Después de unos segundos de silencio en los que ella se acurrucó entre las mantas y tomó algunas fresas finalmente habló.
—Hay algo que no entiendo. —Comentó
— No me sorprende. — Respondió con su usual mezcla de burla y sarcasmo.
—Tonto.— Murmuró antes de morder una de las frutas. — Lo que no entiendo es cómo has sido capaz de estar solo tanto tiempo, es decir, entiendo que de seguro seas un antisocial y que con tu carácter no muchas personas se te acercaran.— Explicaba poniéndole más atención a sus fresas que a él, así que no notó que Vegeta había fruncido el ceño por sus palabras. — Pero, ¿Cómo se puede estar encerrado en un lugar como este por tanto sin perder la cabeza?
— No soy un antisocial.— Corrigió.
—¿Entonces lanzar sillas a las personas que entran o noquear a una chica adolorida como yo en qué te convierte? — Ironizó.
Él abrió ligeramente los labios por sus argumentos y cruzó los brazos dispuesto a evadir.
—Con mi carácter, mientras vivía, la mayoría de las personas querían estar cerca de mí.— Dijo indignado.— Me admiraban y me respetaban, tenerme como un aliado llenaba su vida de triunfo.
Fueron esas palabras altivas las que hicieron que ella lo mirara de nuevo. Él esperaba un comentario mordaz, una mirada desafiante, sin embargo, no esperó ver sus ojos brillando con tristeza, con lástima. Nunca nadie lo había mirado de esa forma, o al menos no lo recordaba. ¿Su madre lo había hecho, cierto? La respuesta a esa pregunta era confusa, porque ella lo había mirado a él, pero había llorado por su legado, por el sueño frustrado de crear a un líder ideal. Se desmaterializó para sentir que no lo miraba más de esa forma, invisible se levantó de la silla y pensó en abandonar el cuarto.
—¿Te querían?— Cuestionó Bulma mirando la silla vacía, con la voz suave y la sensación de estar caminando sobre un profundo lago congelado cuya delgada capa de hielo se rompería y la haría ahogarse.
— Viví en un mundo en el que el querer es debilidad. —Afirmó con rudeza, apareciendo en el otro extremo de la habitación.
Ella se sobresaltó no solo por el tono frío de su voz o el lugar de su aparición, sino también por su respuesta apática. Tragó saliva , se giró para verlo y se cubrió hasta los hombros con la sábana.
—Cuando vuelvas a vivir será un mundo distinto, bueno, ya es un mundo distinto. — Advirtió esbozando una sonrisa esperanzada.
—Pero yo seré el mismo.— Declaró árido.— Mira cómo se puede terminar por tener tus convicciones.
Fue su turno para sentirse atacada. Se ofendió y le dio de nuevo la espalda. No quiso llorar de nuevo, se resistió apretando sus puños bajo las mantas, mordiendo sus labios y cerrando sus ojos azules con fuerza. De esa manera, la afrenta se convirtió en ira e impotencia y la orilló a contestar.
—¿Cómo terminé? — Preguntó desafiante. —¿Cómo terminé? ¿Terminé sola, encerrada en una casa abandonada, creyendo que ser una imbécil va a llenar en algo el vacío que me dejó el no ser amada?
—Sí.— Se burló. — Así terminaste.
— ¡Déjame hablar!— Exigió sentándose de nuevo sobre la cama, haciendo que él retrocediera un poco, lo miró mientras la primera lágrima se derramaba. Su corazón se alivió, por fin una lágrima de ira que no se dirigía hacia sí misma.— ¿Cómo te atreves a decir que no fui amada? ¡Lo fui y es por eso que estoy aquí! ¡Estoy aquí porque mi mejor amigo me amó tanto que dio su maldita vida por mí! ¿Eso hizo alguien por ti mientras te asesinaban? ¡Dime! ¿Alguien lo hizo? ¿No, cierto? Solo te usaban, lo más seguro era que te despreciaran…
—Cierra la boca. — Interrumpió alterado. — Cierra la boca, mujer. No sabes con quién estás jugando.
