Todos comenzaron a entrar en la sala de los tronos, unos más felices que otros. Bianca sobaba su brazo, se sentía un poco más segura que antes y un poco menos perdida, miro a Nico con clara señal de tenemos que hablar, el la miro con aprobación. Mañana sería el día en que aclararan todo, se dejarían una noche para terminar de aclarar sus mentes.
Jason corrió o voló hacia dónde estaba Percy, se había sentido extraño sin tener que vigilarlo en cada momento, se estaba acostumbrando tanto a aquello que ahora era raro estar sin él. Se comenzó a preguntar si así se sentía Thalia los primeros días que no estuvo a su lado y el resto de estos hasta que encontrara con quien reemplazarlo, no quería saberlo a ciencia cierta. Aunque lo más probable es que ella nunca dejara de sentir esa sensación de falta, el mismo no la había dejado de sentir hasta que la tuvo entre sus brazos una vez más.
Poseidón iba entrando en la sala junto con Hades, Perséfone y Demeter, había servido de mediador en el "tranquilo" almuerzo que tuviesen los dioses. La verdad Hades estaba agradecido de tenerle entre ellos, porque Poseidón era un buen distractor para Demeter, con eso de tener en común la naturaleza siempre tenían de que conversar.
Si no fuera porque Poseidón ya estaba felizmente casado con Anfitrite, bien podría armar un plan a lo Afrodita y hacer que sus hermanos se vuelvan a juntar. Porque por loco que sonase, la loca de su hermana sólo se calmaba con la compañía de ese idiota y estaba convencido de que si el estuviera de su esposo podría librarse de su "suegra" el tiempo que compartía con Perséfone en el inframundo. Serian meses gloriosos pudiendo hacer su trabajo y disfrutar de su esposa.
Pero no, el estaba casado y suficiente tenía que hacer ya para balancear el tiempo entre su esposa, sus deberes de dios y sus escapadas con mortales que tendría, no ahora, pero se veía que las tendría. Así que tenía que encontrar a otro que le hiciera ese favor, debía pensarlo con calma, pero claro aún así debía llevarlo acabo con prontitud.
Zeus sólo podía seguir mirando como los demás dioses seguían recibiendo cariño de parte de sus hijos, mientras él ni siquiera recibía una mirada de los suyos. Se miró las manos, las tenía sudadas y le temblaban ligeramente, sus nervios ahora de semidiós y más que nada la parte no divina no sabia como lidiar con el estrés de la lectura. Su cuerpo ya temía lo que sucedería adentro, lidiar con el estrés propio y el de sus hijas estaba destrozando sus nervios ¿Esto es lo que era ser semidiós? No era como lo pensaba.
Atenea no estaba mejor que él, sentía las piernas cansadas y su cuerpo sudar, no se acostumbraba a este cuerpo mortal. En todos los siglos que llevo de vida, nunca había sido convertida en mortal, ni siquiera veía demasiado a los humanos a menos que fuera por alguna investigación, o buscar alguna mente brillante con la cual tener una mezcla, nada más.
Hera por su parte seguía silenciosa, sujetaba sus manos contra su cuerpo, no quería que vieran lo débil que se sentía. Se estaba rehusando a adaptarse a a esta vida, aunque debía demostrar algo muy distinto hasta que su plan fuera llevado acabo. Ella sabía lo que era la paciencia para esperar que algo suceda, ella había tenido paciencia cuando estaba en aquella isla siendo instruida por las titanes, ella había sido paciente con Zeus y su cortejo, ella lo negaría hasta la saciedad, pero había querido aceptar a Zeus desde el comienzo, sólo que tenía que hacer que el demostrara que de verdad la quería. Vaya que se había equivocado con él.
Hestia sólo podía verlos con resignación, habían muchas cosas que solucionar en el Olimpo, templos que construir, revisar la esfera de Hera y tratar de equilibrar lo mejor, además cuidar de la misma diosa. Eso de que la diosa, ahora semidiósa, del matrimonio estuviera tan callada era preocupante. No sé estaba fiando de ella para nada, aunque sabían que tendrían que dejar que haga su camino por si misma. Lo que todo semidiós debía hacer, aunque antes haya sido un dios.
—Déjame ver el libro —Hermes tomo el libro de entre las manos de Apolo, el dios parecía que haría combustión en cualquier momento, quizá llevado por los celos.
Artemisa una vez más estaba conversando con Orión y este sonreía, lo que no le agradaba al dios del sol, por lo que había optado por ir a su trono a leer de una vez. Hermes sabía lo que el quería, que la lectura empiece y que por supuesto Artemisa vaya con sus cazadoras, lejos de ella y de su paciente bebé.
Si había algo que era bien sabido por todos, es que Apolo no era el mejor para compartir cosas, ni a su familia. Esto le había acarreado cientos de problemas a lo largo de su vida inmortal, si tan solo pudiera controlar sus impulsos, todo saldría mejor.
—Vamos a sentarnos ya Leo, la lectura esta por empezar —Piper arrastraba a su amigo haciendo que dejara de pensar en lo que sea que le estuviera distrayendo.
—Es que no lo sé, se que buscaba alguna máquina, pero no recuerdo cuál —El latino frunció el ceño en concentración ¿Por qué estaba buscando aquel objeto? Sentía que ya le había encontrado y que debía quitarlo de las manos de quien lo tuviera ¿Por qué? ¿Era peligroso? No, no recordaba que el objeto lo fuera ¿Entonces?
—Bien, eh comenzaré —Hermes se había tomado un momento para leer el título del libro, miro a su tío, pensando que si antes no se había muerto quizá ahora si tenía aunque sea un infarto. Miro a su tío Hades y de vuelta al libro.
—¿Qué tanto me miras? —Medio gruño Hades viéndole con los ojos entrecerrados.
—Nada, nada, ya verás —Suspiro, Apolo se pegó a él para mirar el título e hizo una mueca antes de sentarse bien —Aprendo a criar zombies —
Poseidón pasó las manos por su rostro respirando hondo, Hades se tensó y miro a sus hijos, Bianca y Nico se tensaron en sus lugares de la misma forma que lo hicieron Thalia y Zoë.
—Skata —Susurro la hija de Atlas, este capítulo seguro iba a estar algo movido, froto su mano contra su frente comenzaba a doler de nuevo.
—Por favor que no aparezca yo —Suplico entre dientes Thalia, ella quería aparecer lo menos que fuera en el libro y rogaba que aquel descubrimiento que hizo Percy no saliera en el libro. Por supuesto ella no tenía tanta suerte y lo sabía.
—Sigue sobrino —Alentó Poseidón mirando al pequeño Percy que estaba ahora subiendo y bajando inquieto del trono de Tritón, este sólo lo veía igual que sus hermanos cuidando que no se vaya a caer. Hermes asintió.
Uno de los problemas de volar en un pegaso a la luz del día es que, si no tomas precauciones, puedes provocar un accidente en la autopista de Long Island.
—En eso tiene mucha razón —Comento Butch mirando a sus compañeros —A veces les gusta jugar y si no te sujetas bien de las riendas puedes caerte —Miro con intensión a Leo, este se lo quedo mirando.
—¿Es mi imaginación o el sigue resentido por lo de los Ponys y los arcoíris? —Murmuró Leo preocupado por su vida y de subirse a algún pegaso cerca de Butch.
—No lo sé, dímelo tú Leo —Contesto Piper tratando de ocultar a su amigo de la vista del hijo de Iris que sólo le veía con los ojos entrecerrados.
—Yo creo que sí —Se estremeció un poco sacando unas cuantas piezas y jugando con ellas.
Procuré mantenerme por encima de las nubes, que por suerte son bastante bajas en invierno. íbamos lanzados, tratando de no perder de vista la furgoneta del campamento. Si abajo hacía frío, imagínate allí arriba, en el aire, donde me acribillaba una lluvia helada.
—Eso debió ser horrible —Comentó por lo bajo Perseo estremeciéndose un poco, recordaba lo que era estar expuesto al frío cuando estaba volando con las sandalias de Hermes. Peor que en esos tiempos lo más que llevaba era una toga de tela muy ligera.
—Y que lo digas —Aquiles a su lado hablaba distraído, sus ojos estaban clavados en Belerofonte que al igual que Teseo jugaba con el pequeño Percy, trataban de poner atención, sólo que jugar se les estaba haciendo más divertido que una lectura.
—Acaso ¿Te gusta Belerofonte? —Se atrevió a preguntar Perseo en voz muy baja, el rubio giró su cabeza tan rápido que el juro que ya mismo se la arrancaba, hasta hizo un ruido por el rápido movimiento.
—Es mi mejor amigo, nada más Perseo —Se río como si el azabache hubiese dicho una tontería —Tu sabes que amo a Patroclo —
—No digo que hayas dejado de amar a tu Patroclo, sólo que el ya no está aquí —Aquiles bajo la mirada con pesadumbre ante las palabras del antiguo rey de Micenas —Y me has dicho que tal vez era hora de dejarlo pasar —Miro al rubio —¿Has cambiado de opinión? —
—No, es sólo que... —Miro atentamente a Belerofonte que estaba ajeno a todo lanzando carritos en el suelo con Percy —¿De qué me serviría que me gustara alguien si el no acepta el trato? Yo deseo tener algo afuera de los Elíseos, la vida que no pude tener en mi primera estadía en el mundo mortal —Miro a su amigo, Perseo le dio una mirada comprensiva.
El si había tenido la vida que todo héroe deseaba después de tener grandes aventuras y batallas, el sabia que todos lo adoraban, una familia, establecerse, ver a pequeños seres que tendrían sus propias aventuras crecer y saber que fueron tuyos. O por lo menos pasar el resto de tus días con la persona que más amas en tu vida. Así que comprendía porque Aquiles quizá comenzaba a negarse de que quisiera a Belerofonte como algo más que un amigo. Era triste.
Me habría ido bien un juego de ropa interior térmica como los que vendían en el almacén del campamento.
—Oh los puedes robar y salen gratis —Murmuró por lo bajo Connor y su hermano Travis río a su lado, por debajo de la mesa estaban trabajando, sus hábiles manos llenaban botes con algo y los sacudían después, fuera lo que fuera no era bueno.
Aunque después de la historia de Phoebe con la camiseta rociada de sangre de centauro, no sabía si volvería a fiarme de sus productos.
—La tienda es confiable —Quiron le dio una atenta mirada a los causantes de que Percy dude de confiar en la tienda del campamento, los chicos se quedaron quietos y sólo sonrieron inocentes.
Phoebe por su parte gruñó, recordaba bien aquello, había sido un verdadero fastidio eso de salir lastimada. Y aún más siendo que ella era la sanadora mayor de las cazadoras. Aunque ahora que tenía la oportunidad, podía cobrarse aquella "broma". Sonrío mucho, aquello tampoco era bueno.
Perdimos de vista la furgoneta un par de veces, pero estaba casi seguro de que primero pasarían por Manhattan, así que no me fue difícil localizarlos de nuevo.
—Bueno desde esa altura, tampoco sería muy difícil de divisarlos —Butch frunció el ceño mirando el suelo tratando de calcular la altura a la que estaría Percy para no perderlos de vista y tampoco ser visto.
—Pero si se mete en una calle llena de más autos, pues muy fácil no lo tendrá —Añadió Valentina.
—Ahora que si hablamos de las calles de Nueva York en esa época del año, lo raro es que no encontrará tráfico —Se metió Malcolm —Ha visitado la ciudad en estas temporadas y los atascos son eternos muchas veces —
—Pero era temprano, así que puede que no tanto —Siguió Butch.
—Pero dejenme leer o nunca sabremos si las alcanzo o no —Los corto Apolo antes de que siguieran hablando del tráfico, si había alguien que sabía de eso era Apolo. El podía ver a todos los mortales y semidioses desde el cielo en el día y veía bien los atascones de autos en las autopistas, pero estaba seguro que no habría ningún tráfico en el camino que siguieran.
Porque si de él dependía, que era lo más probable, hablaría con medio mundo mitológico para que ayudaran con eso. El no iba a dejar que los semidioses que iban a salvar a su hermana se interrumpieran por algo como eso.
El tráfico era pésimo con las vacaciones. Entraron en la ciudad a media mañana. Hice que Blackjack se posara cerca de la azotea del edificio Chrysler y desde allí observé la furgoneta blanca. Creía que se detendría en alguna estación de autobuses, pero siguió adelante.
—Lo haría si fuera Argos quien conduce, pero no creo que sea así —Artemisa le dio una leve mirada a Zoë, que sonrió orgullosa de ella misma.
—Las cazadoras sabemos valernos por nosotras mismas —Miro al resto de campistas que no sabían que ella era quien manejaba esa camioneta.
Era sorprendente que aún teniendo la edad que se suponía debería tener, ella supiera conducir. O mejor, que tuviera una licencia, porque la tenía ¿verdad? ¿O es que la niebla la cubriría en ello?
