Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de TouchofPixieDust, yo únicamente traduzco.

Capítulo 4: Y la lluvia siguió cayendo

La lluvia azotó a su alrededor, punzándole la piel mientras Kagome sostenía a su hermano contra ella. Él, en cambio, sostenía la jaula de Buyo contra su pecho lo más fuertemente que podía. No salió ninguna palabra de ella mientras observaba con aire de gravedad cómo consolaba su madre a su abuelo delante de ellos. Nunca había parecido tan anciano y frágil.

¿Adónde estaban yendo? ¿Volverían a ver su hogar?

El bote pasó lentamente por encima del techo del coche de su vecino, a Kagome le latió el corazón con más fuerza mientras sus ojos se negaban a cerrarse ante el horror.

Quería a Inuyasha.

La familia viajó en silencio por el agua, el viento azotando y el golpeteo del agua eran los únicos sonidos que los rodeaban. Otras familias en otros botes iban en la misma dirección. Algunos estaban nadando, un hombre nadaba con su enorme perro golden a su lado. Kagome sonrió ante eso.

—Alguien os llevará al refugio más adelante —dijo finalmente el hombre que manejaba el bote—. Nosotros tenemos que volver ahí fuera.

—Gracias —dijo la madre de Kagome en voz alta por encima del viento—. Muchas gracias. —El resto de la familia repitió su agradecimiento.

Kagome ayudó a Souta a salir del bote, luego salió con una salpicadura. Fue solo en ese momento que se dio cuenta de que toda su familia seguía en pijama. Aunque también lo estaba la mayoría de los que iban en los botes. Suponía que era mejor que una falda. Con un suspiro, cogió la bolsa que habían conseguido llevarse y siguió a su familia.

La familia de cuatro (y el gato) estaba de pie, sintiéndose perdidos y solos bajo la lluvia.

—¿Adónde vamos, mamá?

—No estoy segura, Souta, cariño.

Kagome miró a su alrededor. Refugiarse de la lluvia sería un buen comienzo. El tipo del bote había dicho que alguien los llevaría al refugio. Pero ¿quién?

De repente, un hombre le sacó la bolsa a Kagome de la mano. La joven miko se dio la vuelta y la recuperó.

—¡Eh!

—¡Seguidme! —dijo él con una sonrisa.

Sintiéndose un poco avergonzada por su reacción inicial, Kagome soltó la bolsa y lo siguió junto con el resto de su familia. Otra persona vino a ayudar a su madre con la nevera y otra más llegó con una manta para el abuelo. Souta, no obstante, se negó a entregar el transportín de Buyo. Tras caminar cierta distancia, empezó a salir gente con paraguas para los que venían de los botes. Se estaban abriendo garajes para guarecer a la gente de la tormenta. A Kagome y a su familia los llevaron a uno de los refugios abiertos en un garaje.

Kagome casi lloró ante la bondad, pero el miedo y el agotamiento eclipsaban a todas las demás emociones.

—¡Oh, pobrecillos! —dijo una cálida voz.

Repartieron toallas. Kagome cogió una, agradecida. Deseó poder recordar el rostro de la mujer, pero tenía tanto frío y estaba tan cansada, que lo único que pudo hacer fue sentarse en el suelo e intentar encontrar un poco de calidez. Souta se sentó a su lado. Mamá y el abuelo pronto los siguieron, la jaula de Buyo no estuvo en ningún momento fuera de su alcance. Juntos, se acurrucaron en busca de calidez y consuelo.

Había una televisión en la parte de atrás dando noticias sobre la tormenta. Las voces charlaban sobre cuándo iba a venir el siguiente camión para llevarse a los refugiados al refugio. Los refugios se están llenando. No hay espacio. El camión no es lo bastante grande para todos. ¿Alguien ha visto a la familia de esta niña? ¡Ha perdido a su familia! La carretera está cerrada. ¡El agua es demasiado profunda! No podemos atravesarla. Él intentó volver nadando. Cayeron los cables, lo electrocutaron. Atrapado en un desván, ahogado. Encontraron un cuerpo. Perdido. Ahogado. Muerto.