—No estoy jugando. — Aclaró retadora.— Estoy diciendo la verdad sobre ti, príncipe de nada.
—Deberías agradecer que soy misericordioso contigo, — mencionó caminando hacia la cama. — si no existiera el plan tú no seguirías respirando, impertinente.
— Pues no necesito tu misericordia. — Dijo mirándolo fijamente.
—Yo tampoco necesito la tuya. — Reveló.
— ¿Nunca habían sentido compasión por ti, verdad?
— No vuelvas a mirarme así.— Exigió refiriéndose a la mirada que había iniciado esa pelea.
—Tú vida debió ser muy triste, Vegeta. — Reconoció sin expresión en el rostro.
—Mi vida fue mejor de lo que supones.
—¿Ah sí? ¿Por qué?
Se quedó de pie, estoico, pensando en una buena respuesta. Meditó el por qué su vida valió la pena y sintió una acidez en el espíritu cuando no tuvo ninguna razón obvia. No quería dejarla ganar, tampoco quería seguir hurgando en su pasado, no quería pensar en lo que había tenido o en lo que no. Ella todavía lo miraba, esperando una respuesta y eso lo orilló a repasar los momentos que pudieron hacer su vida mejor. De alguna manera volvió el recuerdo de una de sus campañas militares, en la que se había internado en una montaña tupida de árboles y bestias a la mitad de una tormenta, eso era, eso había hecho que su vida valiera la pena.
—Conocí lugares que tú ni siquiera puedes imaginar. — Garantizó.
—¿Cómo cuáles?— Preguntó de inmediato, sin el tono combativo de antes. En su lugar, había formulado la duda por pura curiosidad, motivada por su hambre insaciable de aventuras y respuestas.
A Vegeta le sorprendió su repentino cambio de actitud, e incluso pensó que él también se había tranquilizado de la nada, de un momento a otro habían pasado de insultarse a entablar un tipo de conversación amena. Se sintió un poco nervioso; no la entendía, tal vez era porque ella se comportaba como una mujer extraña, o porque ni en vida supo tratar con las damas.
—¿Por qué te quedas ahí parado sin decirme nada? — Cuestionó.— No debí decir que fuiste muy bueno en soportar la soledad, mírate, ahora no puedes ni responder a una pregunta.
—¿Por qué te interesa?— Interrogó a la defensiva.
—¿Has notado que gran parte de nuestras charlas se basa en hacernos preguntas? — Reconoció de repente, relajando su semblante.— Solo quiero saber qué lugar pudo hacer que tu vida fuera tan buena como dices. — explicó, recargando su espalda en el espaldar de la cama, movió su mano para señalar el asiento junto a la cama. — Vamos, siéntate. ¿Al menos puedes hablarme de eso? Hicimos un trato.
— El sarcasmo no cuenta como pregunta.— Esclareció. — Y, además, jamás acepté ese trato.
—No seas tan amargado. —Reprochó, movió su cabeza para indicarle de nuevo que se sentara.
Se mantuvo cruzado de brazos, pero caminó de nuevo al otro extremo de la habitación. Se sentó con elegancia y cruzó sus piernas con varonil vanidad.
—No fue un solo lugar.— Comentó. —Fueron varios con los que ni siquiera puedes soñar.
— Sí, como tú digas.— Dijo desconfiando de la forma excepcional de su descripción. Él la miró con severidad y ella no quiso arruinar la relativa calma. —Lo siento. Continua.
— Viajé por todo el planeta, en todos los vehículos que existían.— Prosiguió.
—¿Cuál fue el más extraño?— Interrumpió.
— No me interrumpas.— Aseveró molesto, sin embargo, en un instante estaba pensando en la respuesta.— Alguna vez llegué montando un elefante a dirigir a mis tropas.
—¡¿Qué?! ¡No te creo!— Exclamó fascinada, moviéndose al borde de la cama para verlo mejor.— Yo creía que eras un aburrido.
—Escandalosa. — Comentó sin extrañarse demasiado.— Pasó mientras estaba en el Sur. En medio de una alianza política mi padre se comprometió a eliminar a un grupo radical que buscaba retomar la monarquía en un país lejano. Yo fui el enviado a esa misión con cuatrocientos de mis hombres y mil nativos. Pasamos tres meses evaluando el terreno y elaborando una estrategia.
