y lo que suceda en la sala.
¿Quieres que hablemos de lo que los humanos piensan del sol? Ah, eso ya es más interesante. Ten presente que casi todas sus apuestas dependen de cómo corra este cacharro, por así decirlo.
Algunos estaban interesados en la respuesta que estaban dando en el libro, otros no tanto. Como por ejemplo la castaña nueva cazadora que solo pensaba en sus planes, debía poder controlar a la perfección el aparato antes de lanzarse a por ello. Tenía que ver el modo de escaparse de las cazadoras esa noche, ya vería como.
El sol les da calor, alimenta sus cosechas, produce energía, hace que todo parezca más risueño: más soleado, vamos.
—Y hace que el ego de algunos crezca hasta el cielo —rodo los ojos por lo bajo Hall, no podía creerse el ego tan grande que tenía su padre. Aunque ahora agradecía tenerlo como padre, bueno, ahora que podía disfrutar de su vida sin ese horrible poder.
Este carro está construido con los sueños de los hombres sobre el sol. Es tan antiguo como la civilización occidental. Cada día circula por el cielo, de este a oeste, iluminando la endeble vida de los pobres mortales. El carro es sencillamente una manifestación del poder del sol tal como los mortales lo perciben. ¿Lo entiendes?
—Es como una masa de sentimientos, entre más creas que existe más real se vuelve, entre más lo veas más visible es —explico Hefestos —He estudiado y modificado esa máquina más de una vez, es como si fuera una mente humana, se alimenta de los deseos de las personas. Si crees que es una bola de gas de aire caliente, eso será desde tu perspectiva aunque no sea así y alimentará su existencia —
—Como cuando te hablan de hadas cuando eres pequeño, si dejas de creer en ella deja de existir, pero si sigues creyendo en ella, seguirán existiendo. Así mismo cada quien les da la imagen que ellos piensan que tienen —explico Malcom aún viendo la cara de desconcierto de algunos semidioses. Lou Ellen y Kayla solo le miraban embelesadas por su explicación, como cada vez que hablaban.
Zeus hizo una mueca, él no quería seguir oyendo la explicación, esa voz le era irritante y le recordaba bastante a alguien. Recibió una mala mirada de Atenea que parecía leer muy bien sus pensamientos y también un codazo de ella. Zeus sintió que se lo merecía, si, quizá esa voz se le hacia conocida y molesta porque era el mismo tono de Atenea cuando explicaba algo. Siguió leyendo antes de que lo vuelvan a salir con otra explicación.
Nico meneó la cabeza.
-Pues no.
-Bueno, entonces considéralo como un coche solar muy potente y bastante peligroso.
—Que no deberías conducir más que tu —señaló Demeter, no era la primera vez que el Dios del sol hacía cosas así, ella siempre era la más perjudicada cuando esas cosas sucedían. Apolo solo le dio una sonrisa a modo de disculpa, ella lo vio con el ceño fruncido mientras Zeus continuaba.
-¿Puedo conducirlo?
-No. Eres demasiado joven.
—Y además su padre y el mío, me habrían arrojado al tártaro —murmuró Apolo temiendo por su yo del libro y creyendo haber encontrado a razón por la que dejo a la chica conducir.
-¡Yo, yo! -se ofreció Grover, levantando la mano.
-Humm... mejor no -decidió Apolo-. Demasiado peludo.
—Quitar el pelaje de esos asientos toma una eternidad, creo que eso ya lo aprendió Apolo con el último sátiro que hizo eso —Hefestos veía con el ceño fruncido a Apolo, a él era a quien le tocaba sacar todos los cabellos o pelaje del carro. Lo que se traducía como una molestia y perdida de tiempo.
-Miró más allá (pasándome a mí de largo)
—Yo agradezco que lo pasara de largo —murmuraba Belerofonte, el resto de sus hermanos y padre, opinaban igual. Belerofonte retiro el brazo de Aquiles despacio y se separó un poco de él, con la excusa de mirar bien a Percy.
A Aquiles le dolió un poco que se alejara pero no podía hacer nada para traerlo de vuelta, se veía tan lindo peleando con Teseo y Percy por un juguete. Eso le recordaba a Patroclo por momentos, como cuando Belerofonte reía por alguna tontería, también la forma en que a veces Belerofonte se lo quedaba mirando, pero debía olvidarse de Patroclo. Él había decidido irse, Aquiles lo había aceptado, aunque no pudo despedirse de él. La última vez que lo vio fue en la fila de la barca y de ahí no más. Pero era mejor no pensar en eso más.
y se fijó en Thalia.