—¿Adónde los llevará Argos? —murmuré. «No es Argos el que conduce, jefe —contestó Blackjack—. Es esa chica.» —¿Qué chica? «La cazadora. La que lleva una corona de plata en el pelo.»
Zoë asintió y luego miró a un lado, Thalia estaba tensa aferrada a su lanza, moviendo sus manos alrededor y la mirada al frente a un punto muerto en la sala ¿Qué le sucedía?
—¿Zoë?
«Esa misma. ¡Eh, mire! Una tienda de donuts. ¿No podríamos comprar algo para el viaje?»
—Quien no querría parar por unos Donuts —Clovis hizo que varios saltarán en sus asientos y se llevaran una mano al pecho. Tenían que ponerle algo que les avisara que iba a hablar o algo, o todos terminarían con el señor Hades y no de manera bonita.
Intenté explicarle que si entraba en la tienda con un pegaso, le daría un ataque al guardia de seguridad. Pero él no acababa de comprenderlo.
—No comprenderá son unos necios, como todos los hijos del mar —Murmuró Hylla y vio a Perseo —Y algunos de Zeus —Notó que como siempre estaba mirando a Teseo que estaba acostado en el piso riendo mientras Percy lo usaba de carretera para sus autos. —Y quizá ciegos —
La furgoneta, entretanto, continuaba serpenteando hacia el túnel Lincoln. Nunca se me habría ocurrido que Zoë supiera conducir. Vamos, si parecía no haber cumplido los dieciséis. Claro que era inmortal. Me pregunté si tendría un permiso de conducir de Nueva York y, en tal caso, qué fecha de nacimiento figuraría allí.
—Esas son preguntas que ahora no me dejarán dormir por la noche —Dijo Leo con voz preocupada, los demás medio rieron. El seguía intentando concentrarse algo se le iba ¿Qué era?
Rachel por otra parte comenzaba a preguntarse si en ese libro mostrarían el momento exacto en que ella conocía a Percy, dioses, ya sabría lo que sentían los demás con esto de que lean como los conoció Percy.
—Bueno —dije—, vamos tras ellos.
íbamos a emprender el vuelo desde lo alto del edificio Chrysler cuando Blackjack soltó un relincho y casi me derribó.
La mayoría se hizo más adelante en su asiento para saber que sucedería, Apolo le dio una rápido mirada a un dios, este por su parte no le presto atención. Dos hijos del mar le miraron con fijeza unos segundos dejando de lado sus juegos, uno con curiosidad y el otro con una tristeza enorme, el dios se quedó pensando en que sucedería para haberse ganado su atención.
Algo se me estaba enroscando por la pierna como una serpiente.
—¿Un monstruo? —Preguntaron por lo bajo algunos, Dakota y Polux sintieron que algo pasaría, además que su padre tenía el ceño fruncido dejando de lado su fingida lectura de revistas.
Busqué mi espada, pero al mirar vi que no era ninguna serpiente, sino ramas de vid.
Todas las miradas se dirigieron enseguida hacia los únicos que podían hacer aquello, los hijos del dios lo miraban a él, haciendo que la atención que ellos se ganaran la recibiera el dios; Dionisio, mismo que veía con suma curiosidad el libro.
Ariadna le dio una breve mirada y luego a Teseo que sólo se recogió contra el trono abrazando sus piernas ¿Qué le sucedía?
Habían surgido de las grietas del edificio y se enredaban entre las patas de Blackjack, y en mis propios tobillos, inmovilizándonos a ambos. —¿Ibais a alguna parte? —dijo el señor D.
—¿Por qué el ha detenido a mi hijo? —Cuestionó Poseidón mirando con intensidad al libro y luego al dios involucrado.
—No creo que sea por cuidarlo, eso es seguro —Susurró Ariadna mirando de perfil a su esposo, este se acomodo en su trono.
Atenea se sintió bastante incómoda con todo el asunto y en la manera que por un momento le miro Ariadna ¿Qué tenía que ver ella con todo esto? Aunque sabía que había una historia que los involucraba a los cuatro, la conocía muy bien, a pesar de que ella misma se había encargado de que se confundiera entre más dioses. Se encogió en su asiento esperando no ser nombrada.
Estaba reclinado contra el edificio, aunque en realidad levitaba en el aire, con su chándal atigrado y su pelo oscuro ondeando al viento.
—El mal gusto —Afrodita casi rechinaba los dientes por los gustos del Dios del vino, sabia que lo hacía de adrede. No sabia si para irritarla a ella, o sólo por rebeldía. Sólo que no lo hizo, sentía como las inseguridades comenzaban a matar a un amor pero ¿Por qué? ¿Por qué querría matar ese sentimiento? No había aún razones para hacerlo, acaso ¿Él ya sabía que historia contaría el libro? Una de las historias de las que tanto se arrepentía.
«¡Anda! —exclamó Blackjack—. ¡Pero si es el tipo del vino!»
El señor D resopló, exasperado. —¡El próximo humano, o equino, que me llame «el tipo del vino» acabará encerrado en una botella de merlot!
—El tipo del vino, me parece algo muy apropiado para ti —Se burlo Hermes —Después de todo, lo bebes todo el día... digo, bebias —Esquivo por poco la revista que el otro le lanzara, el dios ladrón reía igual que algunos otros por lo bajo.
—Ah, señor D. —Procuré hablar con calma, aunque la vid seguía enroscándose entre mis piernas—. ¿Cómo le va?
—Espero, por tu integridad física sobrino, que no le hayas hecho nada a mi hijo —Poseidón lo veía con una tormenta en los ojos que prometía mucho dolor como le hiciera algo a su hijo.
—¿Que cómo me va? ¿Habías creído acaso que el inmortal y todopoderoso director del campamento no se enteraría de que te ibas sin permiso?
—Nunca vi que le importara si algún campista más se iba —Murmuró Quiron mirando al dios. El sabia muy bien que si algún Campista se iba, lo que el hacia era darlo por perdido, o enviaba a un sátiro de vuelta por él pero ¿ir en persona? Algo no cuadraba ahí.
—Bueno...
—Debería arrojarte desde aquí sin el caballo volador para ver con qué heroísmo aullabas de camino al suelo.
Poseidón y el resto de la familia marina inmortal le vieron con una ceja alzada, el dios sabiamente no dijo nada sólo siguió mirando el libro. Si, Tritón frunció el ceño luego preguntándose porque comenzaba a preocuparse por su hermano, era decir, el hijo de su padre.
—Triii —Sintió un peso extra en la espalda, el pequeño Percy se había subido de nuevo al trono y se abrazaba a su espalda.
—¿Qué sucede? —Quiso mirar al niño, este no se dejo solo siguió escondiendo el rostro en su hombro.
—¿Abrazas a Teseo? No sé siente bien —Susurro bajito a su oído, Tritón frunció el ceño más mirando a Teseo, estaba con las piernas recogidas pero sonreía ¿Por qué decía que no se sentía bien? El lo veía perfecto.
Apreté los puños. Sabía que debía mantener la boca cerrada, pero el señor D se disponía a matarme o arrastrarme ignominiosamente al campamento, y yo no soportaba ninguna de las dos ideas.
—Percy —Annabeth negaba levemente con la cabeza, sus manos se aferraban al borde del asiento, su labio inferior mordido. Le hacia falta su sesos de alga, el original, su cabeza dolió un momento Murió muy rápido era la voz de Percy ¿Quién había muerto muy rápido? Parpadeo ¿Qué era lo que había sucedido en su travesía con La Moneda?
—¿Por qué me odia tanto? ¿Qué le he hecho yo?
El dios bufo en la sala sin importar las miradas de los demás sobre él. Todos eran iguales, todos morían jóvenes y el tenía que aguantarlos ahora en el campamento, ver como crecían como si fueran cerdos para matadero. El sabia lo que su yo respondería, por eso su mirada se quedó en uno de los hijos del mar, que solo le sonrío de vuelta.
Una llamarada púrpura brilló en sus ojos.
—Eres un héroe, chico. No me hace falta ningún otro motivo.
—Qué sea un héroe, no es motivo suficiente, el ni siquiera te ha hecho algo Dionisio —Regañó Demeter, el dios del vino gruño rodando los ojos.
—Además esta visto que no piensa como otros héroes —Artemisa miro gentilmente a Lina Adara, misma que se tragó un gruñido de desagrado sólo porque necesitaba seguir teniendo un perfil bajo.
—¡Tengo que participar en esta búsqueda! He de ayudar a mis amigos. ¡Cosa que usted sería incapaz de comprender!
—¿Yo? Incapaz de comprender —Dionisio resoplo —Los que no comprenden son otros —El hijo del mar que miraba sólo seguía sonriendo.
—Comienzo a entender porque tienes un castigo ahí —Dijo Poseidón, Dionisio lo miro extrañado —Tienes que comprender que la vida de los semidioses vale algo, te tiene que quedar algo de mirar como ellos luchan por una vida —
—Discrepó de eso, señor rey —Medio gruño Dionisio —Sólo me han puesto ahí por tormento y sufrimiento —
—Pero para los campistas —Añadió Apolo sin poder evitarlo —Y sigo —Corto a Dionisio que iba a replicar.
«Humm, jefe —me dijo Blackjack, nervioso—. Con lo liados que estamos en esta vid a trescientos metros de altura, tal vez le convendría ser más amable.»
—Y el caballo sigue siendo más prudente que mi hijo —Poseidón suspiro, ya se iba haciendo a la idea de que su hijo de prudencia y cuidado personal, no sabia mucho.
El pequeño Percy sólo lo vio por un momento antes de seguir molestando a Tritón, que de tanta insistencia fue a sentarse a lado de Teseo. Este le miro de reojo, no dijo o hizo nada, sólo miro al frente en la misma posición que tenía desde hace rato.
Las ramas se aferraron en torno a mí con más fuerza. Allá abajo, la furgoneta blanca se alejaba cada vez más. Pronto se perdería de vista.
Grover mordía su labio, quizá si el no se hubiese propuesto para ir entonces Percy no hubiese tenido que pasar por eso. Pero, es que era inevitable que el no fuera, había sentido la necesidad de hacerlo ¡Y había tenido razón! ¡Había encontrado pistas para hallar a Pan! Por parte se sentía mal por lo que hizo, por otro lado sabía que fue lo correcto, aún así ¡Argh! Si Percy estuviera ahí, seguro le diría que no se mate la cabeza, que lo sobrepiensa y que hizo lo correcto en ir.
—Percy —Susurro mirando al suelo con pesadumbre. El nunca lo culparia por colarse en una misión que no era suya, no tendría moral para hacerlo, además no podía arrepentirse. Lo hecho hecho estaba, le habría dicho su amigo. Cuanto lo extrañaba.
—¿Nunca te he hablado de Ariadna? —preguntó el señor D—.
Ariadna miró de inmediato a su esposo a su lado, este hizo una mueca sabiendo por donde iba su yo del libro. No era algo que el quisiera que su esposa oyera, sabía que ellos ya habían hablado, pero aún así, no quería que remuevan cosas.
¿La bella princesa de Creta? A ella también le gustaba ayudar a sus amigos. De hecho, ayudó a un joven héroe llamado Teseo, también hijo de Poseidón.
Algunas miradas fueron hacia el hijo de Poseidón y hacia la propia Ariadna. Teseo apretó su puño contra su jean casi clavandose las uñas en la piel y atravesando la tela, hasta que sintió un brazo rodeandole. Tritón lo tranquilizó con solo ese gesto, sentir que contaba con alguien de su familia era reconfortante, por supuesto que no se esperaba que fuera justo Tritón que llevaba al pequeño Percy a sus espaldas, pero no importaba, sólo le hacía bien sentir que estaban con él.
Le dio un ovillo de hilo mágico que le permitió salir del laberinto. ¿Sabes cómo la recompensó Teseo?
Teseo seguía sonriendo apenado a los que le miraban, por él podían seguir creyendo lo que quisieran, con tal de que Ariadna ya supiera la verdad. La ahora diosa le dio una leve mirada de apoyo, agradecía saber la verdad o en este momento le miraría con odio como hacían algunos que sabían la historia.
Tuve ganas de contestarle: «¡Me importa un bledo!» Pero no creía que el señor D fuese a terminar más deprisa por eso.
Poseidón frotó sus sienes, al menos en eso Percy se había sabido comportar o ya estaba viendo que en lo que restaba del libro Percy era un delfín. Percy Jackson el delfín, ya lo podía ver de título en el libro siguiente. Menos mal que no era así. Esperaba.
—Se casaron —dije—. Y fueron felices y comieron perdices. Fin.
Algunos soltaron risitas por lo bajo, Dionisio miró con desprecio al antiguo héroe que sólo lucia apacible, apartó la mirada para posarla en la mano de su esposa que esta ahora sostenía. Sólo agradecía una cosa de todo ese asunto y era que la pudo hacer su esposa.