— ¿Eso qué diablos tiene que ver con el elefante? — Interceptó.
— Si me dejaras terminar lo entenderías, tonta. — excusó sabiendo que ella se molestaría.— Muchos de mis soldados murieron por una plaga a la que los locales eran inmunes, antes de comenzar con el ataque mis tropas se redujeron a la mitad.
—¿Tú no te enfermaste?
—¡Deja de interrumpirme!— Se quejó.— No, no me enfermé.
—¿Por qué?
—¿Has notado que siempre eres tú la que pregunta? Eres insoportable. — Comentó. — Los soldados que murieron se negaron a seguir los consejos de los aldeanos. Los consideraron charlatanes y terminaron muertos por no querer tomar una pequeña cantidad de antídoto preventivo. — Supo que iba a preguntar algo y se adelantó.— Era un tipo de esencia hecha de vísceras.
Su delicado rostro hizo una mueca de asco y tuvo que sacudir la cabeza para no imaginarlo.
—Eso mismo hicieron ellos, idiotas.— Insultó.
— Oye, —recriminó— eran tus hombres, ¿Cómo iban a saber que morirían?
—Eran unos idiotas.— Reafirmó. —¿Cómo pretendían sobrevivir sin adaptarse? Las causas de su muerte fueron la estupidez y la plaga.
—No creo que ese "Antídoto" funcionara tanto como para crear la inmunidad, además, no consideras que sus organismos funcionaban de forma diferente gracias al medio en el que habían crecido.— Argumentó.
—A los extranjeros no nos hacía inmunes, pero prevenía que el malestar se volviera una sentencia de muerte. — explicó recordando a su hermano por segunda vez ese día, Tarble había ido con él, se había incluido en la misión por querer conocer la forma de gobierno. Cuando llegaron le dijo que descansara en el palacio por su seguridad, pero él lo siguió a la zona de combate, enardecido por la adrenalina. Sin considerar que tendrían que comer animales que nunca antes habían visto, dormir en el suelo o cumplir con las tradiciones locales para no debilitar el pacto entre naciones, como beber ese extraño bálsamo sanguinolento. Vegeta no se negó, tomó del cáliz sin siquiera preguntar por su contenido, tragó sin determinar el sabor y siguió con su cometido, pero, por otro lado, el estómago de Tarble no lo resistió y terminó vomitando horas después, así que cuando la peste lo alcanzó, el gurú que trataba a los enfermos dudó de su capacidad de sobrevivir. Rememoró el miedo en los ojos de ese hombre anciano cuando le comunicó que a su hermano no le quedaban más que unos días, en ese entonces dejó a Bardock, que había asistido como guardaespaldas de su hermano menor, a cargo de encontrar una solución. No supo qué pasó o qué hizo, pero ese hombre o un milagro impidieron que Tarble falleciera.
—Vegeta.— Llamó Bulma. —¿Vegeta? ¿Estás bien?
— En esa misión estuvo Bardock. — Añadió como un dato al azar, sin la intención de nombrar a su hermano.
—¿El papá de Gokú viajó contigo? ¿Por qué no conocía esa historia?— Dudó, reflexionando sobre los míticos relatos que su mejor amigo le contaba sobre su padre.
— Bardock era de los mejores soldados de mi reino. — Describió tajante. —Desconozco si habló o no de esa experiencia, la verdad, tampoco me importa.
—Eres un gruñón. — Mencionó.— Ni siquiera me has hablado del elefante.
—No me has dejado terminar, mujer.
—Pues termina. — Dijo mientras bostezaba.
— Con la mitad de mi ejército muerto tuve que acercarme a los civiles, aprendí de sus técnicas de combate para entender el modus operandi de los enemigos. Una de ellas consistía en usar a los elefantes como arma, se tardaron semanas en traer a los mejores ejemplares del lugar, cuando lo hicieron la guerra ya había estallado y logramos vencer con un mínimo de bajas. Sin embargo, los disidentes del otro bando huyeron en nuestros caballos por el descuido de un centinela, así que tuvimos que regresar a la capital en elefantes.