-¡La hija de Zeus! -exclamó-.
—Tu medio hermana —aclaró Zeus mirándole fijamente, él podía sentir claramente como algo dentro de su hija se alborotaba ¡Malditas hormonas de adolescente!
—Que sean familia nunca te detuvo, ¿Por qué ha de detener a uno de tus hijos? —soltó Afrodita viendo con una de sus perfectas cejas a Zeus. Este se sonrojó furiosamente y mejor decidió seguir leyendo. Hera estaba igual que él y prefería no mirar a nadie, en especial a Afrodita con su sonrisa divertida.
El señor de los cielos. Perfecto.
-Uy, no. -Thalia meneó la cabeza-. Muchas gracias.
Zeus dejó de leer de nuevo y miro a Thalia, la que estaba totalmente tranquila e ignorandolo ¿Ella tenía miedo? ¡Era su hija! ¡No podía tener miedo! Seguro eran los nervios por estar en el auto del sol, si, eso debía ser, pero para confirmarlo debía seguir leyendo.
-Venga ya -dijo Apolo-. ¿Qué edad tienes?
Ella vaciló.
-No lo sé.
Zeus arqueo una ceja mirando a su hija y después frunció el ceño. Los demás dioses se quedaron viendo a la chica.
—Bueno, fuiste convertida en un árbol a los doce —comenzó a decir Demeter viendo a Quirón como confirmando lo que estaba pensando, este asintió —Estuviste en ese estado ¿Cuánto? ¿Siete años? —miro a la chica ella asintió —Entonces debiste seguir creciendo al menos la mitad de tus años —Thalia asintió así fue.
—Bueno pero déjenme leer —Se quejó Zeus mirando con el ceño fruncido a Demeter, misma que prometio dolor con su mirada si le volvía a mirar así. Él siguió leyendo.
Era triste pero cierto. Thalia se había transformado en un árbol a los doce, y de eso hacía siete años. Es decir, ahora tendría diecinueve, si se contaba año por año.
—Pero se quedó bajita en los quince —mencionó Jason como si nada, Thalia se levantó y le dio un coscorrón.
—Soy la mayor respetame —regaño ella.
—No puedo respetar a alguien que es quince centímetros más baja que yo —ah si Jason parecía querer morir, comenzó a correr por su vida en la sala de los tronos. Thalia comenzó a echarle flechas.
—Te voy a mostrar lo que puede hacer esta persona más pequeña que tú —Jason se reía mientras huía de ella como lo hacían los demás. Tal vez estar tan cerca de los hermanos de Percy si le estaba afectando a Jason, estaba más suelto, menos formal y eso les estaba extrañando a los romanos.
Cuando por fin Thalia logró atrapar a Jason, lo jalo de la oreja hasta sentarlo de vuelta en su lugar haciendo reír a varios.
—Lo siento —susurro el rubio cuando estuvo de vuelta en su lugar, ella le sonrió. Esa pequeña carrera y la broma de su hermano con su estatura hizo que olvidara todo el asunto del libro al menos por un instante, al menos quedaba comprobado que haría lo que fuera para que su hermana deje de estar preocupada. Todos volvieron a sus lugares cuando todo se calmó, algunos se habían reído de todo esto.
Pero ella se sentía aún como si tuviera doce y, si la observabas, llegabas a la conclusión de que estaba a medio camino entre los doce y los diecinueve. Según deducía Quirón, ella había seguido creciendo cuando era un árbol, pero mucho más despacio.
—La mitad del tiempo de hecho —dijo Quirón, eso lo había hablado con ella en su tiempo. Claro que Thalia no lo había entendido del todo en ese momento, todo había sido tan complicado. Adaptarse a una nueva realidad no era fácil y tal vez por eso es que había decidido quedarse también con las cazadoras, ellas lograban entender en parte lo que ella sentía, pues ellas llevaban mucho tiempo prácticamente congeladas en el tiempo.
Apolo se dio unos golpecitos en el labio.
-Tienes quince, casi dieciséis.