El señor D hizo una mueca desdeñosa.
—No exactamente. Teseo le dijo que se casaría con ella. La llevó a su barco y zarpó hacia Atenas. A mitad de camino, en una isla muy pequeña llamada Naxos, la... ¿cuál es la palabra que usáis los mortales? Sí... La dejó plantada. Yo la encontré allí, ¿sabes? Sola. Con el corazón destrozado. Llorando a lágrima viva. Ella lo había abandonado todo, había dejado su vida entera para ayudar a aquel héroe tan apuesto que al final la dejó tirada como una sandalia vieja.
Teseo sentía el desprecio de algunos de los presentes por lo contado y la apenada de alguien más, otra de culpabilidad sabiendo que no había sido porque el quiso hacerlo. El las resistió todas mientras sentía que sus demás hermanos se sentaban a sus lados en son de apoyo, ellos sabían la verdad de lo sucedido, así que estaban de su lado.
—Muy mal hecho —dije—. Pero eso ocurrió hace miles de años. ¿Qué tiene que ver conmigo?
—Si, no veo que tiene que ver con todo esto —Perseo estaba que echaba chispas con los puños apretados en su lugar. Aquiles pasó un brazo por sus hombros tratando de calmarlo, a ninguno le gustaba que hablaran de Teseo sin saber toda la historia.
El me miró con frialdad.
—Yo me enamoré de Ariadna, muchacho. Curé su corazón herido. Y cuando murió, la convertí en mi esposa inmortal en el Olimpo. Allí me espera aún. Volveré a su lado cuando acabe este siglo infernal de castigo en tu ridículo campamento.
Dionisio vio con infinito amor a su amada esposa, esta le miró de igual forma, aunque por su cabeza se veía que aún pasaban algunas cosas. El lo notaba, le conocía lo suficiente para notarlo en su mirada, ella aún no olvidaba lo que tuviera contra Atenea, el sabia toda la verdad, el sabia lo que había hecho su medio hermana, solo que nunca se lo diría a los demás.
Me lo quedé mirando.
—¿Usted... está casado? Pero si yo creía que se había metido en un lío por perseguir a una ninfa del bosque...
La mirada de Ariadna cambió una vez más como diciendo el chico tiene un punto, Dionisio sólo desvió la mirada de ella rogando porque Apolo siga más rápido.
Lo que no sucedería porque se lo quedo mirando con una ceja alzada ¿Y el se decía un santo a lado de los demás dioses? ¡Ja! Si hablaban de santos el más santo era. El dios de la verdad miro a los dioses presentes y, mmm, la decisión estaba bastante complicada. Si lo ponía en los dioses olímpicos, ninguno era exactamente un santo, bueno su hermana lo era, pero el buscaba un dios varón santo.
Frunció el ceño, la lectura podía esperar unos minutos, miro a Poseidón, pfff tenía varios hijos que decían lo contrario, Hermes, ni hablar era igual que él y hasta peor a veces. Dionisio, no, dos hijos ahí y varios legados decían que no, Hefestos, tampoco, ni siquiera con su aspecto se salvaba tenía como cinco hijos ahí ¿Ares? ¡Ja! Buen chiste, el tenía bastantes hijos también.
Y mejor ni hablaba de Zeus, que siendo inmortal prácticamente le daba a todo lo que se moviera, no importaba si era mortal, semidiós, o algo de la naturaleza. No había discriminación con Zeus con respecto a parejas. Ahora de los dioses menores, o que se consideraban menores podía entender que habían varios "santos" si los podía llamar así.
Ahí tenía dos ejemplos, uno era su tío Hades, era el más fiel de los tres grandes por ahora, de ahí estaba también Tritón. El ni siquiera se había casado, había tenido una hija, si, pero había sido de un noviazgo, era cierto que estuvo con una Lamia, pero nunca llegó a casarse y no se enteró de que la engañara ¿Sería que el si era fiel entero? Su mente se desvió por ese lado.
—Apolo, sigue —Mascullo Hermes dándole un ligero golpe en el brazo, se dio cuenta que todos lo veían.
—Si, si, ya voy —Sonrío para el mismo, quizá descubrir que hacia en su tiempo libre el dios mensajero del mar sería su nuevo pasatiempo. Cualquier excusa para evitar pensar en lo que no quería.
—Lo que yo digo es que los héroes no cambiáis. Acusáis a los dioses de vanidad. Deberíais miraros a vosotros mismos. Tomáis lo que os apetece, utilizáis a los demás cuando os hace falta, y luego acabáis traicionando a todo el mundo.
Más de uno de los semidioses sólo miro el suelo ¿En verdad eran así? El más herido de los héroes antiguos era quizá Teseo, porque sabía que si Dionisio pensaba así de los héroes era su culpa, del "héroe" que dejó a Ariadna abandonada en aquella isla.
Pero por fuera Teseo estaba tranquilo sonriendo sin ver a ninguna parte, se sentía contento de tener a su lado a Tritón y a sus hermanos. Aunque pensaba en lo que sentía por Perseo y por lo que este pudiera llegar a sentir por él, no era justo que el estuviera enamorado, tampoco que Teseo lo amara. El se merecía algo mejor y eso no era Teseo, el necesitaba alguien no fuera egoísta.
Con más decisión aún se planteó la idea de dejar a Perseo con Hylla, ella lo cuidaría, lo amaría, ella sería una buena esposa cuando se conocieran en el futuro y hasta tendrían hijos de seguro. Tenía que juntarlos más y matar el sentimiento que tenía por Perseo ¿Cómo se atrevió a pensar por un momento que el podía tener una nueva vida y feliz? Debió ser un gran idiota al pensar que aceptando una nueva vida algo cambiaría.
Nada iba a cambiar sólo porque tuviera un nuevo cuerpo y una nueva oportunidad, seguro solo cometería los mismos estúpidos errores de siempre y tal vez hasta sería peor porque se llevaría a Perseo con él. No era justo para Perseo.
Disculpa, pues, si no siento mucho afecto por los héroes. Son una pandilla de egoístas e ingratos. Pregúntale a Ariadna. A Medea. O ya puestos, pregúntale a Zoë Belladona.
Lina Adara prefería ni mirar a los lados sabía que le estaban juzgando pero ¡Eso es lo que hacía un héroe! ¡Hacían lo que se les pedía! ¡¿Qué importaban los daños menores si cumplían con un bien mayor?! ¡Nada! Nada... ¿verdad? Después de todo muchas vidas se salvaban cuando un héroe hacía lo que los dioses querían ¿no? ¿Por qué habrían de importarle las pocas vidas que se perdieron? No debían ¿verdad?
Quería mirar a Zoë... quizá, quizá si debían importarle... ¡No! ¡No debían! ¡Zoë se lo busco! Ella fue quien se enamoró de él y él que traicionó a todos, el no le pidió que lo hiciera, ella lo hizo porque quiso. El no tenía la culpa de nada cuando eso pasó, todos exageraban, se estaban dejando llenar la cabeza por las tonterías que pensaba Dionisio y ese chiquillo, eso era todo.
—¿Cómo que le pregunte a Zoë? ¿A qué se refiere?
Zoë mantuvo su estado imperturbable mientras la lectura avanzaba, eso era su pasado ya no importaba. Ella había encontrado un lugar mucho mejor que el que dejó, así que no interesaba lo demás, aunque estaba segura que de algún modo el chico se enteró de todo. El era diferente a los demás héroes y quizá oír su historia haría algunos cambios en los futuros héroes.
Él hizo un gesto despectivo.
—Anda. Sigue a tus estúpidos amigos.Las ramas de vid se desenroscaron de mis piernas.
Más de uno se sorprendió por eso mirando al dios del vino, este sólo entrecerro los ojos quizá queriendo adivinar porque lo hacía. Probablemente su yo del libro sabía que primero no podía matar al muchacho, segundo que el chico igual buscaría la manera de seguir a ese grupo para salvar a los suyos y tercero que Percy no era como describió a los héroes, el mocoso tenía algo distinto.
Parpadeé incrédulo.
—Pero... ¿va a dejar que me marche? ¿Así como así? —La profecía dice que al menos dos de vosotros moriréis. Quizá tenga suerte y tú seas uno de ellos. Pero recuerda mis palabras, hijo de Poseidón: vivo o muerto, no demostrarás ser mejor que los demás.
—¡No quiero ser mejor que los demás! —Grito el pequeño Percy —Sólo quiero que todos estén bien —Termino murmurando porque había llamado la atención de todos y el que le vean le ponía nervioso.
—Eso dicen todos al principio —Dionisio hablo con veneno en la voz viendo a Teseo que sólo le siguió sonriendo, miro a Aquiles, a Perseo, a Lina Adara, a los demás héroes antiguos. Ellos si que habían querido ser mejor que los demás, sobresalir y quedar en los libros de historia.
Belerofonte a pesar de no mostrar nada en su rostro estaba igual que Teseo y los demás, cuestionando cada palabra dicha por el Dionisio del libro. El había hecho lo que fuera por llamar la atención, por ser considerado un héroe, un reconocimiento de parte de la gente. Se hundía cada vez más en la depresión, era un asco ¿verdad? Era un fracaso, porque los héroes no debían ser así, aunque sólo haya sido porque de verdad quería que sus padres lo notaran que supieran que su hijo no era un desperdicio y sólo un asesino por sus torpezas.
Y ni hablaba de segunda vida, quizá se volvió peor en esta que en la primera. Pero bueno eso ya había terminado, una vez que terminara la lectura no molestaría más, seguiría en los Elíseos escondido y a salvo de hacer daño a alguien más, nunca más alguien pagaría por sus imprudencias.
Dicho lo cual, Dioniso chasqueó los dedos y se dobló en dos, como una hoja de papel. Se oyó otro chasquido —¡plop!— y desapareció, dejando un leve aroma a uvas que el viento enseguida difuminó.
—El olor a uvas es lo mejor —Comentó alguien tratando de aligerar el ambiente. Los jóvenes se sentían cohibidos, mal, porque ellos querían ser héroes, sin embargo con ese concepto de héroes que habían dado ¿En serio querían ser así? ¿De verdad eran así? Tal vez Dionisio tenía razón, quizá los héroes no eran como ellos los habían idealizado y eran en realidad más villanos que los propios dioses.
Luke estaba igual de confundidos que todos y recapitulando cada cosa que había hecho antes de estar ahí y lo que hacía en el libro, dándose cuenta que era como el decía. El había hecho todo para conseguir la manzana dorada, para ser un héroe, para que todos lo vean, el quería ser reconocido. Se había equivocado demasiado en el camino a su reconocimiento y lo había hecho mucho más de lo que quería admitir, lo peor es que sólo seguiría cometiendo más errores en los libros. Uno tras o otro. Y ya no encontraba justificación para sus acciones, todo había sido para él, por eso Cronos le había convencido tan fácil.
«Por los pelos», suspiró Blackjack.
—Lo mismo decimos —Anfitrite suspiraba aliviada de que Dionisio ya no siguiera en escena en el libro. Sólo que ahora estaba preocupada por lo que sus palabras hubiesen provocado en los hijos de su esposo, a pesar de verse bien ella podía sentir que no lo estaban. Sonreían, si, pero estaban quietos y el mar en calma no era un buen presagio.
Asentí, aunque casi me habría sentido menos inquieto si el señor D me hubiera arrastrado al campamento. Si me había dejado marchar era porque creía que teníamos muchas posibilidades de salir malparados de aquella búsqueda.
—Y es que saldrán mal parados —Hablo Hades con voz muerta dándole una sutil mirada a su hija Bianca —Ya lo ha dicho la profecía y por mucho que duela, nunca se equivocan —Aquiles hizo una mueca ante eso, recordaba aún parte de su profecía.
Casi se ríe con amargura al recordar lo idiota que fue tratando de evitarla, lo arrogante que se portó al no luchar y lo mucho que lloro cuando perdió lo que más amaba. Quizá Dionisio tenía razón con respecto a los héroes, se volvían vanidosos cuando comenzaban a ganar fama a tal punto que se cegaban y no veían el daño que iban causando, quizá por eso el no volvía a su lado, estaba seguro que el lo intentó de nuevo ¡Y lo encontraría! Y entonces entre los dos podrían ser mejores personas, porque el era la mejor persona que conoció, junto con... sonrió mirándole ahí con sus hermanos ¿Podía haber algo más lindo que él sentado ahí?
Nah, nah, nah, ¿En qué pensaba? El ni siquiera quería dejar los Elíseos, nunca estarían juntos. Debía seguir sólo y guardar la esperanza de encontrar a quien una vez fue su amado, ese era el nuevo Plan. No podía seguir incomodando al castaño.
—Vamos, Blackjack —dije, procurando sonar animoso—. En Nueva Jersey te compraré unos donuts.