—¿Cuánto tiempo tardaron?— Curioseó, buscando un buen lugar para dormir entre las revolcadas sábanas.
—Cinco días.
—¿Lo ves? — Preguntó cubriéndose de nuevo con los ojos entrecerrados. —No es tan difícil hablar un rato.
—Tonta.— Opinó cuando la vio cerrar los ojos.
Se levantó de la silla sin quitarle la vista de encima, oyó un ligero ronquido saliendo de sus labios, rodó los ojos y se asomó por la ventana. El jardín se veía oscuro y eso lo motivó a marcharse para buscar el interruptor que encendía las luces que descansaban en los altos faroles de metal. Esa sería, desde la muerte de toda su estirpe, la primera vez que se iluminaba de nuevo el pequeño edén que había surgido gracias un corazón sediento de un querer nunca satisfecho. Salió de la habitación sin cerrar la puerta, pero a la mitad del pasillo pensó en regresar, Bulma se había dormido de medio lado y le inquietó que durmiera sobre la herida. Volvió para confirmar que reposaba del lado contrario y apagó la luz.
Bajó por las escaleras auxiliares que usaban los sirvientes para moverse por el palacio y siguió por los pasillos contiguos abriendo puerta por puerta. Repitió en la mayoría un procedimiento similar, buscar un interruptor, presionarlo, confirmar si el lugar se iluminaba o no, detallar lo que había y seguir buscando. Hasta que en una habitación lejana, donde la bombilla titiló insistentemente observó un agujero en la pared, tomó una escoba empolvada y se preparó para lo evidente. Movió un pesado cofre de una patada y eso desencadenó que al menos una docena de ratas chillara por el terror. Vegeta abrió los ojos consternado y golpeó el suelo con la escoba para ahuyentarlas, logró que se dirigieran al agujero que asumió daba con el jardín trasero. Dio tres golpes más para que percibieran la amenaza y salió veloz a rebuscar algo para tapar el acceso. En un rápido movimiento tomó el baúl que había pateado y lo usó para sellar una forma de entrada de esos animales.
—¡Maldición!— vociferó asqueado.
Agarró de nuevo la escoba y salió a buscar otras posibles madrigueras, indispuesto por la terrible tarea que se avecinaba.
Mientras tanto, en su habitación, Bulma se retorcía en la cama. Murmuraba algunas incoherencias y se movía tan despreocupadamente que era posible que despertara adolorida, pero eso, en el sueño agobiante en el que se encontraba no importaba.
Soñaba con un eterno vacío, negro y frío.
—¿Hola?— Saludó, recibiendo únicamente la respuesta del eco. —¿Gokú? ¿Gokú, estás ahí? ¿Puedes oírme?
Trató de moverse pero por más que corría no lograba salir de la oscuridad, se sintió agotada y en un descuidó cayó. El sonido del golpe se amplificó más de lo lógico y cuando miró su cuerpo, estaba cubierta por la venda que Vegeta le había puesto, sin embargo, la sangre la manchaba y se iba diluyendo por su cuerpo. Se sintió tan frágil que se percibió a sí misma con asco, puso su mano sobre el líquido carmesí y sintió el calor de su esencia vital. Trató de limpiarse con su pantalón y aunque lo logró a medias, no quedó satisfecha.
—¿Dónde estás, Gokú?— preguntó angustiada.— ¿Gokú? ¡Gokú! ¡Ven conmigo, tonto!
Estaba a punto de comenzar a suplicar, pero escuchó un paso, se quedó en silencio y limpió una lágrima que se deslizaba por su mejilla. Esbozó una sonrisa que se evaporó en un instante.
—Eres una escandalosa.— Comentó Vegeta sin materializarse.
—¿Tú qué haces aquí? — Interrogó ofuscada. —¡Lárgate!
—Oblígame.
—¡Déjame en paz!— Exigió. —¡Este es mi maldito sueño! ¡Sal de aquí!