-¿Cómo lo sabes?
-Bueno, soy el dios de la profecía. Tengo mis trucos. Cumplirás dieciséis en una semana, más o menos.
—Estabas por llegar a la edad —se detuvo Zeus mirando a su hija.
—No llegue, sigo teniendo quince —hablo Thalia dándole una fría mirada. Zeus solo asintió, ahí estaba parte del odio de ella, la había condenado a una profecía en la que probablemente moriría. Comenzaba a comprender esto.
La que no comprendía eso era Hera, ella solo los seguía mirando a todos, podía sentir la ligera decepción y la envidia del muchacho, debido a que en el libro le estaban prestando más atención a la chica y él era dejado de lado. Esos sentimientos estaban bien por ahora, según sus pensamientos, solo esperaba que la angustia que sentía por la rubia desaparecida desaparezca y que se alimenten los sentimientos malos.
-¡Es verdad!, ¡es mi cumpleaños! El veintidós de diciembre.
—Al menos eso la emocionó —murmuró Zeus que desde hace rato solo podía sentir el miedo de ella pero no quería creer que fuera por conducir.
-Lo cual significa que ya tienes edad suficiente para conducir con un permiso provisional.
Thalia se removió en su asiento, nerviosa.
-En...
—En realidad no me interesaba conducir el auto del sol, ni ninguna actividad que supusiera despegar los pies del suelo —murmuró Thalia, con lo de su hermano había logrado pasar la vergüenza de la lectura y calmar sus nervios, pero eso no bastaría para lo que vendría y lo sabia.
-Ya sé lo que vas a decir -la interrumpió Apolo-. Que no mereces el honor de conducir el carro del sol.
-No, no iba a decir eso.
—¿Por qué diría eso? Ni que fuera él —masculló Luke con el ceño fruncido ¿Cómo iba a pensar que Thalia diría eso? ¿No se suponía que sabía todo de ella? ¡Ja! Si así fuera sabría que a ella no le agradaba nada que fueran alturas, él se había dado cuenta de esto cuando tenían que escalar alguna cosa pero ella nunca se lo había dicho.
-¡No te agobies! El trayecto desde Maine hasta Long Island es muy corto. Y no te preocupes por lo que le pasó a mi último alumno. Tú eres hija de Zeus. A ti no te sacará del cielo a cañonazos.
—Quién sabe —murmuró Hades mirando a Zeus, si la chica le había hecho algo pudiera que si quisiera hacer eso.
Belerofonte escuchando eso tuvo que cerrar los ojos, no quería recordar su muerte. Él había sido uno de los que había enfurecido al Dios del Rayo por andar en sus dominios cuando no estaba de buen genio. No manejo el sol pero igual se acerco bastante. Teseo a su lado pasó su mano por su espalda sabiendo lo que recordaba.
—¿Qué pasa? —pregunto Percy dejando uno de los autitos con los que jugaba. Tritón también se había quedado mirando al castaño.
—Nada, no pasa nada. Vamos a seguir jugando, a que te gano —le sonrió al niño que solo solo asintió aunque no se confiaba mucho de ese nada. Él mismo decía eso cuando pasaban muchas cosas en verdad, pero comprendía que era algo de lo que la persona no quería hablar, así que lo dejo de momento.
Se echó a reír con ganas. Los demás no nos unimos a su regocijo.
—No creo que sea gracioso —murmuró Hylla viendo la incomodidad de Thalia, también se sabía la historia de aquel "alumno" que tuvo Apolo, no creía que a él tampoco le fuera gracioso eso.
Thalia intentó protestar, pero Apolo no estaba dispuesto a aceptar un «no» por respuesta.
—Si el título no está mal, quizá debió aceptarlo —murmuró Zoe mirando a Thalia, esta solo le sonrió nerviosamente. Ese si que iba a ser un buen viaje estaba visto.
El dios pulsó un botón del salpicadero y en lo alto del parabrisas apareció un rótulo. Tuve que leerlo invertido (cosa que, para un disléxico, tampoco es mucho más complicada que leer al derecho). Ponía: «Atención: Conductor en prácticas.»
-¡Adelante! -le dijo Apolo-. ¡Seguro que eres una conductora nata!
