-¿Puedes soltarme?- Solicitó Bulma, quebrada por volver a la realidad. Vegeta permaneció estoico, entonces ella tomó su muñeca con la intención de alejarlo. Cesó su agarre sin dejar de observarla.- Gracias.- Susurró, se removió entre las sábanas y ocultó su cabeza, llorando por la conmoción. ¿De todo con lo que podía soñar, por qué tuvo que hacerlo con su mejor amigo hablando de la vida como si tuviera cien años? Rodeó una almohada con sus brazos y clavó sus uñas en ella para ahogar la ira que comenzaba a recorrer su corazón. Si podía reconocer algo, en todo el vaivén de ser de alguna manera una prófuga que convivía con un espíritu en un castillo en ruinas, era la ineludible frustración. Se sentía tan impotente que tenía que controlarse para no gritar, sentía ese veneno correr por sus venas como la sangre, rozar su boca como saliva y entrar a sus pulmones como infecciosas esporas de decadencia.
- Deja de hacer eso.- Sentenció Vegeta, levantando la sábana para notar como las esquinas rotas de sus uñas se desgarraban entre la blanca tela de la almohada. - Con las uñas rotas no me sirves.
- Muérete.- Indicó fastidiada.
-¿Otra vez, imbécil? - Preguntó con ironía.
Bulma dio un bufido de exasperación, pateó sin un objetivo fijo y puso sus manos en su femenino rostro. Enojado se subió sobre ella para inmovilizarla, la sujetó por los brazos y su cuerpo, manifestado, demostraba su cólera.
- ¡Eres un idiota! ¡Todos son unos idiotas! - Exclamó tratando de liberarse.
-¡Para de una maldita vez!- Exigió Vegeta.
-¡¿Para qué?! ¡¿Para que pueda servirte?! - Preguntó indignada, cegada por el llanto y la nostalgia.- ¡La única persona a la que de verdad le importaba está muerta! ¡¿Sabes por qué?! ¡Porque yo quería una maldita aventura!
- ¿Quieres que te dé un premio por ser una más del gremio, mujer?- Dijo burlándose.- Mataron a toda mi familia por mí y no me ves haciendo un berrinche.
- Maldito bastardo sin corazón. - Insultó, en parte aterrada por su declaración fría, como si fuera algo remoto, y, en parte culpable de sentir que el ligero control sobre sí misma que tenía se evaporaba.
-Deja de quejarte por algo que puedes solucionar, construye el estúpido radar y haz tu parte del trato para que pueda deshacerme de ti lo antes posible.- Opinó ofuscado, incapaz de moderar la presión que ejercía en la blanca y viva piel.
-¿Crees que me gusta estar aquí contigo?- Ironizó.- Habíamos llegado a una tregua esta tarde y tú me despiertas en la madrugada pretendiendo que vas a ahorcarme.
-Ah, perdón,-Su disculpa era falsa, pero completamente cargada de cinismo.- ¿Interrumpí tu patético sueño?
-¡No fue patético, príncipe estúpido! - Replicó ofendida, sin esperar que la posición en la que estaban se volviera aún más ruda, como él estaba sobre su cuerpo, sus piernas se acomodaron sobre su abdomen y recargaba tanto su peso en ella que comenzaba a dejarla sin aire.
-¡No te atrevas a insultar mi título, mujer!- Advirtió clavando en ella una mirada letal, lo hizo mientras acercaba su rostro al de ella para verla fijamente y reafirmaba el sometimiento de sus manos. Bulma dio un quejido de dolor cuando la falta de oxígeno la obligó a respirar con demasiada intensidad, eso junto a la sensación de escozor en sus antebrazos. El espíritu no la soltó, disfrutó de su dolor, disfrutó la forma en la que había enmendado su autoridad.- ¿Entendido?
-Bájate.- Musitó adolorida.- Bájate.
-Dime lo que quiero oír.- Solicitó con una ruin y cruel diplomacia.
-No me voy a retractar.- Enmarcó con dificultad, motivada por toda su impotencia.
-Te diré algo, viví en una época de conflicto, aprendí muchas formas de tortura.- Explicó malévolo.- ¿Sabías que la forma más fácil de obtener lo que quieres de alguien es esta? Nunca falla, rompes su mente poco a poco, les das el dolor con moderación y cuando menos lo esperas, ¡Pam!- Decía mientras ponía dos de sus dedos sobre su corazón, simulando un arma y reía maliciosamente.