—¿Crees que quiero estar aquí contigo? — respondió maligno.— Tú me trajiste. Me llamaste a tu sueño, idiota.
—No te llamé a ti. — Afirmó decepcionada .— Llamé a Gokú. No a ti.
—¡Qué lástima!— Dijo con veneno. —¿Llamaste a otro muerto? A veces las cosas no son como deseas.
Se despertó de repente cuando cayó por el costado de la cama, gimió por el dolor y se abrazó unos segundos en posición fetal. Respiró agitadamente. Se levantó del suelo gélido y encendió la luz, fue al baño, se observó en el espejo y levantó su camisa con preocupación. Para su fortuna no había abierto la herida, se quitó la prenda con cuidado, evitando mover demasiado sus brazos, vio que sobre la venda estaba levantado su top de ejercicio y asumió que Vegeta lo había subido para poder suturar a gusto.
—Ese imbécil. —Insultó enojada, con las mejillas coloradas por pensar que la había vuelto a ver semidesnuda y ni siquiera había tenido la cortesía de retirar su sujetador. También se lo quitó y observó las apretadas vendas que oprimían sus senos, bajó un poco la vista y cuando giró para ver su lateral herido notó una o dos de sus costillas. Hizo una mueca de disgusto, caminó por la habitación y decidió quitarse también el pantalón. Lo deslizó por sus piernas y cuando terminó, lo lanzó a un extremo del cuarto, imaginando a Vegeta como el blanco. ¿Había sido solo un sueño o de alguna forma el príncipe había encontrado la manera de inquietarla hasta dormida? Bufó molesta, no tenía sentido, ninguna de las dos posibilidades tenía sentido. ¿Por qué soñar con él en lugar de ver de nuevo a Gokú? ¿Por qué Vegeta no la dejaría dormir si la única razón por la que la cuidaba era por interés? Él la necesitaba totalmente concentrada en lo que había denominado más de una vez como "El plan"
Murmuró un insulto, buscó una toalla para poner sobre su cara y gritó por la ira.
—¿Ahora qué estupidez estás haciendo? — Cuestionó el espíritu desde la puerta, confundido por su comportamiento, había notado que la luz que él mismo había apagado volvió a encenderse cuando estaba expulsando a las ratas de la fuente principal del jardín. Aprovechando la excusa para dejar de ver a los roedores, caminó de nuevo hasta la habitación y no la encontró donde la había visto por última vez, en su lugar, la cama estaba aún más desorganizada. Caminó hasta el umbral del baño y la encontró en ropa interior, aferrada a una toalla, gritando sin ningún sentido.
—¡Esto es tu culpa!— Afirmó lanzándole el paño.— ¡Déjame dormir!
—Estás loca.— Dijo sencillamente mientras le daba la espalda.— Si tanto quieres dormir hazlo y no te levantes a la media noche como una lunática.
— Eso haría si tú dejaras de molestarme. — Comunicó refiriéndose a su sueño.— Dime si hiciste lo que creo que hiciste.
—¿Sacar a las ratas? — Cuestionó desorientado. — Estaba en eso hasta que noté que, como siempre, algo andaba mal contigo.
— Eso no, Vegeta.— Corrigió.— Dime la verdad, ¿Te metiste en mi sueño?
—¿Soñaste conmigo?— Interrogó burlón.
—¿Sí o no lo hiciste?
—Haré lo mismo que haces siempre.— Expresó. —Te responderé con otra pregunta. ¿Crees que sacrificaría esos cortos pero valiosos momentos en los que no te escucho parlotear para aparecer un sueño que ni siquiera sé de qué se trata?
Ella suspiró con pesadez, sin entender entonces la razón de su sueño. Caminó a la cama y no se preocupó por estar en paños menores. Antes de volver a recostarse su voz la detuvo.
—¿Con qué canallada soñaste?
—Fue una pesadilla en toda regla. — Explicó sin detallarlo.— Soñé que estaba atrapada con un fantasma resentido.
Él no respondió a eso, ya había gastado demasiado tiempo siguiendo sus absurdas provocaciones, en lugar de contestar bajó el interruptor de la luz y quiso marcharse.