—Se los merece la verdad —Dijo por lo bajo Demeter viendo que el ánimo de todos los semidioses seguía por el suelo y el saber que la misión no saldría del todo bien no ayudaba.
Hestia miraba con tristeza su hoguera que presentaba unas llamas tenues azules como acompañando a la tristeza de todos, al pensar que ser héroes no era lo mejor, que su concepto de héroes era el del libro cuando no era así. Era verdad que algunos habían errado su camino y resultaron así, pero otros no lo hicieron, eran en esos que debían concentrarse en los que fueron héroes verdaderos. Y aprender de los errores de los demás para ser mejores.
* * *
Al final, resultó que no pude comprarle ningún donut en Nueva Jersey, porque Zoë siguió hacia el sur como una loca y sólo cuando ya habíamos entrado en Maryland se detuvo en un área de descanso. A Blackjack, de lo agotado que estaba, poco le faltó para desplomarse en picado.—Pobre Pegaso —Susurró Reyna apretando los puños ¿cómo un dios podía pensar eso? Ellos eran los arrogantes, porque eran ellos los que mandaban a los héroes desde hace siglos a luchar sus batallas, vanidosos, egoístas, les mandaban a hacer el trabajo sucio sin importar lo que los héroes de los tuvieran que hacer para concederles sus caprichos.
—Todos cometemos errores, hasta los dioses —Le dijo Rachel a su lado tomando su mano —El señor D sólo dijo lo que dijo porque alguien lastimó a quien amaba —Acaricio su mano con delicadeza —Y el odio te hace creer cosas que no son —
—Tienes razón, una vez alguien daño a mi hogar y le guarde odio —Miro al pequeño Percy que otra vez jugaba en el suelo chillando de felicidad —Pero esa misma persona termino ayudándome a proteger mi nuevo hogar —
—Los héroes son muchas cosas y cada uno es distinto, no esta bien encasillarles en un sólo concepto —Hablo Hylla mirando a los demás, algunos rascaron sus nucas —Así que no crean todo lo que dice ese libro, sólo porque lo dijo un dios —Dionisio bufo pero no le dijo nada a la Amazona.
—Así como su futuro no está totalmente escrito en piedra, las cosas pueden cambiar para bien, de hecho por eso estamos leyendo estos libros ¿no? —Cuestiono Apolo mirando a todos —Es cierto que están las profecías y que se cumplen, sólo que uno nunca sabe como lo harán, o cuanto tardarán en completarse, sólo basta con que ustedes quieran ser mejores y cambiar el concepto que cierto viejo gruñon —Dionisio le lanzo una mala mirada —Les diga. Y sigamos —
«Enseguida me recupero, jefe —jadeó—. Sólo... sólo tengo que recobrar el aliento.» —Quédate aquí —le dije—. Voy a explorar.
—Es lo mejor, aunque trate de ser de utilidad lo único que estaría haciendo es poner en riesgo su sa... —Comentaba Tritón por lo bajo hasta que Percy cayó en su espalda tumbandole hacia adelante.
—Caballito —Se aferró a su espalda con fuerza, sus hermanos se rieron un poco por lo bajo. Teseo creía que la vena en la frente de Tritón estallaría.
—Si, caballito —Sólo hizo una mueca mientras el niño seguía moviéndose en su espalda y sentía la mirada de todos, como si esperaran que lo haga llorar para saltarle encima con sus comentarios de no lastimes al niño. Percy sólo se reía mientras jugaba en su espalda —¿No prefieres un libro? —
—¿Libro? ¿De caballitos?
—Si —Hizo aparecer un libro en sus manos —Ven —Lo sentó en sus piernas abriendo el libro.
—Caballos —Percy veía interesado las imágenes.
—Si, muestra diferentes criaturas, todas marinas —El niño se veía asombrado mientras comenzaba a leer. Las miradas se fueron, excepto una burlona de parte de su madre, porque se comenzaba a llevar bien con el pequeño, algo que prometio no pasaría. Maldita fuera su ternura, lo estaba comenzando a derretir. Decidió preocuparse sólo por entretenerlo en lo que seguía la otra lectura.
«Eso de "quédate aquí" me parece factible. Podré hacerlo.»
—Claro ya necesitaba un descanso —Orión se medio río, la verdad estaba como los demás héroes antiguos: destruido por dentro, por sentirse identificado con lo que decía Dionisio. Lo malo es que el ni se consideraba un héroe, muchos lo consideraban el villano por ser un semigigante sin siquiera darle oportunidad y peor luego de lo que hizo el otro Orión. El era el villano del cuento siempre, nunca el héroe por más que quisiera cambiar aquello. Nunca sería el héroe y eso estaba bien.
Me puse la gorra de invisibilidad y me dirigí al supermercado. Me resultaba difícil no moverme a hurtadillas. Tenía que recordarme todo el rato que nadie podía verme. Y al mismo tiempo tenía que acordarme de dejar paso y hacerme a un lado para que la gente no chocase conmigo.
—Si, no es fácil acostumbrarse a ello —Malcolm miro a su hermana que estaba sentada entre los de la tripulación del Argo II, tenía los puños apretados contra el asiento ¿Se sentía bien? Nadie parecía darse cuenta de ello demasiado concentrados en la lectura ¿qué le pasaba?
—Ese idiota —Annabeth frunció el ceño ¿Cómo se atrevía el señor D a decirle esas cosas a Percy? Cuando lo único que había hecho era salir a ayudar, era injusto que le contara sobre Teseo, el no era como Teseo. Aunque a ella le fastidió estar con Rachel, por su orgullo, Percy no era así, era injusto que el señor D quisiera meter a Percy en la misma bolsa de su concepto podrido de héroes, el no era así. Y le daba odio que alguien fuera a creerse esas tonterías de que todos los héroes eran así.
Piper y Leo sólo se miraron entre ellos, era mejor no intervenir o algo les sucedería.
Quería entrar para calentarme un poco y tomar una taza de chocolate caliente.
—Chocolate caliente —Dijo la mayoría con algo de hambre en su expresión, Hestia les sonrió y con la misma dulzura de siempre les hizo aparecer tazas a todos junto con algunas galletas.
—Siempre tan delicioso —Apolo soplo un poco su taza antes de beber para poder seguir con la lectura.
La única que no parecía feliz, o que si quiera mostrara alguna emoción en el rostro era Hera quien sólo se sobaba los tobillos disimuladamente tratando de controlar la respiración. El chiquillo había sentido pánico con las enredaderas, en este momento ella agradecía que a Dionisio no se le ocurrió hacerlo delfín, o que estallara como una bomba de confeti, ahí sí estaría en aprietos. Ella era de las que creía que Dionisio tenía la razón, los héroes eran incluso peor que los dioses y que ni siquiera debían existir, sólo uno le agradó en su vida Jason y quizá en el futuro el chico que también se llamaba Jason. Aunque igual ajustaría todo para como debían ser mejor las cosas: Sin que ninguno de los chiquillos de los tres grandes exista, esa era la mejor opción para que la profecía tarde. Ya encontraría como hacerlo.
Aún me quedaban unas monedas en el bolsillo. Podía dejarlas en el mostrador. Me estaba preguntando si la taza se volvería invisible en cuanto la tocara o si el chocolate se quedaría flotando en el aire a la vista de todos, cuando todo mi plan se fue al garete: Zoë, Thalia, Bianca y Grover salían ya del local.
Todos miraron a Annabeth en busca de una respuesta, ella rodó los ojos: —Se volvería invisible en cuanto entrara en contacto directo con él, así como lo hace la ropa y las armas que lleva encima.
—Ah —Los semidioses asintieron y volvieron a mirar a Apolo, mismo que estaba rogando no haya nada que los haga gritar en el capítulo, no le gustaba que le gritaran ¡Era un dios! ¡El no tenía porque aguantar sus gritos! Pero siguió leyendo.
—¿Estás seguro, Grover? —decía Thalia. —Eh... bastante seguro. Al noventa y nueve por ciento. Bueno, al ochenta y cinco.
Algunos se vieron sin entender, Grover sólo trataba de hacerse uno con el asiento mientras que Quiron lo veía divertido. Apolo también le veía divertido, pero decidió acabar con su suplicio y seguir con la lectura para que supieran de que hablaba, además de distraerlos.
—¿Y lo has hecho con unas simples bellotas? —preguntó Bianca con incredulidad. Grover pareció ofendido.
—Estaba ofendido, los sátiros sabemos mucho sobre conjuros de rastreo —Sonó indignado, estaba bien que en el libro no supiera demasiado porque era joven, pero no para que desconfiaran de él y sus habilidades.
—Pero mi hija no sabia de eso —Hades se lo quedo mirando y Grover dio un chillido con un balido.
—Lo... lo siento... beee —Logro decir el asustado sátiro, el dios Hades daba miedo de lo enojado que se veía.
—Calma Hades, que el también era joven e imprudente —Rodó los ojos Demeter —Al menos el no va a secuestrar a tu hija —Le guiño un ojo al sátiro.
—Otra vez —Hades gruño dejando de mirar a Grover, quien suspiro de alivio agradeciendo no ser el centro de su mirada —No comencemos —
—Tal vez uno de mis hijos deba robarse uno tuyo, para que veas lo que se siente
—¡Nadie se llevará a mis hijos!
—Eso no lo sabes —Demeter río, hacer rabiar a su hermano era muy fácil y divertido.
—Paren los dos, me dan dolor de cabeza —Perséfone sobaba sus sienes. Demeter y Hades se callaron, sin dejar de enviarse miradas furtivas entre sí. —Apolo, sigue, por favor —El dios del sol asintió.
—Es un conjuro de rastreo consagrado por la tradición. Y bueno, estoy bastante seguro de haberlo hecho bien.
—Washington está a unos cien kilómetros —dijo Bianca—. Nico y yo... —Frunció el entrecejo—. Vivíamos allí. ¡Qué... qué extraño! Se me había olvidado.
—No era la única —Nico hizo una mueca, habia estado bastante tenso desde que se inicio el capítulo y es que vaya con el título que inició como no estarlo. Ahora, la cosa se había tensado más con lo que dijo Dionisio. Nico no se consideraba, tampoco a sus amigos, pero los dioses los veían así, entonces era cuando el concepto de Dionisio hacía ellos le hacia retorcer el estómago.
El fue considerado héroe en la primera guerra, su padre le dijo que era uno, hasta le había dado un premio por ser un héroe. Un premio del cual prefería no hablar con nadie, ni siquiera a Hazel se lo había contando y esperaba que no apareciera en ningún libro. Así que ¿Él era así? ¿Él era vanidoso? No sé consideraba así.
El señor D tenía que revisar una vez más el concepto de héroes que tenía y cambiarlo, porque estaba seguro que muchos no entraban en esa idealización. En especial Will... esperen ¿Por qué pensaba en Will? ¿No debía pensar en Hazel, o Percy? ¿Por qué Will saltó primero en su cabeza? Quizá porque el rubio era un fastidio, no se le despegaba nunca y lo obligaba a comer con sus órdenes del doctor, vaya que era entrometido el rubio. Rodó los ojos sin darse cuenta que un par de ojos azules lo estaban mirando y se desviaron cuando el volvió de sus pensamientos.
—Esto no me gusta —murmuró Zoë—. Deberíamos dirigirnos directamente al oeste. La profecía decía al oeste. —Como si tu destreza para seguir el rastro fuese mejor, ¿no? —refunfuñó Thalia. Zoë dio un paso hacia ella.
Zeus se sorprendió, por la forma en que se llevaban en la sala pensó que habían congeniado comenzando el viaje o así, pero estaba viendo que las peleas continuaban en vez de detenerse. El interior de la Thalia del libro era un caos, estaba furiosa con ella ¿Qué era lo que había sucedido entre esas dos?
Luke miro rápidamente a Zoë, el sentía normal ese comportamiento del libro, seguía sin entender como es que se llevaban ahora, pero sabía que era en parte, o enteramente, su culpa el hecho de que Thalia huyera a la casa. No necesitaba ser adivino para saberlo, solo bastaba ver como le miraba y la electricidad que le daba cada que intentaba tocarla. Se rasco la cabeza con desesperación, una parte de él decía que no importaba que el estaba en lo correcto y que hizo lo mejor, la otra parte decía que todo estaba mal que Cronos le hizo creer en un imposible y el cayo entero.
¿Cómo pudo creer que de verdad un Titán respetaría su palabra y no le haría daño a los mestizos? Fue tan ciego para dejarse engañar. Su cabeza comenzó a doler duramente. Debía ser el estrés, incluso oía zumbidos. Tenía que relajarse, con una noche de sueño bastaría.
—¿Cómo osas poner en duda mi destreza, bellaca? ¡No tienes ni idea de lo que es una cazadora!
—¿Bellaca? —Pregunto más de uno, Zoë les dio una mirada amenazante que les hizo dejar de mirarla.