—Aún no comienzan y ya tengo miedo —susurro Hazel viendo que sus pensamientos de que ese viaje seria un desastre no estaban mal, porque la mueca que hacía Nico no era de alguien que se divirtió mucho en ello.
—Pero llegaron, vivos, es lo importante —Frank trataba de tranquilizarla, pero eso no estaba ayudando.
* * *
He de reconocer que tenía celos.
—Bueno, al menos uno de los dos lo reconoce —Grover soltó un suspiro exasperado, aguantar los sentimientos de Percy y los de Thalia en ese viaje había sido de lo peor. Más que nada los de Percy pues estaba atado a él, lo que le hacia pensar en el actual. Por más que intentaba rehacer la conexión con él, no podía. Era como si no estuviera en ningún plano, lo que le empezaba a preocupar. Quizá era por este salto de tiempo, esperaba que fuera eso.
Yo me moría por empezar a conducir. Mi madre me había llevado a Montauk un par de veces aquel otoño, cuando la carretera de la playa estaba vacía, y me había dejado probar su Mazda.
—Si de mi depende, tendrá un chófer y se mantendrá lejos de los volantes de cualquier vehículo, hasta los dieciocho o más —murmuró Poseidón viendo a Percy pequeño jugar, de vez en cuando estrellaba los autitos que le había dado Tritón. No quería imaginarse como sería conduciendo un auto de verdad.
—Oh vamos, que juegue así con los autos no significa que así conducirá —murmuró Anfitrite a su lado, él no le presto mucha atención, ya iba pensando en donde encerrar a su hijo y las cosas que no le dejaría hacer. Ella suspiró, como si de verdad eso fuera a suceder, estaba segura que nunca podría prohibir o encerrar a sus hijos, siempre lograrían salir de eso, estaba segura.
Vale, sí, aquello era un turismo japonés y esto, el carro del sol... Pero ¿había tanta diferencia, a fin de cuentas?
—Demasiadas si cuentas con que eres hijo de Poseidón y al drama queen de tu tío no es fan de verte por los cielos —decía Tritón al pequeño Percy, este hizo un puchero, quería conducir el auto del sol pero se leía que no podría.
—¿Por qué? —pregunto el pequeño Percy sosteniendo un autito en la mano —Se escucha emocionante conducirlo —
—Si pero así son las cosas, aunque no te pierdes de mucho —peino sus cabello bajo la atenta mirada de su familia y la de los amigos de Percy —Te mostraré otras cosas más interesantes después —
Atenea se quedó mirando a Poseidón ¿Estás sola? Había preguntado el alguna vez Ven, te mostraré cosas interesantes, a Palas le agradas una imagen de él junto al río y a lado de ella, alguien parecido a él pero de cabello largo y figura fina. Otra diosa. Y Tritón sonreía con calidez, como la de un padre a una hija, lo hacía a las dos. Pronto el recuerdo se fue disolviendo y un sentimiento de vacío quedó en Atenea.
-La velocidad y el calor van a la par -le explicó Apolo-. O sea, que empieza despacio y asegúrate de que has alcanzado una buena altitud antes de pisar a fondo.
—Es la primera vez que lo hará, no va a salir bien —Hefestos comenzó a preocuparse y no exactamente por los semidioses, más bien por la maquinaria del auto del sol. Si algo le pasaba a él le tocaría repararlo. Sus hijos estaban igual, aunque a ellos también les interesaba los que iban dentro, esa era la diferencia que habían en los pensamientos de ellos.
Thalia agarraba el volante con tanta fuerza que los nudillos se le habían puesto blancos. Daba la impresión de que se iba a marear de un momento a otro.
—Ya estaba mareada más bien —se interrumpió Zeus dejando el libro de lado, su rostro estaba pálido y sus manos temblaban.
—He bien creo que seguiré yo de nuevo —Apolo se levantó y tomo el libro, los semidioses se quedaron viendo al ex rey y también a sus acompañantes que se estaban poniendo nerviosas ¿Qué les sucedía?
-¿Qué pasa? -le pregunté.
-Nada -dijo temblando-. N-no pasa nada.
Zeus aún no quería creer en su presentimiento, se abrazó a sí mismo tratando de calmarse. Su corazón parecía querer salirse, sus manos aún temblaban y solo podía mirar a Thalia ¿Enserio estaba a punto de un ataque de pánico solo por conducir? ¿O era porque iba a volar? Esperaba que no fuera lo segundo, no podía ser que siendo su hija le tema a las alturas, era imposible.