Sus ojos se abrieron con temor, miró drásticamente la fría habitación y a punto de rendirse algo en ella despertó.
-No me trates como a una subordinada, Vegeta.- Mencionó segura.- Si no nos tratamos como iguales no vamos a salir de aquí.- Enfrentó los ojos negros de su interlocutor y con una mirada quiso demostrar que no daría su brazo a torcer. Tomó unos segundos para buscar aire.- Déjame en paz y te desharás más rápido de mí.
-Tú y yo no somos iguales.- Afirmó déspota.
-¿Por qué? ¿ Porque yo sigo viva o porque puedo irme cuando quiera? -Desafió.
-No creo que tengas otra opción a la cual recurrir , ¿Cuántas personas te están buscando o cuántas ya le pusieron precio a tu cabeza, ladrona? - Preguntó bajándose de ella y esperando a que se compusiera, se quedó de pie junto a la cama, interrumpiendo la escasa luz que la madrugada les ofrecía desde la ventana.
- ¿De qué hablas?- Dirigió curiosa, retirando la sábana y sentándose.
- Bastó con ver tu maleta, ¿A qué idiota le robaste todo el dinero?
-A mis padres.- Confesó avergonzada. Él sonrió por la sorpresa y se sentó altivo en los pies de la cama.
-¿Entonces eres una niña rica que escapó de su jaula de oro para revivir a un tipo que seguro está mejor muerto?- Cuestionó divertido.
- Al menos no pertenezco a una realeza en ruinas.- Refutó irritada, dejándolo en silencio. Se quedaron un tiempo así, ella había bajado la mirada y comenzaba a reflexionar sus palabras. Recordó su sueño y no pudo evitar preguntar, con la voz baja. - ¿En verdad crees que esté mejor allá?
-Si se la pasaba contigo aquí, cualquier sitio lejos es un paraíso.-Humilló, se recostó en el amplio colchón, poniendo sus manos en su nuca, sin importarle que Bulma no hubiera vociferado algún insulto por la tristeza y meditó. -¿Por qué alguien como Kakarotto resultó involucrado con una niña rica?
- Se llama Goku, ¿Sabes? … Se llamaba Goku.- Murmuró dolida.- Nos conocimos cuando éramos niños, me perdí en el bosque y él me ayudó a encontrar mi casa.- Se detuvo para no llorar, no de nuevo, ¿Cuántas personas habían pasado por eso? Por ese camino de recuerdos que le consumían el corazón, que la hacían recordar que siempre que estuvo perdida él le ayudó, que se criaron como hermanos y un día, de repente, se separaron. Quedó en blanco unos momentos, perdida en el pasado.
-¡Mujer, escúchame!- gruñó molesto. Le había hecho una pregunta hace unos tres minutos y solo estaba sentada ahí, con la mirada perdida y un gesto de amargura.
-¡¿Qué quieres?!- Respondió molesta por la interrupción.
-Te pregunté sobre la familia de Kakarotto.- Reiteró, poniendo su mano enguantada en su frente con hastío.
-¿Por qué te interesa?- Dijo mientras abrazaba sus piernas por el frío que se colaba entre los cristales rotos.
-¿Cómo se llamaba su padre, o su abuelo?- Insistió determinado.
- Bardock, su papá era Bardock.- Mencionó sin entender su duda.
- ¿Era? ¿Cómo murió? - Interrogó, Bulma ladeó un poco su cabeza para expresar su confusión.- ¡Deja de verme como una tonta y contesta!
- ¡No soy tonta!- Chilló.- Lo asesinaron, ¿Contento?
-¿Sabes quién fue? - Estaba exaltado, se había acomodado frente a ella, de rodillas en la cama.
- Eres muy raro. - Determinó, intimidada por su postura y sus preguntas.- Fue un tipo de organización militar radical, su nombre era algo como, - Vaciló unos segundos y se rindió.- sonaba como Dado o algo así.
-¿Dado?- Repitió confundido, se levantó rápidamente y atravesó la pared, dejándola sola.