—Y por eso te dije que debes aprender lenguaje más moderno —Replicó por lo bajo Thalia, Zoë casi gruño por esto pero se limitó a asentir sonando un poco su cabeza.
—¿Bellaca? ¿Me llamas bellaca? ¿Qué narices significa eso?
—Eh, vosotras —dijo Grover, nervioso—. No empecéis otra vez.
—Estaba por darme una migraña —Se quejó Grover —Y los sátiros...—
—¡No tienen migrañas! —Terminaron de decir los demás del campamento y el sátiro asintió conforme. Después se rieron por lo bajo de esto, Apolo sólo negó con la cabeza, estos se tomaban de cualquier pretexto para gritar.
—Grover tiene razón —añadió Bianca—. Washington es nuestra mejor alternativa.
—La mejor alternativa es que ni siquiera estés ahí —Hades comenzaba a estar de los nervios y eso que ni se habían topado con un monstruo, quería que la parte que.mas le iba a doler sólo pasara de una vez y no estar sufriendo a cada segundo.
Bianca lo miro, de verdad se veía preocupado y trataba de buscar en su mente algún recuerdo de él, o de tan siquiera un poco más atrás de estar en aquel internado. No había nada, sólo imágenes que se iban disolviendo en cuanto lograba atraparlas. Era triste.
Zoë no parecía convencida, pero asintió a regañadientes. —Muy bien. En marcha. —Vas a conseguir que nos detengan por empeñarte en conducir —rezongó Thalia—. Yo aparento más que tú los dieciséis.
—Yo tampoco recomendaría que ella conduzca —Murmuró Jason mirando desde su lugar a Percy que miraba atento los libros que Tritón le había hecho aparecer y escuchaba atento como el dios menor le contaba todo lo que decía. Era lindo verlo así, pero de verdad que extrañaba ver al Percy adolescente, ese con quien peleo para sentarse en la punta de la mesa y que al final dejaron a Annabeth a cargo, deseaba haber compartido más con él.
—Quizá —respondió Zoë—. Pero yo llevo conduciendo automóviles desde que los inventaron. Vamos.
—Eso no suena mejor tampoco —Volvió a decir Jason haciendo una mueca, Percy volteo a verlo sonriendo, el instantáneamente hizo lo mismo.
* * *
Mientras continuábamos hacia el sur siguiendo a la furgoneta a vista de pájaro, o mejor dicho, de pegaso, me pregunté si Zoë hablaba en serio.—Ya lo dijo mi yo del libro, Zoë no es de las que bromea —Expresó Artemisa viendo a los campistas curiosos que no terminaban de creerse eso de que las cazadoras eran eternas a menos que cayeran en batalla.
—Y mucho menos con mi edad —Repuso Zoë dándoles malas miradas a los demás, en especial a los hombres.
Yo no sabía exactamente cuándo se habían inventado los coches, pero me figuraba que en tiempos prehistóricos, cuando la gente miraba la televisión en blanco y negro y cazaba dinosaurios.
Las risas no se hicieron esperar de parte de los presentes.
—¡Dinosaurio! ¡Grrr! —Grito Percy haciendo sus manos en garras como si fuera un dinosaurio según él. A los demás les pareció tan aterrador como un gatito bebé queriendo atacar a un oso de peluche.
Los arrullos no se hicieron esperar y el se quedó mirando a todos con las mejillas rojas de la vergüenza, luego se escondió entre los brazos de Tritón que sólo sonrió de lado mirándole. Como le recordaba a Palas, un ser inocente y adorable, sacudió la cabeza mejor no pensar en ello o de verdad le tomaría cariño a Percy. No quería eso.
¿Qué edad tendría Zoë? ¿Y a qué se refería el señor D? ¿Qué mala experiencia habría tenido ella con los héroes?
—Mucha edad —Murmuró Zeus mirando a Zoë, el recordaba bien todo lo que sucedió a pesar de la pobreza de mente que tenían los semidioses. Si, la comparaba con la de un dios, era pobre de mente, al menos en capacidad de retener información. Quizá lo recordaba porque así las moiras lo querían.
Había estado conversando con Atenea, tenían mucho tiempo para hacer eso después de todo no tenían con quien más hablar, sus hijos pasaban de ellos como si fueran la peste. Y ella le decía que había mucho que no recordaba y en cuanto tenía un recuerdo este se iba, a él le pasaba lo mismo, quería recordar los buenos momentos que pasó con Letto la madre de Apolo y Artemisa, pero era imposible sólo oía gritos de ella suplicando, el llanto de bebés y una canción lejana, todo lo demás se iba disolviendo.
Cuando nos acercábamos a Washington, Blackjack empezó a perder velocidad y altitud. Jadeaba.
—¿Estás bien? —le pregunté. «Perfecto, jefe. Podría... cargar con un ejército.»
—Siempre dirán eso, para ellos no hay nada mejor que servirle a un hijo del mar —Susurró Belerofonte recordando a Pegaso, al original, había sido un gran amigo. Se miró las manos como le gustaría cabalgar una vez más a su amigo y quizá pedirle perdón por ser tan idiota como héroe, sólo que no había vuelta atrás el no iría al mundo de los humanos de nuevo. Abrazo sus rodillas contra su pecho viendo como Percy aún leía con Tritón los libros.
Era bueno ser pequeño como él, en este punto la mayoría de las cosas eran incomprensibles y no entendían la maldad que podía tener el mundo, aunque sospechaba que ellos comenzaron a ver eso desde pequeños, en especial cierto chico latino que se la pasaba riendo y sonriendo.
—A mí no me lo parece. —De repente me sentí culpable. Lo había tenido volando durante medio día casi sin parar y a ritmo de autopista. Incluso para un caballo alado, aquello tenía que ser una tremenda paliza. «¡No se preocupe por mí, jefe! Soy un tipo duro.»
—Por muy tipo duro que sea, debe descansar —Concordó Reyna mordiendo su labio, no podía imaginarse que algo así le pase a su pegaso, que tenga que volar tanto. Ella amaba mucho a su pegaso.
Aunque debía de ser verdad, no podía olvidar que Blackjack era capaz de venirse abajo antes de soltar una queja, y no quería que eso sucediera.
—Al menos el piensa en su Pegaso y no como otros héroes —Hablo con amargura Artemisa, que había visto muchos héroes, en especial uno que estaba entre sus filas ahora asiendo mujer, recordaba como casi tuvo que suplicar para que no matara a su cierva. Porque según Heracles eso era lo que Hera quería y así es como debía hacer las cosas, le costó convencerlo sin asesinarlo en el proceso de que la cargara viva hasta donde debía. Ahí ya se podía ver el daño que le habían hecho a él, uno irreparable que comenzó a despuntar de a poco, hasta que se convirtió en un cerdo.
Por suerte, la furgoneta empezó a disminuir de velocidad. Cruzó el río Potomac y entró en el centro de Washington. Yo me puse a pensar en patrullas aéreas, misiles y cosas por el estilo. No sabía cómo funcionarían esos sistemas de defensa; ni siquiera estaba seguro de que un radar militar pudiese detectar a un pegaso, pero tampoco quería averiguarlo con un repentino zambombazo que me borrase del mapa.
—No creo que fuera para tanto —Ares estaba recostado en su trono, desparramado jugando con un cuchillo entre sus manos —Quizá sólo verían un ave grande, ni siquiera un avión. Esas máquinas no son la gran cosa —Chasqueo la lengua.
—Son legados míos o de Atenea en su mayoría los que ayudan a construir eso, así que los semidioses están a salvo de ser vistos por estos, a menos que vayan en un apartado hecho por mortales —Más de uno hizo una mueca ante lo dicho por Hefestos, tampoco es que ellos vayan a montarse demasiado en aparatos de mortales lo que menos querían es que el rey de los cielos los carbonice, o que algún monstruo los ataque en el aire. No convenía.
—Bájame aquí —pedí a Blackjack—. Ya los tenemos bastante cerca.
El pobre estaba tan cansado que no discutió. Descendió hacia el Monumento a Washington, que en realidad es un obelisco blanco, y me dejó sobre el césped.
—Al menos tuvo suerte de que llegara a aterrizar —Poseidón hizo una mueca, después de todo el pegaso también era parte de sus súbditos y les tenía aprecio.
La furgoneta estaba aparcada a pocas manzanas.
Miré a Blackjack. —Quiero que vuelvas al campamento —le dije—. Tómate un buen descanso y dedícate a pastar un poco. Yo me las arreglaré.
—Es preocupante que se quede sólo —Comento Afrodita, pero seria difícil descifrar si hablaba del Percy del libro, o de alguno de las parejas que estaban formándose por la mirada extraviada de la diosa. Ella se veía demasiado afligida por quien fuera.
Ladeó la cabeza con aire escéptico.
«¿Está seguro, jefe?»
—Tú ya has hecho bastante. Me las arreglaré solo. Y mil gracias. «Mil kilos de heno —musitó Blackjack—. Eso estaría bien. De acuerdo, jefe, pero vaya con cuidado. Intuyo que no han venido aquí a ver a un tipo guapo y simpático como yo.»
—Hay que ver que los dos piensan con el estómago a veces —Se burló Leo intentando subir más los ánimos y más de uno río, sólo que el dejo de reír viendo de nuevo la pequeña mochila de Percy ¿Qué misterios guardaría? ¿Seria posible que pueda invocar algún arma grande? Quizá herramientas si abría el cierre correcto, después de todo el niño guardaba un libro cuyas letras aparecían y desaparecían según si estaba despierto o dormido ¿Qué más había?
Le prometí que me andaría con ojo. Blackjack desplegó las alas, se elevó en el aire y trazó un par de círculos alrededor del monumento antes de perderse entre las nubes.
—Al menos ya irá a descansar —Murmuró Polux con el ceño ligeramente fruncido, a todos ellos les habían considerado héroes en la última guerra y era decepcionante saber que para su padre los héroes sólo eran casi que basura, gente que no servía. Quizá su padre se había repensado eso después de la última guerra, esperaba que si.
Observé la furgoneta. Ahora estaban bajándose todos. Grover señalaba uno de los grandes edificios que se alinean frente al National Mall. Thalia asintió y los cuatro echaron a andar azotados por un viento helado.
Annabeth trataba de recordar lo poco que le contaron de esa misión, la única que le contó un poco más fue Thalia, Percy se la había reservado bastante quizá porque se coló en ella y no era algo que pudiera contar a todo el mundo, pero siempre sentía que el se guardaba las cosas. Demasiadas cosas.
Empecé a seguirlos, pero de pronto me quedé petrificado.
Zoë, Thalia y Grover prestaron atención porque ellos recordaban esto, pues el no había llegado directo al National Mall. Sabían lo que les contó, pero estaban seguros que se guardó bastante información. Bianca sólo podía escuchar con atención, ella aún estaba por salir cuando fue traída a ese punto del pasado.
Una manzana más allá, de un coche negro bajó un hombre de pelo gris cortado al estilo militar.
Nico se tensó y Will lo notó: —¿Estás bien?
Nico no contestó solo miraba el libro con atención, los de la misión tenían muecas en el rostro.
Llevaba gafas oscuras y un abrigo negro. Sí, ya sé que en Washington hay tipos así por todas partes. Pero yo había visto aquel coche en la autopista un par de veces. Siempre hacia el sur. Habían seguido a la furgoneta.
—Sabía que nos seguían —Músculo Zoë por lo bajo, Thalia apretó sus manos contra el asiento, se habían estado quejando siempre de lo rápido que iba Zoë, o de como conducía, ahora sabían las razones de ella para hacerlo.
El tipo sacó su teléfono móvil y habló un momento. Luego miró alrededor, como asegurándose de que no había nadie a la vista, y echó a andar por el Mall hacia mis amigos.
Y lo peor de todo: al volverse, lo reconocí. Era el doctor Espino, la mantícora de Westover Hall.
—Mierda —Soltó Nico sin poder contenerse.
—Lenguaje —Regaño Will golpeando ligeramente su hombro, Nico solo se encogió de hombros.
—No es de sorprenderse que diga groserías —Murmuró Demeter viendo a Hades de reojo, este sólo miraba el libro preocupado por su hija y aquel título del capítulo.
* * *
Con la gorra de invisibilidad, seguí a Espino a cierta distancia. El corazón me latía desbocado. Si él había sobrevivido a la caída por el acantilado, Annabeth tenía que haber salido ilesa también. Mis sueños no me habían engañado. Seguía viva, la tenían prisionera.—Es tan hermoso que piense en ella —Afrodita suspiro, pero aunque sonaba encantada su rostro no lo demostraba demasiado.
—¿Te sientes bien? —Hefestos dejo de hacer lo que hacía y la miro directamente, Ares estaba expectante a su respuesta igual que el dios Herrero.
—Si —Contestó vagamente —Sólo es triste que no muchos luchen por el amor que sienten, otros sólo los dejan ir creyendo que es lo mejor —Miro sutilmente hacia Poseidón y luego miro a los demás, nadie entendió muy bien que quiso decir con eso, lo único que sintieron fue su inmensa pena. Como cuando el día se ponía nublado y el cielo casi se ponía a llorar, así se sintieron.