—¿Sacaste a las ratas? — preguntó mientras acomodaba las mantas.
—Detesto a esos animales. — Anunció indiferente.
— Gracias.— Añadió más tranquila.
—No fue por ti, mujer ilusa.— Aseguró.
Se sentía adormilada y por eso no continuó con la charla, hasta que, acomodándose para descansar sintió que una pequeña parte de sus pechos se escapaba de la venda.
—Oye, Vegeta. — Nombró en un susurro.
—¿Qué?— Dudó molesto. Bulma hablaba demasiado para él..
—¿Podrías evitar verme desnuda tan seguido?
Se sorprendió por la naturalidad de su voz al decir eso, sintió un leve escalofrío en la espalda que lo llevó a tener que descansar su cuerpo sobre la pared. Estaba estupefacto por esa sensación, desde el día de su muerte no recordaba haber experimentado un reflejo tan vívido. Aunque pudiera materializarse, le era casi imposible tener algún tipo de sensibilidad física. Ese simple escalofrío logró sembrar en él terror, no supo cómo reaccionar y se quedó en silencio.
—Al menos contéstame, grosero. —Murmuró abrazándose a una almohada. — Sé que soy muy atractiva, pero es incómodo. Ni siquiera me has pedido una cita.
Sus palabras lo sacaron de su trance, se reincorporó y la miró moviéndose entre las mantas.
—Las mujeres como tú jamás han sido mi tipo.— Soltó alterado.
—¿En serio? ¿No te gustan las chicas listas? — Preguntó sin saber que Vegeta se había marchado en el instante en el que terminó de hablar. Esperó una respuesta y cuando no la tuvo se molestó. — Con mal gusto y maleducado.
—Las últimas dos veces que nos hemos visto no me he despedido. — Dijo una voz a su lado.
Antes de abrir los ojos, estudió con su cuerpo el lugar donde descansaba, era césped, podía sentir las delicadas ráfagas de viento, se levantó con cuidado y confirmó con los ojos entreabiertos que se trataba de Gokú.
— Lo siento.— Se disculpó poniendo una mano en su nuca.— No sabía que ese gruñón de Vegeta reaccionaría tan mal.
A Bulma le tomó algunos segundos ubicarse y notar que estaban en la colina en la que se vieron en su último sueño, el cosmos seguía en el mismo lugar y las estrellas brillaban de la misma forma majestuosa.
—¿Conoces a Vegeta?
—Me han hablado de él.
—Es un idiota prepotente y orgulloso.— Describió ella.
—Lo mismo dice mi papá.— Compartió desprevenido, sin imaginar que ella lo tomaría de los hombros para interrogarlo.
—¿Bardock está aquí?— Cuestionó mirando en todas direcciones.
—Claro que está aquí, él fue quien me recibió. — explicó.—¿Puedes creer que me dijo que en más de una ocasión creyó que tú y yo seríamos pareja?
—Lo creo, todo el mundo pensaba lo mismo hasta que llegó Milk.— Divagó recordado. —¡Oye! ¡No cambies el tema!
—También me recibió mi abuelito Gohan.— Añadió sin inmutarse.
—¿Te hizo feliz verlo de nuevo?— Preguntó ilusionada.
—Claro que sí.— Respondió.— Te envía saludos.
—Dile que espero volver a verlo en algún momento. — Mencionó entusiasmada.
Él asintió con la cabeza y se giró para ver el cielo, Bulma lo imitó relajada y soltó un suspiro, hasta que su mente procesó toda la información que su amigo le había dado.
—Alto, — Interrumpió.— ¿De verdad me envió saludos o eso es parte del sueño?
—¿Qué sueño? — Cuestionó confundido.
—Este.— Aclaró, señalando su entorno.
—¿Crees que este es un sueño?
— ¡No me respondas con preguntas! — Exclamó mientras bufaba.— Agh, ya sé por qué le fastidia tanto a Vegeta.
—¿Qué le fastidia? — Dudó. —¿Yo?
Ella palmeó su frente y trató de organizar sus ideas.
—Lo que trato de decir es que este lugar, tu presencia y todo esto deben ser una mala pasada de mi cabeza.— Confesó.