-¡¿A dónde vas?!- Preguntó extrañada, nunca se acostumbraría a su capacidad de cruzar paredes, decidió seguirlo por el miedo a la soledad que la consumía lentamente. En su aturdida mente seguir a un fantasma para saciar una indefinida curiosidad era mejor idea que quedarse sola en una cama, ya había tenido mucho de eso en los días del hospital. Salió del cuarto y quiso encontrarlo, pero Vegeta tenía una facilidad de movimiento que ella no, fue por los pasillos, asomándose de vez en cuando por las puertas, encendía las luces con precaución, caminaba despacio y miraba hacia atrás constantemente.
-Alto, - dijo cuando notó su miedo irracional.-¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Encontrar un fantasma?
En otro momento de su vida, darse cuenta de lo tonto que era temer a ese palacio la hubiera hecho reír, pero el estado de sus emociones era tan mezquino que solo exhaló, esbozando una leve sonrisa.
Avanzó hacia un ligero ruido que comenzaba escaleras arriba, los peldaños de madera crujían, se detuvo a rectificar que el sonido continuara y pudo reconocer que sí, entre los búhos que ululaban en los árboles y los pasos de las ratas bajo el suelo. Sacó la lengua con desagrado, siguió sigilosa y casi segura de que una de esas tablas se rompería. La escalera en espiral se veía tan elegante que mientras subía, se permitió fantasear sobre lo hermosa que debió ser la abandonada mansión Ouji. A punto de llegar al corredor, el último escalón se quebró, su pie descalzo penetró la madera podrida y el suelo golpeó su costado herido, gimió por el dolor y la sorpresa, sacó su pie y se recostó en el suelo para descansar, era demasiado movimiento para ella. Su cabello azul se dispersó por los oscuros tablones y reposó apaciblemente, se sentía adormilada, sus párpados cayeron suavemente y sintió que entre el caos y el declive, esa casa y ella se parecían. Se dejó llevar por la miseria y ni siquiera lloró, permaneció tranquila, renegando en silencio. Cuando volvió a la realidad la luz natural había calado ligeramente en ese rincón del palacio, contempló las enmohecidas paredes, las telarañas amplias que colgaban del candelabro y el techo que en cualquier momento caería a pedazos, pero el sonido que la había atraído regresó junto a un bufido exasperado. Gateó con cautela y asomó su cabeza por el umbral de lo que parecía una oficina, frente al duro escritorio de caoba hojas se movían en el aire como un pequeño remolino, se sentó en la entrada, sin impresionarse de lo que veía.
-¿Qué buscas? - Preguntó a la aparente nada.
- Eres una entrometida.- Comentó Vegeta, materializándose.
- Es injusto que me lo diga quien me despertó para que dejara de hablar en un sueño medianamente placentero.- Reprochó.
- ¿Hace cuánto lo mataron?- Dudó, leyendo las cartas amontonadas.
- Nunca me dijiste por qué te interesa. - Mencionó mientras se levantaba, camino hacia la silla de cuero tras la mesa y se sentó con las piernas cruzadas.
- Bardock era parte de mi ejército.- Confesó.- Lo más probable es que lo haya matado algún hombre de Freezer, ¿Estás segura de que tenía un nombre tan horrible?
Sus azules ojos se abrieron por la impresión e hiló esa versión con la que ella conocía, tenía sentido, por eso ella se había enterado de ese palacio, porque el padre de Goku había vivido ahí.
-Por eso quieres conocer a Goku.- Entendió súbitamente .
-¿En serio? Creí que quería encontrarlo para invitarlo a tomar el té.
-¿Por qué mataron a Bardock? - Preguntó ignorando su sarcasmo.
-¿Por qué no haces silencio? - Dijo fastidiado.
-Idiota.-Murmuró Bulma, vio los documentos que había sobre la mesa y los estudió, eran cartas, algunas a mano y otras escritas a máquina, algunas tenían los sellos de roja cera intactos y de otras solo quedaban pedazos. Tomó un pequeño grupo que él había apartado, Vegeta levantó la vista y no le interesó, él solo quería saber quién era el tal Dado, no lo recordaba y debía ser de un alto rango para matar a un miembro de la guardia real, decidió que si no lo encontraba rebuscaría entre las fotos antiguas, los retratos o los periódicos, pero no se detendría hasta saber.
