Capítulo 36: Entre el cerebro y la fuerza

Yikumon entró al cuarto de Lili, donde sentía más fuerte la presencia del resto del Delipa.

Los demás la alcanzaron, y se quedaron boquiabiertos al ver los contenedores dentro.

Estaban alineados en dos filas a cada lado, que continuaban hacia la pared y dejaban un espacio limitado de movimiento para llegar al fondo de la habitación.

Era toda la gente que el Delipa había logrado atrapar.

Yikumon continuó hasta el fondo de la habitación, pero Yoshi hizo que los demás se detuvieran en cuanto encontró a Henry y a Terriermon.

–¡Papá¡Terriermon! –decía Yoshi mientras golpeaba el contenedor de Henry– ¡Oh, no¡Respondan¡Respondan!

–No pueden responderte. –dijo una voz misteriosa que hizo eco en el cuarto.

–El Delipa… –murmuró Yikumon, cambiando a su forma más simple, la de la zorra canela– ¡Muéstrate!

El Delipa apareció entonces, usando el cuerpo de uno de los secuestrados.

Kannonmon, Hien y Yoshi se hicieron para atrás para dejarlo acercarse a Yikumon.

Ella percibió que sus acompañantes tenían miedo.

–¿No temes por ti también? –le preguntó el Delipa, su mano bajando para acariciar la cabeza de Yikumon, pero ella saltó para atrás–. ¿Por qué no me dejas saludarte?

–No eres la criatura más confiable que conozco. –respondió Yikumon.

–Evidentemente.

El Delipa caminó hasta el fondo de la habitación.

Los ojos amapola de Yikumon lo siguieron, y de repente su boca se abrió al ver el último contenedor del fondo de la habitación…

–¡Lili! –gritaron todos los del grupo, y Yikumon corrió hacia ella, siendo bloqueada por el Delipa.

–¡Quítate de mi camino! –ordenó ella a su otra parte.

–Qué educación. No me obligues a maltratarte, sabes que puedo. –dijo el Delipa–. Retírate.

Yikumon se mantuvo en su sitio con una mirada desafiante.

El Delipa volvió a repetir la orden.

–Retírate.

–En tus sueños. –respondió Yikumon, avanzando tres pasos más.

–Lo haces o la mato. –dijo el Delipa señalando a Lili.

Yikumon volteó a ver rápidamente a sus acompañantes, quienes le pedían que obedeciera.

Volteó a ver al Delipa, y al parecer él no retiraría su orden jamás y no podría llegar a un acuerdo con él.

Con un suspiro, Yikumon retrocedió hasta donde estaban los otros sin darle la espalda al Delipa.

–¿Ya ves que fácil es? –dijo el Delipa.

–No te burles… –amenazó Yikumon.

–Miren, les tengo una propuesta… –empezó el Delipa, pero Yikumon interrumpió:

–¡Vaya! Una propuesta… ¿La pudiste hacer solito, o necesitaste ayuda?

–¡Deja de bromear, o en serio que mato a tu Tamer! –dijo el Delipa, y Yikumon cerró la boca y se puso en posición para escuchar– Bien… Si Yikumon se une a mí, dejaré libres a todos los demás presentes en esta habitación, incluida a la niña. Pero si se rehúsan… Bueno, no es necesario decirlo. Ustedes son muy listos y pueden adivinarlo.

–¿Qué¿Entregarte a Yikumon! –preguntó Yoshi, y Yikumon bajó la cabeza en derrota– ¡No puedes pedirnos eso¡No es justo!

–Nada nunca es justo, Yoshi. –dijo Yikumon, avanzando lentamente hacia el Delipa– Las cosas son así. No tenemos de otra…

–¿Entonces…? –preguntó el Delipa con una sonrisa maligna.

–Acepto el trato. –dijo Yikumon con la mirada en el piso.

–¡No! –gritaron Kannonmon y Yoshi.

–¡No puedes hacerlo, Yikumon! –dijo Yoshi.

–¡Debe haber otra salida! –dijo Kannonmon.

–Lo siento, chicos. Esta es la única salida que ahora tenemos. –dijo Yikumon, volteando a verlos cuando llegó a los pies del Delipa– Explíquenle a Lili lo sucedido.

La cápsula que contenía a Lili se abrió y la niña fue lanzada fuera, siendo atrapada por Yoshi.

Unos cables salieron del contenedor y sujetaron a Yikumon por las patas, cola y cuello, y la jalaron dentro de la cápsula, que se cerró de nuevo una vez que estuvo dentro.

Los otros contenedores salieron disparados como cohetes de la casa, rompiendo el techo.

Hien volteó para arriba, y vio cómo la parte superior del Delipa se abría para dejar salir las cápsulas.

–¡Vamonos de aquí! –exclamó Hien, jalando de la camiseta a Yoshi.

–Cierto, será mejor que nos vayamos. –dijo Kannonmon, cortando el contacto visual que había mantenido con Yikumon.

Cargó a Yoshi y a Lili, y corrió tras de Hien fuera de la casa.

Todos subieron sobre Ambarimon y el dragón se elevó en el aire.

Los Digimon que antes los atacaban ahora les daban el paso, mientras la risa malvada del Delipa hacia eco en todo el lugar, y los chicos notaron que su voz se iba combinando lentamente con la de Yikumon…

–No puede ser cierto… –Kannonmon repetía y repetía, su voz volviéndose triste.

–¿Qué no puede ser cierto? –preguntó una voz femenina proveniente de alguna parte más debajo de la cabeza de Yoshi.

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