Apolo continúa con la lectura, antes de que la tristeza también le dominara y le estaba costando bastante mantenerla a raya.
Espino se mantenía bastante alejado de mis amigos y hacía todo lo posible para no ser visto.
Grover se detuvo por fin frente a un gran edificio con un rótulo que rezaba: «Museo Nacional del Aire y el Espacio.» ¡El Instituto Smithsoniano! Yo había estado allí con mi madre hacía un millón de años, sólo que entonces todo me parecía mucho más grande.
—¿Museo del aire y el espacio? —Atenea alzo una ceja, en su pequeña mente recordaba el nombre de algunos museos, pero aquel Museo no le sonaba de nada.
Los demás dioses trataban de hacer memoria sobre algún lugar como ese, después de todo los museos solían conservar varias cosas de ellos, o al menos de sus hijos si lo que tenían era más moderno.
—Si mis cálculos no están mal, el edificio está por ser inaugurado el próximo año en el mes de Agosto. Pues estamos en el 45 y el museo será conocido como Museo Nacional del Aire, luego tendrá varios arreglos y se convertirá en uno de los museos más grandes que tiene estados unidos, contiene la mayor colección de aviones y naves espaciales, muchas de ellas donadas luego de la guerra que en este tiempo está terminando —Annabeth escupió la información que le pareció más relevante, se sentía fatiga mentalmente como para soltar datos más exactos.
—A mi me llevo mamá hace unas semanas ¡Fue increíble! —Percy saltó de las piernas de Tritón, aunque luego pareció recordar algo porque hizo una mueca —Al menos la mayor parte de la visita —Volvió al libro que le leía su hermano inmortal.
Los demás querían saber que es lo que no le gusto de la visita, todos habían visitado ese museo al menos una vez en su corta vida y tenían curiosidad por ello, en especial los de Atenea.
(N/A: -Se pone lentes sin graduación y saca un papel- A ver llegó nuestro momento informativo -Se aclara la garganta- ElMuseo Nacional del Aire y el Espacio(National Air and Space Museum) delInstituto Smithsoniano de los Estados Unidos contiene la mayor colección de aviones y naves espaciales del mundo. Además, es un centro de investigación sobre la historia, ciencia y tecnología de la aviación y el vuelo espacial, así como de las ciencias planetarias, la geología terrestre y la geofísica. Casi todos los objetos exhibidos son originales o copias de reserva de los originales. Allí se grabó la películaUna noche en el museo 2. -Toma aire- Además que el edificio fue inaugurado el 12 de Agosto de 1946, luego a este se le fueron anexando más edificios, pero el principal es el que esta en el National Mall, el museo cuenta con Angar para los aviones donde son reparados y guardados, se le agregó un edificio más en el 1952 donado por la comisión nacional de parques de Washington. También cuenta con colecciones que fueron donadas por Corea y por China, las que incluían meteoritos, misiles, hasta cometas y un motor a vapor. En fin hay mucho que decir de este museo, ahora si sigan con lo suyo -Se quita los lentes y guarda el papel- Todo esto es traído gracias a San Google y San Wikipedia, ya hora si, bye )
Thalia tanteó la puerta. Estaba abierto, sí, aunque no había mucha gente que entrara. Hacía demasiado frío y no era época escolar. Los cuatro se deslizaron hacia el interior.
—Cuando es época escolar se llena un montón, sólo puedes mirar todo cuando es vacaciones. Claro si eres de las personas que lo disfruta —Habló Malcolm, sus hermanos suspiraron, a ellos les parecía emocionante estar en los museos el único problema es cuando iban con más gente. Porque la mayoría sólo molestaba en los recorridos y algunas veces hasta los sacaban antes de terminarlos.
El doctor Espino vaciló. Al parecer, no quería entrar en el museo. Dio media vuelta y se encaminó al otro lado del Mall. Con una decisión impulsiva, lo seguí.
Grover se mordió el labio, con que esa era la razón por la que no llegó con ellos rápido y también la razón por la que un zombie los persiguió. Aunque tal vez habría sido peor sin su intervención. Habrían sido comida de León seguro.
Cruzó la calle y subió las escaleras del Museo de Historia Natural. Había un gran cartel en la puerta. A primera vista leí: «Cerrado por las fieras.» Luego deduje que tenía que ser «fiestas».
La mayoría hizo una mueca, la dislexia era un problema siempre con esos carteles. A pesar que más de uno temia que quizá el no leyó tan mal como creía, porque después de todo Espino se dirigía a ese lugar.
Entré tras él y lo seguí por una gran sala llena de esqueletos de dinosaurio y mastodontes. Se oían voces al fondo, tras unas grandes puertas. Fuera había dos centinelas.
Ares y Hades fruncieron el ceño, eso de los huesos junto con los malos no les gustaba para nada, en especial esos de dinosaurio. Ellos no solían coincidir en demasiadas cosas, pero una idea comenzaba a cruzar por su cabeza, una poco agradable que esperaban no se cumpla.
Le abrieron a Espino y tuve que apresurarme antes de que las cerraran. Lo que vi allí dentro era tan espantoso que casi se me escapó un grito, lo cual seguramente me habría costado el pellejo.
—Es mejor que sea cuidadoso —Murmuró Ana hija de Venus mordiéndose las uñas de la preocupación, no le agradaba nada esa estadía ahí. A ella también la habían atacado cerca de un museo, no recordaba demasiado sólo que terminó enterrada entre vasijas rotas hasta que Chris la jalo del brazo.
—Lo está siendo —Chris hijo de Marte a su lado chaqueo la lengua, el probablemente no había visto que ella estuviera en peligro en esa ocasión, pero ella si y lo vio como su héroe sólo por un momento, antes de que Chris fuera Chris y decidiera llamar la atención del cíclope. A veces era idiota.
Me hallaba en una enorme estancia redonda, con una galería que la rodeaba un metro por encima del suelo. En aquella galería había al menos una docena de guardias mortales, además de un par de monstruos: dos mujeres-reptil, cada una con dos colas de serpiente en lugar de piernas. Las había visto en otra ocasión. Annabeth las había llamado dracaenae de Escitia.
—Por eso le caen tan mal —Mascullo Annabeth entre dientes.
Pero eso no era lo peor.
—¿Hay algo peor? —Poseidón ya estaba angustiado y aún ni llegaban a la parte que decía el título.
Apolo se apresuro a leer porque también estaba ansioso de saber que era lo peor que había en esa habitación.
Entre las dos mujeres-serpiente —y habría jurado que mirándome— estaba mi viejo enemigo Luke.
—No, eso es poco probable —Lou entrecerro los ojos —Los hijos de Hecate solemos ver lo que es invisible para los mortales mucho mejor que otros semidioses, en especial a través de la niebla y ni aún así no podemos ver a Annabeth cuando se pone la gorra —
Los murmullos comenzaron pues Lou Ellen tenía razón, sólo que si recordaban la guerra pasada el titán se había hecho del cuerpo de Luke, así que probablemente en este punto ya estaba dentro y quizá una parte del titán si pudiera ver a Percy, esperaban que no. Aún así, Apolo siguió porque si no su ansiedad lo iba a matar antes que al tío Poseidón le mate la suya.
Tenía un aspecto terrible: la piel lívida como la cera y el pelo —antes rubio— casi del todo gris, como si hubiera envejecido diez años en unos meses.
Luke hizo una mueca eso era horrible, Chris sólo sacudió la cabeza el recordaba como es que había comenzando esa transformación mientras más escuchaba a la voz de Cronos y el como cambio, hasta que hizo eso. El titán decía que sólo se vería así por un tiempo, hasta que su cuerpo comenzará a aceptarlo del todo, lo que nunca le dijo a Luke fue que su alma se consumiría en cuanto todo terminará.
Aún conservaba el brillo colérico de sus ojos, y también la cicatriz de la mejilla, donde un dragón lo había arañado una vez. Pero la cicatriz tenía ahora un feo color rojizo, como si se le hubiese vuelto a abrir hacía poco.
Luke se acaricio la cicatriz por inercia, siempre había querido desaparecerla, ahora la aceptaba más que antes, sentía merecerla. Aún así le preocupaba lo que decía el libro ¿Se volvió a abrir la herida? Tendría que haber sido algo muy grave lo que le estuviera pasando como para que esta se reabra siendo que sólo era una cicatriz de una antigua herida.
Junto a él, sentado de modo que las sombras lo ocultaban, había otro hombre. Lo único que le veía eran los nudillos, aferrados a los brazos dorados de su silla, que parecía un trono.
Zoë se irguio en su asiento alerta, apretó los labios mientras que su mano aprisionaba con fuerza su arco con sus flechas. Sintió una mano rozar con la suya, giro levemente a ver quien era, pronto estaba cruzando miradas con Thalia que sólo le sonrío de modo compresivo, ella asintió más tranquila mirando al frente una vez más. Las dos sabían de quién se trataba ese hombre y lo que representaba.
—¿Y bien? —preguntó el hombre de la silla. Su voz era igual que la que había oído en mi sueño: no la voz espeluznante de Cronos, sino más profunda, más grave, como si la tierra misma se hubiera puesto a hablar. Su resonancia llenaba la sala pese a que no estaba gritando.
Los de la sala de tronos pusieron miradas sombrías, esa sola parte de toda la lectura les recordó su precaria situación que dejaron antes de estar ahí. Nunca es bueno que alguien tenga una voz como esa, lo peor es que más de uno iba a dudar de que alguno pudiera olvidar una voz como esa.
—¿Por qué todos están así? —Percy no había prestado mucha atención a lo que decía la lectura y no sabía porqué el rostro sombrío de los demás mestizos.
—Porque apareció el villano de la lectura —Susurro Tritón a su oído, Percy lo miro.
—Pero entonces el héroe debe acabarlo ¡El malo no puede ganar! —Algunos le sonrieron con simpatía. Lo que el olvidaba es que el era el "héroe " de aquel libro y que como a casi todos los héroes, las victorias costaban a veces un precio que era muy alto.
El doctor Espino se quitó las gafas oscuras. Sus ojos de dos colores, marrón y azul, relucían de pura excitación. Después de una rígida reverencia, habló con su extraño acento francés.
—Están aquí, General.
—Demonios —Mascullo más de uno sumergiéndose en la historia y dejando los pensamientos de la guerra que estaban teniendo en el futuro de lado. Más que nada para no arruinar el ambiente y el humor de Percy que estaba muy bien luego de todo lo que le estaba pasando en su realidad.
—Eso ya lo sé, idiota —respondió el hombre con voz tonante—. Pero ¿dónde?
—En el museo de cohetes. —El Museo del Aire y el Espacio —corrigió Luke con irritación.
Annabeth casi soltó una risa, ella le corrigió un montón de veces el nombre a él mismo, estaba segura que si no fuera por eso el también le seguiría diciendo museo de cohetes. Luke lució una sonrisa nostálgica ante el recuerdo de ella cuando iba hasta él después del entrenamiento, o en cualquier momento a leerle alguno de sus libros o descubrimientos cuando era pequeña. Eso era tan lejano en este momento.
Miro la daga aún envuelta que estaba a un lado de él y no podía dejar de pensar en eso, en que lo que más quería proteger, seguro fue lo que más destruyó en el futuro solo porque el quería algo mejor para todos. El camino había sido errado.
El doctor Espino le lanzó una mirada furibunda.
—Como usted diga, señorrrrr... Me dio la sensación de que habría preferido traspasarlo con una de sus espinas.
—Claro que eso debe querer —Luke paso sus dedos sobre la tela que cubría la daga. Muchos monstruos se lo quedaban mirando como un excelente aperitivo mientras estaba en el yate, se imaginaba que para Espino era igual, después de todo que un mestizo les diga que hacer iba contra todo en lo que ellos creían. Y la única razón por la que no mataban a los mestizos, era porque Cronos lo decía así.
—¿Cuántos? —preguntó Luke.
Espino fingió no haberlo oído. —¡¡¿Cuántos?!! —insistió el General.—Cuatro, General. El sátiro, Grover Underwood. La chica con el pelo negro en punta y con ropa... ¿cómo se dice?... punk, armada con ese escudo espantoso...
—¡Hey! ¡Mi escudo no es espantoso! —Grito Thalia casi en un gruñido.
—Oh vamos, que si lo es —Perseo rodó los ojos —Tiene a medusa Thalia —Ella frunció el ceño y lo miro mal.
—Estoy segura que Espino no lo decía por eso —Se cruzo de brazos cual niña pequeña molesta. Los demás sólo dejaron de verla, puede que ella tuviera razón, que Espino lo dijera más porque no dejaba que los monstruos le atacaran con tranquilidad que por la Medusa grabada en el metal.