-Creo que es este.- Dilucidó Bulma, que reconoció entre la cursiva caligrafía un nombre.
Vegeta se acercó y sin delicadeza le quitó la carta, la leyó atentamente, frunciendo sus espesas cejas.
-Aquí dice Dodoria, tonta. - Corrigió.
-Nunca te dije que estuviera cien por ciento segura de cómo se llamaba ese sujeto, era una niña cuando me contaron la historia.- Justificó, dejando caer su mentón sobre la superficie del escritorio, su mirada se deslizó entre el polvo que lo cubría, los sobres y las pequeñas gotas de algún líquido.
-No solo tienes una letra horrible, también tienes una horrible memoria.- Reclamó.- Dodoria murió hace años.
-¿Lo conocías?- Interrogó, pero no recibió respuesta. Se enderezó en la silla y vio en su mirada la misma emoción que la transitaba en silencio, impotencia. No insistió y prefirió ver el resto del cuarto, era enorme, tenía una pequeña sala rodeada de altas bibliotecas y una ventana amplia con una desgarrada cortina escarlata.- Me gusta este estudio.
-Era de mi padre.- Indicó Vegeta rompiendo su propio trance, mirando la habitación.
-¿Qué le pasó?- Preguntó sin reflexionar antes que la historia de la familia de Vegeta se resumía en muerte, brutal muerte.
- Lo asesinaron en esa silla.- Declaró frío, dándole una mirada vacía.
Bulma saltó fuera del asiento con premura y no quiso averiguar si esas misteriosas gotas que se escondían sobre la densa capa de polvo eran sangre seca. Sintió una combinación de asco y terror que le helaron el cuerpo, se abrazó para sentirse un poco más segura y con un nudo en la garganta sintió como su herida parecía arder por la impresión.
-¡Pudiste haberme advertido! ¿No crees?- Recriminó molesta.
-Si tuviera que advertirte en qué sitios de este lugar ha muerto alguien no saldrías de tu habitación.- Criticó mientras organizaba de nuevo los documentos.
En ese momento, por primera vez, sintió compasión por Vegeta, era un espíritu atrapado en el lugar donde toda su familia murió de formas horribles, según se lo habían dicho, creyó que él debía entender ampliamente cómo se sentía perder a alguien querido y sentirse a la deriva, ¿Cuántos años habría durado solo? ¿Cuántas veces los habría extrañado?
-¿Cómo lo soportas? - Dudó, refiriéndose a la soledad.
-¿De qué demonios hablas?- Alegó confundido.
-Olvídalo.
La miró de arriba a abajo con desaprobación.
-¿No piensas ir a cambiarte?
-Supongo que ya no tiene sentido ir a dormir.- Consideró.- Tengo que salir de todas formas.
-Tú no irás a ninguna parte.- Determinó.
-Necesito comprar comida y cosas para mí, ¿Crees que voy a vivir comiendo manzanas todo el día?
-No voy a permitir que te vayas.- Aseguró acercándose.
-¿Ah sí? ¿Qué harás? ¿Me amarraras a la cama? - Retó.
-No juegues con mi paciencia.
-Juego con lo que quiera. - Dijo saliendo del despacho, bajó el escalón roto con cuidado y entre el tercer y cuarto escalón pisó algo que chilló y se retorció, al estar descalza pudo sentir el pelaje áspero y la larga cola del animal rozar sus dedos, se echó hacia atrás, cayó abruptamente y oyó la forma en la que la rata corría escaleras arriba para entrar por el roto escalón y refugiarse. Llena de asco corrió hacia la oficina de nuevo, Vegeta la miraba desde la puerta con una sonrisa burlona. Ella daba pequeños saltos y se decidió a esconderse tras la espalda del espíritu.
-Te dije que no permitiría que te fueras.- Explicó.
-¿Qué? ¡¿Cómo hiciste eso?!- Vociferó angustiada.
-Te lo advertí, sé sobre muchas formas de tortura.- Mencionó divertido.
-¡Eres un estúpido!- Insultó mientras se agarraba el cabello y caminaba en círculos.