Tiró del volante y el autobús dio una sacudida tan brusca que me fui hacia atrás y me estrellé contra una cosa blanda.
Hera apretó los dientes y se aferró al sofá, el estómago se le estaba revolviendo donde estaba y por más que tratara de que no se note, eso no estaba siendo posible. Su rostro se estaba tornando pálido, a los hijos de Poseidón nunca les había gustado volar, ella lo sabía, pero no creía que se fueran a sentir tan mal por eso. Ahora estaba viendo que si. Pero ella resistiría.
-¡Uf! -exclamó Grover.
-Lo siento.
-Más despacio -le recomendó Apolo.
—Aunque se lo digas no creo que te vaya a hacer mucho caso Poly —susurro Hermes mordiendo su labio, por el rostro que tenía Zeus él podía deducir que la chica estaba muy nerviosa, tan nerviosa que él podía jurar que tenía miedo de lo que estaba haciendo. Solo que no sabia si a conducir, o por conducir el auto del sol que era muy importante, o tal vez algún trauma, o por la altura que estaba tomando. Lo que fuera, si que le afectaba.
-Perdón -dijo Thalia-. ¡Lo tengo controlado!
—Permíteme diferir de eso —aclaró Grover que ahora si podía decir algo, Bianca y Nico asintieron, no lo tuvo controlado. Zoe también asintió pero de forma casi imperceptible. Thalia solo rodó los ojos, no era su culpa ella trató de que desista de la idea, pero él insistió.
Logré ponerme en pie. Por la ventana vi un círculo humeante de árboles en el claro desde el que habíamos despegado.
—¡Apolo! —gritaron los naturalistas pues estaban seguros que se estaban quemando y no era culpa de la chica, era de Apolo.
—No les paso nada, se los aseguro —murmuró el dios del sol, Hermes le pasó la mano por el hombro en son de apoyo, no sabia porque pero eso le agradaba. Ver como Apolo se calmaba con su tacto le hacía sentir especial.
-Thalia -le dije-, afloja un poco.
-Ya lo he entendido, Percy -me respondió con los dientes apretados. Pero ella seguía pisando a fondo.
-Relájate.
—¡Estaba relajada! —les grito a todos los que le estaban mirando por lo que se leía en el libro.
—Si, ya, más relajada y alcanzabas el Nirvana —argumento Annabeth haciendo que Thalia se sonroje.
—Era la primera vez que conducía, puede que estuviera un poco nerviosa —explico ella pero los demás no se creían demasiado su excusa. Los miro furiosos, como diciéndoles que les clavaria flechas si no le creían.
—¿Un poco? —arqueo una ceja Zeus y ella le dirigió una mirada molesta. Él era el menos indicado para hablarle de sus nervios o no —Tus manos estaban tensas, sentías que romperias el volante de tanto apretarlas o que te fundirias con este —Ella se quedo estática.
—¿Cómo...? —comenzó a decir ella pero Apolo leyó más alto para evitar que termine la pregunta. Los semidioses no sabían que ellos sentían lo del libro, quizá se los dirían más tarde.
-¡Estoy relajada! -Se la veía tan rígida como si se hubiese convertido otra vez en un trozo de madera.
A pesar de que Apolo estaba leyendo los semidioses no prestaban atención a lo que decía ¿Cómo Zeus sabía que ella estaba tensa? Él no estuvo ahí, tampoco la estaba mirando conducir como para saberlo. Era extraño todo eso.
-Hemos de virar al sur para ir a Long Island -dijo Apolo-. Gira a la izquierda Thalia dio un volantazo y me lanzó de nuevo en brazos de Grover, que soltó un gañido.
Hera hizo otra mueca de dolor antes esto, por lo visto Zeus no iba a ser el único con una montaña rusa de sentimientos y emociones.
-La otra izquierda -sugirió Apolo.
—Solo existe una izquierda —dijo Miranda extrañada por lo que surgiría el Dios.
—Si pero es que Thalia seguro se fue por la mala izquierda que llamamos derecha —justifico Katie y su hermana la miró confusa —Que Thalia se fue primero por la derecha, como que Connor te distrae mucho ¿no? —susurro al oído de su hermana y ella solo se sonrojó mucho. Katie sonrió triunfante, los Stoll que no las alcanzaban a oír solo se las quedaron mirando.
