Lili empujó a Impmon a la calle llena de Digimon durmiendo.
–Distráelos. –le susurró, y después dijo a sus otros acompañantes– Cúbranos las espaldas, chicos. Cuento con ustedes.
–Claro. –dijo Yoshi.
Y antes de que Lili se escurriera para rodear la cuadra, Yoshi la jaló de vuelta y la besó.
Cuando la dejó ir, él le susurró:
–Cuídate, y buena suerte.
Lili se escurrió entonces para rodear y llegar a su casa por el otro lado.
Con aquel beso, Lili le había transmitido a Yoshi gran parte de su plan aunque ninguno de los dos podía decirlo con exactitud.
–Kannonmon, dispara al centro de la calle antes de que Impmon llegue. –dijo Yoshi.
–¿Qué? –preguntó Kannonmon confundido.
–¡Sólo hazlo!
Kannonmon lanzó un disparo al centro de la calle, efectivamente destruyendo a dos Digimon que tocó haciéndolos explotar, lo que provocó una reacción en cadena que hizo un círculo de vacío en la calle.
Kannonmon, Impmon, Hien y Ambarimon voltearon a ver a Yoshi y su sonrisa satisfecha.
Los Digimon se despertaron, y los que estaban del otro lado del círculo llenaron pronto el espacio vacío, dejando libre el otro extremo de la calle.
Yoshi alcanzó a ver una cabeza cubierta de cabello castaño-cobrizo asomarse del otro lado de la calle.
Después vio a Lili caminar cuidadosamente hacia su casa.
–Kannonmon, es hora de limpiar la calle. –dijo Yoshi con un suspiro.
Kannonmon lanzó varios disparos más en el centro de la calle, y siempre los Digimon iban rellenando los espacios para quedar más cerca del grupo.
Poco a poco el extremo donde Lili se encontraba estaba prácticamente vacío, y ella pudo entrar a su casa sin tener que preocuparse de ser atacada.
–¿Qué te pasa¡Me pudieron haber matado¡No les importo¡Me las tuve que arreglar para salir de ahí intacto! –chillaba Impmon cuando llegó a los pies de Yoshi, y justo antes de que Ambarimon lanzara una bola de energía que destruyó a otros tantos Digimon.
–Calla, Impmon. Si quieres, te puedes quedar aquí conmigo. Si es que tanto miedo tienes… –dijo Yoshi.
Impmon se aferró a la pierna derecha de Yoshi.
Kannonmon y Ambarimon mantenían a los Digimon atrás, pero hacían que se acercaran a su lado, apretándolos en un círculo pequeño.
Mientras tanto, Lili corrió hacia su habitación una vez que estuvo dentro de su casa.
Y en cuanto abrió la puerta, la forma humana del Delipa cayó sobre ella, derribándola y acorralándola en el suelo.
–Sabía que vendrías, niña. –dijo el Delipa mientras Lili intentaba soltarse– Pero déjame darte una mala noticia: Yikumon y yo casi somos uno nuevamente… Si has de destruirme, la destruirás a ella también.
Lili volteó a ver el interior de su habitación y al fondo vio a su querida Yikumon, su forma cambiada extrañamente por otra…
Las lágrimas hacían borrosa la visión de Lili, y el Delipa continuó:
–Qué doloroso¿no? Bueno, es lo mismo que se siente cuando alguien extrae una parte de ti… –decía el Delipa, cambiando su forma– Y si mal no recuerdo, tus padres participaron en mi separación… ¿Por qué no, como venganza, separo a su hijita?
De la boca del Delipa surgió un aguijón, el cual acercó peligrosamente al rostro de Lili.
–¿Tienes miedo? –preguntó el Delipa, y Lili movió su cabeza para dar a entender su negación– Bueno¡pues deberías temer!
–¡Nunca!
–Está bien, está bien. No tengas miedo si no quieres. Pero de todas maneras lo haré.
–¡Yikumon, Yikumon! –empezó a gritar Lili en cuanto el aguijón tocó su mejilla– ¡Yikumon, te necesito¡Ven!
Un ruido proveniente de la habitación hizo que el Delipa y Lili voltearan.
La cápsula que antes contenía a Yikumon estaba vacía.
–¿Qué hiciste, niña! –chilló el Delipa– Bueno¿qué más da? De todas maneras, te tengo a ti…
–Déjala. –una voz ordenó, proveniente de algún lugar sobre el Delipa.
El Delipa volteó su cabeza para ver hacia arriba, dando un giro completo al cuello, lo que casi mata a Lili del susto.
En el techo, se encontraba una mujer vestida en un traje negro ajustado, con una larga melena de color canela y ojos de un brillante color amapola.
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