-No confío en ti, por eso no voy a dejar de vigilarte.- Decía mientras se recargaba en el marco de la puerta a ver su pequeño alboroto.- Busca otra manera de conseguir lo que quieres o termina el radar y muere de hambre.
Bulma permaneció inmóvil, imaginando unas veinte formas diferentes de insultarlo y unas cuatro maneras de huir sin que lo notara.
-¿Sabías que en la antigüedad ponían a los peores prisioneros una rata en el abdomen, la ponían en una jaula y la asustaban para que su única salida fuera arañar las entrañas del hombre hasta abrirlo y dejar que se desangrara? - Comentó siniestro.
- ¡Eres un enfermo!- Afirmó, quedándose con otros diecinueve agravios en su contra.
-Los ejércitos del medioevo son unos enfermos, no yo.- Defendió.
-Todos los ejércitos están llenos de enfermos.- Aseguró.
-Corrección, -interrumpió- el mundo está lleno de enfermos.
-¿Lo leíste en una de tus novelas eróticas?-Preguntó.- ¿Creías que no las notaría en la biblioteca ? Debes ser un adepto al Marqués de Sade.
-¿Asumes que son míos? - Cuestionó indignado.
- Corrección, - imitó- asumo que los has leído una buena cantidad de veces. ¿Has aprendido algo o solo te quedaste con los datos sobre torturas medievales que, seguramente, aplicaste cuando estabas vivo?- Desafió.
-¿Quieres que te dé una anécdota?- Dijo ambiguo, cruzando sus brazos.
- ¿Sobre los métodos de tortura o sobre cómo el erotismo influyó en tu extinta vida sexual?- Comentó mientras abría una ventana.
- El placer y el dolor pueden unirse en ciertas situaciones.- Afirmó con el ánimo de intimidarla.
- Definitivamente, debe gustarte el Marqués de Sade. - Expuso mirándolo sobre su hombro, matizado por los rayos del incipiente sol, resaltando entre el lúgubre lugar.
-Es una cuestión de cultura, que tú no tengas cultura es diferente.
-Debe ser muy importante saber sobre el padre del sadismo sexual.- Enunció mientras sacaba la cabeza por la ventana y analizaba las probabilidades de no romperse algún hueso bajando desde ahí.
-Lo es, inculta.
-Quiero desayunar, pasé semanas negándome a comer y para trabajar bien, debo comer bien.- Explicó.
-Come una rata, se ve que las puedes encontrar fácilmente.- Jugueteó malvado.
Ella imaginó esa opción y sintió un escalofrío, recordó el tacto con ese animal en su pierna y presintió la forma en la que se hubiera trepado en su pierna, clavando las uñas en su piel y moviéndose afanosa por su cuerpo. Cerró los puños y perdió el apetito, ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado en ese castillo derruido? Si estuviera en su casa tendría que tomar el teléfono y pedir que trajeran lo que necesitaba. Entrecerró los ojos, viendo una oportunidad entre sus cavilaciones melancólicas, sonrió con autosuficiencia y lo enfrentó.
-Tengo una idea.- Propuso salvaje.- Pero quiero algo a cambio.
-Habla.
-No voy a salir, pero solo si te aseguras de desaparecer cualquier plaga de esta casa.- Negoció
-¿Esa es tu idea? ¿Chantajearme? - Preguntó rodeándola, la veía como una rival en las cuestiones inciertas y se sentía poderoso; tal vez era el lugar, ultrajado por la luz de la fresca mañana, con los muebles que él hubiera cambiado cuando subiera al trono y las ventanas por las que se hubiera asomado para contemplar un creciente imperio quebrado ahora en el olvido.
-Es un trato. - Aclaró, sin dejar que ese hombre la intimidara.
-Soy un príncipe, no un exterminador de plagas.- Declaró mientras en un amague teatral acomodaba su guante izquierdo, eso nunca falló, era una manera de recuperar el poder con sutileza, demostraba elegancia y fuerza. Eso era, si tuviera que definirse, esas serían las palabras, elegancia y fuerza.
-Al menos saca a las ratas, son ellas o yo.- Condicionó cruzando los brazos.
-Las ratas son mejor compañía.- Insultó con el mentón en alto.
-Ya entiendo, te gusta rodearte de cosas que se parecen a ti.
Vegeta bramó molesto, estaba cansándose de esa mujer hasta un extremo insoportable.
