¡Hola! Es la primera vez que pruebo con un UA pero bueno… es un especie de regalo para una amiga así que espero que me digáis si es o no interesante… si no tendré que inventarme otro argumento : - ). Eso sí, aviso que no tiene nada de magia… más bien se centra en el tema de la informática (mi amiga es forofa jejejeje)

Todo pertenece a JK Rowling, La Warner y a cualquiera que haya pagado los derechos…

Bueno, a ver qué tal…

Aio!

Mi cabeza… - la figura de un hombre joven se acomodaba con bastante dificultad hasta quedarse sentado en una amplia cama. Lentamente puso sus dos manos a ambos lados de la cabeza para poder contener el martilleo constante que le mareaba. Volvió a cerrar fuertemente los ojos hasta ver unas pequeñas lucecitas. Estiró con fuerza el cuello hasta oír un pequeño crujido; seguramente ahora mismo tendría un tirón. Terminó dando unos giros con el cuello para poder relajarse totalmente. Abrió los ojos lentamente hasta intentar enfocar algo del sitio en el que se encontraba. Instantáneamente se dio cuenta de que todo estaba borroso – Mierda – no estaba seguro de porque susurraba pero, teniendo en cuenta que todo estaba oscuro y que su cabeza le dolía como si el metro le hubiese pasado por encima, creyó que era una buena idea. Y esa sería la primera vez que tenía una buena idea seguramente. Lentamente acercó su mano derecha buscando una pequeña mesilla. Estaba sentado en una cama, así que como mínimo tendría que haber una. Para asegurar tan brillante deducción la palma de su mano se encontró con una superficie plana de madera. Lentamente la movió hasta encontrar su objetivo; unas gafas. Estaban perfectamente guardadas en su estuche abierto – Así que necesito gafas – murmuró a la vez que las recogía. No recordaba necesitarlas. Ahora que lo pensaba fríamente ni siquiera recordaba dónde estaba, ni lo que había hecho ayer… ni siquiera lo que había estado haciendo estos últimos años. De repente apretó la mandíbula. Ni siquiera se acordaba de su nombre… ¿quién era? Se apretó las sienes con sus manos dejando sus gafas caer encima de la cama. ¿Cómo podía haberse olvidado de quién era? - ¿Qué demonios está pasando aquí? – de repente, como la promesa de una futura respuesta, una figura se movió a su lado. No estaba solo. Su primera reacción fue apartar las sábanas con un movimiento rápido y bastante rudo. Y ahí la descubrió. Era una mujer.

¿Harry? – su voz era dulce pero para su mente no significaba nada. No reconocía ese timbre ni siquiera el tono tan sugerente con el que le había hablado. ¿Es posible estar durmiendo con alguien sin recordarlo? Probablemente era el ligue de una noche – Si querías despertarme podrías haber utilizado algún método mejor ¿no crees cielo? – mientras se incorporaba lentamente se iba dando cuenta del nombre que había utilizado. Harry. Así que ese era su nombre.

Perdona – la respuesta salió automáticamente de sus labios. No imprimió ninguna emoción, ni siquiera el desconcierto de despertar y no saber ni quién ni dónde estás.

No importa… - se acercó a él – y ahora que estamos despiertos que te parece si… - lentamente acercó sus labios a la oreja izquierda de él soplando ligeramente. Un fuerte escalofrío le subió por la columna vertebral.

No – Simple, conciso y terriblemente frío. Ella se dio cuenta y se quedó estática en el sitio. Antes de que aquella desconocida comenzase con algún estúpido monólogo o algún insulto, se levantó con bastante esfuerzo. Al principió sintió un fuerte mareo y con mucha dificultad se tragó las ganas de vomitar. Pero al dar el primer paso sus piernas no le aguantaron y cayó de bruces en el suelo. Al oír el ruido la luz de la habitación se encendió y unos pasos apresurados se acercaron a él.

¿Estás bien cielo? – aquella mujer a la que había tratado tan fríamente se había acercado a él. Cuidadosamente movió sus manos por el cuello y por su pecho para poder darle la vuelta. Con el pulgar hizo una pequeña caricia en la esquina de su labio para limpiar un pequeño rastro de sangre - ¿Qué te ha pasado?

No lo sé – parecía desconcertado pero, aunque en su interior se deshacía en lágrimas como un niño pequeño, el exterior permaneció impasible. Miró al techo intentando averiguar si aún estaba durmiendo; si eso se trataba de una pesadilla demasiado vivida.

Te traeré un poco de agua – antes de que pudiese retenerla para hacerle cualquier pregunta ella había desaparecido. Movió lentamente la cabeza de un lado a otro intentando averiguar qué estaba ocurriendo. Pero sólo pensarlo hacía que le volviese a doler terriblemente la cabeza. No podía ser; de un día para otro despertaba en algún sitio extraño sin saber quién era. Sólo podía tratarse de una pesadilla. Subió la mano derecha para comprobarlo; se pellizcó en el muslo causándose dolor. Estaba claro; no se trataba de una pesadilla. Estaba perdido y desamparado - ¿te puedes levantar? – la mujer había vuelto y fue entonces cuando se dio cuenta de que todavía tenía una oportunidad. Ella sabía perfectamente cómo se llamaba así que podía ayudarle a recordar todo.