—No lo es, de verdad estamos reunidos.— Declaró.
—Eso es lo que el Gokú del sueño diría.— Justificó a la defensiva.
—Está bien.— Dijo. — Te lo demostraré. Dime el nombre de alguna persona muerta con la que compartas algo de lo que yo no tengo idea y yo mismo le preguntaré, luego te lo diré y así sabrás que es cierto.
—No funcionaría.—Comentó.— Si lo hicieras no serviría de nada porque si yo ya lo sé y esto es un sueño podría imaginar que tú me lo dices.
Él se decepcionó, encogió los hombros y exhaló.
—De todas formas, créeme, esto no es un sueño. — Insistió.
Se tardó un poco en responder y se concentró en buscar algún patrón conocido en las estrellas.
—¿Entonces qué es?
—En el Más aquí lo llaman de muchas formas.— Contó. —Algunos le dicen señal, visita, limbo, revelación…
—¿El Más aquí? — Interrumpió confundida.
—Sí,— mencionó.— ¿Recuerdas que la última vez no sabía cómo definir este lugar? Pues me decidí mientras estabas despierta, se llama el Más aquí para mí.
—Y, dime, — conjeturó.— ¿Has hablado con Milk desde que llegaste aquí?
Gokú se rascó la cabeza con nerviosismo y se levantó para tomar aire.
—No.— Expuso riendo por la ansiedad.
—¡¿No?!— Interrogó enojada incorporándose en segundos. —¡¿No has hablado con tu esposa que está esperando un hijo tuyo y seguramente está sufriendo?! ¡¿Cómo te atreves, descarado?!
—Yo…— musitó.— Yo no sé qué decirle, soy malo con las palabras, lo sabes. Además, ¿Y si me ataca?
—No te puede tratar peor que a mí. — Aseguró con tristeza. Su instinto se redujo a querer o un abrazo o un cigarrillo. Ese recuerdo todavía tenía ácido y abría en ella una llaga de apariencia incurable. — Pero, bueno, no importa. Cuando te reviva todo volverá a ser relativamente normal.
Estaba tan concentrada en creer eso que no notó la forma en la que su amigo frunció los labios y estuvo a punto de hablar, sin embargo, distraída aún, lo detuvo de nuevo.
—Si quieres confirmarme que esto es real y que estamos en el Más aquí .— propuso haciendo comillas con sus dedos. — ¿Por qué no le preguntas a tu padre algo más sobre las esferas del Dragón?
—Dudo que sepa algo más, Bulma. — Confesó.— Supongo que solo sabe lo que me contaba cuando éramos niños.
—Esto era demasiado bueno para ser verdad.— Opinó sentándose de nuevo. Creyendo que todo se alineaba para recordarle que ese momento no era más que una ilusión. Se conformó algo dolida y quiso alargar la situación tanto como pudiera.— Cuéntame más sobre el Más aquí.— Solicitó recostándose.
—No me dejan dar muchos detalles.— Aclaró imitando su acción.— Quieren conservar el misterio. Aunque si te puedo decir que a la larga este lugar es agradable. Puedo comer todo lo que quiera, ¡La comida!— Exclamó.— ¡Tengo que hablarte de la comida! ¡Es deliciosa!
Bulma soltó una carcajada por su explicación.
—¿Qué? — Cuestionó. —¿De qué te ríes?
— ¡Para ti todo se reduce a comida!
— Si pudieras probar lo que he comido aquí lo entenderías.— Razonó.— Espero que no lo hagas hasta que estés más vieja.
—¿Más vieja?— Preguntó indignada.— ¡¿A qué te refieres con más vieja?! ¡Ni siquiera he llegado a los treinta, idiota!
Gokú puso sus dos manos frente a él como barrera y las movió tembloroso.
—No es eso lo que quería decir.— Especificó. — Solo trataba de decir que espero que no mueras tan pronto.
—¡Eres la peor persona que conozco dando apoyo!
—¿Hablas en serio?— Dudó.— Yo siempre creí que era muy bueno en eso.