-Los roedores tienen otro punto a su favor, al menos ellos se preocupan más que tú por su aspecto.
-Deshazte de tus queridos amigos y yo pediré que traigan lo que necesito para bañarme en paz.- Dijo molesta.
-¿Vas a mandar un mensaje de humo? - Cuestionó hostil.
-Voy a llamar a alguna tienda, necesito uno de los periódicos de la biblioteca para conseguir el número. - Explicaba mientras se acercaba a la puerta, miró al suelo y ubicó el escalón de su terror, tragó saliva y se volteó para enfrentarlo de nuevo.- Comienza a cumplir tu parte del trato asegurándome que la escalera está vacía.
Tuvo ganas de reír por su exigencia, no permitiría que una simple mujer lo viera persiguiendo ratas, fue hacia las altas repisas llenas de libros y las atravesó sin esfuerzo, mientras decía.
-Arréglatelas sola.
-¡¿Cómo te atreves?!
Sintió tanta ira que no dudó en salir y demostrar que era capaz de bajar esa escalera sin problemas, pero la duda y la imaginación la hicieron creer que otro animal peludo la esperaba, se dio la vuelta y por un momento pensó que saltar de la ventana no sería tan mala idea, podría caminar por la cornisa y bajar en una zona más segura. Caminó por la habitación juntando valor sin suponer que estaba siendo observada. Vegeta la miraba desde la silla de descanso junto a la mesa de café, usaba su invisibilidad para corroborar su capacidad para resolver problemas. Si pisar una rata le quitaba el valor, ¿Cómo podría esperar que reuniera seis esferas mágicas repartidas por el mundo? La vio tantear las cortinas, estiró una y habló de lo fácil que sería rasgarla.
Bulma veía cada detalle del cuarto en una burda mezcla de aburrimiento y desesperación, pasó sus delgados dedos por los libros y repasó algunos de los títulos que habían, se hacía una imagen del Rey Vegeta por sus libros, la repisa iniciaba con mitología, luego había una inmensa colección de obras de otros monarcas, anotaciones sobre emperadores de épocas remotas y libros dedicados enteramente a la guerra. Le pareció una lástima verlos consumidos por el polvo y destinados al desamparo, pero notó la leve hendidura en la madera del mueble, era una línea casi imperceptible.
-Espero que esto sea lo que imagino.- Comentó para sí mientras movía los libros, uno por uno los deslizó, no pasaba nada.
Quiso decirle que era demasiado dramático esperar que con halar un libro se abriera esa vieja puerta, ella tenía razón, esa leve hendidura daba a un pasillo secreto, pero la forma de usarla era distinta a sus suposiciones novelescas. Disfrutaba ese enojo que tenía, ese caos remoto que se materializaba en no poder abrir una puerta. Se concentró en ella para no pensar en lo que usar esa puerta hubiera cambiado la noche de su asesinato, pero falló. Si hubieran tenido tiempo hubieran salvado a su madre, al menos. Ella siempre fue fuerte, se atrevía a pensar que era más fuerte que su padre, era tan fuerte que prefirió morir por sus propias manos a vivir humillada por Freezer. Nunca fue cariñosa con él, tal vez por los estrictos códigos de la monarquía o porque no nacía en ella esa necesidad de protegerlo, entre todo, ella había sido un tipo de compañera silenciosa. La única muestra abierta de cariño que le había dado, fue ese día, mientras lloraba y se abrazaba a su cadáver. Podía recordar perfectamente los lamentos de su progenitora, ¿Había llorado por ver a su primer hijo herido o había llorado por perder la pieza clave para que su reinado no se viniera abajo? Supuso que ya no importaba, esperar que lo quisieran le resultaba una pretensión rebuscada; esperar que lo quisieran, perteneciendo a la aristocracia, le parecía una locura desde antes de la muerte. ¿Mientras vivía, había significado algo para alguien en un plano emocional? ¿Alguien había puesto en él alguna añoranza que en algo se pareciera al amor? Su padre lo estimaba por su poder y por su capacidad de líder, su madre lo veía como una escapatoria a las amenazas, sus amantes lo deseaban por su masculinidad o por su posición, de entre todas las personas que había conocido, Tarble era el único prospecto de cercanía afectiva. Fueron polos opuestos, uno planeaba en silencio, desde la sombra, una reforma que permitiera garantizar los derechos del pueblo, el otro era un genio militar, sagaz en el uso del poder y sin miedo a usar la fuerza. Estaba ligeramente recostado en esa silla, si fuera visible, su rostro estaría con una expresión helada. Sin darse cuenta, se manifestó, mostrando su postura, sus manos sobre los costados del sillón, su pierna izquierda sobre el suelo, firme, sosteniendo su tobillo derecho.