Cometí el error de mirar de nuevo por la ventana. Ya habíamos alcanzado la altitud de un avión, e incluso más porque el cielo empezaba a verse negro.
Los dioses miraron con cansancio a Apolo, esa era una de las razones por la que no se le permitía a otros conducir el carro del sol. Porque solo Apolo sabía a que altitud debía estar el carro en cada lugar que pasaba. Apolo solo sonrió inocente mientras seguía leyendo.
-Esto... -empezó Apolo. Me dio la impresión de que se esforzaba por parecer tranquilo-. No tan arriba, cariño. En Cape Cod se están congelando.
—Debiste estar de los nervios —murmuró Hermes quizá demasiado cerca de Apolo que solo asintió. Podía sentir el aroma a sol y verano proviniendo de su amigo, le encantaba ese aroma.
Thalia accionó el volante. Tenía la cara blanca como el papel y la frente perlada de sudor. Algo le sucedía, sin duda. Yo nunca la había visto así.
Jason estaba empezando a relacionar lo del libro con lo que pasó en su primer encuentro con su hermana, a él le había parecido muy raro su comportamiento pero cuando se volvieron a ver, él nunca le dijo nada y ella tampoco quiso hablar del asunto. Pero ahora estaba viendo que lo de esa vez no fue algo aleatorio, que le pasaba con las alturas ¿ella les tenía miedo? Era improbable, era una hija de Zeus pero no lo creyó imposible, se lo preguntaría después.
El autobús se lanzó en picado y alguien dio un grito. Quizá fui yo.
Hera se había llevado las manos a la boca, porque había tenido el deseo irrefrenable de gritar. Zeus había hecho lo mismo, porque estaba seguro que su hija también gritó en el libro. Los que estaban presentes de ese viaje solo se estremecieron en sus lugares, no solo fue un grito, fueron los de todos. Apolo siguió leyendo con una leve mueca de disculpa, también anotaba mentalmente no dejarla conducir de nuevo.
Ahora bajábamos directos hacia el Atlántico a unos mil kilómetros por hora, con el litoral de Nueva Inglaterra a mano derecha. Empezaba a hacer calor en el autobús.
—Demasiada velocidad, si sigue así... —comenzaron a murmurar Hades y Poseidón, ambos mirando a sus hijos, como si estuvieran en el auto del sol y se fueran a prender en llamas ahí mismo.
Apolo había salido despedido hasta el fondo, pero ya avanzaba de nuevo entre los asientos.
-¡Toma tú el volante! -le suplicó Grover.
—¡Hazlo! —gritaron los que estaban muy metidos en la historia, haciendo que Percy de un respingo con los autitos en sus manos.
—Hey, todo está bien —Teseo acaricio su mejilla, estaba respirando intranquilo como si no hubiese estado tranquilo en ningún momento. Tal vez estaba alerta todo el tiempo que jugaba.
—¿Te sientes bien? —Tritón pasó su mano por su espalda, sintió que temblaba mientras asentía. Miro a Teseo y Belerofonte que miraban al niño —Cuando estabas en tu casa ¿También jugabas con autitos? —pregunto suavemente.
—Si —contestó Percy pero no se veía muy feliz del recuerdo. Belerofonte lo tomo entre sus brazos y lo abrazo.
—Todo está bien, nadie te va a lastimar, no importa cuánto juegues —susurro contra su cabello, Percy se aferró con sus pequeños brazos a él. Gabe siempre interrumpía sus juegos cuando su mami no estaba, así que tenía que estar alerta siempre. Por eso aunque se veía tranquilo jugando, en realidad no lo estaba, su cuerpo era un manojo de nervios que estalló cuando gritaron. Los hermanos de él se hicieron la silenciosa promesa de conversar después de esto.
-No os preocupéis -dijo Apolo, aunque él mismo parecía más que preocupado-. Sólo le falta aprender a... ¡Uuaaaau!
—No quiero saber, no quiero saber, no quiero saber —murmuraba Zeus, Hera solo se seguía tapando la boca con sus manos, Atenea parecía estar en calma por el momento. Su hija debía estar inconsciente por el momento.