—No.— Esclareció. —Nunca lo has sido.
—Oye, — interrumpió avergonzado.— eso explicaría muchas cosas.
—¡Bingo!— Comentó sonriente.
—Me alegra verte feliz. — Reconoció.
—Es mejor estar aquí que estar despierta.— Reveló calmada. — Estar vigilada por ese príncipe fantasma no es agradable. Por cierto, cuando te reviva tendremos que revivirlo a él también, tendríamos que volver a reunir las esferas; le di mi palabra.
Tuvo algunas palabras en la punta de la lengua pero ella, de nuevo, decidió seguir con su monólogo.
—Creo que se siente solo. — Describió.— No imaginas lo amargado que está, debió sufrir mucho. Hoy me habló de un viaje que hizo con tu padre, fue una buena historia, aunque también peleamos más veces de las que puedo recordar. Simplemente no sabe tratar con las personas, no sabe ni siquiera lo que es la empatía y puedo asegurarte que no sabe lo que es el amor.
—Tal vez puedas ayudarlo a cambiar eso. — Respondió Gokú.
—¿De qué hablas?
—Digo que podrías hacerte su amiga, — ilustró. — siempre te ha gustado ayudar a las personas. ¿Por qué esta sería la excepción?
—Tiene sentido.— Reconoció pensativa. — Vamos a pasar meses viviendo juntos.
—Sería lo mejor para los dos. — Definió.
—Retiro lo dicho.— Susurró abrazándose a su brazo.— Si eres bueno dando apoyo.
—Descansa.— Se despidió él poniendo su mano sobre su cabello azul.
Durmió el resto de la noche profundamente, aferrada a su almohada con todas sus fuerzas, sin saber que unos minutos antes había gritado, reído y hablado dormida.
Mientras tanto, Vegeta trataba de concentrarse en un libro, dudando todavía de la causa del extraño escalofrío. ¿Tendría algo que ver con la presencia de Bulma? ¿Podría ser eso un tipo de disparador?
Tal vez era el contacto con otro ser vivo lo que propagara en su cuerpo ese tipo de reacciones. Cerró el libro decidido a pasar más tiempo con ella para confirmar sus sospechas. Para esa decisión hubo varios pensamientos en contra, el más natural fue su oposición a compartir su tiempo y su espacio con alguien, después pensó en que eso podría afectar el radar y por último pensó que eso podría afectar el vínculo que mantenía con ella. Convivir con Bulma significaba no saber exactamente qué decir o cómo reaccionar ante sus comentarios, como la mención de su desnudez o de su atractivo. ¿En dónde le cabía tanto ego? Porque sí, muy en sus adentros la reconocía como una mujer atractiva en más de una forma, su rostro era bello y su cabello y ojos eran llamativos, tenía una actitud confiada y seguramente había espantado a más de un hombre por eso, en cuanto a su cuerpo, él no quiso detallarlo. Ya era demasiado verla desnuda o en ropa interior al menos una vez al día como para pensar en eso. Además, ¿Por qué pensaría él en eso? Ella no lo atraía y no le importaba más allá de ser un peón en su camino a su resurrección.
Esa última conclusión lo ayudó a definir que al día siguiente se mantendría cerca de ella por un motivo meramente experimental. Así también podría vigilar su eficacia y entender un poco más del radar y de las esferas, porque si algo era cierto, era que él, Vegeta IV, todavía no confiaba en ella.
¡Holi! ¿Cómo están? Bueno, quiero decirles que a partir de aquí esta historia va a tratar de sacarle algo de jugo al romance. En mi página de Facebook les comenté que este capítulo se tardaría porque perdí algo de movilidad en el brazo por la vacuna, pero aquí estoy. Me hacía mucha ilusión subir este capítulo y con dolor y todo no pude resistirme. Como siempre, espero que les guste. Saben que me encanta leer sus teorías y demás que puedan dejar sus reviews, eso me motiva mucho para no caer en el hiatus :( . Trataré de actualizar Perdidos antes del cuatro de septiembre, aunque es probable que lo suba ese día. ¡Les quiero mucho y muchas gracias por leer! ¡Abracitos!