-¡Lo logré!- Festejó Bulma, con el rostro lleno de polvo y pequeñas astillas, había dado con la puerta, después de minutos de esfuerzo, cuando se giró vio a Vegeta sentado con tanta apatía que se molestó.- ¡¿Siempre estuviste ahí?!- Reclamó mientras le lanzaba el primer libro que agarró.
Sin mucho esfuerzo lo atrapó, ni siquiera la había mirado, solo recibió el libro y lo evaluó. Era uno de los favoritos de su padre, lo abrió y se topó con un párrafo que nunca había detallado, era el discurso del líder Marco Aurelio sobre el valor del guerrero y la muerte.
-Los muertos con los muertos.- Murmuró lanzando la obra sobre el empolvado escritorio.
Bulma no tardó en entender lo que pasaba, él estaba cavilando sobre su vida. Puso su mano en su pecho y pensó en qué palabras podría usar para decirle a un fantasma que entendía una fracción de su pena.
-Oye, Vegeta. ¿A dónde va esta puerta? - Preguntó suave.
-A la biblioteca, al sótano, al jardín o al ala norte .- Respondió levantándose. Cuando la vio sintió un inesperado rechazo, estaba tan llena de vida y no lo notaba, usaba lo que le quedaba de vida para perturbarlo y hacerlo recordar el pasado. -¿Qué me miras?
-¿Vienes conmigo?
Pasó la puerta, hundido en los recuerdos que se veían claros entre la oscuridad de ese lugar, cuando era un niño usaba ese pasillo para escuchar las conversaciones de su padre en su despacho, le gustaba creer que una vez él creciera y fuera el rey podría tener el poder absoluto, con amargura reconoció que no había un lugar en esa casa en el que no atestiguara su destino robado, toda una vida gastada en algo que no llegó.
-¿Estás bien? Te ves extraño.- Comentó ella , mientras intentaba calcular la longitud del pasadizo.
-No te interesa.- Dijo huraño, con frialdad ártica y un tono abúlico.
-Tienes razón, no me interesa.- Mencionaba, tragándose las misteriosas ganas de llorar que la atajaban.-No me interesa.- Repitió, haciendo una idea vaga del peligro de saber sobre el pasado de Vegeta.
- En este lugar no hay electricidad.- Explicó él.-Por lo tanto, no hay luz.
- Entonces guíame. -Sugirió Bulma, asumiendo que su idea fue aceptada cuando él cerró la puerta, sumergiéndolos en la oscuridad.
-Camina en línea recta, en dos metros hay un escalón.- Ordenó, usando el frío tono militar que usaba para dirigir a su ejército.
-Claro, comandante.- Bromeó mientras tanteaba la pared para reconocer mejor el espacio.
-Mi rango era de General, tonta.- Corrigió altivo.
-Deja de llamarme tonta.- Exigió, bajando el escalón con cuidado, sus pies descalzos percibían el suelo macizo, era concreto, pensó que esa debió ser una ruta de escape y cuando iba a preguntar si alguien la usó el día de la masacre chocó con una caja, gimió por el dolor y se compuso tan rápido como pudo para gritarle.- ¡Tenías que guiarme, idiota!
-La caja era obvia, que seas una definitiva tonta no es mi responsabilidad.- Justificó indiferente.
-¡Más te vale estar materializado!- Dijo mientras movía sus brazos en el aire, buscando su cuerpo, cuando lo encontró se cernió a su brazo.- Así está mejor.
