Capítulo 31: Fuera las confusiones, pero...

Kannonmon se quedó solo con su querida amiga Yikumon...

¿O acaso la sentía más allá de una amiga?

En realidad no sabía, pero era un sentimiento mucho más profundo del que sentía por alguien más, incluido Yoshi...

¿Era posible que los Digimon tuvieran semejantes sentimientos entre ellos?

–¿Kannonmon¿Eres tú? –dijo Yikumon después de un rato, abriendo un poco sus hermosos ojos rojos (o tan siquiera eso decía Kannonmon).

–Sí, Yikumon, soy yo... ¿Te encuentras bien? –le dijo en voz baja, para no molestarla.

–Algo cansada y adolorida, pero nada más eso... –dijo ella.

–Entonces¿qué te sucedió?

–No lo sé... Creo que el Delipa quiere que me transforme como él ya lo ha hecho... O algo así.

–¿Y cambiarás?

–No lo sé...

Hubo un momento de silencio, en el cual Kannonmon pensó en qué decirle, porque ella era mucho más sabia e inteligente que él; fácilmente sabría si lo que sentía era verdad...

–Ah... ¿Yikumon?

–Me vas a preguntar algo difícil¿verdad?

–Espero que no mucho, porque sí quisiera saber...

–A ver, dime.

–¿Los Digimon podemos tener sentimientos?

–Claro, hacia nuestro Tamer...

–¿Nada más¿No puede haber nada entre nosotros?

–Eso no lo sé, lo tendría que ver...

Hubo otro silencio, y Yikumon suspiró y continuó:

–Todo esto lo dices por lo que crees sentir por mí¿verdad?

–Sí...

–Me dijiste que éramos solo amigos¿es que acaso has cambiado de opinión?

–Me temo que sí, Yikumon; con lo que creo que puede ser un sentimiento, no puedo seguir siendo solo tu amigo...

Yikumon se acomodó y se fijó que sus ojos vieran directamente a los de Kannonmon, ni más alto ni más bajo.

–No me salvaré del Delipa, moriré con él¿y tú esperas que podamos tener un tiempo para estar juntos, acaso?

–Ya lo estamos.

Yikumon bajó las orejas y la cabeza, como si estuviera siendo regañada...

Era cierto lo que le decía Kannonmon: en ese momento estaban juntos, y de pura suerte igual de solos como en el edificio aquel donde les fascinaba estar en las noches...

Ella saltó ágilmente de la cama al suelo, sin que nada le doliera ni nada, y fue hacia Kannonmon. De un salto, apoyándose en los hombros de su compañero, Yikumon tumbó a Kannonmon al suelo y se puso encima de él.

Estuvo a dos escasos centímetros de poderle estampar lo que se llamaría "beso" en los labios, pero se arrepintió y le pasó por encima como si nada.

–Vayamos a con los chicos, para quitarles la alarma por mí. –dijo Yikumon, sonriendo al ver la expresión de Kannonmon al levantarse del suelo.

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