Poseidón y Hades solo cubrían su rostro con las manos, sus hijos les iban a matar de infarto divino a este paso. Pero ellos primero matarían a Apolo, él era el causante de eso. El Dios del sol, hizo una mueca leyendo lo siguiente, lo iban a querer colgar y no solo los padres de los semidioses, también los demás dioses.
Yo también vi lo que él veía. A nuestros pies había un pueblecito de Nueva Inglaterra cubierto de nieve. Mejor dicho, había estado allí hasta hacía unos minutos, porque ahora la nieve se estaba fundiendo a ojos vistas en los árboles, en los tejados y los prados.
—No creí que el título sería tan literal —hizo una mueca Piper veía de reojo a Jason, estaba ahora con el ceño fruncido, algo lo tenía pensando pero ¿Qué?
—¿En que piensas reina de la belleza? —Leo tenía en sus manos algunas piezas, ya estaba trabajando en algo como siempre. Piper volteo a verlo y negó con la cabeza, él solo se la quedo mirando antes de mirar de nuevo lo que hacia. Tristemente le recordó a Percy, como cada vez que estaba nervioso, sus manos creaban cosas que iban con sus sentimientos y ahora tenía unos muy fuertes de preocupación por él. Desarmó todo de nuevo antes de que Piper lo vea y una los puntos, había sido un tridente azul el que armaba, sería muy fácil relacionarlo con él.
La torre de la iglesia, completamente blanca un momento antes, se volvió marrón y empezó a humear. Por todo el pueblo surgían delgadas columnas de humo, que parecían velas de cumpleaños. Los árboles y tejados se estaban incendiando.
—Apolo —dijeron los dioses mirando al dios del sol, evitaron levantar la voz. Habían notado como Percy dio un respingo la última vez y lo mismo algunos otros semidioses, lo último que querían era que se asusten de ellos. Apolo sonrió y siguió leyendo antes de que su vida peligre más.
-¡Frena! -grité.
Thalia tenía en los ojos un brillo enloquecido. Tiró del volante bruscamente. Esta vez logré sujetarme. Mientras ascendíamos a toda velocidad, por la ventanilla trasera vi que el súbito regreso del frío sofocaba los incendios.
—Por mi, que lleguen de una vez —decía Zeus por lo bajo, la subida de energía y el revoltijo del estómago de su hija, más la preocupación paternal no le estaba sentando para nada.
—Uf que se apresuren —susurro Hera recién sacando las manos de su boca y llevándolas a su estómago, las sacudidas del libro la estaban mareando.
-¡Allí está Long Island! -dijo Apolo, señalando al frente-. Todo derecho. Vamos a disminuir un poco la velocidad, querida. No estaría bien arrasar el campamento.
—Para nada bien —susurraron tanto griegos como romanos, los unos más preocupados que los otros.
—No arrasaron demasiado, menos mal —comento Quirón, no quería imaginarse lo que habría sido si el carro estaba más cerca de lo que estuvo.
Nos dirigíamos a toda pastilla hacia la costa norte de Long Island. Allí estaba el Campamento Mestizo: el valle, los bosques, la playa. Ya se divisaban el pabellón del comedor, las cabañas y el anfiteatro.
—Que no se estrellen —murmuró Ana hija de Venus y Chris solo pasaba su mano por su hombro tratando de calmarla.
—Vamos que conduce mal pero no tanto ¿Recuerdas a Jeremy el hijo de Vulcano? Ese si que es un peligro al volante —le recordaba él tratando de distraerla, ella río.
—Cuando se estrelló contra la cafetería de Nueva Roma y terminó con la cabeza llena de glaseado de donas —los dos rieron, al menos eso había conseguido que ella se calmara. Solo él conseguía eso.
-Lo tengo controlado -murmuraba Thalia-. Lo tengo...
—No creo que lo haya tenido controlado —hizo una mueca Aquiles, estaba convencido de que Thalia no sabia conducir para nada. Había visto personas conduciendo carrozas totalmente ebrias que lo harían mejor que ella. Carrozas, le recordó a Belerofonte y Patroclo, no sabia porque siempre los relacionaba. Decidió sacar eso de su cabeza, Patroclo no estaba, se fue sin él y debía estar siendo feliz, él haría lo mismo. Aunque no quería dejar a Belerofonte, el castañito no había aceptado aún el trato, debía convencerlo de que lo haga.