Vegeta tomó unos segundos para reconocer que esa mujer estaba loca, demasiado, agarrar de gancho a un espíritu no era algo natural. Exhaló más por costumbre que por necesidad, continuando el rumbo a un paso moderado, descansando del castigo de las reminiscencias gracias al contacto que no sentía físicamente. Después de un tiempo y de varios giros sacudió su brazo para que ella se soltara, una vez libre palmeó la pared, movió el pestillo y empujó con rudeza la empolvada salida, haciendo que los ojos azules parpadearan por la luz.
Salió rápidamente y buscó un periódico relativamente reciente, se lo lanzó, esperando que lo atrapara, pero ella no reaccionó, las hojas dieron en su rostro.
-¿En serio pretendes que no te diga tonta si ni siquiera puedes atrapar un diario?- Interrogó burlón, apoyándose en la mesa en la que había trabajado el día anterior.
-¡Te odio!- Afirmaba mientras quitaba la gaceta de su cara. La extendió furiosa y buscó algún número, exasperándose en el proceso.- ¡No necesito una dama de compañía, necesito una tienda! ¡¿Cuál es su maldita necesidad de ofrecer mujeres en lugar de promocionar un maldito almacén de víveres?!
-Es más sencillo, la prostitución solo depende del producto que ofrezca la prostituta, la prostituta se ofrece a sí misma, fin. - Mencionaba Vegeta.
-¿En qué libro lo leíste?- Preguntó con ironía.
- En ninguno, - contestó.- mi hermano lo mencionó alguna vez.
Antes de responderle, lo miró a los ojos, se intimidó, porque en su mirada asomaban llamas de advertencia, defendiendo la memoria de su hermano ante cualquier comentario en su contra. Tragó saliva disimuladamente, se enfocó en los números amontonados de la hoja y cuando dio con el necesario salió de la biblioteca para buscar su teléfono. Lo tomó de su maleta, sacó unos billetes y salió al pórtico a tomar aire, se sentó en los escalones y marcó.
-Hola, soy Bulma Briefs, quiero pedir unas cosas. -Inició- ¿Mi dirección? El castillo Ouji. No, no es una broma. -Explicaba mientras miraba el cielo y buscaba con su mano libre una cajetilla de cigarrillos en su pantalón.- Oiga, escuche, ¡Oiga! ¡No es una broma! ¡Quiero hablar con el dueño!- Reclamó indignada, notando que no tenía cigarrillos y percibiendo la forma de Vegeta asomándose por la puerta, no salía de la casa, pero se burlaba activamente de ella en el umbral. Bulma le sacó la lengua, se concentró en la llamada y saludó de nuevo.- Hola, mire, soy una investigadora, ¿Comprende? Estoy de paso aquí y necesito algunas cosas, como víveres o implementos de aseo, ¿Sería lo suficientemente cortés como para atender las necesidades de una dama? Puedo dar una cuantiosa propina.- Comentaba conteniendo su rabia, después de unos momentos de silencio, en los que el comerciante dudó seriamente, decidió preguntar qué era lo que necesitaba.- ¡Perfecto! Necesito lo necesario para alimentar a una persona por unas semanas, confío en su elección para eso, necesito productos de higiene, todo lo que tenga, si tiene crema hidratante se lo agradecería, también me gustaría que me enviara medicamentos para el dolor. ¡Ah! ¡Casi lo olvido! ¿Qué marcas de cigarrillos tiene? - Preguntó, antes de que Vegeta tomara su teléfono haciendo un mal gesto. Se lo rapó y pidió tres cajetillas de su marca favorita. Terminó la llamada con una sonrisa satisfecha y lo encaró.-¿No te enseñaron a no interrumpir conversaciones ajenas, príncipe?
- No vas a fumar, -Declaró estoico.- y yo controlaré los medicamentos.
-¿Qué es esto? ¿Una cárcel?- Reclamó molesta.
-Más de lo que puedes imaginar, mujer.
¡Holi! ¿Cómo están? Lamento que este capítulo llegue tan tarde, pero me esforcé por hacerlo un poco más largo, ¿Les gustó? A mí me encantó, se va formando un poco más el trasfondo de Vegeta, siento que en algún momento voy a llorar escribiendo un poco de los sucesos que estos dos han vivido, lo tengo claro. Quiero agradecerles por sus comentarios, me ayudan mucho, muchísimas gracias, su apoyo es muy especial para mí. Espero que les haya gustado y que estén muy muy bien. Les envío todo el amor que puedo dar.