—Thalia —dijo Luke. —Y otras dos chicas... cazadoras. Una de ellas con una diadema de plata. —A ésa la conozco —gruñó el General.
—Y cómo no la iba a conocer —Habló por lo bajo Lina Adara mientras pasaba su mano por su bolsillo, era bueno que todos estuvieran distraídos, esperaba siguieran así hasta mañana, o más tarde, aún tenía uno que servía y vaya que le sacaría provecho.
Todo el mundo se removió incómodo.
—Déjeme apresarlos —le rogó Luke al General—. Tenemos más que suficientes... —Paciencia —replicó el General—. Ya deben de estar bastante ocupados. Les he mandado un compañero de juegos para entretenerlos.
Thalia, Zoë y Grover gruñendo por ello, los demás sólo estaban ahora más preparados que antes pensando en que es aquello que los estaba entreteniendo. Zeus sólo sentía que su hija estaba alterada y agitada, algo grande les debía estar siguiendo y cazando, como si fueran simples ratones. Esperaba que nada le pase a su hija.
—Pero...
—No podemos arriesgarte, muchacho. —Eso es, muchacho —dijo Espino con una cruel sonrisa—. Usted es demasiado frágil. Déjenme que acabe yo con ellos.
Luke apretó los dientes, el no era débil y menos frágil, si sabía que su yo del libro no estaba bien pero no era como para que se lo eche en cara. Casi quería meterse ahí dentro y destrozar el mismo a Espino, sólo que eso no es podía.
—No. —El General se alzó de su silla y entonces pude echarle un vistazo. Era alto y musculoso, con la piel levemente bronceada y el pelo oscuro peinado hacia atrás. Vestía un traje de seda marrón de aspecto muy caro, como los que llevan los tipos de Wall Street, aunque nadie lo habría tomado por un broker.
—Eso sería hasta un trabajo demasiado noble para él —Escupió por lo bajo Phoebe quien aún no se sacaba de la cabeza su plan para acabar con los Stoll.
Tenía un rostro brutal, hombros enormes y manos capaces de partir en dos el mástil de una bandera. Sus ojos eran como piedras. Tuve la sensación de estar mirando una estatua viviente. Resultaba asombroso que pudiera moverse.
—Quizá porque siempre le han visto como una estatua —Se interrumpió Apolo sin dejar de mirar el libro, los que aún no comprendían de quien hablaban cuando decían el General, se le quedaron mirando sin entender.
—Ya me has fallado una vez, Espino —tronó. —Pero General... —¡Sin excusas!
—Antes le está dejando vivir demasiado —Mascullo entre dientes Zoë, aún recordaba a los que le llegaban a molestar o a fallar al General, acababa con ellos de inmediato, sin contemplaciones, sólo los exterminaba y ya. No le importaba nada, ni nadie, más que el mismo.
Espino retrocedió un paso. Yo lo había considerado un tipo espeluznante cuando lo vi por primera vez con su uniforme negro en la academia militar de Westover. Ahora, en cambio, de pie ante el General, parecía un novato patético. El General sí impresionaba. No necesitaba uniforme. Era un líder nato.
—Y como no serlo siendo lo que es —Mascullo más de un dios mirando a los mestizos que fueron en esa misión, no se querían ni imaginar como fue la batalla contra él. Ahora estaban más que seguros que de por sí era un milagro que la mayoría de ellos saliera con vida.
—Debería arrojarte a las profundidades del Tártaro por tu incompetencia —dijo—. Te mando a que captures al hijo de uno de los tres dioses mayores y tú me traes a una esmirriada hija de Atenea.
—¿Hijo de los tres mayores? —Percy miro a los demás sin entender. Nadie le respondió su incógnita, Tritón distrajo su atención al libro una vez más.
Bianca trago saliva ¿Se estaba refiriendo a ella y a Nico? ¿O a Percy? Lo más probable es que a los tres, después de todo los monstruos quizá hubiesen sabido de su ascendencia antes que nadie más. Porque Espino les veía demasiado tiempo cuando estaban en el internado.
—¡Pero usted me prometió una oportunidad para vengarme! —protestó Espino—. ¡Y una unidad para mí!
—Vengarse ¿De qué? —Gruño Sofía por lo bajo —Los que deberían buscar venganza somos los mestizos, ellos nos atacan y nos matan por su mero entretenimiento —Bufo.
Los héroes antiguos se miraron entre sí y luego a un hijo de Poseidón que estaba muy quieto en su lugar. Las palabras no habían sido para él, pero vaya que dolieron, porque el si que atacaba a los monstruos por diversión en un principio ¿Él era un monstruo peor que los reales? Quizá y más que nunca el debía alejarse de quien le profesaba cariño.
—Soy el comandante en jefe del señor Cronos —dijo el General—. ¡Y elegiré como lugartenientes a quienes me ofrezcan resultados! Sólo gracias a Luke logramos salvar en parte nuestro plan. Y ahora, Espino, fuera de mi vista. Hasta que encuentre alguna tarea menor para ti.
—Uh golpe justo en el ego —Se burlaron unos cuantos hijos de Apolo/Febo y de Hermes/Mercurio haciendo reír un poco a los demás.
Espino se puso rojo de rabia. Creí que iba a empezar a echar espumarajos o disparar espinas, pero se limitó a inclinarse torpemente y abandonó la estancia.
—Es idiota, pero no tanto como para enfrentarse a alguien como él —Poseidón ya estaba mordiéndose la mejilla en su parte interior pensando en que su hijo tendría que verse con ese, justo con eso —Percy ¿Por qué no vienes aquí? —Llamo al niño, este ladeo la cabeza mirándole desde las piernas de Tritón —Ven con papá —
—No, estoy mirando libros —Poseidón se llevo la mano al pecho, los demás casi se ríen. Percy había rechazado al gran nuevo rey por unos libros. Tritón sonrió malvado y abrazo a Percy posesivo.
—Mejor ven aquí Percy, tengo un libro aquí también —Ahora Apolo intento robarse al pequeño príncipe del mar. Percy lo observó en silencio un momento.
—No, tu libro no tiene dibujos de animales —Apolo se tumbo dramático contra su trono, los demás aguantaban la risa.
—Entonces ¿Me eliges a mí por los libros? —Pregunto Tritón.
—No es por eso, tu no me aprietas como ellos. Es molesto que te abracen tan fuerte —Se quejo el niño acomodándose bien en las piernas de Tritón, los dos dioses parecían haber perdido una pelea de boxeo por nocaut y el ganador era Tritón, que sólo sonrió volviendo a mostrarle el libro.
—Creo que nuestro narrador murió —Hermes levantaba la mano de Apolo y la dejaba caer, este estaba llorando en su trono, un niño de siete años le había vencido —Bien, creo que seguiré —Tomo el libro mientras el otro murmuraba algo de que su pequeño paciente no le quería.
—Bien, muchacho —dijo el General, mirando a Luke—, lo primero que hemos de hacer es separar de los demás a la mestiza Thalia. El monstruo que buscamos acudirá entonces a ella.
—¿Por qué acudiría a ella? —Artemisa frunció el ceño, había estado divertida viendo como Percy rechazaba a su tío y a su hermano, pero ahora volvía a lo serio. Intuía que el monstruo no iba a ir exactamente detrás de Thalia, lo haría más bien por el pequeño que ahora leía con su hermano inmortal. Después de todo el le salvó la vida. El General si que estaba equivocado pensando que por tener a Thalia o a los Di Angelo obtendría a la bestia que podía derrotar a los dioses, siendo que esta era más del dominio de su tío Poseidón.
—Será difícil deshacerse de las cazadoras —dijo Luke—. Zoë Belladona... —¡No pronuncies ese nombre!
Zoë sólo seguía serie, sabía que después de que la echaran su nombre prácticamente se convirtió en un tabú, que lo habían desaparecido de todas las historias y de las memorias de quien más pudieron. Fue repudiada por todo el mundo gracias al General.
Luke tragó saliva.
—P... perdón, General. Yo sólo... El General lo hizo callar con un gesto. —Déjame mostrarte, muchacho, cómo derrotaremos a las cazadoras.
Hades y Ares se hicieron hacia adelante poniendo más atención al libro. Zeus apretaba los dientes, su frente comenzaba a sudar, sea lo que fuere que estuvieran haciendo su hija y los demás no le iba a gustar para nada. Hera sólo trataba de actuar gélida, podía sentir la sangre en los oídos, la adrenalina corría por su sangre, el muchacho estaba esforzándose incluso estando solo de pie sin que lo notaran, esfuerzo por no ser notado y por no querer estallar ahí mismo contra los de Cronos, eso alimentaba a Hera.
Señaló a un guardia que se hallaba en el nivel inferior de la estancia.
—¿Tienes los dientes? El tipo se adelantó pesadamente con una vasija de cerámica. —¡Sí, General!
Ares y Hades se miraron antes de comenzar a soltar improperios en idiomas que ni siquiera existían ya. Hestia se los quedo mirando con una ceja alzada hasta que se callaron sin que les diga nada. No era lindo tener a la nueva reina enojada.
—Plántalos —le ordenó.
En el centro de la sala había un gran círculo de tierra, donde supongo que estaba previsto exponer un dinosaurio. Observé con inquietud al guardia mientras extraía de la vasija unos aguzados dientes blancos y los iba hundiendo en la tierra. Luego alisó la superficie ante la gélida sonrisa del General.
—¿Serán lo que creo que son? —Murmuró Hazel mirando a Frank, este trago saliva y parpadeo, si eran aquello sus amigos no tenían escapatoria alguna. El aún recordaba lo que había hecho gris con aquellos monstruos, hasta tenía pesadillas con eso, en las que Gris lo atacaba a él por una orden mal dada.
Clarisse frunció ligeramente el ceño, conocía esos dientes a la perfección. Eran muy sabidos en la cabaña de Ares que sólo unos cuantos podían recibir aquellos dientes, así como armas hechas por el mismo Dios de la guerra. Así que ahora estaban viendo el porque de que haya tan pocos de aquellos dientes.
El guardia retrocedió y se sacudió el polvo de las manos.
—¡Listo, General! —¡Excelente! Riégalos, y luego dejaremos que sigan el rastro de su presa. El guardia asió una pequeña regadera decorada con margaritas que resultaba más bien incongruente, porque no era agua lo que salía de ella, sino un líquido rojo oscuro. Y me daba la sensación de que no era ponche de frutas.
—Sangre —Ares se hizo hacia adelante apoyando sus codos en sus piernas para atender bien a la lectura —Eso revivirá a lo que perteneciera ese diente, pero si se equivocan puede salir otra cosa —
Gatito resonó una voz en la cabeza de Annabeth, esta se sobo las sienes ¿De quién era esa voz? Y porque le parecía que el "gatito" no era exactamente un "gatito" trato de actuar con tranquilidad y no perturbar la poca paz que tuvieran sus amigos.
La tierra empezó a burbujear.
—Muy pronto, Luke —dijo el General—, te mostraré tales soldados que harán que resulte insignificante el ejército que tienes en ese barco. Luke apretó los puños. —¡Me he pasado un año entrenando a mis fuerzas! Cuando el Princesa Andrómeda llegue a la montaña serán los mejores...
—¡Ja! Nada se compara a los soldados que saldrán de ahí si es que son los dientes correctos —Casi se jactó Ares, Hades gruño claro que serian los mejores, ellos ya estaban muertos, no sentían dolor y no podían volver a morir a menos que; o uno de sus hijos los derrote, o hayan cumplido con su cometido y el dudaba que Bianca supiera que tenía ese poder si ni sabía que era su hija. Estaban en peligro si eran los dientes correctos.
—¡Ja! —soltó el General—. No niego que tus tropas puedan convertirse en una magnífica guardia de honor del señor Cronos. Y tú, naturalmente, tendrás un papel que desempeñar... Me pareció que Luke palidecía aún más.
El Luke de la sala también palidecio, había escuchado de esos planes pero siempre había confiando en que hallarían alguna otra forma de llegar al punto de la resurrección sin que el sea el contenedor. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando recordó los libros que estuvieron leyendo para preparar su cuerpo para aquello y por el aspecto que tenía en el libro, probablemente ya había hecho aquello. No le gustaba.
—... pero bajo mi liderazgo, las fuerzas del señor Cronos se verán multiplicadas por cien. Seremos incontenibles. Mira, ahí están mis máquinas más mortíferas.
Todos estaban expectantes a ver u oír sobre cuál era el arma más mortífera que pudiera tener ese ejército. Los que estaban en la primera guerra en el mestizo fruncian el ceño, el única arma mortífera que recordaban era el Drakon y aún no era momento de su aparición, además que Percy sólo había dado detalles mínimos de la misión. Sólo un informe básico, así que no sabían que esperar de esto.
La tierra sufrió una especie de erupción, e impulsivamente me eché atrás.