No – se dio cuenta de que sólo había utilizado palabras cortas y se lo reprochó mentalmente. Aquella mujer se preocupaba por él pero no podía decirle nada amable. No sabía si era el orgullo, el miedo o la desesperación lo que hablaba por él. ¿Podría ser por una inmensa cabezonería? Parecía necesitar enseñarle al mundo que él era perfectamente capaz de enfrentarse a los problemas solo. No necesitaba la ayuda de nadie. Pero, al ser suavemente incorporado, su cabeza se empeñó en recordarle nuevamente que sí la necesitaba – Gracias – susurró al coger el vaso de agua que le tendía la desconocida. Bebió lentamente y agradeció el líquido frío que comenzaba a atravesar su garganta.

Parece que tienes fiebre – le palpó la frente y él notó su palma sumamente fría – Será mejor que te acuestes y yo te traeré alguna pastilla – sabía perfectamente que no podría sostenerse solo pero, aún así, logró llegar a la cama y tumbarse. Debería agradecerle al orgullo esa fuerza sobrehumana – espera un momento, no te vayas ¿eh? – en ese momento la huída no le parecía muy buena idea. No se sentía en peligro, sólo totalmente desconcertado. Suspiró fuertemente y se apretó la frente con las dos manos. ¿Cuándo iba a dejar de dar vueltas la habitación? – Tómate esto – acercó su mano extendida con una pastilla en el centro. Antes de que tuviese tiempo para retirarla agarró su muñeca.

¿Dónde estoy? – le preguntó lentamente. No era una forma de burlarse de ella, nada de eso. Se sentía cansado, muy cansado, y pronunciar alguna palabra o frase le costaba horrores. Volvió a suspirar y le soltó la muñeca para volver a agarrarse la cabeza.

¿A qué viene esa pregunta? – le miró extrañada.

Sólo contéstame ¿quieres?

Estás en casa – le contestó cortante. Se sentó a su lado y le miró con preocupación - ¿estás bien?

¿En casa? – en el estado en el que se encontraba no estaba seguro de que era "su casa".

Por supuesto… me estás preocupando.

Mira – comenzaba a ponerse furioso – dime dónde estoy – recalcó la pregunta para dar a entender que no sabía a qué se refería exactamente.

Ya te lo he dicho… no sé a qué te refieres…

Es una pregunta muy sencilla – apretó los dientes; no dejaba de ver borroso y la voz de aquella mujer comenzaba a darle dolor de cabeza – dime dónde estoy. Y no vuelvas a responderme que en casa – suspiró – por favor.

En Godric Valley; en casa – hizo una pausa – En nuestra casa.

¿Nuestra?

Claro, desde hace un año cielo… Será mejor que llame a una ambulancia…

No – contestó rápidamente – yo… yo sólo… estoy un poco desorientado eso es todo… ¿estamos casados?

Sí – en su voz se notaba que no sabía a qué venía todo ese interrogatorio. Y él tampoco lo sabía. No sabía la causa por la cual no tenía ni idea de quién era. Una sensación nueva de agobio se sumó a las anteriores. ¡Estaba casado y no recordaba ni a su propia esposa!

Perdona… es que me di un golpe en la cabeza – sin saber por qué acarició su brazo con delicadeza intentando reconfortarla.

Insisto en que vayas a un hospital… no es nada bueno que después de darte un golpe no recuerdes nada de nada – se acercó al teléfono.

Espera un poco por favor – suplicó. Aún no quería ir a un hospital. Sabía perfectamente que era una negligencia; una rabieta de niño pequeño pero… aún no podía enfrentarse a las diversas pruebas a las que debería ser sometido. Sólo quería un par de respuestas antes de eso. Nada más.

Está bien – cruzó los brazos con desaprobación – pero no más de cinco minutos ¿entendido? – su rostro, aún borroso para él, se suavizó – No quiero que te pase nada malo… - se acercó a su frente y la besó con delicadeza. En ese momento sintió un zumbido en los oídos y quiso gritar pero se contuvo. Contaba con cinco minutos para intentar averiguar qué estaba pasando.

Puedo… - pareció dudar por un instante - ¿puedo hacerte alguna pregunta? Seguramente así recuperaré totalmente la memoria… - le sonrió.

Cuando me sonríes así podría hacer cualquier cosa… - le correspondió la sonrisa – Aún recuerdo esa noche en Malibú – le guiñó un ojo con picardía – Está bien… pregúntame lo que quieras.

¿Cómo me llamo?

¿No sabes cómo te llamas? – se puso de pie - ¡se acabó! Ahora mismo vas a ir al hospital… ¡y no te atrevas a refunfuñar!

Me has prometido cinco minutos – intentó levantarse de la cama pero lo único que consiguió fue apoyarse en el cabecero y volver a cerrar los ojos porque todo le daba vueltas.

¡Pero! – intentó protestar.