Kagome se tapó los oídos y metió la cabeza entre sus rodillas levantadas. Quería a Inuyasha. Quería su valor y su fuerza. Tenía miedo.

—¿Vamos a morir? —llegó un susurro tembloroso.

Kagome inhaló bruscamente, luego chocó la cabeza contra la de su hermano.

—¡Claro que no! —dijo. Entonces, negó con la cabeza, salpicándolo con agua de lluvia, dándole una excusa para secarse las lágrimas de su rostro—. ¡Estamos hechos de algo más fuerte que eso! ¿No recuerdas esos feroces movimientos guerreros que te enseñó Inuyasha?

Souta se rio.

—¡Sí! —Hizo un intento de hacer las Garras de sangre que hizo que Kagome le acariciase la cabeza.

—¡Último camión!

Kagome levantó la mirada y encontró los ojos asustados de su madre. Juntas, se pusieron de pie y caminaron hacia el camión, esforzándose por proteger al abuelo de la lluvia. Había estado callado hasta el momento y eso había sido muy preocupante. NUNCA estaba callado.

—Lo siento, señora, solo hay espacio para dos.

—Kagome… —A su madre le tembló la voz.

—Vamos todos —dijo Kagome. Miró hacia el pequeño espacio oscuro que era el compartimento en la parte de atrás del camión, donde probablemente metería a Buyo y otros objetos. Entonces, miró al hombre del camión—. Mi hermano y yo podemos ir en la parte de atrás.

—No es seguro, niña.

Kagome siguió mirando al hombre.

—Mi hermano y yo iremos en la parte de atrás. —Entonces, se detuvo, cerró los ojos y le hizo una reverencia de agradecimiento—. Gracias.

Él movió la cabeza de un lado a otro, luego abrió la plataforma trasera y le indicó que entrase. Estaba oscuro, olía mal y podría haber otras cosas vivas allí dentro… pero no iba a dejar que separasen a su familia.

—Eres casi tan valiente como Inuyasha —susurró Souta.

—Keh. —Kagome soltó una risita.

Se sonrieron y viajaron el resto del camino en silencio.


Kagome.

Lo era todo para él.

Ella le necesitaba.

Por favor, no nos separes ahora.

Inuyasha dio un puñetazo contra el suelo, furioso ante la barrera que lo mantenía alejado de su compañera.

Por supuesto, él sabía que ella era su compañera. Probablemente siempre lo había sabido. Desde el primer momento en que lo miró a los ojos y le sonrió. La primera vez que cogió su mano con garras en su frágil y suave mano. Le había dado su total confianza.

Ella no veía solo a un hombre.

O solo a un demonio.

Solo veía a Inuyasha.

Y en ese momento, le necesitaba.

ASÍ QUE, ¡EMPIEZA DE UNA VEZ CON LA MAGIA, POZO!

Inuyasha gruñó.

Estaban conectados por más que magia.

Sus almas estaban conectadas.

Y, en ese momento, su alma necesitaba la de ella para evitar que se convirtiese en un demonio que bajaría el FUEGO DE LOS CIELOS Y ARRASARÍA ESTE MUNDO HASTA DEJARLO HECHO CENIZAS… oh… ¡el suelo estaba cediendo!

¡Aguanta, Kagome!

¡Voy de camino!


Nota de la autora: Cuando los hombres de los botes vinieron para llevarnos, no sabía si volvería a ver mi hogar otra vez. Permanecer tranquila para atrapar a un gato mientras estás entrando en pánico es muy difícil, por cierto. Como tengo más de uno, tuve que asegurarme de que atrapaba primero al más asustadizo.

Recuerdo quedarme sorprendida al ver lo mejor en la gente. Desconocidos ayudando a desconocidos.

Una cosa que no dije fue que un cámara se me acercó cuando me bajaba del bote y preguntó si podía entrevistarme. Dije que no con voz horrorizada. Entonces, se disculpó y pasó a la siguiente persona.