Los demás se hicieron hacia adelante, para saber lo que pasaría, casi caían de sus cojines sobre sus pequeñas mesas.
En cada punto donde habían plantado un diente surgía ahora una criatura de la tierra. La primera emitió un sonido:
—¡Miau! Era un gatito.
—¡¿Un gato?! —Los jóvenes se echaron a reír ¿Esa era el gran arma mortífera, pero a Hades y Ares no les hizo gracia alguna, estaban seguros de que si tenían los dientes correctos.
—Gato ¿Dónde? —Percy se distrajo del libro.
—Aquí ¿ves? —Tritón le mostró un dibujo de un tigre dientes de sable, el niño volcó su atención ahí dejando que Hermes vuelva a la lectura después de darle una mala mirada a todos.
Y después porque no querían leer.
Un cachorro anaranjado con rayas de tigre. Luego apareció otro, y otro, hasta una docena, y todos se pusieron a jugar y revolcarse por la tierra.
Más de uno soltó un arrullo imaginando la escena de un montón de gatitos jugando entre sí.
Todo el mundo los miraba sin dar crédito. El General rugió:
—¿Qué es esto? ¿Gatitos de peluche? ¿De dónde has sacado esos dientes? El guardia que los había traído se encogió de pánico. —¡De la exposición, señor! Como usted me dijo. El tigre dientes-de-sable...
—Idiotas —Mascullo Ares entre dientes, los mortales eran tan estúpidos a veces.
—¡No, idiota! ¡Te he dicho el tiranosaurio! Recoge esas... esas pequeñas bestias infernales y sácalas de aquí. No vuelvas a presentarte ante mí nunca más. El tipo estaba tan aterrorizado que se le cayó al suelo la regadera. Recogió los gatitos y salió corriendo.
—¿Qué les sucedió a los gatitos? —Fue la pregunta general mirando a los de la misión.
—Nunca llegamos a ver a alguno de ellos —Dijo Thalia —Sólo supimos de su existencia porque Percy nos los dijo —Miro a Annabeth, esta asintió. Percy le había contado eso, aunque claro no le dijo que estaba solo cuando los vio.
Todos se quedaron un poco perdidos ¿Qué habría sido de los gatitos?
—¡Tú! —El General señaló a otro guardia—. Tráeme los dientes que he pedido. ¡Ahora!
El tipo se apresuró a cumplir sus órdenes. —Imbéciles —murmuró el General.
—Eso le pasa por trabajar con mortales —Apolo se acomodo bien en su lugar, luego sintió una mirada penetrante en él —... que no saben hacer sus cosas y son malos, eso —Se corrigió enseguida sintiendo que la mirada se iba. Su oráculo podía dar miedo si quería.
—Por eso yo no utilizo mortales —dijo Luke—. No son de fiar.
—Tampoco usar mestizos es buena idea, tampoco son de fiar —Clarisse le lanzo una mirada de muerte al rubio, en alguna otra ocasión el se la habría devuelto, pero ahora no sentía ánimos de eso así que sólo la ignoro.
—Son débiles de carácter, fáciles de sobornar, violentos —corroboró el General—. Me encantan.
—Felizmente no todos son así —Perséfone miraba a Bianca que apretaba sus manos sobre su regazo ¿Por qué huía tanto de su hermano hasta el punto de irse a la caza? No la entendía, había tratado de comprenderla, pero no podía. Miro a su madre, recordaba que ella también había huido de un ser querido, pero ella tuvo sus motivos ¿Cuáles eran los de Bianca?
Un minuto después, el guardia regresó a toda prisa con las manos llenas de grandes y aguzados colmillos. —Magnífico —dijo el General. Se subió a la barandilla de la galería y desde allí saltó, elevándose seis metros por los aires.
Todos volvieron a hacerse hacia adelante expectantes a lo que pasaría, Thalia, Zoë y Grover sólo hacían muecas ante eso. Zeus en cambio ni quería saber de un nuevo peligro para su hija, suficiente con el que tenía que correr ya sin salir en el texto.
Al caer, el suelo de mármol se resquebrajó por el impacto. Hizo una mueca y se masajeó el cuello.
—¡Mis malditas cervicales! —¿Una almohadilla caliente, señor? —le ofreció el guardia—. ¿Una tableta de paracetamol?
—De tanto estar en la misma posición, una que seguramente volverá a tomar en el libro y nunca dejará en la nueva realidad —Poseidón ya se veía repuesto del rechazo de su pequeño hijo que seguía con Tritón mirando los libros y oyendo historias de animales. Era un ser inocente.
—¡No! Ya se me pasará. —Se sacudió su traje de seda y le arrebató los dientes al guardia—. Lo haré yo mismo.
Sostuvo un diente y sonrió.
—Dientes de dinosaurio... ¡ja! Estos estúpidos mortales ni siquiera saben que tienen dientes de dragón en su poder. Y no de cualquier dragón. ¡Estos dientes proceden de la antigua Síbaris en persona! Nos vendrán de perlas.
—Si es lo que pensábamos —Susurro Frank a Hazel, esta se estremeció. Si que estaban en aprietos, se preguntaban como salieron de eso.
Nico hizo una mueca apretando sus manos contra el asiento recordando su incidente en el comedor y la gran grieta que abrió en el suelo, así que de ahí habían salido esos zombies.
Los plantó en la tierra. Una docena en total. Recogió la regadera y roció el suelo de líquido rojo. Luego la dejó a un lado y abrió los brazos.
—¡Alzaos!
Más de uno apretó los dientes aún esperando lo que saldría aunque con el título del capítulo podían darse una clara idea de aquello.
El suelo tembló. El esqueleto de una mano surgió disparado de la tierra y apretó el puño.
El General levantó la vista hacia la galería.
—Deprisa, ¿tenéis el rastro? —Sssssí, señor —dijo una de las mujeres-serpiente, y sacó una faja de tela plateada, como la que llevaban las cazadoras.
—Demonios —Mascullo más de uno y las cazadoras maldijeron por lo bajo, seguramente la habían conseguido cuando se aparecieron en el risco.
—Magnífico —dijo el General—. En cuanto mis guerreros huelan el rastro, perseguirán a su propietaria sin descanso. Nada los detendrá: ningún arma conocida por los mestizos o las cazadoras. Harán trizas a las cazadoras y sus aliados. ¡Pásamela!
Zoë miro de reojo a Bianca que apretaba la daga que tenía en su cinto con nerviosismo, Thalia también la veía. Claro que recordaban que ella le había atacado con un cuchillo y lo había hecho desaparecer, en ese momento no se explicaban bien el porque, pero ahora lo entendían no había sido exactamente por el ataque era más bien por la voluntad de Bianca, ella había deseado que el esqueleto desaparezca y eso hizo. Pues obedecían a los hijos de Hades por sobre las órdenes de quien los revivió.
En ese momento surgieron los esqueletos de la tierra. Eran doce, uno por cada diente plantado por el General. No eran como los esqueletos de plástico de Halloween, ni como los que habrás visto en las películas de serie B. A éstos les creció la carne hasta que se convirtieron en hombres. Hombres de piel grisácea, con ojos amarillos y ropa moderna: camisetas grises sin mangas, pantalones de camuflaje, botas de combate. Si no los mirabas de cerca, casi podías creer que eran humanos. Pero tenían la piel transparente y sus huesos relucían debajo con un brillo trémulo, como imágenes de rayos X.
Frank y Hazel se veían preocupados, ahora entendían porque Percy no parecía confiar del todo en Gris y de lo que podía hacer. Vieron a Ares un momento, se preguntaban cuánto se sorprendería si veía que que el le había dado a Frank esos mismos dientes, aunque sólo fueron tres de ellos ¿Gris habría sido uno de esos soldados que atacaron a Percy? No lo sabían.
Uno de ellos me miró con una expresión helada, y comprendí en el acto que ninguna gorra de invisibilidad iba a despistarlo.
—Están muertos y como tales pueden ver cosas más allá de la carne y la magia —Hades apretaba las mangas de su trono y los dientes, no le gustaba la idea de que su hija prácticamente desmemoriada sea perseguida por todo Nueva York por un montón de esqueletos que aún no sabía que podía controlar.
—Todo saldrá bien ahora —Susurro sutilmente Perséfone tomando su mano, el respiro hondo. Ella había dicho ahora, eso le hizo tener un mal sentimiento porque sabía que su hija moriría en alguno de esos capítulos o libros y pensar en tener que ver otro juicio de sus hijos le destruía un poco. Pero como dijo ella, ahora, ahora podía hacer que eso no llegue de momento, que se alargue un poco más, retrasar el sufrimiento de un hijo perdido.
La mujer-serpiente había arrojado la faja, que revoloteó lentamente por el aire hacia la mano del General. En cuanto él se la entregase a los guerreros, saldrían en busca de Zoë y los demás, y no cejarían hasta aniquilarlos.
Artemisa mordió su labio mirando a su teniente de ese tiempo, esta sólo tenía el ceño fruncido. No recordaba que la persiguieran a ella, había sido más a Percy quien atacaban, entonces ¿Por qué decía que era a ella? Y si ella recordaba eso, sólo que pocos lo sabían, porque era un regalo que ella guardaría por siempre, aún si la realidad cambiaba.
No tuve tiempo de pensarlo. Corrí y salté con todas mis fuerzas, chocando con los guerreros y atrapando la faja en el aire.
—¿Qué significa esto? —bramó el General.
—Así que el lo hizo —Zoë suspiro, Percy había decidido desde ahí que no quería que la maten, ni a ella ni a los demás. Quería salvarla a ella, aún después de todo lo mal que le había tratado ¿Por qué el tenía que ser así?
Aterricé a los pies de un guerrero-esqueleto, que silbó como una serpiente.
—Un intruso —tronó el General—. Un enemigo cubierto de tinieblas. ¡Sellad las puertas! —¡Es Percy Jackson! —gritó Luke—. Tiene que ser él.
—Vaya detective resultaste —Chris sonó algo fastidiado y Luke sólo siguió en silencio, aún no entendía la actitud de Chris, por momentos estaba bien y al otro estaba queriendo matarlo ¿Qué le pasaba? ¿Qué tanto daño le había hecho? Lo mismo a los demás, porque eran especialmente sus hermanos quienes le ignoraban más. Excepto Travis y Connor, pero eso era porque le querían para sus planes.
Corrí hacia la salida. Oí el ruido de un desgarrón y vi que el guerrero-esqueleto me había arrancado un trozo de la manga.
Más de uno soltó un juramento por lo bajo, maldiciendo que lo hayan logrado agarrar, otros se mordian las uñas de la ansiedad por saber que pasaría ahora que iban a ser perseguidos por esos zombies, o esqueletos guerreros, o lo que fueran.
Cuando volví la vista, se había pegado a la nariz el trozo de tela y lo husmeaba a conciencia.
—Esqueleto acosador —Se burló Leo, haciendo reír un poco a los demás. Ese era su fuerte, hacer que los demás se rían.
Luego se lo pasó a los otros. Habría querido chillar de pánico, pero no podía. Me colé entre las puertas un segundo antes de que los centinelas las cerrasen de golpe a mi espalda.
Y luego corrí.
—Y se acabó el capítulo —Hermes puso un marcador en el libro y se lo dio a Apolo.
—Mi hijo siendo cazado por esqueletos, perfecto —Poseidón se pasó las manos por la cabeza y miro al pequeño Percy que estaba frotando sus ojos con sus manitos.
—Bien, ya es algo tarde así que debemos cenar y luego ir a dormir —Mandó Hestia, algunos se quejaron pues querían seguir con la lectura y saber que sucedía.
—Ve con Jason a comer —Tritón bajo con delicadeza al pequeño y lo puso en el suelo, eso bastó para despertarlo porque corrió en un santiamén hacia el rubio.
—Hola ¿Estaban interesantes los animales? —Jason lo tomo de la mano mientras tomaban su mochila y salían de la sala.
—Si, también los dinosaurios ¡Son geniales! —El sonreía mientras caminaban, aunque sentía una mirada nada amistosa sobre él.
—Vamos Luke —Chris arrastró al rubio al comedor.
—¿Tanto daño te hice? —Pregunto Luke —Porque por momentos te dejas llevar por tu resentimiento —
—No me hiciste daño Luke, no al menos de forma directa —Lo vio de reojo —Pero hay traiciones que aún no puedo olvidar —Luke parpadeo ¿De qué manera le había traicionado? —Vamos a comer y cuéntame que querían Travis y Connor —
—Ya lo sabrás en su momento —Sacudió la cabeza.
—Y todo se irá acomodando de a poco —Hal miro hacia el ahora cielo nocturno que les presentaba el Olimpo —Y que sea lo que nuestras señoras quieran, aunque aún no me han dicho el precio que tu pagarás —Un viento refrescante soplo por el lugar, Percy pequeño río con fuerza a lo lejos —Ojalá no sea mucho —Camino siguiendo a los demás hasta el comedor.