Estábamos a sólo unos centenares de metros.
-Frena -dijo Apolo.
-Lo voy a conseguir.
-¡¡¡Frena!!!
—¡Frena! —gritaron también los de la sala, Percy dio un leve respingo en los brazos de Belerofonte pero este pronto estaba calmandolo, cantaba una canción. Misma que hizo el ceño de Aquiles fruncirse, esa canción le sonaba, sacudió la cabeza seguramente la había escuchado del mismo Belerofonte.
Thalia pisó el freno a fondo y el autobús describió un ángulo de cuarenta y cinco grados y fue a empotrarse en el lago de las canoas con un estruendoso chapuzón. Se alzó una nube de vapor y enseguida surgieron aterrorizadas las náyades, que huyeron con sus cestas de mimbre a medio trenzar.
Poseidón miró mal a Apolo, Thalia solo se removió incómoda por la mirada del Dios del sol. La cual prometía que no la volvería a dejar conducir, algo que ella tampoco deseaba igual.
El autobús salió a la superficie junto con un par de canoas volcadas y medio derretidas.
-Bueno -dijo Apolo con una sonrisa-. Era verdad, querida. Lo tenías todo controlado. Vamos a comprobar si hemos chamuscado a alguien importante, ¿te parece?
—¿Alguien importante salió lastimado? —pregunto Apolo a Quiron deseando que la respuesta sea un no, este nego con la cabeza y eso alivio los nervios del dios —Menos mal —soltó el aire que no sabia que había retenido.—Bien terminamos —puso un marcador en el libro.
—Bien, a cenar y a dormir —dijo Hestia y algunos comenzaron a protestar, querían leer más y saber que quemaron y que no —Mañana seguiremos, no se preocupen —
—Ya está, se terminó. Tes quiero revisarte los vendajes antes de cenar —decía Perseo acercándose a él, Teseo forzó una sonrisa mientras se dejaba jalar la mano por él.
—Ven, vamos a cenar ¿Si? ¿Tienes hambre? —preguntaba Belerofonte a Percy mientras lo llevaba en brazos, el asentía entusiasmado.
—Seras un excelente padre algún día —Aquiles le golpeo el hombro, Belerofonte hizo una mueca que él no vio.
—Tú lo serás, te lo aseguro. Yo seguiré en descanso —respondió y Aquiles suspiro, así que seguía pensando en rechazar la oferta.
—Así qué, no me respetaras —Leo fingió estar dolido con Jason, el era más bajo que él. El rubio sonrió.
—Solo bromeaba Leo —le revolvió el cabello como si se tratara de un niño pequeño y eso ofendió a Leo haciendo encender su cabello. Jason solo río mientras sobaba su mano.
—Ya dejen de jugar y vamos a comer —les regaño Piper mientras los jalaba a los dos, ellos reían.
—Annabeth —Luke la interceptó mientras trataba de alcanzar a sus amigos —¿Podemos hablar? —
—Otro día Luke, lo prometo —contesto antes de irse de ahí, Luke suspiro apretando la daga en su mano, se veía que aún le dolía su presencia.
—Vamos Luke, al menos te ha visto a la cara y no te ha golpeado —bromeó Chris que estaba sin Clarisse, si su novia estuviera estaba seguro que si lo golpearía. Clarisse no le perdonaría reclutar a Silena tan fácil.
—Creo que preferiría el golpe a su silencio —suspiro antes de seguir a Chris al comedor.
—Te agrada Percy —afirmaba Anfitrite a Tritón, este no contesto solo siguió su camino, ella sonrió victoriosa.
—Ariadna —Dioniso detuvo a su esposa antes de que salga de la sala, todos ya estaban afuera. Solo estaban los dos ahí. Ella volteó a verlo —Piénsalo con calma, no te precipites cariño, tal vez hablar con Hestia —sugirió.
—Me lo estoy tomando con calma Niso —susurro ella, le dio una leve sonrisa antes de besar su mejilla pero eso solo lo dejaba más alterado. Ella salió de ahí y él la siguió.
—Por favor que no cometa una locura —susurro mientras iba al encuentro con sus hijos, ella ahora se veía tan tranquila. Pero a veces la calma no era signo de que todo este bien, sino señal de que todo estaba a punto de empeorar.
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