Me lo has prometido – ni siquiera tenía fuerzas para levantar la voz. Se sentía inútil y muy cansado. Probablemente ella tenía razón y debería ir al hospital. Mientras le sedasen se dejaría hacer todo tipo de pruebas… sólo debían acabar con ese dolor de cabeza.

Está bien – justo iba a decirle que ella tenía razón cuando accedió a contestar a sus preguntas. Debía sentirse vencida porque se sentó en la cama sin mucho cuidado – Tu nombre es Harry. Bueno, exactamente te llamas Harry James pero todos te llamamos Harry – sonrió.

Harry – repitió. El nombre no le decía nada; era frustrante - ¿Cuántos años tengo?

Según tu carné veintiséis, aunque yo diría que a veces parece que tienes doce… - los regaños se le hacían conocidos, pero no los reconocía con esa voz. No podía asociar nada del barullo que había en su cabeza. Veía imágenes distorsionadas, sonrisas confusas y destellos de su imagen feliz.

Yo… - no sabía cuál debía ser su siguiente pregunta; habían demasiadas en su cabeza. ¿Cómo localizar una? - ¿trabajo?

En una empresa de ordenadores. Eres una especie de encargado; uno muy bueno ¿sabes? – le sonrió con orgullo – En realidad eres el mejor.

Vaya… - todo comenzaba a cuadrar; una de las imágenes cuadraba perfectamente con una pantalla de ordenador. Aunque aún estaba todo patas arriba. No conseguía centrarse lo suficiente para averiguar mucho más de su vida presente o pasada.

¿Ya vas recordando? – preguntó ansiosamente aquella mujer – Eso significa que vas mejorando… tal vez no haga falta ni que llamemos al médico. Aunque, para estar completamente seguros será mejor que te hagan una revisión – parecía que estaba hablando con ella misma – con estas lesiones uno nunca sabe… puede ser una pequeña conmoción o quizás algo más fuerte. Algo que haya dañado alguna parte importante… realmente el cerebro es una parte muy delicada… cualquier golpe puede llegar a ser incluso mortal…

¿Eres enfermera? – por el monólogo que estaba escuchando estaba más que claro que ella controlaba los términos médicos.

¿Enfermera?

Claro… como casi hablas en términos médicos pensé que…

Que era enfermera ¿verdad? – se acercó un poco más a él - ¿y no se te ocurrió pensar que soy médica? De verdad Harry… a veces eres…

Perdona no estoy en mi mejor momento ¿lo entiendes? Es bastante con que lo haya relacionado con una enfermera.

No, perdóname tú a mí. Tienes toda la razón. Te recuerdo que soy médica, no enfermera.

¿Entonces si me llevas al hospital me vas a atender tú? – bromeó.

Bueno… también puedo atenderte aquí si quieres… - le dio un fugaz beso en los labios – pero sólo cuando volvamos del hospital…

¿Por qué? Tú eres médica y mi mujer… puedes auscultarme perfectamente ¿verdad?

Claro, pero no tengo todas esas máquinas… es gracioso que vayas recordando tu miedo a los hospitales cielo.

Algo tenía que ir recordando ¿verdad?

Cierto – le sonrió – Voy a llamar al hospital ¿vale?

Está bien – respondió desganado. Recogió sus gafas del regazo y se las puso. Lentamente comenzó a estudiarse. Algo bastante tonto pero en su situación era normal. Estudió sus manos y se percató del anillo de oro blanco que delataba su casamiento. Siguió su recorrido por el resto del cuerpo. La verdad es que estaba bien formado de eso no había duda; debía de hacer algún deporte ya que los informáticos se pasaban la mayor parte del tiempo sentados frente al ordenador. Finalmente, y sabiendo que le sería prácticamente imposible acercarse a un espejo, decidió pasar sus manos por la cara. Al hacerlo descubrió una cicatriz en la parte superior izquierda de su cara; seguramente formada por la caída. Suspiró. En fin, a algunas mujeres les gustan las cicatrices. La curiosidad le venció cuando escuchó que su mujer se despedía y colgaba el teléfono. Quería saber cómo era ella. Cuando se levantó y se acercó a él descubrió que únicamente estaba tapada con un corto camisón azul de verano. Las curvas estaban bien delineadas debajo de él y la abertura de su escote parecía invitarle a sumergirse en los secretos que guardaba. Lentamente fue subiendo la vista hasta encontrarse con que los delineados y rojos labios de su mujer estaban curvados en una sonrisa encantadora. Cuando consiguió despegar su vista de ellos la alzó hasta una pequeña nariz rodeada de pequeñas pecas. Pero lo que casi le deja sin aliento fueron sus ojos. Tenían un curioso color marrón que con la incidencia de la luz le conferían pequeños brillos espectaculares que únicamente añadían dulzura y calidez. Observó su pelo suelto; suave, sedoso y parecía llamar a gritos que alguien lo acomodase. Y ese color… ¿cómo había podido olvidarlo? Rojo fuego.

¿Recuerdas mi nombre? – él negó aún sobrecogido por la figura femenina que estaba frente a él – Me llamo Ginevra – sonrió encantada por la mirada de su marido – pero tú siempre me llamas Ginny.